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No sé los años que hace que sigo la particular trayectoria como escritor y ensayista de Jon Ronson, puede que empezara con sus artículos para The Guardian pero lo que es seguro es que me encontré Them: Adventures with extremists (Extremistas: Mis aventuras con radicales en la versión de Ediciones del Bronce) sin dar demasiada muestra de creérmelo del todo, al fin y al cabo practicaba una mezcla de reportaje y entretenimiento en el que descubría extrañas historias al público -cercano a lo que ya estaba haciendo en documentales Louis Theroux-, algo que seguiría después con sus investigaciones sobre el batallón psíquico de las fuerzas armadas estadounidenses en The men who stare at goats cuya conversión en -fallida- película con muchas estrellas sirvió para darle un pequeño empujón y que en España Ediciones B se decidiera a publicar ese (Los hombres que miraban fijamente a las cabras, con espantosa portada de la película) y su siguiente obra, sobre el negocio de la Industria de la locura,  ¿Es usted un psicópata? (The Psychopath Test: A journey through the Madness Industry) aunque quedan por llegar a España sus recopilatorios de artículos (lleva cuatro, Lost at Sea es el último y es tan recomendable como sus obras más temáticas auqnue aquí el paso de unos a otros personajes sea mayor), su guión para la película Frank de Lenny Abrahamson que luego sería un libro en el que explicaría la historia de Frank Sidebottom, una persona real que originó primero un artículo y luego interpretaría Michael Fassbender en el cine, y, por supuesto, su más reciente obra.

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En este So you’ve been publicly shamed Ronson parte de una observación casual, la capacidad cada vez mayor de la gente para hacerse oír gracias a las nuevas tecnologías y su relación con los juicios públicos o, mejor dicho, los castigos públicos que buscaban más la humillación que la redención. La Mentalidad de Linchamiento que a él le parece habitual en el mundo moderno. A partir de ahí, y como en él es habitual, la historia va girando y extendiéndose en todas direcciones y por distintos derroteros, desde personas que han perdido mucho por hacer un chiste en internete hasta carreras que se han visto atacadas pero han podido salir a flote y, en general, la forma en la que la gente trata el tema de la humillación, ya sea dentro de la industria pornográfica, como terapia o para superarla y borrarla. Un tema interesante escrito con habilidad y que, como de costumbre, explica y enseña algunas historias que dan una idea de lo terrible que puede llegar a ser el problema y también del funcionamiento de la sociedad.

Precisamente ese es uno de los problemas más grandes que encuentro a esta obra. Ronson va mostrando pero rara vez trata de explicárselo desde una óptica que no sea igualadora, y rara vez saca consecuencias de lo que cuenta, bien porque espera que lo hagamos nosotros o porque prefiere no hacerlo. No nota que cuando la víctima está en una posición de inferioridad le es más complicado seguir con su vida mientras que cuanto más cerca está del estereotipo de El Tipo al Cargo -hombres blanco y, en este caso, con mucho poder y dinero- más fácil les será seguir con la suya. Y eso que estamos hablando de estas historias en el contexto del mundo anglosajón, si quisiera hacer esto mismo en España posiblemente creería que nos burlamos de él. Del mismo modo, no entra a diferenciar la utilidad de las pequeñas victorias o de su utilización como mecanismo de protesta ante lo que se considera injusto -por parte de unos y otros bandos- sino, simplemente, expone casos y se hace preguntas buscando dar una variedad y un entretenimiento que, sin duda, consigue.

Tenemos la suerte de que no busca vendernos nada, no está intentando sacar una conclusión y que nos traguemos lo que él mismo definiría como gladwellismos, pero lo superficial del tratamiento después de todos los buenos puntos de vista que ofrece y lo mucho que podría haber dado de si el tema deja con ganas de más. No sé si de un libro más extenso pero desde luego sí de algo un poco menos narrativo y más reflexivo. Con eso y con todo, no puedo esperar a que lo publique alguien en España ni dejar pasar la oportunidad de recomendarlo.


«El hombre de papel» (Paper Man, 1971) Tan muertos como: Halloween 2014 (2)

Habrá quien crea que me lo estoy inventando. No es para menos. ¿Una obra de 1971 que reúne temas de computadoras y asesinatos? ¿Una trama que incide en el robo -o recreación, según se mire- de identidad cuando apenas acababa de comenzar la década? ¿Protagonizado con un Dean Stockwell en uno de los peinados más locos de su carrera y una Stefanie Powers cuyo papel de más éxito habían sido la serie de una temporada The Girl from U.N.C.L.E. y a la que le faltaba más de un lustro para hacerse popular con Hart y Hart? Pues sí, todo eso y mucho más es lo que se puede encontrar en este inexplicablemente olvidado telefilme.

51EtMzDeMXL._SL500_SY300_El éxito de la Movie of the week de la ABC hizo que a principios de los ’70 todas las otras cadenas se pusieran a copiarles. Películas de todo tipo y condición, con cierta predominancia de las de intriga o romance bien es cierto, pero que no dejaba de lado la posibilidad de ofrecer obras de terror como esta que nos ocupa u otros contendientes a este pequeño espacio como fueron Satan’s School for Girls o Gargoyles -de los que, si os portáis bien, ya hablaremos en otra ocasión, jejeje-. En esta ocasión la CBS puso en marcha una historia que nos mostraba a unos teóricos veinteañeros en un grupo muy variadito -un nerd, una asiática, un malote y una ingenua- que ante un error otorgando una tarjeta de crédito deciden aprovecharse y, antes que ser pillados, convencer a un conocido que es informático para crear una personalidad ficticia que se cargue con las deudas, Henry Norman.

El problema es que cuando el informático termina parece que algo ocurre con la máquina y, sin duda, algo pasa con los estudiantes, que empiezan a caer como moscas en extrañas circunstancias -Con mención especial para la escena del pasillo y el ascensor.- victimas de esa extraña personalidad creada, se encuentre detrás quien se encuentre. Pese a tratarse de una creación televisiva; sobre todo en lo corto del reparto, quizá el punto más flojo de la película; estamos ante una muy buen a premisa y un desarrollo con varios puntos fuertes. Un clásico de estas cosas que debería ser más conocido. Y, precisamente para eso, ahí tenéis la posibilidad de echarle un ojo. En inglés y sin subtítulos, eso sí. Pero, ¿quién los necesita teniendo esas computadoras tan inteligente? ¡NYA-HA-HA!


Seguimos con Halloween en ElReceptor y hoy toca libros. Mucho hay que podía haber elegido para esta sección entre aquellos que no han visto la publicación nunca en España y aquellos que, habiéndola visto, han quedado relegados a la desaparición y el olvido. Al final ha pesado más la posibilidad de hablar no solo de un libro sino, incluso, de una editorial que en aquellos años estaba aún poniéndose en marcha.

Vigilantes

Fundada en 1986,  Valdemar ha sido y es una editorial modélica en su apuesta por una serie de autores olvidados y, más concretamente, por el género fantástico y de terror más clásico. Bien es cierto que pocas fueron las novedades aparecidas los primeros años, pero sí ya alguna meritoria -por ejemplo, del nunca bien ponderado Ambrose Bierce Visiones de la noche en 1987 y El reino de lo irreal al año siguiente, o los primeros títulos de Los archivos de Baker Street– y entre medias pruebas con colecciones de mayor o menos acierto. Como la de Weird SF o esta que nos ocupa ahora de Antologías.

Mirando por encima veo que acabarían saliendo dos títulos además del que aquí nos ocupa. Vamps, centrado en historias de vampiresas, y Amanecer Vudú. Una lástima porque ofrecía una panorámica de lo más interesante en  muchos temas como era el de esta antología concreta sobre Detectives de lo Sobrenatural. Muy completa, con muchos grandes creadores dentro que acabarían teniendo en su mayoría y con éxito desigual su oportunidad en las páginas de otras delas colecciones de la casa. Así desfilarían el Doctor Martin Hesselius de Joseph Sheridan Le Fanu, el Profesor George Edward Challenger de Sir Arthur Conan Doyle, John Silence de Algernon Blackwood, Carnacki de William Hope Hodgson, Jules de Grandin de Seabury Quinn y, por supuesto, Harry Dickson del gran  Jean Ray, el único ausente en su catálogo actual.

Historias que abordan lo sobrenatural y lo detectivesco desde diferentes puntos de vista, unos más científicos, otros más viscerales, distintas maneras más o menos realistas y enclavándose o no en tradiciones que buscaran la existencia de un algo racional tras los sucesos o bien una explicación que racionalizara lo visto recurriendo a jerga pseudocientífica. Grandes narraciones en todos los casos que animan a dilucidar todos esos extraños sucesos que nos parecen rodear. Ideal para pedir a Valdemar que se anime a recuperar el título en su Club Diógenes -y a añadir el Harry Dickson de Jean Ray a su lista de publicaciones- a la vez que sugieren a los lectores de esta pequeña entrada a que si el tan cercano Día de los Muertos escuchan un sonido raro se pongan a investigar. ¿Que es lo peor que pueden acabar descubriendo?


De entre las lecturas sobre comedia que siempre me interesan este año he encontrado un doblete de lo más interesante gracias a dos obras de Mike Sacks pensadas más para dar consejo a gente que quiera dedicarse a escribir en Estados Unidos o, en su defecto, a lectores pirados por el asunto a los que les da igual todas esas tonterías de lo que hay que hacer para trabajar de ello pero agradecen enormemente todas esas maravillosas entrevistas a algunos de los más interesantes creadores.

AHSTKPor ejemplo, en And here’s the kicker (que a su versión de 2009 añade una segunda extendida en mayo de 2014), que era el primero de estos libros por parte de Sacks y surge en parte de las entrevistas realizadas en otros medios, podemos encontrarnos entre otras joyas largas conversaciones con Buck Henry, Jack HandeyMerrill Markoe, Irving BrecherTodd Hanson, Bob OdenkirkAllison Silverman, David Sedaris, Robert Smigel, Larry Gelbart… y los que me dejo, o los que se limitan a dar consejos. A los que hay que añadir los de su siguiente libro de este mismo año.

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Debo reconocer que estaba convencido de que con su paso a Penguin iba a ofrecer una remezcla del anterior con alguna cosa nueva y no un libro que, con un formato similiar al anterior, ofreciera nuevas entrevistas. ¡Y qué entrevistas! Solo por la de Peg Lynch ya merecería la pena el libro, pero es que además están entre otros Tom Scharpling, James Downey, Dan Guterman, Glen Charles, Henry Beard y, por supuesto, la persona que acaba de redondear y ofrecer simetría cerrando el volumen, Mel Brooks. Como veis un buen montón de nombres más que memorables, incluso aquellos que no son tan conocidos o que a estas alturas pesan más por el impacto en otros cómics o en obras posteriores que por la posibilidad de que se hayan visto sus obras. Y eso que hay de todo. Sobre todo guionistas de TV y cine, claro, pero también cómicos variados, desde los de actuaciones en directos a los escritores, guionistas de cómics o de radio. Hay mucho conocimiento, bastante historia y algunas anécdotas.

Puede que no haya mucha gente decidida a entrar en el mundillo de la comedia estadounidense entre mis lectores, pero si hay interesados en la comedia del Siglo XX y XXI les recomiendo que intenten echarle un ojo a estos volúmenes. Sabiduría embotellada.


Entre mis últimas lecturas destaca este ensayo, Pranksters, posiblemente porque la variedad de temas tratados y el estilo usado me resultan más interesantes y variados que cuando se habla de solo un tema. Y es que McLeod se dedica a lo largo de sus capítulos a hacer un repaso por el mundo de las pranks, las bromas, entendidas desde muchos puntos diferentes: Hoax o falsificaciones con el objetivo de engañar a los demás, Cons o timos que buscan el dinero y Pranks propiamente dichas que tratan de llamar la atención sobre algún tema de manera divertida.

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Precisamente la forma de entenderlos es lo que vertebra el libro, y uno de sus problemas, la elección de los temas a tratar parece menos sistemática y más arbitraria -máximo cuando el texto propiamente dicho termina ocupando apenas 300 páginas- para permitirle tocar muchos temas dentro de secciones organizadas cuya lección final suele ser que la prensa de todas las épocas se ha dividido entre los que han decidido inventarse las noticias y los que han decidido no comprobarlas o bien que la gente está dispuesta a creer cualquier cosa que se le diga si se adapta a sus ideas preconcebidas.

De ahí el segundo problema del libro, no solo habla de las diferentes bromas que se han hecho a lo largo de la historia -estadounidense, además- sino también de la reacción del público que tiende a oscilar entre fingir que no ha pasado nada o responder con agresividad fingiendo que no es una broma. Ese efecto rebote es muchas veces esgrimido por McLeod durante sus historias como uno de los grandes problemas, como si fuera culpa de los bromistas esa reacción, pero es que además es especialmente duro con unos -Feministas, discordianos o satanistas- mientras que a otros -sobre todo activistas negros como los Panteras Negras- son tratado con mayor dulzura.

No me malinterpretéis, es una obra muy interesante que explica mucho de la forma de funcionar de los medios y de los diferentes flancos por los que ha ido habiendo reacciones, solo porque McLeod parezca muy dado a intentar impostar una imparcialidad crítica no significa que las historias que contiene en la que se habla de las publicaciones satíricas de Franklin, Twain o Swift; de las invenciones religiosas como los Rosacruces o los Illuminati en el pasado o los Discordianos y los Sub-Genio en el presente; de las bromas con intención que se han creado en campos como la música, el activismo o la política con los Yes Men, las WITCH o The KFL y muchas otras cosas que es, precisamente, el punto fuerte y débil del libro. Ofrece muchas historias que sirven de llamada de atención y anécdota sobre los temas pero que en demasiados casos -las acciones de ACT UP, por poner uno- son tratados de manera tan superficial y de pasada que deja con ganas de más. Menos mal que la extensa bibliografía y notas facilita escarbar en aquello que más nos haya picado la curiosidad.


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Que no os engañe el extraño nombre, Ngaio Marsh es una escritora neozelandesa. No una cualquiera, estamos hablando de una de las cuatro Reinas del Crimen originales. Precisamente por eso se me hace tan extraña su ausencia durante tantos años de las estanterías españolas. No es que esperara un éxito similar al de Agatha Christie, eso es casi imposible, pero al menos sí el que Dorothy L. Sayers o Margery Allingham han tenido y de las que podemos encontrar Los secretos de Oxford en Lumen o El tigre en la niebla en RBA. ¿Por qué Ngaio no ha tenido la misma suerte? Francamente, no soy capaz de entenderlo. Y de ahí este pequeño recordatorio.

Enter the murderer es la segunda de las novelas policíacas de la autora, aparición de nuevo del personaje de Roderick Alleyn, uno de esos Detectives de Clase Alta, que centró su producción criminal, y primera ocasión en la que se vería uno de los elementos recurrentes en sus obras: El teatro. El gusto de Marsh por el teatro y la pintura, aficiones que tenía desde sus años de formación, fueron introduciéndose poco a poco en su obra, hasta el punto de poder hablar de toda una sección de asesinatos teatrales. En esta ocasión asistimos a una visita al teatro que acabará siendo memorable no solo por la gente implicada y todo lo que se ve y se intuye entre bambalinas, también por que el crimen acaba ocurriendo delante de todos los espectadores. Incluido nuestro investigador que pasará pronto a encargarse de descubrir lo que ha ocurrido, las relaciones entre todos los implicados y el oscuro secreto -rodeado por otros secretos igual de oscuros- que ha acabado causando esta muerte.

Es difícil elegir uno de sus libros o ponerlo por encima de otras posibilidades pero como por algún lado hay que empezar y este reúne ya algunas de las características más habituales de la autora pese a estar solo en la segunda de las 32 novelas de Alleyn – hasta 1982, el mismo año de su muerte, estuvo publicándolas- pudiendo considerarla además una de las diez mejores – me parece un punto de entrada suficientemente bueno para animar a la gente a que le de un tiento. Al fin y al cabo uno puede moverse a donde quiera con una reina.


WeKilled

Con el título completo de We Killed: The Rise of Women in American Comedy, lo que aquí se nos presenta funciona de tres maneras diferentes. Y con muy distintos motivos. Reduciéndolo a lo básico podemos decir que Yael Kohen organiza en esta Very oral history un repaso al papel de la mujer en la comedia centrándose en los últimos años. No es lo único en lo que se centra, también hay una predominancia para esas cómicas que salen en televisión por encima de las menos conocidas que hacen el circuito de clubs. Esto, que podría parecer una crítica, solo lo es a medias. Porque el punto de partida del libro, o el motivo para escribirlo si se prefiere, es el artículo que Christopher Hitchens escribió en el Vanity Fair en 2007 con el título Why Women Aren’t Funny. Por extraño que parezca había gente a la que le parecía perfectamente normal las tonterías de Hitchens así que Kohen decidió que era necesario realizar un repaso a la comedia realizada por mujeres en USA.

El resultado es este libro que, mediante testimonios de los directamente implicados, y algunos textos de apoyo de la autora, va desgranando el lento camino de las cómicas por hacerse con un hueco en televisión, centrándose primero en los grandes nombres –Phyllis Diller, Joan Rivers– y en los primeros proyectos femeninos importantes de Lucille Ball, Marlo Thomas o Mary Tyler Moore, y pasando rápidamente a lo que le interesa. Quizá sea esta parte del pasado la que más necesitaría expandirse pero, claro, es la que menos nombres que suenen ofrecería para un lector no iniciado o joven y siempre se puede recomendar la lectura complementaria -aunque de intenciones, estilo y resultados diferentes-  Women Pioneers in Television: Biographies of Fifteen Industry Leaders de Cary O’Dell. De modo, decía, que pasamos con rapidez a los setenta y así vamos viendo la aparición y evolución de otras cómicas y otros modos de hacer televisión. Lily Tomlin, Carol Burnett, Gilda Radner, hasta allegar a la actualidad con Tina Fey, Amy Poehler o Sarah Silverman, y en medio Roseanne Arnold, Janeane Garofalo o Ellen DeGeneres. Lamentablemente el libro va perdiendo esos testimonios orales según va avanzando. Y la organización y escritura del mismo también es manifiestamente mejorable. Incluso sin entrar en la decisión de dejar determinadas cómicas y grupos fuera del libro, algo que, de nuevo, supongo debido al interés por llegar a un público actual y con menos conocimientos al que ofrecerle un volumen no muy extenso. Con eso y con todo, sirviendo esto como mero ejemplo, como un punto de partida de algo valioso y necesario,

Como decía al principio, este libro se presenta como ataque a la inexplicable afirmación de que Las mujeres no son divertidas, como un repaso histórico a las mujeres en la comedia USA y, fundamentalmente, como un libro sobre la historia de las cómicas USA en su televisión, bien sea mediante apariciones, colaboraciones, programas de variedades o ficciones cómicas varias. Siempre con la intención de incluir el mayor número posible de declaraciones de los implicados y de hacerlo accesible para un público que conoce el tema de manera muy tangencial, de manera que pueda ser disfrutado también por lectores ajenos al panorama cómico estadounidense que, con suerte, aprenderán una cosa o dos. Así que ya sabéis, si tenéis una editorial de ensayo echadle un ojo, que el tema es interesante y ya está bien de que parezca que sobre tv solo se puedan publicar libros de nostalgia, de filosofía o, peor aún, la enésima pretendidamente sesuda explicación de que estamos en la edad de oro de la televisión y estos angry white men que nos traen la cadena son el no va más y tenemos que estar contentísimos por su deconstrucción del héroe. Necesitamos más libros diferentes, necesitamos más libros como este.


Glow

Tengo un largo historial de alabar el trabajo de Ned Beauman, o, cuanto menos, un historial tan largo como la propia trayectoria del autor, que ya es algo. Dicho lo cual y queriendo dejar claro de entrada que me ha gustado este Glow que nos ofrece mucho me temo que es también de sus tres novelas la que menos me ha gustado. Una lástima.

¿Por qué sí, por qué no? La historia, en breve y sin destripes, es la de un joven con un trastorno de sueño que se encuentra metido en un lío mayúsculo entre compañías internacionales, radios piratas, fabricantes de drogas y otros tipos pintorescos. Una novela que no me extrañaría haber encontrado hace unos años dentro de Literatura Mondadori o ahora en Literatura Random House -que no hayan fichado a Beauman demuestra lo faltos de olfato que andan últimamente en esa colección- y es precisamente eso lo que estropea un algo el conjunto, tras tanto salto temporal y recoveco como mostraban sus dos anteriores novelas esta se antoja muy simple. Y sin embargo…

La superpoblación de personajes y una cierta indolencia en el manejo de la trama, no digamos ya en el cierre de su final, hace que las escasas 250 páginas, que se leen en un suspiro, acaben con una sensación de aturullamiento, de que se podía haber sacado más del bruto que teníamos aquí. Pese a lo cuál, la sensación final vuelve a ser positiva: Mezcla con acierto a los personajes, sabe profundizar en sus historias cuando conviene y ofrecer momentos extraños que acaban no siéndolo tanto de manera que aunque algo con cierto aspecto de déjà vu en cuanto a la literatura inglesa -a veces uno les lee y parece que los jóvenes no saben hacer otra cosa que drogarse en fiestas-  y a esa línea de acción tan de culto como es el thriller conspiranóico raro, logra manejar los tropos con maestría y expandir las fronteras de lo que de ellos se espera. Así que, por favor, publíquenlo cuanto antes en español. Gracias.