¡Pilotos Deathmatch! «Too close» y más

He tenido que ir a mirarlo. Efectivamente, solo hace un mes del estreno de los Mighty Ducks y aquí estamos con Big Shot (USA) que es como lo mismo pero peor. Yo entiendo que Tio Jesse Entrena Baloncesto tendrá algún tipo de interés, y supongo que la idea de ponerle en una escuela privada carísima es lo que David E. Kelley ha añadido. Pero por mucho que me alegre que le den un sueldo a Yvette Nicole Brown es muy poco lo rescatable o destacable en una obra que se queda blanda en el drama, desaparecida en combate en la comedia, insulsa en los adolescente y ridícula en lo deportivo. Sé que no soy su público, imagino que alguno habrá, pero me pregunto si serán los suficientes.

No entiendo la necesidad que Jamie Foxx tenía de hacer algo como Dad Stop Embarrassing Me! (USA) ni por qué en Netflix parecen empeñados en superar el récord de progenitores fallecidos de Marvel y DC. Pero esta es una serie que en los ’90 ya hubiera sonado antigua, que incluso en BET lo parecería, y que no aprovecha en absoluto a ninguno de los implicados. Así que entiendo que es la forma más barata de ganar dinero que Foxx ha encontrado.

Hablando de cosas que parecen tener décadas y ninguna gracia, aquí está en Prime la creación de los hermanos Gleason Frank of Ireland (UK). No tengo nada bueno que decir de ella, así que mejor pasamos a la siguiente.

No sé qué pasa esta semana con las series que parecen todas de otra época. Este The Nevers (USA) que es el Wild Wild West Whedon salvo por la falta de sentido del humor podría haber sido perfectamente un estreno de principios de la década pasada, de hecho suena a más vieja que Dollhouse si eso es posible, y desde luego a mucho más visto sin interés u objetivo. En un mundo en el que The Magicians lleva como seis temporadas y Vampire Diaries ha ido variando su forma y objetivo tener algo con esta poca gracias y tanta sensación de pasotismo que uno podría confundirlo con otra temporada de Carnival Row tiene hasta su mérito. Bien es cierto que no esperaba yo un Protectorado de la Sombrilla, pero al menos un mínimo de vergüenza cuando se está robando de todas partes para que la persona al mando de un instituto de jóvenes dotados no esté en silla de ruedas, o que la ‘gran amenaza aparente’ no esté en plan Oooh, mira, estoy mal de la cabeza, o que no reciclen ideas de Houdini and Doyle, o que, yo qué sé, si te has gastado más pasta que The Librarians al menos lo parezca. Es terrible no solo la falta de energía de todos o lo blando que resultan interpretaciones – James Norton parece que no se ha enterado de que ya no está en Granchester y Nick Frost es el único que está a su nivel habitual, pero lograr que tus escenas estén bien no logra que la serie sea tolerable, solo que compares lo que podría haber sido-  porque lo malo de esta serie no es que sea mala. No es una mala serie. Es una serie mediocre, rutinaria, aburrida, desmayada, apática, desganada y casi diría que inerte.

Estos Snaps (UK) de la BBC, perdón, CBBC son un repaso a las diferentes caras de la juventud en UK. Muy diferentes y con temas muy distintos, una especie de retratos generacionales jóvenes que logran ser efectivos aunque tienden a centrarse tanto en un asunto que a veces parecen más posters motivacionales que las historias entrañables que está claro que desean ser. Pero bueno, dentro de lo que están convirtiendo la BBC casi que es una alegría.


Por suerte para todos también hemos tenido esta semana Too Close (UK), una serie que es cierto que tiene un punto de partida poco prometedor -una psiquiatra forense intenta que una mujer recuerde qué la motivo a un crimen atroz, del que parece que no hay duda de su culpabilidad aunque ella asegure no recordar nada- pero resulta que lo convierten en otra cosa no los giros y vueltas -que previsiblemente estaban ya en la novela original de Natalie Daniels– sino con cómo Clara Salaman va preparando las situaciones que llevan a esos giros y cómo, sobre todo, las interpretaciones de sus dos personajes centrales, Emily Watson en el primer papel, Denise Gough en el segundo, con ambas actrices comportándose como si estuvieran optando al mismo premio. Que yo, particularmente, le daría a Watson por tener el papel más serio frente al siempre más agradecido que permite a Gough hacer y decir todo más allá del exceso. Ambas conducidas por la dirección de Susan Tully que intenta armonizar los tiempos y espacios de los dos personajes y oxigenar esta relación central con algunos otros secundarios para que no se quiten las ganas. Tres episodios de una hora cada uno emitidos en días consecutivos para contarnos no una historia criminal, casi ni un thriller, sino una exploración de personajes más allá de los bordes de sus capacidades. Porque en el género negro esto también entra.


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