Tras los Juegos Olímpicos de Londres se comprobó que los saltos de trampolín tenían buena audiencia, así que ¿por qué no adaptarlos a la televisión? Pensadlo por un momento y decidid si no lo tienen todo: a) Emoción: 1. Como competición que es, por saber quién será el ganador; 2. como drama potencial, por el morbo de que alguno de los concursante se mate —Algo no por menos probable que vaya a funcionar peor con el público televisivo actual—; b) Carne: ¿Que mejor excusa que esta para sacar a señores y señoras con poca ropa en horario de máxima audiencia?, algo que siempre tiene su público; c) Coartada: Es un deporte, al fin y al cabo, así que los dos puntos anteriores no tienen nada que ver con su previsible éxito. Que va. En absoluto.
Como estas cosas funcionan como funcionan rápidamente buscaron un cuarto punto: d) Famosos. Por lo visto ver a un famoso con poca ropa y/o muerto siempre será mejor que ver a un desconocido —un desconocido es aquel que aún no ha pasado suficiente tiempo de exposición mediática, claro.—
En algo así debían de pensar en Estados Unidos y Países Bajos. En el primer país la FOX —venga, va, haced como si os sorprendiera— comenzó a preparar un especial que debería haber estado para la temporada de otoño. Pero no dejaba de retrasarse. Y eso que intentaron ponerlo en marcha lo más rápido posible porque la ABC ya había manifestado su intención de adaptar el formato holandés Splash!. Se puede decir muchas cosas de los europeos pero no que seamos lentos para estas cosas. Mientras la FOX se chocaba contra todo tipo de problemas el canal SBS 6 tenía a finales de agosto listo para emisión Sterren Springen, algo así como Famosos saltando. Rápidamente se vendió a más países, casi siempre con esa premura para llegar a ser los primeros en estrenar un programa tan aparentemente sencillo.
Cuando la FOX logró por fin estrenar su Stars in Danger: The High Dive se encontró, además, con que la audiencia pasó mucho de ellos. El propuesto concurso reality parecía condenado a no pasar de ahí y los planes de la ABC de estrenar su propia versión de Splash se retrasaron a la espera. Mientras tanto los ingleses habían logrado estrenar el suyo, que se convirtió en el éxito del año con una audiencia mucho mejor incluso de lo esperado. Por lo esperado por la cadena, me refiero, los críticos tenían los cuchillos afilados desde hacía semanas.
Así pues, tenemos un programa basado en unos puntos bastante obvios y con éxito internacional, en parte probado, en parte pendiente —este mismo mes se estrenará la versión francesa, por ejemplo— que apela a cosas tan básicas que lo raro es que no lo hubieran estrenado antes.
De modo que, ¿a qué tanta sorpresa y tanto rasgarse las vestiduras?, ¿qué clase de ridículas afirmaciones son esas de que es muy español su éxito? ¡O la elección de participantes! ¿Que aquí está Falete? Atentos a Jaap Terror Amesz, concursante del programa original:
Tenemos tanto que aprender.
Como decía antes, no estoy apoyando este tipo de programas, trato de explicarlo. Y trato de hacerlo porque por más que lo intente no encuentro comprensible afirmaciones como las de la versión inglesa The Guardian que lo aprovechaba para hacer un repaso a esa televisión que es tan mala que es buena y eso es algo que no soy capaz de entender.
Pero si retrocedemos un poco más, hace unas semanas se estrenaron tres series distintas entre sí pero con problemas de aceptación similares. Se trataba de The following, Zero hour y Cult. A ellas también les tocaron soportar todas esas afirmaciones ridículas: “Es mala pero te ríes”, “ Es tan mala que es buena “, “Es un placer culpable”. ¡NO, NO, NO!
La primera es quizá la más ambigua. Si te ríes al menos algo de provecho habrás sacado, ¿no? —Y soy de la opinión que eso es así incluso aunque estemos viendo un dramón— Así que, por favor, si te has reído, aunque sea por terribles casos de comicidad involuntaria, muéstrate si no agradecido al menos benevolente y reconoce que sirve para pasar un buen rato. Si te ha hecho reflexionar, si te ha mantenido interesando, enganchado a lo que sea; puede que no fuera su objetivo, puede que sea un logro externo a sus intenciones, pero es sin duda un logro.
La segunda me parece un error de concepto. No el de disfrutar de una obra deplorable. A eso estoy acostumbrado. Incluso a la vieja idea del amar/odiar, ver algo para criticarlo, porque te sientes superior, te sientes poderoso ante su podredumbre, te crees más inteligente que lo que criticas y eso te hace sentirte bien contigo mismo. Y, sin embargo, volvemos al mismo punto de lo anterior. Es un choque de trenes, lo ves no porque esté bien sino porque produce una fascinación malsana y morbosa. Es algo que podemos entender. Pero, eh, ¡acéptalo! El programa es malo Y te gusta. No pero, no. Y. No te gusta porque ni aunque, salvo, claro, que seas una persona que sólo se fije en la calidad mensurable —¡o peor aún, en el juicio crítico !— a la hora de decidir qué te gusta.
Motivo por el cual considero que los placeres culpables son afirmaciones tontas. ¿Qué quiere decir eso de Es un placer culpable? ¿Qué te meterían en la cárcel si te pillaran? ¿Que te estás haciendo daño a ti mismo? Así como con un ojo guiñado, estupendo. ¿Os imagináis a Mitríades, rey del Ponto, diciendo que beber veneno es su placer culpable? Y el representante de la curia frente a él le diría, Ah, el mío es la pederastia. ¡Y todos tan amigos!
No, me temo que no. Generalmente cuando dices eso te refieres a: Oh, sé que es terrible y que no debería de gustarme porque el consenso general es terrible y en lugar de esto que estoy viendo debería estar repasando The Wire o haciendo natación que es el deporte más completo así que, bueno, seré autoindulgente y reconoceré de manera irónica la baja calidad de mi elección haciendo como si tuviera la tarjeta de Sal de tener que reconocer que te gusta este programa de dudosa calidad y recopila tu crédito exterior diciendo que lo haces de manera irónica.
Porque es es el problema principal. La imagen que queremos proyectar de nosotros mismos, los gustos que querríamos tener, los gustos que queremos que el resto crea que tenemos. Y si no están aceptado pues… ¡te ríes de ellos y ya está!
Ver un producto desde la superioridad moral es sólo comparable a ensalzarlo desde la nostalgia. En ambos casos importa más lo que tú le añades que lo que él ofrece. Y, peor aún, demuestra que no eres capaz de diferenciar lo uno de lo otro, Pparece que la gente no sabe separar la calidad del propio gusto. Como si fuera ese el baremo de la calidad. De manera que cuando lo que nos gusta es algo que no parece tener una alta calidad demostrable hay que buscar un motivo para verlo.
Para los que llevéis tiempo leyéndome en mis varias intervenciones interneteras no os sorprenderá mucho que defienda, como siempre, que la calidad de un programa no debería estar ligada a su audiencia. Ni en favor, ni en contra. Eso de que los programas de calidad deberían triunfar o son, por su propia definición, minoritarios, son chorradas. Que la gente sienta que debe disculparse por no gustarles programas de calidad, también. Solo me resulta más lamentable la gente que defiende que esos programas no deben hacerse, que sólo se deben hacer los populares (por lo visto se puede decir que un programa es bueno pero no que es malo, yo qué sé) del mismo modo que me parece lógico que no todo el mundo sepa cosas pero no que defienda la incultura.
Volviendo a lo que aquí nos ocupa, suelo poner el inicio del problema en que mucha gente aún no ha caído en que no es lo mismo evaluar la calidad de un programa que lo que pueda gustarnos dado que, insisto de nuevo, que algo esté bien realizado no significa que vaya a gustarnos inmediatamente. Y viceversa: Que algo nos guste no significa que tenga calidad. Pese a lo cuál vemos una gran cantidad de valoraciones basadas en ese megustismo.
El megustismo es un problema generalizado, claro y viral. Examinar una obra según su impacto en nosotros puede facilitar llegar a una conclusión rápida y sencilla. Pero responde a la pregunta: ¿qué reacción me ha producido la obra?, una pregunta egocéntrica donde las haya. La obra sólo importa en tanto que nos afecta. No se trata de: ¿qué análisis saco de la obra?, no busca una aproximación analítica. Busca ver si ha levantado olas en nuestra forma de ser y pensar, si ha acertado en la diana de los gustos propios.
Cierto, realizar un análisis frío y sopesado sólo puede hacernos parecer como unos robots idiotas, carentes de emociones, dotados de unos aparatos para evaluar la frenología de la realidad. “La fotografía muy cuidada, la interpretación impecable, el inteligente planteamiento.” En fin, esas cosas. Pero, eh, al menos estamos hablando de la obra y no de nosotros o de bajo mi punto de vista (¿o era pese a no ser crítico de cine?, no sé)
Personalmente considero necesario usar una mezcla de ambas para hallar hasta que punto es un producto bien construido y que, además, logre apelar a la parte emocional básica. Pero siempre con el conocimiento de que pueden ser programas que no estén hechos para apelar a mí como persona. O, peor aún, que ese impacto que puede realizar en mí sea muy superior a la calidad de la obra.
Por ejemplo, cuando te tomes la crítica a una obra como una crítica personal. O, más imperdonable aún, cuando decidas juzgar a una persona por aquello que le gusta. Estoy tratando de decidir qué es peor y no lo veo claro.
Por otro lado, lo que sí puedes encontrar es muchos productos cuya calidad cuestiones por no notar que están realizados para un público con una sensibilidad distinta. Si estás viendo una simplona serie policíaca de la CBS están buscando eso precisamente, si es un programa de dudoso gusto y chorreante de testosterona redneck en SPIKE también, y si no soportas los realities de BRAVO estás más que en tu derecho de manifestarlo. Pero no digas que no entiendas que le pueda gustar a nadie. Todas las cosas son entendibles si te detienes a analizarlas. Generalmente porque funcionan apelando a un tipo concreto de público, no buscan un éxito global sino dentro de su nicho.
Lo más extraño en el proceso televisivo no suelen ser las audiencias sino que un ejecutivo al ver un programa concreto pensara que eso se podría estrenar con razonable éxito. Y, sin embargo, no es algo nuevo. A la mala recepción y general incomprensión hacia Zero hour y Cult, algo que podría unirse a momentos del pasado, del reciente como The Cape o Persons Unknown y del más lejano como Manimal o Cop rock. Ejemplos de series de calidad dudosa pero francamente entretenidas de ver que se la pegaron. Podríamos, por otro lado, sacar un listado de las que triunfaron.
En ningún momento es necesario que las consideremos mejor de lo que son. Entendámonos, se puede discutir y debatir su calidad. Por supuesto. Al fin y al cabo todo está sujeto a revisión. Por eso ahora la cotización crítica de Los Sopranos ha caído mientras que la de The Wire está a tope. Todo sube y baja, incluso en lo relativo a lo peor considerado. En los USA la serie que más puñaladas se está llevando este año es Smash, y no se los está llevando tanto por su nivel, que es simplemente mediocre, como por una serie de sucesos externos entre los que destacan muy especialmente el ser el proyecto mimado de Robert Greenblatt, el actual jefazo de la NBC que la ha conducido a su actual desastroso puesto en las audiencias, cuya permisividad con el proyecto permitió que la temporada pasada se convirtiera en una bomba grabada con múltiples problemas de supervisión — puesto del que ha sido relevada este año por Up all night y su actual catástrofe empezando por ser también una serie de la NBC — que acabaron facilitando que la serie se viera por lo que se conoce como hate watching , es decir, el visionado de un programa con la única finalidad de ponerlo a parir. Algo que el año pasado acabó siendo prácticamente la única forma en la que se hablaba de algunos productos televisivos en USA .
No voy a decir que esté mal, allá cada cual con los motivos para ver un programa, pero espero que la próxima vez que estéis disfrutando de ver algo tratéis de entender qué es lo que os gusta y por qué. Así, con un poco de suerte, podremos llegar a descubrir que Es tan alocado que es bueno, Es tal el dislate que te ríes y, desde luego, es un placer . Sin más.