Hay veces que piensas que estás viendo una iteración de algo que fue exitoso hace tiempo, en el caso de Apples Never Fall (USA) es incluso más… ¿divertido? Porque resulta difícil creer que no estemos ante una miniserie espantosa para Apple TV+. Pero resulta que es Peacock. Y si parece que es una de esas copias… es porque se trata de la adaptación de otro libro de Liane Moriarty. Aunque, como pasaba en Nine Strangers o en la segunda temporada de Big Little Lies, cualquiera diría que tiene una competición por demostrar el One Hot Wonder con Gillian Flynn. Total, una colección de actores más o menos capaces con una intriga que dicen doméstica y muy claramente ningún interés o conocimiento ni de cómo lo montan en UK ni de cómo lo hacen en USA los de Lifetime. Sí, dos escuelas distintas, pero cualquiera de las que podría haber dotado de un cierto interés a la cosa esta. Supongo que a estas alturas habrá quien se los vea todos, yo sospecho que sería más rápido ir al final a ver qué estupidez ‘cruda y sanadora’ se le ha ocurrido esta vez.
¿Es posible que esta sea la tercera vez que hacen la misma serie en
Netflix en lo que va de año? Tras
Berlín y, sobre todo,
Baby Bandito, llega
Bandidos (O) (MX) que vuelve a tener
‘un equipo’ y
‘un golpe’ en su centro. A
Netflix le da por algo y tira p’alante quieras o no. En este caso hay un tesoro perdido, o algo así, en lugar de -o además de- lo habitual. hasta el punto de que la acumulación de tópicos sirven lo mismo como serie b entre los atracos y los indianas. No creo que disguste mucho pero tampoco que llame demasiado. Supongo que dependerá de si eres más o menos el ‘público’ de este tipo de cosas.
Supongo que esperar una serie juvenil como todas las series juveniles significa más esperar el tipo de series juveniles que se hacen según el país. En el caso de
Big Girls Don’t Cry (BGDC) (O) (IN) estamos más cerca del modelo inglés clásico que cualquier otro. Buenas interpretaciones, algunos temas variados dentro del
hacerse mayor pero, sobre todo, explorar y extenderse en las personas y sus personalidades y contextos, más allá de tramas dramáticas, románticas o cómicas. Supongo que si alguien busca una historia de un grupo de jóvenes en un internado femenino de estilos e ideas clásicas -aunque podríamos decir que se encuentra en algún momento no-tan-lejano (digamos un par de décadas o tres)- entonces esta es la serie a por la que debería ir.
Supongo que parte del asunto de
Coppola, El Representante (O) (AR) es tener en mente que hablamos de una persona real y no de un dibujo animado. Aunque pueda parecerlo entre la magnífica interpretación de
Juan Minujín y el tono -y sonido- de la propia serie. Es cierto que hemos visto otras interpretaciones -por ejemplo, la de
Leonardo Sbaraglia– del mismo personaje, obras más… oscuras. Pero aquí tenemos una vertiente… supongo que más amable. Doy por hecho que el personaje habrá tenido algo que ver. Incluso aunque se nos muestre una conversación y luego las ‘versiones’ de la misma que da el protagonista y que están embellecidas. Pero supongo que si se entiende como una versión de bravuconadas y picarescas todo este exceso, esta reconstrucción del pasado casi desde el camp, es una magnífica serie. Aunque sea una historia muy poco creíble.
Empecemos estableciendo lo obvio: Un
Dakgangjeong (O) (CS) o
닭강정 no es realmente un
Chicken Nugget. Una vez establecido esto, podemos imaginar que la idea es ofrecer una comedia surrealista, comenzando por la canción y traje del protagonista, claramente hecho para destacar con respecto al resto de la gente. Incluso de la que decía «Es raro, y un poco triste… pero no puedo dejar de mirar». A partir de ahí mucho exceso, una excusa como de
Los Payasos de la Tele para convertir a una mujer en un nugget de pollo -da la sensación de que tendría más o menos los mismos diálogos, y un tratamiento como personaje propio y por parte del resto (masculinos todos, claro)- hasta el punto de que supongo que hay que tener un tipo concreto de espectador para que pueda interesarle. Desde luego a mí no me ha parecido gran cosa. Demasiado encantada de haberse conocida, demasiada sensación de estar haciendo el surrealismo y ser estupendo por todo ello. Muy poco de todo lo que hace una serie interesante.
La primera decepción es la que cuenta, esta
Dark City: The Cleaner (NZ) no tiene nada que ver con ninguna de las películas llamadas
Dark City. Ni de la los ’50s, ni la de los ’90s, ni la de los ’00s. En realidad es una entrada más en el circuito de asesinos en serie que comente la imprudencia de dar el punto de vista al asesino para, a continuación, intentar fingir que no importa si lo presentas suficientemente como un perdedor. Esto no funciona así, claro, pero lo intentan igual. Mientras tanto muestran de forma… no sé ni cómo llamarlo. ¿Sensacionalista? Tanto sus crímenes, como la manera de estar al día con lo que la policía sabe, tanto como la aparición de un imitador y una persona extraña -una mujer, claro-. En fin, bastante lamentable todo. Incluyendo el hecho de que, sospecho, intentan crear un marco para temporadas antológicas. En fin.
A veces las series parecen viejas. A veces parecen fuera de lugar. En ocasiones pueden parecer incluso viejas Y fuera de lugar. Eso es lo que ocurre con
The Girl on the Bus (USA), que tiene toda la pinta de una serie pre-2016, de un artículo de ‘color’ sobre la campaña de 2016 en el New York Times, a los que no le importara gran cosa el resultado de las elecciones. Es una serie que podría haber funcionado hasta entonces, pero que con TRUMP! por medio es absolutamente imposible. ¿Una campaña electoral en la que un grupo de mujeres periodistas, de distintos estilos y tendencias, se unen para contar esa historia? ¿En una época en la que la destrucción de Roe vs. Wade, el blanco puesto contra básicamente cualquier avance -incluyendo, pero no solo, el matrimonio entre dos personas del mismo sexo, el matrimonio entre dos personas de distintas razas, o la misma vida de la gente
queer– incluyendo voces que piden retirar el derecho al voto de las mujeres? Digamos que esto es, en el mejor de los casos, una obra blanda y autocomplaciente. Una cosa que podría haber sido agradable hace más de una década y que ahora sirve, sobre todo, para demostrar por qué estamos como estamos.
Uno de los tipos básicos de programas ingleses -el racismo- se extiende en
Love Rat (UK), que espera que la gente sienta aprecio por
Sally Lindsay tras tantos años viéndola por
Coronation Street et al. pero, sobre todo, que sienta aprecio por una señora en su cincuentena, recién divorciada, que cree haber reencontrado el amor en Chipre… salvo que no. Claro que no. Y así la pobre inglesa que creyó a los malvados extranjeros acaba… bueno, os lo podéis imaginar. Es de suponer que en el próximo capítulo pasará algo y ella empezará a buscar al culpable de su desgracia y blablabla. Tanto da. ¡Malvados griegos que hacen estas cosas a señoras de mediana edad inglesas! ¡Desaprensivos! Etc. Un clásico inglés, ya os digo.
Las series históricas estadounidenses son aquellas en las que comprobamos que en realidad todas las series históricas se parecen. Porque es difícil que ninguna de ellas, sea del país que sea, acaben pareciendo algo distinto a una parodia. Incluso los ingleses, que son los que más tienen perfeccionado el asunto, se encuentran con este problema regularmente. Lo que pasa es que a fuerza de hacer cantidad alguna buena les tiene que salir. En el caso de los estadounidenses el no hacer mucho tiene el problema de que cuando se ponen a ello o buscan una ‘temática alternativa’ -digamos el melodrama telenovelesco de
The Gilded Age o el melodrama telenovelesco juvenil de
The Buccaneers– para tenernos entretenidos con otra cosa y no mencionar ni la recreación ni las Decisiones. Toda esta larga introducción es para decir que
Apple TV+ sigue son su empeño de acabar con las esperanzas que pudimos tener en ella como productora hace ya un par de años, esta vez lo hace estrenando
Manhunt (USA), una serie que te cuenta el asesinato de
Lincoln como si fuera
El secreto de Puente Viejo. Con el agravante, claro, de que en
Apple deberían de tener dinero para que nos creyéramos al menos los bigotes. Lo cierto es que cuanto más intenta que los actores se parezcan a personajes reales, peor. Y cuanto más se alejan de eso para sacar, digamos, gente en el campo con caballos… menos se le nota todo lo demás. Por supuesto haberlo convertido en un
western habría sido incompatible con la pretensión histórica, pero hubieran hecho menos el ridículo.
Es bueno ver series como
Miles From Nowhere (NZ) porque significa que estamos llegando ya a que haya una cantidad aceptable de ellas como para que nos suene que no hace tanto habíamos visto otra en la que teníamos también a un joven perdido en la vida que quiere hacerse famoso con la música y no le importa. A diferencia de
Late Bloomer no es un sijs punjabi sino un musulman. Y aquí en lugar de problemas con la vida influencer la tenemos más, precisamente, con cómo son percibidos como potenciales terroristas. Hasta el punto de que darse cuenta de que puede usarlo para lograr interés le lleva a una extraña relación con el agente que le ¿vigila?. Me temo que la historia no tiene mucho más que no hayamos visto ya, pero quiero creer que eso es, precisamente, lo bueno.
Más que curiosa esta propuesta surcoreana,
Nunmul-ui yeowang (O) (CS) – o
눈물의 여왕 o
Queen of Tears o…- que quiere claramente ser un drama romántico pero que entre medias te mete unas tramas y personajes casi de la telenovela de ricos ochenteros estadounidenses, y también momentos humor costumbrista -aunque en Corea del Sur sería casi inevitable- y también una extraña historia de giros de guión de roles sexuales. Hombres con poder arriba, luego mujeres y por último los hombres ‘familia política’ sin poder en roles habitualmente reservados a mujeres. Eso y un par de elementos de misterio y exceso -hay incluso una
Cookie– o de drama médico. Pero lo realmente sorprendente es que con todo ese batiburrillo y con una premisa que parece que no va a servir de nada… consigue que funcione precisamente por esos giros, excesos y cambios de personajes constantes.
Supongo que los creadores de
Population 11 (AU) la considerarán algún tipo de comedia criminal. Lo segundo puede ser más o menos fácil de defender. Sobre todo comparado con lo primero. La idea de un tipo que va en busca de su padre a un pequeño pueblecito en el que solo viven 12 personas, no lo encuentra, y empieza a investigar a los 11 sospechosos… Bueno, supongo que se podría haber hecho de muchas formas. Tanto en los personajes como en lo que mostraban alrededor. Lo cierto es que ni el ser australiana la salva de que estas ‘extrañas decisiones’ no acaben de ser ni lo uno ni lo otro. Pero al menos puedo decir una cosa buena de ella: No llega a la media hora.