Problemizantes tríos tangenciales televisivos

Estas últimas semanas han sido muy relevantes para la televisión por distintos motivos, y por una vez no voy a hablar del lento hundimiento de la NBC. Por algún extraño azar han sido tres los sucesos y tres los lugares: Gran Bretaña, España y Estados Unidos.

Temáticamente podríamos decir que lo sucedido en España y en UK tienen más puntos en común por ser problemas con el gobierno, de los cuales el menos directo es el inglés: Hacked Off ha tenido éxito.

Breve resumen: Tras conocerse el escándalo de las escuchas ilegales que el grupo News Corp de Rupert Murdoch estuvo haciendo en Reino Unido durante años —en principio sólo como medio de lograr información privilegiada para News of the world—, ello llevó a un proceso judicial y una serie de caídas en desgracia que el gobierno de David Cameron parecía haber logrado controlar, teniendo en cuenta que varios implicados de alto nivel eran amigos personales del Primer Ministro o, peor aún, estaban trabajando en ese momento como miembros del gobierno.

Pero, claro, no contaban con Hacked Off.

Una plataforma de afectados por el caso creada por algunos de ellos, con el profesor de periodismo Brian Cathcart como cerebro pensante. Sus esfuerzos por que el caso siguiera adelante y por ir sumando gente que hubiera sufrido estas intromisiones fueron ganando peso, sobre todo al unirse varias figuras famosas y, en especial, el actor Hugh Grant, que servía de portavoz no oficial y aprovechaba para devolverle la pelota a los tabloides tras el trato que le dieron a su propio escándalo. Pero pronto quisieron algo más que presionar para que siguiera la investigación. Quisieron también que se estableciera un comité de malas prácticas de prensa.

Es el momento adecuado para recordar, una vez más, que el Reino Unido no tiene la libertad de expresión recogida de facto en ninguna carta o ley, es simplemente algo que se da por hecho, como parte de un pacto entre caballeros; también es algo que de vez en cuando pueden decidir que no se merecen determinadas expresiones, da igual que sean películas de terror, creaciones pornográficas o letreros anunciando que se pueden ver los juegos olímpicos en un bar. No es lo más habitual, pero sí ha supuesto algunos problemas en el pasado, pese a lo cual los ingleses prefieren no tener legislado algo antes que crear un aparato que vigile y pueda servir como represor.

Pero Hacked Off exigía una regulación y no dudó en aliarse con los laboristas, actualmente en la oposición, para recordar la implicación casi directa de Cameron en ésta, logrando armar aún más escándalo —ayudado también por la mala imagen y pobres resultados del político en las encuestas de opinión—, lo que favoreció un acercamiento entre la plataforma reivindicativa y los liberales demócratas de Nick Clegg, actuales socios de gobierno de los conservadores, poniendo en peligro ese apoyo y, por tanto, al mismo gobierno. En el momento en que Clegg anunció que votaría a favor de la propuesta de la plataforma se supo que Cameron sólo podía pactar si quería evitar que le tiraran los palos del sombrajo. Eso o dimitir. Así que pactó, claro.

La creación de un organismo regulador se está viendo con mucho miedo y escepticismo por parte de los británicos y los periódicos hablan de esa libertad de expresión que no tienen, cada cual por sus motivos. Los famosos tabloides lo hacen con ira poco contenida para evitar que les cierren el chiringuito; a los serios les preocupa que se use para tratar de reprimir la aparición de noticias. O que se ponga a alguien al frente que obedezca a los intereses de algún bando o grupo. Son ingleses, siempre se ponen en estas cosas.

Sobre todo porque en cuanto estén los periódicos veremos lo que tarda en universalizarse para el resto de medios, particularmente teniendo en cuenta recientes pifias informativas como las que comentábamos el año pasado de Newsnight.

Si a los ingleses les preocupan esas cosas, más preocupados andan los españoles desde que el Consejo de Ministros ha sacado las tijeras también contra los canales de televisión. Porque el tema tiene guasa: Una empresa de emisiones, en el mejor caso alegales, centrada en servicios eróticos, tarotistas y similares decidió que no le gustaba el último reparto que el Gobierno Zapatero había hecho de la TDT. Esta empresa ya había pleiteado contra la Generalitat, así que no debió parecerle complicado lograr otra sentencia a su favor, que acabó llegando por parte del Supremo. Y al actual Gobierno Rajoy no le ha parecido mala cosa dar con el palo a las cadenas y eliminar esa concesión, de manera que —a falta de que el gobierno se ponga de acuerdo con ellos mismos, que esa es otra— podría significar la desaparición de tres canales para las emisoras de Grupo Atresmedia (Antena 3 -> Grupo Planeta/ Lara), así como la reducción de dos canales para Mediaset (Telecinco -> Fininvest/ Berlusconi), para el Grupo Vocento (ABC -> Grupo Correo) y para Grupo Uniedisa (Unidad editorial – > Veo TV – > El Mundo / Marca), de manera que tendrían que empezar a pensar qué canales de su actual oferta eliminar.

Lo más curioso es cómo gestionaba cada uno su negocio: Vocento tenía sus cuatro espacios realquilados: A Paramount, Disney Channel, MTv España e Intereconomía —empresa que tiene sus propios canales adjudicados en algunas comunidades; a veces las cosas son tan complicadas en España—, así que tendrán que cerrar el negocio con dos de ellos. Unedisa tiene sus cuatro canales repartidos de la siguiente manera: Dos son propios, de los cuales uno, Marca Tv, [Editado: Gracias a Uriondo me entero de que en realidad solo ponían marca, licencia y profesionales, el resto del canal venía de Mediapro] mientras que el otro, Discovery, es fruto de un acuerdo en el que son socios… digamos que es suyo al 50%. Además de eso tienen alquilados otros dos canales: a AXN, para que comercialice un canal de pago por TDT, y a 13Tv. En cuanto al Grupo Tresmedia, sólo uno de sus canales no es propio, el alquilado a la TDT de pago Gol Tv, pero también son los que más tienen que cerrar, tres a elegir entre Antena 3, La Sexta y sus variedades: Neox, Nova, Nitro, Xplora y La Sexta 3. Al final parece que sólo saldrá bien Mediaset, con sus canales absolutamente inútiles, porque exceptuando Telecinco y Cuatro como generalistas y Boing y Divinity como especializadas, quizá también Energy, tienen tres canales con programas de relleno: LaSiete, FDF y Nueve.

Todo esto parece incluido para embarullar más que arreglar el otro problemilla pendiente del gobierno con la TDT, el del dividendo digital, que va a liar aún más las cosas en los próximos tres años. Resumiendo, el gobierno la cagó al otorgar las frecuencias para la TDT y se interfieren con el famoso 4G. Tratando de arreglar la primera cagada se han ido produciendo una sucesión de parches y movimientos de canales a diferentes sintonías, con la consiguiente necesidad de movimiento en antenas e instalaciones, que podría creerse que es para desalentar del completo uso de los canales del TDT, de no ser la solución más sencilla la clásica incompetencia política.

Solíamos ser amigos, hace mucho tiempo. Es inevitable decir esto recordando a Veronica Mars, ahora que su llegada a Kickstarter ha causado una revolución en USA. Bueno, y en el resto del mundo, claro. Los puntos de fricción son los siguientes:

  • Los que dicen que Kickstarter no están para esto. En realidad quieren decir que no debería estar, ya que la aprobación del proyecto está fuera de toda duda.

De hecho, los señores de la web están más que contentos por toda la publicidad gratuita. Personalmente considero que, con tantas webs del mismo tipo que hay, tampoco pasa nada si alguna permite lo que hace siglos se llamaba “edición por suscripción”. Sobre todo si los métodos de recaudación, donación y contraprestaciones están claramente descritos y son igualmente observados.

  • La gente no debería apoyar este tipo de movimientos con su dinero.

Aún a riesgo de sonar como un Legal Bueno en lugar del Caótico Neutral que siempre he sido… ¡Dejad que la gente haga con su dinero lo que le dé la gana! Si no es un timo, si la recompensa es la prevista, querer que la gente no pague es como llamar al boicot al helado de pistacho por ser un sabor erróneo.

  • Esto provocará una fiebre de relanzamientos como películas de series.

Psé. Pueden intentarlo, pero primero tendrán que dejar claros los derechos y, después, encontrar la forma de que la gente aporte. Porque si no aporta, poco se va a hacer. Y que el dinero que se pueda recaudar sea suficiente, claro, porque con lo que costaba Pushing daisies iban a tener que aumentar los plazos de recaudación.

  • Esto sólo se hace porque se puede desgravar de los impuestos.

Es que la idea es que los impuestos sirvan para favorecer estas cosas. Por eso las organizaciones de caridad o la promoción de la cultura tienen estas cosas. Sin entrar a explicar qué, cómo y de qué manera funcionan los impuestos. Ya sabéis, esas cosas que hacen que el Estado de Nueva York saque una ley con la aparente única intención de que la NBC se lleve de nuevo el Tonight Show a Nueva York. —¿Esperabais toda una columna sin más referencias a la NBC? ¿En serio?—

  • Pues no entiendo por qué lo limitan a USA.

Por los derechos. Recordemos de nuevo que Veronica Mars es una propiedad de Warner Bros. No de Rob Thomas o los guionistas, actores y equipo técnico/artístico. Es tan de la Warner como puede serlo Batman, o, mejor dicho, como pueda serlo Plasticman o Lobo. Y Warner tiene muchos tentáculos y acuerdos internacionales. Sí, sería más que deseable para todos los aficionados a Veronica Mars que pudiéramos apoyar la película desde todo el mundo. Pero esto es lo que hay.

Por cierto, la parte de “los primeros días se recaudó mucho pero ahora casi no sube” no la contemplo porque, francamente, cualquiera que eche un ojo verá que se debe a que las recompensas altas se agotan cada vez que se suben unas nuevas, con lo cuál sólo se puede ir añadiendo dinero con una cantidad máxima de 300$, lo que siempre hace más difícil lograr recaudar varios millones.

Mucho se ha hablado, especialmente en la siempre recomendable Mondo Pixel PG, de estos sistemas alternativos de financiación, y la verdad es que poco hay que se pueda añadir. Quizá el consumidor preferiría tener otras posibilidades a su alcance, quizá el creador preferiría que una empresa tradicional le hubiera comprado la idea… y también puede verse al revés, pensando en cuánta mayor sería nuestra implicación si nos pidieran algo más que dinero, o cuanta mayor nuestra libertad para crear. Recordemos que el libro de Alan Sepinwall acabó publicándose en una versión del print on demand de Amazon.

En cuanto a qué parte de su éxito se debe al amor del fan, creo que el que haya casi un 25% de personas poniendo dinero, aunque no vayan a conseguir siquiera un visionado de la película, dice bastante del apoyo de sus seguidores.

Y es que hay veces que incluso esta columna puede terminar con una visión positiva. Porque eso es positivo, ¿no?


Monstruoso corredor Patrick Troughton

El cambio del Doctor de William Hartnell a Patrick Troughton estaba pensado para pillar a los espectadores por sorpresa, aunque no había tantos por pillar como los picos de audiencia de la tercera temporada podrían haber hecho sospechar. Pese a la Dalekmanía, la irregularidad de la última temporada se acentuó por los cambios de jefe de guionistas y de productor, así como por los problemas de salud de Hartnell, cada vez más avanzados.

De manera que cuando Innes Lloyd llegó al cargo de productor al final de la anterior temporada, en mitad de The celestial toymaker, decidió que había que tomar medidas para salvar la serie aunque fuera a costa de muchas de sus particularidades. Lo primero que iban a perder era el personaje adolescente que habían ido encarnando Susan, Vicki y Dodo. Jóvenes casi asexuadas pensadas para ocupar un puesto en el que los pequeños espectadores se identificaran y a los que el resto de personajes tuvieran que explicar las cosas.

Y el siguiente objetivo fue el propio Doctor: su frágil salud le hacía perderse cada vez más grabaciones y su mala memoria, incluso cuando se podía disfrazar como en los nombres cambiantes que usaba con Ian, creaba todo tipo de problemas en unas grabaciones que tenían poco margen para las repeticiones. Además Hartnell empezaba a estar cansado de su trabajo, con lo que no puso objeción alguna al cambio ni a interpretar un serial entero para ser reemplazado al final. El primero de la temporada, The Smugglers, uno de los que peores datos de audiencia tendrá a lo largo de la serie, había sido grabado al final de la temporada anterior para tener preparada una primera serie cuando empezara la siguiente. De modo que Hartnell sólo tuvo que rodar ése, The Tenth Planet, en el que Innes Lloyd presentaría a los Cybermen y con ellos otra de sus obsesiones para con la serie, lograr unos villanos recurrentes y de éxito al estilo de los Daleks.

Durante meses buscaron un sustituto con la idea de hacerlo lo más distinto posible del Doctor de Hartnell; buscaban un giro hacia un personaje bonachón y descuidado, con mucho sentido del humor, incluso le dieron un gusto inicial por los disfraces y las falsas identidades que le colocaba entre Sherlock Holmes y La Pimpinela Escarlata. El elegido fue un actor de teatro y televisión especializado en pequeños papeles, aunque con algún protagonista también a sus espaldas: Patrick Throughton.

Tras el primer encuentro con los mortíferos Cybermen el Primer Doctor afirma al final del serial que “Este viejo cuerpo mío esta quedándose algo escaso” (mi libre traducción de “This old body of mine’s wearing a bit thin”) antes de acabar en el suelo de la TARDIS y renovarse (aún faltarían algunos años para que se llamara a lo sucedido regeneración) ante las atónitas miradas de Ben y Polly. Y si bien Polly reconocerá que se trata del Doctor muy pronto, Ben —y con él los telespectadores— permanecerán recelosos de ese extraño que ha ocupado su cuerpo. Aunque para no dejarles mucho tiempo para pensar y evitar la huida en masa, su primer serial propio sería The Power of the Daleks, con el regreso de sus clásicos enemigos, escritos, por primera vez, por un guionista diferente a Terry Nation. Sería pura rutina de no ser por este cambio que permite al Doctor hacer el tonto con libertad, para mosqueo de Ben. Y también dos Daleks que parecen haber revivido para ayudar a los humanos —sí, luego reutilizarían este argumento más veces— aunque no es mucho más lo que podemos contar porque uno de los principales problemas del Segundo Doctor es la enorme cantidad de episodios desaparecidos que tiene.

Durante los años sesenta —como comentábamos en la anterior columna— una de las costumbres de la BBC era reutilizar las cintas para grabar un programa nuevo encima de los antiguos; sólo algunas lograban salvarse, igual que sólo algunos programas lograban verse con una copia en 16mm usada para comerciar con países de la Commonwealth interesados en emitir las series de la BBC. Debido a esto, algunos capítulos y seriales del Primer Doctor están desaparecidos. También algún capítulo de los inicios del Tercer Doctor lo estuvo, o sólo se encontraba en blanco y negro, pero en quien más se nota es en Segundo Doctor, que no tiene ni una sola temporada completa y sí alguna, como su segunda, en la que no hay ni un sólo serial con todos sus capítulos. Por suerte, como con Hartnell, las fotos de producción y otros restos —guardados también aquí por el fenómeno fan — permitieron generar recreaciones que parecen casi telenovelas invertidas. Pero algo es algo.

La historia del Doctor seguiría evolucionando con el siguiente serial, The Highlanders, que tendría dos puntos de importancia para la serie. El primero es la aparición de Jamie McCrimmon, interpretado por Frazer Hines, como un highlander que se convertirá en uno de los más populares compañeros del Doctor, posiblemente sólo en competencia con el Brigadier y el Capitán Jack. Jamie es un joven de veintipocos, de corazón noble, idealista y fiel. Pensado para ser acompañante sólo unos pocos capítulos, el éxito del joven, eternamente enfundado en un kilt, hizo que permaneciera durante toda la época de Troughton como Doctor. Entre los ejemplos de su éxito e influencia está el reconocimiento por parte de la autora estadounidense Diana Gabaldon, quien concebiría su muy exitosa serie de novelas Forastera —sobre una enfermera de la Segunda Guerra Mundial que viaja en el tiempo hasta las highlands y allí encuentra la aventura y el amor de la mano de un highlander llamado… ehemJamie— inspirándose en estos episodios.

Por otro lado, sería la última vez en años que se emitiría un serial puramente histórico en Doctor Who. A partir de aquí las historias con finalidades educativas, que Lloyd había encontrado como uno de los problemas de la serie con un público que prefería buscar historias con un contenido de Ciencia-Ficción, desaparecerían. No la ambientación histórica, sino sólo el tipo de narración que en ellas se desarrollará. Hasta 1981, con Black Orchid, no volvería a verse una serie en la que lo único fantástico fuera la presencia de los protagonistas y la TARDIS.

Su siguiente viaje, The Underwater Menace, ubicado en la Atlántida y que cuenta la lucha contra un científico que planea usar la civilización arcana para destruir la Tierra, causaría auténtica conmoción al provocar un nuevo enfrentamiento con los que consideran que la serie debería tener un tono más infantil, debido al final del primer capítulo en el que Polly es obligada a entrar en una sala de operaciones en la que planean convertirla en una mujer pez. Una vez más llovieron las cartas, en esta ocasión incluso de profesionales sanitarios que hablaban de los problemas para operar a niños tras este capítulo. La BBC respondería que el contexto de fantasía debería hacer que los niños se asustaran pero les quedara claro que todo era falso; sus estudios demostrarían que, aunque los niños pudieran aterrarse con la serie, era algo que les encantaba.

En estos momentos Innes Lloyd juzgó prudente comprobar el éxito de los Cybermen repitiendo aparición y casi esquema con The Moonbase, una historia de infiltración que sería una de las marcas de la casa en estas temporadas, la historia del tipo Amenaza y Desastre, que incluiría el enfrentamiento con una raza extraña con aviesas intenciones. Algo que en el contexto de Guerra Fría tampoco debería sorprendernos mucho.

Estos villanos deben su existencia al Dr. Christopher Magnus Howard Kit Pedler, el asesor no oficial de la etapa de Gerry Davis como jefe de guionistas, quien los crea a partir de su propio miedo a la deshumanización tras sucesivos trasplantes. De modo que, junto a esa lectura como antiguos pobladores del planeta gemelo de la Tierra, Mondas, que a fuerza de modificiaciones han pasado de ser humanos Mondianos a ser Cybermen, abrazando la lógica y perdiendo la individualidad —en su primer seríal aún tenían nombres que les diferenciaban, en este pasarían a adoptar las distinciones sólo por el cargo—, era algo más que una alegoría de lo que ocurría al otro lado del Muro de Berlín. Se trataba, en principio, de una crítica de los límites éticos de la medicina y una pregunta de hasta dónde podríamos llegar sin perdernos. De todas formas, las referencias al terror de la década anterior pasarían a ser parte importante de la serie.

Un ejemplo de lo anterior sería el siguiente serial, The Macra Terror, que se mueve entre referencias a las películas de bichos enormes como La humanidad en peligro (Them!) y sus versiones más baratas como Tarántula; a la vez, también, 1984 de Orwell con su omnipresente y asfixiante seguridad, sus mandatarios fantasma y sus lavados de cerebro, entre otras fábulas de distopías futuristas. Parece que para el final de la temporada están empezando a decidir cuál debe ser el camino a seguir. De igual manera que con The Faceless Ones, se librarían de Ben Jackson y Polly Wright para buscar un nuevo tipo de acompañante; sería en una historia de infiltración que, sin embargo, se resuelve con el Doctor comprometiéndose a ayudar a los alienígenas invasores a encontrar una solución para su problema. La temporada terminaría con The Evil of the Daleks que servirá para mostrar un aspecto más oscuro del Doctor, al que los Daleks tratan de usar para esparcir su Factor Dalek por la galaxia, y al que Jamie llega a creer dispuesto a colaborar con ellos, cuando en realidad sólo estaba manipulando tanto a sus enemigos como al joven gaitero. También sirve para introducir a una acompañante siguiendo unos estándares comerciales, pues pese a tratarse de una joven victoriana llamada —*cof*— Victoria, encuentran la forma de ir acortando cada vez más sus faldas y mostrarla en trajes más… reveladores. A su vez tendría que haber servido para terminar con los Daleks, al haberse probado la eficacia de los Cybermen como enemigos del Doctor. Así se quitarían de en medio las peticiones de su creador, Terry Nation, hacia los personajes y le permitirían licenciarlos en Estados Unidos o hacer con ellos lo que quisiera. Si bien en el último momento, y ante los pobres resultados de Nation en el mercado internacional, se decidió dejar una puerta abierta —como si esas cosas fueran necesarias en una serie fantástica— para que regresaran. También fue el serial en el que Gerry Davis terminó su andadura como jefe de guionistas.

Tras las pruebas de la anterior temporada parecía claro el camino a seguir. Incluso ante una posible marcha de Innes Lloyd, motivo por el cual el primer serial de la quinta temporada comenzaría con una historia producida por Peter Bryant, con Victor Pemberton tomando el puesto de jefe de guionistas brevemente, pues, tras su éxito, Bryant ocupará el puesto de guionista y Lloyd terminará la temporada como productor. Todo ello en una temporada marcada por dos ideas claras: contar historias inspiradas por clásicos del terror y la ciencia ficción, que tan buen resultado había dado con los Macras o en The Moonbase, y preparar un surtido de enemigos inolvidables del Doctor que pudieran funcionar de manera recurrente, tal y como habían sido hasta el momento los Daleks y los Cybermen. De manera que nos veríamos inundados por distintos enemigos nuevos que rápidamente volvían a aparecer si se demostraba su interés y con resonancias no por evidentes menos interesantes.

Precisamente The Tomb of the Cybermen serviría también como presentación del Cyber-Controller y de los pequeños Cybermats, auténticos bichos que usaban como esbirros menores, así como del planeta Telos. Pero todas estas novedades no son nada comparadas con el cambio de la narración respecto a anteriores encuentros, tratando en esta ocasión a los Cybermen como una civilización gracias a los viajes temporales. Es la unión de las fórmulas y estéticas de los seriales arqueológicos al más puro estilo Haggard —cuyo Quatermain está muy presente en todo momento— con el funcionamiento de la ciencia ficción como particular forma de terror. Un acercamiento que permite sacar lo mejor de los dos mundos en una de las grandes historias del Doctor Who clásico, una obra que sabe manejar lo mejor del pulp y en el que sólo algunas notas discordantes —como el progresivo uso de Victoria para nada que no sea chillar muy fuerte, tan alejada de Barbara estaba— entorpecen el enorme disfrute. Quedaba claro que Bryant sería un productor competente.

A continuación The Abominable Snowmen, con Innes Lloyd de nuevo a los mandos, sirvió para empezar a introducir a la hornada de nuevos enemigos, modificando en parte la apariencia del segundo doctor, sus manierismos holmesianos como disfrazarse, probarse extraños sombreros o tocar la flauta dulce y su latiguillo Oh my giddy aunt!, para pasar a un Doctor algo más serio, rodeado de mortales enemigos y que solía repetir: ¡Cuando diga corred, corred! ( When I say run, run ! ) presentándonos a la Gran Inteligencia y a sus sirvientes robotizados, los Yetis —sí, cuando dicen Snowmen aunque se refieran al Yeti siempre acaba apareciendo la Gran inteligencia—, a la vez que recuperaban ideas ya vistas en The abominable snowman de Val Newton o en la adaptación de The creature que hizo el guionista de la saga Quatermass, Nigel Kneale. Quizá la mayor sorpresa sea precisamente que el enemigo a batir no sea como parece desde el principio el Yeti sino una inteligencia extraterrestre incorpórea que puede habitar en cualquier persona, algo que se explorará con mayor cuidado en siguientes apariciones.

Los siguientes enemigos en aparecer dan nombre a su serial de presentación, The Ice Warriors, una mezcla que reúne trozos de El enigma de otro mundo (The Thing from Another World) entre su versión fílmica producida por Howard Hawks y el original de Campbell Jr., para amplificar la idea con rastros de un posible invierno nuclear que en aquel momento no parecía tan descabellado, haciendo que la base científica se convirtiera aquí en la Tierra sumida en una nueva Edad del Hielo y que las discusiones científicas se pudieran interpretar incluso en clave de política de bloques. Los famosos Ice Warriors, por su parte, serían otros de los mortíferos enemigos del Doctor, mitad armadillo, mitad Godzilla, que habían viajado a la Tierra —donde se había encontrado a uno de ellos—, con el fin de conquistarla tras haber dejado Marte seco.

Quizá para compensar tanto despliegue de monstruos, el serial The Enemy of the World se ocuparía de un científico loco especializado en manipular el clima; un recurso habitual esta época, pues venían de usar ese truco los Ice Warriors, meses después de que en The Moonbase también apareciera, con la diferencia de que aquí Patrick Troughton interpretaría un papel doble interpretando también al villano, de manera mucho más amplia que cuando Hartnell interpretó brevemente al Abad de Ambroise en The Massacre of St Bartholomew’s Eve. También fue la primera vez que un serial del Doctor Who aparecería a todo color en la portada del Radio Times, aunque en realidad dentro hubiera un artículo que aprovechaba la reciente aparición de los Ice Warriors para presentar El monstruoso mundo de Doctor Who (The Monstrous World of Doctor Who). Por lo demás, un serial con pocas complicaciones que sería, además, el último trabajo de Innes Lloyd como productor antes de cederle el mando a Peter Bryant.

Ya con Bryant y Derrick Sherwin ocupando su puesto como jefe de guionistas llegaría otra de las grandes historias —lamentablemente ahora perdida en su casi totalidad— llamada The Web of Fear. En ella aparecería por primera vez Aistair Gordon Lethbridge-Stewart, en aquel entonces con rango de Coronel. Pero, sobre todo, nos traería una trama con poderosas resonancias a ¿Qué sucedió entonces? (Quatermass and the pitt) con el regreso de la Gran Inteligencia y sus Yetis, esta vez en el metro de Londres, con Charing Cross tomando el relevo a Hobbs End. Su buena fama sólo puede comprobarse mediante reconstrucciones o la versión novelada al haber sobrevivido sólo uno e los seis capítulos, una lástima.

La vida fuera de Doctor Who y las series que la competencia le enfrentaba tendían a convertirse en auténticos retos, tanto con la emisión de Perdidos en el espacio como con otras series de ciencia ficción provenientes de Estados Unidos, tales como Star Trek, e incluso la popularidad de Los Vengadores o de la extraña Adam Adamanta Lives!, junto con la progresiva pérdida de poder de Sydney Newman de la BBC, hicieron tanto deseables como posibles algunos cambios, de modo que en Fury from the Deep aprovecharon para librarse de Victoria Waterfield, aunque en un irónico giro de acontecimiento serían sus gritos los que sirvieran para destruir al enemigo de turno. Pero, sobre todo, sirvió para presentar un aparato que con su técnica avanzada parecía el tipo de cosas que Newman había prohibido desde el primer momento por servir para hacer magia en vez de solucionar problemas. Efectivamente, estoy hablando de la primera aparición de un destornillador sónico en la serie.

Como remate de la temporada estaría uno de los seriales más flojos de este Doctor, The Wheel in Space First, que sirve para introducir a una nueva compañera de aspecto más sexy y, teóricamente, más cercana a las heroínas de acción que empezaban a aparecer; pero la verdad es que la pobre Zoe Heriot (Wendy Padbury) se limitaba a llevar un traje ceñido y poco más, no ya porque estuviera muy lejos de las Cathy Gale y Emma Peel que Honor Blackman y Diana Rigg interpretaban en Los Vengadores, sino porque desde el principio su personaje se nos mostraba con poco recorrido, muy centrada en la ciencia pero con ninguna idea de historia y un desconocimiento casi increíble de razas extraterrestres. Unos fallos de formación para alguien pensada originalmente como contrapunto al Doctor que dejan claro desde el principio que esa idea de feminismo que implicaba el cambio era meramente cosmética. Por lo demás, la historia estaba pensada para rematar la temporada, mostrando el primer choque entre los Daleks y los Cybermen; pero las cosas con Nation seguían sin estar claras y, aunque se llegó a un acuerdo con él por el que se le ofrecería ser la primera opción para escribir cualquier serial protagonizado por los Daleks a cambio de volver a usarlos, para entonces Kit Pedler había presentado una historia de Cybermen completamente distinta. Por cierto, sería la primera vez que el Doctor usara como alias John Smith.

Hubo un intento de mejorar las cosas con una repetición alterada de The Power of the Daleks durante el parón entre temporadas, que se presentaba con imágenes de Zoe en la TARDIS tratando de aprender más de los enemigos y viajes del Doctor, viendo las imágenes mentales que éste le mostraba a ella y a Jamie de su último encuentro con los peligrosos alienígenas de Skaro.

El pobre final de temporada se tradujo en una audiencia baja para toda la siguiente, empezando por el formulaico primer serial The Dominators, en el que se introdujo un nuevo enemigo, los Dominators (como hábilmente habréis deducido). Su importancia es puramente accidental y sólo debida a que sus siervos robóticos, los Quarks, se convertirían en enemigos recurrentes de los cómics del Doctor Who que se producían en aquel momento. Por lo demás, incluía un canto a la beligerancia, convenciendo a los Dulcians que sólo lograrían resistir a los Dominators si luchaban, lo que era un ataque en toda la regla al pacifismo.

Mucho más original fue The Mind Robber, en el que los hechos a finales del anterior serial fuerzan al Doctor hacer que la TARDIS se mueva fuera del mundo real al mundo de la ficción. Empieza entonces un extraño relato completamente meta sobre lo escrito y las ficciones; una propuesta original que tuvo que ser alargada ante los problemas de The dominators, que perdieron por el camino un capítulo que acabaría ganando este relato. Así, tuvieron que sacarse un capítulo extra del material grabado, en un movimiento que molestaría a su guionista Peter Ling. Como curiosidad, esta excentricidad se convirtió en debate entre los que pensaban que se trataba de un serial más y los que lo veían como un sueño del Doctor que transcurría entre la anterior historia y la siguiente, dado que allí empezarían todos en las mismas posiciones que en éste.

Lo que quedó claro desde el principio era que la siguiente historia era importante para todos; así, Terrance Dicks pasaba a ser el jefe de guionistas —sí, es un puesto con mucho movimiento— y, además, se usaba como campo de pruebas para comprobar un nuevo estilo de historia centrado en la Tierra, a la vez que recuperaba una de las historias más famosas del Doctor, protagonizada ahora por sus nuevos archienemigos. Y es que The Invasion y su trama con los Cybermen invadiendo Londres remitía directamente a ese The Dalek Invasion of Earth que tanto había hecho por la popularidad de los saleros malignos. Además traía de vuelta a Lethbridge-Stewart, ahora en su puesto de Brigadier, que conservaría para el resto de la serie. Y con el Brigadier llegaba, por supuesto, UNIT: La United Nations Intelligence Taskforce, que era una organización de enfrentamiento ante lo extraño, fundamentalmente los numerosos extraterrestres que estaban tratando de invadir la Tierra recientemente. Por cierto, con ambos llegaría John Benton, otro secundario recurrente de la época UNIT.

En cuanto a los villanos de la historia, los Cybermen ofrecían como mayor innovación un aspecto en el que se mantendrían fijos durante casi 15 años —claro que también tardarían unos 6 años en volver a aparecer—. Lamentablemente, la historia original de cuatro partes se fue expandiendo sin control cuando el siguiente serial fue eliminado y hubo que ocupar su hueco. Esta hipertrofia, similar a lo ocurrido con otra historia de los Daleks, su Master plan, le hizo un flaco favor a las ya de por sí problemáticas audiencias. Y, más aún, pese a ser una prueba de capítulos baratos centrados en la Tierra, acabaría siendo el más caro de los seriales durante años. Otro ejemplo de adaptación sería la figura del villano Tobias Vaughn, más cercano a los que se podían encontrar en los supervillanos de las películas de James Bond.

Dicks sería aún jefe de guionistas durante la primera historia, The Krotons, la primera contribución de uno de los autores clásicos para Doctor Who, Robert Holmes, que a su vez era lo más destacable de un serial que dejaba notar un cansancio general. Dicks aún continuaría como jefe en otra historia antes de devolver el puesto a Derrick Sherwin, tras acabar con The Seeds of Death, una historia de la que teóricamente se ocupaba Brian Hayles pero de la que acabaría siendo despedido. Dicks pasó a ocuparse él mismo de la historia, incluyendo una llegada de la flota marciana y eliminando una trama de hipnotismo que no parecía llegar a ninguna parte y cuyo mayor interés radicaba en los intentos de mejorar los efectos especiales y ofrecer tomas distintas y más arriesgadas. Se trataba del regreso de los Ice Warriors, que trataba de recuperar esa sensación de terror de los años cincuenta, pero ahora con pocos resultados. Se dice que Frazer Hines había manifestado su intención de marcharse y solo la intercesión de Patrick Troughton lo evitó con la promesa de que esa sería la última temporada para ambos.

Ya con Derrick Sherwin como jefe de guionistas, Robert Holmes entregó un curioso western sci fi en The Space Pirates, un simple entretenimiento antes de lo que acabaría siendo el plato fuerte de la temporada: el final del Segundo Doctor. Sherwin pasaría a partir del siguiente serial a ocupar también (y a la vez) el puesto de Productor.

En esta ocasión el serial era algo más que una historia, pues en The War Games vemos dos partes bien diferenciadas: en la primera el Doctor llega con Jamie y Zoe a un planeta en el que distintas tropas de la historia de la Tierra se están enfrentando: romanos, griegos, combatientes de las guerras de Crimea, la de Secesión Americana, la Inglesa, la Mexicana, la de la Independencia española, la de los Boers, la de los Treinta Años, la Ruso-Japonesa o la Primera Guerra Mundial, entre otras. Detrás de esto estaba un nuevo Amo del Tiempo, conocido como The War Master —y sin relación con The Master, que os veo venir— que parecía decidido a conseguir descubrir cuál era el ejército definitivo para usarlo en sus planes de invasión del universo. Tras un par de intentos, el Doctor se descubriría incapaz y decidiría un movimiento realmente sorprendente, usando una extraña caja blanca para enviar un mensaje.

Aquí empezaba la segunda parte, pues la caja es una forma de comunicación con Gallifrey —aún no con ese nombre— para que los Time Lords lleguen a poner orden, deteniendo los planes del renegado y enjuiciando al otro renegado. Al Doctor, vaya. Porque recordáis que el Doctor se había montado en la TARDIS y se había largado sin decir nada a nadie. Aún no se explicaría mucho más tras esa huida, debido a que los Time Lords estaban muy ocupados echándole un sermón sobre la no intervención, que pronto sería llevado por el Doctor a los terrenos de la necesidad de luchar ante la aparición de un gran mal, entre los que se encontraban Daleks, Cybermen, Yetis, Quarks o Ice Warriors. Al final decidirían que, si tanto quiere a la Tierra, que se case con ella. Perdón. Que se quede allí. Exiliado. Con la TARDIS como casa y punto de contacto pero ya sin ningún poder de traslación y sus compañeros del momento devueltos cada uno al punto en que se unieron al Doctor, sin más recuerdo de él que la primera aventura que vivieron a su lado, como si no hubieran aceptado nunca emprender ese viaje.1

El último episodio de la temporada se emitió el 21 de junio de 1969; sólo un mes después, el 21 de julio, la nave Apolo XI, y con ella la Humanidad, llegaba a la Luna abriéndose la puerta al Universo. Al Doctor le habían dejado en la Tierra dándole con esa misma puerta en las narices.


1 Al menos en principio, se ha hablado siempre de una elíptica Season 6B con el Segundo Doctor y Jamie durante la que encontrarían al Sexto Doctor y anterior al cumplimiento pleno de la pena, pero de eso hablaremos en otro momento.


Bondadismo inocente culpabilizante maldad

Tras los Juegos Olímpicos de Londres se comprobó que los saltos de trampolín tenían buena audiencia, así que ¿por qué no adaptarlos a la televisión? Pensadlo por un momento y decidid si no lo tienen todo: a) Emoción: 1. Como competición que es, por saber quién será el ganador; 2. como drama potencial, por el morbo de que alguno de los concursante se mate —Algo no por menos probable que vaya a funcionar peor con el público televisivo actual—; b) Carne: ¿Que mejor excusa que esta para sacar a señores y señoras con poca ropa en horario de máxima audiencia?, algo que siempre tiene su público; c) Coartada: Es un deporte, al fin y al cabo, así que los dos puntos anteriores no tienen nada que ver con su previsible éxito. Que va. En absoluto.

Como estas cosas funcionan como funcionan rápidamente buscaron un cuarto punto: d) Famosos. Por lo visto ver a un famoso con poca ropa y/o muerto siempre será mejor que ver a un desconocido —un desconocido es aquel que aún no ha pasado suficiente tiempo de exposición mediática, claro.—

En algo así debían de pensar en Estados Unidos y Países Bajos. En el primer país la FOX —venga, va, haced como si os sorprendiera— comenzó a preparar un especial que debería haber estado para la temporada de otoño. Pero no dejaba de retrasarse. Y eso que intentaron ponerlo en marcha lo más rápido posible porque la ABC ya había manifestado su intención de adaptar el formato holandés Splash!. Se puede decir muchas cosas de los europeos pero no que seamos lentos para estas cosas. Mientras la FOX se chocaba contra todo tipo de problemas el canal SBS 6 tenía a finales de agosto listo para emisión Sterren Springen, algo así como Famosos saltando. Rápidamente se vendió a más países, casi siempre con esa premura para llegar a ser los primeros en estrenar un programa tan aparentemente sencillo.

Cuando la FOX logró por fin estrenar su Stars in Danger: The High Dive se encontró, además, con que la audiencia pasó mucho de ellos. El propuesto concurso reality parecía condenado a no pasar de ahí y los planes de la ABC de estrenar su propia versión de Splash se retrasaron a la espera. Mientras tanto los ingleses habían logrado estrenar el suyo, que se convirtió en el éxito del año con una audiencia mucho mejor incluso de lo esperado. Por lo esperado por la cadena, me refiero, los críticos tenían los cuchillos afilados desde hacía semanas.

Así pues, tenemos un programa basado en unos puntos bastante obvios y con éxito internacional, en parte probado, en parte pendiente —este mismo mes se estrenará la versión francesa, por ejemplo— que apela a cosas tan básicas que lo raro es que no lo hubieran estrenado antes.

De modo que, ¿a qué tanta sorpresa y tanto rasgarse las vestiduras?, ¿qué clase de ridículas afirmaciones son esas de que es muy español su éxito? ¡O la elección de participantes! ¿Que aquí está Falete? Atentos a Jaap Terror Amesz, concursante del programa original:

Tenemos tanto que aprender.

Como decía antes, no estoy apoyando este tipo de programas, trato de explicarlo. Y trato de hacerlo porque por más que lo intente no encuentro comprensible afirmaciones como las de la versión inglesa The Guardian que lo aprovechaba para hacer un repaso a esa televisión que es tan mala que es buena y eso es algo que no soy capaz de entender.

Pero si retrocedemos un poco más, hace unas semanas se estrenaron tres series distintas entre sí pero con problemas de aceptación similares. Se trataba de The following, Zero hour y Cult. A ellas también les tocaron soportar todas esas afirmaciones ridículas: “Es mala pero te ríes”, “ Es tan mala que es buena “, “Es un placer culpable”. ¡NO, NO, NO!

La primera es quizá la más ambigua. Si te ríes al menos algo de provecho habrás sacado, ¿no? —Y soy de la opinión que eso es así incluso aunque estemos viendo un dramón— Así que, por favor, si te has reído, aunque sea por terribles casos de comicidad involuntaria, muéstrate si no agradecido al menos benevolente y reconoce que sirve para pasar un buen rato. Si te ha hecho reflexionar, si te ha mantenido interesando, enganchado a lo que sea; puede que no fuera su objetivo, puede que sea un logro externo a sus intenciones, pero es sin duda un logro.

La segunda me parece un error de concepto. No el de disfrutar de una obra deplorable. A eso estoy acostumbrado. Incluso a la vieja idea del amar/odiar, ver algo para criticarlo, porque te sientes superior, te sientes poderoso ante su podredumbre, te crees más inteligente que lo que criticas y eso te hace sentirte bien contigo mismo. Y, sin embargo, volvemos al mismo punto de lo anterior. Es un choque de trenes, lo ves no porque esté bien sino porque produce una fascinación malsana y morbosa. Es algo que podemos entender. Pero, eh, ¡acéptalo! El programa es malo Y te gusta. No pero, no. Y. No te gusta porque ni aunque, salvo, claro, que seas una persona que sólo se fije en la calidad mensurable —¡o peor aún, en el juicio crítico !— a la hora de decidir qué te gusta.

Motivo por el cual considero que los placeres culpables son afirmaciones tontas. ¿Qué quiere decir eso de Es un placer culpable? ¿Qué te meterían en la cárcel si te pillaran? ¿Que te estás haciendo daño a ti mismo? Así como con un ojo guiñado, estupendo. ¿Os imagináis a Mitríades, rey del Ponto, diciendo que beber veneno es su placer culpable? Y el representante de la curia frente a él le diría, Ah, el mío es la pederastia. ¡Y todos tan amigos!

No, me temo que no. Generalmente cuando dices eso te refieres a: Oh, sé que es terrible y que no debería de gustarme porque el consenso general es terrible y en lugar de esto que estoy viendo debería estar repasando The Wire o haciendo natación que es el deporte más completo así que, bueno, seré autoindulgente y reconoceré de manera irónica la baja calidad de mi elección haciendo como si tuviera la tarjeta de Sal de tener que reconocer que te gusta este programa de dudosa calidad y recopila tu crédito exterior diciendo que lo haces de manera irónica.

Porque es es el problema principal. La imagen que queremos proyectar de nosotros mismos, los gustos que querríamos tener, los gustos que queremos que el resto crea que tenemos. Y si no están aceptado pues… ¡te ríes de ellos y ya está!

Ver un producto desde la superioridad moral es sólo comparable a ensalzarlo desde la nostalgia. En ambos casos importa más lo que tú le añades que lo que él ofrece. Y, peor aún, demuestra que no eres capaz de diferenciar lo uno de lo otro, Pparece que la gente no sabe separar la calidad del propio gusto. Como si fuera ese el baremo de la calidad. De manera que cuando lo que nos gusta es algo que no parece tener una alta calidad demostrable hay que buscar un motivo para verlo.

Para los que llevéis tiempo leyéndome en mis varias intervenciones interneteras no os sorprenderá mucho que defienda, como siempre, que la calidad de un programa no debería estar ligada a su audiencia. Ni en favor, ni en contra. Eso de que los programas de calidad deberían triunfar o son, por su propia definición, minoritarios, son chorradas. Que la gente sienta que debe disculparse por no gustarles programas de calidad, también. Solo me resulta más lamentable la gente que defiende que esos programas no deben hacerse, que sólo se deben hacer los populares (por lo visto se puede decir que un programa es bueno pero no que es malo, yo qué sé) del mismo modo que me parece lógico que no todo el mundo sepa cosas pero no que defienda la incultura.

Volviendo a lo que aquí nos ocupa, suelo poner el inicio del problema en que mucha gente aún no ha caído en que no es lo mismo evaluar la calidad de un programa que lo que pueda gustarnos dado que, insisto de nuevo, que algo esté bien realizado no significa que vaya a gustarnos inmediatamente. Y viceversa: Que algo nos guste no significa que tenga calidad. Pese a lo cuál vemos una gran cantidad de valoraciones basadas en ese megustismo.

El megustismo es un problema generalizado, claro y viral. Examinar una obra según su impacto en nosotros puede facilitar llegar a una conclusión rápida y sencilla. Pero responde a la pregunta: ¿qué reacción me ha producido la obra?, una pregunta egocéntrica donde las haya. La obra sólo importa en tanto que nos afecta. No se trata de: ¿qué análisis saco de la obra?, no busca una aproximación analítica. Busca ver si ha levantado olas en nuestra forma de ser y pensar, si ha acertado en la diana de los gustos propios.

Cierto, realizar un análisis frío y sopesado sólo puede hacernos parecer como unos robots idiotas, carentes de emociones, dotados de unos aparatos para evaluar la frenología de la realidad. “La fotografía muy cuidada, la interpretación impecable, el inteligente planteamiento.” En fin, esas cosas. Pero, eh, al menos estamos hablando de la obra y no de nosotros o de bajo mi punto de vista (¿o era pese a no ser crítico de cine?, no sé)

Personalmente considero necesario usar una mezcla de ambas para hallar hasta que punto es un producto bien construido y que, además, logre apelar a la parte emocional básica. Pero siempre con el conocimiento de que pueden ser programas que no estén hechos para apelar a mí como persona. O, peor aún, que ese impacto que puede realizar en mí sea muy superior a la calidad de la obra.

Por ejemplo, cuando te tomes la crítica a una obra como una crítica personal. O, más imperdonable aún, cuando decidas juzgar a una persona por aquello que le gusta. Estoy tratando de decidir qué es peor y no lo veo claro.

Por otro lado, lo que sí puedes encontrar es muchos productos cuya calidad cuestiones por no notar que están realizados para un público con una sensibilidad distinta. Si estás viendo una simplona serie policíaca de la CBS están buscando eso precisamente, si es un programa de dudoso gusto y chorreante de testosterona redneck en SPIKE también, y si no soportas los realities de BRAVO estás más que en tu derecho de manifestarlo. Pero no digas que no entiendas que le pueda gustar a nadie. Todas las cosas son entendibles si te detienes a analizarlas. Generalmente porque funcionan apelando a un tipo concreto de público, no buscan un éxito global sino dentro de su nicho.

Lo más extraño en el proceso televisivo no suelen ser las audiencias sino que un ejecutivo al ver un programa concreto pensara que eso se podría estrenar con razonable éxito. Y, sin embargo, no es algo nuevo. A la mala recepción y general incomprensión hacia Zero hour y Cult, algo que podría unirse a momentos del pasado, del reciente como The Cape o Persons Unknown y del más lejano como Manimal o Cop rock. Ejemplos de series de calidad dudosa pero francamente entretenidas de ver que se la pegaron. Podríamos, por otro lado, sacar un listado de las que triunfaron.

En ningún momento es necesario que las consideremos mejor de lo que son. Entendámonos, se puede discutir y debatir su calidad. Por supuesto. Al fin y al cabo todo está sujeto a revisión. Por eso ahora la cotización crítica de Los Sopranos ha caído mientras que la de The Wire está a tope. Todo sube y baja, incluso en lo relativo a lo peor considerado. En los USA la serie que más puñaladas se está llevando este año es Smash, y no se los está llevando tanto por su nivel, que es simplemente mediocre, como por una serie de sucesos externos entre los que destacan muy especialmente el ser el proyecto mimado de Robert Greenblatt, el actual jefazo de la NBC que la ha conducido a su actual desastroso puesto en las audiencias, cuya permisividad con el proyecto permitió que la temporada pasada se convirtiera en una bomba grabada con múltiples problemas de supervisión — puesto del que ha sido relevada este año por Up all night y su actual catástrofe empezando por ser también una serie de la NBC — que acabaron facilitando que la serie se viera por lo que se conoce como hate watching , es decir, el visionado de un programa con la única finalidad de ponerlo a parir. Algo que el año pasado acabó siendo prácticamente la única forma en la que se hablaba de algunos productos televisivos en USA .

No voy a decir que esté mal, allá cada cual con los motivos para ver un programa, pero espero que la próxima vez que estéis disfrutando de ver algo tratéis de entender qué es lo que os gusta y por qué. Así, con un poco de suerte, podremos llegar a descubrir que Es tan alocado que es bueno, Es tal el dislate que te ríes y, desde luego, es un placer . Sin más.


Primus Doctor William Hartnell

Y con este capítulo, este An Unearthly Child, comenzó la historia de Doctor Who, aunque ciertamente no sin problemas. No todos los días matan a un presidente el día antes de que comience tu programa. Además, finalmente no habían logrado la portada del Radio Times aunque sí un amplio reportaje interior y la BBC se había preocupado de emitir de tanto en tanto un trailer promocional y un anuncio de radio narrado por Hartnell. En cualquier caso, una serie de apagones hicieron que parte de Gran Bretaña no pudiera disfrutarla, por lo que decidieron, como medida excepcional, volver a emitir el primer capítulo justo a continuación del segundo.

La audiencia, por su parte, respondió con moderado entusiasmo. No parecía que aquello fuera a ser un éxito de masas y quizá se debiera en parte a que estábamos aún lejos de un Doctor como ahora conocemos. Tras presentarnos a los personajes de los profesores Ian y Barbara y su preocupación por Susan, que les lleva a acabar atrapados dentro de la TARDIS, la acción no empezará en realidad hasta el segundo capítulo en el que veremos el entorno prehistórico. Muchos han sido los nombres que se han tratado de colocar a esta primera aventura, los más oficiales son 100,000 BC o The tribe of Gum, pero prácticamente todo el mundo se refiere a ella por el título de ese primer capítulo.

Estamos, como en todas las series que comienzan, con unos capítulos de tanteo que aún estarían influenciados por esa primera idea de un doctor más duro, bastante insoportable e incluso cruel. También la aventura que viven, un viaje a la edad de piedra en la que la vida importa no demasiado, los fuertes sobreviven y nadie ayuda a los débiles, sólo importa imponerse como jefe de la tribu por los medios que sean. Nuestros protagonistas se quedarán sorprendidos por el rechazo a la cooperación y la evolución que ello podría traer por mantener esas tradiciones y ese poder. Ah, y el doctor fuma en pipa y luego ya nunca más.

El recibimiento de la serie fue sólo un poco por encima de tibio, un poco por encima de la media y ya. Nadie parecía demasiado impresionado. Peor aún, dentro de la propia cadena estaban teniendo problemas, y la culpa era de los Daleks.

Dentro de las especificaciones estaba evitar los objetos tecnológicos que sirvieran de solución para todo pero, sobre todo, evitar los bug eyed monsters, de modo que cuando vieron las pruebas del segundo serial y descubrieron a los Daleks tuvieron una discusión inmediata con el equipo creativo, que aseguraba que no se trataba propiamente dicho de este tipo de monstruos. Que a mitad de la grabación ocurriera la muerte de Kennedy pudo haber hecho que la atención se desviara de ellos, pero estaba claro que, por mucho que le pesara a Sydney Newman, todos los implicados, empezando por la productora Verity Lambert, sabían perfectamente lo que estaban haciendo. Llegó incluso a plantearse sustituirla por el tercer serial, The Edge of Destruction, escrita por el script editor —al que llamaré por comodidad aunque el cargo no encaje del todo— o jefe de guionistas David Withaker. Sin embargo, problemas de producción hicieron absolutamente imposible esta solución y el serial The Mutants o The Dead Planet pero, fundamentalmente, The Daleks, acabaría viendo la luz.

Y esto pudo ser lo mejor que le pasara a Doctor Who en su historia. La trama del serial vería llegar a el Doctor y sus acompañantes a un planeta moribundo, Skaro, víctima de una guerra total que ha cambiado a las dos razas que lo compartían: una de terribles guerreros, otra de pensadores, respectivamente los Thals y los Dals. Tras la guerra, los primeros decidirían abrazar el pacifismo tras los devastadores efectos en su planeta. Los segundos recorren el camino contrario, han acabado mutando y viven recluidos dentro de unas armaduras de guerra para poder sobrevivir; ya no se consideran Dals, ahora son otra cosa, son Daleks (en el futuro se establecerá que en realidad se llamaban Kaleds; pero en el futuro). El Doctor decide investigar, aún a riesgo de su salud y la de sus acompañantes —mostrando aún esa forma de ser de sus inicios— y, cuando descubre el auténtico aspecto e intenciones de los Daleks, anima a los Thals a abandonar el pacifismo y luchar por su supervivencia —bueno, quizá el Doctor al principio no, a él le daba igual todo lo que no fuera él mismo—. Esta historia, que trae ecos de otras anteriores como la de los Eloi y los Morlocks en La máquina del tiempo o su correlato en Dan Dare con los venusianos Therons y los malvados Treens, está amplificada por resonancias tanto a la Segunda Guerra Mundial y el paralelismo entre los Daleks y los Nazis como a la Guerra Fría existente en esos mismos momentos. La posibilidad de un planeta destruido era uno de los grandes miedos de la Guerra Fría, las mutaciones atómicas llevaban años siendo un recurso de la ciencia ficción y a nadie sorprendían demasiado. Por contra, el diseño de los Daleks fue todo un acierto. De inmediato éxito, subieron los espectadores de la serie de 6 a 10 millones y se convirtieron pronto en todo un icono popular.

Su primera y amenazadora aparición ya hacía suponer algo turbio detrás: La imagen de Barbara atenazada y gritando, algo menos habitual en ella de lo que sería esperable, y la extraña imagen de resonancias fálicas, esa presentación cercana al punto de vista del Dalek, serían sólo una forma de meternos en la historia, porque pronto les veríamos en todo su esplendor.

El diseño, obra del recientemente fallecido Ray Cusick, se hizo rápidamente popular. Tanto, que los personajes fueron rápidamente el centro de un debate. Por un lado hubo organizaciones que se quejaron de su presencia en una serie orientada hacia los niños —algo que por lo visto se debía a la hora y no a los dos seriales que llevaban emitidos, pero esto sería algo habitual en la historia de la serie—, mientras que los niños se dedicaban a imitarlos, disfrazarse y reclamar juguetes, que no tardarían en llegar, claro. Además de garantizar, no las 52 semanas que quería originalmente Newman, pero sí 36 que, gracias a la buena marcha, terminarían siendo 42. Si tenemos en cuenta que el periodo sin serie de ese primer año de 1964 sería apenas de mes y medio, veremos que tampoco se alejaron tanto de lo que pretendían.

Mientras tanto, el tercer serial, The edge of destruction, llegaba por fin y en él se producía la confrontación entre los companions y el Doctor por, digamos, lo absolutamente insoportable que era. En el transcurso de esta historia, que acabó siendo un ejemplo de episodio embotellado, la TARDIS empezaba a funcionar raro, el Doctor cree que Ian y Barbara la han saboteado, Barbara sugería al Doctor que puede ser un intento de comunicar que algo va mal —y aquí se establece que hay algo sintiente en la TARDIS—, pese a lo cuál él prefiere tratar de drogarles para que confiesen; discuten, con un clímax en el que Barbara le llama stupid old man y le señala que le salvaron de la muerte en la prehistoria y no le abandonaron cuando les engañó para ir a conocer a los Daleks, de modo que cuando se comprueba que Barbara tenía razón todo este tiempo, se disculpa. Aunque sea de manera tangencial.

Hay una idea interesante que sugiere Teresa Jusino en Chicks unravel time y es la posibilidad de entender al personaje del Doctor en este momento de su historia como un adolescente. Sí, tiene aspecto de señor mayor —teóricamente por su ausencia de regeneraciones— pero es joven para su raza y se comporta de manera egoísta, irascible y con continuos cambios de humor. Quizá porque, como apuntaba Community, no es tanta la diferencia entre ambas edades.

En el cuarto serial, Marco Polo, comienza la aparición no sólo de periodos históricos, también de figuras históricas reconocibles. Y con ella, otro de los temas recurrentes en la historia de la serie: La necesidad de ofrecer un entretenimiento formativo con una ficción interesante. Los personajes en esta primera historia pasarán meses acompañando a Marco Polo, algo que quedará tan poco televisivo que pocas veces más se repetirá. En lugar de eso se condensarán en unos pocos días los sucesos, pese a que ello signifique tomarse libertades con personaje, periodo, fecha, ahm… Formativos, sí, pero sobre todo entretenidos. Algo que se comprobará más adelante cuando hablen de los Romanos o, como comprobaremos con el final de su primera temporada, de la Revolución Francesa.

También estamos con Marco Polo ante la primera historia desaparecida. Durante los primeros años de Doctor Who, correspondientes a los dos primeros Doctores, la serie vivió un tratamiento similar al que cientos de programas y series sufrieron en esos mismos años, la destrucción sistemática de sus cintas originales. Se salvaron sólo aquellas que fueron prestadas para su emisión en otros países de la Commonwealth y afines, o aquellos que quedaron perdidos o despistados. Hay recompensas para quienes los encuentren, por cierto.

Pero como ejemplo perfecto de lo que el fenómeno fan ha supuesto en la televisión desde su mismo inicio, se han podido realizar reconstrucciones parciales gracias a fotos del rodaje o de producción que se han guardado y, sobre todo, a que casi todos los episodios han visto cómo se guardó la pista de voz gracias a los espectadores en casa que, no teniendo ningún medio para copiar las historias, se conformaban con lo que tenían a mano, la creación de una copia de sonido. La falta de cultura de la reposición y lo efímero de las emisiones televisivas en la época empujaban a aquellos que querían conservar algún recuerdo a esta muestra de coleccionismo al límite. Algo que años después ha servido para reconstruir y recuperar de diferentes maneras los episodios perdidos. Mitigando en parte, además, un problema que aquejaría a la serie los siguientes años y afectaría a momentos tan importantes como la primera aparición de los Cybermen, pero ya llegaremos a eso.

Antes está esta primera temporada y en ella pasarán por dos historias importantes, la primera por su posición como prólogo del comportamiento de los personajes para la siguiente. The Keys of Marinus es una historia menor en casi todos los aspectos, pero nos muestra una vez más a Barbara siendo la primera en notar que algo va mal, librándose del control mental y ayudando a sus compañeros. También será la primera vez que se utilice el sistema de quest, en el que cada capítulo trate de conseguir un objetivo en búsqueda mayor, de manera que hay una línea argumental general para el serial y una resolución, a la vez, en cada episodio.

Pero será The Aztecs la cima de la primera temporada y uno de los mejores episodios que John Lucarotti realizaría en su paso por la serie. En ella los viajeros llegan a la época de los Aztecas, Barbara es confundida con la diosa Yetaxa y decide aprovecharse para cambiar las cosas. Como ha ido quedando claro, el segundo personaje en importancia en la serie es ella; los músculos de Ian —tampoco demasiado espectaculares, pero era lo que había— y la caracterización infantil de Susan hacen que sea Barbara la que choque contra el Doctor, algo notable también cuando Ian trata de apartarlas de peligros y, mientras ella se queja de que las traten como porcelana de Dresden, Susan le defienda como galante. Pero si en un punto habrá desarrollo en esa rivalidad será especialmente en lo que al intervencionismo temporal se refiere.

Tema éste que se venía tratando activamente en Doctor Who desde el primer serial, retratado entonces como una manera de mostrar la separación entre los pobladores del pasado y los viajeros del futuro, sin utilidad alguna; contra los Daleks significó devolver a los ahora pacíficos Thal al camino de la guerra, pero también lograr que sobrevivieran; y aunque en las siguientes historias pasó a ser un tema menor —si bien es incapaz de ver que esa sensación de molestia cuando tratan de imponerle una actuación, como le pasa a ella con Ian, es la misma que pueden sentir esos pueblos a los que ella intenta mejorar la vida— acabará explotando aquí.

A Barbara le falta tiempo para intentar eliminar la costumbre de los sacrificios humanos. Sus intentos para cambiar la situación la llevan a un enfrentamiento directo con el Doctor, quien le explica que la historia es inmodificable y ellos no son más que observadores, unos que nunca deben inmiscuirse en el devenir de la gente. El siguiente diálogo es uno de los fundamentales para entender la serie:

BARBARA: ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?

DOCTOR: Tiene que haber un sacrificio humano hoy en la Ceremonia de la Lluvia
BARBARA: Oh, no.

DOCTOR: Y tú no debes interferir, ¿lo entiendes?

BARBARA: No puedo sentarme al lado y simplemente mirar.

DOCTOR: ¡No, Barbara! Ian está de acuerdo conmigo. Él va a escoltar a la víctima al altar.

BARBARA: ¿Él va a qué?

DOCTOR: Sí, ellos le han nombrado guerrero, y él me ha prometido que no interferirá con el sacrificio.

BARBARA: Bien, ellos me han nombrado a mi diosa, y yo lo prohíbo.

DOCTOR: ¡Barbara, no!

BARBARA: No habrá sacrificio este mediodía, Doctor. Ni nunca más. La reencarnación de Yetaxa demostrará a esta gente que no necesitas sacrificar a un ser humano para conseguir que llueva.

DOCTOR: Barbara, no.

BARBARA: No es bueno, Doctor, mi decisión está tomada. Este es el principio del fin del final del Dios Sol.

DOCTOR: ¿De qué estás hablando?

BARBARA: ¿No lo ves? Si yo pudiera empezar la destrucción de todo lo que es erróneo aquí, entonces todo lo que es bueno sobrevivirá cuando Cortés llegue.

DOCTOR: ¡Pero no puedes reescribir la historia! ¡Ni una línea!

SUSAN: Barbara, los sumos sacerdotes están llegando.

DOCTOR: Barbara, un último ruego. Lo que estás intentado hacer es completamente imposible. Lo sé, créeme, lo sé.

BARBARA: No Barbara, ¡ Yetaxa!.



De alguna manera eso le hace pensar que cuando los españoles lleguen no tengan motivos para asesinarles. Pobre Barbara, sabe de Historia pero no conoce a los españoles. Por supuesto, la cosa no sale bien. La víctima siente que se le ha arrebatado un honor y decide inmolarse, siendo todo ello parte de la trama del malvado sacerdote Tlotoxl para hacerse con el poder, algo que las acciones de Barbara han pavimentado porque el más humanitario sacerdote Autloc, herido ante su engaño, decide dimitir y dejarle todo el poder. Los Aztecas siguen estando condenados y Barbara no entiende cómo es posible que no haya funcionado. Es decir, entiende que El Tiempo no permite que lo cambien con facilidad, pero no entiende para qué les sirve poder viajar en el tiempo si no pueden cambiar nada. Por suerte el Doctor lleva tantos años que ya sabe cómo funciona esto:

BARBARA: Fallamos.

DOCTOR: Sí, lo hicimos. Teníamos que hacerlo.

BARBARA: ¿Cuál es el motivo de viajar a través del tiempo y el espacio si no podemos cambiar algo? Ninguna. Tlotoxl tenía que ganar.

DOCTOR: Sí.

BARBARA: Y al hombre que respetaba, lo traicioné. Pobre Autloc. Le dí falsas esperanzas y al final perdió su fe.

DOCTOR: Él encontró otra fe, una mejor, y ese es el bien que has hecho. Has fallado en salvar una civilización, pero al menos has ayudado a un hombre.


En la siguiente aventura, The Sensorites, volvemos a una narrativa fantástica, algo que facilitará que por fin se comente que el Doctor y Susan no son de la Tierra, aunque aún no se cite Gallifrey. Y también por tratar de dar más protagonismo a Susan mostrando unos poderes telepáticos que no había demostrado antes.

De todas forma será en el final de la primera temporada donde encontraremos un regreso al tema de la intervención, esta vez de la mano de Ian: se trata de The Reign of Terror, serial que tiene desaparecidos sus capítulos 4 y 5 de 6. Se trata de un cierre de temporada que referencia al primer capítulo en el que Susan hablaba de la Revolución Francesa como si hubiera estado allí. Así que se dirigen para allá en lo que, dado el éxito de la serie, supone su primer rodaje en exteriores —por cierto, se dice que si la serie se hubiera cancelado en su primer año se hubiera descubierto que todo eran ensoñaciones de Barbara, pero no dejan de ser habladurías—. Será esta vez Ian quien intente cambiar las cosas para que El Terror cause un menor derramamiento de sangre y sea Barbara quien, impotente, trate de advertirle de la imposibilidad de cambiar las cosas. También en esta ocasión se logrará apenas un pequeño movimiento, pero suficiente para ellos. Además, parecerá estar claro que hay grandes asuntos en los que no se puede influir. Por lo menos en el planeta Tierra, en Skaro o Marinus parece que importa menos.

La temporada terminó el 12 de septiembre de 1964 pero fue rápidamente seguida por una segunda temporada que comenzó el 21 de Octubre del mismo año. El Doctor y sus compañeros se mantenían y Verity Lambert aún era la productora, pero pronto habría movimientos entre los jefes de guionistas. David Withaker aún lo sería en el primer serial, Planet of Giants, aparentemente a partir de una vieja historia de C.E. Webber que hubiera sido originalmente el piloto y se dio de lado por motivos presupuestarios, usada ahora por Withaker para presionar por un cambio en los estudios asignados para realizar la serie, aún a costa de reducir a tres un serial originalmente pensado para durar cuatro episodios. En la versión ahora propuesta el giro es que se trataba de un acercamiento más pro-ecologista, porque no es de gigantes de lo que hablamos aquí sino de un empequeñecimiento repentino que les permite escuchar el plan de un empresario sin escrúpulos y su colega científico para crear un insecticida extraordinariamente potente. Es, por tanto, un serial en el mundo actual. La verdad es que todo queda bastante extraño, no parece muy propio de la serie. Quizá sea porque estaban preparando el gran zambombazo del siguiente serial, el primer regreso de un enemigo, que tendría que ser, claro, para los enemigos por excelencia.

The Dalek Invasion of Earth significó muchas cosas. De entrada, que Withaker había ganado y ahora tenían a su disposición los modernos Estudios Riverside en lugar de los anticuados de Lime Grove. También marcó la primera marcha de un companion, porque Carole Ann Ford, cansada del poco desarrollo de su personaje Susan, decidió abandonar la serie. La salida del personaje es amorosa: decide quedarse en la Tierra del futuro, a la que accidentalmente han viajado, con el chico al que ha conocido allí. En lo externo también es importante hablar de los problemas de salud de Hartnell, que no dejaba de empeorar hasta el punto de que tuvo un colapso rodando una de las escenas. Durante casi una semana estuvo paralizado, primero, y luego reponiéndose, en la cama; para disimular, en el capítulo The end of tomorrow se rodarían escenas con su doble.

Pero lo más importante aquí es, por supuesto, el regreso de los Daleks. Esta vez con un Supreme Controller, y la presentación de un Black Dalek, de alto rango, facilitando más aún la identificación con los Nazis. La incorporación en la trama de hechos propios de la guerra y la postguerra, como la existencia de un mercado negro o de delaciones, así como el hecho de que esta operación muestre a los Daleks por las calles de Londres y en algunas localizaciones bien conocidas de la ciudad, sirvió para disparar lo que se ha conocido como Dalekmanía.

Además, el creador de estas historias, Terry Nation, al que Newman había traído con él después de su participación en Out of this world, había negociado la posesión del copyright de los bichos, de manera que estaba tan contento con que la BBC estuviera realizando su primer gran negocio de merchandising con los chicos de Skaro.

Inmediatamente la productora Amikus compró los derechos para adaptar el serial original The Daleks al cine, con opción para hacer dos películas más. La primera, llamada para disimular un poco Dr. Who and the Daleks, se realizó con la suficiente rapidez como para que el serial terminara el 26 de diciembre de 1964 y la película se estrenara el 23 de agosto de 1965.

Curioso exploit del serial original en el que el Doctor es un inventor bonachón, con dos nietas, la pequeña Susan —mucho más que en la serie— y la más mayor Barbara y que, acompañado por éstas y el inepto novio de la mayor, Ian, prueba su nuevo invento, la TARDIS, sólo para verse transportados al mundo de los Daleks. Con una curiosa interpretación de Peter Cushing como el Doctor —que se apellida Who— y un aspecto más bufonesco e infantil, la película, estrenada aún con el recuerdo del segundo serial y punto central de la Dalekmanía, queda como una curiosidad de lo que podría haber sido la serie de haberse dirigido a un público más infantil, o más amplio, o americano. Tanto da. El éxito llevó a sacar una segunda película que adaptaba, por supuesto, este segundo serial: Daleks ? Invasion Earth: 2150 A.D., que decidía prescindir ya en el titulo de la referencia a Dr. Who y centrarse en los villanos, ahora en technicolor y, aprovechándolo, tremendamente coloridos. La segunda historia usaba sólo la base de los Daleks en la tierra del futuro eliminando todas las tramas oscuras y cambiando a Barbara e Ian por dos acompañantes completamente nuevos y creados para servir como contrapunto cómico. Lamentablemente, para el 5 de agosto de 1966 se había pasado de la dalekmanía a la batmanía y el aumento de infantilización tampoco ayudó. La tercera película, por tanto, no llegó a realizarse nunca, como tampoco el radioserial con Cushing como Who, ni tantas otras cosas.

En cuanto a la segunda temporada, en el siguiente serial, The Rescue, se las arreglan para que entre una nueva companion jovencita a la que poner en peligro: Vicki, una jovencita del siglo XXV que, ante la muerte de sus padres, decide unirse a nuestro grupete. También fue la primera serie de Dennis Spooner como jefe de guionistas tras la marcha de David Whitaker, que antes de marcharse actuaría como guionista de este serial, y un claro ejemplo del éxito de la dalekmanía al ser el primer programa de Doctor Who en entrar en la lista de los 10 más vistos de la semana.

La llegada de Spooner se produce completamente en Los Romanos, una nueva trama histórica escrita por él mismo que sorprende por el tono de comedia incluido en mitad de los hechos dramáticos —aparentemente por sugerencia de Verity Lambert, que quería probar aproximaciones nuevas— con los héroes secuestrados para servir de esclavos y el reinado de Nerón, incendio de Roma incluido, de fondo.

Lambert no paraba de buscar nuevos ángulos, por eso la siguiente historia está protagonizada por dos razas extraterrestres, una parecida a mariposas gigantes, la otra a igualmente enormes hormigas. Un delirio y disfrute para los amigos de los insectos gigantes, por muy rudimentarios que sean los efectos especiales usados.

La siguiente historia, The Crusade, fue la última que escribiera David Whitaker. Incluye por primera vez actores no-blancos en papeles relevantes e incluso presenta a ambos personajes históricos de manera no maniquea: Saladino puede ser manipulador pero también es compasivo; Ricardo puede ser generoso pero también pueril y propenso a los cambios de humor. Regresa al tema de la imposibilidad de cambiar la historia al tratar de evitar el enfrentamiento entre Ricardo Corazón de León y Saladino; sin éxito, como podéis imaginaros. También es curioso por tratarse del único serial de la segunda temporada en el que faltan episodios, el segundo y el cuarto.

Por contra, The Space Museum decide jugar con el tiempo y lleva a los protagonistas a un momento en que son parte de la exhibición de un museo, de manera que tienen que aprovechar el error de la TARDIS que les permite estar a la vez en dos formas diferentes gracias a un pasaje de la cuarta dimensión, para evitarlo. Por lo visto ésta es una de esas situaciones que sí se pueden reescribir. Por cierto, es la primera visita del Doctor a un museo —o eso dice él—, lo que reforzaría la idea de la adolescencia del señor del tiempo. Ah, y dentro del museo también se encuentra una armadura de dalek; algo que en cierta manera anticiparía el siguiente serial, que trae por segunda vez a los nativos de Skaro a la acción dentro de la misma temporada, con Terry Nation de nuevo a los guiones.

Se trata de The Chase, un serial memorable como todos los de los Daleks, pero además con más motivos: Principalmente, por marcar la marcha de Ian y Barbara como acompañantes del Doctor y la llegada de un nuevo personaje, el astronauta Steven Taylor, que entra en su sustitución. Entra, además, a hurtadillas, colándose en la TARDIS antes de que la guerra cause una explosión potencialmente mortal, pero no será hasta el siguiente serial en que el Doctor descubra que se les ha unido. Los Daleks, además, han evolucionado. Tienen incluso su propia máquina del tiempo: precisamente para quitarla de en medio es por lo que Ian y Barbara dejan al Doctor. También incluye un clip de los Beatles que sólo aparece aquí y que, debido a las leyes de derechos de autor, no se puede ver fuera de UK; se supone que era parte de una idea en la que veríamos al cuarteto tocando caracterizados como ancianos, tocando juntos en el futuro. Pero no pudo ser por la negativa de su manager, que debía saber que no se podía reescribir el tiempo —.todavía si hubiera dicho los Rolling…—. En cualquier caso, esta tercera historia seguía la idea de Marinus, también escrita por Nation, de realizar quests individuales en medio de una narrativa más amplia y también la base de la proyectada y nunca realizada tercera película del Doctor. Pese a lo cuál fue la primera vez que los Daleks usaban de manera regular el grito de guerra ¡ EXTERMINATE ! También incluye una trama de robots a las órdenes de los Daleks sustituyendo a figuras históricas, personajes populares — ¡ Drácula y Frankestein! — e, incluso, al propio Doctor, que llama Susan a Vicki porque nunca se habían encontrado con ella, del mismo modo que le llaman humano .

Con esto llegamos hasta la sorpresa del último serial de esta segunda temporada, The Time Meddler, en el que el Doctor, acompañado ahora por Vicki y Steven, se encuentra con The Monk, o The Meddling Monk, es decir… otro gallifreyano, uno que además sabe que, aunque las grandes corrientes temporales se reajustan, hay cambios que se pueden realizar. Y, además, su TARDIS funciona, incluido el Circuito Camaleón. No es un villano realmente malvado tanto como curioso. Y enfrentado por completo a las insistencias del Doctor —“Nunca, nunca interfieras en el curso de la Historia”—. La historia es curiosa, pero más lo era lo que ocurría detrás de las cámaras. Además, se nota la falta de Barbara para explicar los hechos históricos del periodo, porque a Ian sólo lo usaban para explicar conceptos científicos… si se acordaban.

Verity Lambert estaba dejando el puesto de productora, con John Wiles tomando su lugar durante el rodaje de estos capítulos; a su vez, Spooner es sustituido como jefe de guionistas por Donald Tosh, y a la mala salud de Hartnell no le hacían nada de bien todos estos cambios. Aunque se manifestara en forma de berrinches y problemas para recordar sus líneas. Y aunque lograran que la primera historia de la temporada, Galaxy 4, que, además, fue otro de los picos de audiencia pese a tratarse de una historia pensada para el trío de acompañantes anteriores. Estaba muy claro que, en la época de la dalekmanía, Doctor Who era un éxito, pero también estaba claro que Hartnell no aguantaría mucho más el ritmo, así que empezaron a pensar en modos de arreglarlo.

De modo que estamos en una temporada de transición que, además, está muy polarizada alrededor del megaserial en mitad de la misma: The Daleks Master plan. Precisamente un prólogo de la misma, Mission to the Unknown, que se emitió en formato de capítulo unitario sin la presencia de ninguno de los protagonistas, se emitiría desgajado para que Hartnell pudiera descansar una semana.

Pero antes de poder empezar a emitirla tenían que pasar por The Myth Makers, una visión diferente y con bastante humor de la guerra de Troya que significó la despedida de Vicki, que se queda en el pasado enamorada nada menos que de Troilo y tomando el nombre de Crésida. A veces, en lugar de reescribir la Historia, se limitan a hacer tachones en ella. Claro que dentro de la trama, con el Doctor forzado a encontrar una manera para que los griegos entraran en Troya, decide que por ridículo que suene va a intentar lo del caballo; de modo que lo que lleva a la creación del caballo es su conocimiento previo. Seguro que esa recurrencia no se la esperaba la Historia. En su lugar entra Katarina, una joven sirvienta troyana convencida de que el Doctor era el mismísimo Zeus. Para acabar de arreglar el carácter de Hartnell, aquí tuvo un accidente y, para colmo, la muerte de una de sus tías, la que le cuidó en su niñez. Pese a lo cuál se siguió rodando con razonable naturalidad.

Entramos así en el larguísimo y, francamente, menos interesante de lo que podría parecer, The Daleks’ Master Plan, que duró doce semanas —¡sin contar el prólogo!—, de tal manera que llegó un momento en que nadie parecía tener muy claro qué plan era ese. Sin embargo, es conocido por ser el primer serial en el que uno de los acompañantes muere, pues Katarina decide sacrificarse para que Zeus viva. ¡Y pensar que había evitado el destino de Troya! Por lo visto se dieron cuenta de que el personaje no encajaba, dieron órdenes a Nation de eliminarlo tan pronto pudiera… y, si se descuida, la mata sobre la marcha. Aunque no sería la única: en el larguísimo tiempo del serial el Doctor conocería a la encarga de seguridad Sara Kingdom —interpretada por la magnífica Jean Marsh—, con la que viviría varias aventuras en diferentes localizaciones antes de que muriera durante uno de los capítulos finales del serial. La idea era, por cierto, más que curiosa. Aprovechando el tirón de la dalekmanía, Terry Nation escribió una suerte de spin-off sobre una fuerza de asalto que defendiera la tierra de los extraterrestres, especialmente de los Daleks. Sin embargo de la serie no llegó a hacerse ni el piloto, por lo que Nation decidió recuperar a esta mujer fuerte y valiente, modelada según los parámetros de la Dra. Cathy Gale, el magnífico personaje de Honor Blackman en The Avengers. Un excelente personaje femenino al que luego decidió matar, aunque fuera heroicamente. Una lástima, pero claro, Jean Marsh siempre insistió en que lo que le ofrecieron era un personaje incidental, no una companion y con lo ocupada que estaba, incluso años antes del exitazo de Arriba y abajo, resulta de lo más creible. El infinito serial tuvo incluso un capítulo navideño de tono más ligero —que terminaba con el Doctor rompiendo la cuarta pared para felicitar las navidades a los espectadores— y el primer regreso de un villano individual: El Monje reaparecía en el octavo episodio para poner las cosas difíciles al Doctor entre ese capítulo y el décimo… y poco más.

Para el siguiente serial, The Massacre of St Bartholomew’s Eve, volveríamos a la zona histórica y a la imposibilidad de reescribir la Historia, esta vez teniendo que aprender la lección Steven. Ya puestos, encontrarían una nueva companion en los últimos minutos del último capítulo, Dodo Chaplet. El final del serial llevaría a la sustitución de Tosh por Gerry Davis como jefe de guionistas. Efectivamente, fue más interesante lo que ocurría fuera que dentro de los platós.

Si el siguiente serial, The Ark, llega a ser recordado por algo algún día probablemente sea precisamente por esos problemas graduales tras las cámaras que les llevaron a grabarlo según disponibilidad de personal y estudio, no como un todo sino como un cuando se pueda. Pese a lo cuál se incluyeron varios efectos novedosos para la época en busca de una apariencia de mayor futurismo. La entrada del personaje de Dodo trajo quejas de los jefes de la BBC porque a la actriz se le escapaba en ocasiones su acento cockney y eso no era algo que pensaran tolerar. Es difícil decidir hasta que punto decidieron que el personaje de Ben Jackson, que aparecería sólo unos pocos seriales después, tuviera un marcado acento cockney, sólo por molestar.

En The celestial toymaker, la historia que vendría a continuación, aparece un enemigo contra el que el Doctor asegura ya haber combatido, aunque nunca lo hubiéramos visto en televisión. También se suponía que sería el punto de partida para Hartnell una vez decidido que la estupenda audiencia del programa no se podía perder y que era más sencillo aprovechar su naturaleza alienígena para justificar un cambio de actor. Claro que, a lo mejor, hubiera funcionado si no se hubiera cambiado de productor a la mitad, sustituyendo a John Wiles por Innes Lloyd. De manera que el escritor de los episodios, Brian Hayles, envió cuatro guiones que el entonces equipo de Wiles y Tosh le obligaron a reescribir y para los que, estando ya en producción, el nuevo equipo de Lloyd y Davis volvió a sugerir modificaciones. Wiles y Tosh acusaron a esta relectura de ser más infantil mientras defendían la suya por las limitaciones técnicas para lo que el guión original pedía. Por si tenían pocos problemas, llegaron las leyes de copyright obligando la BBC a que la producción incluyera un anuncio de que uno de los personajes NO ERA el personaje al que muy obviamente refería pero que tenía derechos de autor.

En contraste, los siguientes seriales serían más sencillos. The gunfighters era una parodia de los tópicos del cine del oeste con la historia dramática del OK Corral de fondo, aunque tenga el rigor histórico de Juana La Loca… de vez en cuando. The savages sería una sencilla historia de ciencia ficción que sólo es memorable porque el Doctor le pide a Steven que se quede en el planeta para actuar como árbitro de las dos razas enfrentadas. Finalmente The war machines, el último serial de una temporada que había visto llegar al Doctor a lo más alto y ahora le veía deshincharse, sirvió para quitarse de en medio a Dodo y sustituirla por el antes mencionado marinero Ben Jackson y también por Polly Wright, hija de un científico y asistente de otro, una pareja curiosa que llegó en el peor momento de la serie, con una trama más que plana, como si no le importara a nadie hasta el punto de que la máquina que era el villano del serial, WOTAN, no sólo logra un crédito de actor, también se dirige directamente al Doctor como Doctor Who.

Un despropósito que seguiría con el inicio de la cuarta temporada The Smugglers, una olvidable historia de piratas que sirvió simplemente para que los espectadores no se vieran venir la gran sorpresa del siguiente serial, The Tenth Planet, la primera ocasión en que aparecen los Cybermen y, una vez más, otro de esos seriales perdidos. Salvo por un momento guardado por el programa infantil Blue Peter, el momento definitivo en el que lograban deshacerse de William Hartnell, sus problemas de temperamento, salud y memoria y recibían a un Doctor completamente nuevo…