De entre todas las novedades que quedaban de abril posiblemente la más interesante sea este especial, Dinner with friends with Brett Gelman and friends (USA), en el que Gelman prepara para Adult Swim una versión incluso más loca de su personaje de escena -ese cuyas versiones hemos podido ver en Eagleheart o Go On pero que se encuentra desarrollado por completo, como suele suceder ahora, en podcasts, tanto de invitado en Comedy Bang Bang como su propio Gelmania– que comienza de anfitrión en un programa similar a esos sobre las interioridades de los famoso. Salvo que la pieza, que en todo momento es cómica, se alza usando unos raíles dramáticos  para ir mostrando una evolución hacia lo perturbado.

El estreno de Happy Valley (UK) logra ofrecer no solo un ejemplo de negro rural a la inglesa, también parece responder a la duda de lo que hubiera sucedido si hubieran decidido intentar hacer una serie de Fargo allí. El resultado, aunque se tome su tiempo para casi cualquier cosa, es bueno, con unos personajes en distintas posiciones cerca del abismo pero ni caricaturescos ni inexplicables.

Ya llegó por fin el Last Week Tonigh (USA) que marca la independencia de John Oliver como presentador de un informativo satírico. El resultado es bueno aunque solo se aproveche un poco el estar en un Cable Premium como la HBO en lugar de en un Básico o en una Network. El programa, mezcla de todos los que han funcionado antes –Daily Show, Colbert Report y por su propia situación el Weekend Update del SNL también- tiene ahí su mayor fuerza, siendo plenamente consciente de que su principal problema es que solo se va a emitir una vez a la semana con lo que la actualidad estará más alejada.

Como no todo podía ser bueno esta semana aquí comenzamos con los sentimientos mezclados y es que Over to Bill (UK) es la no muy interesante historia de un hombre del tiempo despedido por la BBC que trata de ponerse de nuevo en marcha. La historia no es gran cosa pero al menos marca el regreso del Playhouse de la BBC, ese antiguo espacio que emitía pilotos de comedias -o en el peor de los casos de comedias dramáticas-  para comprobar su éxito y aceptación entre el público. Así que si esto funciona no volveremos a saber de ella.

Mientras tanto los australianos han decidido que tocaba un telefilme sobre una figura real y con Parer’s War (AU) rinden homenaje -masomenos- a Damien Parer, fotógrafo y camarógrafo que fue famosos sobretodo por su trabajo durante la Segunda Guerra Mundial que le acabaría haciendo ganar un OscarTM. Aquí se ha enfocado por supuesto no por el dramatismo o la parte informativa o artística sino por la sentimental, comprometiendo su compromiso por el trabajo y destino final con su relación sentimental y el coste de sus decisiones al valorar ambos campos. El resultado es algo melodramático pero estupendamente rodado.

La decepción de la semana llega con Penny Dreadful (USA), que quería ser… no sé si ellos mismos tienen claro que quería ser… lo que sí puedo decir es que amontonar personajes reconocibles de la novela fantástica victoriana y ponerles a hacer cosas sin tener mucho motivo o sentido se le ha dado mejor a Drácula. Me niego a considerar siquiera que en su cabeza pudieran estar acercándose a Moore porque entonces se hubieran molestado en buscar un guión mínimamente cohesionado en lugar de una versión propia de partida de rol de ir con la camioneta recogiendo personajes porque sí. La falta de algún momento espectacular, por loco que pueda resultar, hace que esté también muy lejos incluso de Van Helsing, así que al final tenemos a un puñado de buenos actores -fundamentalmente Timothy Dalton– y otro de gente que no tiene nada mejor que hacer -como Josh Harnett– que va dando tumbos en un mundo que nadie se ha molestado en fijar, podría haber llegado quizá a ser un Blade o un Supernatural pero en lugar de eso tenemos… este batiburrillo. En fin, otra vez será.

Terminemos con Prey (UK), no, no es una versión de la mini de scifi de Messing noventera, es un policíaco de falso culpable con un policía a la fuga acusado de un crimen que -posiblemente- no cometió pero del que todo el mundo le culpa. Una historia muy clásica -y movida- que demuestra que hay fórmulas que funcionan siempre aunque sea más por la montaña rusa que por una historia memorable.