La conquista de Lo Real

La diferencia entre un producto de ficción y uno guionizado parece más difusa de lo que el público está dispuesto a admitir teniendo en cuenta que, en realidad, todo está guionizado. Quizá UnREAL -que hoy emite su primer episodio ‘nuevo’ tras colgar los cuatro primeros en la red- sirva para que se entienda mejor esta diferencia, gracias a mostrarnos una versión ficcionalizada del comportamiento interno de un concurso-reality.

Además de sus múltiples virtudes dramáticas se nos muestra la trastienda de un programa estilo The Bachelor -en el que trabajó una de las creadoras- y se explica de manera exagerada cómo se preparan las declaraciones, encontronazos y sucesos que irán moviendo el programa. Cómo al margen de las personas que participan hay un equipo de productores/guionistas que lo mismo deciden en qué roles van a entrar los participantes que editan lo que sea necesario para manipular lo sucedido realmente o fuerzan las situaciones para que la trama avance como a ellos les interesa. Como decía, es un ejemplo extremo porque no deja de ser ficción por muy basada en la realidad que esté, la propia Sarah Gertrude Shapiro ha tratado de separar la ficción de la realidad. Nada de reparto de dinero por lograr objetivos, ninguna manipulación tan extrema como las de la serie y -claro- un mayor respeto por las leyes. De modo que dejemos de lado los tropos que expone la serie y  vayamos a esa otra parte en la que las opiniones son si no historias de la televisión. Porque la forma de guiar muchas veces puede parecer una ficción excepto por una cosa: en ficción hay algo concreto que lograr y ensayos para llegar hasta allí. En los realities la idea es sacar provecho de situaciones reales, lograr esa frescura de la realidad a partir de ambientes que, eso sí, están perfectamente preparados para producir algún tipo de reacción: alcohol, poco que hacer, pruebas que aumenten la competición y el drama, todo preparado para que salten espontáneamente las chispas y así aprovecharlo en las ediciones creativas.

Todo está guionizado pero no todo es ficción. La explicación de este aparentemente contrasentido viene de la idea mismo de la labor de un guionista o un redactor. Los programas necesitan tener al menos una escaleta, las informaciones tener una forma, los juegos y concursos haber sido pensados, los debates tener unos temas y, prácticamente todos ellos, incluir piezas pre-grabadas. El uso de recursos necesarios como los falsos directos tanto para presentar al público como dentro de programas en teórico directo como informativos facilitan esa transición entre lo que no es como se nos dice y lo que nunca tuvo previsto serlo. Pero, del mismo modo en que la ficción ha influido en nuestra percepción de la realidad convenciéndonos de que cosas que vemos -ordenadores mágicos, procedimientos milagrosos, recursos ilimitados- existen en el mundo real por mucho que algo nos diga dentro que es difícil que rapten a tantas rubias como para llenar la programación de Lifetime, también está influyendo en nuestra idea de que lo que se nos presenta como realidad en realidad está ensayado. Y no hace falta.

Si el formato es suficientemente claro es la propia narrativa preparada la que va moviendo los hilos, a partir de ahí solo hay que seleccionar entre el material grabado y crear una historia. Que puede parecer sencillo pero estamos hablando de ingentes horas de material del que luego solo se utilizarán trocitos. Algo así como tener que convertir la huerta murciana en ensaladilla para un único plato. De postre.

Pero precisamente es en la edición donde más claro está el asunto. Sí, se puede suponer que determinadas historias se crean artificialmente con alguna finalidad (reunir a protagonistas del reality, por ejemplo) del mismo modo que determinadas pruebas parecen ir a favor de unos concursantes y en contra de otros o, directamente, buscar una reacción concreta. Cuando parece salir de la nada, sin embargo, es más efectiva. Pero para eso hay que recurrir a elementos externos, o ser muy sutil con los recursos emocionales utilizados y la la forma de favorecer a unos sobre otros. Siempre teniendo en cuenta que si te pillan vulnerando las reglas la has cagado, que hay que mostrar una cohesión interna clara para evitar acusaciones de favoritismos y que, por supuesto, lo más importante en los concursos con componentes de reality es la confianza en el criterio de los jueces. En el momento en que está claro que toman decisiones para favorecer el drama, el espectáculo o la trama se acabó la posibilidad de considerarlo como una competición.

El problema está, por tanto, en que el movimiento impuesto, ese tutelaje que la narración recibe con el refuerzo de un montaje cuya finalidad es conmover pero también enganchar a los espectadores e ir preparándoles para intensificar el efecto. El problema es que todo esto acaba siendo una suerte de vía preparada que hace que -como puede ocurrir con la ficción- se vea venir el motivo por el que se les da la esos toques, creando la sensación de que más allá del tutelaje estamos viendo un producto de ficción más, encaminado a unos resultados y cuyos giros inesperados acaban resultando igual de poco creíbles y preparados.

Ese es, en realidad, el principal riesgo que debe asumir e intentar sortear cualquier programa que pretenda funcionar en todos los programas de No Ficción: Mantener la credibilidad, mostrar la sorpresa, ofrecer algo más que un camino a recorrer con un desenlace previsto. Y cuando digo todos quiero decir TODOS: Realities, concursos, deportivos, debates o noticieros. Que no se nos olvide lo mucho que abarca.


Deja una respuesta