Una historia de antología y carrusel

Los cambios en la televisión americana -que ya venían haciendo falta- y su acercamiento a otras variedades como la inglesa han servido para que poco a poco se recuperen viejos trucos. Trucos que habían sido dados de lado por el motivo superior de la audiencia.

Las miniseries que compartían personajes centrales pero iban variando cada temporada es algo tan antiguo que existía en los seriales cinematográficos previos a la televisión y en la adaptación de estos mismos con personajes como Bernard Quatermass. La posterior evolución de las series permitía evitar la fatiga de los espectadores ofreciendo mezclas de tramas para todo el año y episodios autonclusivos. Esto servía también por el otro lado.

Ideas como la Obra del Día, que tuvieron múltiples versiones en su vertiente teatral, pasaron a ofrecer episodios más o menos cercanos al telefilme, que en muchos casos buscaban una unidad temática para estas obras a imagen y semejanza de las que se habían estado realizando durante años en la ficción radiofónica y que solían girar sobre los géneros negro y fantástico -sin descartar otros, por supuesto, como el romántico- con títulos tan destacados como la Mystery House de la entonces sólo emisora de radio NBC que empezó en 1929.

La aparición de los presentadores recurrentes en estas historias fue solo un paso hacia lograr un mayor interés ofreciendo personajes recurrentes como ocurría ya en cómic o literatura con novelas en las que el caso variaba pero el detective era siempre el mismo. De ahí a los detectives de lo oculto para las de fantástico había solo un paso. De esta manera las antologías pasaban a mantener a un personaje con el que el espectador podía empatizar, naciendo así el tropo conocido como «de la semana». El asesinato de la semana, el monstruo de la semana, etc…

La importancia, que podría parecer mínima, se mostró pronto a los programadores televisivos: Un personaje regular hacía que siguieran con ellos más allá del interés de la historia en cuestión y sufriendo menos el desgaste de las tramas largas. Las temporadas largas siguen esta misma idea. Y así nos hemos encontrado donde ahora estamos. Hasta el punto de que muchas series habían llegado a ser tan abiertas -evitando el desgaste de la trama larga simplemente eliminándola- que los finales de temporada no importaban en absoluto. No había un cierre para la serie, como mucho algo más de dinero que gastar. O algo menos, según las economías seguidas.

Con el tiempo, y para lograr que la gente regresara tras el final de la temporada, se iría probando la idea de cliffhanger gracias a ideas brillantes como pegarle un tiro a JR. De modo que las series parecían no parar nunca, si acaso tomarse pequeñas vacaciones que el sistema de medición de audiencias acabó convirtiendo en pequeños parones y reemisiones que daban la sensación que durante al menos 9 de los 12 meses del año estaban en emisión. Y si el éxito era grande y en verano seguían las reposiciones podía parecer que, simplemente, estaban siempre allí. Las mismas caras con distintos casos.

-A estas alturas habréis notado que la televisión española en estas cosas es parecida e incluso peor porque aquí a partir de los ’90 un grupo de directivos se preguntaron por qué no extender la duración de las series y así tener solo una en vez de dos y, ya puestos, por qué no tratar de agradar a todos los públicos. Por suerte no todas las series seguirían estas ideas pero vaya-

Como todo tiene que ir variando la popularización de la ficción en las cadenas de cable y la globalización de lo que se hacía en otros países demostró que otros modelos eran posibles y, en ocasiones, incluso más vendibles como suceso limitado.

De momento parece que las miniseries están regresando, aunque las networks aún tengan más miedo que vergüenza para apostar por ellas. De ahí que veamos como algunas se retrasan, otras se reconvierten a serie antes de estrenarse, alguna incluso después, y en general tengamos más afirmaciones de que se va a regresar a ellas que hechos que lo demuestren.

Pero una vez están en la mesa va siendo hora de recuperar otros dos conceptos olvidados: Las antologías y los carruseles.

En el primer caso el éxito de Black Mirror y ahora de Inside Nº 9 esté haciendo posiblemente que algún ejecutivo estadounidense piense en descubrir dónde estuvo su error. ¿Pudo ser al ver los más que discretos datos de audiencia de Masters of Horror? ¿Por qué ya no parece querer arriesgarse nadie por un formato que estuvo al inicio de todo y que incluso podríamos considerar de actualidad en el cine gracias a las películas -muchas de ellas de género- de episodios? Más aún pensando en las grandes series que han tenido este formato incluyendo dos tan conocidas, parecidas y diferentes como Alfred Hitchcock Presenta o Twilight Zone que han pasado a limitarse a dos cabeceras para el público infantil y juvenil –R.L. Stine’s The Haunting Hour y Deadtime Histories – y una serie que se emite por internet o en sindicación: Lee Martin’s The Midnight Hour.

Y si mal lo han tenido las series antológicas no os digo ya las de carrusel, también conocidas como wheel series o umbrella programs, es decir, esos que sirven como contenedor semanal parar un número de personajes fijos -sobre todo policíacos- con una duración que suele estar más en el telefilme de 90 que en la serie de 40 minutos y en la que los personajes principales se van turnando. De entre las cuales posiblemente la más conocida sea la NBC Mystery Movie en la que entraban ColomboBanacek, McCloud o El comisario McMillan y esposa. Programa que se programó en miércoles y también en domingos, para después pasar a la ABC que aprovecharía para incluir telefilmes de Kojak, acabarían de fracasar dando una idea de que era un modelo ya arcaico lejano al éxito de Name of the game o The Bold Ones del que ya se ocuparían solo canales como Hallmark que tendría en marcha una Hallmark Channel Mystery Wheel entre 2003 y 2008 con programas generalmente ligados a actores conocidos –John Larroquette como McBride, Lea Thompson en Jane Doe, Dick Van Dyke e hijo en Murder 101– junto con un fallo como Dear Prudence y quizá el mayor acierto del canal, Mistery Woman.

No es que quiera yo pedir que regresen por que sí estos dos modelos tan desterrados de emitir series sino porque considero que entre los pros de ambos están ofrecer una mayor variedad en el caso de las antologías, con actores que pueden permitirse aparecer en solo un capítulo, y un mayor control en el de los carruseles, con menos episodios por temporada y un mayor tiempo para desarrollar tramas.

No hace falta que os recuerde lo que ocurrió en España con Películas para no dormir y Tele 5 o con Cuéntame un cuento en Antena 3 -que ganó el mes pasado el premio del Festival de Creaciones Televisivas de Luchon aunque tras dos años no haya llegado a estrenarse- así que no pediré locuras por nuestra parte.

Pero… ¿Y en los USA?

La variedad siempre es interesante. Seguro que no soy el único al que le encantaría ver más series antológicas, más carruseles y, ya puestos, que The CW emitiera de cuando en cuando un telefilme de, digamos, Veronica Mars.

Y si cuela…