Como pasa con los libros, este año el repaso a las novedades va a ser más sencillo gracias a que a los Pilotos Deathmatch que han sido marca de la casa desde ni sé los años se han unido este año PD One Shot para ir llevando al día las anotaciones y que luego se me escapen menos programas.
Es cierto que quizá debería hablar también del resto de series que han ido continuando su camino. Decir, por ejemplo, que la segunda temporada de The Americans es tan lenta y estupenda como la primera, Hannibal ha mejorado adecuadamente, los programas de sketches que no son el SNL van caminando hacia su madurez creativa, o que The Good Wife parece que no tiene límite, que el final de Sons of Anarchy ha sido sangriento aunque mejorable y que series de larga duración como It’s always sunny in Philadelphia o Supernatural han demostrado que aún tienen cosas que contar. Que propuestas pequeñas como Rectify o Please like me siguen manteniendo un nivel alto. O que es una completa lástima que Rick & Morty comenzara en diciembre de 2013 porque la mejora de la serie capítulo a capítulo la ha convertido en una de las grandes atracciones del año.
Pero ya que estamos en esta páginas se sigue la costumbre de dedicarse más a la novedad que al fondo -o, al menos, tratar de manera diferenciada entre ambas posibilidades- vamos a echar un ojo a lo que ha llegado nuevo este año.
Como decía el otro día, las cadenas generalistas estadounidenses están de lo más tacaño en novedades. De manera que poco es lo que tengo apuntado por ahí. How to get away with murder es lo más destacable dentro de las cuatro clásicas y aún con eso y con su estupenda demostración de construcción en paralelo sigue sin igualar a las propuestas más restringidas. No digamos ya los superhéroes en donde la gran avalancha de series ha causado más ruido que nueces. Cierto es que puede ser un asunto de maduración, al fin y al cabo a los de SHIELD les ha ido mejorando la cosa el transcurso de los capítulos, pero poca esperanza es la que me queda teniendo en cuenta lo visto de The Flash (agradable mejora de la base smallvillesca), Gotham (macedonia de empanadas) o Constantine (sus labores) pero como eso pasa en todas partes y lo mismo les da por eso que por el fantástico más acomodaticio (Penny Dreadful/ Salem/ The Strain) pues tampoco vamos a tenérselo en cuenta.
Queda, eso sí, pasar a refugiarse en otros géneros de no ficción. Con mayor o menos fortuna porque los concursos con intención inmersiva no parecen acabar de despegar -que le pregunten a los de The Quest– mientras que los documentales están en plena forma, no hay más que ver The Art of Gothic de la BBC, acompañamiento de toda una serie de artículos, webs y otras hierbas, hipnóticas series de cocina como Sweets Made Simple, el éxito de Cosmos o los Sonic Highways en la HBO o esa mezcla de comedia y travelogue maravillosa que es la segunda temporada y teórica serie independiente The Trip to Italy o su siguiente evolución, el mockumentary, como el que ofrecen en People just do nothing.
Claro que la parodia con pretensión de verismo ha sido otra de las constantes de este año, desde la que va a lo fácil y acaba encontrando su valor en el gran muestrario de cómics presentadas como The hotwives of Orlando a el magnífico especial Dinner with friends with Brett Gelman and friends en el que lo incómodo parece salir directamente del formato, algo que podríamos decir también usaba Review (with Andy Daly), versión americana del programa australiano que lo que perdía en mordiente con el paso de sketches sueltos a una suerte de serialización lo ganaba en humanidad y patetismo.
Hablando de lo cuál, vamos a quitarnos ya esas series que han tenido tanta resonancia crítica pero que a quien esto escribe poco le han interesado, tanto True Detective, que se encuentra ahora en el lado del péndulo de la infamia hasta The Knick de la que lo mejor que puedo nombrar es su música y The Spoils of Babylon que parece empeñada en malgastar su gran reparto en repetir una y otra vez el mismo chiste. Igual que antes que decir algo sobre Silicon Valley prefiero recomendar la más irregular pero, EMHO, mucho mejor – Halt and catch fire. Cuestión de gustos, si lo queréis. Y como este repaso lo hago yo aquí están los míos.
Fuera de eso hemos tenido un poco de todo, reflexiones sobre el alma humana como la menos-graciosa-de-lo-que-debería Mr. Sloane y la fiel-pero-no-tan-buena-como-su-libro Olive Kitteridge. En ambos casos hay buenas actuaciones y un trasfondo general muy prometedor pero dejan la sensación de que podría haber salido más de allí. Algo similar a lo que ocurre conThe Affair historia a dos voces de una relación con misterios de por medio que aún teniendo algo de hipnótica no acaba de despegar. E, incluso, con la serie fantástica Intruders, historia retorcida de ocupantes de cuerpos que siempre parece estar a un paso de mostrar todo su potencial.
Lo que no quita para que sea una de las mejores nuevas series fantásticas del año, quizá porque en realidad no ha habido tanta compentencia, aunque sí haya habido bastante variedad. Tanta como para que no tenga nada que ver esta con el otro par de destacables, los zombies a la z con la Z Nation que ha demostrado que incluso Asylum puede hacer cosas decentes alguna vez -para sorpresa de todos- y el drama-romántico-con-viajes-temporales quizá demasiado lenta en lo que va contando que ha sido Outlander, sorpresas ambas aunque de diferente estilo. En cuanto a las historias sobrenaturales y de fantasmas, este año hemos tenido Remember me que quizá en su parte final perdiera fuerza pero que es todo un ejemplo del camino a seguir para actualizar y mezclar esquemas clásicos en tiempos modernos.
No es el único género con destacados, claro. En la parte del negro, y fuera de lo mencionado en otras partes de este repaso, hemos podido ver una serie australiana que jugaba con distintos personajes como si fueran piezas de algo que no necesariamente era una conspiración en The Code, en USA han tenido la estupenda serie de espionaje The game, de clara construcción inglesa y precisamente los británicos han sabido sacar algo interesante de Niño británico desaparecido fuera de su país con The Missing y, por supuesto, ofrecernos las dos últimas aventuras del siempre estupendo Johnny Worricker (Bill Nighy) que ya nos presentaron en Page Eight , con Turks & Caicos y Salting The Battlefield, para mí la segunda es la mejor de la serie y un telefilme de acción, aventuras y espionaje recomendabilísimo.
Pero si vamos a hablar de tendencias del año lo mejor que podemos hacer es irnos a Internete. Porque el famoso cambio de paradigma de espectador, del espectador pasivo -cuya única opción es moverse entre canales a ver qué le echan- al activo -que elige qué, cuándo, cómo y por cuánto tiempo quiere ver eligiendo de entre lo que se le ofrece- ha favorecido que los servicios saquen sus programas convirtiéndose en algo más cercano a una biblioteca que a una cadena, ya sea en servicios puramente orientados a la emisión de series como ese Amazon Prime que ha dado este año series más tradicionalescomo Mozart in the Jungle o la claramente creada para arrasar en premios Transparent -serie con una premisa que las cadenas tradicionales ya demostraron que preferían no tratar-, o que le dan luz verde a un ejercicio de oscuridad y turbulencia como Hand of Gods del que todo lo que no es el piloto queda para este año nuevo.
O ya sea porque se utilizan las posibilidades de Internet para realizar estrategias de creación y emisión que son cada cual de su forma y estilo. Desde propuestas aún ligadas a un canal como puede ser el spin-off meta de Verónica Mars Play it again, Dick hasta ejercicos que unen la televisión con internet y con la creación menos narrativa y más artística como el programa de Joseph Gordon-Levitt HitRecord on TV o incluso aproximaciones clásicas a lo que suele significar una webserie como la que la productora Pemberley creo usando sus conocimientos y experiencias para la PBS: Frankenstein, MD. Y es que si estos dos últimos años hemos ido teniendo una fase de coqueteo y acercamientos ahora ya empezamos a ver cómo se establecen y expanden las posiblidades. convirtiendo Internet y sus variados recursos en cada vez más alternativa a la televisión entendida de manera clásica, bien por la posibilidad de realizar exploraciones y dirigirse a nichos concretos, bien por la equivalencia como autoedición televisiva que permite a cada cuál ofrecer lo que quiere/puede al mundo con el presupuesto del que dispone situándose en unos márgenes similares a los del fanzinismo o y la divulgación internetera que ya analizaremos con más tranquilidad en alguna columna futura.
La última tendencia general antes de ponernos en otras materias ha sido la de las series con pareja de mujeres protagonistas, recuperando el espíritu de Laverne & Shirley y continuando varias tendencias latentes, algunas que llegan por el éxito de la generación femenina del SNL y sus derivaciones, de modo que la imagen de BFF se impone al Bromance, no estamos ante Somances -sí, lo siento- sino ante ejemplos de amigas que se complementan y apoyan. Si recordáis lo comentado el año pasado sobre Ghost Ghirls el no os sorprenderá que se haya dado luz verde a proyectos de grupos cómicos ya establecidos como Garfunkel & Oates o que actrices más o menos cercanas a la comedia hayan intentado jugar la carta este año ya sea como funesto autoremake en el caso de Playing House, como aproximación a la inglesa en el de Doll & Em o como absoluto descarrilamiento de trenes espantoso en Mystery girls, una de las peores series del año, que tiene mérito porque este año hemos visto algunas series realmente espantosas como como Mixology, Saint George o Warren United. Pero mejor no hablemos de lo malo sino de lo bueno.
Por ejemplo, la mejor serie dentro de esta tendencia -y por bastante- es Broad City, que logra recrear un mundo femenino en lo que habitualmente había sido el territorio del humor masculino: Las clases trabajadoras, los tirados y las relaciones desastrosas y esporádicas. Como si de un acercamiento casi punk se tratara, canalizando más el humor de destrucción que podría tener clásicos ingleses de Mayall Bottom o The Young Ones, en la que el odio de clase se hubiera sustituido por la apatía. No estamos ante una comedia clásica de confrontación de personajes por sus arquetipos ni -y esto es importante- en una centrada en personajes que se ven como algo que tienen que cambiar para ser felices. Quieren ser felices pero en sus propios términos. Lo arriesgado de la ruptura con lo convencional puede alejar de la serie a algunos espectadores, sospecho. Pero los que entren en ella encontrarán una de las series del año que termina.
Lo que me lleva a retomar el género negro, que ha dado también alguna de las mejores series de este año. Por ejemplo la conspiranóica, compleja y violenta The honourable woman que cuenta no solo con un enorme trabajo actoral de su protagonista, Maggie Gyllenhaal -sin desmerecer a secundarios tan brillantes como Stephen Rea- sino, sobre todo, con un gran guión de Hugo Blick que va puliendo sus problemas habituales. o, al menos, reconduciéndolos de manera satisfactoria. Una miniserie estupenda e internacionalista.
Que contrasta por eso mismo con las dos aproximaciones ficcionales a los universos cercanos, a la crónica negra de pueblo que concentra el mal, independientemente del país o el continente. En un lado tenemos a Fargo, una serie a la que lo que más le pesa es el nombre y que está repleta de grandes interpretaciones de protagonistas y secundarios, además de una atmósfera estupendamente construida, algo que podríamos aplicar también a la inglesa Happy Valley, una de las sorpresas del año porque aquí sí que Sally Wainwright nunca había tenido la exposición como guionista y creadora que aquí ha logrado -y eso que ya ganó un BAFTA- y el reparto estaba lleno de grandes profesionales pero, de igual manera, de un perfil más bajo que el de las dos series antes mencionadas. Cierto que es Wainwright ya trabajó con la protagonista, Sarah Lancashire, en su anterior proyecto, el irregular Last Tango in Halifax pero no es hasta aquí que logra una composición tan explosiva como la de Allison Tolman en la serie estadounidense, de manera que solo Steve Pemberton -tan ubicuo este año como su compinche Reece Shearsmith– parecía servir de reclamo. Esperemos que no fuera motivo para que se le pasara a la gente porque no solo es un ejemplo de British Noir estupendo sino, sobre todo, una gran serie.
Pero si a algo podemos llamar un clásico instantáneo este año es a Over the garden wall, demostración del estupendo momento de la animación en esa lucha entre echar más de lo mismo e ir empujando los bordes de los formatos. Aunque con aires de cuento infantil no parece un cuento para niños, o al menos no uno clásico sino más bien de los originales cuando aún eran tradición oral. oscura, variada, lleno de guiños que no hace falta coger para disfrutarla y de un encanto inesperado que permite fijarla como atemporal dentro de ese juego interior que permite verla también como una película de dos horas. Con un claro principio y final que, además, juega con sus propios bordes, no solo es una de las mejores series del año sino una de las que sin duda más se verá repetir.
Por último, y ya fuera de lo que podemos considerar la ficción televisiva narrativa, dentro de esa forma de ficción que son las comedias o las noticias, en un año de tremendos cambios con la llegada de Meyers, el establecimiento de Fallon, el anuncio de retirada de Letterman y dos de las despedidas más tristes que uno pudiera pensar al inicio del año, la de los programas de Stephen Colbert y Craig Ferguson, aún ha habido tiempo para que otra persona diera la sorpresa. Me refiero, claro, a John Oliver que con su Last Week Tonigh ha revolucionado la manera de hacer informativos satíricos permitiéndose piezas más largas con una clara intención viral. Lo que no estaba tan claro es que eso pudiera funcionar en la época de la brevedad internetera, pero resulta que sí. Y su triunfo ha servido, además, para marcar otra clara tendencia, la ascensión de los alumnos del Daily Show de Stewart frente al declinar de los del SNL de Michaels. Jugando con esa distancia que le permitía un único programa semanal y tratando de hacer fuerte uno de sus puntos débiles, como que ya estuvieran tocados todos los temas importantes, Oliver se aprovecha de la inexistencia de anunciantes en su cadena, la HBO, para repartir a lugares a los que no se suele tocar. Lamentablemente esa misma huida del lugar común hace que cuando el lugar común es el centro de la actualidad, como el machismo, el control de armas, las relaciones entre Israel y Palestina o el racismo, no se le ataque. Eso parece preferir dejarlo para el resto de programas y es una auténtica lástima porque precisamente ahí es donde podría demostrar valentía y su ausencia hace dudar de si es la huida del lugar común o la pretensión de parecer rompedor sin querer enfangarse en cosas que realmente hay espectadores que tienen interiorizado. No me malinterpretéis, es uno de los grandes programas del año. Pero podría haber sido mejor.
Precisamente por eso, y tras todo esto es el repaso llegamos a los que, siempre en opinión de quien esto escribe, han logrado dar ese paso más. Así que ya está bien de dar vueltas y hablar de unos y otros y vamos a por aquello a por lo que venís. Digamos ya aquello de: Los ganadores de los Sark de Oro 2014 son…