Finalización anual pilotosa recapitulina

Es día 31 así que aún no puedo escoger la mejor serie nueva del año, ni hacer el resumen de los pilotos. Eso lo dejamos para la semana próxima, por supuesto. Esta semana lo suyo es concluir con lo empezado. Así que vamos a terminar de revisar las nuevas series del año, algo que ya hice en Enero-Febrero , Marzo-Abril , Mayo-Junio , Julio-Agosto , Septiembre , Octubre-Noviembre y que se verá concluido ahora en Diciembre .

Solo porque sea el último mes del año no significa que no puedan salir series interesantes. Es poco probable pero no imposible y creo que el ejemplo del año pasado con Black Mirror debería haberlo dejado claro.

Este año —¡SPOILERS!— no ha habido ninguna tan magnífica pero sí un par de cosas interesantes. De manera que en lugar de hablar de las tradiciones españolas del 31, como la emisión de las uvas —y quién debería darla en cada canal, nunca entenderé que Canal Cocina no se monte su propia retransmisión — y la versión falsaria de enlatados que se presenta como cotillón en los distintos canales, vamos a dejarlo para otro año y pasar a…

¡Que comience la lucha!

1600 Penn
¿Os acordáis de El ala oeste de la Casa Blanca ? Olvidadlo. ¿Y el trabajo de Josh Gad en Book of Mormon ? Olvidadlo también. ¿O la trayectoria de Jenna Elfman? ¿Y de Bill Pullman? Bueno, eso podéis recordarlo, total, tampoco van a mejorar las cosa. Ni a empeorarlar. ¿Queréis un referente para esta… cosa? Cory en la Casa Blanca, esa serie del Disney Channel, es lo más cercano. Y quizá si fuera una serie del Disney Channel… no, quizá el Nick… Ahm… Si TNT sacara un canal juvenil… sí. Claro que si fuera más ofensiva —Pero… ¿se puede ser más ofensivo con toda sudamérica de una sola vez?— a lo mejor SPIKE podría comprarla, al fin y al cabo es una serie de la Era Obama que parece protagonizada por una mezcla de las dos administraciones Bush. Se supone que debería decir que esto puede remontar por el talento de la gente incluida. Y es verdad. Podría mejorar. Y si eso ocurre —que lo dudo— espero que los que aguanten nos lo digan.

Dog with a blog
Esta la olvidé en mi anterior repaso de pilotos. * COF *. En fin. Una familia que, como todas, tiene sus discusiones pero por suerte tienen un perro que habla y sube a internet un blog sobre su vida con ellos con lo que les hace recapacitar y… Mirad, mi teoría es que alguien ha perdido una apuesta y han tenido que hacer esta serie. Tal y como están las cosas lo mismo es un éxito —¡Un perro que habla, ¡Y TIENE UN BLOG!— así que me reservaré una opinión más articulada sobre esta tontada por si en cinco años el perro se convierte en el nuevo artista Disney que marca estilo , aparece desnudo en los tabloides y se queda embarazado antes de cumplir… ¿Cuánto años de perro son 18 en humanos? ¡Da igual!

Doors Open
Los ingleses hacen cosas muy raras en su festividad del Boxing Day, por ejemplo emitir telefilmes. Como este, que adapta la novela de Ian Rankin del mismo título (Puertas abiertas, RBA, 2008) fuera de sus personajes recurrentes —No es un Rebus, vaya— ofreciéndonos una variación del clásico El robo perfecto con un puñado de personas que, por diferentes motivos que en pocos casos son económicos, deciden asaltar un museo. Una historia agradable en la que interviene prominentemente Stephen Fry, ¿qué más necesitamos?

The Fear
Miniserie inglesa a mayor gloria de Peter Mullan, señor de los bajos fondos reconvertido en emprendedor de aparente éxito que ve saltar por los aires su vida por la llegada de unos competidores albanos, las fricciones internas en su organización y su familia —que son casi lo mismo— y, sobre todo, sus crecientes problemas mentales. Cierto es que gran parte de esto se podría encontrar también en el Boss de Kelsey Grammer pero lo que allí era un estudio del poder y al redención aquí es un estudio de la persona a través de su mente. Así que aún estando lejos de ser un clásico si es otro ejemplo de solidez británica.

Loving Miss Hatto
La actriz Victoria Wood es una de esas cómicas poco conocidas fuera de Reino Unido, a saber por qué motivos dado que muestras de versatilidad ha dado de sobra… por ejemplo, escribiendo esta miniserie sobre los hechos reales alrededor de una de esas extrañas historias reales: El fraude que envolvió a la pianista Joyce Hatto debido fundamentalmente a su marido, William Barrington-Coupe, que enturbió la reputación de una pianista que ya había demostrado su valía en conciertos… hasta que dejó de hacerlo. A partir de ahí sólo grababa discos, que su marido editaba, aunque hasta la muerte de la pianista nadie se atrevió a denunciar que parte de lo que se oía en esos discos no era suyo. En esta miniserie se repasa la historia de la pareja, desde la primera vez que se encontraron al progresivo éxito de ella hasta terminar con la estafa que acabó pasando su nombre de la lista de los famosos a los infames. Todo ello con cierta gracia y talento aunque queda bien claro que es más por la propia peripecia que por la simplemente agradable participación de actores o guión.

The Making Of A Lady
Los que me lean escribir sobre libros sabrán que este año he estado dándole bastante cancha a a una novela semidesconocida de Frances Hodgson Burnett, la autora detrás de El pequeño Lord, La princesita o El jardín secreto que se apartaba del estilo infantil para adentrarse con La formación de una marquesa (Alba, 2012) en una extraña mezcla, entre la novela romántica y el gótico inglés, en una suerte de antecedente de Rebecca con una pobre chica que encuentra la oferta de su vida en un matrimonio tan inesperado como conveniente que, sin embargo, la pone en el punto de mira de unos parientes con intenciones más que dudosas haciendo que nuestra heroina tenga no sólo que reflexionar sobre el valor y la necesidad del amor sino, además, no ser una mosquita muerta y empezar a devolver golpes en un estilo que podría llegar a parecer una versión a medio camino entre la parodia y la pura maldad disfrutable de las historias de Jane Austen, lo que lo convertiría también en un antecedente de Hunderby, por otro lado. En cualquier caso, esta es la adaptación que la ITV ha decidido ofrecernos estas navidades. Tan fiel y aceptable como, me temo, carente de las ganas de ir más allá y esa disfrutable fiereza del original. Una lástima porque, no estando mal, siempre quedará la vida de lo que habría podido lograr la propia Julia Davis o Sharon Horgan con tan magnífico material de partida.

A Moody Christmas
Los australianos lo están intentando realmente en serio este año, por eso es bueno ver que series como esta les permiten ir avanzando, y eso que la premisa no prometía nada especial: Dan Moody es un australiano que vuelve a casa por navidad desde Londres para celebrar las fiestas con su familia. Su familia está, ¿hace falta decirlo?, tan desectructurada como la de cualquiera, en el límite entre lo abiertamente cómico y lo plausible… Pero hay una novedad más. En cada uno de los 6 capítulos estaremos en las navidades de un año diferente. Saltándonos todo lo que ha ocurrido desde que Dan sale de Londres hasta que termina su terror navideño anual permitiendo así evolucionar con rapidez a los personajes e incluir la evolución no sólo familiar sino también social en el juego. Gracias a todo lo cual les ha quedado una serie sorprendentemente buena, incluso aunque la emitieran en mitad de agosto.

Mr. Stink
Si yo les digo que existen unos libros infantiles / juveniles centrados en la figura de un vagabundo llamado Señor Pringoso quizá no me crea nadie aunque en España lo publicara S.M. en 2008. así que hablarles de este extraño telefilm inglés basado en los libros les sonará incluso más marciano, y, la verdad, tampoco estarán del todo desencaminados. Hugh Bonneville hace lo que puede con el personaje central pero ni parece haber muchas más ganas ni la historia parece tener mucho más que ofrecer. Quizá cuando le toque al Sr. Mojón

Panto!
La pantomima española y la inglesa tienen sus puntos en común pero también sus diferencias. Cuando se habla de la inglesa a lo que uno se refiere es a una serie de piezas mínimas que suelen incluir actuaciones musicales y bailes dirigidas a un público infantil y que suelen tratar bien cuentos folklóricos o… navideños. Precisamente por eso se hizo este telefilm, a medio camino entre En lo más crudo del crudo invierno y ¡Qué ruina de función!. Y si no llega al nivel de sus ilustras precedentes es porque estamos hablando de dos piezas magníficas no porque el resultado de esta pieza no sea también brillante y divertido.

The Poison Tree
Otro thriller adaptado, esta vez de la autora Erin Kelly, y otra vez que podría decir que es una obra razonablemente interesante, proponiendo en esta ocasión una historia de suspense psicológico sobre una familia con un secreto en el pasado y alguien, quizá tan culpable como ellos, al acecho. Y ya. Buen forraje, pero tampoco especialmente memorable.

Problems
Si algo ha quedado claro estos últimos meses de 2012 —o, si son de los que dividen los años por temporadas escolares, el inicio de la 2012/13— es que los australianos van a por todas. O, al menos, que van a la búsqueda de una equiparación con las producciones británicas. De modo que aquí tenemos una obra sobre los problemas en los suburbios, la gente y las situaciones que allí pueden encontrarse repletos de esos problemas del hombre blanco —Por ejemplo en el piloto es un cambio en la receta del preparado para tacos.— que decide incorporar una mayor variedad trufando el capítulo de pequeños sketches de personajes que se suponen recurrentes y de disgresiones en el camino en forma de salidas laterales a distintos momentos de la trama. No siempre le sale bien y demasiadas veces carga en exceso las tintas pero cuando Sam Simmons consigue que le salga hace creer que esto puede acabar funcionando.

Redfern now
Australianos, decía, que tratan de mejorar las cosas. En esta serie dramática con enlaces a la población indígena australiana se habla no sólo de su situación actual, también de cómo funcionan como comunidad, permitiendo entrelazar toda una dinámica en un barrio. Interesante cuanto menos.

Restless
Obra de época con espionaje y buenas actuaciones, adaptación de una obra de William Boyd, agradable, curiosa… francamente intercambiable. Es curioso como el gusto por el drama negro de los ingleses les lleva a hacer miniseries consecutivas como alternativa a las menos variables series policiacas estadounidenses. Una vez más.

Ripper street
Admitamos que una serie de época victoriana y componente criminal llamada Ripper street no parece precisamente el colmo de la originalidad, y que los intentos de arreglarlo poniendo la acción meses después del cese de actividades de Jack sólo sirve para prolongar la duda de si se trata de una suerte de continuación o de otro exploit… En cualquier caso, esta serie, la última del año, cuenta con el característico buen hacer de la ambientacióny producción de la BBC y con algunos actores interesantes así que pese a partir de un planteamiento tan burdo habrá que concederle un par de capítulos.

The Town
Un hombre regresa a su ciudad natal, detrás hay una telaraña de historias en su familia o externas, personajes variados y mucho blablabla para algo que parece buscar el espíritu de las series corales. Pero no les sale, pobres.

Transporter: The Series
Serie coproducida de origen francés y financiación también alemana, canadienses o estadounidense que llega por canales ingleses —qué le vamos a hacer— y que convierte en la versión de la película con el estilo europeo de la acción que podemos ver en la también de la RTL Alerta Cobra. Que vengáis preparados, vaya.

A Young Doctors Notebook
Jon Hamm y Daniel Radcliffe interpretan al mismo personaje en distintos momentos. Son grandes actores ambos, aunque creer que son la misma persona es más complicado, de modo que uno esperaría algo importante detrás. De modo que no debería sorprendernos saber que adaptan los recuerdos del enormísimo Mikhail Bulgakov que siguen, diría yo, Las extraordinarias aventuras de un médico y está, por tanto, están cargados de potencial. Lamentablemente no siendo en absoluto una serie desdeñable queda más como un divertimento brillante elevado gracias a sus actores y su punto de partida que como un todo hecho serie. A ver si para la próxima vez se les da mejor.

Ya está. Con esto hemos terminado el repaso a las series nuevas del año y, por tanto, podemos hacer un par de números. No un repaso a las series, que eso tocará la semana que viene, ni al estado general del año, que eso ya veremos… antes o después, simplemente un repaso a los números de ese año: 223 pilotos de series, miniseries o tvmovies a lo largo de 365 días. Repasando los PD enlazados arriba vemos que se han distribuido en 47+32+35+35+30 (1 mes) +27+17 (1 mes) y, por países, 112 estadounidenses, 80 británicas, 16 australianas, 11 canadienses y 4 de otros. A su vez la división dice que los 112 USA fueron 23 + 17 + 25 + 12 + 21 + 12 + 2, los 80 UK 14 + 10 + 6 + 18 + 9 +12 + 11, los 16 australianos 5 +2 +1+3+0+2+3 y los 11 canadieneses 5 + 1 + 2 + 2 + 0 +1 + 0. En cuanto al contenido del mismo y la elección de Mejor Serie Nueva de 2012, me temo que aún tendréis que esperar una semana.

Aunque siempre podéis ir echando un ojo a estos Pilotos Deathmatch para decidir cuáles fueron las vuestras.


Finalizantes encarnaciones teleinformativas ficcionales

Una vez terminado el repaso a la información en televisión con las desalentadoras conclusiones de las últimas semanas vamos a cerrar el tema y el año con una revisión de cómo ha visto la ficción la labor periodística y, más especialmente, la de sus propios informativo. Al fin y al cabo fue el anuncio de la creación de The Newsroom lo que me decidió a comenzar este repaso.

El tema del periodismo ha servido fundamentalmente a dos propósitos, primero para presentar series de acción y aventuras protagonizadas por periodistas entendidos como modernos héroes que luchan por la Verdad y quizá también la Libertad e incluso puede que la Justicia; en segundo lugar para una revisión desmitificadora a través de sitcoms laborales que demuestran cómo funcionan en realidad sus entresijos, a partir de ahí empezaron a llegar series dramáticas —generalmente con toques de comedia— que se centraban en un oficio tan interesante procurando ofrecer una perspectiva global del negocio, incluyendo la lucha entre ese teórico instinto periodístico y la realidad del control de los medios por sus empresas. Pero vamos a ir viéndolo de manera más organizada… Porque incluso así podemos ir constatando cómo cambió la visión del periodista.

En un principio era un defensor, como decía, que muchas veces servía en realidad como excusa para meterle en multitud de líos y mostrar paisajes o ambientaciones exóticas como ya habían hecho en Tintín. De hecho, la primera serie protagonizada por un periodista curioso que destapa líos e intrigas es, ademas, la serie con el título oficial más largo de la historia de la televisión, y eso es mucho decir para algo estrenado en 1951: Your Kaiser Dealer Presents Kaiser-Frazer “Adventures in Mystery” Starring Betty Furness in “Byline” o como fue comúnmente conocida Byline. En ella Betty Furness interpretaba a una reportera inquieta, y si hubiera quedado algún registro más podría seguir pero entre su primer paso por la ABC y un segundo por la DuMont como News Gal no impidieron que en poco tiempo no quedara demasiado registro de la misma.

En cualquier caso las series de periodistas inquietos pronto empezaron a salir, ya fuera en formatos más cercanos al periodismo de acción como The Roaring 20s (1960-62) o el segmento de periodistas de The Name of the Game (1968-71) o en su versión de aventuras por el mundo como en Man of the World (1962-63) y más increíblemente aún en Shirley’s World (1972), una producción a medias entre la americana ABC la británica ITV en el que Shirley MacLaine —sí, claro, esa actriz. ¿De verdad os habíais creído lo de que tener a actores de Hollywood haciendo televisión era una novedad ahora que el medio está refrendado culturalmente? Ingenuos— ejercía de teórica reportera gráfica pero en realidad de reportera polvorillas que lo mismo entrevistaba que hacía fotos y, sobre todo, se inmiscuía en la vida de la gente sobre la que debería de informar, todo ello con un tono a mitad entre la comedia y el drama con ocasionales momentos de acción, un poco de todo que, sin embargo, no llegó a durar más de una temporada.

No sólo eso, en los años ’70 también se vivió el acercamiento como productor de intriga realista por parte del siempre admirable Jack Webb que impulsó Mobile One (1975), también por sólo una temporada, igual destino sufrió el planteamiento de misterio propuesto por Kingston: Confidential (1977) en el que Raymond Burr interpretaba a un magnate de la prensa que trataba de ayudar a los desfavorecidos y resolver crímenes gracias a sus contactos y periodistas. Algo que, sin embargo, costó creer al público (Una lástima, por que Jesús de Polanco o Pedro J hubieran dado para una magnífica versión española) y tampoco tuvo mucha más suerte uno de los ahora clásicos de culto, la serie que unía el periodismo con los sucesos misteriosos antecediendo a Cazadores de sombras (Shadow chasers, 1985) en la idea del reportero de lo paranormal y mostrando el camino para múltiples series más, y muy en especial para Expediente X (1993-2002), que aprenderían mucho de lo que significó Kolchak: The Night Stalker (1974-75).

Bien es cierto que si alguien suele llevarse la gloria por esto es Richard Matheson que adaptó la muy pulp novela de Jeffery Grant Rice hasta convertir la historia de un periodista que investiga en unos asesinatos en serie para acabar descubriendo que el culpable es un vampiro en un magnífico telefilm, tanto que decidieron darle otro telefilme, Kolchak: The Night Strangler (1975), esta vez basado en una historia original de Matheson y con un mad doctor de por medio. Estaba en preparación un tercer telefilm coescrito por Matheson y William F. Nolan con una trama extraterrestre de por medio. Lamentablemente fue elegida para serie quitándose de en medio al equipo, sólo los actores permanecieron, de manera que la calidad fue menor y la serie solo duró una temporada. Pero la semilla del periodista de lo paranormal estaba puesta.

El final de los años setenta marca también el final del periodista como figura de acción, en adelante podrá ser la profesión del protagonista pero rara vez se le verá ejerciendo su trabajo —aunque, bien pensado, eso ya pasaba también en Tintin — como pasaba en Journeyman (2007), o bien su trabajo será acompañar a los chicos duros como en Night Heat (1985-89) o se tratará simplemente del catalizador de la acción como en Edición anterior (Early edition, 1996-2000) aunque aún tendríamos una historia más, especial y magnífica, otra serie de culto, que redefinió muchos conceptos televisivos sobre periodismo y podría casi considerarse la primera serie cyberpunk, hablo —muy obviamente— de Max Headroom (1987-88)

En 1984 Max Headroom apareció por primera vez en la televisión, el primer televisor por computadora, en parte sátira del clásico presentador prepotente, en parte inteligente, rebelde y autoconsciente de lo que la misma televisión significaba. Con un estilo único gracias en parte a su creador, Peter Wagg, y la técnica, fue un éxito inmediato exportado a varias publicidades y, por supuesto, una versión para televisión. Todo ello desde Reino Unido aunque con un ojo puesto en los USA, lo que se justificó incluso con el telefilm para Channel 4:

Max Headroom: 20 Minutes into the Future que urdía todo un transfondo con un futuro en que las grandes empresas de comunicación están por encima de los gobiernos, marcando su propia agenda al resto del mundo y coartando a sus periodistas, reducidos a marionetas que hablen de temas que no molesten o que les ayuden. Uno de los pocos periodistas de raza que quedan, Edison Carter —Interpretado por Matt Frewer— descubre que su jefe está creando con el genio tecnológico de la cadena una suerte de noticias comprimidas que pueden ser mortales para los espectadoras, antes de que pueda denunciarlo sufre un accidente con un golpe en la cabeza. El experto informático duplica su mente online poco antes de ser robado por Blank Reg el dueño de la emisora pirata de actitud abiertamente punk, mientras que su parte física resulta estar menos muerto y vacía de lo que parecía y regresa para dejar al descubierto a su jefe.

No tuvo mucho éxito con los ingleses pero sí con los americanos que decidieron remontarlo como piloto añadiendo actores americanos con algunos nuevos personajes —Por ejemplo, su productor que sería interpretado por Jeffrey Tambor — y preparando así un mundo futuro plausible en el que incluir las tramas que, además, contaba con tres cadenas, Canal 23 que tiene empleado a Carter, la pirata Big Time y una nueva, el Canal 66, decididamente diabólica y con el exjefe de Carter al frente.

Acabó teniendo dos temporadas, la última accidentada como siempre ocurre en estos casos, y se convirtió no sólo en un referente de la ciencia ficción televisiva, aunque fundamentalmente fue su parte cyberpunk e inconformista junto con la abrasiva y cautivadora personalidad de Max la que lo convirtió en un clásico de culto.

Irónicamente uno de las principales referencias en la construcción de Max era la de un periodista de los nuevos tiempos, esos que traían los años setenta, en los que se podía hacer comedia y también se podía hacer realismo, o drama realista si ustedes lo prefieren o, si van a forzarme a usar la palabreja… dramedia. El personaje era Ted Baxter, el encantador y agradable aunque notablemente bobo presentador de una de las series más influyentes de la historia televisiva que, además, inauguró la comedia sobre periodistas.

The Mary Tyler Moore Show, conocida en España como La chica de la tele, fue una comedia que duró desde 1970 hasta 1977 con un éxito enorme. Vehículo estelar del que ya hemos hablado y que tiene el valor añadido de hacer interesante el entorno de una redacción de noticias, de una cadena, una localización que pasaría a convertirse en recurrente en las décadas siguientes, incluso de manera tangencial en éxitos como Frasier (1993-2004) o más recientemente en Go On (2012-). No es que fuera la primera serie que situaba la acción dentro de la televisión, sin alejarnos mucho de la propia Mary Tyler Moore su anterior éxito en el Dick Van Dyke Show ya trataba el tema, más aún, el siguiente programa de Van Dyke, The New Dick Van Dyke Show (1971-74), le presentaría como un presentador de talk shows.

La estación como centro vital sería una combinación con el noticiario, a partir de ahí se podrían dar paso a clips animados como los Archie’s TV funnies (1971-73), jugar con lo que se ve con lo que hay detrás como hacían en Goodnight, Beantown (1983-84), Good Morning, Miami (2003-04) o Back to You (2007-08) —de nuevo con Kelsey Grammer — y, por supuesto, los acercamientos ingleses cuyo ejemplo más recordado posiblemente sea Rutland Weekend Television (1975-76), la creación de Eric Idle tras el Flying Circus de la que saldrían, por ejemplo, The Rutles; más cercano aún al concepto de parodia de canal estaría la también inglesa KYTV (1989-93) aunque su punto principal fuera no tanto la estación del nombre como hacer una imagen satírica de los canales por satélite ingleses de principios de los noventa.

También servían para desarrollar tramas paralelas que ocurrieran allí, como la comedia con genio Just our luck (1983), la doubtfiresca Ask Harriet (1998) —Que sólo duraría cinco episodios—, o la aún más increíble The Chimp Channel (1999) que parodiaría las estaciones de televisión convirtiendo a todos los humanos en… monos.

Los años noventa nos traería, sin embargo, dos de las mejores series de televisión sobre noticias que jamás haya tenido la televisión: Murphy Brown (1988-98) y Drop the dead donkey (1990-1998)

Murphy Brown es una de esas cosas que todo el mundo debería conocer, y que yo asumo que conocen. Comenzando por el regreso de la periodista Murphy Brown (Candice Bergen en el que probablemente sea el papel de su vida) a su puesto en el programa informativo FYI de la CBS —cadena de la sitcom, claro— tras su paso por rehabilitación, los dimes y diretes diarios de los periodistas en historias sacadas de los titulares, con especial ojo para la sátira política, le dieron rápidamente popularidad, más aún cuando durante su cuarta temporada decidiera tener a un hijo como madre soltera en un acto que el entonces vicepresidente Dan Quayle mencionaría durante un discurso en la campaña electoral de 1992. Tras toda una década en antena la serie terminaría con un largo arco argumental sobre cancer de mama y la necesidad de prevenirlo que incluiría a Murphy siendo operada y soñando que entrevistaba a Edward Murrow, uno de los personajes constantemente referenciados en la serie.

En cuanto a Drop the dead donkey, se trata de una serie magnífica, cuyas cinco primeras temporadas jugaban directamente con la actualidad de la semana permitiéndose comentarios sobres hechos del momento y en el momento. Los hechos se trataban durante la semana y eso permitía hacer comentarios que podían acabar siendo más o menos afortunados pero que eran, ante todo, actuales. También los entresijos de la información eran tratados, especialmente porque el hecho que pone en marcha la acción del primer episodio es la compra de la empresa GlobeLink News por parte del millonario Sir Roysten Merchant que decide que es la forma más sencilla de tenerlos manejados, colocando a un productor, Gus Hedges, para que se ocupe de que los múltiples intereses de su conglomerado —generalmente en el borde exterior de lo ilegal—, que pese a ser notablemente derechista no duda en acercarse a Blair cuando llegue al poder. El resultado es una serie dura y mordaz, con mucho humor negro y mala leche, plenamente consciente de que el periodismo es un negocio y debe servir a unos jefes, se llamen Roysten Merchant, Robert Maxwell o Rupert Murdoch

La popularidad de DtDD causó un reflejo australiano, Frontline (1994-97) o la sueca Döda danskar räknas inte (1994), todos oscuros y actuales. Lo mejor es que incluso considerando que las referencias directas pueden parecer fuera de lugar funciona perfectamente como creación histórica y como comedia.

Por supuesto hubo muchas más comedias, desde la centrada en los deportes Good Sports (1991), protagonizada por Farrah Fawcett y Ryan O’Neal, o las de corta vida Arsenio (1997) —5 episodios—, LateLine (1998-99), Wednesday 9:30 (8:30 Central) (2002) , junto con Home Free (1993), protagonizada por un jovencísimo Mathew Perry, An American in Canada (2003-4), la bastante espantosa Pepper Dennis (2006), la canadiense Moose TV (2007-08) o la comedia inglesa de reporteros por el mundo Taking the Flak (2009)

También habría otros formatos periodísticos visitados como en The Naked Truth (1995-1998), que abordaban el sensacionalismo de las revistas como en Dame un respiro (Just shoot me!, 1997-2003), Suddenly Susan (1996-2000) o incluso la extraña mezcla llamada Dirt (2007-2008)…

Aunque en realidad estaba pensando en la versión radiofónica, NewsRadio (1995-99), una magnífica comedia con grandes actores como Dave Foley, Stephen Root, Maura Tierney, Andy Dick antes de todos sus problemas y, sobre todo, Phil Hartman que sería asesinado en la vida real entre la cuarta y quinta temporada. Sorprendentemente Dick encontraría trabajo de nuevo en otra serie centrada en el periodismo como centro de trabajo, Less than Perfect (2002-06).

Pero volvamos a Mary Tyler Moore de nuevo para hablar de las series dramáticas porque también en esto sería unos innovadores al coger el personaje del jefe para lanzar su propia serie de elementos dramáticos, Lou Grant (1977- 1982) de cuya vida, importancia e indefendible cancelación también hemos hablado ya aunque, de nuevo, espero que no haga falta hablar de la importancia de la serie, de la ética de su personaje principal y de cómo inyectaba idealismo sin perder de vista la transformación que estaba teniendo el negocio, aunque no por ello dejara de lado el enfrentamiento con sus empleadores.

La única serie que podría competir con ella por el título inaugural es la australiana The Box (1974-77), un acercamiento al culebrón de lo más curioso que tendía a usar ideas completamente alocados. Más en el estilo de esta segunda saldrían W.E.B. (1978) — 5 capítulos — y The American Girls (1978) — 7 capítulos — aunque, como decíamos antes, los ochenta no fueron los mejores años para el periodismo en sus representaciones más serias.

Por fortuna para todos a finales de la década se realizaron tímidos intentos como TV 101 (1988-89) , sobre un profesor que decide hacer un noticiario en lugar de un periódico escolar, con un tono serio similar al de los Degrassi, el exceso de controversia y la seriedad hizo que durara sólo una temporada, aunque nos dejó ver los inicios de Matt LeBlanc Pero no todo es USA y llegarían dos series internacionales: la canadiense Reporteros (E.N.G., 1989-1994) y la británica La pandilla plumilla (Press Gang, 1989-93).

La primera, emitida en España en casi su totalidad, narraba con la clásica seriedad canadiense la vida de los reporteros de un canal de televisión dándoles un aspecto de serie de profesión sin mayor vocación que esa, mientras que la segunda estaba armada sobre un cuerpo de serie adolescente para introducir en ellas reflexiones sobre el papel de la prensa — nada que ver con la más cómica Student bodies (1997-99) — permitiendo así unir y debatir las noticias generales aplicando una visión y unos sucesos más cercanos para los jóvenes. Y sí, los creadores eran Bill y Steven Moffat.

En esta categoría llegaríamos a poder ver adaptaciones de biografías como Urban Angel (1991-93) o adaptaciones dramáticas de las series de estación como WIOU (1990-91) aunque será la búsqueda de una serie dramática y sera sobre periodismo lo que nunca terminará, ya sea usando tabloides como New York News (1995), periódicos serios como Deadline (2000) que sólo vio emitidos 5 episodios pese a contar con un magnífico Oliver Platt y un piloto prometedor, o la muy seria Beggars and Choosers (1999-2000), incluso Sorkin probó suerte con la más tendente a lo deportivo Sports Night (1998-00) aunque quizá fuera la canadiense The Newsroom (1996-2005) la que más se aproximara al híbrido de las dos series con Lou Grant, algo que se demostró por su enorme repercusión que ha permitido a su creador seguir reflexionando sobre el mundillo, por ejemplo en su serie más reciente Good God (2012).

Y aun quedarían algunas como las cortas The Beast (2001), Breaking News (2002) o la canadiense The Eleventh Hour (2002 – 2005), incluso la relacionada con temas de producción Moving Wallpaper (2008-2009) aunque la que realmente es la última gran serie sobre periodismo es, sin duda, la británica The Hour (2011-)

Estas eran las más importantes, aunque ha habido más, sobretodo por el mundo, la filipina May Tamang Balita (2011-), la francesa Francia Météo+ (2008-11) o, incluso, la española Periodistas (1998- 2002) demostrarían el interés en la empresa periodística.

Quizá sería por esto por lo que experimentos como Anchorwoman (2007), una idea de la FOX que nunca dejó claro si se trataba de una comedia o de un reality que seguía el ascenso de una exparticipante de concursos de belleza , provocó un gran debate, pobre audiencia y su retirada tras sólo 2 capítulos. Y eso que no era tan diferente de la Corky Sherwood de Murphy Brown.

Es curioso que con tanta atracción como ofrece el oficio, y tanto interés que parece despertar, no pareca la gente igual de concienciada en lograr una mejora o en buscar una información de mayor calidad. Espero que al menos este breve repaso a la historia, sus vaivenes y sus recobecos haya servido para que alguno se replantee la posibilidad de no ser crítico con lo que se nos ofrece, el cómo y el por qué, además de haber tomado nota de alguno de los programas y series a los que echar un ojo.

Mientras tanto les dejo, no tanto para ver capítulos antiguos de Newswipe como para comprobar qué tienen que decir en Listening Post. En cualquier caso, y si han logrado llegar hasta aquí, piensen un poco en cómo se informan, consideren globalmente The Newsroom y tengan unas felices fiestas.


Tristísimas posibilidades bibliográficas televisivas

Es difícil tomarse en serio todo este extraño movimiento para intelectualizar la televisión cuando va surgiendo de la nada un batallón de escritores, muchos de ellos con sorprendentes labores de profesorado, que parecen más ocupados hablando que aprendiendo sobre lo que hablan.

Si hace un par de semanas contaba en esta columna mi perplejidad y cabreo ante el infratexto, que el Festival de San Sebastián había incluido para ilustrar su sección de sitcoms de su Very Unfunny Things, hoy toca mencionar el especial de series de la Jot Down. Que no me he comprado. Y no me he comprado porque cada vez que le echo un ojo a un texto teórico español con pretensiones descubro que lo que más hay en él son las pretensiones. Pero si he logrado llegar hasta hoy sin hablar del … Teleshakespeare del … Jorge Carrión, seguro que puedo aguantar aún unos meses más, quizá un año.

El que picó con la revista fue Dani López , que entre otras muchas cosas es_blogguero_ y podcaster además de colaborador, como yo, de GenCómics y participante de una curiosa mezcla entre la televisión y la cocina sobre la que hablé a principios de año: Del sofá a la cocina . Pues bien, fue él quien leyó un artículo para la revista de Borja Ventura, se sorprendió de los errores y realizó un post para su blog , Freakscity, que es uno de los motivos de la cháchara de hoy. Porque este Ventura (profesor universitario, una vez más; de periodismo, como casi siempre) elabora una teoría sobre Homeland a partir de la cadena que la emite, la ultrarrepublicana FOX News, cadena que emite informativos furibundos “a la vez que Los Simpson o Homeland”. Y no, claro. Porque si se hubiera molestado en investigar un mínimo la idea que iba a proyectar, o si la tele realmente le importara lo suficiente como para considerarla más que una manera de cobrar por manchar las hojas en blanco, sabría las varias cosas que Dani le señala:

1) Que FOX News y FOX son dos cadenas separadas pertenecientes al mismo grupo.

2) Que FOX News es una cadena de noticias 24/7 en el paquete de cable básico, mientras que FOX es un canal generalista en abierto.

3) Que el grupo tras ambas cadenas, News Corporation, propiedad de Rupert Murdoch, gobierna las cadenas estadounidenses con su rama Fox Broadcasting Company, que incluye muchas otras cadenas diferentes como la también de cable FX (Justified, Louie …) .

4) Pero, sobre todo… Que FOX España es otra cadena distinta. Más aún, una cadena independiente. Que no sólo se alimenta de programar series que emite la FOX, sino también de series en las que la FOX poco tiene que ver. Por ejemplo, con series que emite Showtime, uno de los canales de cable básico de la compañía CBS, que es quien emite Homeland.

Y es que lo único que podría justificar englobar dentro de FOX Homeland es el salto de fe que supondría sobrevalorar que una de las cinco productoras que trabajan en la serie, fox21., no es sino otro de los tentáculos del conglomerado, una rama de producción para realities y series de bajo presupuesto que toca de lejos —Casi tan lejos incluso como FOX News — la serie entera.

Todo ello, además, sin considerar otro asunto: Estamos hablando de la adaptación de una serie israelí. Con más o menos cambios, como pasa siempre, sobre todo con los americanos, pero al fin y al cabo un trabajo que ya existía en buena medida desde el original.

No es que el autor del artículo tuviera que contarles todo esto, ni mucho menos, pero sí debería de haberlo conocido. Así, de haber sabido de verdad cómo funcionaba la televisión americana, su plan maestro de lectura de la serie podría haber, al menos, previsto las críticas o no haber usado el verbo emitir, urdiendo una explicación con estas unas posibilidades tan remotas que quizá incluso Carrie Mathison la hubiera pasado por alto.

Pero no nos centremos en esta anécdota. Miremos el conjunto porque ahí es donde podemos encontrar ese clima de confusión e interés que propicia este tipo de análisis y su segunda parte en forma de paso a artículos y libros. Incluso en las páginas web que buscan más la entrada rápida apelando no a un principio informativo, sino a un conocimiento común, tantas veces unido a la nostalgia, que ofrezca una satisfacción al lector.

Cuando uno mira nuestro panorama editorial centrándose en los libros que tratan de la televisión lo que encuentra tiende a encajar en uno de estos tres grupos y medio:

1) Libros puramente nostálgicos.

Aproximaciones a una edad, generalmente reciente, en forma de revista o revisión de novedades que suelen estar brevemente reseñadas por apelar, en realidad, al factor de teacuerdismo que llevan sus evocaciones.

2) Libros puramente prácticos.

Manuales de creación, uso o perfeccionamiento indicados fundamentalmente para aquellos que quieran —o deseen— dedicarse a la profesión de guionista más que a los que esperen encontrar historias o anécdotas. Al fin y al cabo para eso está el siguiente medio punto.

2 y Medio) Rememorias.

Repasos a la vida propia o a la de los programas que protagonizaron. Pueden incluir historias interesantes, bien es cierto, pero generalmente transitarán por una mezcla de biografía y nostalgia. Salvo aquellos que son, directamente, merchandising de la serie en sus distintas variantes: Adaptaciones, ampliaciones o libros que ofrecen un contexto. (A veces, incluso, libros de cocina)

3) Aquí deberían ir los libros de análisis.

Que los hay. No muchos, eso sí. Y casi todos más centrados en el actual problema de las series. Perdón, el actual problema del ensayismo sobre series. Que es el completo convencimiento de que vivimos en una edad de oro —que es algo discutible— y, por tanto, podemos prescindir de cualquier conocimiento sobre la historia de la ficción televisiva —que es algo tan común como ridículo—. De ahí la producción seriada de textos sobre lo que tenemos ahora como si fuera una extraña burbuja surgida de la nada, despreciando —más por desconocimiento que por maldad, bien es cierto— lo que sucedía antes de que el autor de turno tuviera oportunidad de sentarse ante una pantalla de televisión.

Esto acaba resultando en una comparación con los anglosajones: estadounidenses, canadienses o británicos, entre otros, tienen la disciplina de los Estudios Culturales, que estudia y analiza desde hace años todos los aspectos de la cultura popular, dentro de lo cuál cabe lo emitido por televisión y dentro de ello, con especial importancia, las ficciones y su papel en la sociedad. Eso que sirve para que Los Simpson o Buffy sean analizados en profundidad y extensión mientras aquí esa tarea queda reducida a algunas webs voluntariosas o a ciertos foros.

Claro que tampoco en el terreno anglo existe ninguna historia enciclopédica de la televisión —y es una lástima, en serio, si algo me aburre es escribir sin necesidad— aunque sí acercamientos amplios que ofrecen visiones complejas de épocas, repasos extensos a géneros y, en muchos de los casos, profundos análisis de un género —o movimiento, o modalidad, o… — en una época concreta.

Lo más sorprendente es que muchos de ellos son críticos. No profesores universitarios pluriempleados, ni redactores ocasionales —que también los hay, no vayamos a idealizar en exceso— sino auténticos expertos en televisión que ejercen el periodismo y la crítica en periódicos, revistas o sitios web.

Creo que a nadie sorprenderá la mención a Todd VanderWerff , auténtica cabeza pensante tras la sección televisiva del mil veces grande A.V. Club o a Alan Sepinwall, que lleva más de una década con su columna What’s Alan whatching? desde el periódico The Star-Ledger en Newark hasta su paso al sitio HitFix y en todo este tiempo su reiterado conocimiento y buen juicio ha ido convirtiéndole en un referente entre la crítica televisiva, posiblemente el más importante.

Y lo mejor es que ambos han influido y cambiado, modificando la percepción sobre la ficción y la televisión, limitándose a hacer su trabajo lo mejor posible. Uno puede estar más o menos de acuerdo con lo que dicen ambos, con lo que se puntúa en el A.V. Club o con el enfoque de una reseña… pero la forma de hablar del material reseñado, de enfrentarse a los capítulos, eso es impecable.

Precisamente de Sepinwall es uno de los libros más interesantes que se pueden leer sobre el papel de la televisión moderna: The Revolution Was Televised . Publicado en noviembre de este mismo año, y que entra en esa sección de los Estudios Culturales en los que deciden centrarse en esa nueva edad dorada, que Sepinwall afronta hablando de sus raíces y completando el repaso histórico y sus análisis con entrevistas a los creadores de las series.

La verdad es que sigo esperando que se atreva con algo más extenso y profundo que permita una comprensión más global. Claro que también espero algo bueno, o al menos interesante, del libro que ha anunciado Planeta para enero.

Televisores cuadrados, ideas redondas de Mikel Lejarza y Santiago Gómez Amigo promete en su sinopsis repasar la historia de la televisión por medio de anécdotas e intrahistorias. Si tenemos en cuenta que Lejarza fue director general de Tele5 de 1996 a 2000, cuando emitieron series como Periodistas, Médico de familia, 7 Vidas, Al salir de clase, El Comisario u Hospital Central. —series sobre las que tendremos una opinión, pero que demuestran una apuesta por la ficción y el género— y luego estuvo en Antena 3 o FDF entre otras, y Santiago Gómez Amigo es un experto en audiencias de Tele5, y autor de algunas monografías sobre el tema, espero que cuando dentro de un mes esté en esta columna hablando del libro —incluso si es para bien— no tenga motivo para quejarme de la falta de rigor.

Con un poco de suerte se tratará de un primer paso para que comencemos a ver un rigor mayor y unos recursos y honduras a la hora de tratar sobre la televisión que pueda ser continuada por otros textos, olvidándonos de los libros circunstanciales y el ombliguismo generacional. Algo que nos permita dejar atrás esas dos grandes escuelas críticas e informativas que podríamos llamar Abuelos en Obras y Abuelos en Arte Abstracto, los primeros de los cuales mirarán desde la barrera diciendo por qué están fallando las cosas en lo que ven, contando batallitas e, incluso, elogiando algún movimiento torero; mientras que los otros tratan de explicar tras una visita lo que han visto llevándolo a comparaciones con aquello que conocen.

Quizá sea culpa de nuestra corta cultura audiovisual o de la menor atención que ha recibido la televisión frente a, por ejemplo, el cine. O un snobismo cultural mal entendido que busca afirmar que ahora sí merece la pena justificándose en que antes no lo hiciera. Y, sin embargo, tan ridículo resulta considerar que se puede analizar el Ulises sin conocer la Odisea como creer que sin Lou Grant existiría The Newsroom.


Cierre infortaimentico sonrisista falso

Con el paso del tiempo y, sobre todo, la proliferación de plataformas de noticias, se busco darle una capa de entretenimiento para poder arrancar algo de audiencia a la cadena de enfrente, y como de costumbre la forma más sencilla de atraer gente no es mediante el trabajo bien hecho sino ofreciendo grandes dosis de sensacionalismo.

Quizá es mejor explicarlo un poco mejor: El sensacionalismo no se basa sólo en lo que se cuenta, en la elección de las noticias más sabrosas desde el punto de vista más escandaloso, también en la elección de la forma de darla, con muchos gritos —¡Horror! ¡Catástrofe! ¡Destrucción!— y de ofrecerlo tanto con colores brillantes — La FOX News es especialista en el trabajo de la golosina visual — como con imágenes… sugerentes.

Como decía al final de la anterior columna, la presencia y persistencia de una serie de lugares comunes, esos mismos que permitirían crear una Tarjeta de Bingo para ver las noticias. Elementos que quizá sirvan para atraer una audiencia abultada por el mismo método de siempre: Bajar el listón. Lo que, a la vez, supuso una fuga de gente por la parte de arriba, de en medio y, desde luego, entre los más jóvenes.

Lo que nos lleva a toda una tradición de mofarse de las noticias mediante la parodia, un asunto que tiene tantos años que Mark Twain lo hacía con cierta regularidad, y la razón de ser de todo tipo de revistas desde el siglo XIX era, precisamente, satirizar esa realidad. Pero hay una diferencia fundamental en el momento en que, además, se empieza a satirizar también a los medios.

El punto de inicio se suele poner de manera nebulosa en los periódicos satíricos de las universidades, especialmente los de Gran Bretaña. Algo que acabaría llegando luego a sus equivalentes americanas pero que no aparecería en los medios hasta más adelante, gracias a una revista. Pero no una revista de papel sino una revista… teatral.

A finales de los años ’50 Inglaterra ha dejado definitivamente de ser, tras la crisis de Suez, un Imperio. Lo que unos podría llamar el final de un sueño y otros joder, me he quedado sin puestecito colonial provocando, como siempre que pasan estas cosas, un ambiente de pesadumbre y pesimismo con su correlato a un humor incluso más ácido, cuyo único antecedente parecía ser The Goon Show y que abría la veda en muchos campos que antes parecían como ajenos provocando lo que fue conocido como el Boom de la Sátira en UK a principios de los sesenta cuyo inicio se pone en Beyond the Fringe (1960), revista creada para el Festival de Edimburgo cuyo éxito la llevó primero al West End londinense y luego a Broadway.

El principal mérito de la misma fue reunir a cuatro cómicos que estaban lejos de llevar un camino clásico en la comedia. Sólo Peter Cook escribía comedia regularmente y tenía experiencia previa, por contra Alan Bennett estaba preparando una vida centrada en el estudio de la historia dentro de la universidad, Jonathan Miller se enfocaba en la medicina y todo indicaba que el mundo de la música sería el destino final de Dudley Moore.

La experiencia de Cook unido a las ideas de Moore y algunas sugerencias de Bennett y Miller, en el caso de este último también varias ideas escénicas, se concentraron en una suerte de espectáculo de sketches con algunas canciones entreveradas que no dejaba estamento por tocar, ni los políticos —especialmente el Primer Ministro del momento Harold Macmillan — ni tampoco el ejército, los medios o la monarquía. Una expresión del descontento tan afilada como divertida que causó un impacto importante.

Tanto que convirtió a Cook en el cómico del momento, permitiéndole crear su propio club privado, The Establishment, en el que se podía representar con libertad y que supuso, por tanto, un punto de encuentro y campo de pruebas de enorme importancia, y dando la idea para una serie de programas para televisión.

Fundamentalmente uno que pretendía usar como base un noticiario para burlarse de todo y todos, medios incluidos, concebido en principio como una versión televisiva de Beyond the fringe, pero como la BBC no acababa de decidirse decidieron irse a América en donde tuvieron otro gran éxito con la versión para Broadway del espectáculo. Para cuando quisieron regresar ya se había lanzado con enorme éxito un programa que sería su heredero espiritual: That Was The Week That Was conocido familiarmente como TW3, presentado con enorme éxito por David Frost en un papel que Peter Cook afirmaba ser el mismo que había popularizado en la revista.

Pese a lo cuál Cook acabaría siendo uno de los colaboradores del programa. De hecho el plantel de colaboradores resulta del todo impresionante habiendo reclutado como guionistas o cómicos a nombres tan destacados como entre otros Dennis Potter, Eric Sykes, David Nobbs, Richard Ingrams, John Betjeman, John Bird, Gerald Kaufman, Frank Muir, Bill Oddie, Kenneth Tynan, Keith Waterhouse, Graham Chapman, John Cleese o Roald Dahl.

El éxito fue tal que tras el éxito del programa durante sus dos temporadas en 1962 y ’63 fue uno de los principales programas, logrando una repercusión tal que la BBC decidió eliminarlo para que no influyera en el resultado de las elecciones de 1964. Sí, tal cual. ¿No es bonito el resultado de la ecuación Política + Televisión = – Sátira ?

EL programa tuvo suficiente repercusión como para ser importado por la NBC con Henry Morgan a la cabeza, allí sólo duraría una temporada (1964-65) pero causaría también honda impresión. De entrada en Canadá donde dio lugar casi de inmediato a una versión, This Hour Has Seven Days, más centrada en los aspectos controvertidos y menos en la sátira, siendo culpada en ocasiones de ser uno de los precursores del periodismo de tabloide en la televisión.

[Algo que no debería sorprender tanto si tenemos en cuenta que otro de los medios aparecidos durante el boom satírico fue el famoso Spy Eye, el tabloide satíricos por naturaleza, siempre en el borde del libelo por el lado de fuera, en el que Richard Ingrams jugaba un papel importantísimo y por el que Peter Cook sacó la cara y la chequera en más de una ocasión.]

También hubo versiones de TW3 en países como Alemania, Nueva Zelanda o La India, dando idea de lo popular que llegó a ser.

Y aunque para mediados de la década de los sesenta pudiera parecer que la ola de sátira había acabado la verdad es que sólo estaba mutando. Cierto es que Alan Bennett pasó a sus obras teatrales y a sus libros, mientras que Jonathan Miller se dedicó a programas documentales y la dirección de obras de teatro y de ópera. Por su parte Dudley Moore volvió a la tele con un progresivamente más problemático Peter Cook en la serie Not Only…But Also (1964-70) y también en el cine como secundarios en La caja de las sorpresas (1966) y en papeles principales en la película que mejor refleja su relación: Al diablo con el diablo (1967). Finalmente Moore decidió establecerse en Estados Unidos para convertirse en una estrella mientras que Cook… bueno, Cook se limitaba a disfrutar de lo que hacía en el momento y no preocuparse mucho de nada más.

David Frost, por su parte, intentó repetir el éxito con Not So Much a Programme, More a Way of Life (‘64-‘65) para lograr un nuevo éxito con The Frost Report (1966- ’67) en un programa del que ya hablamos en su momento y que reunió una de las cantidades de talento mayores que jamás se han visto en televisión, co un equipo de escritores y cómicos sólo igualable al Your Show of Shows de Sid Caesar (1950- ’54). El resto es historia, no sólo la de sus entrevistas con Nixon, también su aparición en el inicio del programa basura Inside Edition, en un programa de desayunos periodísticos o, más recientemente, en Frost Over the World, un programa de entrevistas a las más importantes personalidades políticas en el canal Al Jazeera English. Sí, eso es. Y ahí sigue trabajando aún. Por cierto, en 2010 realizó Frost on Satire, un programa especial sobre la sátira en televisión para la BBC.

Pero volvamos a Estados Unidos porque allí la TW3 había influido en la idea de los falsos noticiarios. No en la misma manera en la que se había hecho antes cuando Twain o Bierce ni en esos otros como los que en 1934 se incluían en el Wotaphony Newsreel de MGM o el trabajo de Dean Taylor en la radio. Y eso nos lleva a…

The Smothers Brothers Comedy Hour. ¿Qué? ¿Les echábais de menos? Una de las partes fundamentales del programa fue la sección de Pat Paulsen en la que en un perfecto estilo de deadpan se hacía burla de los editorialistas de las noticias, todos esos comentaristas y enteradillos que daban la noticia del día y se sentaban en su escritorio. El paso de los programas fue haciendo crecer su papel, expandiendo su sátira más allá de las noticias hasta la política, lo que llevó a los momentos más importantes de Paulsen con su candidatura a las elecciones de 1968.

Por su puesto en el programa que crearon para contrarestarlos, el siempre maligno Rowan & Martin’s Laugh-In también se preocuparon por las noticias, pero con un estilo más flojo, más cercano al de los lates.

La evolución de esto llegó cuando en 1975 Chevy Chase se puso delante de las cámaras de la NBC para comenzar un segmento que parodiaba noticiarios y noticias, tardaría cuatro programas en soltar su famoso Yo soy Chevy Chase y ustedes no. rompiendo con el personaje de presentador pomposo que había interpretado en los anteriores y limitándose a su propia pomposidad. Desde entonces hasta ahora sigue en emisión el segmento de mayor recorrido y fama del programa, que ha llegado a contar con programas especiales en momentos de alta intensidad política. Me refiero, por supuesto, al Weekend Update.

Hacer un repaso por todo lo que significó podría llevarnos una columna entera, incluso sin contar en todas las veces que ya hemos hablado de ellos tanto en sus propias columnas temáticas como en otras secciones, incluida estas últimas sobre información en televisión, por lo que no me extenderé. [Aunque la sección de comentarios está ahí para que, si hace falta, pidáis que expanda explicaciones, conceptos o referencias. No están ahí sólo para que os preguntéis si nadie se lee esto antes de publicarlo.]

Para 1979 podemos volvernos a UK porque ya tenían un nuevo programa de noticias sin noticias, un programa enorme en el que, la verdad, la parte de noticias era muy muy pequeña, fuera de su famosísimo título: Not the Nine O’Clock News. Programa cuyo inicio en la BBC2 —como opuesto a las Noticias de las 9 de la BBC1; sí, he explicado el chiste, así soy— fue retrasado de nuevo para no coincidir con las elecciones generales, por ser demasiado político. De nuevo. Una vez más, ya hablamos del programa y sus estrellas —especialmente Rowan Atkinsonen el pasado pero es importante porque será también parte de lo que tendrán en mente los cómicos de la siguiente generación cuando decidan retomar esto.

Por algún extraño motivo no hubo mucha presencia de este tipo de programa durante los años ochenta. Quién lo podría haber imaginado. Como si el Reino Unido de Margaret Thatcher y los EEUU de Ronald Reagan esas cosas hubieran estado mal vistas y, por tanto, apartadas de la televisión en favor de las periferias del humorismo. —Se podría hablar de nuevo de la importancia de los Spitting Image y sus variantes multinacionales pero no tienen tanto que ver con las noticias—

Su excepción fue un programa de cable, en la HBO, una adaptación del Not the Nine O’Clock News que llevaba por nombre Not Necessarily the News. En ella, de 1983 a 1990, se seguía el original en la mezcla de sketches con algunas parodias de noticias aunque lo más importante que aportaron fueran los sniglets de Rich Hall.

Entrando en los años noventa el cómico inglés Chris Morris consiguió su propio programa radiofónico, se trataba de On The Hour (1991-‘92) y parodiaba el clásico estilo de los programas matinales de noticias en la radio. Entre los participantes estaban el experto en deportes Alan Partridge magníficamente compuesto por Steve Coogan y que siguió a Morris cuando le dieron un programa en televisión The Day Today, creado con el apoyo de otro creador más: Armando Iannucci.

The Day Today tuvo una única temporada en 1994 pero no solo siguió y aumentó los noticieros humorísticos, también presentó muchas otras ideas como una serie de falsos documentales que se ocupaban de explicar mundos extraños como el de una piscina pública llamada The Pool o una oficina… Sí, 4 años antes de que The 11 O’Clock Show si quiera apareciese y con él Sacha Baron Cohen, Charlie Brooker o Ricky Gervais

Morris, por su parte, fue más lejos aún en su siguiente proyecto: Brass Eye. Auténtico repaso de los temas más candentes y las formas torticeras en las que la prensa los cubre, los seis capítulos que tuvo fueron una auténtica explosión tanto en popularidad como por las reacciones desatadas. Especialmente su segundo capítulo, sobre la Guerra contra las drogas llamado literalmente Drogas en el que lograron, entre otras cosas, entrevistando a una serie de personajes, incluyendo un camello callejero o convenciendo a un parlamentario de que existía una droga llamada Cake y que debería preguntar al gobierno sobre el asunto. —Y lo hizo, claro— logrando que la proverbial tormenta de mierda cayera sobre todos los lados. Fundamentalmente los implicados que aparecían en él y, por supuesto, el programa. El día que los medios comprendan el concepto de autocrítica nevará fuego.

El programa, que incluía no solo a Chris Morris sino a otros jóvenes talentos como Simon Pegg, logró para 2001 que le dejaran hacer un especial. Centrado en la Pedofilia.

Sí, os lo podéis imaginar. Sobre todo porque lo que satirizaba por encima de todo era la manera en que los medios trataban las noticias, creaban enormes bolas de nada sobre el tema, prejuzgaban u organizaban ridículos debates, ridiculizados en este especial con Pegg como portavoz de una organización pro-pedofilia. Las organizaciones que estaban atizando el alarmismo pedófilo —perdón, antipedófilo— se lo tomaron muy mal, la mayor parte de ellas sin haberlo visto. A Morris los tabloides le llamaron de todo y estuvo durante años en su objetivo. También a su colaborador en el especial, Charlie Brooker. Claro que sus ataques eran tan burdos que no dudaban en sacar al lado de las quejas sobre la información otros artículos con fotos de diferentes celebridades infantiles con fotos de lo más discutible. [Algún día me extenderé más sobre el tema] Como decía antes, la autocrítica es algo que los medios esperan de los demás.

También en los años’90 empezó el concurso humorístico Have I Got News for You que con la excusa de las noticias repasa y hacen chanza de los acontecimeintos recientes con dos equipos que tienen que responder a una serie de preguntas de actualidad, ambos grupos están compuestos por cómicos e invitados que pueden ser tanto otros cómicos como personajes relevantes por alguna noticia reciente. El éxito de este tipo de programas se debe sobre todo a este (bueno, y al posterior QI ) y propiciaría la continuación de otros similares como Mock the week (2005) que aún continúa.

En 1999 Michael Moore emitió en el Channel 4 su Michael Moore Live, continuación de The Awful Truth, un programa que unía al canal inglés con el americano Bravo, que a su vez seguía con la serie de NBC y BB2 Tv Nation menos interesada en cuestionar a los medios que en cuestionar a las noticias en si.

Llegamos así a donde imagino que muchos supondrían que empezaríamos. El programa que ha cambiado muchas cosas en la televisión estadounidense empezando, desde luego, por su propio presentador: The Daily Show

En 1996 Lizz Winstead y Madeleine Smithberg presentaron un proyecto de programa satírico sobre las noticias al canal Comedy Central. Su idea era ocupar el lugar del desaparecido Politically Incorrect de Bill Maher que había pasado a emitirse en el canal ABC. La idea era lanzar un programa más conducido por la actualidad y menos centrado en el debate de temas. Pero el canal no acababa de ver claro que pudiera funcionar, de manera que se sucedieron las reuniones y acabó saliendo un formato híbrido, más ligero, con muchas entrevistas a gente de la calle y con un presentador bastante impresentable: Craig Kilborn, un antiguo presentador de programas deportivo que iba de gallito y que arrastraba al resto con él. Por suerte tras una bronca con Lizz Winstead, que terminó con su dimisión, la cadena decidió prescindir también de Kilborn y colocar en su lugar a un joven cómico: Jon Stewart.

Con Stewart al mando desde 1999 el programa pasó a centrarse más en la actualidad política, en la forma en la que se daban las noticias y, más aún, en cómo se contaban en los medios. Con un sistema de corresponsales y análisis de noticias, la llegada de las elecciones del año 2000 primero y, posteriormente, de los ataques del 11S permitieron centrar más la parte de crítica y análisis cuando Stewart pasó a convertirse en la voz crítica de la administración Bush Jr. y a señalar las cosas que el servilismo del resto de los medios ocultaba.

Una posición que que creciendo hasta establecerse en las elecciones de 2004. El éxito se multiplicó hasta el punto de permitir al año siguiente un spin off con uno de los corresponsales más interesantes, reconvertido desde la llegada de Jon Stewart en un personaje más cercano a las tesis republicanas. Ese es el punto de vista adoptado en Stephen Colbert’s The Colbert Report.

El resultado fue toda una serie de versiones de estas ideas principales, ya fuera en los programas británicos Bremner, Bird and Fortune (1999 – 2010), Broken News (2005), News Knight with Sir Trevor McDonald (2005-2007), The Late Edition (2005-2008) como los estadounidense Infomania (2007 – 2011), Chocolate News (2008) (Centrada en el público negro, en serio), D.L. Hughley Breaks the News (2008- 2009), y, por supuesto, la adaptación de la web excelsa y pionera The Onion, el lugar del que salieron el productor Ben Karlin y el guionista (y pronto jefe de guionistas) David Javerbaum para ayudar a Stewart a reformar para mejor The Daily Show, tam*_Onion News Network_* / Onion SportsDome (2011) aunque la mención especial va para el programa de corta duración de FOX News que trataba de ser una respuesta a estos programas. The Half Hour News Hour(2007). Aún deben estar preguntándose qué pudo fallar.

[Por cierto que las nuevas tecnologías también pueden ofrecer nuevas alternativas como la periodista de YouTube Citizen Kate (2007 -) que se dedicó a cubrir la campaña electoral estadounidense siguiendo los pasos de Obama y montar su propio programa alternativo.]

En cuanto a lo que el público en español puede mostrar, posiblemente lo mejor sería el informativo chileno con marionetas 31 Minutos (2003 – 2008) que se apartaba del formato clásico de los guiñoles que se había exportado a todo el mundo creando un híbrido satírico de su realidad televisiva con los muñegotes de latex y los siempre interesantes teleñecos de Henson.

En cuanto a la española, quitando secciones internas como en Si yo fuera presidente (1983 – ’85) de Tola los momentos más interesantes vinieron de la mano del Gran Wyoming, primero en CQC en su primera etapa de Tele5 (1996-2002) —Curiosa trayectoria la de este programa. De 2005 a 2008 revivido en el mismo canal, ese mismo 2008 huyó a La Sexta y en 2010 probó suerte en Cuatro, pero nunca volvió a ser lo mismo— y después en La Sexta con El Intermedio (2006 ) en el que aún continúa analizando la actualidad y a los medios.

Tanto él como Jordi Évole y su programa Salvados suelen citarse entre los más informativos de la televisión. Imagino que por lo poco probable que resultaba que nadie pudiera sacar algo en claro de Este país necesita un repaso (1993 – ’95) pero en ambos casos se da la misma situación que rodea y causa polémica con el programa de Stewart y, por extensión, de Colbert. Son programas de entretenimiento, no de información.

Ante las críticas de falta de dureza en las entrevistas o de que se queda corto o frivoliza en exceso en ocasiones, incluso de que existe una orientación que sale de los criterios periodísticos, Stewart responde siempre que son un programa de entretenimiento. Y, sin embargo, su público habitual es más joven que el de los noticieros tradicionales, su honestidad y credibilidad están fuera de cualquier duda y, en consecuencia, las encuestas muestran periódicamente que hay una muchedumbre que le escucha y reverencia como antes se oía a Murrow o Cronkite. Así que quizá la pregunta sea: ¿Cómo ha ido degradándose y hundiéndose tanto la presentación periodística en medios para que sea un cómico el que tenga la confianza de los espectadores?

Cierto es que el propio Stewart reconoce que su programa sirve también en esas encuestas como toque de atención a los periodistas reales, como demostración de que algo va mal. Pero, a la vez, cuando el congreso decidió no ratificar una ley para que los que colaboraron en tareas de salvamento en un primer momento durante el 11S tuvieran derecho a sanidad gratuita fue él quien se movilizó y dedicó todo un programa al tema hasta lograr que se aprobara si no esa ley sí otra parecida. Así que al final parece que quizá sea eso, esa crítica que va más allá del medio al que se representa, esa sensación de que pese al aparente cinismo se trata de hacer del mundo un lugar mejor, lo que ha ayudado al programa a convertirse en un éxito de audiencia. Así que quizá la próxima vez que quiera realizar un programa sobre política, uno que realmente importe e interese, y que tenga a Olivia Munn para algo más que hacer bonito, es en The Daily Show en el que debe fijarse, sr. Sorkin.

Porque en un mundo en que la información es sólo parte del espectáculo ya va siendo hora de que alguien demuestre que ser espectacular no está reñido con la información que importa de verdad. Aunque para escucharla haga falta, como en la Edad Media, recurrir a los bufones.


Aburrimiento pilotesco octubresco novembrino

Podemos echarle la culpa a casi cualquier cosa, como hemos hecho siempre. Pero este año parece que lo más sencillo es simplemente mirar lo que tenemos alrededor y comprender que los canales han decidido que no sacan de la programación los programas que fulminan —y es que, puestos a ser sinceros, poco tienen de fulminación —, de manera que si no se hace sitio no pueden entrar novedades. Por eso este año tenemos con la suma de octubre y noviembre menos novedades que el año pasado sólo en octubre.

Por suerte estamos hablando de la televisión estadounidense, que lleva todo el año en un estado letárgico aburridísimo. Por suerte, también, los ingleses con sus extrañas costumbres — ahí están ellos recuperando Peep Show y Red Dwarf — han proporcionado oxígeno y carnaza a la sala de máquinas.

La parte buena, en realidad, es que esto ha significado una mejora general de la calidad. Es decir, de la global, la americana sigue perdida para el mundo. Por otro lado las series con mejor pinta, Cult, Zero Hour o The Following, se unen a las series en desarrollo como Crossbones de Neil Cross ( Luther, Spooks) para hacer algo más prometedor 2013.

Pero si tenemos que esperar a que alguien cambie las listas de Lo mejor del año volvemos a estar en manos británicas. Pero eso será más adelante; de momento vayamos poniéndonos a tono con las fechas, y vamos al turrón:

¡Que comience la lucha!

Angry Little Asian Girl
Lo primero que hay que explicar sobre esta serie de animación es el canal que la emite. MNet America es un canal teóricamente para cable —pero más sencillo de localizar por internet— que se centra en la cultura asiática, especialmente la coreana. Motivo de sobra para contactar con Lela Lee para hacer una versión de sus Angry Little Girls más asiática. Aunque no mucho. El resultado, más cercano al corto animado que a una serie en sí, resulta así más comprensible: breves momentos cómicos protagonizados por niños terribles sin demasiada trama.

Arrow
Me lo estoy pasando en grande con ésta, y mira que no esperaba yo algo así. Frente a un nuevo Smallville me he encontrado con que, efectivamente, se vieron la serie del Li’l Clark y tomaron nota de lo que funcionaba y lo que no: Fuera los cinco primeros años, los tres primeros con la ingenuidad y los monster of the week por poner kriptonita hasta en los cereales; de los dos siguientes, el desastre que supuso tener a Loeb de guionista y los intentos de sacar réditos sexuales. Aquí el único personaje sexualizado es el protagonista, y ya te pueden gustar los cachocarnes porque el pobre poco más puede hacer; eso sí, la finalidad secundaria de sacarle tan desnudito al pobre es que veamos tatuajes, marcas y otros accidentes de su cuerpo. Algo en apariencia irrelevante pero que según se va descubriendo en la serie tiene a cada cual con su propia historia. De momento que van para las temporadas 6 a 10, con sus líos entre personajes, su estructura de culebrón extremo y sus escenas de acción. Incluso esto lo han mejorado en la serie nueva; las escenas de pelea en, por ejemplo, el capítulo del arresto domiciliario son mejores que las de prácticamente cualquier otra serie en emisión. Por lo demás, los otros tres tonos que toma son los de la enorme Revenge para organizar su culebronismo y el retorcido transfondo de muchos de sus personajes, mientras que nuestro héroe se distancia de los supes con una creación torturada entre el nolanismo y el Punisher que ríete tú de Walker Texas Ranger. Todo ello con algunas pequeñas gotas de ingenuidad o de naïf tan diluidas que casi hacen sentir nostalgia de ese entrañable desastre que fue The Cape. Todo ello mientras van creando un mundo en el que no hay supers, sólo héroes y antihéroes, y la marca de lo que es un villano o un vigilante se va difuminando. Todo ello mientras los guiones van construyendo cada vez más y mejor una trama. Esperemos que tuvieran algo pensado más allá de los primeros 13 capítulos porque están logrando lo inesperado: Que sea una de las más interesantes series de su semana.

Beauty and the Beast
Aquí, sin embargo, la CW ha logrado justo lo contrario. Desde el interesante entorno de la serie original con su inframundo hemos pasado a un rutinario —hasta el aburrimiento— policiaco de consultor, sólo que aquí el ayudante es indeseado y se trata de un tipo peculiar, un médico que puede bestializarse y que, en fin, tratar de definirlo es caer en el mismo ridículo detrás de la serie. Porque eso es lo que lo representa mejor, frente al papelón de Perlman en la original construyendo esa especie de deforme hombre-león, aquí tenemos a un guapo modelo con una cicatriz. En serio, incluso Beastly lograba construir una Bestia más creíble en lo que a ser rechazado por la sociedad se refiere. Y luego está el problema secundario de Kristin Kreuk, quizá la recordéis por su papelón como Lana Lang en Smallville, que aquí es protagonista y marca el nivel. No hay ningún personaje femenino más atractivo ni tampoco ningún implicado que sea mejor actor que ella. En ambos casos por lo que parece un sorprendente proceso de casting, no porque ella logre destacar de ninguna de las maneras en alguno de los dos campos. Así que imaginad el nivel. Uno de los desastres del año. Y sólo es divertido de ver a ratos.

Chicago Fire
Esperaba más de Dick Wolf — ese hombre — incluso cuando decidió hacer una serie de bomberos y lo llenó de cachocarnes; claro que debí sospecharlo cuando le dieron el puesto principal al blandito Jesse Spencer. El resultado está más cerca de Turno de guardia que de Rescue me, más aún, está más cerca de un Anatomía de Grey con bomberos que de cualquier otra presentación de bomberos. Claro que tampoco es que yo fuera a creer que fuesen a rescatar Llamaradas, así que, bueno, si quieren ver la primera serie de televisión que parece la adaptación de un calendario…

DTLA
Me duele la cabeza sólo con tratar de explicar esto. Veamos… El canal Logo, especializado en temática gay, acabó acogiendo la serie sobre un grupo de amigos, sus problemas cotidianos, su vida y amores, que parece rodada poco menos que con coste cero. Y entonces es cuando descubres que la serie utilizó el método del crowdfunding para financiar su rodaje Kickstarter mediante. Que lo mismo os interesa una serie casi amateur pero es que yo estoy muy mayor ya.

Emily Owens M.D.
Terminemos con la CW con una serie agridulce; no es el enorme desastre de Beauty and the Beast ni el acierto de Arrow, sino una serie con mejores intenciones que resultados, notablemente fallida. Las buenas intenciones de hacer una serie sobre médicos jóvenes y con un punto de ingenuidad y sueños, con un tono ligero, parecían que la alejaría del ya clásico culebrón médico o de las series de procedimiento médico y gran intensidad. El resultado, sin embargo, era algo casi más cercano a una serie juvenil de Nickelodeon que, a estas alturas, ya ha sido incluso cancelada en USA. Buen intento, mal logro.

Falcón
Cuando vean esto anunciado como una serie española recuerden que es una coproducción. Valores de producción europeos, eso sí, pero una trama bastante tirada. Claro que los libros en que se basan tampoco daban para mucho más.

Full English
¿Recuerdan ustedes ese espanto de inspiración entre Los Simpsons y Padre de familia que produjo Emilio Aragón para Tele5 hace un par de siglos? Bueno, vale, era 2001 y la serie se llamaba ¡Qué bello es sobrevivir!. Pues ahora a los británicos se les ha ocurrido hacer ¡LO MISMO! No creo que nadie pueda soportar el visionado de más de dos episodios de… esto.

Hebburn
He aquí una comedia británica cuya mejor definición es agradable. No hay mucho más que se pueda decir, no por falta de entusiasmo, claro, sino porque todo suena más o menos visto —una pareja joven regresa al pueblo de uno de ellos después de una boda sorpresa para convivir con los padres y vecinos, imaginad —, de manera que aunque los actores dan lo mejor de sí, especialmente Jason Cook, que para algo es el creador y coguionista de la serie, la sensación de que necesitaba una vuelta para sorprender está ahí. Una lástima, porque no es en absoluto una mala serie.

Hunted
Una buena serie de espías. Y de manera totalmente inesperada porque todo parece deliberadamente sencillo a primera vista: Una mujer, parte de un operativo, sufre un atentado contra su vida del que logra escapar pero que le hace sospechar que alguno de los miembros de su equipo quiere quitársela de enemedio, la búsqueda de la respuesta a quién y por qué, que incluye mucha paranoia y un cierto suceso de su infancia. Todo ello orquestado por Frank Spotnitz, conocido guionista de Expediente X. Inicialmente una coproducción de la BBC con la estadounidense Cinemax, la primera pronto se desvinculó de la serie por sus bajos resultados británicos, quedando los americanos con la intención de continuar la serie moviendo por distintos países europeos la trama. En cualquier caso, y pese a lo ligero que pueda parecer el reparto y la trama —especialmente ahora que tienen que vivir a la sombra de la siempre magníficamente desquiciada Homeland — la serie merece, por lo menos, un poco de confianza.

Jack Irish
Volvamos a lo básico con esta serie / miniserie / telefilmes que han creado en Australia (con apoyo de la alemana ZDF, así que cualquier día la vemos por aquí) alrededor del personaje del australiano por adopción Peter Temple. Ejemplos de una sólida y clásica intriga criminal con todo su peso centrado en Guy Pearce interpretando al personaje principal. Bien, sin más.

Last tango in Halifax
Es curioso lo de esta serie, no ya su retraso un par de meses sino que lo que a primera vista parecería simplemente la crónica de un reencuentro entre dos antiguos enamorados y la clásica historia en la que la familia (de él, de ella, de ambos) se interpondría antes de que el amor pudiera triunfar acaba convertida en algo diferente. Y no será porque Anne Reid y Derek Jacobi no hagan bien sus papeles. Pero parece que algún productor avispado debió de pensar que el sex… romance entre sexagenarios no interesaba, así que le pegaron unas tramas extrañas en las respectivas familias, desde una historia de suspense con posible asesinato a otra sobre un igualmente ambiguo lesbianismo, quizá buscando que cada tipo de espectador tuviera algo que le llevara a ver la serie y ,en realidad, haciéndola más ajena con cada trama que no parece tener intención ni planificación. Pero bueno, al menos la trama principal y las interpretaciones son, a su manera, interesantes.

Malibu Country
Buf. ¿Recordáis Reba ? Se trataba de una suerte de sitcom protagonizada por Reba McEntire, actriz y cantante de country, que tenía suficiente éxito como para durar 6 temporadas, hasta que su cadena, la WB, se convirtió en la CW y la nueva responsable decidió que daba igual su alta audiencia, ella buscaba jovencitas y la edad de Reba era demasiado alta. Ah, Dawn Ostroff, es que no dabas una. En cualquier caso, esto parece Reba: La venganza. Lamentablemente parece que se quería vengar de los espectadores porque es mucho menos interesante, quizá al dar entrada a su faceta como cantante de country frente a su serie anterior en la que era clase trabajadora. La nueva serie, centrada en una mujer que trata de reconstruir su vida tras un divorcio desastroso, tiene además demasiados toques dramáticos y muchas actuaciones estereotipadas en las que sólo consigue evitar el naufragio, pese a su lamentable papel y una apariencia realmente extraña como la madre sarcástica y porrera de la protagonista, la siempre enorme Lily Tomlin.

Me And Mrs. Jones
Otro programa agradable. Sarah Alexander (Coupling) es una madre superviviente. A sus tres hijos, a su divorcio y a su trabajo… Pero ahora parece, además, el objetivo de los hombres: desde un pomposo padre de una de las compañeras de sus dos pequeñas hijas hasta su propio exmarido —quizá más celoso de ella de lo que debiera—. Y, por si no fuera suficientemente problemático, resulta que su hijo mayor —fruto de un embarazo adolescente con otro señor completamente distinto— viene de vuelta de un viaje para encontrarse y lo hace acompañado por un amigo que hizo durante su ruta, nada menos que un Robert Sheehan absolutamente encantador y maduro en lo que parece el negativo social de su personaje de Misfits. Así que si no pide mucho más a una serie que contiene algo de humor y bastante de romance, quizá le interese ponerse con esto.

Mockingbird Lane
Bueno, aunque no sea una serie es un piloto, ¿no? De hecho, resulta interesante lo que esto pueda ser o no ser. Casi tanto como la idea —brillante, sin lugar a dudas— de la NBC de gastarse una enorme suma de dinero en algo para no pasar del piloto. Un movimiento muy propio de la cadena, por otro lado. En cualquier caso los que se preguntaran por el cambio de nombre de La familia Monster a este Mockingbird Lane sepan que existe un motivo más que razonable: Bryan Fuller —que tanto ha hecho por la televisión con sus series Pushing Daisies, Dead Like Me o la mitad de Wonderfall— logra aquí un giro diferente, tanto que estamos más cerca de una Familia Addams que de Los Monsters, porque la sátira a partir de la idea de los monstruos que intentan encajar en nuestro mundo está en constante lucha con la idea tan Addams del orgullo de la diferencia. Algo que de manera secundaria representaba el Abuelo en la vieja serie y que aquí un enormísimo Eddie Izzard lleva al plano principal, junto con el cambio de registro estético vampírico al mostrarse hilarantemente más cercano al Gary Oldman de Coppola que al Lugosi de Browning. Y mientras la habitualmente despampanante Portia De Rossi está aquí a la vez hermosa pero contenida, el habitualmente desastroso Jerry O’Connell logra hacer creible la reinvención de Herman Munster, que podría vivir sin problemas en la sociedad. Toda esta dinámica nueva, esta revisión de personajes y este intento de mostrar una nueva sensibilidad se queda, sin embargo, en tierra de nadie. Una lástima.

Nashville
Ésta es complicada. Probablemente una de las mejores nuevas series del año y, a la vez, llena de pequeños detalles que la hacen difícil de soportar. De entrada, el situar la acción en la doble vertiente de la ciudad como centro de música y centro político podría dar una idea de por dónde van los tiros; el problema es que la parte principal se la lleva la intriga musical que, francamente, me interesa bastante poco. El country o country pop que aquí se gastan y que ocupa parte del metraje semanal logra, en el mejor de los casos, que tarde un rato antes de darle al FFW, cuando no que me lo salte del todo. Las luchas de divas tampoco parecen muy apetecibles desde el momento en que la pobre Hayden Panettiere hace un papelón como una mezcla de Taylor Swift y Miley Cyrus que destaca por una interpretación tan lamentable que uno sólo puede suponer que es parte del papel que le toca interpretar, mientras que Connie Britton —estupendísima como ella siempre está— sólo logra hacer medio-tragable su papel como reina del country que inicia su decadencia. Por suerte tiene unos secundarios magníficos entre los que destaca, sin duda, J. D. Souther como el productor y creador de canciones Witty White. Es difícil recomendar esta serie sin suponer que a la mayor parte de los que la vean no les va a pasar lo mismo, dándoles un poco lo mismo lo que en ella pasa. Pero no puedo dejar de hacerlo.

Primeval: New World
¡Canadienses! ¡Haciendo una versión de una serie inglesa! ¡Y logrando un resultado… estadounidense! Si habéis visto Primeval —que tiene título a la española, espera que lo busco… Invasión jurásica o Mundo primitivo, tacatá — posiblemente os preguntéis a qué me refiero. Pues bien, se trata de una versión más orientada a la acción sin mucha complicación y menos a los personajes, casi como si la hubiera desarrollado el canal SyFy. Ni más, ni menos.

The Secret Of Crickley Hall
Una encantadora historia de fantasmas y dos líneas temporales con la consiguiente aparición de elementos de época que parece inevitable en una serie británica. Adaptación de uno de los últimos libros de James Herbert, lo que le da un sabor a serie clásica, tanto en planificación como en temas, de modo que aunque no ofrezca ninguna novedad real sí que merece el buen rato que se pasa con ella en su cómoda y familiar compañía.

Secret State
Otra buena, sólida, interesante serie que podría haber sido más. Y mira que Gabriel Byrne lo da todo por su papel como segundo del Primer Ministro británico, que se encuentra entre las manos con la gestión de una explosión en una plataforma petrolera estadounidense en el Mar del Norte que ha causado graves daños a pueblos y personas ingleses; una situación complicada cuando los poderes fácticos y ominosos empiezan hacer de las suyas para evitar que la verdad salga a la luz o que se tomen medidas y represalias. Lamentablemente este comienzo, cercano a grandes clásicos como State of Play o Edge of Darkness, cae en ciertas repeticiones y lugares quizá no comunes pero sí ya transitados haciendo que lo que podría haber sido grandioso se quede solo en magnífico.

See Dad Run
Explicar quién es Scott Baio, su comienzo en Happy Days, su propio spin-off, su serie propia en Charles in Charge, que terminara como secundario en las dos primeras temporadas de Diagnóstico asesinato … Por lo menos éste no le echa la culpa de todo a ser republicano. En cualquier caso, la serie que nos presenta ahora para el canal Nickelodeon trata de un actor que se ha hecho famoso interpretando durante una década al padre ideal, una comedia amable televisiva, y que ahora ha decidido cerrar la serie para dejar que su mujer —actriz de culebrones— vuelva a su trabajo mientras él cuida a los niños. Creo que el resto de lo sucedido os lo podéis imaginar desde 1973. El padre-diva tiene que adaptarse a no ser el centro de atención y a vivir una vida no televisiva que, además, le demuestra lo complicado —a nivel Nickelodeon, claro— que es ser padre. Una historia vieja que quizá hubiera podido funcionar en, ahm, no sé… ¿una sitcom más canalla en la FOX con Bob Saget? En fin, al menos no es un drama.

Some Girls
Hablando de lo cuál: La vida de unas cuantas muchachuelas británicas, sus problemas, sus líos, sus amores. Si yo estuviera más lejos del público al que va dirigido esta serie posiblemente sería un dinosaurio nazi pirata. De verdad que me gustaría destacar algo, pero no he encontrado en guión ni actuaciones nada más reseñable que un intento tan obvio por ser étnicamente variados, lo que incluye a una chica —supongo— en burka.

The Strange Calls
Una serie con más buenas intenciones que grandes logros y, sin embargo, la potencialidad de acabar siendo de culto. Un vejete especializado en sucesos extraños, un policía con mucha paciencia y todo tipo de peripecias paranormales. Todo ello con un sentido del humor al borde de lo socarrón en esta peculiar serie australiana que se mueve en lo que su estrecho presupuesto le permite por los límites de las ficciones de Edgar Wright o de Gravity Fall. ¿Cómo no apreciar este esfuerzo del bajo presupuesto?

Switch
Son jóvenes, son brujas… pero me temo que no son Jóvenes y brujas. Como esto es una serie inglesa la parte fantástica queda supeditada a la construcción e indagación en los personajes, mucha muestra de relaciones no desde el culebrón —aunque algo haya— sino desde un cierto aspecto psicológico bastante más… ahm… aburrido. Imaginad Embrujadas menos orientada a la acción o la recordada Hex, reconvertida en una suerte de Degrassi; pues eso es lo que tenéis aquí.

Underemployed
Jóvenes preparados que trabajan muy por debajo de sus posibilidades, una realidad que la MTv trata de convertir en una serie que, por sus signos externos, podría tratar de ser una comedia. Cabe incluso plantearse que como respuesta al —jamás entenderé— éxito de Workaholics en Comedy Central y, como en ésa, el teórico humor tampoco acaba de llegar. Un desastre.

Wedding Band
Otro actor desaparecido, Brian Austin Green, reaparece en esta sitcom sobre una banda de bodas que parece reunir ideas de Party Down uniéndolas con The wedding singer para lograr un más de lo mismo de sitcom sobre grupo de música con gags que ya parecían viejos cuando los usaban en The Monkees. Que habrá a quien le guste.

Wizards vs. Aliens
Pues… ¿Qué hace falta explicar? Serie británica para niños con un grupo de chavales que son magos en secreto tratando de evitar la llegada de unos malvados alienígenas que se nutren de la magia y… esas cosas… Muy poco memorable.

The Work Experience
Terminamos el repaso con esto. Y digo esto porque pese a tener una parte de ficción importante lo que tenemos es, fundamentalmente, a una panda de hijos de puta. Es duro juzgar un trabajo de ficción desde un punto de vista moral de manera que no lo haré: La serie en sí es la mezcla de una serie sobre lugar de trabajo, una oficina de relaciones públicas orientada al mundo de la moda, historias pasables y no muy distinto de casi ninguna comedia aleatoria de oficina. A eso se añade, además, el concepto en sí. Dentro de esta empresa ficticia y chalada meten durante la semana que dura la grabación a dos becarios que no están al tanto en una suerte de cámara oculta de larga duración. El puteo a estos becarios ocupa buena parte de los capítulos, a costa de acortar su trama. Cierto es, eso sí, que al acabar la semana les dan una recompensa monetaria razonable y les facilitan un mes de prueba como internos en otras agencias de relaciones públicas, pero no deja de haber una idea subyacente de que en estos momento la gente está tan desesperada por conseguir un trabajo que se les puede humillar sin mayores problemas. En eso se han centrado la mayor parte de críticas al producto, quizá porque la mediocridad general de la serie no daba para mucha más discusión.

Terminamos con esto los dos últimos meses, aunque no el año. Imagino que al final de diciembre aún se podrá hablar de algunos de los estrenos —británicos en su mayoría, de nuevo— que quedan para completar el año. Aunque la verdad es que ya estoy con un ojo puesto en el año nuevo porque éste parece bastante condenado. Y menos mal que tuvimos un buen verano.


Informativismos españoles continuacionales contemporaneos

Como vimos la semana pasada, el uso y abuso de los informativos televisivos convirtió lo que se emitía en algo complicado de aceptar sin más.

Pero antes de volver a los Telediarios y todas las risas que nos permiten, debo aprovechar para recordar que no fueron los únicos programas puramente informativos desde un punto de vista periodístico —esto es, dejando de lado los documentales de finalidad educativa—. Empecemos por uno de los más importantes, creado aprovechando el cambio de aires que Adolfo Suárez permitió antes de partir llamado por los mayores poderes.

Se trata de Informe Semanal, imit… afortunada versión del 60 Minutos estadounidense, creado por Pedro Erquicia con el formato de cuatro reportajes que ha sido el más habitual (aunque cuando llegó a la dirección Jorge Martínez Reverte pasó a incluir una entrevista) hasta el momento. En estos momentos es uno de los más prestigiosos programas informativos de la televisión española, ganador de numerosos premios aunque, se podría criticar, más ocupado en constatar la historia como un notario que en buscar la verdad como un periodista. Pero claro, no es fácil lograr aguantar 40 años en antena.

El siguiente programa en llegar lo hizo a la francesa: La Clave de Jose Luis Balbín, que comenzaría a emitirse en el segundo canal en el 76, siguiendo un esquema francés, con un tema para la discusión, una película alusiva y un debate posterior. Era, por tanto, un programa extenso pues entre la breve introducción, película y debate posterior tendían a ocuparse un mínimo de cuatro horas. Todo ello con la presencia entre los comentaristas de relevantes periodistas, intelectuales y expertos en lo que sería un inicio del tertulianismo televisivo. Aunque aún fuera de gran nivel, como demostraría el paso por el programa de invitados como Olof Palme, Severo Ochoa o Bernard-Henri Lévy y el que entre los temas tratados hubiera algunos tan delicados como el aborto o la legalización del Partido Comunista.

Con algunos problemas —el programa fue tan polémico que en un principio pareció destinado a tener sólo una temporada; en los años 80 se pensó en emitirlo en diferido abriendo la posibilidad de editarlo, lo que causó un parón al encontrarlo inaceptable los responsables; además, claro, de las alteraciones propias de la emisión de distintos eventos deportivos— avanzó La Clave como gran referente no tanto crítico como reflexivo, permitiendo la aparición de una gran variedad de temas y que un espectador interesado pudiera encontrar argumentos variados y fundamentados.

Lo que acabaría pudiendo con el programa sería, irónicamente, el paso a la democracia. Tras la llegada como Director General con los socialistas de Jose María Calviño, el nombramiento de Jose Luís Balbín como jefe de informativos parecía dificultar su participación en el programa, pero logró compatibilizarlo gracias a, por ejemplo, que no llegara al año en el puesto. Su salida de informativos fue sólo sólo el primer capítulo de las desavenencias entre Balbín y Calviño que harían crecer los enfrentamientos por los temas e invitados del programa. El gobierno aprovechó para suprimirlo el 23 de Diciembre de 1985 aduciendo la bajada de audiencias. Sí, en serio, sólo dos canales, ambos controlados por el gobierno y tuvieron el cuajo de usar esa excusa. Balbín declaró que se habían convertido en un programa incómodo y que el 86 era el año de votar sobre la OTAN, tema este que le habían vetado en su programa.

El último programa previsto, sobre La Movida madrileña, nunca llegó a emitirse, aunque eso no significó que no hubiera un cierre de gala: Balbín, colaboradores del programa, periodistas y tertulianos se reunieron en el Hotel Palace para realizar una última tertulia sobre la situación del Ente, la falta de libertad en RTVE y la tiránica actitud del gobierno.

Como muchos otros profesionales desencantados con el gobierno socialista y enfrentados a éste, Balbín acabaría moviéndose a posiciones más de derechas, encontrando acomodo en el grupo Antena 3, centrado entonces en la radio. La llegada de las privadas serviría para que en 1990 regresara el espacio a esta cadena. Allí se emitiría de nuevo, recuperando el espíritu —ahora más escorado— hasta el Antenatresazo de 1992, que daría para columna incluso sólo en su sección de televisión. Pero es que el día que haga el post sobre la adjudicación de licencias y los movimientos posteriores me tengo que tomar luego unas vacaciones. En cualquier caso, esto supuso el desmantelamiento de la marca, pasando la televisión a depender de un grupo liderado por Antonio Asensio que iría arrinconando al programa de Balbín hasta sacarlo de la programación en 1993. Pese a lo cuál no se le ocurrió entrar en Moncloa con una recortada —o, si lo intentó, nunca nos enteramos—.

Pero, volviendo a 1986, el gobierno decidió impulsar otros dos programas de información. En primer lugar el espacio Punto y Aparte, que empezó como una sección interna del telediario de la noche; de él se encargaba Manuel Campo Vidal, pese a que acababa de ser enviado al mediodía —no hagan que tenga que recordarles lo de la semana pasada— para ser convertido en un programa independiente en 1986. En ambos casos se trataba de una entrevista de un cuarto de hora que permitía abordar con profundidad un tema de actualidad.

Para 1987, y tras el mareo de turno de profesionales en TVE, Campo Vidal pasa a hacer su Punto y Aparte en el Hora 25 de la SER, dentro de los cambios que el nuevo director, Julio César Iglesias, incorpora al espacio. Punto y aparte acabaría siendo un programa propio de la emisora hasta que en 1989 le pidieron que regresara a TVE para realizar un informativo diferente, con una entrevista, una tertulia y varias piezas que trataban de buscar un nuevo punto de vista.

Dentro del programa se procuraron tratar todos los temas, incluido el de la manipulación informativa en televisión, en el que media docena de profesionales españoles discutieron sobre los problemas de la manipulación informativa… en Italia. Porque este es un país de tradiciones, señores, y si queremos hablar de lo de aquí nos conviene fingir que estamos hablando de algún otro lugar.

Siguiendo con la forma habitual de manejar la cadena, este programa tampoco duraría mucho y, tras concluir la temporada con una entrevista a Carlos Solchaga, se cerró sin que el entonces jefe, Ramón Colom, decidiera volver a contar con Campo Vidal para la siguiente temporada, siendo así reemplazado por el magazine Un día es un día de Angel Casas.

En 1986 otro programa informativo se estrenó, esta vez con más éxito: Documentos TV, fundado por Miguel Veyrat y que en 1990 pasaría a ser dirigido y presentado por Pedro Erquicia hasta su salida por jubilación en 2008. El programa es, en realidad, un contenedor de reportajes documentales, mayoritariamente de contenido extranjero, de manera que el ocasional documental español — generalmente producción propia del canal — no escuece tanto como para eliminarlo.

Para aquellos que suponen que la competencia es buena siempre, ya estamos en ese punto en que aparecieron las cadenas privadas. Permitiendo una mayor y más profunda cantidad de programas que ofrecieran una programación informativa de calid… PPPFFFF… JA JA JA JA JA. No, n-no puedo.

La llegada de las privadas, de las que hablaré algún día en que haya perfeccionado mi zen, supuso en realidad que en los informativos de TVE las cosas se ataran incluso más en corto, que los profesionales rebotados tuvieran un lugar al que ir y, sobre todo, que descubriéramos en la nueva década que se podía hacer televisión como si aún fueran los 50 —aunque estoy dispuesto a afirmar que en España esta frase se puede aplicar en casi cada una de las década siguientes—.

Y si esto es 1989, en 1990 el puesto de director de turno de TVE, un puesto con más movimiento que el de secretaria de Murphy Brown, fue para Alfonso Cortés Cavanillas, que sería cambiado por Ramón Colom tras la salida de Luis Solana como director general de RTVE y su sustitución por Jordi García Candau, lo que llevó, además, a una nueva Jefa de Informativos: María Antonia Iglesias. Con ellos llegó por fin una cierta estabilidad, hasta la victoria del PP en 1996, al centrarse todos en la competencia. No en ser competentes, claro, sino en que el público cautivo no se fuera ahora a la competencia.

En el Telediario hubo cambios, como siempre, empezando por la marcha de Luis Mariñas a Tele 5, pero se incluyeron en la remodelación los informativos de la segunda cadena, que pasan a tener más emisiones que la de madrugada, y que sirven para destacar a un joven profesional que viene de la sección de deportes.
El primer paso en TVE fue confiar en Pedro Piqueras para que presentara junto a Elena Sánchez el Telediario de mediodía, mientras Hermida se queda el de la madrugada. La sorpresa estuvo en el de noche, que permite por una vez que Rosa María Mateo tuviera un horario normal. Duró poco, claro, porque a Hermida no le aguantaron tres meses las ganas de estar en la madrugada y desplazó a un ridículo puesto sin puesto a Mateo. El puesto de Hermida era rellenado por Antonio Martín Benítez, presentador del telediario nocturno de La 2, llamado Noticias 2.

Si ustedes creen que esto es divertido sepan que Hermida tampoco aguantó demasiado, porque en 1991 decidió largarse a Antena 3, de modo que ooootra vez mueven a los personajes. Empezando por una de las presentadoras de los fines de semana, no la joven Ana Blanco, que había entrado a cubrir el hueco que dejó vacío Mari Pau Domínguez al dimitir, sino la otra presentadora, Francine Gálvez a la que la prensa de derechas venía ridiculizando por no hablar español correctamente —en realidad, por su tendencia a trabucarse al más puro estilo Rosa Conde y tropezarse con el teleprompter, pero la expresión no hablar correctamente español, que era la que usaban suena más… ajena. Y no le pidieron la partida de nacimiento porque no se les ocurrió—. Así que en su lugar decidieron mandar a… efectivamente, Rosa María Mateo. Lo que significa que el puesto de Hermida había quedado vacío. Como habían decidido prescindir del presentador del Telediario de Madrugada en favor, de nuevo, del presentador de Noticias 2, el puesto al frente del Telediario 2 fue para Josep María Balcells, que también se ocupaba del nuevo programa de debate conocido como… ahm… A debate.

Aún no terminaría el baile porque para el siguiente año los que se irían a las privadas serían Olga Viza y, esto os pillará por sorpresa, Rosa María Mateo.
Lo que llevó a una nueva restructuración: Benítez volvió brevemente antes de dar paso a Pedro Altares, Pedro Piqueras pasó a poner de presentador del mediodía a Ramón Pellicer. La salida de Mateo sirvió para que en el fin de semana entraran Fernando G. Delgado y María Escario y, de paso, llevar a su compañera, Ana Blanco, a las noches. Ahí no estaría sola, ya que el antiguo presentador de la madrugada lograba el puesto de presentador del telediario nocturno. Su nombre era, por supuesto, Matías Prats, hijo.

Los datos de audiencia se duplicarían, lo suficiente como para que decidieran hacer un cambio de presentadores. Pellicer a la noche y el dúo PratsBlanco al mediodía. De modo que así —bueno, Eduardo Sotillos sustituyó a Altares— se llegó hasta la victoria del PP en 1996.

Un buen momento, por tanto, para regresar al pasado y ver lo que las privadas hicieron al empezar su turno.

Durante sus primeros años hicieron esa televisión como de los años 50: en Tele5 tiraron por las tetas y se olvidaron de los informativos mientras que en Antena3 optaron por adaptar lo que hacían en la radio a la televisión. De ahí ideas locas como filmar una tertulia en un bar llamada Café, copa y puro u otra, en una auténtica locura de imaginación, titulada La Tertulia, presentada por Miguel Ángel García Juez con la colaboración como contertulios de Luis Ángel de la Viuda, Luis Carandell y Carlos Pumares; pero claro, estamos hablando del canal que según se abrió puso en marcha el late J.M. con Juanjo Menéndez.

También estuvo la creación de la serie de programas especiales La picota, en la que Manuel Marlasca intentaba hacer una suerte de especiales de investigación, o algo así. Al fin y al cabo estamos hablando de un canal que empezó su andadura diciendo que si había algún fallo por el que el canal no se podía ver en partes de España era culpa del gobierno socialista.

El primer periodista en aparecer para dar las noticias pudo ser también el que más impactaría: Jose María Carrascal. Pronto empezarían a adaptarse; Carrascal pasaría a las madrugadas, Luis Herrero presentaría al mediodía acompañado por Miriam Romero y un comentario político de Federico Jiménez Losantos. Esmeralda Velasco se ocuparía del informativo de la noche hasta su cambio por Fernando González Urbaneja y Vicente Mateos los fines de semana.

Claro que con el antenatresazo esto tampoco duró demasiado. La llegada de Asensio trajo una serie de cambios, empezando por la salida de los antiguos —con la excepción de Carrascal — y la llegada de reconocidos profesionales como Manuel Campo Vidal como nuevo presidente de la cadena. A partir de ahí llegaría el tránsito de periodistas de TVE: Olga Viza, Rosa María Mateo y, en 1993, Pedro Piqueras. También de profesionales de otros medios como Roberto Arce, José Antonio Gavira, María Rey, Marta Robles o Carlos García Hirschfeld, que acabaría inaugurando en 1995 un informativo matinal. Tras ese primer bache aquí todo estuvo muy tranquilo hasta la llegada del PP al poder.

Por su parte Tele5 apostó, Luis Mariñas mediante, por un solo telediario a media noche. Un formato corto pero con mucha firma en la que gente destacada en un campo concreto analizara las noticias. La presentación quedaba, aparentemente, en una tierra de nadie entre Mariñas —en las noticias serias— y Andrés Aberasturi. Fue todo un éxito que acabó por derrotar al telediario de madrugada de TVE, no digamos ya al de Carrascal.

Esto derivó en la llegada de nuevos informativos a mediodía y por la noche, como en el resto de cadenas. Mariñas se ocupaba también de presentar el del mediodía, Julio Fernández el de la nocturna, entre ambos seguían con Entre hoy y mañana y los fines de semana eran para Felipe Mellizo. Sobre estas bases irían evolucionando los espacios ahora conocidos como Las Noticias, incorporando secciones como los minidebates entre Miguel Ángel Aguilar y Luis Herrero, que seguían el esquema del americano Punto / Contrapunto, al que aquí se llamó Cruz y Raya —quienes, por otro lado, trabajaban en Tutti Frutti, así que todo quedaba en casa—. Posteriormente pasarían a ser sustituidos por Federico Jiménez Losantos y Carlos Carnicero y el nombre por Fuego cruzado. Aunque también aquí la llegada del PP al poder crearía algunos cambios en los presentadores.

Pero no voy a aburriros más. Obviamente el baile de presentadores siguió en todas las cadenas, más aún ahora que podían irse de una a otra sin mayores problemas que la conmoción creada, como en el caso de la marcha de Matías Prats, hijo, un hombre que había hecho de todo en todo tipo de programas de RTVE, a Antena 3 en 1998. Así que fijémonos en los espacios externos y ya habrá tiempo de volver para hacer un pequeño cierre al respecto de los noticieros.

Como decía, hubo informativos en todas las cadenas y pronto también distintos intentos de programas de información semanal, con mucho reportaje, como por ejemplo A toda página (1994) o Espejo público (1996) en Antena 3 o la semana que viene en Tele5 (1998). Generalmente son programas que cumplen una de estas dos premisas: O se hacen amarillistas centrándose en el famoseo y los sucesos, siguiendo el ejemplo de Gente (1995) de TVE, o desaparecen. En algunos casos, como Espejo público, se pueden lograr ambos, con el paso de informativo semanal a magazine mañanero presentado por la ex-compañera de Prats en el informativo nocturno de Antena 3, Susanna Griso.

Por otro lado hay pequeños intentos de programas de análisis de la actualidad como Los desayunos de TVE (1995) o La mirada crítica (1998) en Tele5, cuya cara más emblemática fue la de Vicente Vallés, que reúnen la idea de informativo y tertulia, desgajándose de sus respectivos informativos de mañana para ofrecer otro enfoque, algo que los iría acercando al enfoque de tertulia- magazine, como demuestra que el programa de Tele5 acabara siendo presentado por Maria Teresa Campos, y cancelado, en 2009.

Otro fenómeno que surge es el del informativo cercano, principalmente en las televisiones autonómicas. Muchas veces tomando como referente Madrid Directo (1993) y su mezcla de pequeñas noticias, reivindicaciones y color local, aunque a la vez que iban surgiendo por el resto de España —*Andalucía Directo* en 1998, por ejemplo— se iba notando la tendencia a limitar la información cercana a mayores dosis de pintoresquismos y sucesos.

De hecho, los programas de reportajes como En portada (2002) parecerán limitarse a cubrir el exceso de producción sin que a la gente le interese o importe en exceso lo que allí se diga.

Ese fue otro de los logros de la multiplicación de cadenas. La relevancia que daba tener sólo una fuente de información se fue diluyendo —no digamos ya con la popularización de Internet— hasta el punto de que ya parece que los diferentes informativos y a sus presentadores ya sólo los conocen en la Familia Real. Si a esa multiplicación se añaden los añadidos de Cuatro y La Sexta así como los de la TDT y los —pocos ya— canales externos, tenemos un impacto mucho menos importante que cuando sólo había un Telediario Noche.

El descrédito de la información televisiva quizá sea a lo que se pueda achacar las malas audiencias y posteriores cierres de intentos tan interesantes como el de CNN+ (1999 – 2010) o las muchas vueltas del canal 24 horas, que lanzó en 1997 TVE durante las famosas Guerras de los satélites —de las que, de nuevo, hablaremos otro día.

Esa caída del interés por la información explica también que los intentos de nuevos programas sean menos como Reporteros Cuatro (2010) y más como 21 días (2009) o Callejeros (2005), que buscan más un impacto ofreciendo entretenimiento desde la información que una información real. Pero es que ese parece el estado real de la televisión en España.

De entrada porque muchas veces se vende la confusión de que las tertulias son informativos. Y no, claro. Poner a mucha gente junta a hablar, o a gritar, no tiene rigor alguno. Especialmente cuando se cuenta con la misma gente para todo, nadie vigila los datos que se dan y, desde luego, se consideran más importante los puntos de vista que los hechos demostrables. Pero este griterío siempre ha gustado en España, ya fuera en formato Moros y cristianos (1997 – 2001) o buscara una apariencia más seria como 59 segundos (2004 – 2012).

En segundo lugar, por esa misma sensación de seriedad y credibilidad que da el estar haciendo un espacio informativo o con pretensiones de informar se suele fingir que lo que prima en un programa de otro tipo es la información sobre el espectáculo, de la misma manera que al hacer las salchichas a uno le pueden intentar vender que son de ternera aunque dentro le estén metiendo burro. El uso extenso del burro disfrazado en magazines y programas de sucesos —si es que aún podemos separarlos gracias a las secciones de consejos para los espectadores e intermedios gastronómicos de los primeros— ha servido también para estragar el gusto del espectador, que ya sólo reconoce los sabores más fuertes de la información. Si Susanna Griso tiene que montar un espectáculo en torno a unos pocos niños muertos para lograr ganarle la audiencia a Ana Rosa Quintana, ahí estarán ellos, peleando incluso por la participación de los familiares de los fallecidos.

Todo esto acabó repercutiendo, claro, en los propios informativos. Así, bien por presiones políticas o por el lamentable estado en que se encuentran, tuvimos que ver cosas como que el presentador del telediario nocturno en 2003, Alfredo Urdaci, fuera condenado a leer una rectificación, o la sobreabundancia de youtubes en los telediarios de la actualidad. Incluso provocando que profesionales respetados en otro tiempo como Pedro Piqueras parezcan ahora sufrir de algún tipo de interna agonía y ansia de tremendismo.

Yo sugiero siempre que cuando alguien vea un informativo televisivo tenga no ya una mente crítica y despierta con lo que está viendo, que eso siempre, sino que se haga directamente una tarjeta de bingo.

Pónganse en ella las definiciones de lo que puede verse en la actualidad en un informativo televisivo: Sucesos, Alarmismo, Corazón, Sectarismo, Tetas, YouTubes… Por lo menos así existe la posibilidad de que alguno de sus espectadores salga ganando algo con su visionado.

O quizá es sólo el pesimismo de ver la evolución de los informativos en España. Pero es que así están las cosas…


Recontando información televisiva española

En realidad trazar la evolución de la información en España está lejos de ser algo complicado. Sobre todo si tenemos en cuenta que desde 1956 hasta el 88 sólo dos cadenas emitían para toda España.

Hasta el 31 de diciembre de 1982 no empezó a emitir el primer canal autonómico, ETB. Al año siguiente TV3 se unió y a partir de ahí TVG (1985), Canal Nou, Canal Sur y Telemadrid (1989), las cinco cadenas que crearían la FORTA ( Federación de Organismos de Radio y Televisión Autonómicos ) y colaborarían durante una década. En 1999 comenzó a emitir la televisión canaria. Desde entonces hasta este mismo año con el lanzamiento de la Televisión Navarra se pondrían en circulación 11 canales autonómicos más.

Pero volvamos a la información. TVE, como hemos dicho en más ocasiones, empezó a emitir en el año 1956. Si alguien se pregunta por qué había 600 televisores en España antes de que comenzaran las emisiones regulares tal vez debería preguntarse cómo se logran siempre los avances. Claro que no hay mucho grabado porque hasta 1963 todo se emitía en directo —sí, ya, bueno—. Hasta el ’66 no llegaría la segunda cadena, en el 69 empezarían las emisiones en color, que serían las habituales desde 1973. Hasta 1988 no empezaría a emitirse programación matinal y, antes de eso, entre semana se iniciaba la transmisión a la una de la tarde y terminaba a las doce y media de la noche. Y eso la primera, la segunda no empezaría a emitir hasta casi las siete de la tarde. Si quieres ver llorar a los niños no tienes más que contarles estas cosas.

Durante todos esos años la información se limitaba al telediario de las 3 (el más largo), luego a las ocho y media y finalmente uno a las doce en ambas cadenas. En un principio, durante la etapa de Paseo de la Habana, los presentadores eran poco menos que bustos parlantes leyendo el parte, algo que cambiaría cuando Manuel Fraga llega al Ministerio de Información y Turismo en 1964 para modernizar la nación, incluida su televisión.

La apertura de los estudios de Prado del Rey, el nombramiento de un nuevo director de la cadena — Jesús Aparicio-Bernal Sánchez — y, por primera vez, de un responsable de informativos —*Ángel Marrero*, que desde el 57 venía siendo co-director del Telediario junto a José de las Casas— eran parte de un intento de renovar y dar más soltura al formato incorporando en la plantilla a Maruja Callaved, Pedro Macía, Santiago Vázquez o Rosa María Mateo, entre otros, o abriendo corresponsalías como la que ocupó en Nueva York desde finales de los sesenta y durante una década Jesus Hermida.

Todo esto continuaría con el apoyo del que sería nuevo Director General del canal tras la salida de Aparicio-Bernal en 1969. Al menos hasta que en 1973 decidiera irse él también en busca de otras responsabilidades. Antes de su partida le dio tiempo de supervisar la puesta en marcha de un nuevo programa: Informe semanal. Sus siguientes apariciones en el Telediario serían ya como protagonista de las informaciones. Se llamaba Adolfo Suárez.

Su llegada al gobierno tras la muerte del dictador trajo también a un nuevo Director General, Rafael Ansón —sí, es el hermano—, que de inmediato trató de dar una apariencia nueva a la programación de informativos renovando a los presentadores, que pasarían a ser Ladislao Azcona, Eduardo Sotillos y Pedro Macía, con apoyos como Nieves Romer o Ricardo Fernández Deu. Al mismo tiempo la segunda cadena vería una mayor libertad aún para su telediario de la mano de Miguel Ángel Gozalo.

En 1977 se produce una completa y compleja remodelación que incluye el cambio de la denominación Organismo Autónomo y, en consecuencia, un nuevo director: Fernando Arias-Salgado — sí, también el hermano—. Un movimiento de maquillaje realizado con la tradicional sutileza española que causó, por ejemplo, la presentación de una dimisión en bloque de los presentadores y responsables de informativos en 1978 por entender que se estaba intentando limitar su labor. Fueron unos años convulsos que tuvieron como parte buena una mayor rotación ante las cámaras, permitiendo que se incorporara gente como Adela Cantalapiedra o Cristina García Ramos a la vez que se le da más presencia a otros como Matias Prats o Rosa María Mateo. Sin embargo, la manipulación por parte del gobierno seguía ahí, como comprobó Pedro Macía, en ese momento director del telediario de mediodía, que se vio despedido tras un rifirrafe con Arias-Salgado sobre la información de una huelga de RENFE.

En 1981 la llegada al gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo vino con un nuevo cambio de denominación, se iban las caretas y el Organismo Autónomo pasaría a ser Ente Público, denominación que mantendría hasta 2007. No sería la única novedad; la llegada de Fernando Castedo supondría una enorme cantidad de cambios, empezando por la contratación de un nuevo Director de Informativos que decidiría, además, ser el presentador del Telediario nocturno: Iñaki Gabilondo. Pedro Macía volvería a dirigir durante un mes el telediario de mediodía, ahora con el nombre de Crónica 3, para ser sustituido a su marcha por Jesús Hermida y Rosa María Mateo. En cuanto al telediario de madrugada, ahora Al cierre, se encargarían de él Joaquín Arozamena y Victoria Prego; además, se buscaría una mayor cohesión entre los tres creando equipos de redacción por temas en los que intervendrían nuevos profesionales como Luis Mariñas o Baltasar Magro. Sin embargo Gabilondo tendría problemas por su manera de informar sobre el paro, lo que terminaría con su destitución.

Poco después sería el propio Castedo el sustituido, esta vez por Carlos Robles Piquer —eso es, directamente él. Aunque podemos seguir con el tema familiar recordando que además de exministro franquista era cuñado de Fraga— y ya en 1982 por Eugenio Nasarre —sin relación de parentesco con Eva—, lo que provocó, sin duda para vuestra sorpresa, todo tipo de enfrentamientos con sus propios periodistas —con cartas públicas firmadas entre otros por Mateos, Mariñas o Magro y la salida de Hermida como presentador— y bronca continua con el PSOE y el PCE por la intoxicación informativa. Y ya os voy avisando de que este tipo de acusaciones no pararían nunca de salir de la oposición, generalmente con razón.

Como demostración más palpable de esto, la llegada del PSOE al poder el año siguiente supuso el nombramiento como director de La Casa de Jose María Calviño, quien colocó a José Luis Balbín como jefe de informativos. El siguiente baile de nombres llevó a dirigir los telediarios a Asunción Valdés, Luis Mariñas —con Secundino González de ayudante y ocasional sustituto— y Pablo Sebastián en el Telediario 3 junto a Rosa María Artal que pasa a ser realizado por Jose María Fraguas, “Pirracas —cómo os lo diría yo… Sí, el hermano— . Delante de la pantalla se barajan los puestos y aparecen un par de nuevas caras como Baltasar Magro o Manuel Campo Vidal. El mandato de Balbín —que llevaba desde 1973 en TVE al mando de un programa mítico del hablaremos más adelante— fue como de costumbre breve: en cosa de un año, a la primera bronca por el poco cambio respecto a los anteriores informativos, Balbín se va de regreso a su programa y entra Ángel Vázquez a darle un repaso a la plantilla que termina con cambios otra vez en todos los telediarios. Aún a Asunción Valdés le da tiempo de dimitir, pero a Sebastián y Rosa María Artal se los sacuden sin más. Campo Vidal pasa al telediario nocturno mientras por la mañana prueban primero con Pepe Navarro y después con Paco Montesdeoca. Pero no acabarían aquí los cambios porque al año siguiente, en 1984, Mariñas fue despedido. A Mariñas le seguirían Rosa María Mateo y Arozamena, todos defenestrados por la maquinaria de TVE, convertida en una trituradora a manos del poder que debería haber hecho saltar algunas señales de advertencia. Los intentos de independencia que la cadena había estado teniendo desde mediados de los años setenta molestaban ahora a los democráticos nuevos jefes y los nombres de directivos, directores, productores y presentadores iban saltando con rapidez como palomitas en sartén.

En 1985 sale Vázquez y entra en su lugar Enric Sopena, que trae con él a jóvenes profesionales: Ángeles Caso, Concha García Campoy y Carlos Herrera. Les agrupa con otros periodistas de plantilla y logra que Rosa María Mateo regrese, esta vez a la madrugada. A los fines de semana pasa Luis Carandell.

Por suerte lograron estar durante todo un año con casi los mismos presentadores; Caso y Herrera acabaron siendo sustituidos respectivamente por María Escario y Paco Lobatón, aunque las acusaciones y broncas seguían activas. La más curiosa fue la de sobreimpresionar las siglas del PSOE sobre los goles de Butragueño al emitir el resumen del partido España-Dinamarca del Mundial del 86.

La tranquilidad dura poco en RTVE: la llegada de Pilar Miró en 1987 trajo, una vez más, cambios en los equipos. Julio de Benito es nombrado director de informativos; sus cambios más importantes son la llegada al telediario de medio día de Luis de Benito —efectivamente, puso a su hermano— y la reformulación del telediario de los fines de semana en 48 horas, primero con Pedro Erquicia y luego con Andrés Aberasturi, ambos con María Escario.

Con el cambio de año cambia de nuevo el director y presentador de los telediarios de mediodía y noche, ejerciendo a la vez labores de presentador en este último. El repuesto era el joven valor radiofónico Pedro Piqueras.

Esperad un momento, ¿hay alguien que aún me siga? Porque el periodo socialista es un auténtico festival de idas, venidas, llegadas y patadas para fuera a profesionales. Me sorprende que Mayra Gómez-Kemp no acabara presentando un telediario o Chicho Ibáñez Serrador como jefe de informativos. Tranquilos, prometo que terminamos en un par de párrafos y os dejo reposar hasta la próxima semana.

Con Pedro Piqueras cambian las labores de las las copresentadoras. De entre lo que más se destaca es que María Escario y Elena Sánchez pasan a especializarse en deportes. Pero tampoco hace falta que os fijéis mucho, porque en 1989 Pilar Miró es licenciada sin honores y un nuevo director general llega al Ente, en esta ocasión le toca a Luis Solana —sí, el hermano. Pero, eh, ¿quién no ha sido director de un canal televisivo público mientras su hermano era Ministro de Educación y Ciencia de ese mismo país? Ya, bueno. Yo no pierdo la esperanza—. Entra Diego Carcedo como director de informativos.

La llegada de las privadas no afectó tanto a la pública como la bronca postelectoral del año 89. El pifostio lleva al PSOE a no renovar a Solana como pretendía sino a traer a un nuevo —¡OTRO!— jugador al tablero, Jordi García-Candau.

Y lo dejo por no poneros la cabeza como un bombo. Como irregularidad, seguiré la semana que viene hablando ya desde la presencia de las privadas. Y contando también con los otros programas informativos ajenos al Telediario que hemos tenido. Si por un casual todas estas intrigas palaciegas os hubieran dejado ganas de más os recomiendo la búsqueda de Las guerras del Pirulí de Ramón Tijeras (Debate, 2005) que con todas sus carencias es la mejor historia sobre RTVE desde el final del franquismo hasta su publicación que tenemos a mano.


Elecciones informacionales televiseras extrainternas

Como decía la semana pasada, hoy toca hablar de la importancia, influencia e implicación de la televisión en y durante las elecciones USA. Y pese a todo lo que ha pasado estos días sigo teniendo intención de hacerlo. Dentro de un rato.

Hay dos asuntos importantes o interesantes que se han colocado en medio. En primer lugar la crisis en El País y su ERE. Hay muchas cosas que se podrían decir, sobre todo después del… infame comunicado en forma de Tribuna sin firma que sacaron ayer. Pero no es este el lugar ni el momento de sacarlo. En lugar de eso quiero fijarme en un aspecto que sí compete a este blog y es que despidieran a Miriam Lagoa, una de las principales responsables del blog sobre series Quinta temporada. En realidad hay más compañeros que podrán seguir adelante con el blog y, sinceramente, no es que me parezca una visita especialmente informada o recomendada. Pero entra dentro de lo que algunos comentan, y otros se maliciaban ya con la aparición del HuffPost entre lo que se escucha sobre la posibilidad de suprimir los blog de pago —que están pagando ellos, vamos— por blogs de… visibilidad. Y no me parece el camino. El que quiera escribir de gratis que lo haga, faltaría más. Pero si detrás hay un medio con pasta no entiendo la necesidad de hacer la competencia desleal no ya a uno mismo sino también a los propios periodistas del medio. Una vez más vuelvo al poema de Pushkin sobre escribir por placer y publicar por dinero. Sobre todo porque sin dinero de por medio no creo que el autor sienta la necesidad de ceñirse a las fuerzas y normas que traten de ponerle desde arriba. Sobre todo porque arriba tendrá a una empresa en busca de beneficios.

El otro es la BBC. Después de lo escrito la semana pasada esta les ha estallado otro especial informativo en la cara, en un caso sorprendentemente similar al que se llevó por delante a Milne cambiando neonazis por pederastas. Y, de nuevo, ha habido dimisiones, en este caso la de George Entwistle, el director general de la cadena, por los problemas con el nivel de sus informaciones de manera que el director del BBC Trust, Lord Chris Patten, ha salido a defender la necesidad de una BBC independiente y con un alto nivel de auto exigencia porque no pueden perder la confianza de su público. Esa forma de gestionar una crisis, no sólo las dimisiones sino también la completa comprensión de su propia situación. Si mal está que den información poco contrastada —que parece mentira— por lo menos demuestran que saben lo que tienen que hacer cuando se les pilla. Un consuelo menor, me temo.

Así que, mientras nuestra fe en la humanidad sigue siendo un terrón de azúcar en un frasco de vinagre, vamos a regresar a nuestro tema de interés: La televisión americana y las elecciones USA. Un asunto con distintas caras y puntos de vista que van más allá de los programas informativos en sí.

El primer punto sería el de los programas de entretenimiento que pasan a recibir más visitas de políticos. En 2008 la visita de Sarah Palin al SNL causó un auténtico terremoto no tanto dentro del programa como entre la audiencia y las redes sociales. Fue un asunto de sobra conocido por la enorme capacidad de la ex- SNL Tina Fey de aprovechar el parecido con la candidata a la vicepresidencia. —Algo que acabaría apareciendo de manera finjamos que sutil en 30Rock— Este es el movimiento más conocido pero no el único. Dejarse caer por magazines y otros programas era algo habitual que Obama llevo al máximo, especialmente gracias al impulso que Oprah le ofreció. Estos cuatro años ha seguido apareciendo por la tele, aunque sea Michelle Obama la que más tiempo ha pasado en los platós con sus campañas contra la obesidad infantil. Sin embargo uno de los aspectos que más claridad ofrecían al respecto fue el famoso vídeo del 47%. en el que también explicaba que no tenía intención de ir a la tele, que no podía ir a Letterman porque era terreno enemigo y, además, le odiaba por haber ido más a Leno. Tampoco quería ir al SNL porque sospechaba que eso podría ridiculizarle —COF— y, desde luego, sabía que ir a The View era un peligro porque sólo había una conservadora y las otras cuatro tenían lenguas afiladas como navajas. El resultado de la indiscreción no se hizo esperar: En Letterman prometieron no ser muy duros con él con la misma ironía con la que el SNL se tomó el episodios, con The View la cosa fue peor. Primero las presentadoras actuales ( Barbara Walters, Joy Behar, Sherri Shepherd, Whoopi Goldberg y la conservadora Elisabeth Hasselbeck) comentaron el tema en su siguiente programa llegando a afirmar que parecía poco presidencial puesto que si un aspirante no era capaz de manejar a cuatro mujeres de lengua afilada menos aún iba a ser capaz de manejar un país. El hiriente comentario —propio de sus lenguas que, no sé si lo hemos comentado, son afiladas— surtió efecto en apariencia y Romney aseguró que pasaría por el programa. Al fin y al cabo los habitantes urbanitas y jóvenes estaban perdidos pero las mujeres aún le daban una oportunidad. Sin embargo en el último momento decidió no arriesgarse y mandar a su magnífica mujer, Anne, que como de costumbre demostró más tablas que él y supo soportar el chaparrón de preguntas e insinuaciones aunque quedara claro que su marido había decidido evitarlas. Este juego de entradas y salidas, de presencias y ausencias en la televisión, marca una de las maneras en que se relacionan los candidatos con la televisión.

La segunda, quizá más conocida, es mediante los debates . La finalidad de los mismos es poco conocida- Es decir, se supone que tratan de modificar la opinión de la gente pero acaban siendo tan envarados que sólo el segundo se apartó realmente del clásico Candidatos y Moderador. Ocurre una cosa curiosa con ellos, no están limitados a un canal. De hecho, la señal es casi pública motivo por el cuál suelen emitirlos todas las cadenas, incluidas las informativas de cable, del mismo modo que otras —digamos, la CW— pueden pasar del asunto. El culto al debate es algo típico estadounidense, aunque cada vez parezca más marcado por estrategias y límites que lo hacen aburrido. Incluso se preparan zingers que tanto nos entretendrán luegos — Digamos: “Es cierto que el Ejercito Norteamericano tiene menos barcos, pero también tiene menos caballos y bayonetas” — De todas maneras los debates suelen servir para que alguno de los candidatos la cague fuera de su zona de confort. En las Primarias Republicanas —Sí, también las Primarias de cada partido tienen sus debates televisados, aunque suelen serlo por cadenas más pequeñas o especializadas, tipo C-Span — Los Republicanos acabaron teniendo entre finales del año pasado y principios de este casi veinte debates al final de los cuales algunos de los candidatos como el Gobernador de Texas, Rick Perry, que la cagó no sólo pareciendo, ahm, intoxicado por algún alimento en mal estado — COF — sino, incluso, siendo incapaz de expresar sus argumentos con claridad:

.

De manera que en los últimos debates era casi más una cuestión de quién había metido menos la pata que de quién funcionaba. Esto facilita, por supuesto, tomar al finalel punto medio y moderado, bien sea presentando un ficus de plástico o a Mitt Romney, si es que se puede distinguir a ambos. Excepto, claro, porque un ficus jamás hubiera pasado por este trago:

En cualquier caso, esta es la cara más visible de las elecciones de una manera clara y activa, aunque hay otra versión que suele ser la que se lleva más atención. Los anuncios publicitarios. Olvidad todo lo que sabéis de los anuncios, nacido de lo que hay por aquí, si nunca antes habéis visto lo de allí. Generalmente creados para atacar algo y con una virulencia que… Os pongo unos pocos:

¿Os ha quedado claro? Además de que China es ma-la, digo. Mensajes cortos, letras, subrayados, etc… La comunicación tiene que ser reducida, clara y directa.
Además de invasiva. Poco tardan el resto de los programas en hartarse y aburrirse, allí no hay límites ni reglas de Espacios electorales que valgan.

Normalmente hay alguno que se pasa tanto de la ralla que tienen que quitarlo. Este año ha ocurrido cuando Romney tuvo la ocurrencia de decir que cerraría del todo el grifo a la PBS, la cadena pública estadounidense, si ganaba por muy fan que fuera de La Gallina Caponata ( Big Bird en el original) lo que llevó al equipo de Obama a hacer el siguiente anuncio:

Metidos en medio de la refriega y habitualmente acusado de izquierdistas por el Partido Republicano, la productora detrás de Barrio Sésamo, la siempre encantadora Jim Henson Company, pidió, por favor, que se retirara el anuncio por no haber dado ellos permiso. Su puesto, decía, tiene que ser lo más políticamente neutral que se pueda para educar a los niños de américa. COmo mucho Big Bird apareció en el SNL comentando la noticia.

Con asuntos como este parece obvio por qué el comentario político, sobre los temas tratados en debates o lanzados por la prensa, acaban llegando a todas partes. Lo que incluye la propia ficción televisiva.

De manera que pasamos al contagio, bien por ser un tema de actualidad, un tema sencillo o porque todo el mundo tiene sus creencias políticas, rara vez las series —especialmente las comedias— logran evitar el tema. En este año, por ejemplo, tenemos dos grandes ejemplos. Uno en la reflexión política de la irregular serie cocreada por Ryan Murphy The New Normal, pero mejor aún en un doble capítulo de 30 Rock que repasaba desde distintos puntos de vista la política —tema habitual de la serie que, anteriormente ese mismo año, había hecho un paralelismo con la situación Palin— hasta que la situación terminaba en un debate representativo y satírico de los mayores respaldos de ambos partidos.

Todo lo cuál se va acercando poco a poco al momento en sí, a la noche electoral. Una noche en la que la televisión tiene un gran valor. Incalculable incluso. Porque una de las inesperadas fuentes de poder televisivo está la fiabilidad con la que declaran que los estados van para uno u otro candidato. Un tema especialmente delicado tras el fiasco en Florida en 2000. Ya sabéis.

Por ese motivo en las elecciones importantes las cadenas últimamente se han comportado con más cuidado para no meter la pata. Pueden declarar que los feudos van a sus partidos de cabecera con un 0% escrutado, arriesgándose pero no mucho. Pero cuanto menos claro esté —Digamos Carolina del Norte, Virginia o Pensilvania— más tiempo esperarán. Su fórmula según el total del recuento + las encuestas previas y las encuestas a pie de urna no les impide que en algún estado como estos se esperen a prácticamente el 99% escrutado antes de hablar. Tampoco impide escenas como esta, en la que se ve cómo le sienta a un asesor político —en este caso el en otros tiempos todopoderoso Karl Rove— que se declare a un estado controvertido para su rival con un 75% escrutado, como pasó la noche electoral con la cadena FOX y Ohio.

Esta fue una de las anécdotas de la noche, la más relevante a nivel político, porque quizá la más relevante como televisión lo protagonizó Diane Sawyer, la presentadora de las noticias de la noche de la cadena ABC, que tuvo algunos comportamientos peculiares durante la noche electoral.

Unos momentos muy propios de telecomedia, la verdad.

En resumen, las elecciones trastocan los planes y maneras de la televisión, y le añaden algo de sabor a las pantallas. Así que lo raro es que las televisiones no hayan intentado que sean cada menos de cuatro años. Quizá sólo porque no saben si sus espectadores lo podrían soportar.