A favor de Country Queen (O) (KE) podemos decir que es una serie dramática creada Kenia y con la intención de mostrar su compleja realidad. Creada tras un acuerdo entre el gobierno del país y Netflix, que ya veremos lo que significa teniendo en cuenta el veto gubernamental a productos audiovisuales queer,  el intento es loable incluyendo un doble escenario en campo y ciudad y una clara decisión de poner a las mujeres en el centro. Especialmente a mujeres exitosas. Lamentablemente el resultado es una historia telenovelesca con demasiadas cosas y demasiado contenido, casi más cerca de un bestseller de los setenta que de un despendole actual, o un drama más medido o, en general, algo que no te hiciera querer abandonar la historia ya en el piloto. No digo ya la posibilidad de querer más allá de ese primer capítulo. Pues bueno, Paso  a paso, supongo.

En la categoría po’ fueno, po’ fale, po’ m’alegro tenemos Everything’s Trash (USA), una nueva comedia en Freeform que va de una joven afroamericana. No es especialmente divertida, ni moderna, ni básicamente nada. Pero supongo que su misma existencia demuestra que algo va evolucionando.

Prácticamente al principio de Farzar (USA) uno de los personajes de la nueva serie de Animación Adolescente, perdón, Adulta de Netflix pregunta abiertamente si va a ser más Futurama o más Rick & Morty. Esto podría entenderse como un homenaje a los referentes y un guiño rompiendo la cuarta pared. En realidad es puro deseo aspiracional porque a lo que más cerca está es a una versión de Apollo Gauntlet hecha por la gente de Padre de Familia. No llega ni a Disenchantment. Eso sí, si tienes a un adolescente que se quiera sentir todo mayor y edgy pues… no creo que sea su serie tanto como que va a ser lo que vea. En fin.

A lo que más se parece Flowers in the Attic: The Origin (USA) es a las adaptaciones a telefilme de Flores en el ático. Aquí en realidad tenemos Garden of Shadows, la precuela de la saga, pero en miniserie. Por supuesto la cosa funciona como funciona, que además es la novela que se supone que estaba trabajando la autora cuando murió. Y uno no sabe hasta qué punto la escribió ella. Por lo demás, lo de siempre: Más banderas rojas que en 1917. Un personaje secundario de una de las anteriores que ahora pasa a ser principal y un ambiente más allá de lo malsano. Una juerga. Pero bueno, esto, como siempre, es para los fanses. Total, quien hace incesto, hace ciento.

Creo que este Hurts Like Hell (O) (TA) en el que Netflix mezcla una historia basada en hechos reales con una especie de documental sobre las apuestas y el muay thai en Tailandia en realidad quería ser un documental pero entonces no hubieran puesto la pasta. Solo eso me parece que puede explicar la poco sutil mezcla de ambos aspectos o lo muy falsa que parece toda la presentación. Desde luego la parte de las luchas no aparenta importar demasiado, y casi mejor, porque hay ratos en los que parece que tener a prácticamente menores zurrándose, como si fueran youtubers, es lo que les parece más normal de todo. Hay cosas interesantes en esta serie, sin duda, que cada cuál valore si le interesan lo suficiente como para rebuscar entre el resto de elementos de esta ensaladilla de Organización Criminal.

Es una alegría ver propuestas como la de Mom, Don’t Do That! (O) (TW), no tanto en su trama -una madre y sus dos hijas compiten entre ellas para ver quién es la que primero consigue novio- como en la forma de contarlo, tanto por el tono ligero que consiguen darle incluso en los momentos más dramáticos -que los hay- como por el tono tan propio de las series asiáticas, con un surrealismo y una mezcla de recursos que les permite hacer todo tipo de juegos visuales con aplomo, como si fuera lo más normal tanto ridículo. Es una farsa, sí, pero una farsa jovial.

Nunca he sido un fan de Nathan Fielder y visto The Rehearsal (USA) no voy a empezar a serlo ahora. La premisa puede parecer mínimamente interesante para esa ‘comedia de la incomodidad’ que se limita a llevar conceptos de cámara oculta a un momento de nuestras vidas en las que la cámara no tiene ni que ocultarse. La decisión de que todo puede ser ‘ensayado’ para prevenir lo que puede suceder y cómo puede suceder, la muestra de la falsedad mezclada, la manera en la que se decide ejecutar esto… podría parecer interesante. Porque no se ha hecho mucho, aunque haya abundantes ejemplos que sospecho que van a decir más sobre los conceptos e intereses en esa especie de metanarración con intencionalidad de ser real. El problema principal es que, como de costumbre, se cree demasiado inteligente. Y eso juega en su contra. Juega en su contra porque los giros que prepara parecen tan falsos y manufacturados como el resto del programa, porque tiene la necesidad de hacer que la figura del propio Nathan sea la de un artístico manipulador con oscuras ideas a costa de, precisamente, que veamos lo falso de las manipulaciones, pero sobre todo porque deja claro cómo de manufacturado está todo. Y si todo se manufactura está claro que todo lo que hemos visto, incluso las reacciones en apariencia espontáneas, son igual de plásticas. Podría haber sido un ejercicio de reflexión sobre la falta de realidad en la tele-realidad, pero han elegido construir un monumental festival a mayor gloria del propio Nathan para que pensemos que es muy inteligente y que su comicidad es ligera pero profunda. Pero se le ve el truco. Aunque quizá esta temporada solo sea de prueba.

No sé lo que esperaba de Remarriage & Desires (O) (SC) pero desde luego lo que me he encontrado no me ha hecho gracia precisamente. Muchos elementos telenovelescos pero tratados como en un melodrama, un exceso de exposición incluso para un piloto, una trama que está siendo telegrafiada y subrayada y un fondo ideológico que quizá sea propio de Corea del Sur, pero que está tratado de manera completamente fuera de crítica. Mujeres por todo la trama pero o son malas, o son abnegadas pero meticonas, o son directamente floreros. Cualquier crítica a estas situaciones o a que las mujeres puedan vivir en soltería está desaparecida en combate – frente a, por ejemplo, conversaciones que sí que tienen lugar en la taiwanesa Mom, don’t do that! estrenada esta misma semana en este mismo servicio de streaming– y lo poco que vemos de la vida de los ricos y famosos no solo es para blanquearles, también parece barato y poco creíble, como en un anuncio de perfume. No sé lo que podría haber sido esta serie, pero sí que sé que es poco recomendable.

Pues aquí estamos con más Resident Evil (USA) en Netflix. Está vez no es nefasta como las series animadas. Y parece haber tomado la decisión de seguir con el universo de las películas, a saber por qué, pero su gran problema es que no deja de ser un producto de franquicia. Con lo cual los intentos para sacar algo un poco más distinto o que no nos sepamos ya todas las historias de zombies/infectados/lo que sea o de crear algo de intriga… bueno… son intentos. Es verdad que se le nota cariño con los recursos disponibles, pero al final no puede apartarse de lo que es y lo que tiene que dar. Así que podría haber sido mucho peor, pero también mucho mejor. Digamos que está en el lado alto de la horquilla de lo que es para fanes.

He tenido que mirar si era una serie nueva, ese es el nivel de SkyMed (CA). Que yo entiendo que todos vamos a pensar de inmediato en Los Doctores Voladores que tanto éxito tuvo entre mediados de los ochenta y los noventa. Pero es que el año pasado los australianos la recuperaron con el nombre de su última encarnación, RFDS. Así que ahora veo esto y pienso, ¿pero esta es la australiana? Pues no, es canadiense. Alguien ha pensado que hacer su propia versión de lo mismo era mejor idea. Y puede que lo fuese… si hubiera pasado un año desde la anterior. O si no fuera tan genérico de drama médico. Pero vaya, que aquí estamos.