Sark de Oro 2010 o El Tiempo entre Lecturas

Hace once años, en mis primeros tiempos de internet, acostumbrado a hacer tonterías como cualquier otro internauta primerizo decidí que, igual que otras personas en la aún novedosa Dreamers, podía convertir mi opinión en premio y elegir la mejor lectura del año.

Hoy, más de una década después, sigue siendo mi particular tradición de año nuevo. Repasar el año editorial, señalar alguna de mis lecturas y, claro, exponer cuales fueron los dos libros que más me habían gustado. Y ahí está la clave. Me da igual la importancia de los libros, la técnica con la que se realice o lo culturalmente aceptable que resulte. Yo, como único juez, soy lo más importante, y que me haya gustado, que me haya hecho disfrutar de la lectura, es lo que determina la elección.

En años anteriores el galardón fue para El Hada Carabina de Daniel Pennac, Huérfanos de Brooklyn de Jonathan Lethem, Cíclopes de David Sedaris, La Disco Rusa de Wladimir Kaminer, La Mosca de Slawomir Mrozek, El Martillo Cósmico de Robert Anton Wilson , Pégate un tiro para sobrevivir de Chuck Klosterman, Las Ovejas de Glenkill de Leonie Swann, los Cuentos Completos de Connie Willis y Al pie de la escalera de Lorrie Moore.

Este año se ha producido una divertida situación, la Intelligentsia andaba perdida, la Industria -que al fin y al cabo es la que paga- no sabía por dónde tirar, y así un año repleto de buenas propuestas y de algún movimiento interesante ha sido recibido con la perplejidad de los que se limitan a lo más trillado, con unas editoriales tradicionales descabezadas y unas apuestas convertidas en palos de ciego con ángeles que no elevan el vuelo y toneladas de literatura nórdica que ya han desaparecido, incluso los intentos de descubrir qué es lo que ha funcionado en El tiempo entre costuras se han quedado en nada.

Por lo menos ha servido para que la Serie Negra vuelva con fuerza, y para que todos los tipos de fantástico se expandieran.

La buena situación de las editoriales del grupo Contexto como Impedimenta, Nórdica o Del Asteroide junto a clásicos esforzados como RBA, jóvenes sellos como Salto de Página o nuevas propuestas interesantes como Ático de los Libros y su mellizo más comercial Principal de los Libros han permitido gozar -y cómo- de buenos libros este año. Frente a una producción nacional ciertamente desoladora en la que apenas un par de títulos se pueden destacar, de hecho, el espacio que va entre el Javier Calvo de Mondadori con Corona de Flores y el de Alpha Decay con Suomenlinna podría resumir la situación, salvo porque precisamente las editoriales con vocación Indie se han caracterizado este año por producir encantadores construcciones vacías, el equivalente a libros de metacrilato.

Pero no voy a retrasarme más.

la-hija-de-robert-poste Sark de Plata para La hija de Robert Poste de Stella Gibbons en Impedimenta.

La selección de este año de Impedimenta ha sido ciertamente impresionante, incluyendo el clásico Soy un gato de Natsume Soseki, obras de Perec o Vian, ensayos de Twain, buenas obras españolas como El mes más cruel de Pilar Adón y ese final de año que ha sido Picnic en Hanging Rock. De entre todas ellas destaca esta Hija de Robert Poste por los múltiples niveles de lectura que permite contemplar la historia bien como el clásico enfrentamiento de campo vs. ciudad o como parodia de distintos estilos y formas de enfocar la vida literaria. Un éxito sorpresa que se merece una completa difusión.


mitionapoleonSark de Oro para Mi Tío Napoleón de Iraj Pezeshkzad en Ático de los Libros.

Es imposible describir los méritos de esta novela en un par de frases, baste decir que conjuga la trama sutil y de crecimiento adolescente con la parte de humor ligero y sutil que permite realizar a la vez una obra intimista y un fresco casi histórico. A la vez sirve de reconocimiento para una nueva editorial que es capaz de sacar una colección de relatos breves con joyitas como El Escándalo Lemoine, publicar La cena de los infieles, por ejemplo, o las selecciones menos adultas como Los 13 relojes de Thurber o Los gondoleros silenciosos de Goldman merecen también su recuerdo. Pero es que el libro es tan bueno que incluso si lo publicara Planeta habría recibido este innecesario galardón. Léanlo, estirarán su lectura porque no querrán que se acabe nunca.