LeVamp

¿Qué cambió en la sociedad para que una cadena de televisión —aunque fuera canadiense— decidiera darle una nueva oportunidad a Nick Knight? Casi podríamos decir que todo, pero dejémoslo en que los Vampiros habían vuelto. No se puede echar la culpa a la Primera Guerra del Golfo, igual que no se le puede echar al ahora olvidado Curro de la Expo de Sevilla . Así que digamos que hubo un interés por los vampiros que vino de tres frentes distintos:

Libros: La culpa es fue de Anne Rice. O quizá sólo fuera una carambola del destino. El caso es que su libro de 1976 Entrevista con el vampiro había logrado no demasiado éxito, que se traducían algunas palabras elogiosas de Stephen King —el hombre que parece tener una palabra amable para todo el mundo— y una base fan de culto. Su siguiente novela, de 1985, Lestat, el Vampiro, aumentó notablemente con toda la ambientación decadente y el cambiazo en la manera de ser de un icono que siempre había sido un privilegiado de la zona oscura. La idea de Condena o Maldición siempre se había asociado con el Hombre Lobo, igual que la Momia solía buscar justicia y a Frankestein le hubiera bastado con alguien que le quisiera por ser como era. Pero ahora Rice decidía que esta aristocracia del barrio era en realidad otra criatura doliente. Luego pasa lo que pasa y tienes Los Viajeros de la noche o Jóvenes ocultos que siguen matizando la condición vampírica desde una reivindicación de su condición de freaks aislados y solitarios. —Que, todo sea dicho, estaban siempre en grupos numerosos. Ese tipo de solitarios seres eran.— lo que poco tenía que ver con la idea de Vampiros roqueros de La Reina de los condenados (1988). Y mucho menos con el genocidio vampírico que allí se nos presenta y que es rápidamente obviado en las siguientes novelas que van a lo que van: Biografías de vampiros maricas célebres que lo pasan muy mal y aburren a las ovejas. En cualquier caso, los años noventa, desde el pistoletazo de salida de El Ladrón de Cuerpos de 1992 pertenecieron a la Rice en lo que al terreno del terror se refiere, sobre todo con la ayuda de la película del ’94.

Cine: Antes que esa adaptación del primer y ya lejano libro de la saga hubo otra revisión desde el gótico romántico de los chupasangres. Me refiero, obviamente, al Drácula de Coppola, que pretendía convertir a un personaje que para su creador era poco menos que la maldad encarnada en un ser solitario en busca de su amor largamente perdido. Esto es, si Rice toma el concepto de Maldición de los Hombres Lobo Coppola se apropia del Amor Reencarnado de la Momia y aquí todos contentos.

Rol: La tercera pata del banco podría parecer una tontería si no hubiera revolucionado los juegos de rol —suponiendo, claro, que admitiéramos el modelo Narrativo como Rol y no como Improvisación Teatral — y la forma en la que se entendía la organización nocturna y las relaciones entre jugadores. Animando a crear unos personajes interpretados y casi sin tirar dados, más cercanos a Mimos de la Ficción Lúdica, la aparición de Vampiro: La Mascarada marcó —profundamente— con sus organizaciones secretas, sus razas de distintos vampiros y sus líos de palacio en los que eran más importante las conspiraciones que las acciones en sí el hervidero para desarrollar la llamada Cultura Gótica y para acabar de propagar el Ideal Vampírico. Esto es, desde la primera edición de 1991, y la rápida segunda en 1992- toda una generación de jugadores quedaron atrapados durante una década entera.

Pero, volviendo a la irrealidad televisiva, toda esta acumulación sirvió para que los canadienses retomaran en el ?92 el proyecto de Nick Knight, que durante sus primeras temporadas se limitó a ser un extraño caso de Misterio de la semana con protagonista raro pero llegó la tercera y decidieron darle un cambio. Desarrollo total de la cosa vampírica y de las relaciones entre su mundo y el nuestro, Resultado: Cancelación.

Ese mismo 1996 que se cancelaba Forever Knight todo el potencial acumulado daba lugar a un curioso intento de serie: Kindred: The Embraced. La adaptación —oficial— a televisión de la ambientación rolera de Mundo de Tinieblas. Una serie centrada en un policía que descubre por casualidad el mundo vampírico, la existencia de los distintos clases y de la camarilla, pero pro una promesa no dice nada ni nadie le daña.

Si os parece complicado tendríais que haber visto el piloto. Auténtica locura de información poco procesada e inconpleta que lograba confundir más que explicar lo que pasaba allí. Digamos que la serie quería reflejar la ambientación perfectamente, pero no tenía el tiempo o la capacidad de desarrollarla, de manera que se limitaba a acumular referencias y datos que se la pusieran dura a los incondicionales pero que a los telespectadores ajenos sólo producían perplejidad. Tampoco hubo para mucho más porque El otro protagonista, el Príncipe de los Vampiros, murió en un accidente de moto. El actor, digo. Esto junto a la pobre audiencia hizo que se grabaran sólo ocho episodios. Más que de sobra.

Sobre todo para dejarle vía libre a una serie nueva que en 1997 adaptaba una película de 1992 que había pasado con más pena que gloria, en opinión de su guionista por culpa de las malas decisiones del director y los ejecutivos. Así que el bueno del creador fue a la tele a vender su idea de que el personaje podría dar más de sí, y expandir su universo. Y vaya si lo dio porque, como estáis imaginando, esa serie era Buffy.

De Buffy podría estar hablando dos minutos o toda la vida, procuraré ceñirme a lo primero. Buffy no es realmente una serie centrada o protagonizada por vampiros igual que no es una serie típica en muchos más asuntos. Su primera temporada es muy autoconclusiva y demasiado ocupada en tratar de arreglar el desastre de la película. Las referencias a la misma se irán perdiendo poco a poco igual que la referencia a la condición de forastera en Sunnydale de Buffy. Gracias, sobre todo, al trabajo vampírico de su segunda temporada. En ella el chico misterioso que la ha protegido desde el primer momento, Angel, que ha resultado ser un vampiro con alma, acaba con la virginidad de nuestra protagonista. Eso, a su vez, lleva a que él se convierta de nuevo en un vampiro malvado, sediento de sangre y se reúna con dos antiguos amigos que parecían ser los villanos oficiales de la temporada, Spike y Drusilla. Buffy se ve obligada a luchar contra sus sentimientos y acabar con Angel. Aunque, la verdad, el asunto se iría liando aún más. Vamos a lo importante: Angel se nos presenta como ejemplo del vampiro con alma, que ama a una chica pero tiene que mantener una cierta distancia porque sabe que lo contrario traería problemas para todos. Tenemos también en esa temporada a Spike, el desalmado y lenguaraz. La desaparición de Angel —hacia su propia serie— le proporcionó la posibilidad de regresar —descontando una brillante aparición previa en la tercera temporada— que hizo crecer al personaje hasta el mismo final de la serie. Si Angel anticipó a Edward Cullen Spike adaptó a los nuevos tiempos a Barnabas Collins. El vampiro inicialmente feroz al que los humanos van ganando para sí hasta lograr desarrollar una relación completamente humana en contra de lo que parecía posible en él.

Angel se desgajó de la serie madre en 1999 y se llevó consigo a uno de los grandes personajes que tenían en el reparto, la pijísima e insufrible Cordelia. Tras —de nuevo— una primera temporada bastante espantosa con Angel convertido en un detective vampiro empezó a desarrollarse una mitología propia y a enriquecerse el uso de personajes al a vez que se incidía en la soledad del protagonista y se sentaban las bases de unos cuantos conatos de relación. Angel, en sus cinco temporadas, fue el triunfo del nuevo Vampiro Angst. Arquetipo que sublima —en heterosexual— las ideas de las novelas de la Rice y que marcaría de forma definitiva la siguiente década.

Que, como os podéis imaginar, y por no exceder la amabilidad de los amigos de Libro de Notas, será en dos semanas. Con un poco de suerte no tendréis que soportar más vampiros y, además, conoceréis The Lair. La semana que viene lo que habrá aquí es magia.


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