Habitualmente en la ficción policíaca -esto es, aquella centrada en la resolución de un crimen, en contraposición con la negra en la que es incluida como toda aquella impulsada por un hecho delictivo- hemos podido separar a grandes rasgos a los investigadores en cuatro grandes grupos.
1) Policía, 2) Profesional, 3) Detective, 4) Entrometido.
En donde la profesionalidad va disminuyendo, en tanto que la entendamos como la pertenencia a una estructura centrada en proteger el orden dentro de El Sistema, según avanzamos a números más altos.
Repasándolos un poco más en detalle:
1) Policía.
Miembro de pleno derecho de un cuerpo del orden, da lo mismo si se trata propiamente de la policía o cualquiera de sus variantes posibles -agencias regionales, nacionales o estatales, ejército, servicios de inteligencia, etc…- o de las variantes inventadas -locas agencias de espionaje, actividades paranormales, artilugios extraños o cuerpos especiales variados- de modo que son por si mismo -incluso aunque sean nada ortodoxos y grandes renegados- una demostración de que El Sistema funciona.
2) Profesional.
Categoría ambigua porque aquí entran dos tipos distintos de personajes. Por un lado los que no son policías pero trabajan con ellos, ya sea a su servicio -como médico, psiquiatra o científico, entre otros- o bien en paralelo -un fiscal, por ejemplo-. Pero también puede ser un profesional no relacionado con ellos que investiga en paralelo -un periodista sería lo más habitual- o incluso uno que sea antagónico -como los abogados defensores-. En cualquier caso, gente que resuelve los casos porque es su trabajo y cuya relación con El Sistema depende de su alineamiento.
3) Detective.
Aquí ya tenemos directamente a una persona a la que se paga por investigar. Puede ser o no un ex-policía, o puede ser incluso un ex-detective que sigue ejerciendo -como Matt Scudder-, su función como competencia de la policía suele colocarlos como antagonistas, independientemente de las buenas relaciones con el cuerpo que tenga o de su posicionamiento sociopolítico -que ahí está Mike Hammer-.
4) Entrometido
Those meddling kids, pero no solo. El amateur es aquel que no trabaja profesionalmente como detective, por mucho que pueda parecer que se dedica a ello. Es decir, Miss Marple sí, pero Poirot no. De modo que aquí entran una enorme cantidad de posibilidades: El detective infantil, el detective caballero, la anciana fisgona, los metomentodos, etc… En general no se oponen al Sistema, simplemente se quedan fuera.
Como vemos la posición de estos investigadores respecto al Sistema tampoco es demasiado dura. Eh, al fin y al cabo lo que suelen buscar es restituir el orden, bien encontrando una explicación a un misterio, señalando al transgresor o, incluso, castigando al culpable. No parece que debiera haber mucho problema con ellos. Vamos, más problema deberían tener con los Vigilantes -que ya se pueden llamar El Mejor Detective del Mundo que rara vez les verás intentando descubrir algo, no digamos ya acertando encima- o contra los que se salieron por no formar parte de un Sistema corrupto.
Toda esta cháchara viene a cuenta de que durante los últimos años en la televisión estadounidense nos hemos ido limitando a versiones de los ejemplos 1) y 2) en el que los del 2) tienden a ser asesores de lo más ridículo que no es que estén a favor de la Policía sino que trabajan incrustados, llámense Bones, Castle, El Mentalista, Psych o lo que podamos elegir.
Los detectives privados parecen haberse esfumado y los fisgones han quedado relegados. Si echamos un vistazo a lo que lleva a aparecido este mismo año nos encontramos con las Mystery Girls -que no sé si cómo considerarlas policíaco porque tela, menos mal que ya están canceladas- y ya. Mientras tanto se han estrenado: Bosch, Chicago PD, Forever, Intelligence, Killer Women, The Mysterires of Laura, NCIS: New Orleans, Scorpion, Signed, Sealed, Delivered, Those who kill, True detective, o que están por estrenarse como CSI: Cyber o Stalker.
Esto solo si nos centramos en las novedades de este año. Mirando el global de lo que se emite uno se encuentra conque frente a un enorme número de policíacos protagonizados por agentes de la ley –CSIs, NCISs, Ley y Orden, Mentes Criminales, Hawaii 5-0, Rizzoli & Isles… – no ha permanecido ninguna del otro tipo. Uno tiene que tirar de memoria para recordar series que no fueran del tipo 1) o del 2), quizá la última que se pueda recordar con facilidad sea Terriers y duró solo una temporada.
¿A qué podemos achacar esto? Yo voy a proponer dos cosas. La primera es quizá la más sencilla, echarle la culpa de todo al 11S. Recordemos que tras los atentados la audiencia de series como JAG se redobló y el interés por estos programas apreció incrementarse. Pero parecía de mal gusto criticar a las Fuerzas del Orden así que todas iban siendo variaciones del mismo tema -cuando no entraba a ser parte del mismo, como pasó con Sin Rastro o, sobre todo, CSI: NY– bien por voluntad de la productora, de la cadena, o porque colaborar con la policía paree que les hace las cosas más sencillas.
Las críticas al cuerpo, que muchas veces no eran ni críticas sino amables antagonismos, iban desapareciendo, quedándose en el terreno de historias que no trataban de la resolución de un crimen sino del noir en estado más amplio, series que hablaban de ese tema como las dos destacadas de 2002, The SHIELD y The Wire, que nos sacaban esto entre otros muchos asuntos y que incluso ahora vemos cómo han dado paso a otro tipo de series en los que los agentes de la ley quedan mejor retratados como Justified o la antes mencionada True Detective.
Aunque quizá debamos echarle la culpa al éxito de tres series. La primera es la aparición de CSI en el año 2000 que creó un auténtico éxito casi de inmediato haciendo más importante la labor de la parte científica en el policíaco, propiciando no solo un aumento de tecnocháchara sino, además, que el espectador asumiera como útiles y casi imprescindibles toda una serie de pruebas a las que parecen no poder acceder los privados y los entrometidos. En realidad Holmes, que siempre ha sido el espejo del detective privado independiente que se burlaba de la policía -amablemente,*cof*- ya demostraba la posibilidad de hacer en su casa pruebas de huellas o balística y algunos análisis elementales. Pero, claro, pruebas de ADN ya lo iba a tener más complicado. De modo que ese viraje puso un escalón, el éxito de JAG primero y de su spin-off de 2003 NCIS ayudó a definirlo y acabaría de rematarlo otra joya de 2002: Monk.
Una serie de gran audiencia y múltiples premios que seguía a un investigador privado que según iban pasando los episodios parecía más una extensión del propio departamento de policía hasta el punto de trabajar para ellos en varios casos como asesor o analista. No es que esto fuera realmente una posición nueva -en los noventa, por no irnos más lejos, habíamos tenido a otros asesores como los de Diagnóstico: Asesinato o Profiler– pero sí que sirvió para lanzar esa idea del asesor incrustado jugado de manera más o menos cómica. Antes hemos dado una pequeña lista de las series que siguieron este modelo que llegó, incluso, al inesperable giro de Elementary en la que Holmes se pone a trabajar para la policía de Nueva York. Pero el caso es que son las series de éxito las que muchas veces marcan el camio a las de detrás, sea como simple exploit o porque los productores piensan que es esto lo que el público quiere, que para eso lo están viendo. Y a más de un tipo menos del otro, como siempre.
Podemos, finalmente, presuponer que no es más que una moda dentro de uno de los géneros más populares -si no el que más- de la televisión. En décadas anteriores tuvimos grandes policías junto a grandes detectives privados -solo en los ochenta Remington Steele, Luz de luna, Magnum– y amateurs –Se ha escrito un crimen, Hart to Hart– coexistiendo pacificamente, algo que en los noventa fue cambiando poco a poco y que nos ha acabado llevando hasta aquí, un momento en el que el mayor ejemplo de esos detectives privados que chocaban contra El Sistema es Veronica Mars que lleva cerrada 7 años.
No sé vosotros, pero yo creo que ya va siendo hora de recuperar, también aquí, un poco de espacio para los demás. No la desaparición de los que están, solo algo de variedad. Por favor, señor agente.