¡Pilotos Deathmatch!

He tenido que volver a este posteo para añadir B & B: Bujji and Bhairava (O) (IN), una serie animada que ha aparecido de la nada y que… bueno… podría habérmelo saltado de no ser porque me ha parecido graciosa la desvergüenza de esta animación como de disco de regalo de demostración de 3D a finales de los noventa, el guión está a la altura, por supuesto. Y el resultado, pues en fin, qué os voy a contar. Me gusta que sea un tipo y su amigo que está reducido a una especie de cerebro mecánico, en una especie de futuro distópico/apocalíptico/actual. En fin, las cosas que nos estrenan.

Agradable aunque un tanto previsible esta Eric (USA) que juega -un decir- a mezclar el drama familiar con una historia policíaca, ambas ambientadas en lo que parecen los primeros ochenta (sobre todo por lo que queda de setentero aún), y meter elementos de ambigüedad fantástica… pues bueno. Al final llaman más la atención los muñecos -porque está parcialmente ambientada en una especie de Barrio Sésamo– que las distintas tramas -un tanto plasticoides, un tanto huecas- que van dando vueltas. El caso es que lo intenta. Lo intenta con ganas, incluso. Y no podemos decir que sea una mala serie, ni mucho menos. Pero lo intenta tanto y es tan previsible, intenta abarcar tanto y se quedan tan a medias de tantas cosas, que se le acaban notando más las costuras y la falta de alma de lo que sería deseable. Al menos por mi.

Por su parte Geek Girl (UK) parece igual de hecha en un laboratorio pero por el otro lado. La protagonista logra no ser convincente ni como geek acomplejada de instituto ni como supermodel of the world, la trama no tiene ni pie ni cabeza, el protagonista -por llamarlo de alguna manera- masculino es un mueble de Ikea pero con menos rango actoral, y el ¿secundario? masculino ¿cómico? parece estar haciendo una imitación de alguien que no tengo muy claro de quién es (¿David Tenant? ¿Richard Aoyade? ¿Colombo?) lo que junto a un más que obvio presupuesto ajustado hace que nos acordemos más de aquellas primeras webseries de mediados de los ’00s que montaban un grupo de amigos con más ganas que rodaje que ante lo que se supone que debería de ser una serie profesional. Salvo que en aquel caso solíamos tener unas ideas más interesantes. Supongo que a su público -¿objetivo?, tengo mis dudas- le valdrá. Yo confieso que espero un poco más de todo esto.

No tengo muy claro si diciendo que How to Ruin Love: The Proposal (O) (SA) es parte de la serie How to Ruin la gente va a recordarla. Así que haré un resumen: Se trata de una serie de miniseries conectadas sudafricanas que llevan saliendo en Netflix desde 2020. Digamos que ha tenido una serie principal – How to Ruin Christmas – con tres temporadas temáticas: The Wedding, The Funeral, The Baby Shower – que vio la última en 2022 y que parece que vuelve con una nueva ‘serie’ que comienza con este The Proposal, así que sospecho que mientras haya cuerda tirarán. Lo cierto es que es una comedia romántica que carga más en lo primero, sección caos y desastres, que en lo segundo. A partir de ahí ya está lo que cada uno aguante -o le agrade- este tipo de comedia de gente haciendo las cosas mal y causando desastres a su paso intentando arreglar o mejorar las cosas. La verdad es que a mí no me va mucho, pero veo posible que pudiera tener éxito, de hecho hay varios momentos en el piloto en el que no me hubiera extrañado que ‘el gag’ se hubiera traslado tal cual a una serie española. Yo qué sé, el internacionalismo es lo que tiene.

Por un momento me temí que todos los estrenos de esta semana fueran de Netflix, pero no, resulta que Prime tenía para nosotros Viktor Bringt’s (O)(AL). No sé a qué acuerdo habrán llegado los alemanes para estar sacando tanta serie, pero ojalá alguna saliera buena. No es el caso de esta, rancia desde su inicio pero, sobre todo, mal planteada. Todo lo que se puede ver que funciona en How to ruin…, incluso para los que no nos gusta ese tipo de humor, falla aquí. Porque la historia de un padre divorciado y su hijo que ‘intentan reconectar’ cuando el segundo empieza a trabajar en la empresa de ‘chapuzas’ del primero… hace aguas por todas partes. Ni se dedica el tiempo a las chapuzas, ni los distintos ‘clientes’ son interesantes, ni la relación paternofilial está construida de manera interesante, ni nada. Es increíble que logre parecer más vieja -y peor realizada- que Manos a la obra, pero aquí estamos. Descubriéndonos capaces de sorprendernos aún.

Gran serie pese a todo, esta La vita che volevi (O) (IT) realmente tiene dos problemas: Que está muy claramente hecha a mayor gloria de Vittoria Schisano y que no todos los actores -te miro a ti, niña pequeña gritona- tienen el mismo nivel. Fuera de eso es el ‘clásico’ drama familiar con distintos giros. Los personajes tienden a servir más como ruedas de una maquinaria -y a idolatrar a Gloria, el personaje de Schisano, claro- pero están bien utilizados y son creíbles, incluso cuando hay veces en las que parezca que cada uno de ellos viene de una serie distinta – Eva, por ejemplo, es muy claramente un personaje de aquellos inicios almodovarianos- así que por mucho drama y peripecia el resultado es agradable y cálido. Y mira que la historia es rocambolesca como pocas: Gloria es una mujer trans que tras abandonar su vida en las discotecas pasó a llevar un negocio de turismo de lujo en Lecce, en la Apulia italiana, y ahora vive apaciblemente… al menos hasta que una antigua amiga, Marina, aparezca con su embarazo y sus dos hijos -cada uno de los tres de un padre distinto- huyendo del padre del bombo, un tipo peligroso, y le ponga la vida patas arriba como en cualquier buen melodrama telenovelesco que se precie. En resumen, que es un Sí Pero, pero uno que le pone mucho cariño.


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