Hexadoctoral ColinBakerense Peripatetismo TheRANI

La de Colin Baker es la historia de una tragedia. Desde su mismo inicio en la serie empezaron a suceder cosas que no eran las que uno esperaría, empezando por la muerte de su hijo recién nacido poco después de haber logrado el papel. Sería lo más terrible que le sucediera durante el tiempo que estuvo en el cargo, pero no lo único.

La llegada al puesto fue, sin embargo, un sueño cumplido. Baker era un fan incondicional del programa desde hacía años y había tratado de hacerse con el papel tras la marcha de Tom Baker. No lo consiguió pero sí sacó un pequeño papelito en Arc of Infinity que le hizo resignarse a no lograr el papel nunca. Sin embargo sería esa interpretación, y no toda una carrera como secundario en cine y —sobre todo— televisión, la que haría que John Nathan-Turner pensara en él cono sustituto de Peter Davison.

Baker estaba exultante, llevaba años deseando poder marcar al personaje con su propio estilo. Claro que no contaba con que sería JNT el que decidiera en qué dirección debía ir el personaje. Tras el blando Quinto Doctor el Sexto iba a girar en ese concepto con el que la serie parecía darse cabezazos bajo su mando, el personaje dudoso y difícil de confiar, algo que ya había intentado sin ningún éxito con Turlough y antes incluso con Adric. Más aún, era el mismo truco que ya se había usado durante la primera regeneración, cuando Polly y Ben desconfiaban del Segundo Doctor y sus intenciones. Baker hizo todo lo posible por hacerle interesante, ofreciendo una interpretación divertida, aunque algo excesiva, con un Doctor aficionado a largas frases alambicadas decoradas con palabras poco comunes, y con un humor agudo y oscuro que en ocasiones puede recordar al Primero.

La idea de distanciarse así no parecía mala, pero el siguiente paso de John Nathan-Turner fue todo un traspiés. Frente a la opinión de Baker de que debería llevar un atuendo elegante, negro, sobrio, para contrastar con la claridad de Davison, JNT decidió que lo que hacía falta era más colorido. De manera que encargó un abrigo de múltiples motivos y colores —excepto el azul, por ser el color de las pantallas para los efectos especiales—, como confeccionado por retales —un aviso de lo que sería su propia estancia en la serie—, que hacía pensar en una mezcla entre el jefe de pista de un circo y uno de sus payasos. Algo a lo que unir una corbata de lazo y unos trajes igual de estrambóticos. Un traje que parecía incidir en la parte más cómica del personaje, no sólo servir como contraste. Pero JNT decidió seguir adelante pese a las quejas del equipo, especialmente del jefe de guionistas, Eric Saward, que no se veía capaz de pararle los pies y cada vez chocaba más con él.

En The twinn dileman, el último serial de la temporada 21, comenzaba su regeneración atacando a Peri. No diré que es del todo irracional, pero desde luego no predisponía a los espectadores a su favor. Y eso que lo escribía un guionista al que JNT conocía de sobra por haber trabajado en… bueno… como siempre, en All Creatures Great And Small, que parece que JNT no conociera a gente en otras series.

Mientras tanto en la BBC seguían sin estar contentos. Y aunque Graeme MacDonald apoyaba en lo posible, que ya no era mucho, las ideas del controller Alan Hart para mejorar el programa seguían siendo erráticas. La última era intentar algo diferente, recortando a la mitad el número de episodios hasta 13 pero haciendo que tuvieran el doble de duración, pasando de 25 a 45 minutos.

Y con todo eso empezó al año siguiente la temporada 22. Con un Doctor casi desconocido, pero del que ya se había visto un primer serial que no había convencido, con un traje que había sido objeto de chanza durante todo el parón y acompañado por la peor de las acompañantes que el Doctor haya tenido nunca: Peri Brown.

Todo el mundo tiene acompañantes favoritos, y otros con los que sencillamente no puede. Hay muchos motivos para valorarlos, sin duda, pero igual que algunos de ellos, como Jamie o Sarah Jane, logran un apoyo casi universal, otros son intensamente apaleados. Y si bien hay formas de encontrar y salvar a acompañantes como Tegan, el proceso resulta casi imposible con Peri. Y no parece que la culpa sea precisamente de su actriz, Nicola Bryant.

Recordemos su llegada a la TARDIS, con Turlough encontrándola dormida en el suelo mientras tiene lo que parece una pesadilla sobre su padrastro —un tema igual de espinoso, aunque no se llegue a profundizar en él— que le lleva a cargarla hasta la TARDIS en lo que podría fácilmente ser considerado como un rapto. La propia Peri se encargará de demostrar su fastidio por tener que estar recorriendo el tiempo y el espacio con una pasión sólo comparable a la saliente Tegan. Pero ésta última era directa y resolutiva, en tanto que la personalidad de Peri se queda sin llegar a desarrollarse en ningún momento. De ella sabemos que es una estudiante universitaria de Botánica —aunque en sus viajes con el Doctor no le veremos más que alabar las flores bonitas, jamás dará un dato de interés, mucho menos de utilidad, no estamos ante una Doctora Liz Shaw — y que viene de una familia estadounidense con dinero. Eso y que todo el desarrollo de personaje parece exterior, basado en los conjuntos de bikini o top y minivaqueros más zapatos con plataformas o tacones. Conjuntos que la sexualizan, marcando en lo posible sus ya de por sí prominentes pechos, y que en su aspecto más que darle un aire juvenil la infantilizan. Su nula capacidad para realizar algo que no sea gritar o meterse en líos ella solita hacen un eco de lo peor de Susan sin ninguna de sus cualidades. Y, desde luego, no hay nada de Barbara en ella.

¿Cómo se llegó hasta ella? ¿Es por otro de los problemas de John Nathan-Turner como su manía de deshacerse de Nyssa y conservar a Tegan? ¿Realmente era una estrategia predefinida? Creo que lo mejor es recuperar lo que Jennifer Pelland escribía en el ensayo que le dedica dentro del libro Chicks unravel time:

¿Me estaba perdiendo algo? ¿Era eso todo lo que ella tenía que ser realmente? ¿Qué les llevó a crear el personaje en primer lugar? Quizá simplemente algo se perdió al pasarlo del tablero de creación a la pantalla. Yendo directamente a la fuente original, tenemos esta cita del entonces productor John Nathan-Turner: “ Ella llevará a menudo leotardos y bikinis. Un montón de Papás (SIC) ven Doctor Who y estoy seguro de que les gustará Nicola.”

Papás. Fue escrita para los padres, como un regalo de agradecimiento por la onerosa tarea de ver televisión con sus hijos. No había sido escrita para esos niños. No había sido escrita para mí.

Lo que lo hace incluso más triste es que Nicola Bryant era tan infeliz con esto como yo. En la WishCon de 1994 dijo: “¡Creía que todo el mundo sabía que no estaba a gusto con mis ropas! (…) Quiero decir, básicamente, el problema en lo que a mí concernía con el vestuario era que mi personaje empezó vestido con un bikini, ¡y por lo visto, nunca se vistió! ¡Que buen punto de partida! Y creo que estaría bien si estuviera, ya sabes, interpretando a Leela, porque eres de otro planeta y de algún modo primitiva. Pero cuando se supone que representas, ya sabes, a una estudiante de los ’80, lo que pensaba era: ‘¿De dónde vienen todos estos taconazos y shorts?’”

Puede parecer que estoy diciendo que la forma en que iba vestida era el problema principal. Pero no es eso — es que no se molestaron en desarrollarla más allá de lo que llevaba puesto. Como dijo Bryant en TV Zone (special issue #8, 1993): “La primera vez que vi el guión, pensé que Peri podía haber sido una reflexión acertada sobre los estudiantes jóvenes de los ’80s. Pero pronto descubrí que no era ese el asunto, cuando en el rodaje uno de los maquilladores me preguntó qué pintauñas quería; respondí que no creía que Peri llevara ninguno, sólo para que todos me insistieran en que ella lo llevaría.

En otras palabras, sí, su apariencia era su caracterización. Punto. Fin de la historia.


Efectivamente, Peri era un personaje con una sola nota y ningún recorrido que olvidaba las dos premisas principales de los acompañantes: Crear a alguien con quien el público pudiera empatizar, un sustituto del espectador dentro de las aventuras; y usarlo para que éste tuviera alguien con quien hablar y así exponer y hacer avanzar la trama.

En su lugar tenía esa funcionalidad de atraer un público completamente externo al argumento —no vamos a quejarnos de su aspecto físico, sería tan ridículo quejarse de que alguien sea guapo como de lo contrario, el problema es cuando SÓLO son ese aspecto— y correr de un lado a otro, como un pollo sin cabeza.

Sobre todo en una temporada que contó con un buen número de mujeres interesantes y resolutivas como invitadas, a ambos lados de la ley, durante los diferentes seriales. Comenzando por su primer serial, uno de los platos fuertes de la temporada por suponer el regreso de uno de los grandes enemigos del Doctor.

Attack of the Cybermen nos mostraba no sólo el regreso de los malvados robots, también el regreso de un personaje del pasado del Doctor, Lytton, a quien ya habíamos visto aliado con los Daleks. Aunque en esta ocasión parecía estar del lado de los buenos logrando, sin embargo, que el Doctor acabara causando que los Cybermen se encargaran de él. En realidad detrás de todas las maquinaciones estaban las Cryons, una especie que se diría femenina por completo de extraterrestres cristalinos, cuya naturaleza congelada les hace centrarse en la refrigeración, motivo por el que su planeta fue invadido por los Cybermen y ahora buscan devolvérsela.

El guión fue una suerte de locura, al intentar Eric Saward escribirlo hasta que descubrió que las reglas de la BBC no le permitían escribir más que un serial al año, y ya estaba previsto que fuera el final de temporada. Así que se alió con Ian Levine, el consejero en fandom y continuidad para crear entre los dos un guión con los Cybermen. Saward quería sobre todo presentar a los Cryons como una raza en la que cada uno de los alienígenas tuviera una personalidad distinta y definida, más allá de los atributos de raza que funcionaban como una colmena habitualmente. El problema fue que, como Levine trabajaba para la oficina de producción, JNT decidió que él tampoco podía recibir el crédito, así que se buscaron a una amiga de Saward, Paula Woolsey, que echaría una mano en el guión y por la que acabarían acreditándoselo como a Paula Moore.

La siguiente historia, Vengeance on Varos, escrito por Philip Martin, actor, guionista y creador de la serie Gangsters, un autor al que ya se había aproximado Bidmead pero al que hasta ahora no se le había ocurrido algo interesante sobre lo que escribir. Hasta ahora. Con un serial que tenía mucha de esa venganza, incluida esa crítica a la violencia del programa que Mary Whitehouse llevaba años denunciando y que ahora, con Margaret Thatcher en plena cruzada contra la BBC parecía apropiado, de alguna manera.

Porque nada mejor para hablar de ella que presentar un planeta minero que ofrece un extraño mineral que a nadie parece interesar, principalmente vive de las torturas y muertes a los mineros, prisioneros y guardianes, que se emite para todo el universo —que pueda pagarlo— y que permite a esos mismos espectadores elegir cómo serán torturados e incluso muertos. Una crítica completa y absoluta tanto a las condiciones de los mineros, como a los gobiernos autoritarios, a los espectáculos de violencia y, por supuesto, al propio concepto de reality. Un gran serial con un par de rebeldes, Areta y Etta, que demuestran que la revolución no es cosa de chicos.

Originalmente pensado para un par de temporadas antes, con el Quinto Doctor, Nyssa y Tegan en mente, el guión pasó atorado en la oficina de producción un par de años hasta que Saward decidera rescatarlo. Claro que había que realizar algunos cambios, sobre todo porque mientras tanto había llegado un nuevo Doctor con otra acompañante, y porque creía conveniente descargar de parte de la culpa al gobierno y maximizar la aparición de un villano reptiliano llamado Sil como antagonista principal. Peri, por su parte, acabaría convertida, quizá por la justicia poética, en un híbrido de humano y pollo.

Aunque el hachazo definitivo se lo soltó al personaje la que sería por derecho propio la protagonista femenina de esta temporada. Uno de los personajes que, pese a sus limitadas apariciones televisivas, más fuertemente se han instalado jamás en el imaginario de la serie. Me refiero, por supuesto, a The Rani.

The Rani no es una versión maligna del Doctor como podía ser The Master, ella es una científica. Ciertamente el tipo de científica inmoral a la que le importan más sus experimentos que la posibilidad de dañar a alguien con ellos; pero claro, para ella los humanos tampoco son personas, sólo los Time Lords —y tampoco demasiado, no hay más que verla soportando más que trabajando con el Master—. Mucho más mortífera pero, a la vez, menos malvada.

John Nathan-Turner venía buscando una historia con la que recuperar al Master; Pip y Jane Baker tenían una historia sobre los luditas en la que Saward creía que podía encajar. Ellos pensaron que funcionaría mejor con una pareja y crearon un acompañante, The Rani. Sin embargo, la fuerza del personaje y ciertos cambios en el guión —que favorecían la presencia de un científico que hablara sobre células dormidas del cerebro— aumentaron su importancia como personaje. Fue devorando el resto de la trama hasta que se convirtió en el mismo centro.

Entendida por Saward como un nuevo enemigo para el Doctor que sirve a la vez como un Master menos inútil y en absoluto aficionado a los planes ridículos, dos cosas que no le gustaban del personaje, la idea fue empezar a usarla como villana habitual. Y para interpretarla contrataron a Kate O’Mara, que dotaba al personaje de una fuerza enorme, como una villana de culebrón con un giro inteligente, que acabaría convirtiéndola en la respuesta británica a la Diana de V.

Lo curioso del caso es que parte del fandom la recibió con auténtico escepticismo, como si no pudieran tomársela en serio. Y es una lástima, incluso teniendo en cuenta su uso como personaje regularmente solicitado para su regreso, bien a favor o en contra. Y eso que logra cosas tan importantes como demostrar el comportamiento de género siendo el cerebro tras el Master y no al revés. O demostrando que todo lo que hace no es por lograr un poder físico o unas propiedades, sino por el mero hecho intelectual. El conocimiento, igual que le pasa al Doctor, es su debilidad.

Aprovechando que habían recuperado, aún de comparsa, al Master decidió JNT que era un buen momento para seguir recuperando cosas del pasado. Y que ningún golpe de efecto sería mejor que traer de vuelta al mismísimo Patrick Troughton, siempre tan afable y encantador, que ya durante el rodaje de Los cinco doctores había hablado de lo mucho que le apetecía regresar a la serie. Y, como Frazer Hines sólo había logrado librarse de sus compromisos para un pequeño cameo, parecía apropiado recuperar a uno de los grandes equipos de la serie, así que uno de los peores, el Sexto y Peri, quizá lograrían algo al unirse al Segundo y Jamie.

Para hacerlo aún más a lo grande decidieron irse a rodar a Nueva Orléans. John Nathan-Turner pasaba mucho tiempo dándole coba a los chicos del otro lado del Atlántico, para desesperación de Saward, que veía cómo descuidaba su trabajo —que acababa correspondiéndole a él— en favor de no se sabe bien qué utilidad reuniéndose con aficionados. La idea de JNT era que Lionheart, su distribuidora en EEUU, pagaría parte de los gastos para que se rodara allí. Así que se puso a organizarlo todo.

Saward, por su parte, aprovechó para acercarse al guionista que mejor creía que sabría reunir todas las partes, Robert Holmes, el veterano guionista que había empezado escribiendo en la última temporada de Troughton y había seguido colaborando desde entonces. Holmes, que empezaba a tener problemas de salud, ofreció una historia sobre unos alienígenas aficionados a la buena vida, auténticos gourmands. La idea de Holmes era utilizarlos como gancho para recuperar a los Sontaran y usarlos de una manera mucho más natural que la de sus últimas apariciones.

Por supuesto Lionheart se negó a soltar pasta, algo que JNT se podía haber imaginado recordando el nacimiento de Tegan. De momento sirvió para que tuvieran que buscar otra localización, por ejemplo Venecia, y para que el equipo se fuera allá a filmar en pleno agosto. El director elegido fue otro clásico, Peter Moffat, que se vio embarcado hacia el destino final —Venecia también les pareció muy cara— con un guión aún en desarrollo, pues Holmes tenía que eliminar las referencias estadounidenses.

Lo que ninguno de ellos esperaban era el tremendo calor que se iban a encontrar en el destino elegido. Uno que hacía que los actores, excepto Hines que llevaba con gracia el kilt, procuraran ir en mangas de camisa todo lo posible, mientras que los extraterrestres caracterizados apenas aguantaban con lo que les ponían por encima.

Pero, claro, ¿a quién se le ocurre ir a rodar a mediados de verano a España, por barato que les hubiera salido el viaje a mediados de 1984? ¿No habían aprendido nada cuando estuvieron rodando en Lanzarote Planet of Fire? Más aún, ¿a quién se le puede ocurrir llevárselos en pleno agosto a Sevilla?

El resultado fue un rodaje problemático, un montón de vuelos para uno y otro lado y John Nathan-Turner molestando todo el rato porque el nuevo controller de la BBC, Michael Grade, estaba muy poco por la labor de gastar en Doctor Who, un programa que le parecía poco apropiado para la BBC.

El resultado, pese a todo, fue un buen serial que, aunque continuó con la bajada de audiencia poniéndose por debajo de los 7 millones de espectadores, dejó un buen recuerdo. En el público, porque Moffat acabaría harto de interferencias y resuelto a no regresar al programa, Holmes vio su salud deteriorada, Saward estaba a punto de saltar y los actores no estaban especialmente felices.

En este clima llegó el siguiente serial, Timelash, un ligero entretenimiento cuyo mayor interés consistía en que incluía a un jovencito en medio de la acción llamado Herbert, quien tras una aventura corriendo por arriba y abajo del tiempo y el espacio elegiría quedarse en donde comenzó, planteándose escribir lo que había visto. Este Herbert George Wells, qué cosas. Mientras esto ocurría y JNT seguía metiendo referencias —esta vez al Tercer Doctor y Jo—, en los despachos se jugaba con el destino de la serie.

Así, Eric Saward preparaba el final de temporada, Revelation Of The Daleks, en la que al ir a un funeral el Doctor descubre a Davros, quien, de hecho, ha preparado una trampa para el Doctor con la idea de crear una nueva raza de Daleks que sustituya —y destruya— a los antiguos.

Mientras tanto se iba preparando la siguiente temporada, que iba a tener historias de Holmes y Bidmead, el regreso de la Rani y de Sil, y la introducción de otro Time Lord más…

Pero Grade les anunció que pararían la producción. Tenía la intención de acabar con la serie aquí al considerarla demasiada violenta y carente de humor. Sí, carente de humor. Además, detestaba la versión que Baker estaba realizando casi tanto como el traje que llevaba…

John Nathan-Turner se dio prisa en filtrar la información a los clubs de fans, que se movilizaron rápidamente para salvar la serie. En el proceso, los grandes medios se involucraron también, con gran profusión de quejas y lamentos por su desaparición. Grade respondió que jamás había pensado en cancelarla, que sólo querían que se tomara un descanso y la puso en un hiato durante año y medio. Desde marzo de 1985 hasta abril de 1986. Ah, y volvería a los 25 minutos por capítulo, porque estaba claro que lo de los 45 no había funcionado.

Con todo ese tiempo por delante, John Nathan-Turner estaba decidido a convertir el regreso en un gran éxito para demostrar a la BBC el genio e interés que las aventuras del Doctor tenían. O eso se supone.

Porque lo que decidió fue tirar por tierra todo el trabajo previsto para el año siguiente y comenzar de cero con varias ideas que ni eran originales ni habían funcionado. El Doctor, en un arrebato meta, sería juzgado por los Time Lords por interferir en los asuntos humanos. Exactamente igual que el final del Segundo Doctor y sin contar con que el Doctor aún había sido juzgado por compatriotas al menos dos veces desde entonces; peor aún, el juicio duraría toda la temporada en una historia llamada The Trial of a Time Lord, que reuniría de una vez la complejidad argumental de la temporada 16, The Key to Time y la insufrible extensión del serial The Daleks’ Master Plan, que cerca estuvo de acabar con el Doctor en su tercera temporada.

Durante ese año y medio pasaron más cosas, incluida la salida de Graeme MacDonald como Jefe de Drama y su sustitución por Jonathan Powell. También el rodaje de una radionovela para la BBC y un par de conjuras más.

La decisión tomada sobre la temporada no contaba con que Powell y Grade decidieran que, además de regrresar de los 45 a los 25 minutos, se mantendría el número de 13 episodios, tirando así por tierra la idea de varios seriales continuados. En su lugar serían sólo cuatro las historias que transcurrirían, al estilo de A Christmas Carol, durante el juicio al Sexto Doctor.

Lo primero que vemos es su llegada, amnésico, perdido, sin recordar dónde está Peri; en ese momento descubrimos al Inquisidor, el juez que se ocupará del caso, interpretado por Lynda Bellingham, y al abogado acusador, el adusto The Valeyard (Michael Jayston), quienes le informan de su situación y deciden ofrecer imágenes en la Matrix —una vez más— para demostrarlo.

Así se introducirán los tres seriales, que teóricamente se ocupan del pasado, el presente y el futuro del personaje, antes del cuarto serial que concluiría el juicio. La idea original era que Richard Holmes, muy debilitado por su enfermedad de hígado, se ocupara de la primera y la última serie. La apertura, conocida como The Mysterious Planet, estuvo rápidamente preparada para que Powell diera su aprobación, mientras se instruía al director, un novato, sobre lo que querían. JNT no tuvo problemas en gastar ochenta mil libras en unos planos iniciales del lugar del juicio, que esperaba reutilizar y que serían el efecto especial más caro hasta el momento.

Una de las conspiraciones era la de Nicola Bryant con Colin Baker. Habían decidido que si nadie se preocupaba de Peri ellos lo harían. Y ya que había logrado algo de ropa en los últimos episodios de la anterior temporada, ahora habían decidido que durante el hiato habían seguido viajando juntos y ahora su relación era cordial. Lamentablemente los guionistas seguían sin saber qué hacer con Peri —o, más bien, sin poder hacer mucho más, dado que estamos hablando aquí de Holmes, que había escrito a la práctica totalidad de acompañantes desde Jamie y Zoe—, de modo que Bryant anunció a Nathan-Turner y Saward su intención de largarse de la serie.

Ocupados como estaban, esto les llevó a decidir que en el siguiente serial Peri encontraría su destino y, una vez bien muerta, le sucedería en el tercero una acompañante nunca antes vista. JNT creó para ello a Mel, una técnico informático dicharachera a la que Saward acogió con reticencia.

Juntos empezaron a trazar, además, la segunda parte, encargada a Philip Martin, con el fin de que recuperase para ella a Sil. Lo último que esperaban era que el día en que terminaba el plazo Jonathan Powell les hiciera llegar un montón de correcciones para el primer serial. Correcciones que iban desde comentarios sobre la necesidad de establecer desde el principio que se estaba juzgando al Doctor hasta quejarse del tono más humorístico que Grade había solicitado. Parecía improbable, pero los responsables de Doctor Who acababan de descubrir que tenían dos oponentes en la cúpula de la BBC.

Eric Saward, descontento con el trato recibido por los guiones de Peter Holmes, fue a hablar con Powell acompañado por el director asignado, para informarle de que si se hacían cambios sustanciales no iban a estar a tiempo. Sobre todo porque algunas partes ya estaban grabadas. Aceptaron que el juicio no fuera el gancho del final del primer episodio sino su apertura, y ése fue el mayor cambio que se realizó. Eso no evitó que el Jefe de Guionistas sintiera que la BBC estaba en su contra y que John Nathan-Turner, en vez de respaldarles, estaba dedicado a tonterías como realizar el casting de Mel.

Finalmente, el rodaje de The Mysterious Planet estuvo listo, y con él la primera parte, en la que el Valeyard enseña al Doctor su participación en una rebelión en el distante planeta Ravolox, cuya superficie fue teóricamente destruida por las tormentas solares —aunque ellos lo encuentran perfectamente habitable— y ahora está en manos de Reina Katryca, monarca de la Tribu de los Libres, mientras que en el subsuelo habita otro grupo de hombres liderados por el robot Drathro, al que los timadores —y alivio cómico— Glitz y Dibber tratan de sonsacar sus secretos. El más importante de ellos, sin embargo, es que en realidad Ravolox es la Tierra. Aunque eso significa que en este futuro la Tierra fue apartada de su órbita por fueras desconocidas.

El personaje de Glitz fue rápidamente marcado como uno con potencial como para regresar, y así se le hizo saber a Holmes. Martin seguía preparando Mindwarp, ya listo para empezar a rodar.

En él, la prevista muerte de Peri llegaría al encontrarse el Doctor y ella en mitad de otra de las maquinaciones de Sil, que incluían un trasplante de cerebros a consecuencia de un aumento del mismo. Además del guerrero Rey Yrcanos, que llegaría dispuesto a acabar con el Doctor pero al que Peri trataría de poner de su parte, aunque fuera sólo para salir con vida. Algo que al final no conseguía.

Para entonces JNT ya había elegido a la actriz que interpretaría a Mel, la ex-niña prodigio Bonnie Langford, una elección que hizo a Saward chocar de nuevo con él. Y hubiera pasado a más de no ser porque Holmes estaba terminando los guiones del final con su ayuda, pues su hígado había llegado a tal punto de colapso que iba a requerir de inmediato su ingreso en el hospital.

De manera que dejó el serial introductorio de Mel —aunque ya aparecía como acompañante sin mayores presentaciones— en manos de Bidmead. Cuando Nathan-Turner vio lo que el ex-jefe de guionistas estaba preparando decidió reemplazarle. Entre Saward y Levine decidieron encomendárselo a P.J. Hammond, creador de Sapphire And Steel, pero tampoco esta vez estuvo contento y acabó pidiéndoselo a los Baker, a pesar de saber lo que Saward opinaba sobre su forma de lograr una producción rápida.

En este caso poco iba a decir Saward, que había logrado terminar los guiones de la cuarta parte y se dedicaba ahora a velar a su amigo Robert Holmes, ingresado poco después de lograr completarlos. La idea para ese gran final era que se produjera la revelación de que tras el juicio se encontraba el Master y, en homenaje a ese final que nunca pudo tener Roger Delgado, que les equiparaba con Sherlock Holmes y Moriarty, acabaran cayendo en un vórtice temporal que permitiría darle cualquier final a la serie, o comenzar la siguiente temporada como mejor quisieran.

La grabación del segundo serial estaba siendo un desastre, mucho más con Saward dedicado a otra cosa. Y John Nathan-Turner dedicado también a las suyas. La serie navegaba sin rumbo y las cosas sólo podían ir a peor. En ese momento Robert Holmes, el guionista por excelencia de la serie, falleció.

La falta de respeto con su muerte fue lo último que necesitó Eric Saward para hartarse definitivamente de Doctor Who. Una serie que veía condenada por el odio de sus superiores y por el nulo interés que el productor parecía tener por ella para algo que no fuera externo a la misma. Además, su falta de voto y la cantidad de veces que se había decidido obviar su opinión, la última de las cuales con el Cast para Mel y el contrato con los Baker, le acabaron de decidir. Dimitía con efecto inmediato.

Tan inmediato que cuando Colin Baker le llamó para preguntarle si uno de los giros argumentales del segundo serial —en el que el científico loco Crozier, responsable del aumento de cerebro del jefe de los Mentors, Kiv, le dispara con un arma que le vuelve malo— significaba que el arma había resultado realmente, que el Valeyard estaba trampeando con las evidencias o que el Doctor estaba fingiendo como en otras ocasiones; todo lo que logró de Saward fue que le dijera una versión de ni lo sé ni me importa.

Visto lo cual, John Nathan-Turner cogería las riendas de los guiones él mismo, empezando por ocuparse de la supervisión del segundo serial y ayudar a los Baker con el tercero, en el que se enfrentarían a una nueva especie alienígena de origen vegetal, creada por la manipulación genética botánica, que estaba acabando con los pasajeros de un crucero estelar. Efectivamente, JNT esperó a que Peri estuviera fuera de la serie para poner una amenaza en la que una botánica hubiera podido ser de utilidad.

El serial se acabó con los problemas habituales pero habiendo dejado establecida a Mel como acompañante para un hipotético futuro. Aunque eso significaba que a Nathan-Turner le tocaba afrontar un nuevo problema: ¿cómo concluir el juicio?

Con Saward retirado y Holmes muerto, los dos episodios que quedaban parecían estar en el aire. La oficina de producción se puso en contacto con el antiguo jefe de guionistas para confirmar que pudieran usar los guiones que les habían dejado. Saward se lo dio, pero en cuanto John Nathan-Turner decidió empezar a realizar cambios a lo escrito montó en cólera y se lo revocó, llevando a JNT a contratar de nuevo a los Baker para escribirlo entre los tres, con todas las modificaciones que él quisiera.

El primero de los cuales era que en realidad el Master aparecía para advertir al Doctor, su viejo enemigo, de que no podría salir de allí con vida porque el Alto Consejo de Gallifrey había decidido acabar con él de una vez por todas. Por ello habían arrasado la Tierra y cambiado su localización espacial creando Ravolox, y por eso mismo habían usado como acusador a The Valeyard, una palabra en ingles arcaico que significa El Doctor en Leyes, la emanación de su lado negativo entre las reencarnaciones duodécima y la última.

Sería él y no el Master quien protagonizara la lucha final, sobre todo ahora que se había desechado la idea de Holmes de que fuera su última encarnación, prefiriendo ese lado negativo más manejable en el futuro. Además, el Master volvía a ser un villano, no un anti-héroe, que estaba allí como plan B para acabar con el Doctor, y también se le volvía a usar como material cómico emparejándolo con Glitz. Puestos a modificar cosas, se utilizaron clips de los seriales de la temporada para cambiar cosas que a JNT no le gustaran, siendo la más llamativa la revelación de que en realidad el segundo serial no concluía con la muerte de Peri; su intento de seducir a Yrcanos no era un plan para lograr escapar, uno que este jefe guerrero había sabido ver y que había llevado a su muerte a la acompañante. En lugar de eso se nos informaba de que había sido manipulada la Matrix por el Valeyard y que lo realmente ocurrido fue que… ¡¡¡ Peri se casó con Yrcanos!!! Algo que Nicola Bryant descubrió horrorizada viendo el programa. Parecía que, incluso tras su marcha, JNT había logrado una manera de destrozar el personaje de Peri incluso aún más.

En el nuevo final el Doctor y el Valeyard se pelean en la Matrix, el Doctor trata de lograr restaurarla sin manipulaciones, Mel sale de la pantalla para advertir a los Time Lords de los problemas que supondrían la ruptura de la Matrix, el Alto Consejo es depuesto —entendemos que por traición—, lo que permite al Inquisidor declarar inocente al Doctor a su regreso a la realidad, tras haber hecho explotar el arma del Valeyard, la Fantasy Factory, condenándole a la desaparición. O eso cree él, pues tras marcharse de Gallifrey el Inquisidor ordena que sea reparada la Matrix y vemos que el encargado es el propio Valeyard.

Con este giro innecesario final terminaba la temporada, pero no la historia. Aún molesto por lo sucedido, por todo lo sucedido, Eric Saward era entrevistado para el magazine Starbust y allí explotaba definitivamente contando extensamente sus problemas con John Nathan-Turner y con los mandos de la
BBC. Pronto los medios de comunicación se hacían eco de ello también.

JNT se puso furioso por lo que consideraba una traición: por primera vez los trapos sucios eran lavados en público, antes incluso del final de la emisión de la serie. Veía muy negro su futuro, más aún tras lograr unos datos de audiencia discretos, aunque hubiera mejorado la valoración de los espectadores. De modo que cuando fue convocado a hablar con Grade y Powell suponía su inminente despido.

En su lugar se encontró con que iban a darle otra oportunidad a la serie. De nuevo con el formato corto en episodios y duración, pero, eso sí, había algo que hacía falta cambiar. A ninguno de los responsables de la BBC le gustaba Colin Baker ni su abrigo, debía ser despedido fulminantemente. En cuanto al futuro del propio Nathan-Turner, quedaron pendientes de comunicarle cuál sería su destino. Aunque si se encargaba él mismo de hablar con Baker parecía posible que le ofrecieran algo mejor…

Cuando Colin Baker —un fan de toda la vida, que había demostrado compromiso y había utilizado sus energías en realizar la mejor versión posible, evitando crear problemas innecesarios y respaldando a sus acompañantes— conoció la decisión, se sintió traicionado por el productor; él mismo lo comentó en varias entrevistas, igual que lamentó la imposibilidad de poder permanecer más tiempo demostrando que valía para el puesto.

Pero la TARDIS había vuelto a girar y era el momento de encontrar a alguien que pudiera cambiar el destino de la serie de forma drástica.


Espoileables zonas problemáticas interneteras

El choque, junto con la tensión, es lo que suele explicar la mayor parte de problemas del mundo. Sobre todo cuando van más allá de los hechos para convertirse en un choque de opiniones. Igual que se discuten otros límites, el de la información produce olas.

Estoy hablando, por supuesto, de los spoilers, los famosos destripes que son tanto una forma inevitable de comentar y analizar un hecho como una forma de cambiar el punto de vista a la hora de abordarlo.

Hace un par de semanas tuvimos un estallido general con Juego de Tronos. No acabo de entender la popularidad de esta serie pero llevo viendo, oyendo y leyendo a gente comentarla durante años. Ya debemos estar incluso cerca de poder decir décadas. Y los giros de la trama, más o menos inesperados, siguen representando uno de los puntos candentes, capaces de desencadenar la tormenta, como suele ocurrir al menos una vez por libro en esta saga, casi siempre a un tercio del final.

Como era de esperar, estas revoluciones llevaron a la gente a querer comentar lo sucedido —con diferentes grados de detalle— en todos los medios que existen ahora para ello, lo que llevó a un choque con la gente que, por unos motivos u otros, no había visto aún el episodio pero sí quería seguir usando los medios sociales.

No sólo es un tema delicado, también tiene múltiples niveles de enfrentamiento y acaba, al final, basándose en algo tan poco habitual como el respeto por los demás y las buenas maneras. En ambas direcciones.

Es delicado porque parece un error tratar de coartar la libertad de expresión de los demás. Al fin y al cabo, esa excitación con la ficción —centrándonos en este caso, claro, podríamos hablar también de algún momento en los realities, especialmente en los dedicados a concursos—, con el producto final, es lo que ha buscado el autor. Lo que pretende provocar. Y en ese estado es lógico querer compartirlo. Opinar. Discutir. Intercambiar impresiones.

¿No se supone que es esa la finalidad de las redes sociales?

Y, sin embargo, ¿qué marca los tiempos? O, mejor dicho, los lugares. ¿Es necesario poder comentar todo en cada sitio sin preocuparse por los demás? ¿Es un ejercicio de libertad o es mear en la calle?

Otro punto es la distancia entre los medios en que se puede encontrar la obra. Cuando una obra se basa en otra anterior, la distancia entre medios se multiplica, pues podemos contar tanto el tiempo de su última aparición como de su primera versión. En el caso que nos ocupa el libro apareció en inglés hace trece años, ¿debemos atenernos a eso? Creo que la diferencia de medios y de la gente que a ellos acude debería ser suficiente para disuadir a los seguidores de uno de centrarse en el otro. Sobre todo porque es raro encontrarse a gente que tenga una cultura lo suficientemente amplia como para que no le afecte ningún intercambio de formatos. Pensemos, sin ir más lejos, en el tránsito del papel al celuloide: ¿Podemos entonces destripar impunemente el final de El juego de Ender —de próximo estreno— porque el libro original tiene casi treinta? ¿Y de El gran Gatsby? ¿ Romeo y Julieta? ¿Dónde ponemos el límite? ¿Debe la antigüedad de la publicación original —papel, película, serie…— justificar que un medio moderno sea tratado diferente? La justificación parece caer por su propio peso en cuanto consideras todos los formatos como el mismo: ¿Si vieras a alguien leyéndolo considerarías que se le puede destripar? ¿Pese a que existan versiones en otros formatos que ha podido conocer? ¿No le preguntarías por dónde va?

Sabiendo qué conocimientos previos se tienen o tanteando por dónde va se pueden mantener conversaciones. Y es que podemos plantearnos en serio preguntas como: ¿No se puede hablar de una obra sin destriparla? Es algo que yo me pregunto muy a menudo. Hace dos semanas comentaba aquí Bates Motel; como lo importante no era realmente lo que pasa tanto como la construcción y el uso de una narrativa que da por hecho el conocimiento de la obra que precede, decidí no contar gran cosa sobre las obras anteriores. Y es una decisión igual de ilógica. Porque en un medio de comunicación extenso como esta columna podría simplemente haber señalado que iba a destripar el argumento. Si hubiera sido necesario lo habría hecho.

La semana pasada hice un repaso completo al Quinto Doctor, la etapa Davison en sus tres años. Y para contarla hubo que destripar argumentos, hablar de llegadas y salidas de personajes secundarios, de muertes, villanos tras la cortina y toda una serie de sucesos que quizá hubiera sido mejor no saber si se tiene en mente ver la serie. Al menos en breve, si uno no tiene buena memoria.

Esta misma semana se ha anunciado a bombo y platillo un cambio grande en uno de los próximos episodios de Doctor Who. Algo que cambiará la serie, sin duda alguna, y que habría sido mucho mejor si no se hubiera sabido. Sin embargo se filtró. Bien por decisión propia o por estrategia de comunicación, tanto da. Igual que los concursos que avisan de cuándo han dado un gran premio haciendo irrelevante ver el resto de los capítulos porque allí no se van a dar.

Cuando salieron las nuevas películas de Star Wars se planteó la posibilidad de que hubiera gente que las viera por primera vez y en orden, de manera que la revelación en El imperio contraataca no lo fuera tanto. Claro que avisar de que hay una revelación ya predispone a que el público observe de una manera diferente.

Hitchcok es, precisamente, el que suele ser mencionado en estos casos. Tanto cuando se habla de la diferencia entre sorpresa —una bomba estalla en un maletín bajo la mesa de dos hombres que toman café— como de suspense —sabemos que en el maletín bajo la mesa en la que dos hombres toman café hay una bomba que se va a acercando a la explosión— como cuando se recuerda que pedía que no se contara el final de Psicosis porque era el único que tenía.

Aunque lo de pedir que no se revele un final sorpresa o un giro inesperado es más antiguo. Y se ha usado en escenas como la de Homer saliendo de El imperio contraataca, que es precisamente una de las escenas que podrían resumir esta discusión.

Vayámonos incluso antes: La Illiada. O Beowulf. O vuestra historia mítica favorita. Tanto da. El caso es que se siguen haciendo adaptaciones. Sigue habiendo películas, series o libros en los que la gente descubre lo que ocurrió allí. Y podemos culpar a la gente pero, la verdad, también hubo un momento en nuestras vidas en el que no lo conocíamos. Por fuerza tuvo que existir. ¿Comentarías lo que le pasa a los griegos al lado de la cola para ver Troya? Piensa que ha habido gente capaz de esquivar los espoilers toda su vida adulta, ¿por qué hacerles daño?

Un ejemplo más: la promoción de la nueva película aún en rodaje de Spider-Man ha ofrecido la posibilidad de especular sobre si se adaptaría un hecho sucedido en el cómic hace casi cuarenta años, algo que cualquier lector de la serie sabe más que de sobra —pesados como son en Marvel con ello— pero que la mayor parte de los periodistas ha tratado como un spoiler de la película, no del cómic. Es decir: no poniéndolo en titulares, no la imagen en carruseles, y avisando antes de que podrían revelar detalles importantes.

Ese es, para mí, el camino. Si hay que revelar algo para un análisis o una historia lo mejor es advertirlo, hacerlo desde el principio, evitar que el lector se encuentre con ello de sopetón, incluso entre las imágenes destacadas —un medio americano hacía su reseña con destripe del capítulo, usando una imagen del momento fundamental que, obviamente, era la destacada tanto en la sección de novedades como en la columna de lo más visto, todo un fallo épico—, aunque sea solo para evitar modificar la visión del damnificado.

Aunque eso nos llevaría a tres lugares distintos, siendo el primero la discusión sobre el público. Cuando uno escribe se encuentra con que no sabe a quién va a llegar. No lo sabe porque si escribes en una página no controlas quién va a leerte y si lo haces en las redes sociales no sabes quién va a compartir el contenido que tú generas, cómo lo va a hacer o quién puede acabar llegando a verlo. Incluso se puede dar que la información se apile junto a otra, formando una combinación mortal. Pero ahí ya entra la responsabilidad del que comparte: la existencia del compartidor de información modifica la idea del cuidado en la creación, cambiándola por el que debe tener el que comparta, avisando si fuera necesario del contenido de los enlaces.

Pasemos al siguiente punto principal: La responsabilidad del espoileado, su tolerancia debida. Porque también pueden ser muy mijitas. Claro que sí. ¿Cuánto tiempo pueden pasarse sin ver algo que tienen interés en ver? ¿Por qué entran donde no deben? ¿Por qué no paran de leer tras el aviso? Y aquí sólo puedo decir que, si hay un aviso y se lee, es culpa del lector; si entran donde no deben podemos discutir cómo de claro era que no debían entrar ahí; si se trata de una reseña claramente identificada será culpa suya, sin duda. Pero… ¿nos vamos a meter en el tiempo que tarda alguien? Mejor hablemos del tiempo en el que hay que ser más cuidadoso. La famosa Regla de las 24 horas durante la que guardar silencio espoileador. Sólo en los destripes. Valorar la calidad o intensidad, lo que nos gusta y otras opiniones no referidas a la trama no entrarían, claro.

Y, sin embargo, parece que se trate de incluir en este tipo de sitios en los que no deben entrar esas mismas redes sociales —aislar a una parte de la sociedad no sé yo si es lo más social que se deba hacer—. Porque se expone a meterse en medio de la comunicación de los demás. Igual que viajando en autobús o entrando en su casa, supongo. Y, por lo visto, lo correcto sería o bien darse mucha prisa en ponerse al día, participando del entrañable frenesí de consumo cultural, o bien permanecer en un agradable aislamiento social hasta haber cumplido. Aunque esto deja bien claro que en ese choque de esferas de conocimiento hay quien aboga por la exclusión social de aquellos menos informados que ellos.

Como decía antes, el estudio del comportamiento con los destripes podría servir para examinar la propia comunidad, sus relaciones de solidaridad y hasta qué punto esta existe o es sólo impostada.

Pero hablemos de la última parte, las maneras en que la percepción se ve modificada. Decir que pasa algo concreto y citando a qué personajes es, sin duda, la más clara. Citar lo sucedido o los implicados es un poco menos claro. Dar a entender que pasa algo gordo o una generalización sobre los implicados, aquí ya empieza a ser menos claro. Decir, simplemente, que algo ocurre… ¿No debería ocurrir algo en todos los episodios? ¿Pues por qué habría de sonarnos raro entonces? Quizá porque, aunque no se cuente un desarrollo de la trama, si se aumenta la importancia al respecto, se crea lo que se llama hype, que debe corresponderse a algo grave, de manera que el propio hype nos advierte de que no es un capítulo normal.

Pensemos de nuevo en el choque de formatos. Lo que ocurre en una serie, o en un libro o en un cómic, puede ser algo cotidiano para sus asiduos pero ajeno para aquellos que lo ven en un nuevo formato, película, serie… De manera que alguien puede ser una muerta recurrente con cuarenta años cadáver y una importancia compleja y, a la vez, un personaje completamente vivo y fundamental. Así, si uno se sube en un formato, se encontrará con una relevancia distinta. Parece claro que si te encuentras a alguien viéndolo en el formato nuevo el tiempo que lleve la historia disponible para el público va a influir pero, ¿significa eso que si te encuentras a alguien leyendo el original vas a comentarle cómo termina?

Y, sin embargo, ¡qué locura! ¿No hay ningún medio de comunicarnos y discutir lo que ocurre en ellos? ¿No debería buscarse una manera de que podamos compartir y discutir? Pero sí que la hay: Avisando primero o dentro de las zonas habilitadas. La figura de las webs de reseñas es cada vez más popular, de manera que no debería sorprendernos saber que algunas, como el AV Club, hacen reseñas por separado para lectores del libro y para no lectores y que en las reseñas se solicita que se hable sólo hasta ese capítulo, sin referencias a lo que está por venir, o ha venido. Del mismo modo, avisar de que se va a destripar algo es el mínimo de cortesía en un foro. Cuando aún existía en internet algo llamado netiqueta y se dejaba espacio entre el aviso y el destripe. Hoy en día es algo difícil de encontrar porque la duración es menor y los destripes pueden llegar mediante un retuiteo de la parte central de un comentario extenso.

Sólo que en ese caso la culpa no es del que ha generado ese contenido sino del que lo ha compartido. Igual que si un usuario decide autoespoilearse poco puede decir o quejarse. Si te vas a leer una historia del cine y te saltas las advertencias, u obvias que el autor señala al principio que para realizar correctamente algunas partes de la crítica —pues la crítica en profundidad necesita partir obviamente de un conocimiento profundo de lo criticado— va a tener que despiezarlo, será sólo tuya la culpa de lo que descubras.

Como decía, son los menos. Pero existen. Esos mijitas que reclaman que no se hable de algo. No es lo habitual, claro, porque cuando se asume que algo es conocido —es decir, cuando no tienes el buen juicio de empezar con un ¿Conocéis…? — suele acabar con un ¡Que yo no lo sabía!.

Llegamos al momento de valorar cómo nos modifica el comportamiento al afrontar la obra. Pero, claro, ¿en qué condiciones reales vemos algo? Es casi imposible ver una ficción sin unos conocimientos previos o sin tener en cuenta los roles tradicionales y los clichés típicos. Suponemos, aunque no sabemos, un montón de cosas en función del equipo técnico y artístico que se reúne para realizarla.

Sin embargo… Se suele decir que una obra gana en matices porque con cada visionado puedes centrarte en cosas distintas. También que la persona que funciona como receptor de la misma no es dos veces la misma. Incluso si te la pones de nuevo según ha terminado la primera pasarás a ser la persona que eras al principio pero habiéndola visto una vez.

Repasemos entonces el problema del destripe en sus distintos aspectos:

– Es, fundamentalmente, un choque de esferas de conocimiento. – Resulta también una muestra social. Una parte de la sociedad reclama que otra se autoexcluya o acepte como inevitable ese choque. – Es un asunto que trasciende formatos. Aunque, a la vez, los jerarquiza. El formato más reciente siempre facilitará el acceso de nuevas personas a esa información. El cambio o renovación del formato debe ser tenido en cuenta. – Querer hablar de ello es muy natural. Pero nada te impide, ya que vas a hacerlo, indicarlo apropiadamente. Las nuevas fórmulas de interacción social pueden minimizar estos intentos de comportarse correctamente, pero avisar nunca está de más.

Y añado para mí que ocultarse bajo la incorrecta manera de actuar de los demás es muy español pero bastante pueril.

Hablar de las buenas maneras o la netiqueta puede hacer pensar que estás loco. O que te estás introduciendo en terrenos pantanosos. Al fin y al cabo, la definición de las buena maneras es tan difusa como la de lo que es spoiler. En realidad debería quedar claro que lo haces socializando. El equivalente más cercano que se me ocurre es el del tabaco. Gente que quiere ejercer su libertad, gente que quiere que no se le moleste y la común idea de que echarle el humo a otro a la cara es de mala educación pero no esté tan claro si uno debe procurar que el viento no lleve el humo a los ojos de los demás.

Por encima de un problema de las diferencias culturales, las esferas de conocimiento, la globalización en la era de las redes sociales, al final todo acaba teniendo que ver por la preocupación que nos producen los demás y cómo decidimos relacionarnos con ellos, dónde ponemos los famosos límites que pueden molestar a los demás. Y no sabría yo si existe alguna correlación con los del humor, pero me atrevería a decir que es un asunto distinto.

Pero parece que al final todo se reduce a una cuestión de buenas maneras.


Quinta Peter Davison tumultuosa

Hasta este momento Doctor Who había ido hacia arriba. La época Hartnell tuvo la Dalekmanía, la Troughton vio la aparición de grandes enemigos, en ambos casos tuvieron unos finales de etapa llenos de vicisitudes con importantes bajadas de audiencia. La de Pertwee no tuvo esos problemas y los cinco años fueron subiendo hasta que un desacuerdo económico ayudara a poner fin al formidable equipo que estaba formado con Letts y Dicks. De manera que, sin un inicio hundido que rescatar, la etapa de Tom Baker con Robert Holmes y Philip Hinchcliffe pudo brillar al máximo. Y, quizá en parte por ello, logró convertirse en el blanco de las quejas de asociaciones como la de Mary Whitehouse. La marcha de Hinchcliffe y Holmes tras la polémica con The deadly assassin fue el inicio de los problemas.

Tom Baker estaba envalentonado, Graham Williams fue un productor débil y el puesto de Jefe de guionistas era una patata caliente. Todo eso contribuyó a empeorar la serie y causar una bajada progresiva de la audiencia. Así que para su primera temporada post- Baker John Nathan-Turner decidió intentar activamente regresar a la grandeza, tal y como habían hecho antes con el Segundo y el Tercer Doctor. Y para eso lo primero que necesitaba era un Quinto Doctor.

Como era su costumbre, se volvió a la producción que más influencia había tenido en él, All Creatures Great and Small, en cuya producción había colaborado y que tenía a una joven estrella que encontró perfecta para el papel. La serie, que cuenta las andanzas de un veterinario y sus colegas, había visto cómo su actor principal sufría un accidente de coche que obligaba a darle más papel a otro de sus colegas. El papel le convirtió rápidamente en una estrella de la televisión británica, y también en el elegido por JNT.

Peter Davison llevaba años actuando, pese a lo cuál lo primero que hizo fue negarse a aceptar el papel. Al fin y al cabo él sólo tenía 29 años. Pero JNT siguió insistiendo y le puso un plazo para que se lo pensara mejor. Davison se dio cuenta de la importancia del personaje y aceptó encarnarlo.

La nueva temporada seguiría con la idea de la anterior de eliminar el humor y centrarse en la parte científica. Y como con Tegan, Nyssa y Adric aquello parecía un autobús, decidió también que hacía falta un ejemplo para que la gente se diera cuenta de que estaban ante una serie distinta.

Castrovalva, el primer serial de la temporada, comenzaba con el Doctor aún recuperándose. Su recuperación le llevaría a mencionar a varios acompañantes del pasado, forjando así lazos con la historia de la serie. Y también una nueva aparición de The Master en lo que sería el final del arco empezado en los dos seriales anteriores, motivo por el que tenía por guionista al saliente Christopher H. Bidmead. En realidad estaba pensado realizar una historia por los guionistas de Meglos, pero no acababa de estar preparada y la presencia de Davison como protagonista de la sitcom Sink or Swim hizo retrasar el estreno de la siguiente temporada hasta enero de 1982, dando tiempo al equipo para buscar una solución. Más aún, le daba tiempo también para que grabara un par de seriales antes que el primero, para que fuera pillando rodaje y diera una mejor impresión en éste. Y también en que Bidmead podía dar una sensación de unidad y cohesión, cerrando un ciclo con The Master.

Bidmead pensó en usar el fenómeno de la recursividad como base del serial e inspirarse en las obras de M. C. Escher para los aspectos generales de la obra. Un episodio bien basado, por tanto, en esa ciencia a la que Nathan-Turner quería acercarse. Durante el desarrollo, el jefe de guionistas de transición, Antony Root, había anunciado que se largaba y el propio JNT estaba ocupándose del tema mientras buscaba a su reemplazo.

Lo que no podían esperar es que el controller de la BBC de la época, Alan Hart, preocupado por los malos resultados de audiencia contra la serie USA que la ITV les había puesto enfrente — Buck Rogers In The 25th Century, para los curiosos—, decidiera que hacía falta un cambio de horarios. Y como la BBC estaba pensando en crear una soap opera que emitir sólo dos días a la semana pensaron en hacer experimentos con series consolidadas. Así, la elegida para probar si EastEnders podría funcionar no sería el Batman de Lorenzo Semple Jr. sino Doctor Who. Dejaría su tradicional sitio los sábados por la tarde para ocupar la noche de los lunes y martes. Programadores, ¿quién les entiende? No parece que hubieran tenido en cuenta los datos para la decisión, sobre todo viendo que las reemisiones, agrupadas como Las cinco caras del Doctor para preparar el terreno a Davison, tenían más audiencia que la última temporada.

El segundo serial, Four To Doomsday, nos presentaba al Doctor habiendo olvidado ya el aleatorizador y tratando de llevar de vuelta a la tierra a Tegan. Sin conseguirlo, claro. De por medio se encuentra con una parábola de la monarquía y la explotación de los súbditos: El Morach —tal es su nombre, sutileza cero— trata de viajar más rápido que la luz para encontrar a su Dios que, está convencido, será él mismo. Para lograrlo tiene a sus súbditos esclavizados y ha saqueado los recursos de su planeta, Urbanka, obligándole a ir a otros para seguir saqueando recursos, y si hay que quitarse de en medio a la población humana para que entren los urbankitas, pues se deshace uno de ella y en paz.

La extrema sencillez de la trama y de la crítica, emitida en la BBC sin mayores problemas, lograba sintetizar ese cambio a lo serio sin por ello dejar de ser un programa para toda la familia. Una sátira de la burocracia y la megalomanía, con referencias a La guerra de las galaxias también, que no vendría de la mano de los guionistas sino del director de Meglos, Terence Dudley, quien, al comprobar la imposibilidad de realizarlo, ocupó el lugar que el nuevo serial de los guionistas estaba previsto que tuviera.

Mientras tanto Davison se encontró con que, quitando el uniforme que JNT quería para facilitar las ventas de material relacionado, y que había terminado siendo un traje de jugador de cricket eduardiano y un broche vegetal, le habían dado poco más con lo que trabajar. De modo que acabó basándose en su viejo personaje, creando a un doctor dulce y compasivo y dispuesto a dar segundas oportunidades. Lo que explicaba también que tuviera la TARDIS como un autobús lleno de gente. Algo que le permitiría a JNT quitar a un acompañante antes de que terminara la temporada, siendo la elegida Nyssa. La actriz Sarah Sutton protestó, respaldada por Davison, y logró un cambio en su contrato, al menos de momento, así como un cambio de indumentaria, pasando a usar pantalones en lugar de los vestidos que le había tocado usar hasta ese momento.

Uno de los principales problemas de esta temporada es que los personajes exponen cómo son ellos o los otros, pero las acciones muchas veces no acompañan esas descripciones. Eso no significa que Nyssan no fuera un gran personaje, inteligente y resuelto, o que incluso Tegan, Adric o el Doctor no tengan puntos fuertes… pero sí que la oposición de virtudes de los personajes femeninos hace que queden alejados de los valores comúnmente asociados dentro de los clichés a ellas, para asociarlos al Doctor. Un Doctor que aparecerá principalmente lleno de dudas, incapaz de proteger a nadie y fundamentalmente débil.

El cambio de fechas implicaba un menor número de episodios, lo que significaba que debía tener dinero de sobra por los episodios no desarrollados. La BBC pensaba que si no se iban a emitir, para qué pagarlos, oponiéndose a la idea de Nathan-Turner de aprovechar el dinero para mejorar el presupuesto de la temporada. Al final se llegaría a un trato por el cuál ese dinero previsto y no utilizado iría al piloto del primer spin-off del Doctor, K-9 And Company, del que ya hablaremos en el futuro.

La permanencia de Nyssa suponía realizar algunos cambios en guiones, pero la verdad es que muchas veces eran los propios guiones los que iban variando sobre la marcha. Por ejemplo, en Kinda estaba prevista la historia con Tom Baker en mente, como chaman sabio, un cargo que difícilmente podría tomar Davison, y los acompañantes eran originalmente Romana y K9, mucho antes de que entraran Adric, Nyssa y Tegan. Durante el tiempo en que se suponía que Nyssa desaparece se había logrado un guión que ahora podría haberse tambaleado de no haber optado por la vía expeditiva: al final del anterior serial, Nyssa sufriría un contratiempo que le obligaría a permanecer en la TARDIS durante todo el siguiente. La historia en sí mezclaba ideas budistas con una estructura cercana a la de El nombre del mundo es Bosque, de Ursula K Le Guin, aunque el guionista Christopher Bailey siempre haya dicho que no había leído la novela. La historia permitía oponer a este Doctor amable con un ser superpoderoso, centrarse y conocer mejor a Tegan —que a estas alturas empezaba a ser caracterizado como una quejica que hacía poco más que discutir todo el rato con el Doctor— y ofrecer una historia sobre el conocimiento y su búsqueda. Además de una serpiente gigante de papel maché conocida como The Mara, claro.

Otro de esos guiones que daban vueltas casi sin fin era el que Eric Saward escribiría en The Visitation, una historia sobre la peste y los teatros con alienígenas que han entrenado a ratas portadoras de la plaga, que no tiene más que un par de puntos de interés. El primero era el intento de lograr mejorar la expresividad de los villanos gracias a animatrónicos, con el claro objetivo de que dejaran de meterse con los efectos especiales de la serie. El segundo es más importante: Saward pensó que sería realmente sorprendente ver cómo destrozaban el destornillador sónico del Doctor, sin imaginarse que JNT estaba buscando una excusa para quitárselo de enmedio al creer que hacía demasiado invencible al Doctor y que era usado como un recurso salvador demasiado habitualmente. De manera que este serial acabaría siendo la última aparición del destornillador sónico en todas las series clásicas. De paso, le valdría a Eric Saward para ganar el puesto de Jefe de Guionistas, del que Antony Root había huido, poniendo fin a la inestabilidad de Protagonista-Productor-Jefe de Guionistas que llevaba minando la serie los últimos años.

La siguiente historia también marcaría por algo externo: Black Orchid, una especie de recompensa concedida a Terence Dudley por su rapidez con Four to Doomsday, así como para aprovechar un hueco sobrante de dos capítulos —estaban previstos todos los seriales de cuatro capítulos, pero al decidirse a hacer el piloto de K9 ocupando el espacio de dos de esos capítulos sobraban los otros dos—. Esta historia doble, centrada en unos asesinatos misteriosos en los años veinte por el poderoso motivo de poner al Doctor a jugar al cricket, acabó siendo, sin embargo, la última vez que se realizara un serial sin aparición extraterrestre o de ciencia ficción —motivo por el que había sido rechazado por Bidmead en su momento—. No es tanto un serial histórico como uno de misterio, pero sí se tratará del último de este tipo hasta… bueno… de momento no hemos tenido otro.

Todo lo cuál nos acabará llevando a Earthshock, una historia en la que Nathan-Turner recuperaría a los Cybermen, aprovecharía para hacer algo de hueco en la Tardis, como tenía pensado desde hacía un tiempo, y, de paso, daría la sensación de ser una serie más adulta una vez más.

Originalmente pensado como un serial escrito por Christopher Priest, los problemas con el guión acabarían haciendo necesario que Eric Saward escribiera una historia para reemplazarlo. Ian Levine, el asesor de fandom, había sugerido ya antes que se trajeran de vuelta a los grandes enemigos de la serie, especialmente a todos aquellos monstruos que reinaron durante la etapa de Troughton. Y los Cybermen, con un nuevo diseño, parecían los más adecuados para comenzar con la recuperación. Aprovechando lo cuál se incluía un repaso a las anteriores apariciones (en la historia final del Primer Doctor, con el Segundo y con su única aparición posterior con el Cuarto). El final del serial, que incluiría la muerte de Adric para disgusto de Matthew Waterhouse, estaría reforzado por el famoso premio académico al chico maravilla —otro acompañante insoportable, antecedente de todos esos niños maravilla insoportables que irían apareciendo en la ciencia ficción— sin ningún tipo de acompañamiento sonoro.

La muerte de Adric sería, además, la primera de un acompañante de largo recorrido. Un ejemplo más de la falibilidad de este Doctor y una excusa para jugar con la marcha de Tegan en el serial de final de temporada, Time-Flight, que sigue el camino de recuperar el pasado ofreciendo una mención a UNIT para justificar saltarse las medidas de seguridad en un aeropuerto. Si anteriores historias llevaban un tiempo dando vueltas por las salas de producción, ésta llevaba tanto tiempo que el primero en echarle un vistazo había sido Douglas Adams.

La historia, que incluía además una visión de Adric para justificar sacar a actor y personaje como miembros aún del reparto en las debidas informaciones en avance y así no reventar la sorpresa del final de Earthshock, servía para recuperar de nuevo a The Master.

Que el nuevo horario hubiera funcionado pese a a las quejas generales —con The Guardian señalando que un par de días entre semana por la noche no es la mejor idea para un programa tan eminentemente familiar—, logrando recuperar tres millones de espectadores, parece que fue lo que decidió a la BBC a pasar en su siguiente temporada, la 20, el programa a miércoles y jueves. Un nuevo revés que iba marcado por la celebración del 20 aniversario.

La idea de preparar algún tipo de celebración aparentemente no se extendía a la serie, aunque una vez contemplada en su globalidad, el asesor en fandom Ian Levine señaló el regreso en cada capítulo de una pieza del antiguo Doctor, y como tal fue publicitado. En realidad esta nueva temporada es incluso más pesimista que la anterior, llenándose de acompañantes en peligro o connivencia.

Empezó con Arc of infinity, la primera historia de la vigésima temporada que comenzaba con Tegan regresando a la TARDIS gracias a Nyssa, mientras la manipulación de la Matrix de Gallifrey trae de vuelta a un gran enemigo del Doctor, nada menos que Omega, dando una idea de que los villanos dejarán de ser razas para ser individuos de vasto poder que ofrecen una perspectiva tan oscura como el resto de asuntos que asaltaban al Doctor.

Es curiosa la vuelta de Tegan, prevista ya al final de la temporada anterior, porque queda bastante claro durante toda la anterior temporada que no está disfrutando del viaje y que a duras penas soporta la compañía; se pasa discutiendo con él casi todo el tiempo hasta llegar a parecer casi Matrimoniadas. La relación del Doctor con sus acompañantes será parte de la temática de la temporada.

Así, en Snakedance será Tegan el centro al ser controlada su mente, de nuevo, por la Mara. Una vez más Christopher Bailey llenaba de nombres budistas la acción, que reincidía en temas de expansión mental a la vez que hablaba de sus orígenes, prefigurándola como un enemigo recurrente. Lamentablemente Bailey no lograría volver a convencerles con un guión, quizá por alejarse de Mara en los dos siguientes intentos, y no volvería a la serie. Como tampoco lo haría su creación.

En Mawdryn Undead sí que hubo un regreso inesperado. Originalmente pensada como una historia de celebración con múltiples ideas dentro, quizá lo más interesante para la serie era que serviría para recuperar al personaje de Ian Chesterton, uno de los acompañantes originales, que aquí aparecería como profesor de matemáticas de una escuela exclusiva en un apartado pueblecito. Pero Ian Levine estaba ocupado así que el equipo de producción pensó en pedírselo a Ian Marter, que interpretó a Harry Sullivan, sin éxito alguno. Así que pensaron en recurrir a uno de los más queridos acompañantes del Doctor sin preocuparse en que su aparición tendría poco sentido dentro de la historia del personaje. Sin embargo Nicholas Courtney sí estaba libre, y así pudo interpretar una vez más al Brigadier Lethbridge-Stewart. Su presencia como jubilado de UNIT y profesor de matemáticas en los setenta contradecía la propia presencia del Brigaier en varios seriales de ambientación ochentera. Ian Levine insistió a Nathan-Turner de que esto crearía una inconsistencia en línea argumental del Brigadier, pero el cariño que los fans sentían por el personaje y la falta de alternativas a la vista hizo que se decidiera proceder con su regreso.

Mientras tanto, la historia sirvió para introducir a un nuevo acompañante en la TARDISBUS: se trataba de Vislor Turlough, interpretado por Mark Strickson, que sería pieza central de esta temporada por varios motivos. De entrada, se trata de un peón de otro villano que estaba de regreso, el Black Guardian, quién había planificado el escenario para introducir a Turlough en la TARDIS. Además, con él pensaba jugar JNT la carta de la duplicidad que no le había permitido jugar Adric, y, de paso, organizar uno de esos arcos de episodios, una trilogía, de esas que tanto le gustaban. La idea era que Turlough, por indicación del Black Guardian, se ganaría la confianza del Doctor para traicionarle llevándole a una trampa creada por él. De nuevo los temas de la confianza y del control mental. Y de nuevo el Doctor permitiendo que alguien poco fiable le acompañara.

JNT lo estaba viendo todo tan encarrilado que empezó a pensar que quizá llegaba el momento de marcharse. Al fin y al cabo Peter Davison sólo había firmado por tres años, así que estaban a mitad de su contrato. Y Doctor Who no había regresado en las fechas habituales para permitirle rodar su otra serie… Quizá pudiera esperarse hasta la llegada de un Sexto Doctor y entonces irse. Aunque a la que tocaba despedir ahora era a otra persona.

Terminus, la historia central en esta minitrilogía, tomaba una decisión que podría aprecer extraña: despedirse de Nyssa. El primer sabotaje de la TARDIS por Turlough hace que termine en una estación espacial, llamada Terminus, en la que sus habitantes sufren el Síndrome de Lazars. No sólo eso, su primer motor ya ha explotado —se nos sugiere que originó el Big Bang— y el segundo está cerca de acabar igual. A lo largo de la historia Nyssa contraería la extraña enfermedad.

Nyssa sería, pues, el centro de la acción. También el motivo de que tanto Sarah Sutton como Peter Davison protestaran por su marcha. Nyssa era inteligente y resolutiva y, en opinión de Davison, la acompañante más lógica para el Doctor. Nyssa era, de hecho, una acompañante en el sentido tradicional, frente a la quejicosa Tegan y el poco de fiar Turlough. Pero como parte de la trama de la temporada iba precisamente de los acompañantes de este Doctor, JNT creyó imprescindible despojarle de la única que funcionaba de la manera tradicional.

La grabación del serial estuvo llena de problemas, como si no quisiera dejarla ir. Problemas que iban desde cortes eléctricos a diseños de producción que no acababan de funcionar; la grabación fue una auténtica odisea, incluyendo una serie de pequeños problemas que acabarían con un cambio de opinión en el último minuto sobre añadir una hora de rodaje extra, para poder repetir unas tomas y completar otras, que desembocaría en una confrontación entre el productor y la veterana directora Mary Ridge, responsable de múltiples seriales de Doctor Who a lo largo de los años.

La historia era obra de Stephen Gallagher, responsable de Warrior’s gate hacía dos años. La idea era, de hecho, que su historia estuviera en la anterior temporada, pero todos los cambios, especialmente entre los jefes de guionistas, habían retrasado la contestación. Los problemas derivados y el hecho de que su siguiente guión fuera considerado demasiado costoso hizo que se apartara del Doctor y se acercara a la ITV y los americanos.

Finalmente completado el serial, Nyssa está repuesta pero decide quedarse en Terminus para curar y ayudar a otros enfermos de Lazar. Así, haciendo lo correcto, el Doctor pierde otro acompañante. Y quizá por eso, o quizá por cómo es este Doctor, se despide de ella con un beso en la mejilla.

Ello permitiría cerrar la saga del Black Guardian con algo nada cómodo, Enlightenment. Un título con múltiples lecturas, sobre todo porque significa también el regreso del White Guardian, que guía la TARDIS hacia una carrera espacial en la que un grupo de seres poderosos llamados Eternals compiten por vencer y conseguir el premio, esa iluminación que es ofrecida por los dos guardianes. La guionista Barbara Clegg crea así una historia con varios niveles, desde un comentario sobre las clases sociales y sus relaciones, donde los pobres poco importan y las clases altas están ahí para divertirse viendo correr a la media, hasta resonancias bíblicas en ese conocimiento que parece envenenado en su consecución —que también nos haría recordar a la Mara, la gran serpiente en la vida reciente del Doctor —, y, por supuesto, su parte de ciencia exponiendo la teoría de los vientos solares como elemento fundamental para la carrera.

Mientras tanto, quizá como burla del destino, los técnicos en iluminación se encontraban al borde de una huelga indefinida, realizando acciones que ya estaban suponiendo retrasos en el rodaje de este serial, igual que habían impactado discretamente en el anterior. Así, durante todo el rodaje pendía la amenaza de nuevos cortes de luz. Las disputas y problemas, junto con el convencimiento de que los guiones tampoco eran gran cosa, además de la marcha de Sutton, sugirieron a Davison a confirmar a JNT, quien cumpliría su contrato y se largaría tras la siguiente temporada. Lo que el productor no podía esperarse es que también le dijeran que querían irse Tegan, Janet Fielding y Mark Strickson, Turlough.

Turlough lograba sobreponerse a la influencia del Black Guardian y decidía quedarse con el Doctor tras haberle derrotado. Algo que, sin embargo, no llevaría a un cambio en la extraña forma de comportarse del personaje. Más aún cuando en el siguiente serial apareciera el sustituto de Nyssa… o quizá debería decir lo.

Cuando la TARDIS llega a la Inglaterra del Siglo XIII nuestros viajeros descubren que el Rey Juan está comportándose de manera más… insoportable que de costumbre. Pese a que debiera estar en Londres acercándose a lo que sería el nacimiento de la Carta Magna, una investigación posterior descubre que detrás del monarca, perdón, en lugar del monarca… bueno… que en realidad el Rey Juan no es el Rey Juan. Es un androide llamado Kamelion con la habilidad de tomar cualquier forma humana para sustituirla y replicarla al detalle. Un robot programado para desestabilizar Inglaterra modificando los eventos que llevarían a la firma de la Carta Magna, mostrando a un rey bastante idiota y haciendo que se comportara peor aún… estaba claro que tras este plan sólo podía encontrarse The Master.

La idea de John Nathan-Turner era, además de recuperar a otro viejo enemigo dentro de lo que había sido la constante de la temporada, buscar un sustituto útil y creíble a K9. El éxito entre los más pequeños era evidente, eliminarlo había sido una decisión lógica por sus limitaciones, pero también les había hecho perder audiencia, así que quizá otra marioneta más adulta y con un poder concreto sirviera para recuperarlos.

Todas estas variantes hicieron que el guionista, Terence Dudley, escribiera casi al dictado del equipo de producción. Y eso incluso antes de descubrir que la marioneta de Kamelion era tan limitada como K9. Cuando JNT y Eric Saward vieron la demostración por parte de sus creadores les pareció absolutamente impresionante. JNT inmediatamente pensó en ponerlo en una aventura con The Master. Saward, que consideraba al villano como un enemigo menor, no estaba muy convencido; menos aún de traer de vuelta a Dudley, al que consideraba un escritor mediocre. Pero, como de costumbre, John Nathan-Turner se salió con la suya, aunque Dudley no volvería a trabajar después para Doctor Who.

La resolución de la huelga de iluminación les permitió trabajar, además, con cierta tranquilidad, tras los dos problemáticos rodajes anteriores. De este modo, Kamelion se unió al viaje incorporando así otro acompañante poco de fiar dentro de la TARDIS y reforzando, tras la saga del Black Guardian, la idea de Redención con este Doctor que parece inclinado a dar segundas oportunidades y no rehuye personajes que pueden traicionarle. Algo que serviría tanto a los que defienden que es una variación más blanda como a los que consideran que tras una apariencia de flojera existía una persona que no dudaba enfrentarse a poderes cósmicos que le sobrepasaban claramente o en confiar en aquellos que menos deberían.Lo que, a la vez serviría como resumen de temporada visto los acontecimientos.

Su posición como penúltima emisión de la temporada desapareció al decidirse una serie de cambios de fechas de emisión que impedirían llegar a la fecha del 23 de Noviembre de 1983 de manera natural. En su lugar se decidió desgajar dos episodios del presupuesto (y luego dotarlos de presupuesto extra), de manera que en la fecha se pudiera estrenar un especial independiente del resto de las temporadas. Se permite así a la 20 terminar antes y a la 21 comenzar ya en 1984, dando además tiempo a Peter Davison para atender a sus otros compromisos.

Ese especial sería The Five Doctors. En él, como si de una historia tolkeniana se tratara, se reúne una pequeña multitud de personajes, Doctores pero también acompañantes, para lograr completar un viaje dentro de Gallifrey con un objetivo muy claro: Rassilon.

Mientras tanto, el dinero extra que le había prometido el jefe financiero de la BBC1, Alan Hart, merced a un acuerdo con BBC Enterprises, no acababa de llegar. Las negociaciones entre ambas empresas se demoraban, por lo que JNT decidió intentarlo de nuevo con la ABC australiana, logrando con éxito alcanzar un acuerdo puntual para la grabación de este evento especial.

Una vez logrado el dinero se dirigió a los actores: primero a Baker, que fue muy claro en su completa falta de interés en participar. Pertwee aceptó sin problemas. Troughton sólo puso como condición que no le coincidieran las fechas con compromisos anteriores y, dado que Hartnell llevaba muerto desde 1975 decidió reemplazarle por Richard Hurndall, un habitual secundario de carácter. Una vez logrado el reunirles, Baker comunicó que se lo pensaría según el guión. No estaba tan mal.

Saward quería a Robert Holmes para el guión, pero a éste le costaba hilvanar todas estas uniones de continuidades y de personajes de distintos creadores, pese a que él hubiera escrito ya aventuras para la mayoría de ellos, por lo que el trabajo acabó siendo encomendado a otro de los grandes nombres del programa, Terrance Dicks. La historia que Holmes preparaba, con los Cybermen, quedó apartada, y Dicks se limitó a pedir no tener que lidiar ni con K9 ni con los Daleks, dado que la mayor parte iba a ser rodada en exteriores. La idea era ir a por acompañantes icónicos: al Primer Doctor le acompañaría Susan, al Segundo Jamie, al Tercero el Brigadier y para el cuarto pensaban en Romana II, pero el reciente divorcio de Baker y Ward hizo pensar en sustituirla por Sarah Jane.

Dicks pensó en una historia en Gallifrey que nos mostrara la podredumbre de la sociedad Time Lord y la búsqueda del poder de Rassilon, con apariciones también de los Cybermen además del Master, así como de otros gallifreyianos a los que habíamos visto antes, como Borusa. Dicks quería jugar la carta de que uno de los Doctores pudiera parecer el traidor, y también pensó que Baker, el más popular, podría ser el centro de la acción. Sobre todo tras ver el primer guión y decidir que estaba interesado en participar.

Sin embargo, los problemas de agenda empezaron a aparecer. Frazer Hines vio cómo no podría participar, privando así a Jamie de regresar; eso hizo que el Brigadier pasara a actuar con el Segundo dejando libre al Tercero, por lo que pensaron en traer de vuelta a Jo Grant. Pero en ese momento Tom Baker se echó para atrás. Decidió que no estaba preparado, aunque accedió a que se usara el material grabado y nunca emitido para Shada, para que también él estuviera presente, justificando su situación como una trampa que les mantenía encerrados en un lapso temporal por ser considerado el más peligroso, tras las demostraciones de poder que Cuarto había hecho en Gallifrey. De esta manera, Romana acompañaría al Cuarto y Sarah Jane podía ir con el Tercero. Otros acompañantes aparecerían como cameos, igual que algunos monstruos como los Yetis o, por supuesto, un Dalek grabado en estudio. Mientras, Ian Levine trataba de arreglar los huecos de continuidad, como si Jamie y Zoe podían recordar a alguien.

Los personajes clave de Gallifrey tendrían nuevos actores, algo que ya había sucedido antes con Borusa, y solo el Castellano repetiría actor una vez más: Paul Jerricho. El transfondo estaría bien unido, con el Quinto Doctor tomando el papel central y justificando de paso la mayor oscuridad, acorde a la de las nuevas temporadas, que tendría la acción.

Los fastos fueron tales que lograron incluso la portada del Radio Times, algo que no ocurría desde hacía nueve años. La retransmisión fue un éxito y todo parecía encarrilado para hacer de nuevo de Doctor Who un éxito…

Sin embargo, desde el inicio de la temporada 21 se olían los problemas. Al fin y al cabo se iba el Doctor, los acompañantes y todo lo que quedaba era una marioneta de efectividad dudosa, que no podían esperar para quitársela de en medio.

Eso y una creciente sensación de oscuridad en la serie, empezando por el inicio de temporada, un recordatorio de la Guerra Fría y la política de bloques que traía de nuevo a los Silurians y sus primos mojados, los Sea Devils, luchando contra la Humanidad. Todo ello mientras entre bambalinas Jonathan Nathan -Turner estaba más interesado en buscar a un nuevo Doctor… bueno, en realidad en fichar al que ya tenía decidido, Colin Baker, mientras trataba de que Peter Davison no se molestara, o no se enterara más bien, de que había decidido sustituirle a la mitad de la temporada. Al que no se lo pudo esconder fue a Saward, que cada vez notaba más problemas en su trabajo con JNT.

Y aunque algunos seriales como The Awakening hacían sospechar que estaban sin ideas y tenían que fusilar historias del pasado, como The Daemons en esta ocasión, o los obvios parecidos de su anteriores historias con las primeras apariciones de los Sea Devils y Silurian, el resto de la temporada iba a resultar muy distinto.

Empezando por Frontios, un cambio en el que se nos presenta una sociedad bajo un régimen autoritario, sospechosamente estalinista si queremos ver la interpretación más sencilla. Una historia sobre el conflicto en Beirut, si hemos de creer a los guionistas, con un Doctor en permanente estado de laciedad que se muestra impotente para algo más que sujetar la mano a los muertos.

Algo incluso más obvio en la siguiente historia, Resurrection Of The Daleks, que no sólo recuperaba a los malvados saleros tras casi cuatro años de ausencia, sino que también establecía un nuevo record de muertes, reales o aparentes, incluyendo a casi 80 personas en la historia del programa, y entre ellas estaba la teórica muerte de Davros. Eric Saward quería algo tan impresionante como había sido su Earthshock hacía dos temporadas, y es que aquí también pretendían que fuera para la temporada anterior. De hecho, los múltiples problemas de producción serían uno de los grandes puntos de fricción entre Saward y JNT, con el director y guionista Peter Grimwade como víctima colateral al quedar en medio de ambos, lo que causó su baja del serial. Pero tanta muerte estaba prevista para dar un buen motivo de marcha a Tegan; algo diferente de todos esos otros motivos de los que no dejaba de quejarse, claro.

Y si eso parecía mucho, la siguiente historia, Planet Of Fire, sería toda una escabechina, y la presentación de uno de los puntos bajos de los acompañantes del Doctor: Peri Brown. Peri es, se supone, una estudiante de botánica a la que Turlough encuentra desmayada y, claro, lleva a la TARDIS para que se recupere, sin notar que Kamelion vuelve a estar bajo el control del Master y, por ello, les hace viajar a una trampa. Es decir, Peri es raptada. Pese a lo cuál, es tan corta que no se lo toma mal en ningún momento.

(¿He mencionado ya que tiene un busto más que notable y una querencia por las camisetas ceñidas? Cuando uno lee que JNT consideraba que era un algo para los padres, como antes había sido el vestuario de Leela, poco puede hacer más que esperar que el personaje o la actriz consigan mejorar. Algo así como lo que pasó con Jo Grant).

De momento, en esta historia muere el Master —un decir—, muere un montón de gente más, Turlough decide volver a su hogar —y dejar de mostrarse esquivo y raptar gente—, mientras que Kamelion

Si ya era suficientemente malo trabajar con la marioneta habitualmente… Uno de los dos creadores del ingenio murió en un accidente fortuito, el otro demostró que no sabía manejar del todo a la cosa, de modo que el rango de movimientos, ya de por sí reducidos, se convirtió incluso en menor, casi limitado a sentarse y levantarse. De modo que se filmaron casi todas sus partes como un personaje caracterizado, antes de concluir con una escena emotiva en la que, de nuevo, el Doctor cogía la mano de un acompañante para ayudarle en su muerte. En este caso algo muy discutible y, además, causado por el propio Doctor a petición de Kamelion para que dejara de ser una amenaza para la gente. Eutanasia robótica, y luego dirán que no incluye nuevos conceptos.

Fue una suerte para la temporada que Robert Holmes no fuera capaz de realizar el especial de los cinco Doctores. Ello significó que se ofreciera a realizar un guión para otro serial y, aunque JNT no quería guionistas anteriores a él, Saward estaba entusiasmado con la idea, sobre todo porque ahí se daría cambio a un nuevo Doctor.

De hecho, Davison había notado una mejora en los guiones y habló con JNT de añadir otro año a su contrato, pero la contratación de Baker era efectiva. Davison se lo tomó con deportividad; lo que, por otro lado, le permitió irse por todo lo alto. The Caves Of Androzani es uno de los grandes seriales de Doctor Who, una historia de drogas, capitalismo, el destino, ecos de los problemas con la industria militar, incluso referencias al escándalo de Al Yamamah en el que el gobierno inglés de Thatcher había llegado a un acuerdo a cambio de petróleo, que los medios descubrieron como muy desfavorecedor y extremadamente costoso para el contribuyente inglés. Un brillante ataque a tantas cosas cotidianas usando como diana principal las políticas de la Primera Ministra, algo que podría haberse visto como parte de la lucha que la BBC estaba manteniendo contra ella, y que causaría olas a partir de la siguiente temporada.

De momento lo que tuvieron fue un punto final perfecto y coherente con esta época. Con el Doctor fallando de nuevo, con un repaso a varios acompañantes, con la miseria y la oscuridad alrededor, con los personajes principales envenenados y el Doctor logrando por una vez que el otro, Peri en este caso, no muriera, gastando en ella lo que quedaba del antídoto aunque fuera a costa de dar su propia vida.


Reflexionante Bates Motel reflexivo

No se me ocurre ningún motivo que pudiera hacer pensar de manera prejuiciosa que la serie Bates Motel, anunciada como precuela de Psicosis y sus múltiples secuelas, pudiera llegar a ser de algún interés.

Ya había antecedentes. En 1987 se estrenó el piloto —y ahí se quedó, así que consideradlo si lo preferís un telefilme— de… Bates Motel. Que en este caso no servía como precuela sino como continuación de Psicosis, ignorando todo lo que se vio en Psicosis II y Psicosis III. Algo obvio dado que la serie arrancaba en el sanatorio en el que aún permanecía encerrado Norman tras los sucesos de la película original, seguía con su muerte y con un nuevo protagonista, Alex West, interpretado por Bud Cort, un compañero de psiquiátrico que heredaba el motel para descubrirlo abandonado y quizá poseído por el espíritu de Bates. Norman no era interpretado aquí por Perkins, al que no le gustó nada la idea de la serie y la boicoteó todo lo que pudo. Aunque tampoco tuvieron que esforzarse demasiado. Ante las dudas sobre la serie la cadena NBC decidió probar a emitir el piloto antes de ordenar capítulos. La mala audiencia hizo el resto. Aunque Psicosis IV, de nuevo con Perkins, se realizaría directamente para televisión.

En esta película de 1990 para Showtime, cable al fin, la parte más importante eran los flashbacks al pasado de Norman en los que contaba su relación con Norma, su madre. Algo que permitía a la película soslayar en parte las secuelas, en parte presentarse más como un drama familiar que como una historia de terror.

Así que, ¿cómo iban a hacerlo en esta nueva Bates Motel para ofrecer algo diferente? Pues yendo directamente a la precuela y, a continuación, dando un par de giros al asunto. El primero de los cuales es el del momento en que ocurre la acción. La manera de vestir de los protagonistas, su coche, la decoración de lo poco que vemos de su casa, todo está pensado para que parezcan habitantes de los años ’50. De manera que nos choque enormemente ver a Norman escuchando música de su móvil. Y la progresiva aparición de gente vestida a la moda actual, coches último modelo y ordenadores. Sí, pese a lo que parece indicar el inicio de la serie esta precuela es actual. Más aún, nos muestra a un nuevo personaje de la familia Bates, distinto de la Tía Emma que conocimos en las continuaciones, aunque no sería de extrañar que acabara apareciendo también en la serie, pero de momento tenemos a Dylan Massett, hijo de Norma y hermanastro de Norman. Podríamos decir que es un buen chico con problemas pero ese es precisamente uno de los puntos de partida de la nueva serie: La gente no es mala intrínsecamente.

El juego de la serie, que da sentido a las dos decisiones complicadas, la de hacerla con el nombre y la de cambiar cosas, es que usa la película original como un muro en el que chocar o hacer rebotar nuestras expectativas. Con la promesa de que en algún momento acabaremos teniendo lo que vemos en la película se nos puede hablar de un proyecto para una carretera que se aparte del pueblo o de taxidermia y así imaginar cómo puede terminar el asunto. Del mismo modo asumimos que los Bates terminarán como allí les vimos y eso sirve para modificar nuestra percepción sobre ellos y su relación, determinados momentos de intimidad madre-hijo se vuelven más sucios que Motherboy XXX pese a que los personajes se nos muestren no como peligrosos criminales sino como gente con problemas y muy poco juicio.

Los Bates se ven envueltos en un asesinato la primera noche que pasan en su nuevo motel, Dylan se pondrá a trabajar como vigilante de un enorme campo de marihuana, Norma tratará de manipular al Sheriff y sus ayudantes y discutirá con los extraños clientes heredados, y NormanNorman llevará lo más cercano a la vida de un chico de su edad que se puede ver en las series americanas actuales: Asesinatos, problemas sentimentales, mujeres atadas a postes, secretos, mentiras y mucho meterse en donde no le llaman.

De manera que también podemos verla como una serie con desarrollo inspirado por el de Pretty Little Liars —como punto de referencia, que de estas series también ha habido y habrá, claro— que usa la mitología propia de Psicosis para darle interés a la serie.

Lo logra no sólo con ese juego de nuestras expectativas mediante ecos del futuro y de modificar nuestro punto de vista sobre las situaciones gracias al conocimiento que creemos tener del mismo, también porque deciden jugar una de las bazas más importantes de la actualidad: La locura. No la mental, claro. Eso entraría en los ecos al futuro. Me refiero a los giros de guión que son más bien volantazos, a la falta de mesura para introducir tramas, por disparatadas que suenen — ¿He mencionado ya a las mujeres atadas a postes?—, y para hacerlas avanzar y terminar, abruptamente si fuer necesario, cuando mejor les parezca a los guionistas, sin molestarse en seguir una lógica de arcos argumentales largos y cortos.

Precisamente por esto resulta tan interesante para mí la serie. Pese a que está muy lejos del brillante aspecto visual del que Bryan Fuller le ha sabido dar a Hannibal y de la inventiva con la que lo introduce en sus tramas, la capacidad de Fuller choca contra unos guiones extraordinariamente convencionales.

Por contra en Bates Motel es la fuerza de los giros despepitados, el hacer lo que les da la gana y, todo hay que decirlo, unas interpretaciones notables gracias a tener por secundarios a Nestor Carbonell o Jere Burns entre otros, a que Freddie Highmore no sabemos bien a qué juega en su versión de Norman Bates, a un tiempo intensa y subactuada, pero, sobre todo, a una Vera Farmiga extraordinaria en su papel de Norma Bates que puede ser tan manipuladora como una gran dama de culebrón y tan desquiciada como una mujer desesperada. Sin duda su presencia y actuación componen a un personaje que debería ser villanesco pero que resulta fácilmente comprensible, comiéndose la serie constantemente.

Todo lo cuál ha servido para que una serie que no me parecía interesante a priori, con un punto de arranque que era abiertamente sospechoso para mí y que acometía la titánica tarea de adaptar un gran clásico, algo para lo que no parecía existir justificación ni necesidad, haya sabido dar desde el principio con una voz propia que funciona a ambos niveles, para mi sorpresa, y crear una serie imposible de dejar de mirar, para mi ilimitado asombro.

Veremos la próxima temporada si se atreven a seguir hacia delante con esta locura, yo espero que sí, pero mientras tanto pueden darle una oportunidad si buscan una serie cuyo propósito principal es jugar con nuestras expectativas y lograr que exclamemos al menos cuatro veces por capítulo, ¡¿Pero qué están haciendo?! , y sin necesidad de sobre-exponerse a las duchas.