Una animación real a la lectura

Todo el mundo hablando de lo mismo, qué le vamos a hacer. Y yo, que siempre barro para lo mío, no puedo dejar de recordar a Felipe de Borbón por su labor popularizando algunos libros. Con el país que tenemos nada ayuda más a vender que la publicidad gratuita de saber que un famoso lo está leyendo o que está entre sus favoritos. Nuestra monarquía no es tampoco muy dada a la cosa del leer -quizá por todos esos pequeños follones que han ido teniendo con libros a lo largo de los años- de manera que verles con un libro causa la suficiente curiosidad como para disparar las ventas.

En el caso de Felipe de Borbón  podemos decir que lo ha logrado una cantidad enorme de veces. La segunda, más aburrida, fue cuando su ahora mujer decidió en 2003 que el regalo de compromiso para él sería una edición de 1850 de El doncel de don Enrique el Doliente, una novela romántica y caballeresca de Larra. Que como regalo no es malo, y total, los españoles salieron en manadas a comprárselo pero eso no significa que se lo fueran a leer. Porque ya se sabe que lo suyo es parecerse a la realeza todo lo posible. De ahí que en realidad diera un poco lo mismo que eligiera esa obra menor en lugar de sus Artículos, para lo que iba a servir. Pero este no deja de ser un regalo. Aquí el asunto es ir al primero, y para eso nos tenemos que volver hasta 1984.

Ese año se iba a Canadá, al Lockfield College, a hacer un curso equivalente a COU. No sabemos hasta que punto lo importante es que fuera Canadá tanto como que no fuera la educación pública, pero el asunto era que le tocaba estar allá lejos, viajar en avión y todas esas cosas que hacen recomendable llevar al menos un libro. Además, como en aquel entonces estaban muy ocupados apuntalando la monarquía -bueno, como siempre- y no había más que una cadena y media resultaba más sencillo causar ese impacto entre fotografías, reportajes en la prensa -sin distingos, claro, que aquí lo mismo el HOLA que el ABC te sacaban los especiales del pipiolo preparándose para ser Preparado- de manera que fue atisbar su principal lectura de esos días y convertirse en un superéxito, manteniéndose en los primeros puestos de las listas de ventas durante meses. ¿Qué cuál era ese título?

Dejemos que el propio autor, en una entrevista sacada de El Periódico en 1986. explique su agradable sorpresa al ver la ayudita real:

Me llevé una grata sorpresa con lo del príncipe, si bien tiene una pequeña historia secreta. Yo tengo una gran amistad con los Reyes desde hace años. Les interesan mucho estos temas y hemos hablado de ellos durante sus viajes. Yo, que siempre les envío un ejemplar, me encontré un día al Rey y me dijo sonriendo: ¿Sabes que mi hijo me ha robado tu libro y se lo ha llevado?

De ese robo salen las imágenes posteriores y el éxito inesperado. ¿Que no he dicho aún quién es el autor ni cuál su libro? Bueno, creo que dejaré eso y su explicación para otra fuente fiable. Sergio Vila-Sanjuán escribió en 2003 el libro Pasando página, ed. Destino, que ya su mismo subtítulo definía como Autores y editores en la España democrática. Y precisamente para explicar el éxito de uno de estos autores contaba en la página 480:

Cuando el príncipe Felipe de Borbón se fue a pasar un curso académico al Lockfield College School de Toronto (Canadá) en septiembre de 1984, llevaba en su equipaje algunas lecturas españolas. La que mejor pudo verse en los reportajes que le consagraron era un volumen de Caballo de Troya, la serie iniciada aquel año por el experto en temas paranormales e investigador del fenómenos ovni J.J. Benítez, de la que se han vendido hasta ahora tres millones de ejemplares.

Yep, el primer libro que ayudó a vender fue el celebérrimo Caballo de Troya. Aunque parece que aquí tampoco era una idea puramente suya, al menos según contaba José Manuel Lara Bosch en la página 483 de ese mismo libro:

Ya sabíamos que era un periodista del grupo Correo que acompañaba en sus viajes a los Reyes, y como la Reina está interesada en los fenómenos paranormales, le preguntaba y hablaban mucho; incluso él les sirvió de guía en una visita a las pirámides peruanas.

Así que ahí vamos, de madres a hijos. Uno casi temería que todo esto hubiera sido poco más que un malentendido. Imagínate, para una vez que logras que un libro se venda porque te han visto leerlo y resulta que es algo que no te gusta, que tú estabas solo agradando a tu madre, o que pensabas que tu padre tendría otras lecturas y por eso te lo llevaste, y en estas, ZASCA, en todos los medios y el libro vendiéndose como churros.

Por suerte alguien nos puede confirmar la relación del aún príncipe con la saga, y si estamos hablando de la casa real española entonces ese hombre solo puede ser Jaime Peñafiel, que en 2009 dejó por escrito:

de su madre ha heredado su pasión por el mundo de los extraterrestres, de los ovnis, el de las galaxias, el de «los caballos de Troya» de Juan José Benítez, cuyas obras completas figuran en su biblioteca particular.

Así que todo ha ido bien, ayudó a lanzar un libro de un autor cuyas obras completas posee, ¿puede haber más felicidad para un lector que esa?

Ojalá pronto le veamos con más lecturas para que la gente se anime, que de 1984 a 2003 hay una tiradita y desde entonces poco han animado a leer. Exceptuando, por supuesto, Orgullo y Satisfacción.


5 comments to this article

  1. Sergio

    on 18 junio, 2014 at 3:23 pm - Responder

    El verbo leer no es pronominal.

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