Mundi spectator habemus, masomenos

Un Sharknado recorre el mundo.

No digo que me extrañe, ni mucho menos. Si algo llevo visto en estos años es cómo la desaparición de películas para televisión ha hecho que se vayan limitando a tres campos, las de alto perfil de HBO —por mucho que puedan terminar en descandelabras—, las de mujeres engañadas y familias infelices de LifeTime y, por supuesto, las cutrastróficas de SyFy. Reconozco que estaba más acostumbrado a esas épocas en las que había telefilmes de misterio —de hecho, más de mystery que de hard-boiled pero ya me entendéis— pero lo importante es que siga habiendo esta otra forma de producción propia.

La sustitución de estas películas, incluso de las que repetían a personajes de cuando en cuando permitiendo cierta continuidad en los telefimes acercándolos a series, aún en el formato el X de la semana, por programas de telerrealidad, por magazines o por otros productos de menor coste trajo la casi completa desaparición de estos telefilmes que pasaban a limitarse a algunos canales por cable que los cortaban a medida -según sus necesidades, como un auténtico especialista al que he dejado fuera antes: El Disney Channel, capaz de sacar, meter, cambiar y ajustar a sus estrellas con sus distintos productos.

Precisamente ellos son los más acostumbrados a sacarse de la manga un éxito sorpresa y globalizarlo, como hicieron con High School Musical y esperan repetir con Teen Beach Movie —que ya ha tenido en USA una audiencia más que notable de cerca de 8,5 millones de espectadores—, pero eso no siginifica que sean los únicos en el juego.

El SyFy ha sido uno de esos canales que se ha encontrado con los problemas de identidad que parecen tener las cadenas dentro de NBC/Universal, habiendo pasado de estar realmente centrados en el género fantástico; bien en la ciencia ficción, bien en el horror; a un intento de conquistar la ciencia ficción más adulta y, de ahí, con el paso de SciFi Channel a Sci-Fi a SyFy, una búsqueda de lo contrario llena de programas de fantástico de baja intensidad, concursos y magazines, que hacía parecer al canal una versión adolescente de Nickelodeon. Y eso sin contar con que las versiones internacionales de varios países decidieron obviar el SyFy por otras variedades debido a que más que a Ciencia Ficción les evocaba Sífilis. Otro éxito de la NBC/Universal, vaya.

Mientras tanto, y desde 2001 —Recordemos que el canal se creó en 1992— se dedicaron a estas películas de bajo presupuesto bien con sus propios Sci-Fi Pictures, bien contratando con productoras que estuvieran en su onda entre las que destaca por méritos propios la especialista en exploits o como ahora lo llaman centrándose en un título y no en un género, mockbusters The Asylum, que lo mismo se montaban un Transmorphers que un Almighty Thor, de modo que no fue extraño que acabara siendo uno de sus colaboradores con títulos como 2-Headed Shark Attack.

No fueron los únicos y, entre sus títulos se encuentran desde excentricidades como Anonimus Rex a la más reciente película basada en personajes de la Marvel que acabara siendo directa a televisión, Man-Thing, o la serie B de sabor clásico como Man with the Screaming Brain, remakes no confesos de clásicos del fantástico como Mansquito o locuras superheróicas de derribo como S.S. Doomtrooper, acabarían centrándose fundamentalmente en los desastres naturales. Bueno, naturales de aquella manera. Películas de terror apocalíptico y de monstruos gigantes que hace pensar en un regreso a los programas dobles de los años ’50. Incluso aunque fueran desarrollando un giro hacia la autoconsciencia cómica sacando cosas como 12 Disasters of Christmas, su versión de un telefilme navideño.

Dentro de esos títulos, entre los Chupacabra: Dark Seas y los Dinocroc vs. Supergator, fueron apareciendo los tiburones. Bien es cierto que la Shark Week que el Discovery Channel lleva dedicándole en julio desde 1987, y que ha pasado de un repaso documental a… bueno, lo que ahora conocemos y tantos comentarios negativos ha ido acumulando con el tiempo.

Entre los filmes que han ido lanzando en el canal has estado no sólo la idea de The Asylum, también Shark in Venice, que ríete tú de Amsterdam: Misterio en los canales, y Sharktopus, cuyo nombre debería decirlo todo. Así, hasta llegar a este año.

Desde el mismo momento en que el canal desveló que su película para la Semana del Tiburón de este año se llamaría Sharknado la gente comenzó a reaccionar. La misma locura de su concepto —un tornado lleno de tiburones— hacía que la gente se manifestara con cierto irónico interés por ver cómo iban a llevarlo. Tampoco parecía que fuera a ser muy diferente de lo que suelen ser sus películas: Actores de pasado másomenos brillante como Ian Ziering (Que ya estuvo haciendo de Hernán Cortés en Aztec Rex a.k.a. Tyrannosaurus Azteca) o Tara Reid (Que sabe de esto un rato, no hay más que decir que fue coprotagonista del Alone in the dark de Uwe Boll) junto a actores televisivos como John Heard (Cuyo mayor éxito fue aparecer en las últimas temporadas de Los vigilantes de la playa) y la relativamente joven Cassie Scerbo (Conocida por participar en series y películas de animadores, gimnastas y similares). El guión es tan poco probable como lleno de recursos de bajo presupuesto —la afición por hablar por teléfono o encerrarse en habitaciones es notable—, junto con las clásicas locuras argumentales y los efectos especiales de bajo nivel.

Como decía antes, parece que hemos vuelto a los ’50. ¡Bravo!

¿Cuál es entonces la diferencia? Pues, como decía al principio, que esta vez está recorriendo el mundo. El éxito de la película no ha sido un éxito en audiencia, los cerca de 1,5 millones de espectadores están en la media de los telefilmes de la cadena. El éxito ha sido notable, pero en las redes sociales . El furor por la película logró un nivel de comentarios realmente alto con gente conocida entre los que contribuían, de todas partes como Damon Lindelof . Una cantidad de ella similar a la que la serie más comentada en las redes sociales, Pretty Little Liars, suele tener; pero que ha servido también para que los desconectados traten de usarlo para ejemplificar la diferencia entre lo realmente exitoso y aquello que los medios quieren que consumamos.

En realidad deberían preguntarse por qué lo que parece interesar a algunos no tiene más seguimiento. y cómo algunas corporaciones logran cambiar los métodos de medir —por ejemplo, la llegada de la FOX y el paso de la audiencia total al segmento 18/49—, o logran saltar la manera de medir la audiencia de un programa, algo que llevará a Nielsen a valorar también algo más que sus habituales y siempre criticados audímetros televisivos.

En cualquier caro, ya desde antes de emitirse se notaba el interés. Y no me refiero sólo a los chistes a su costa, antes incluso del estreno, de Jimmy Kimmel.

SyFy preparó un maratón con sus películas de tiburones , dieron entrevistas el director Anthony C Ferrante y los protagonistas, Reid y Ziering —Por cierto, no trabajaba como stripper antes de la película, está en un puesto de Guest Celebrity en el espectáculo Chippendales, que suele durar un par de meses y en el que estuvieron antes Joey Lawrence, p.ej—

Una vez emitido se convirtió en todo un suceso, un Evento, algo que gente como Alan Sepinwall describía como una experiencia comunal y que los medios tratarían de analizar al día siguiente hasta, sencillamente, un resumen en GIFs y Vines. Todos los puntos se iban cubriendo, desde los bomberos explicando si estaban preparados, expertos explicando que no podría suceder —¡En serio! —, repasos a aspectos como la geografía o al resto de pelis de tiburones de SyFy

De modo que rápidamente tuvieron que volver a hablar todos, Ferrante, Tara Reid, e incluso un esperanzado Ian Ziering que explicaba cómo aceptó el proyecto. Y, además, el guionista Thunder Levin o el supervisor de efectos especiales Emile Smith

Inmediatamente empezaron a aparecer referencias humorísticas y no me refiero sólo a la animación taiwanesa.

Lo que llevó a una serie de respuestas más o menos lógicas, empezando por una repetición que elevó a casi dos millones los espectadores, así como a todo tipo de charlas sobre la secuela sobre próximas películas para el canal como 3-headed Shark o Ghost Shark pero, sobre todo, para que las repeticiones lleven a un aumento de la demanda, y no me refiero tanto a su estreno en salas de cine siguiendo esa idea de acontecimiento comunal que decía Sepinwall y que remitía tanto a The Rocky Horror Picture Show como a The Room. Me refiero a su éxito en la proyección global, con todo el mundo moviendo un estreno cercano, aunque sea por aprovechar el ruido mediático o porque los espectadores del país han mostrado interés por saber cuándo se emitiría.

Este interés internacional es algo que no se tiene en cuenta, ni en los Nielsen ni al interpretar los datos, y es que la viralidad social es lo que ha servido para promocionar y hacer más negocio de esta película, aprovechando que, como hemos visto, una película emitida en Estados Unidos puede ser vista y reclamada en UK, Taiwan o España.

La cercanía actual a la falta de fronteras informáticas facilita que las series se distribuyan casi a la vez y eso obligue a los canales autóctonos a correr más para emitirlas —los de pago, claro, a los otros les da un poco lo mismo todo, al menos en España— y permite seguir y comparar otros programas. Por eso el estreno del especial 50 Aniversario de Doctor Who será global y uno se puede informar más —y mejor— por los medios en la red que por los otros medios tradicionales, incluso cuando esos medios a los que se tiene acceso gracias a internet son, precisamente, los tradicionales como la BBC.

Podemos ver y leer sobre Sharknado símplemente como otra película de calidad discutible con la que echarnos unas risas pero, si la examinamos de cerca, veremos que incluso lo que puede parecer una diversión de verano es, en realidad, una excusa para la reflexión.


Desarrollística infernal hacia Octodoctor

Aunque el Jefe de Drama Peter Cregeen hubiera asegurado que tenían intención de retomar Doctor Who en algún momento futuro la falta de movimiento o de alguna fecha concreta de regreso —tal y como había sucedido con la temporada 23— hicieron que los fanes se temieran lo peor. Sobre todo cuando la BBC decidió aprovechar para cerrar la Oficina de Producción de Doctor Who que llevaba abierta desde el año 63.

La cercanía del treinta aniversario, en 1993, hacía albergar alguna esperanza de que en breve hubiera noticias positivas, de igual manera había movimientos en América desde hacía tiempo, organizados en tres grupos, el conocido como The Daltenrey, el formado por Terry Nation y Gerry Davis y el que el inglés afincado en USA Philip Segal iba formando de productora en productora.

Lo que siguió a continuación fue una sucesión de desastres empresariales y creativos así como una loca carrera por la rentabilidad al estilo americano que no es sólo un momento cumbre de todo lo que podría salir mal al pasar de la televisión al cine y un ejemplo brillante de lo que significa el término Infierno de desarrollo (o una versión más razonable en español de Development Hell) sino que acabaría dando lugar a un libro que recoge todos estos problemas, el divertidísimo The Nth Doctor, que recomiendo a aquellos a los que esta columna deje con ganas de más y que resulta mucho más interesante que Doctor Who: Regeneration, el libro del mismo tema en el que Philip Segal, ayudado por el escritor Gary Russell, trata de dar su punto de vista de la historia.

Lo primero que ocurrió fue que los planes de Andrew Cartmel para el Doctor se fueron al garete. Consideraba que la historia de Ace estaba suficientemente explicada y tenía intención de mandarla durante la siguiente temporada a Prydonian Academy de Gallifrey. No se trataba de dejarla muerta, casada o que decidieran abandonarse sino de un paso adelante en su camino, un nuevo ejemplo del carácter revolucionario que Cartmel quería darle a Ace. En su lugar tenía intención de hacer otro truco. Introducir a un jefe de los bajos fondos ingleses que se encontraría un par de veces con el Doctor como personaje recurrente, en una de las aventuras el Doctor le ayudaría con el parto de su mujer y, en una aventura posterior, esa misma hija a la que ayudó a traer al mundo se le uniría como acompañante con un trasfondo y unos conocimientos criminales de los que poder sacar partido. Además, claro de que la habríamos visto como niña antes de verla como acompañante, modificando de esta manera también su relación con el Doctor. Algunas de las historias preparadas acabarían viendo la luz dentro de las colecciones de libros, como ya veremos.

El paso del tiempo hizo que todos fueran viendo finalizados sus contratos y se pusieran a buscar otras ocupaciones, aunque Sylvester McCoy prometió a los fanes de la serie que cuando llegara el momento estaría más que dispuesto a regenerarse en su sucesor, y mientras John Nathan-Turner lograba por fin dejar atrás su etapa como productor de Doctor Who, para descubrir que tampoco tenía mucho más futuro en nada relacionado con la televisión, la BBC decidía que, siguiendo los postulados de la Comisión Peacock, lo que había que hacer era subcontratar a una productora externa que sacara la serie adelante.

Cuando a las empresas se les abrió la posibilidad de hacer negocio con Doctor Who fueron apareciendo propuestas. La primera llevaba ya años dando vueltas, desde 1987, se trataba de The Daltenrey, una empresa formada por un grupo de aficionados de alto nivel con la intención de llevar al cine las aventuras del Doctor, estando aún la serie en marcha —aunque ya en problemas— habían logrado un acuerdo con la BBC que les vendía los derechos hasta 1994 para realizar una película. El grupo lo crearon el director George Dugdale, el experto en efectos especiales Peter Litten y el periodista John Humphreys, a los que se les fueron sumando personas del mundo cultural británico como el músico Brian Ferry. La idea era crear un conglomerado de personas ligadas al mundo de la cultura que pudiera ofrecer su experiencia y contactos para llevar el proyecto a buen puerto.

Pero, claro, una película es una cosa y una serie otra, así que los señores de la BBC pensaron que podrían sacar más dinero si le vendían los derechos para televisión también, empezando ese mismo 1989 con los ojos vistos en la promoción por el treinta aniversario que tendría lugar cuatro años más tarde. De modo que ante las ofertas llegadas de manos de gente ligada a la serie como Nation y Davis —creadores de los Daleks y los Cybermen — o Derrick Sherwin —productor de los últimos seriales de Troughton — prefirieron decantarse por Philip Segal, cuya relación con la serie era como aficionado a la misma pero que venía respaldado por su puesto como Director de desarrollo televisivo para Columbia. Es decir, que tenía una productora con pasta detrás. ¿No es eso lo que el Profesor Peacock hubiera preferido?

El grupo The Daltenrey no tardó en ponerse en contacto con Segal para intentar combinar ambos esfuerzos de manera que la película pudiera servir de punto de lanzamiento de la nueva serie. Segal sugirió que podría verse como pilot en Estados Unidos y como película en el resto del mundo. La Columbia lo veía bien aunque la cadena con la que estaban en charlas, la CBS, era reticente. La multiplicación de interlocutores llevó a la BBC a contratar a la primera productora de la serie, Verity Lambert, a través de su empresa de producción, Cinema Verity, para que actuara como representante de las posturas de la BBC en las negociaciones. La productora de cine Paramount Picture, parte del grupo, trató incluso de cerrar un trato para que la película la protagonizara nada menos que Michael Jackson, para aprovechar el éxito de Moonwalker, independientemente de quién le interpretara luego en la serie, aunque quizá para lograr pasar de película a serie sin mayores problemas funcionara mejor la segunda opción que propuso la productora: Bill Cosby. Mientras estas tenían lugar Philip Segal dejó su cargo en Columbia para convertirse en Director de programación de la ABC. Bloqueando la situación con su marcha.

La BBC, no contenta con haber vendido los derechos para el cine y para la televisión pensó que podría exprimir un poco más de la serie y tanteó la posibilidad de vender los derechos para una serie de animación ligada al personaje, aunque al final no lo lograran… al menos de momento.

En 1991 Segal dejaba la ABC para entrar a formar parte de Amblin Entertainment en donde, una vez logrado el apoyo de Steven Spielberg —de quien se decía que ya había estudiado el proyecto cuando a principios de los ’80 Disney quiso comprar el personaje a la BBC para producir en asociación con este vía Touchstone series y películas—, procedió a volver a reactivar el proyecto, con éxito similar, mientras se aproximaba al productor Peter Wagg, al que el daltenrey Peter Litten conocía de cuando trabajaron juntos en Max Headroom, para tratar de desarrollarlo a tiempo para 1993.

La BBC seguía buscando maneras de sacarle más pasta a la serie y la cercanía del aniversario hizo que la rama que explotaba los lanzamientos en VHS se los programas de la cadena, que había logrado un gran éxito vendiendo en UK, USA y Australia las cintas de la serie, pensara en sacar un directo a vídeo conmemorativo. Así que los responsables de la sección, David Jackson y Penny Mills, se colocaron como productores del proyecto y contrataron a un par de guionistas, Adrian Rigelsford y Joanna McCaul, para que desarrollaran una historia suficientemente importante en que aparecieran todos los Doctores posibles así como el Brigadier, Ace y referencias a un personaje de los nuevos libros. El villano sería inicialmente un personaje nuevo, el Profesor Hawspur, un viajero temporal que intentaba interferir con la línea temporal del Doctor en una aventura originalmente conocida como Lost In The Dark Dimension y, finalmente, The Dark Dimension, que aparecería en Noviembre de 1993 coincidiendo con el 30 aniversario de la serie. Y decidieron ponerlo en manos de la persona que, sin duda alguna, más ganas tendría de volver a encontrarse con el Doctor: John Nathan-Turner.

Inesperadamente para la BBC JNT manifestó preferir mantenerse lo más apartado posible del personaje que pudiera. La excusa oficial era que no veía como el guión podría funcionar con el presupuesto asignado, la extraoficial parecía ser que no tenía muchas ganas de volver a la serie y menos teniendo en cuenta que él ya envió un guión para un directo a vídeo cuando aún se emitía la serie y la BBC había pasado de él completamente. A pesar de eso siguieron adelante buscando completar el proyecto cuanto antes, fichando a Graeme Harper, director de algunos seriales como The Caves Of Androzani, y también habían logrado fichar a Tom Baker, al que habían prometido el personaje de mayor protagonismo al ser el más conocido internacionalmente, y que estaba deseoso de participar tras haberse saltado The five Doctors.

Pero había problemas con el resto de Doctores vivos; Pertwee y Davison y Baker y McCoy; no estaban tan convencidos. Los que ya conocían la reputación de Baker porque sospechaban que iba a convertir aquello en una obra para su mayor gloria, sobre todo porque sus personajes tampoco tenían mucho tiempo en pantalla en la primera versión del guión.

Aunque eso no fue nada comparado con lo que ocurrió cuando Philip Segal se enteró del proyecto. Segal, que estaba trabajando con los Daltenrey para sacar la película y lanzar la serie para esas mismas fechas, se puso en contacto con la BBC para expresarles su desagrado por el proyecto que si salía mal podría significar un duro golpe para la película y la resurrección de la serie. Lo que no deja de ser irónico, dados los problemas de producción que estaban teniendo con su propio proyecto. Pero la BBC decidió hacerle caso y enterrar el proyecto…

En su lugar, el 30 aniversario habría un documental en la tele y otro en la radio, una radionovela del tercer Doctor —con el Brigadier y Sarah Jane — escrita por Barry Letts… y una cosa más. El telemaratón Children In Need quería rendir homenaje a Doctor Who con una pequeña historia. Así que decidieron acercarse a la persona más adecuada y deseosa de ayudar, una vez más: John Nathan-Turner. JNT inicialmente les dijo que no, claro, luego su agente se enteró de que andaba rechazando trabajo, tuvieron una conversación y JNT llamó a los responsables para decir que se lo había pensado mejor y estaría encantado de colaborar. Lo primero que hizo fue agenciarse un guionista inexperto con el que poder colaborar desde una posición de superioridad, David Roden, y así preparar The Dimensions Of Time, conocida luego como Dimensions In Time, en al que aparecerían todo los Doctores vivos. ¡¡¡Y SERÍA EN 3D!!!

No os riáis, que lo fue. Bueno, de aquella manera, con esas gafas especiales de cartón y plástico de dos colores que… Da igual. El caso es que eso suponía un problema para tener a todos los Doctores porque no había imágenes en 3D de Hartnell ni de Troughton, pero JNT no se achantó y decidió encargar dos bustos para poder poner sus cabezas voladoras en 3D dentro de la nave del enemigo del corto, que no era otro que The Rani, interpretada de nuevo por la gran Kate O’Mara en su versión más sobreactuada, decidida a terminar de una vez por todas con el Doctor —algo que también parecía haber logrado con Tom Baker— encerrándole en un bucle temporal con un lapso de 20 años entre ellos: 1973, 1993 y 2013, que estaría en la localización de… EastEnders. De esta manera se hacía un crossover entre las dos conocidas series.

Como celebración que era trajeron también a algunos acompañanantes, empezando por Ace y añadiendo a Mel, Susan, Sarah, Peri,
Ian, Liz, Leela, Yates, Nyssa, Victoria, Romana, El Brigadier y hasta K9, y soltándoles luego enemigos clásicos de manera meramente testimonial, como Cybermen, Ogron, Sea Devil, Tractator, Tetrap, Zog

Para la segunda parte podían votar por teléfono y elegir qué personaje de EastEnders ayudaría —muy mínimante— al Doctor, si sería Mandy o Big Ron, se rodaron ambas versiones pero sólo se emitió la ganadora, de Mandy, lo que añadió un mínimo de interacción entre el público y el especial.

La audiencia de la historia —emitida en dos segmentos separados dos días distintos— fue notablemente buena, algo a lo que ayudó también que fuera la gran atracción de la maratón benéfica y, coincidiendo con su aniversario, el Radio Times le diera la portada, algo que no ocurría desde hacía una década en The five Doctors. Obviamente los pensamientos inmediatos de la BBC fueron que podrían sacar… más pasta con lo que quiera que hiciera Philip Segal vendiendo licencias. Nada de ponerse ellos de nuevo, faltaría más. Y con la licencia para la película vendida a los Daltenreys a punto de caducar parecía un buen momento para seguir maniobrando…

Segal, por su parte, había visto el éxito en UK como un aliciente para tratar de mover la serie. En ese momento sobre la mesa se encontraban Amblin y Universal con la BBC y su rama internacional BBC Enterprises, a punto de pasar a ser BBC Worldwide. Como el tiempo corría decidieron entre todos que el marrón se lo com… que se pusiera al mando a Philip Segal como productor del invento pero que, para adaptar el nuevo Doctor Who a la sensibilidad americana lo mejor era poner como guionista a un hombre de confianza de la Universal, John Leekley, en vez de a ese inglés que querían poner Segal y la BBC, un tal Terrance Dicks.

Por suerte Leekley tenía un montón de ideas interesantes para hacer un guión de Doctor Who que atrajera una gran audiencia:

La película presentaría al Doctor y al Master, que son hermanastros, hijos antes del gran explorador Time Lord Ulysses y nietos del actual Presidente del Consejo Borusa; cuando el Master mata a Borusa para hacerse con el puesto de Presidente el Doctor decide huir de Gallifrey en una vieja y estropeada TARDIS decidido a encontrar a Ulysses. El espíritu de Borusa se introduciría en esa misma TARDIS permitiéndole aconsejar a su nieto cuando fuera necesario. Y el primer punto de su búsqueda sería El Planeta Azul en el que vivía la segunda mujer de Ulysses y madre del Doctor.

Americanizar, que lo llaman.

Segal y Leekley, con ayuda del diseñador Richard Lewis, prepararon una extensa biblia de la serie basado en este contexto, que incluía un encuentro en el segundo capítulo —o la segunda parte del piloto, según se decidiera— con los Daleks, ahora una raza a las órdenes del Master. También ofrecía idea de qué seriales clásicos podrían ser reciclados para las nuevas series, y reinventado a enemigos como los Cybermen, que ahora se llamarían Cybs, serían creados con partes diferentes, mediante retazos; los Yetis, por su parte, dejarían de ser robots al servicio de la Gran Inteligencia para ser simples descendientes de los neandertales. La segunda aventura del doctor sería The Gunfighter con mayor rigor histórico.

De momento necesitaban encontrar actores así que elaboraron una pequeña lista para el Doctor, otra para el Master y una última para Borusa. El resultado era, básicamente… cualquiera. No podían estar más perdidos con lo que buscaban como demuestra un pequeño listado a los candidatos.

Para el Doctor entraban Adam Ant, Rowan Atkinson, Sean Bean, Pierce Brosnan, Michael Crawford, Tim Curry, Timothy Dalton, Rupert Everett, Ralph Fiennes, Hugh Grant, Anthony Stewart Head, John Hurt, Eric Idle, Derek Jacobi, Ben Kingsley, Rob Lowe, Malcolm McDowell, Ian McKellen, Sam Neill, Peter O’Toole, Michael Palin, Jonathan Pryce, Patrick Stewart y Peter Ustinov. Como se ve sólo parecían haber desestimado a la rana Gustavo. Para mediados de marzo de 1994 el candidato principal se había convertido en Paul McGann que les había impresionado en Alien 3. Lamentablemente estaba ocupado así que se decidieron por el irlandés Liam Cunningham… que también tenía un compromiso previo.

Así que pasaron a centrarse en el rol de Borusa, pensando que podrían conseguir a un gran nombre para el papel mientras discutían si sería mejor tenerle como una voz o como un holograma, y en cuanto a la lista de actores… ¡De nuevo Gustavo había sido dado de lado! Por contra se consideró a Don Ameche, Richard Attenborough, Peter Cushing, Kirk Douglas, Albert Finney, Richard Griffiths, Alec Guinness, Richard Harris, Anthony Hopkins, Burt Lancaster, Christopher Lee, Jack Lemmon, Paul Newman, Gregory Peck, Donald Pleasance, Max von Sydow y, ya puestos, Peter Ustinov y Ian McKellen, que igual servían para un roto o un descosido. El favorito, en este caso, era Peter O’Toole, que parecía dispuesto a sumarse al proyecto.

Lamentablemente los directores de las cadenas pasaron muy ampliamente. Ni la NBC lo vio claro —que ya es decir—, ni a la ABC le interesó ni la CBS paso de considerarlo como algo que podrían comprar como reemplazo para mitad de la temporada. Por suerte aún quedaba una cadena, joven e intrépida, con recién llegado jefe joven e intrépido Jefe de Series: Robert Greenblatt. Y, claro, fue ver el proyecto y parecerle estupendo. Eso sí, como un telefilme con opción a otro, no como una serie. Segal estuvo negociando con Greenblatt y acabó logrando un acuerdo de mínimos, se haría un piloto de larga duración que, de funcionar, llevaría a la cadena a encargar una serie.

Mientras tanto en suelo británico el grupo Daltenreys parecía tener todo preparado para rodar su película, habían contratado a Alan Rickman para interpretar al Doctor tras el rechazo de Pierce Brosnan y a Leonard Nimoy para dirigirla, con un guión por parte de Johnny Byrne, guionista de la serie original en seriales como Warriors of the Deep y creador del personaje de Nyssa, en el que el Doctor se enfrentaría a un nuevo enemigo, Varnax. Pero resulta que no estaba TODO preparado, necesitaban que la BBC aprobara el guión para ponerse a rodar. Imaginaban que era cuestión de día así que tenían ya preparadas localizaciones, maquinaria y todo lo necesario. Pero la BBC no daba muestras de vida.

Los Daltenreys fueron directos a la cadena a exigirles una respuesta rápida en cuanto se dieron cuenta del juego de la cadena, faltaban sólo unas semanas para que los derechos para la película caducaran y volvieran a la BBC. Sea por esa avidez de dinero al poder volverlos a vender, sea por considerar que podría interferir con el trato con Segal, la FOX, Spielberg y toda la pesca, el caso es que la BBC se dedicó a fingir que no les oía hasta que pasó la fecha y recuperaron los derechos. Lo que motivó, a su vez, una millonaria demanda por parte de los Daltenreys, convencidos de que les habían tomado pero bien el pelo a lo que la BBC contestó con el equivalente legal a ÑAÑAÑA. De la demanda y los 14 millones de libras que pedían como compensación nunca más se supo… públicamente. Al parecer llegaron a un acuerdo que algún día conoceremos.

Con los Daltenreys fuera de juego el peligro que una producción millonaria dirigida por Nimoy y protagonizada por Rickman sobre guión centrado en el Doctor tradicional podía causar en el telefilme americano se desvanecía y así el grupito de Segal podía volver a dedicarse a sus preparativos ahora con otoño de 1995 como objetivo. Contando ahora además con Jean-Marc Lofficier y su mujer Randy, una pareja de historiadores interesados en documentar el proceso y que se ofrecieron como asistentes en la historia del personaje.

Pese a contar con ellos tampoco es que el guión mejorara demasiado. Se decidió darle una segunda revisión detallándolo más. El Doctor visitaría ahora la 2º Guerra Mundial encontrando así a una acompañante, Lizzie Travis, con la que viajaría al antiguo Egipto buscando a Ulysses, de ahí —tras un ataque de Cybs— volverían a Gallifrey a que el Master les mandara a Skaro para que detuvieran a Davros y sus Daleks, aunque avisando al científico chalado para que se los cargaran, algo que no conseguirían pero que dejaría claro al Doctor que no era bienvenido en su planeta, así que irían a la Tierra a buscar a su padre por aquello que decía el borracho de que debajo de la luz se busca mejor.

Cuando le señalaron la existencia del animal mitológico conocido como presupuesto Leekley decidió cambiar a los Cybs por un secuaz del Master conocido como el Castellan Kelner dándole el mismo nombre que al personaje de The Invasion Of Time —y logrando esta vez deletrearlo bien, no como cuando convirtió en Borusa al Cardinal Barusa—. Luego le tocaría eliminar el regreso a Gallifrey y reducir las escenas en Egipto y Skaro. Una vez el guión parecía algo que pudieran pagar con el dinero que tenían empezó la ronda con las productoras.

Mientras, Segal barajaba para dirigir el piloto a Joe Dante, Alan Parker, Ridley Scott, Peter Weir… y por lo que sabía Leonard Nimoy estaría encantado de dirigir una película de Doctor Who y estaba ahora libre.

De momento, tras una segunda ronda de actores para el personaje principal entre los que se incluían como novedad a Jeff Goldblum, Rutger Hauer, Chris Isaak, Kyle MacLachlan y Gary Sinise, volvieron a lo básico y a intentar que Paul McGann fuera el elegido.

El primer productor que le puso un ojo encima al guión fue el propio Steven Spielberg que preguntó si tenían intención de hacer Doctor Who o Indiana Jones del Espacio y sugirió a Segal que se buscara a un nuevo guionista. Así que, en lugar de preguntarle a Dicks cómo le iba, se fue para Universal a ver si tenían a alguien. Y lo tenían: Robert DeLaurentis.

DeLaurentis decidió que lo que necesitaba ese guión era más diversión, y empezó a hacer cambios como que el padre del Doctor ya no se llamaría Ulysses o que estaría en la 2ª Guerra Mundial metido en un complot para matar a Hitler, que para eso era un viajero del tiempo. Ese intento de asesinato llevaría a Estados Unidos en 1994 donde encontraría a su padre y de ahí a Skaro a que se enfrentaran al Master. De manera que el papel de Borusa lo ocuparía ahora el padre. Y, ya puestos, llamar al Castellan Castelloan —mucho habían durado deletreando correctamente— y darle a Lizzie un bulldog llamado Winston que les acompañaría en sus aventuras. No, yo tampoco sé en qué estaban pensando.

A partir de ahí llegó un tornado de cambios para el guión que iba sumando reescrituras en las que los Daleks pasaban a ser alienígenas cambiaformas, Winston nunca se unía a la TARDIS, y el Castellan^recuperaba su nombre pero ahora era un medio Zolgon. Así hasta que la FOX, viendo que era imposible ya estrenarlo en 1995 decidió acabar con la tontería y pedir que alguien despidiera a DeLaurentis.

El vicepresidente de FOX a cargo de telefilmes sugirió entonces el nombre de Matthew Jacobs, guionista habitual de El joven Indiana Jones, que empezaría de cero… bueno, lo de la madre humana del Doctor de momento se lo quedaban. Ahora empezaban con Sylvester McCoy en su TARDIS llegando a una gran ciudad estadounidense sin saber que el Master, tras haber agotado sus reencarnaciones —sí, otra vez— no era más que una especie de pulpa maliciosa decidida a acabar con el Doctor para tratar de introducirse dentro de él. Ahm. Para ocupar su mente, quiero decir. El ataque del Master terminaría con el Doctor mortalmente herido en la calle donde un chaval pandillero llamado Jack le llevaría al hospital en el que la Doctora Kelly Grace no lograría salvarle. Mientras el Doctor se regeneraba el Master ocuparía un cuerpo humano, que se iba degenerando rápidamente por tener que contener a un Time Lord, y trataría de entrar en la TARDIS. Tras no conseguirlo descubriría que las llaves de la TARDIS estaban ahora en posesión de Jack así que decidiría trazar un plan sencillo: traer de entre los muertos a un ejército de zombies entre los que se incluiría el padre de Jack para así poder robar la nave. Aprovechando que era Halloween, además. Tras un par de peleas Jack moriría para ser traído de vuelta a la vida por el poder de la TARDIS, vencería al cuerpo degenerado del Master y sus muertos vivientes y partiría en búsqueda de nuevas aventuras con la Dra. Grace.

Quizá porque les gustase realmente, quizá por simple contraposición con lo anterior, incluso puede que por lo barato del asunto, el caso es que a la FOX le gustó el guión, aunque vieron algunos cambios necesarios: el nombre de la Dra. Grace que pasaría a ser la Dra. Grace Wilson, la raza de Jack que por lo visto no era lo suficientemente diversa y pasaría a convertirle en Chang Lee por culpa de esa ley que evita que los asiáticos se llamen Jack, y la necesidad de meter algo más de humor que se arregló con un par de celadores de hospital que homenajeaban a los Bill y Ted de la película de viajeros temporales del mismo nombre, el Master tendría más personalidad y para ello dirían que su cuerpo era de un bombero. Además, decidieron que mejor que parecer un cadáver putrefacto el Master debería parecer un lagarto según fuera pasando el tiempo (?) y que pudiera convertir sus brazos en otras cosas como lazos. Porque lo de los zombies no lo acababan de ver así que en su lugar se traían un artefacto llamado The Eye of Harmony que serviría para traer de la muerte al Master y para que los secundarios pudieran comunicarse con sus parientes muertos, lo que significaba que el padre de Ja… de Chang Lee traído de entre los muertos pasaría a ser un tío al que el Master mataría. Y gracias a la cosa esa el Doctor podría tener una visión de su madre humana.

En este punto Peter Wagg decidió dejar el proyecto, sabedor de que por lo avanzado del año no se podría tener nada preparado hasta el año siguiente, aunque prometió echar una mano si lo necesitaban. Poco después de irse él también los Lofficier, que total para lo que habían hecho por proteger el legado original del Doctor. Aunque lo que Segal no sabía es que planeaban publicar un libro con todo el material de producción que habían logrado en esos años, lo que acabaríamos conociendo como The Nth Doctor, y que saldría en 1996, detallando todas las idas, venidas y diversos meandros del proyecto. —Y, como decíamos antes, esto junto a las malas críticas llevarían a Segal a escribir su propia versión en Doctor Who: Regeneration — pero no todo fueron salidas, también entró un nuevo productor por parte de Universal, Alex Beaton, que se convertiría en una persona fundamental cuando en septiembre Segal decidiera dejar Amblin por el sello Lakeshore Television de Paramount Pictures, aunque Spielberg le permitiría llevarse los derechos del personaje con él, quitándose así de en medio del marrón, pasando a ser Beaton la persona fundamental para la producción.

Se decidió rodarla en la Vancouver por ser más barato, aunque eso llevaba añadida una cláusula por la que gran parte del equipo técnico debía ser canadiense. La cosa se movía y tenían incluso un diseñador principal, Richard Hudolin, que decidió hacer una versión del interior de la TARDIS usando de base la de Tom Baker pero con una inspiración más cercana a Julio Verne, y a mayor escala.

Contentos FOX y Universal y dada la fecha de mayo de 1996 para su estreno sólo quedaba una parte por convencer, la BBC, que pediría una serie de cambios que llevarían a la versión definitiva del guión en el que el Doctor transportaría los restos mortales del Master desde el planeta Skaro en el que los Daleks le habían juzgado (?) y condenado a muerte, pero antes de morir solicitó que el Doctor llevara sus restos de regreso a Galliffrey sin saber que su intención era tomar control del Doctor. Cómo era posible que esos restos terminaran siendo el Master con la pinta de una serpiente es algo que nunca sabremos. En cualquier caso esto provocó un aterrizaje de emergencia de la TARDIS en la Tierra, cuando el Doctor decide salir para ver dónde está se encuentra en mitad de una bronca entre pandilleros. Bueno, se encuentra… unos pandilleros estaban disparando a Chang Lee justo cuando la TARDIS se materializa entre ellos, según el Doctor abre la puerta se lleva un par de tiros en lo que puede ser una de las secuencias más ridículas en toda la historia del personaje.

De ahí al no salvamento por parte de la Doctora Grace Holloway, la parte de Chang Lee e incluso ciertos detalles que recordaban los ojos de guepardo de la última vez que vimos al Master. Y también que Sylvester McCoy hiciera honor a su palabra y apareciera en el telefilme para dar el relevo a su sucesor. Lo que tuvo mérito porque a la responsable de Universal le parecía que era mejor que no aparecieran Doctores anteriores o que, si se tenía que regenerar de alguno, lo hiciera de Tom Baker, que para eso era el más conocido.

La FOX pidió, eso sí, que hubiera al menos un nombre importante en el proyecto. Incluso sugirió que se estudiara a otros actores para el puesto de Doctor como Alfred Molina, Julian Sands, Arnold Vosloo y Peter Weller aunque accedieron que se quedara McCann a cambio de que alguien reconocible por el público americano hiciera de Master.

Para la Doctora Holloway se pensó en Maria Bello, Erika Eleniak, Stacy Haiduk, Marcia Gay Harden, Carrie Ann Moss o Helen Slater, pero acabaría yendo a Daphne Ashbrook, conocida fundamentalmente por Melora, un episodio de Star Trek: Espacio profundo 9 en el que interpretaba al personaje que daba título al capítulo.

De manera que hacía falta el Master y, como de costumbre, se tiró de la famosa lista de nombres que incluía a:

F Murray Abraham, Dan Aykroyd, Richard Dean Anderson, Armand Assante, Scott Bakula, Tom Berenger, David Bowie, Steve Buscemi, Dana Carvey, Chevy Chase, Phil Collins, Matt Dillon, Robert Duvall, Robert Englund, Dennis Hopper, Mick Jagger, John Malkovich, Rick Moranis, Bill Murray, Oliver Platt, Tom Selleck, Martin Sheen, Kevin Spacey, Sting, Jon Voight, Tom Waits, uno de los Wayans, da igual si Damon o Keenan Ivory, Henry Winkler, James Woods y Michael York entre otros.

Dentro del epígrafe: Repitiendo lista teníamos a Tim Curry, Timothy Dalton, Jeff Goldblum, Rutger Hauer, Chris Isaak, Ben Kingsley, Christopher Lee, Kyle MacLachlan, Malcolm McDowell, Jonathan Pryce, Patrick Stewart, Peter Weller e, incluso, Leonard Nimoy.

El preferido de Segal era otro: Christopher Lloyd, una ekección que le enfrentó a Universal que estaba viendo cómo se iban a tener que gastar más dinero del que creían en la producción. La situación entre productora y productor llegaría a su mínimo cuando Segal pensó que se iban a retirar echando por tierra todo el trabajo así que fue a sus jefes de Paramount por si estaban interesados en sustituirles: No. Así que decidió aprovechar que ahora había foros de internet para entrar y decirle a los aficionados que se dedicaran a dar po… a escribir caras y llamar por teléfono al responsable para que se desbloqueara. Cuando por fin aceptaron resultó que Lloyd ya no estaba libre así que tuvieron que ir a la siguiente opción, Eric Roberts. Que por extraño que parezca había pedido más dinero que Lloyd, y ya puesto, que le dieran un papelito a su esposa, Eliza, terminaría siendo el de la mujer del cuerpo que el Master ocupó.

Fina mentalmente se decidieron los últimos recortes, que convierten a Chang Lee en un personaje poco menos que anecdótico, se eliminaron casi todos los momentos humorísticos haciendo desaparecer a los bedeles, y varios momento fueron reescritos o improvisados sobre la marcha. La relación entre los productores estaba en su peor momento mientras los implicados a lo largo de los años aparecían para reclamar ser acreditados —y cobrar, claro— en diferentes papeles.

Y llegó el estreno estadounidense. Daba igual que la FOX estuviera aprovechando Expediente X para promocionar la serie, el día en el que lo colocaron difícilmente podría ser peor, enfrentándose al capítulo del ataque al corazón del personaje de John Goodman en Roseanne entre otras cosas que dejó a la serie con un 9% de audiencia, muy lejos del 15% que había puesto la FOX como mínimo para pedir la serie y del 17-18% que el equipo de producción esperaba lograr.

Dio igual que en UK arrasara, en Estados Unidos era un proyecto muerto y la BBC seguía decidida a no producirlo ella misma. Una vez más, parecía que la historia de Doctor Who había llegado a su final.


Doctor Who The Movie Part 1 por WhoFan1966


Adaptación concursiva masterchefera hispana

Tras el tiempo y espacio dedicado el año pasado a la cocina en la televisión en estas mismas columnas, las preguntas sobre MasterChef se iban sucediendo, tanto en busca de opinión sobre la adaptación como para pedir dedicarle una columna.

El problema principal es que eso me suponía intentar soportar un episodio entero. Algo que al final he dejado por imposible. Me temo que hay algo en los realities a la española que me hace separarme incluso más que de los realities en general. Y precisamente aquí vuelven a unirse los problemas.

Dentro de los programas concurso los hay de muchos tipos diferentes; incluso limitándonos a los realities hay desde concursos de talento a concursos de resistencia, entre otros muchos. Dentro de los de talentos podemos separar entre multitud de posibilidades también e, incluso, centrándonos sólo en los de cocina, hay —como ya conté el año pasado— enormes diferencias entre los que enfrentan a grupos de cocineros. Especialmente si pasamos de los que se quedan sólo un programa — digamos Chopped— frente a los que van eliminando concursantes durante toda una temporada, hasta llegar a una final con su ganador.

Los tres más conocidos son, a su vez, distintas variaciones de esta misma idea. El estadounidense Top Chef enfrenta a cocineros ya formados, cada uno en un punto diferente de su carrera pero —salvo las ediciones Masters— que aún no han logrado renombre y prestigio; el formato neozelandés Hell’s Kitchen es más conocido gracias a la versión UK primero y USA después que Gordon Ramsay presenta. En ella los concursantes vuelven a ser cocineros profesionales que —generalmente— están en los escalones más bajos de la carrera. Por ello el premio es un puesto de importancia en uno de los restaurantes de Ramsay. El concurso, por tanto, es menos competición culinaria y más una mezcla en dos partes: La primera es la de entrenarles y prepararles para que puedan servir los platos de la carta de Ramsay, la segunda es que Ramsay les pueda gritar a gusto.

En cuanto al británico MasterChef, tras una década como un sencillo programa decidieron evolucionarlo: tras cuatro temporadas en el taller regresó con un estilo de competición que seguía usando a cocineros no profesionales, pero ya como un programa de larga duración que se emitía cinco días a la semana.

Sin embargo, sería la versión australiana la que lo convirtió no sólo en un concurso y espectáculo, también en un programa educativo en el que se enseñaba a a cocineros amateurs, o sin entrenamiento específico si lo preferís, a mejorar a la vez que el público iba viendo las formas y maneras de progresar con las pruebas, si bien el formato era difícilmente repetible: 6 programas semanales, de domingo a viernes, competición los 5 primeros, el viernes clase magistral a cargo de los jueces e invitados explicando y demostrando cómo superar los retos y de qué maneras podían haber sido más creativos. Una vocación que fue incluso más clara en las dos temporadas que tuvo la versión juvenil del programa.

Pronto en Estados Unidos decidieron aprovechar para hacer su propia versión del programa metiendo a Gordon Ramsay de por medio, sólo que en la versión más didáctica y menos dada a gritar a los concursantes que pudieron encontrar. No sé dónde la pudieron encontrar, pero la encontraron. De manera que, incluso aunque en ocasiones tengan enfrentamientos, lo habitual es que el jurado sea tan respetuoso con los concursantes —es decir, señalándoles dónde se han equivocado pero sin necesidad de ser agresivos o desdeñosos— como en el resto de concursos culinarios.

De modo que cuando me puse a ver la edición española esperaba algo así; entendía que no se podía esperar nada realmente original ni tampoco una adaptación real, así que fue ver a los jueces comportarse como matones y descubrir que estábamos ante una genuina españolización del concepto.

Aquí no hay respeto ni interés en lo didáctico, algo que podría haber imaginado viendo a Samantha Vallejo-Nájera —quizá una de las peores cocineras de todo Canal Cocina, por difícil que resulte eso de creer—en uno de los puestos destacados.

Por fortuna para el programa, los productores supieron reinventar los puntos necesarios, aprovecharse para crear un cierto dramatismo con los concursantes y tratar de que los jueces fueran un poco menos insufribles. Así que en lugar de matones, ahora había matones tratando de hacerse los graciosillos. Y una pésima cocinera que no recibió el memorándum.

La audiencia creció, se convirtió en el éxito que la cadena esperaba y, como siempre ocurre en estos casos, empezaron a discutirse los motivos del éxito y, más aún, hasta qué punto tenía influencia que el público fuera español. Sobre todo para los que aún recordamos el absoluto desastre que supuso Esta cocina es un infierno, llenando los fogones de famosetes de serie B en lugar de concursantes.

Aquí supieron llevarlo mejor usando a esos famosetes de medio pelo como jurados o cameos, porque nada gusta más al público televisivo español que un arròs si es
amb costra. Así que eso, junto al melodrama y los jurados pasados de rosca, lograron convertirlo en otro éxito televisivo; eso sí, uno que funcionaba como programa concurso, no como programa educativo. O, si lo preferís así, tan educativo como ese “Entre platos anda el juego” de Juanito Navarro y Doña Croqueta.

¿Será más formativa la proyectada adaptación de Top Chef con Chicote haciendo de Colicchio? Esperemos que sí. Al fin y al cabo este concurso, con todos sus problemas, fue mejor que el anterior… Quizá en otros 7 años logremos uno normal. Aunque para ello haya que esperar a la versión española de The Great British Bake Off.

Pero mi duda real es si eso se podrá lograr sin que primero haya un cambio en el público espectador. ¿Funcionaría si se le diera un programa como los que hacen en el resto del mundo? ¿O estamos condenados a ver “gente que se grita”?

Por si os han quedado dudas, aquí unos capítulos salteados para que podáis comparar.

MasterChef UK

MasterChef Australia


MASTER CHEF AUSTRALIA 5 EPISODE 29 por realitytvrules

MasterChef USA

MasterChef España


Heptadoctor Sylvester McCoy Finiquitivizante

El Doctor se había enfrentado a los malignos Daleks, los fríos Cybermen, los beligerantes Sontaran, los inhumanos Autons o los prehistóricos Silurians, pero jamás antes había tenido que medirse con un adversario que uniera en sí todas esas características y algunas más. El destino final de Doctor Who parecía residir en un enfrentamiento de final incierto contra el más temible de todos los adversarios: Margaret Thatcher.

Tras su llegada al poder, la pacífica existencia de la serie se había ido complicando; por un lado por que se decidió que un sólo canal era poca competencia, que hacía falta más competencia para favorecer el mercado y, por tanto, debían ponerse los medios para que junto a la BBC 1 y 2 y la ITV apareciera un nuevo canal: Channel 4, que en 1982 iniciaría sus emisiones ayudando a fragmentar el mercado. Algo que esos años ochenta verían multiplicarse con la llegada del vídeo doméstico y el acceso a la programación por satélite.

Por una parte, el gobierno apoyaba las quejas de Mary Whitehouse sobre la excesiva violencia televisiva, no digamos ya los malvados mensajes que alejaban a los niños de lo correcto. Un asunto que había ido convirtiéndose en más importante con el auge del cine de terror y el éxito de los slasher hasta llegar a a su máximo en 1982, en un tumultuoso linchamiento que condujo a la creación de listas de censura que acabarían dando lugar en 1984 a la Video Recordings Act. Y, por
ridículo que os pueda parecer, dentro de las críticas le caían siempre golpes a Doctor Who. Si las acciones de Whitehouse a finales de los setenta habían ayudado a que la etapa Holmes / Hinchcliffe no se extendiera, ahora las críticas iban más allá de las ideas que John Nathan-Turner llevaba poniendo en marcha desde su llegada en 1980 y se centraban en la serie entera como un mal ejemplo para los jóvenes. Por lo visto había una línea que unía Silent Night, Deadly Night o El muñeco diabólico con Doctor Who.

Por otra parte, Thatcher no estaba nada contenta con que existiera una televisión pública, menos aún con que fuera independiente, de modo que en 1985 inició una comisión de investigación con Sir Alan Peacock al frente —un economista seguidor de las ideas de la new economy y absoluto defensor del Libre mercado— para que analizaran si el papel de la BBC y su impuesto de mantenimiento eran algo que realmente merecía la pena. En 1986 salió un documento de ese comité en el que se decía que la BBC debía ser privatizada —¿a que os pilla por sorpresa?— y se debía limitar el número de producciones propias, contratándolas fuera siempre que fuese posible (?). Aunque lo del pago de la licencia era, dentro de lo malo, lo menos peor. Al gobierno le pareció que se habían quedado cortos — ¡eh, es Margaret Thatcher, ¿qué esperabais?! — y, aunque la oposición pública impidió que se privatizaran los canales, sobre todo tras la creación de Channel 4, sí aprovecharon el resto del texto para ajustarle las tuercas a la cadena. Ahora los canales tendrían mucho menos dinero, mucha menos libertad y, desde luego, una vigilancia constante.

Ese mismo año de 1986 terminaba The Trial Of A Time Lord y terminaba con muchas cosas, con la carrera como Doctor del desgraciado Colin Baker, con la paciencia de Eric Saward, que soltaba en el número de septiembre de la revista de ciencia ficción Starburst todo el rencor que llevaba acumulando los últimos años
contra los jefes de la BBC y JNT, y terminaban las ganas de este último de seguir en la serie tras hacer un trato con sus jefes, según el cual le comunicaría que estaba despedido a Baker y luego él sería trasladado a otro lugar, algún sitio mejor… un culebrón o similar, algún sitio en donde realmente apreciaran los personajes ambiguos y las chicas descerebradas.

De modo que lo último que esperaba poco antes de navidades de 1986 es que sus jefes decidieran no cumplir su pacto de caballeros y ponerle de nuevo como productor. He aquí uno de los misterios de la serie: se ha dicho que, enemigos de la serie como eran, habían notado que nada sería más útil para terminar de hundirla que John Nathan-Turner; se ha dicho que se ofreció su puesto a varios productores y ninguno lo quiso, bien porque no encajaba con la idea o porque veían que tenía los días contados; se ha dicho, incluso, que se debió a la rajada de Saward en septiembre, decidiéndose mantenerle en el cargo sólo para simular que sus quejas eran infundadas. En cualquier caso, tenía sólo un par de meses para lograr un equipo de guionistas, a ser posible con un jefe de guionistas, contactar con Bonnie Langford por si seguía interesada en interpretar a Mel y… ah, sí… encontrar un nuevo actor principal.

¿Qué? Al menos no eran Los cuatro fantásticos.

Así que JNT se puso rápidamente a ello, llamó a Colin Baker para que repitiera como Sexto Doctor antes de realizar una regeneración en el siguiente, quienquiera que fuera. Por algún extraño motivo, Baker le indicó lo que podía hacer con sus ideas de que regresara a la serie. Por supuesto JNT consideró que no era para tanto y que ya cambiaría de opinión, así que llamó a otros Baker, Joan y Pip,
el matrimonio de escritores rápidos del que tanto habían tirado antes, para ver si podían reutilizar algún guión que hubieran rechazado antes por no ser suficientemente bueno, con el fin de tenerlo listo rápido y usarlo como inicio de temporada. Aprovechando que Kate O’Mara había regresado a Inglaterra tras hacer un papel secundario en Dinastía, pensaron que podían recuperar a la Rani, incluso aprovechar ese look Dinastía, que sin duda tanto favorecería a una científica
entregada.

Mientras esto ocurría, el 6 de enero se publicaba en The Sun una entrevista con Colin Baker en la que se aprovechaba para preguntar sobre las declaraciones de Saward. La ristra de improperios contra la cadena, con especial atención en el controller Michael Grade, al que acusaba entre otras cosas de ser un cobarde incapaz de cumplir con sus pactos, hicieron sospechar a John Nathan-Turner de que quizá todo lo que le había dicho fuera más en serio de lo que él pensaba. Y que a lo mejor Grade tampoco quería que volviera ni un minuto.

Es una lástima que el guión de los Baker implicara que Colin estuviera en su papel buena parte del serial. ¿Quién se podría haber imaginado que no iba a volver? Pero bueno, se recorta todo el primer episodio y se le pone una peluca así como discretamente y ya. Es una forma de empezar el capítulo como otra cualquiera. ¿Qué clase de Doctor no se muestra regenerándose en pantalla? Bueno, del segundo
al tercero. ¡Pero eso no es un precedente de verdad!

Por suerte iba atando las cosas y, además de mandar a los Baker que introdujeran esos mínimos cambios, también logró un director para el serial, Andrew Morgan. Que según llegó le preguntó quién era el elegido para ser el nuevo Doctor. ¡Ay, vaya, algo se le olvidaba a Nathan-Turner! Con ayuda de Morgan comenzó un proceso de selección. Estaba tan perdido con el rumbo de la serie que hasta consideró preguntar a uno de los creadores de Doctor Who. No, a Verity Lambert no, que lo mismo le decía un par de cosas sobre la distancia entre Barbara y Peri. Se fue a por Sydney Newman. El veteranísimo productor le hizo un par de sugerencias, empezando por que se dejara de personajes ambiguos y de Mr Darcy del espacio y se buscara un Doctor entrañable que el público pudiera apreciar y desear viajar con él, parecido al Segundo, y que tras tres años lo
matara y pusiera en su lugar a una mujer.

JNT decidió hacer caso omiso a estas sugerencias y, en su lugar, buscar a un actor diferente. Que luego el resultado se pareciera al Segundo Doctor es un tema de discusión que no viene al caso. Porque poco a poco había logrado encontrar al actor. Bueno… encontrarlo…

El productor de la BBC, Clive Doig, primero, luego el agente literario Brian Wheeler y después Andrew Morgan, le recomendaron un actor. Uno que, por cierto, había llamado un par de veces a la oficina de producción de la BBC para interesarse por el puesto, decir que estaba disponible y ofrecerse a hacer las pruebas que el productor quisiera. Una vez unido todo esto, John Nathan-Turner pudo encontrar a su actor, Sylvester McCoy.

McCoy había trabajado en el teatro y la televisión, como secundario siempre y muy especialmente como animador infantil. El Head of Drama Jonathan Powell, que estaba bastante en contra de Doctor Who en general, consideraba un error poner a un actor con esa apariencia de payaso al frente. JNT tuvo que recordarle que ya el Segundo lo era y que precisamente a su figura se trataba de apelar.

Mientras esto sucedía, un jovencito de 29 años que trabajaba en una empresa de ordenadores en la rama de diseño por computadora le hizo una visita. Se trataba de Andrew Cartmel, un joven seguidor de la serie y voraz lector de ciencia ficción que buscaba trabajo como guionista. A JNT le gustó lo que vio, así que le puso a revisar el primer serial, preparar el segundo y, casi mejor que de guionista, le contrató de Jefe de guionistas. Como diría Saward, de lo contrario él no podría dedicarse a asistir a convenciones por el mundo.

Cartmel, JNT y McCoy prepararon el aspecto y actitud del Séptimo Doctor, su apariencia de persona normal desde lejos y lo extraño de su atuendo visto de cerca, en especial con el jersey de interrogaciones que a McCoy no le gustaba nada. La idea era quitarse de enmedio el abrigo multicolor que tantas críticas les había causado en el pasado y buscar un punto intermedio. Del mismo modo, frente a la profusión verbal del Sexto, éste parecería más aturullado y capaz de confundir refranes.

Ya puestos, JNT encargó una nueva apertura buscando un logo y secuencia a medio camino entre los ordenadores y los cómics; algo diferente, pero a la vez reconocible. Con todo esto arreglado y el regreso de Bonnie Langford para, al menos, toda esa temporada, parecía que por fin podían ponerse con el primer serial.

Pero, lamentablemente, el tiempo se había echado encima, así que se hizo un poco como buenamente se pudo. Los Baker y O’Hara intentaron salvar los trastos, aunque en esta ocasión la Rani quedara poco menos que como un villano de cartón piedra, con un extrañísimo aspecto. La fuerza de su primera aparición seguí ahí, sin
embargo, de manera que aún con todas las tonterías que tenía el serial Time and the Rani, incluyendo una secuencia de apertura con McCoy tapándose la cara con la manga y usando una peluca mientras estaba tendido en el suelo para crear un efecto de regeneración muy poco convincente, el personaje seguiría manteniendo su aprecio —o algo parecido— entre los espectadores. Por contra, la que sale reforzada es Langford; su personaje, apenas intuido en la anterior temporada, se muestra aquí como una persona cariñosa y positiva, trata al Doctor con enorme afecto en todo momento y queda claro que hay buena sintonía entre ellos en escenas como la de la comprobación de que ambos son quien dicen ser, tomándose los pulsos el uno al otro.

Una vez despachado este serial y con Cartmel tomando su puesto para revisar el otro guión que JNT había encargado antes de su llegada, parecía que las cosas podían empezar a cambiar para bien. Ese fue el momento adecuado para que la BBC comunicara al equipo de Doctor Who que volvían a sacarles del sábado; su breve regreso tocaba a su fin y ahora se emitiría la serie los lunes por la noche enfrentada a una de las pocas instituciones televisivas incluso más venerables que el Doctor mismo: Coronation Street. Y así, la audiencia de Doctor Who seguía bajando.

Cartmel tenía un plan. Lo primero era centrarse más en el acompañante, algo para lo que Mel no le acababa de servir; el segundo punto era infundir interés a sus historias dándoles una lectura contemporánea. Igual que en los sesenta y los setenta, había mucho que decir sobre el país y el mundo, y con Thatcher desatada y luchando contra la BBC, más aún; el tercer punto era recuperar el misterio en el personaje, pero bien, no como JNT había hecho con Baker. Se trataba de volver a situar el misterio en su pasado, a demostrar que era más de lo que aparentaba y a que dejara de ser ese Time Lord rodeado de Time Lords con la manía recurrente de meterle en juicio y obligarle a regenerarse. Tenía que haber algo que nos llevara a
interesarnos por él y volver a la serie. Finalmente, había que mirar en casa y hacia Estados Unidos, pero no para irse a convenciones, sino para entender lo que estaba pasando en DC gracias a los guionistas ingleses salidos de 2000AD; había que prestar atención al trabajo de Grant Morrison_ y, sobre todo, de Alan Moore, incluso sin perder de vista lo que otros autores —pongamos el trabajo de Frank Miller en DareDevil y Batman— estaban realizando. Lo importante en esas reinvenciones de personajes clásicos, la línea a seguir, sería la que había marcado Moore en La broma asesina pero, sobre todo, en su estancia en Swamp Thing y lo que llevaba de La balada de Halo Jones, que era mostrado a los nuevos guionistas como el tono a conseguir. Y así, con las ideas claras y los objetivos trazados, Andrew Cartmel se dispuso a darle un meneo a la serie.

La segunda historia, Paradise tower, había sido solicitada por un John Nathan Turner que se estaba quedando sin gente a la que llamar. Entre aquellos con los que había ido quedando mal durante los siete años anteriores y los que se pusieron de parte —o él podía pensar que lo estaban— de Saward, Baker o quien decidiera tirar de la manta, parecía que no tenía muchas opciones entre las que elegir, así que hizo lo esperable en él: buscó a alguien que no hubiera trabajado antes para la serie. De hecho, el autor al que encontró, Stephen Wyatt, llevaba poco de guionista. Desconocedor de la serie, envió unaprueba de guión justo antes de la llegada de Cartmel al puesto. Cuando vio lo que había mandado decidió que había que empezar de cero. Conocedor del trabajo previo de Wyatt, la serie Claws, una comedia negrísima, como inspiración, y tras dar un par de vueltas a
las posibles historias, decidieron fijarse en J.G. Ballard, en su novela Rascacielos (High Rise). Cambiaron el tema central —una torre de apartamentos de lujo en el que los habitantes van sufriendo una regresión hacia el comportamiento tribal— por algo incluso más propio de la serie, usando además lo que se convertiría en una constante durante esta temporada: Mel quiere ir a algún lado a pasárselo bien pero allí, en lugar del entretenimiento esperado, les espera un enorme mal —que lleva dentro una metáfora social sobre, precisamente, ese mismo exterior divertido que Mel parecía buscar. Así, la visita al complejo de superlujo Paradise Towers se convierte en una pesadilla.

Lo que en un tiempo fue un orgulloso imperio, perdón, complejo
residencial, había visto ahora reducida su población a sólo unos pocos
grupos de habitantes. Por lo visto los adultos, hombres y mujeres, se
habían largado a una guerra en algún lado. En las Paradise Towers
sólo quedaban ya las pandillas de jóvenes violentas, las Kangs, que
se habían separado en dos bandos, el azul y el rojo; además de ellas
estaban las Rezzies, ancianas que vivían juntas y que sobrevivían al
haberse convertido en caníbales de los demás; y Pex, un hombre
demasiado cobarde para irse, demasiado asustado para actuar. Y
mientras, diciendo que lo único que intentaban era poner orden,
estaban los Caretakers, una suerte de cuerpo policial violento que
en lugar de tratar de arreglar la situación o ayudar a los diferentes
bandos se limitaba a repartir estopa a las órdenes del Chief Caretaker,
el jefe de todo este asunto, con un uniforme negro de
mayor graduación que el resto, demostrado en que además usaba una
gabardina negra, una gorra de plato y un bigote cuadrado. Para
justificar una historia bajo todo esto, colocaron a un invitado inesperado,
Kroagnon, el arquitecto del edificio que, harto de los humanos,
había decidido terminar con ellos usando los robots de limpieza
—usados así como enemigos de la semana para darle algo del sabor
clásico de la serie— y controlando mentalmente de manera progresiva
al Chief Caretaker. Todo eso con un tono entre el horror y el humor
negro, en el que el Doctor insiste en que se unan y Mel brilla
enseñando a la gente a confiar y ser positivos. La unión de los que
están en el mismo edificio es lo que consigue acabar con las amenazas.
Parece difícil no encontrarlo interesante y, más aún, no ver el
mensaje que trataban de enviar.

No sólo eso, la serie logra darle una vuelta a más conceptos gracias a
un problema inesperado: Wyatt escribió el papel de Pex como una
parodia de Rambo y de los héroes de acción que Schwarzenegger y
Stallone interpretaban en las películas estadounidenses de la época.
Pero los encargados de casting no encontraban a nadie que valiera, de
modo que Nathan-Turner sugirió que se buscara justo lo contrario,
llevando a la contratación de Howard Cooke, un actor un tanto
enclenque que ofrecía un contraste entre lo que él creía ser y cómo le
trataba todo el mundo, empezando por las Kangs, cuya redención
empezaba precisamente cuando dejaba de intentar interpretar el papel
que se le había asignado. Su sacrificio final —incluso en un serial
con problemas aún en las sobreactuaciones— lograba ser conmovedor, no
tanto por el trabajo del actor como por la reacción de los demás
desde las bandas, rindiéndole homenaje al Doctor, haciendo algo que
tan pocas veces habíamos visto antes y quedándose para su funeral. Una
forma de hacer crecer al Doctor que, bajo las indicaciones de
Cartmel, había empezado a demostrar que guardaba algunos secretos y
a revelarse como más inteligente y, sobre todo, calculador de lo que
sus oponentes creían.1

Como era de esperar, a Grade no le hizo demasiada gracia y pidió a
JNT que se suprimiera una escena. No, las abuelas caníbales que
atrapaban a jóvenes confiadas con promesas de té y bizcocho se podían
quedar. Pero eso de que se viera el lanzamiento de un cuchillo que se
clavaba en la pared entre dos jóvenes… eso era muy violento, así que
hubo que editarlo para posteriores reemisiones y ventas
internacionales. ¿Quién les entiende?

Lo importante aquí es que Cartmel había enseñado los colmillos y no
había pasado nada peor, así que podía seguir con su plan, mientras le
daba vueltas a la cabeza a las Kangs y al papel del Doctor y su
acompañante. De momento Mel quería ir a un parque de atracciones
en Estados Unidos en los años 50. Un deseo tan concreto que parece
imposible no admirar la mala baba de mentar lo que posiblemente se
haya convertido en el referente del tiempo pasado feliz en el mundo
audiovisual anglosajón. De manera que había que subvertirlo,
enviándoles en su lugar a Gales.

Para entender el viaje hay que empezar con la forma de proceder de
Cartmel, según llegó. Ya liquidados los Baker y encarrilado
Wyatt, decidió empezar a enviar ofertas de trabajo a los
guionistas que le habían interesado o que le parecía que podrían
entender su visión del personaje. Y sí, le envió una a Alan Moore
—que ya había escrito en el Doctor Who Magazine al principio de
su carrera y que había guionizado muchas historias cortas con viajes
en el tiempo— pero, como os podéis imaginar, Moore estaba muy ocupado
con los cómics como para dedicarse a la televisión. Él es así.

De momento, al que había encontrado Cartmel era a Malcolm Kohll, un
joven guionista del equipo de la BBC que propondría una historia
que transcurría en Gales: The Flight Of The Chimeron, que
acabaría llamándose en Delta And The Bannermen, en la que el viaje
proyectado por el Doctor y Mel son atacados cuando Delta, el
último Chimeron, es detectado por un grupo conocido como los
Bannermen, liderado por el brutal Gavrok.

Mientras tanto, Bonnie Langford avisó al equipo de producción de que
sus compromisos le impedirían continuar el año siguiente. Nathan Turner
quería que su sustituta —sí, ya habían decidido que mejor una
mujer— debía compartir al menos un serial con ella. Debido a ello se
introdujeron un par de personajes femeninos adicionales que fueron
mantenidos, aunque con menor importancia, cuando se supo que aparecería
también en el último serial de la temporada.

Dragonfire es importante por muchas cosas, pero posiblemente la
más importante de ellas será la introducción de quien sería
acompañante del Doctor los próximos años, permitiendo un desarrollo
e interacción a la medida que Cartnel quisiera darle. Obra de otro
de los nuevos guionistas contactados, Ian Briggs, que tuvo que
lidiar con que, al ser la anterior aventura rodada casi por completo en
exteriores, le tocaría crear una que funcionara para rodar en
estudio; además, debía presentar a la nueva acompañante y, a petición
de JNT, tener un tono más cómico. Su idea era una aventura dentro de
un planeta helado en busca de un tesoro que acabaría siendo más de lo
que se podía esperar. Originalmente pensado como una pirámide, para
ahorrar decidieron convertirlo en el mundo helado de Svartos. La nueva
acompañante se llamaría Dorothy y sería una chica de los alrededores
de Londres, de la zona de Perivale, a la que un extraño fenómeno había
sacado de su casa y la había transportado hasta ese planeta, preparada
para encontrarse con su particular Mago. Mientras tanto se había
dedicado a trabajar de camarera en el enorme centro comercial dentro
del planeta al que Mel había decidido que quería ir. Y, de paso, se
había reconstruido a la medida; ahora que no estaba en casa podía
dejar ese nombre que odiaba y pasar a uno que realmente le gustara:
Ace.

También aparecería por allí un viejo conocido de nuestros viajeros
temporales, el mercenario Sabalom Glitz, que, esta vez sin Dibbler,
se encontraba en serios problemas, necesitando encontrar un tesoro
que, al parecer, se encontraba oculto en el planeta. Mel logra que
el Doctor se compadezca y, aunque molesta con Glitz, Ace se suma
al grupo cuando el Doctor promete sacarla de allí.

La relación de Ace con Glitz merece la pena examinarla un poco más,
dado que originalmente se pensaba dejar claro que se habían acostado,
incluso que había sido la primera vez de Ace, pero JNT creyó que
era demasiado para sacarlo en televisión, así que se dejó más en el
aire —aunque luego en el Universo Expandido se dejara claro; en realidad
nadie hace caso nunca a los Universos Expandidos— y, de hecho, la
partida de Mel hizo que fuera ella y no Ace la que decidiera vivir
aventuras junto a Glitz. Para justificar esto se aludiría a la buena
disposición de Mel y a su idea de que podía creer más necesario
corregir a Glitz que al aparentemente encarrilado Doctor.

De modo que JNT y Cartmel, contentos con el desarrollo, decidieron
no incluir a su propia creación, Alf, y en su lugar modificar
algunos aspectos de la Ace original —otra mercenaria rival de
Glitz— para crear esta nueva Ace que tanto juego podría dar… En
cuanto Briggs firmara que cedía a la BBC los derechos sobre el
personaje, para así evitar tener problemas como los sucedidos cuando
se decidió recuperar a la Nyssa de Johnny Byrne.

Y mientras Ace se subía a bordo de la TARDIS y Cartmel decidía
diseñar la siguiente temporada, atando cabos desde el principio con
ayuda de un tablero de ajedrez ,John Nathan-Turner pedía a sus jefes
de la BBC que cumplieran sus promesas y le reasignaran a otro
programa. La llegada de Sylvester McCoy y Andrew Cartmel había
supuesto, pese a todos los problemas, una pequeña subida de audiencia.
De momento el programa estaba salvado y los jefes de la BBC se lo
agradecían a McCoy. Pese a lo cuál comunicaron a JNT que debía
permanecer al menos un año más en su particular limbo. La excusa era
que la cadena estaba ocupada tras la marcha de Michael Grade del
puesto de Controller, dadas las múltiples decisiones controvertidas
—quizá sea más conocida su decisión de no adaptar el tercer libro de
la trilogía de los Trípodes, sus intentos de cancelar Blackadder
o el ridículo de cancelar Dallas y tener que dar marcha atrás
luego—, haciendo que llegara un nuevo responsable… que resultó ser
el otro enemigo de la serie dentro de la BBC, el antiguo _Jefe de
Ficción_, Jonathan Powell, que dejaba su puesto a Peter Cregeen a
cambio de un ascenso en el escalafón que mantendría Doctor Who en
la picota. John Nathan-Turner pensó entonces que lo mínimo era
unirse a Cartmel y McCoy para ayudarles en lo que sería la 25
temporada de Doctor Who, su Temporada de Plata.

Nathan-Turner quería señalar con claridad la fecha y para ello pensó
en recuperar a sus enemigos clásicos, bien los Daleks, bien los
Cybermen. El guionista Ben Aaronovitch había enviado, por
sugerencia de una de las editoras de guión de la BBC, Caroline Oulton,
un guión para la serie. A Cartmel le pareció que no entraba
en lo que la serie era, o debía ser, pero estaba tan impresionado con
cómo lo había escrito que quedó con él en pedirle más guiones. El
primero de los cuales, basado en el mito artúrico, chocaba con los
planes que tenían ya en marcha, pero le dejaron en espera de tener
algo que encargarle.

Mientras tanto JNT discutía con Cartmel y McCoy un giro para el
personaje; sabía que Cartmel quería hacerlo más misterioso y
poderoso, así que propuso su idea de innovación: demostrar que no era
del todo de fiar, que pareciera ambiguo. Vale, no le había funcionado
con Adric, Turlough, Kamelion o el Sexto Doctor pero, ¿por qué
no iba a funcionar con el Séptimo? Y, total, ¿qué se perdía
probando? ¿Qué era lo peor que podía pasar?

Cartmel apuntó la sugerencia y decidió adaptarlo a su plan. La
ambigüedad del Doctor vendría de su misma inteligencia: si en la
anterior temporada empezaba a recuperar el puesto perdido de _persona
más inteligente de la habitación_, aquí se vería que, en realidad, él
había puesto un par de cosas dentro antes de que nadie entrara.

Ése sería el punto de partida del primer serial de la temporada 25 una
vez decididos qué enemigos regresarían. Y cuándo. Remembrance Of The Daleks sirve a los propósitos de todos, incluido el de hacer más
amenazador a los saleros malignos, con Aaronovitch enseñándolos
subiendo escaleras para intentar así alejar el espíritu del final de
la etapa Tom Baker. Como además se buscaba celebrar el 25
aniversario y restablecer el misterio, se decidió que el serial
explorara los sucesos por los que el Primer Doctor se encontraba en
Londres en 1963; iba a centrarse en los sucesos de An Unearthly Child
hasta que le hicieron notar que ya Attack Of The Cybermen
lo había hecho hacía sólo unos años así que, en su lugar, se centraron
en lo que hizo antes. Y lo hicieron siguiendo con las ideas que la
anterior aparición de los Daleks había usado, la guerra civil entre
ellos con los Daleks Rojos al mando del Emperador Dalek, mientras
los Daleks Azules estaban al mando del Dalek Negro o Dalek Supremo; pasando de usar a los Thal y los Ogron por no complicar
más aún la historia. Aunque sí aprovechó la vieja metáfora de Terry Nation
de los Daleks como Nazis del espacio para unirlos a los
disturbios racistas y fascistas de los años sesenta en Inglaterra, que
funcionaba también como analogía de la actualidad.

También aprovecharon para reconocer la deuda con Quatermass y hacer
varias referencias al Profesor Professor Quatermass y su grupo. E,
incluso, para que se pudiera escuchar el inicio en la BBC de “una nueva serie de ciencia ficción”.

Revisando el guión Mike Tucker, el encargado de efectos especiales,
le sugirió a Aaronovitch la posibilidad de hacer que el Dalek Supremo
se abriera. Eso permitió al guionista sugerir un nuevo giro
al mostrar dentro a Davros, rescatándole así como personaje de una
manera en la que los bichos no parecieran meros matones suyos. Una vez
enviado el guión final a Terry Nation recibieron una negativa por su
parte, no acababa de ver esta doble vertiente del Dalek Negro y sólo
la intervención de Nathan-Turner logró que acabara dando el sí.

El secreto tras la llegada, esconder allí La Mano de Omega, un
artefacto poderoso que remitía a personajes ya clásicos de la serie y
que permitía plantar la duda de si el mismo Doctor no sería un Time Lord
tan clásico como este o Rassilon, así cuando Davros le acusa
de “no ser más que otro Time LordMcCoy sonríe y le responde que
es “mucho más que otro Time Lord”. También la presencia hacía pensar
que el Doctor llevaba años preparando las cosas para una última
vuelta de tuerca, como si todo hubiera sido plantado para acabar con
los Daleks. Presentándolo así no ya como una persona inteligente
sino como el planificador táctico, el jugador de ajedrez, que sería la
caracterización del Séptimo Doctor.

Poco antes del estreno les avisó la BBC de que les sacaba de los lunes… para pasarles a los miércoles, aún enfrentados a Coronation Street. Y que, además, las olimpiadas de Seúl iban a retrasar el estreno de la serie hasta Octubre. En la oficina de producción prefirieron no hacer comentario alguno sabiendo que el segundo serial sería su respuesta, toda una carga de profundidad y uno de los seriales más emblemáticos de la última época del Doctor: The Happiness Patrol.

Graeme Curry había ganado un concurso de guiones que llevó a la BBC a sugerirle que enviara muestras a varias series. De entre ellas Cartmel estuvo muy interesado en que hiciera algo para Doctor Who. De entre lo que envió lo único que le interesó a Cartmel fue el esqueleto de una historia en un planeta que perseguía a los que se mostraban infelices. Decidió que ése sería un magnífico punto de partida para hablar de superficialidad y también de las políticas actuales del gobierno británico.

El Doctor y Ace llegan a un planeta en el que el gobierno obliga a ser feliz, tanto que se deshacen de los que no lo son, o los encierra para reeducarlos. Pero eso no estaba evitando el descontento. Así que la llegada de nuestros protagonistas parecía ser lo que acabara de desestabilizar la situación, sobre todo tras enfrentarse al Kandy Man, un robot que parecía hecho por caramelos —su apariencia, cercana a la de Bertie Bassett, servía como subversión de un icono suficientemente conocido por los británicos como mascota de la marca Bassett, y también hizo que estos últimos presentaran una queja, que la BBC rechazó, llegando a un acuerdo con estos para no volver a usar al personaje nunca—, pero, además, el sistema del planeta, según el cual el apellido marcaba tu puesto en la sociedad, de manera literal y alfabético, servía además como comentario del clasismo inglés, culminando en la aparición del jefe de la organización, Helen A, interpretada por Sheila Hancock en una muy obvia imitación de Margaret Thatcher.

La actitud de Ace en esta aventura, que tiene ecos de lo ya sucedido en Paradise Towers, sirve para mostrar la relación con el Doctor, al que ella insiste en llamar Professor para molestarle pero que demuestra así que frente al Doctor de Hartnell, que servía como severo tutor, el de McCoy era un mentor con la labor de sacar lo mejor posible de ella.

Llegamos así a la celebración del veinticinco aniversario con Silver Nemesis, un nuevo intento de modificar la percepción del personaje enraizando en sus orígenes y usando a otro de sus clásicos enemigos, los CyberMen. Lo primero que hace es mandarnos al pasado del Doctor, con su presencia en el siglo XVII poniendo en órbita alrededor de la Tierra una estatua hecha del extraño material validio. A partir de ahí —sembrado el misterio en su pasado y comportamiento—, lo que rompería una de las reglas no escritas al incluir la presencia de magia, o al menos eso parece, con otro personaje del pasado del Doctor, Lady Peinforte, una hechicera que trataría de hacerse con el material, tras el que también estarían los Cybermen y un neo-nazi llamado De Flores.

Lamentablemente, un problema con el asbesto en el estudio de grabación causó que estos cerraran durante unas semanas teniendo que retrasarse la producción del serial hasta que casi no tuvieron tiempo para grabar, de modo que tampoco hubo tiempo para realizar ensayos en condiciones. El problema es que eso hizo caótica la grabación y la narrativa poco clara que ya habían tenido con el serial de los Daleks se convertía en algo incluso peor, una narrativa imposible que hacía difícil entender lo que pasa, se encontraba con cabos sueltos por todos lados —la imagen de Ace en el palacio de Windsor, por poner uno de los más conocidos— y, en general, una sensación de extrañeza que no ayudó nada a celebrar este 25 aniversario como se merecía.

Por suerte tiene uno de esos diálogos que explica el desarrollo de
Ace como adolescente rebelde y aficionada a preparar cócteles
explosivos —algo que había descubierto en clase de ciencias y que por
algún inexplicable motivo le había costado una reprimenda— que, sin
embargo, se iba entendiendo con el Doctor más allá de las palabras.



Doctor: I don’t suppose you completely ignored my instructions and
secretly prepared any Nitro-9, have you?



Ace: What if I had?



Doctor: And naturally, you wouldn’t do anything so insanely
dangerous as to carry it around with you, would you?



Ace: Of course not. I’m a good girl and do what I’m told.



Doctor: Excellent. Blow up that vehicle.




Precisamente para que crezca más e ir enfrentándola a sus miedos
decide que ante su odio a los payasos la va a llevar al Psychic Circus.
Pero como suele suceder, al llegar descubren que el circo se
ha convertido en algo completamente diferente. Algo siniestro.

Ese es el punto de partida del último serial de la temporada, con
Stephen Wyatt regresando tras Paradise Towers para el guión que
incluía desde quejas al devenir del movimiento hippie o una parodia
de Indiana Jones a un personaje, Whizzkid, que pasaría de ser un
experto informático a algo incluso más perverso, con la ayuda de
Cartmel —y es difícil determinar cómo influyó aquí JNT—, en una
versión del quintaesencial fan de la serie, aunque el problema del
asbesto llevó a que también hubiera que hacer cambios en este serial.

La idea central era que el circo se había convertido en un
entretenimiento para una familia extraterrestre que eliminaba a los
que no les entretenían lo suficiente; una familia que se revelaría
como unos viejos conocidos del Doctor, llamados The Gods of Ragnarok. Y
para hacer más evidente la sátira y crítica de la industria
audiovisual, el cambio del viejo circo a uno nuevo peligroso en el que
la vida y muerte se deciden con rapidez y hay que buscar más riesgo
para sobrevivir y plegarse a la voracidad del espectador, hubieran
necesitado un monólogo.

Una temporada más la audiencia había ido aumentando, ganándose así la serie
volver al año siguiente, en 1989, pese a que Powell no estuviera muy
por la labor y que Peter Cregeen prefiriera no inmiscuirse en las
luchas.

Cartmel decidió que, tras los problemas de Silver Nemesis la
parte medieval del episodio no quitaba que la historia artúrica del
capítulo enviado por Ben Aaronovitch pudiera ser interesante. Pensada
como una serie para ser rodada en exteriores y luego expandida un poco
más, la idea era enfrentar al Doctor contra Morgana, establecer que
llegaría a ser Merlín —y, por tanto, Morgana buscaba vengarse antes
de tiempo—, enseñar a Ace cómo ocuparse de un asunto histórico y
demoníaco. El mal que conjuraría Morgana a este mundo era The Destroyer, originalmente pensado como un tipo con traje de ejecutivo
que se iba a ir convirtiéndose en un demonio según pasa el tiempo,
pero por problemas de producción tuvieron que darse prisa y sacarle
sólo como un demonio.

Lo que sí pudieron hacer fue recuperar a un viejo amigo: ¡el
Brigadier Lethbridge-Stewart! Aunque a estas alturas y para acabar
de liar su continuidad propia, tras el desastre que fue su aparición
como profesor, regresaba como General. Originalmente pensado como una
última aparición estelar, decidieron dejarle con vida demostrando por
qué es uno de los mejores acompañantes de la serie.

En el siguiente serial, Ghost light, el Doctor se lleva a Ace al Siglo XIX; podemos creer que es por el retrato en el castillo Windsor. Sobre todo cuando la casa a la que llegan está en Perivale, en lo que será una nueva prueba para ella al tratarse de una casa que conoció en su pasado y en la que sintió una enorme presencia maligna. Enfrentarse a estos temores y salir airosa será fundamental para la profesión de Ace.

Marc Platt era un fan de la serie que llevaba desde mediados de los setenta enviando propuestas y guiones para la serie; ninguno había tenido éxito pero los sucesivos jefes de guionistas le animaron a seguir intentándolo. Esta historia, originalmente pensada para centrarse en los miedos del pasado del Doctor, con ayuda de Cartmel acabaría siendo su único trabajo para la serie, pero, a la vez, sirvió para cimentar la idea de la importancia del acompañante, al ser un capítulo enfocado en Ace, en explorarla completamente como personaje durante gran parte de la trama, sin que por eso dejara de ser el centro el Doctor.

La idea central de una casa en la que vive un tipo extraño, rodeado de más gente rara todavía, con grandes secretos alrededor y permitiéndose otras de esas dobles lecturas —el alienígena toma la forma durante la Inglaterra victoriana de un caballero inglés por ser la forma de vida dominante— y que termina con otra de esas escenas entre el Doctor y Ace que demuestra el crecimiento que ha tenido durante su tiempo juntos.

Algo que sirve perfectamente para conducirles al tercer serial, The Curse Of Fenric, en el que mucho de ese juego de ajedrez que el Doctor ha estado practicando con Ace —en ocasiones de modo literal— se convierte en el serial más importante de la temporada, al unir en él desde la misma llegada de Ace a la vida del Doctor hasta los sucesos ocurridos durante Silver Nemesis y otros seriales. Las máscaras caen y lo que podrían haber parecido etapas normales del crecimiento de Ace se muestran como los movimientos que el Doctor ha realizado, sin importarle lo que pudiera causarle en medio, para que estuviera preparada para su confrontación con Fenric, conocido también como Hastur the Unspeakable y Aboo-Fenrán. Una fuerza primordial tan importante como el propio Doctor con el que —una vez más— se dice que lleva siglos compitiendo.

Ya que en ello estaban, también aparece otra fuerza primordial, Ingiger, y se coloca al Doctor durante la Segunda Guerra Mundial en una historia que reúne a británicos y rusos —permitiendo así colar La Internacional en la BBC– y que muestra la diferencia entre los militares y los belicistas.

El que el Doctor funcione como centro sin que Ace deje de tener importancia —y reconociendo al resto de acompañantes al hacer que el Doctor repase sus nombres— da también una idea de legado o saga, que es parte de la propia historia al explorar la maldición de Fenric y la propia relación de Ace con su familia, especialmente con su madre, haciendo que ella misma se plantee un par de cosas sobre su pasado y su futuro.

Mientras todo esto pasaba parecía que por fin habría un nuevo productor para Doctor Who. La BBC había decidido hacer caso a Jonathan Nathan-Turner y encontrarle otro puesto. Lamentablemente la persona que debía ocuparlo decidió rechazarlo en el último momento, lo que hizo que la corporación se volviera hacia JNT, dándole a elegir entre seguir en Doctor Who o abandonar la cadena. Una vez más, el productor aceptó con reservas. Con ese ánimo se acercó al último serial de la temporada, Survival.

Tras los acontecimientos del anterior serial, Ace volvía por fin a casa. Pero lo que encontraba a su regreso a Perivale no era lo que esperaba: en su lugar descubren que unos alienígenas han estado llevándose a sus habitantes a un planeta donde se van trasformando en guepardos por la propia acción de ese mundo, en el que se haya atrapado el culpable de esas incursiones a la Tierra… El Master

La historia acabaría girando sobre la necesidad de unión y de no ceder a los instintos animales y, debido a que la BBC insistía en ir retrasando la aparición de nuevos capítulos, terminaba con Ace y el Doctor regresando a la TARDIS con un diálogo de los actores preparado para colocarse sobre ese regreso.

Hay mundos ahí fuera donde el cielo está en llamas, y el mar está dormirdo, y los ríos sueñan. Gente hecha de humo, y ciudades hechas de canción. ¡En algún lado hay peligro, en algún sitio hay injusticia, y en algún sitio hay te quedándose frío! Vamos, Ace – ¡Tenemos trabajo que hacer!

Tal y como sospechaba el equipo de producción, el Jefe de Drama Peter Cregeen anunciaba poco después que la siguiente temporada de Doctor Who se retrasaría. Un poco. Volvería, seguro, pero antes tenían que… realizar algunos ajustes. Y quizá eso llevara un tiempo.

Ese fue el final de la época clásica, y durante un tiempo llegaría a parecer que incluso de la serie regular…

1 Hablando de actores, magnífico Clive Merrison como el Deputy Chief Caretaker que insiste en seguir en todo momento el libro de reglas, mostrando una deliciosamente cómica y crítica falta de imaginación.


Deathmatchizantes Pilotos extension Mayo-Juniescas

Continuamos con el repaso a los pilotos aparecidos durante el año como hicimos con los de Enero – Febrero y Marzo – Abril Antes de ponernos a ello aprovecho para recordaros un par de cosas. La inclusión de vídeo suele deberse a que sea una series especialmente buena, mala o curiosa. Podéis conseguir más información clicando en el nombre del programa, os llevará a su web oficial —y si no tiene, que ahí está la ITV, a lo más cercano que se me ocurra— y a la derecha podréis leer su procedencia: (AU), (CA), (NZ), (UK), (USA) y, por supuesto (OT).

Echando un ojo por encima podemos ver que superamos de nuevo el número de series del año pasado. Si en el pasado año entre mayo y junio se estrenaron 35 series este año tenemos un total de 55. Si los sumamos a los 54 y 75 vemos que a mitad de año ya llevamos 174 pilotos vistos. El año pasado fueron 223 EN TOTAL.
La enorme expansión de la ficción por todos los canales, streaming e internet está facilitando que se produzca más y más. Si además se produjera mejor yo sería hasta feliz.

¡Que comience la lucha!

The American Baking Competition (USA)
Empezamos con un concurso. Versión estadounidense de The great british bake off que llega tres años después y, eso sí, con uno de los jueces originales, Paul Hollywood. El programa sigue siendo razonablemente interesante si te va la repostería, la horneada. Pero se notan los cambios americanizantes, empezando por el presentador, Jeff Foxworthy, un cómico amable y campechano que ayuda a dar un aire rural, nada de Padmas aquí, a un concurso orientado a amateurs más con la intención de divertirse que de humillarles. —Menos mal.—

Avenger’s Assamble (USA)
Es curioso como lo que Marvel va ganando poco a poco en animación lo va perdiendo en interés en sus guiones. En este caso un aburrido intento de aprovechar el éxito de la película que sirve, fundamentalmente, para que Loeb destruya el bien realizado trabajo de la anterior serie animada del supergrupo.

Bad Girls All-Star Battle (USA)
Cuando parecía que este reality —centrado en reunir a mujeres de mal comportamiento, poco aguante y facilidad para ponerse físicas— no podía caer más tras once ediciones los productores se sacan esto del refajo para hacer una selección de lo más destacado, dividirlas en grupos y mover algo el hecho de que se suponía que esto tenía un componente de concurso más allá de darse de bofetadas.

Bad Samaritans (USA)
Mientras el bombazo lo pegaba en Netflix Arrested Development regresando y publicitaban la siguiente serie nueva como Orange is the new black la verdad es que mientras ha estrenado otra serie. Aunque teniendo en cuenta cómo es, lo antigua que parece todo el rato y lo floja que es en general esta historia sobre una pareja cuya ruptura termina en follón tal que son condenados a dos mil horas de servicios comunitarios. Si estáis pensando en The Norm Show o Role Models estáis aún lejos de entender lo formuláico que resulta.

Bankers (UK)
Documental sobre los negocios sucios, idas, venidas y demás trapacerías de los banqueros. Interesante aunque no cuente nada en exceso novedoso. Pero siempre es agradable ver a una televisión pública que se comporta como tal.

Behind the candelabra (USA)
Cualquiera pensaría que Steven Soderbergh se había retirado del mundo del cine viendo este… ¿_telefilme_?… en el que se notan pocas ganas de nada que no sea maquillar mucho a actores conocidísimos (Michael Douglas y Matt Damon, por supuesto, pero también Dan Aykroyd, Rob Lowe, Debbie Reynolds, Scott Bakula, Paul Reiser y Cheyenne Jackson) y ponerles a recitarse diálogos sacados de cualquier culebrón barato de sobremesa. Entiendo que habrá críticos y espectadores a los que les guste, al fin y al cabo Lifetime sigue ahí por algo, pero el único entretenimiento que le encontré yo fue tratar de descubrir señales de que era una broma, que han perdido una apuesta o, en su defecto, que posee información sobre los actores que les ha forzado a actuar en algo así.

Codefellas (USA)
Serie animada de la revista Wired que comienza con la idea de asociar creación audiovisual ficcional a la revista por medio de cinco series que irán apareciendo —consecutivamente o mezcladas está por verse— en su canal de YouTube. La primera es esta que nos ocupa y que espero que sea así por ser la primera. Serie de animación en un estilo entre el rotoscopio y el telesketch la teórica gracia de esta comedia es hablar del mundo de los espías de información. Pero en lugar de Archer les ha salido algo más cercano a una cuenta parodia de twitter.

Crossing Lines (USA)
He aquí la serie que uno se podría esperar leyendo no tanto la sinopsis como el de dónde sale. Coproducción entre la francesa TF1, la italiana Rai 2, la alemana Sat 1, la estadounidense NBC y el contenedor global AXN, la historia de un grupo de superpolis de la eurozona comandados por un ex-superpoli neoyorquino —en fin— para resolver casos que incluyan varios paises… Una historia que podría resultar prometedora si no estuviera armado a partir de propuestas trilladas. Ahora, para tenerla de fondo mientras meriendas lo mismo sí…

Dama y obrero (USA)
Adaptación de la telenovela del mismo nombre del canal TVN chileno, no sé bien qué deciros salvo que me parece mucho más artificial que la primera. Fuera de eso, poca novedad, lucha de clases, personajes usados para traer humor costumbrista, malos remalos… esas cosas.

Dates (UK)
Ligar. Bueno, más que ligar, tener una cita. Podría haber empezado diciendo que esta es una serie de amor, pero en realidad no va de eso tanto como de la gente y sus conexiones. En cada capítulo se reúnen dos personas, no siempre las mismas, es la primera vez que se encuentran porque la cita la ha preparado un servicio de citas por ordenador así que puede ocurrir —y ocurre— cualquier cosa que las reglas de la comedia dramática permita. El reparto es interesante, incluyendo actores como Oona Chaplin, Neil Maskell o Will Mellor, y más les vale teniendo en cuenta que les toca mantener en sus hombros la serie. No es mi tipo de serie pero si algo os ha sonado interesante deberíais darle una oportunidad.

Deon Cole’s Black Box (USA)
Deon Cole es un colaborador de Conan que ha logrado su programa propio de análisis y crítica televisiva con segmentos de humor. Imagino que lo que quería hacer era algo entre The Soup y los Wipes de Charlie Brooker. El resultado es… bueno… lo que podría pasar si extendiéramos una participación de cinco minutos en un programa nocturna para que llenara veinte minutos.

Devious Maids (USA)
Ufff… Serie pensada para generalista que fue dando botes hasta acabar en Lifetime, reúne en una sola serie todos los tics y lugares comunes que uno pensaría que tendría el volcar Mujeres desesperadas en el mundo de las criadas, el tenue hilo argumental del asesinato de una de ellas en el primer capítulo sirve para meter algo de interesa a una serie que parece ya vista. Quizá lo más interesante sea que se ofrece inmediatamente un doblaje en el llamado audio latino.

The Fall (UK)
La vendida como gran esperanza del noir británico de este año se enfrenta a una inesperada realidad: Broadchurch le ha birlado el título en sus narices. No significa esto que sea una mala serie, ni mucho menos, pero una cierta intención demasiada clara de convertirla en la nueva Prime suspect, como si eso fuera posible o necesario, lastra este juego del gato y el ratón que tiene como mayor atractivo a una magnífica Gillian Anderson en el papel protagonista. Quizá lo que peor funcione sea la parte del psicópata, conocido desde el principio y por el que es difícil sentir algo más que aburrimiento. Veremos si en su segunda temporada logran mejorar, los mimbres ahí están, pero mientras recién llegados inesperados o regresos como el de Case histories —y probablemente el de Luther— rebajaran esas artificiales expectativas creadas. Esperemos que a Peaky Blinders no le pase lo mismo.

Family Tools (USA)
Si alguna pregunta provoca esta series es… ¿Por qué? Tienes una serie británica, White van man, que no era tan interesante y estaba ya cancelada, ¿qué necesidad había de liar a J. K. Simmons en esto con la de cosas interesantes que podría estar haciendo?. Así que le dieron el OK, decidieron esperar para estrenarla, tuvieron problemas con un reparto que trataba de huir del olor a muerto, y según la sacaron la cancelaron. ¿Por qué?

Family Tree (USA)
Inesperadamente para una serie de Christopher Guest además de ser una comedia con todos sus tics habituales resulta cálida y optimista, y eso que el tema, con Chris O’Dowd investigando los orígenes de su familia, parecía el punto de partida de una historia ácida y malévola sobre la familia en lugar de este encantador elogio de la humanidad. Quizá no sea la mejor comedia de su autor, pero sin duda es una que merece la pena verse.

The Fosters (USA)
He aquí una de esas series que la ABC Family está probando antes de avisar de si renueva Bunheads, y sería una lástima perderla por algo como esto, mitad The OC, mitad anuncio de Benetton, todo visto. En serio: Una pareja lésbica interracial (una profesora, la otra policía) trata de cuidar a sus hijos biológicos y adoptivos. Mi teoría es que alguien lo usó como ejemplo del tipo de series que los republicanos creen que los medios liberales tratan de usar para lavar la cabeza a los estadounidenses y ahí fue cuando Jennifer López la vió, decidió producirla y se la vendió a la cadena.

Frankie (UK)
Historias cotidianas de las vivencias de una enfermera. Si te va el rollo relaciones humanas puedes darle un tiento.

The Goodwin Games (USA)
Otra serie que debería haberse estrenado antes, otro cadáver con olor a lata. Esta vez era algo más decente, pero aún con eso —y visto como fue la temporada— seguía siendo poco posible que esta comedia sobre una familia que compite por una herencia hubiera durado mucho más.

Graceland (USA)
Más que una serie esto es un pues bueno. Centrado en un grupo de enseñanza y preparación de policías encubiertos, su giro es que en realidad son ellos los investigados. Algo que el año pasado hizo con mucha más gracia Line of Duty y que aquí se juega a la americana. Mucho más grande, sucio y espectacular, pero a la vez bastante más vacío. Pues vale.

Harry (NZ)
Un nuevo logro neozelandés, un policiaco realmente noir con un policía, Harry Anglesea, interpretado por el actor samoano Oscar Kightley, tremendamente torturado, y con problemas para manejar su ira. Su jefe, interpretado por Sam Neill, le pone al frente de una enorme investigación sobre asesinatos, drogas y crimen organizado. Una historia magnífica aunque no muy original con unos actores fantásticos.

The Haves and the Have Nots (USA)
Tyler Perry. Si tras leer este nombre aún te quedan ganas de leer lo que sigue habrá que decir que es su reinvención del culebrón semanal para el canal de Oprah, una estrategia más para lograr audiencia. Una que, además, ha funcionado. No sabemos si por usar un esquema que podría ser de los años setenta o por meterle una fuerte carga sexual —en este piloto tienen a uno de los actores, ex-modelo, medio en bolas una buena parte del capítulo.— pero desde luego no es por la trama, falsa y repetitiva, construido a base de clichés.

Henry VII: Winter King (UK)
Documental dramatizado sobre Enrique VII y su corte, lleno de información sobre la época, las personas, la corte… un ejemplo más de lo que debe hacer un canal público.

The Hero (USA)
Concurso docu-_reality_ cuyo mayor atractivo es estar presentado y producido por Dwayne Johnson, The Rock, en lo que no deja de ser una gymkhana enorme, muy espectacular, como era de esperar.

Hit the Floor (USA)
También la VH1 se merece crear series propias. Aunque sea sobre las vidas de un grupo de bailarinas del equipo de un equipo de baloncesto. El tema en sí no es muy original pero por lo menos así tenemos la clásica historia de animadoras interpretadas por actrices con su edad real.

The Hoff?s Best Film Ever (UK)
Que a alguien se le haya ocurrido repasar la historia del cine para tratar de entresacar las mejores películas usando de presentador a David Hasselhoff y lo logre llevar a cabo es otro ejemplo del servicio público que pueden llegar a ser los canales públicos. El programa podría ser algo más divertido, eso sí, pero The Hoff es inmejorable.

King & Maxwell (USA)
Los tres primeros minutos podrían hacer creer que esta es una serie interesante, una idea errónea. En realidad es el típico producto facilón y aburrido en el que TNT parece empeñado, un policiaco de baja intensidad basado en los igualmente predecibles libros de David Baldacci en el que como mucho podemos alegrarnos de que Rebecca Romijn siga consiguiendo trabajo. Por lo demás, un nuevo ladrillo de TNT en sus planes de dominación de algo que ver mientras estoy planchando.

Life of crime (UK)
Curioso intento inglés de hacer una miniserie en tres partes y periodos con la evolución de una mujer policía que sigue obsesionada por un caso de sus inicios. De esta manera se logra ir variando el escenario, avanzando la trama y moviendo las relaciones entre los personajes. Salvo que aquí estamos más cerca de Cold Case que de Red Riding, claro.

Love & Marriage (UK)
De nuevo la ITV, esta vez con una comedia dramática —aunque está más cerca de un drama dramático que trata de reírse mientras llora— sobre parejas que, bueno… ¿si sale un smartphone es que no puede ser de los años ’70,no? Porque los chistes sobre los Manson no parecen muy novedosos.

Love Thy Neighbor (USA)
Paula Deen… Perdón. Quería decir, Tyler Perry logra sacar lo peor de nosotros. Por ejemplo, en esta teórica comedia de finales de los ’80 en la que… Ay, que no, que este es el otro proyecto que ha lanzado para el OWN de Oprah. Pues que diga lo que quiera porque este humor y estilo podría ser perfectamente noventero. Así que parece que los OWNed somos los espectadores.

Maron (USA)
El cómico estadounidense conocido por sus podcasts y sus enfrentamientos y resentimientos ha hecho un programa para sus fans. Porque dudo mucho que alguien que no sea fan aguante un capítulo entero de este ejercicio de rencor y autodenigración que sirve para demostrar que ni lo que hace Larry David ni lo que hace Louis CK es tan sencillo como puede parecer.

Mickey Mouse (USA)
Ya se ha estrenado esta nueva tanda de cortos animados de Mickey para que los canales Disney tengan más material de relleno. Y aunque el contenido esté razonablemente filtrado para chavales la verdad es que deja pasar suficientes cosas interesantes para los adultos, además de que su estilo de dibujo y animación resultan inesperadamente actuales. Bien hecho, Disney.

Mistresses (USA)
Iba a decir que esta serie es la versión del programa inglés del mismo título pero, la verdad, parece su parodia. Si alguien hubiera decidido que a lo que se debería parecer el original era a las Real Housewives aún se hubiera quedado lejos de poder explicar el exceso, sobreactuación y ridiculez de los giros. Así que te la recomiendo para que te reúnas con unos amigos para despellejarla con un cóctel en la mano. No sirve para otra cosa.

Murder on the Home Front (UK)
Situar un policíaco durante la Segunda Guerra Mundial parece la idea perfecta para lograr una serie oscura, por eso uno de los logros que tenemos aquí es el aire despreocupado y ligero de quien ofrece un entretenimiento casi pulp, un artefacto de intriga divertido y despreocupado que debería servir como ejemplo de buen hacer sin pretensión alguna.

Naked & Afraid (USA)
No me veo capaz de decir si esto es un concurso, un reality o una patochada. Posiblemente sea todas las anteriores. Parejas de supervivientes, chico y chica, son dejados en pelota en mitad de ninguna parte para que sobrevivan durante 21 días. Los concursantes (?) son conocidos survivalistas como Puma Cabra (¿?) y… ahm… Yo que sé, en Discovery que necesitan la audiencia…

Package Deal (CA)
Sitcom canadiense sobre una pareja y los dos hermanos de él. Ella cree que los hermanos están demasiados metidos en su relación y su vida y trata de separarles. A mí me parece todo muy raro y poco divertido pero lo mismo es que hay códigos ocultos para los canadienses. Como que vivan diez años en el pasado o algo así.

Pac-Man and the Ghostly adventures (USA)
¿Quién iba a pensar que Pac-Man lograría una segunda serie de animación? ¿Y que los guiones iban a tener la profundidad de los de la primera? En fin, seguiremos esperando a que tenga la suerte de lograr el equivalente al cómic en Archie de Sonic.

Pretty Wicked Moms (USA)
Ellos dicen que es un reality, yo no creo que esto pueda estar más guionizado. No mejor, más. Teóricamente seguimos las vidas reales de un grupo de madres y vecinas capaces de hacer lo que sea para que sus retoños ocupen una posición mayor. Salvo el asesinato. Bueno, lo mismo eso lo dejan para el final de temporada.

Ray Donovan (USA)
La serie llamada a renovar el canal Showtime lo tiene crudo, no sólo no tiene nada que no hayan hecho antes canales de televisión y cable con un conseguidor que está niveles por abajo de Olivia Pope y unos guiones que no logran nada que no hayan hecho además de los ingleses los propios americanos desde hace tiempo. Liev Schreiber hace lo que puede con lo que tiene, y eso le honra, pero se merece algo mucho mejor. Que la serie no es mala, es incluso un poco mejor de la media… y ya.

Reef Doctors (AU)
Serie de médicos en destino paradisíaco, de memoria diría que la tercera en tres años y, también, que no creo que dure mucho. Es interesante verles intentar un personaje con ciertos tintes sherlockianos en femenino por una vez. Pero más les valdría centrarse en eso o ponerla a resolver crímenes porque a esta serie le quedan dos días.

Sam & Cat (USA)
Cuando Nickelodeon decidió cerrar iCarly y VICTORiOUS —en contra del sentido común de casi cualquiera estando ambas arriba en audiencia y popularidad— lo último que podría esperarse es que decidieran sacar a un secundario de cada serie para crear este nuevo monstruo. Quiero decir… este nuevo entretenimiento sobre la amistad, la adolescencia y hacer de niñera después de clase… … … COF

Sanjay & Craig (USA)
Seguimos con Nickelodeon porque uno de los implicados en Bob Burguer logró venderles una serie de animación —de aspecto similar— para su público. Aburrido y feote, dos grandes cualidades para una serie.

Satisfaction (CA)
Tres amigos comparten piso, dos son pareja, el tercero sigue ahí haciendo de sujetavelas. Con esto se supone que se construye una comedia. Todo depende de lo dispuesto que estés a buscar algo intrascendente.

Save Me (USA)
Más cancelaciones en lata, con Anne Heche hablando con Dios en una serie que es la versión aburrida de Joan of Arcadia.

Siberia (USA)
¡Las locas aventuras de la NBC! Como la CBS iba a sacar Under the dome ellos no podían ser menos así que adquirieron esta mezcla en la que un reality de supervivencia descubre oscuros secretos escondidos en Siberia, como si hubieran decidido hacer Supervivientes en la isla de Lost, con una consistencia argumental similar.

The Time of Our Lives (AU)
Pseudoculebrón australiano de esos de mucho personaje con problemas y conflictos de una familia que, la verdad, no creo que tenga tanto tiempo de aburrirse como sus espectadores.

Top Hooker (USA)
¿Hemos dicho ya que en Discovery buscan audiencia como sea? Pues efectivamente, el título es el que es pero el programa es un concurso de pescadores con cebo. Por lo menos si BRAVO no se anima con otra cosa.

Trojan Donkey (UK)
Una serie basada en la premisa de las bromas de cámara oculta que dice buscar el sabor de los programas clásicos con cámara oculta y lo logra sin problemas: Parece ideada hace cincuenta años.

Twisted (USA)
En ABC Family no tienen muy claro cómo gestionar el exitazo que les ha supuesto Pretty Little Liars así que pensaron que quizá tratar de replicarlo sería buena idea. Salvo que en lugar de la siempre ubicua y ominosa A tenemos aquí un extraño asesinato del pasado y uno aún más misterioso en el presente. Policiaco tinajero para las masas, pero se echa en falta a Guantes negros, que conste.

Under the dome (USA)
Stephen King vio la película de Los Simpson y pensó que él podía sacar oro de esa misma premisa. Y lo hizo. Así que al señor que se dedica a comprar cualquier cosa que escriba King para adaptarla le faltó tiempo para sacarse unos billetes convenciendo a la CBS de que era una gran idea hacer una miniserie para tener entretenidos a los espectadores. Sobre todo en un año que se suponía iba a estar lleno de minis y que ha visto cómo se iban retrasando todas. De momento llevan un capítulo nada más pero con él han pulverizado a la —casi inexistente— competencia. casi 14 millones de espectadores y un 3,2 en 18/49. Un nuevo éxito a la salud de Stephen King.

Up the Women (UK)
Comedia británica de época en los ’10 del S XX, siguiendo a una mujer decidida a fundar un grupo sufragista en su localidad. Jessica Hynes hace un buen trabajo delante y detrás de las cámaras creando un humor no basado tanto en gags como en las situaciones. Le queda mucho por evolucionar pero no es un mal punto de partida.

The White Queen (UK)
Adaptación de la novela del mismo título de Philippa Gregory por la BBC, con algo de apoyo por parte de Starz. El resultado es una serie histórica que narra el conflicto entre los York y los Lancaster desde el punto de vista de los primeros. Y si bien es siempre deseable conocer más la historia y compartir lo poco disimulado que York y Lancaster son Stark y Lannister me parece que esta serie, con una producción irregular y unos actores no muy buenos, no será la que lo consiga.

Whodunnit (USA)
¡Ese loco concurso! Se reúne a un grupo de personas en una mansión aislada y antes de la hora de comer se asesina a uno de ellos. De esta manera prestarán atención y aprenderán la mecánica: Una parte de investigación sobre el terreno, compartir información, participar en pruebas que proporcionan pistas y ofrecer explicaciones al respecto. Al final de cada día una explicación, una cena y un par de personas enfrentándose a su eliminación que será, en este concurso, literal… Tanto que su muerte será el siguiente capítulo a investigar. Todo eso sabiendo, además, que el culpable es uno de los concursantes cuya finalidad es confundirles tanto como pueda. Estamos ante un murder mystery de premisa bastante ridícula pero que a los aficionados a estas cosas no puede más que encantarnos. Por mí que sigan intentando trasladar la idea pero mientras me pienso ver toda la temporada.

Wentwoth (AU)
Historia australiana sobre una cárcel de mujeres, algo de dramatismo, algo de relaciones humanas. No es algo tan brutal como OZ, faltaría más, pero tampoco es un exploit de las cárceles de mujeres. Se trata de una construcción seria y bien montada que intenta modernizar el culebrón ochentero Prisioner y adaptarlo a los tiempos con una serie semanal. Y creo que lo han conseguido.

The Willis Clan (USA)
No sé bien en qué estaban pensando con esto, por un lado parece pensado para vendernos a un grupo de artistas, una familia de raíces irlandesas muy religiosa, con doce niños —-¡¡¡Todos con nombres que empiezan por J!!!— , un padre y una madre que se centra en el esfuerzo y el ser los mejores haciendo que los chavales tengan que hacer todo tipo de disciplinas tocando instrumentos, cantando, bailando además de enfrentarse en competiciones deportivas… creo que podría ser la precuela de una película de Lifetime o algo incluso más oscuro, como una secta de las artes. En cualquier caso creo que lo mejor es permanecer alejados de ellos para que no nos salpique mucho cuando acabe ocurriendo la tragedia inevitable.

Zach Stone Is Gonna Be Famous (USA)
Pues no. La MTv ha decidido no seguir con la serie y, la verdad, no se les puede culpar. La idea de un chaval tan obsesionado con la fama que usa sus ahorros para la universidad en que le siga un equipo de grabación para tener su propio reality se podía haber usado de muchas maneras. Por ejemplo, BIEN. En lugar de eso tenemos un programa que parece más cercano a un iCarly para postadolescentes que a lo que sea que se os esté ocurriendo. Incluso si es EDtv.

Cincuenta y cinco pilotos después aquí estamos. Poco ha sido lo bueno que se ha podido destacar, y no sé yo si este año tendremos la suerte del pasado con la temporada de verano. Las series que HULU pretende presentar no parecen gran cosa, los ingleses, canadienses y australianos parecen estar a otras cosas y en cuanto a los estadounidenses… No creo que Cedar Cove o la adaptación de Bron/Broen den muchas alegrías así que esperemos que Netflix con su Orange Is the New Black o la AMC con Low Winter Sun logren algo interesante. Pero, la verdad, me temo que este verano sólo tendremos arena. ¡Seguimos en dos meses!


Hexadoctoral ColinBakerense Peripatetismo TheRANI

La de Colin Baker es la historia de una tragedia. Desde su mismo inicio en la serie empezaron a suceder cosas que no eran las que uno esperaría, empezando por la muerte de su hijo recién nacido poco después de haber logrado el papel. Sería lo más terrible que le sucediera durante el tiempo que estuvo en el cargo, pero no lo único.

La llegada al puesto fue, sin embargo, un sueño cumplido. Baker era un fan incondicional del programa desde hacía años y había tratado de hacerse con el papel tras la marcha de Tom Baker. No lo consiguió pero sí sacó un pequeño papelito en Arc of Infinity que le hizo resignarse a no lograr el papel nunca. Sin embargo sería esa interpretación, y no toda una carrera como secundario en cine y —sobre todo— televisión, la que haría que John Nathan-Turner pensara en él cono sustituto de Peter Davison.

Baker estaba exultante, llevaba años deseando poder marcar al personaje con su propio estilo. Claro que no contaba con que sería JNT el que decidiera en qué dirección debía ir el personaje. Tras el blando Quinto Doctor el Sexto iba a girar en ese concepto con el que la serie parecía darse cabezazos bajo su mando, el personaje dudoso y difícil de confiar, algo que ya había intentado sin ningún éxito con Turlough y antes incluso con Adric. Más aún, era el mismo truco que ya se había usado durante la primera regeneración, cuando Polly y Ben desconfiaban del Segundo Doctor y sus intenciones. Baker hizo todo lo posible por hacerle interesante, ofreciendo una interpretación divertida, aunque algo excesiva, con un Doctor aficionado a largas frases alambicadas decoradas con palabras poco comunes, y con un humor agudo y oscuro que en ocasiones puede recordar al Primero.

La idea de distanciarse así no parecía mala, pero el siguiente paso de John Nathan-Turner fue todo un traspiés. Frente a la opinión de Baker de que debería llevar un atuendo elegante, negro, sobrio, para contrastar con la claridad de Davison, JNT decidió que lo que hacía falta era más colorido. De manera que encargó un abrigo de múltiples motivos y colores —excepto el azul, por ser el color de las pantallas para los efectos especiales—, como confeccionado por retales —un aviso de lo que sería su propia estancia en la serie—, que hacía pensar en una mezcla entre el jefe de pista de un circo y uno de sus payasos. Algo a lo que unir una corbata de lazo y unos trajes igual de estrambóticos. Un traje que parecía incidir en la parte más cómica del personaje, no sólo servir como contraste. Pero JNT decidió seguir adelante pese a las quejas del equipo, especialmente del jefe de guionistas, Eric Saward, que no se veía capaz de pararle los pies y cada vez chocaba más con él.

En The twinn dileman, el último serial de la temporada 21, comenzaba su regeneración atacando a Peri. No diré que es del todo irracional, pero desde luego no predisponía a los espectadores a su favor. Y eso que lo escribía un guionista al que JNT conocía de sobra por haber trabajado en… bueno… como siempre, en All Creatures Great And Small, que parece que JNT no conociera a gente en otras series.

Mientras tanto en la BBC seguían sin estar contentos. Y aunque Graeme MacDonald apoyaba en lo posible, que ya no era mucho, las ideas del controller Alan Hart para mejorar el programa seguían siendo erráticas. La última era intentar algo diferente, recortando a la mitad el número de episodios hasta 13 pero haciendo que tuvieran el doble de duración, pasando de 25 a 45 minutos.

Y con todo eso empezó al año siguiente la temporada 22. Con un Doctor casi desconocido, pero del que ya se había visto un primer serial que no había convencido, con un traje que había sido objeto de chanza durante todo el parón y acompañado por la peor de las acompañantes que el Doctor haya tenido nunca: Peri Brown.

Todo el mundo tiene acompañantes favoritos, y otros con los que sencillamente no puede. Hay muchos motivos para valorarlos, sin duda, pero igual que algunos de ellos, como Jamie o Sarah Jane, logran un apoyo casi universal, otros son intensamente apaleados. Y si bien hay formas de encontrar y salvar a acompañantes como Tegan, el proceso resulta casi imposible con Peri. Y no parece que la culpa sea precisamente de su actriz, Nicola Bryant.

Recordemos su llegada a la TARDIS, con Turlough encontrándola dormida en el suelo mientras tiene lo que parece una pesadilla sobre su padrastro —un tema igual de espinoso, aunque no se llegue a profundizar en él— que le lleva a cargarla hasta la TARDIS en lo que podría fácilmente ser considerado como un rapto. La propia Peri se encargará de demostrar su fastidio por tener que estar recorriendo el tiempo y el espacio con una pasión sólo comparable a la saliente Tegan. Pero ésta última era directa y resolutiva, en tanto que la personalidad de Peri se queda sin llegar a desarrollarse en ningún momento. De ella sabemos que es una estudiante universitaria de Botánica —aunque en sus viajes con el Doctor no le veremos más que alabar las flores bonitas, jamás dará un dato de interés, mucho menos de utilidad, no estamos ante una Doctora Liz Shaw — y que viene de una familia estadounidense con dinero. Eso y que todo el desarrollo de personaje parece exterior, basado en los conjuntos de bikini o top y minivaqueros más zapatos con plataformas o tacones. Conjuntos que la sexualizan, marcando en lo posible sus ya de por sí prominentes pechos, y que en su aspecto más que darle un aire juvenil la infantilizan. Su nula capacidad para realizar algo que no sea gritar o meterse en líos ella solita hacen un eco de lo peor de Susan sin ninguna de sus cualidades. Y, desde luego, no hay nada de Barbara en ella.

¿Cómo se llegó hasta ella? ¿Es por otro de los problemas de John Nathan-Turner como su manía de deshacerse de Nyssa y conservar a Tegan? ¿Realmente era una estrategia predefinida? Creo que lo mejor es recuperar lo que Jennifer Pelland escribía en el ensayo que le dedica dentro del libro Chicks unravel time:

¿Me estaba perdiendo algo? ¿Era eso todo lo que ella tenía que ser realmente? ¿Qué les llevó a crear el personaje en primer lugar? Quizá simplemente algo se perdió al pasarlo del tablero de creación a la pantalla. Yendo directamente a la fuente original, tenemos esta cita del entonces productor John Nathan-Turner: “ Ella llevará a menudo leotardos y bikinis. Un montón de Papás (SIC) ven Doctor Who y estoy seguro de que les gustará Nicola.”

Papás. Fue escrita para los padres, como un regalo de agradecimiento por la onerosa tarea de ver televisión con sus hijos. No había sido escrita para esos niños. No había sido escrita para mí.

Lo que lo hace incluso más triste es que Nicola Bryant era tan infeliz con esto como yo. En la WishCon de 1994 dijo: “¡Creía que todo el mundo sabía que no estaba a gusto con mis ropas! (…) Quiero decir, básicamente, el problema en lo que a mí concernía con el vestuario era que mi personaje empezó vestido con un bikini, ¡y por lo visto, nunca se vistió! ¡Que buen punto de partida! Y creo que estaría bien si estuviera, ya sabes, interpretando a Leela, porque eres de otro planeta y de algún modo primitiva. Pero cuando se supone que representas, ya sabes, a una estudiante de los ’80, lo que pensaba era: ‘¿De dónde vienen todos estos taconazos y shorts?’”

Puede parecer que estoy diciendo que la forma en que iba vestida era el problema principal. Pero no es eso — es que no se molestaron en desarrollarla más allá de lo que llevaba puesto. Como dijo Bryant en TV Zone (special issue #8, 1993): “La primera vez que vi el guión, pensé que Peri podía haber sido una reflexión acertada sobre los estudiantes jóvenes de los ’80s. Pero pronto descubrí que no era ese el asunto, cuando en el rodaje uno de los maquilladores me preguntó qué pintauñas quería; respondí que no creía que Peri llevara ninguno, sólo para que todos me insistieran en que ella lo llevaría.

En otras palabras, sí, su apariencia era su caracterización. Punto. Fin de la historia.


Efectivamente, Peri era un personaje con una sola nota y ningún recorrido que olvidaba las dos premisas principales de los acompañantes: Crear a alguien con quien el público pudiera empatizar, un sustituto del espectador dentro de las aventuras; y usarlo para que éste tuviera alguien con quien hablar y así exponer y hacer avanzar la trama.

En su lugar tenía esa funcionalidad de atraer un público completamente externo al argumento —no vamos a quejarnos de su aspecto físico, sería tan ridículo quejarse de que alguien sea guapo como de lo contrario, el problema es cuando SÓLO son ese aspecto— y correr de un lado a otro, como un pollo sin cabeza.

Sobre todo en una temporada que contó con un buen número de mujeres interesantes y resolutivas como invitadas, a ambos lados de la ley, durante los diferentes seriales. Comenzando por su primer serial, uno de los platos fuertes de la temporada por suponer el regreso de uno de los grandes enemigos del Doctor.

Attack of the Cybermen nos mostraba no sólo el regreso de los malvados robots, también el regreso de un personaje del pasado del Doctor, Lytton, a quien ya habíamos visto aliado con los Daleks. Aunque en esta ocasión parecía estar del lado de los buenos logrando, sin embargo, que el Doctor acabara causando que los Cybermen se encargaran de él. En realidad detrás de todas las maquinaciones estaban las Cryons, una especie que se diría femenina por completo de extraterrestres cristalinos, cuya naturaleza congelada les hace centrarse en la refrigeración, motivo por el que su planeta fue invadido por los Cybermen y ahora buscan devolvérsela.

El guión fue una suerte de locura, al intentar Eric Saward escribirlo hasta que descubrió que las reglas de la BBC no le permitían escribir más que un serial al año, y ya estaba previsto que fuera el final de temporada. Así que se alió con Ian Levine, el consejero en fandom y continuidad para crear entre los dos un guión con los Cybermen. Saward quería sobre todo presentar a los Cryons como una raza en la que cada uno de los alienígenas tuviera una personalidad distinta y definida, más allá de los atributos de raza que funcionaban como una colmena habitualmente. El problema fue que, como Levine trabajaba para la oficina de producción, JNT decidió que él tampoco podía recibir el crédito, así que se buscaron a una amiga de Saward, Paula Woolsey, que echaría una mano en el guión y por la que acabarían acreditándoselo como a Paula Moore.

La siguiente historia, Vengeance on Varos, escrito por Philip Martin, actor, guionista y creador de la serie Gangsters, un autor al que ya se había aproximado Bidmead pero al que hasta ahora no se le había ocurrido algo interesante sobre lo que escribir. Hasta ahora. Con un serial que tenía mucha de esa venganza, incluida esa crítica a la violencia del programa que Mary Whitehouse llevaba años denunciando y que ahora, con Margaret Thatcher en plena cruzada contra la BBC parecía apropiado, de alguna manera.

Porque nada mejor para hablar de ella que presentar un planeta minero que ofrece un extraño mineral que a nadie parece interesar, principalmente vive de las torturas y muertes a los mineros, prisioneros y guardianes, que se emite para todo el universo —que pueda pagarlo— y que permite a esos mismos espectadores elegir cómo serán torturados e incluso muertos. Una crítica completa y absoluta tanto a las condiciones de los mineros, como a los gobiernos autoritarios, a los espectáculos de violencia y, por supuesto, al propio concepto de reality. Un gran serial con un par de rebeldes, Areta y Etta, que demuestran que la revolución no es cosa de chicos.

Originalmente pensado para un par de temporadas antes, con el Quinto Doctor, Nyssa y Tegan en mente, el guión pasó atorado en la oficina de producción un par de años hasta que Saward decidera rescatarlo. Claro que había que realizar algunos cambios, sobre todo porque mientras tanto había llegado un nuevo Doctor con otra acompañante, y porque creía conveniente descargar de parte de la culpa al gobierno y maximizar la aparición de un villano reptiliano llamado Sil como antagonista principal. Peri, por su parte, acabaría convertida, quizá por la justicia poética, en un híbrido de humano y pollo.

Aunque el hachazo definitivo se lo soltó al personaje la que sería por derecho propio la protagonista femenina de esta temporada. Uno de los personajes que, pese a sus limitadas apariciones televisivas, más fuertemente se han instalado jamás en el imaginario de la serie. Me refiero, por supuesto, a The Rani.

The Rani no es una versión maligna del Doctor como podía ser The Master, ella es una científica. Ciertamente el tipo de científica inmoral a la que le importan más sus experimentos que la posibilidad de dañar a alguien con ellos; pero claro, para ella los humanos tampoco son personas, sólo los Time Lords —y tampoco demasiado, no hay más que verla soportando más que trabajando con el Master—. Mucho más mortífera pero, a la vez, menos malvada.

John Nathan-Turner venía buscando una historia con la que recuperar al Master; Pip y Jane Baker tenían una historia sobre los luditas en la que Saward creía que podía encajar. Ellos pensaron que funcionaría mejor con una pareja y crearon un acompañante, The Rani. Sin embargo, la fuerza del personaje y ciertos cambios en el guión —que favorecían la presencia de un científico que hablara sobre células dormidas del cerebro— aumentaron su importancia como personaje. Fue devorando el resto de la trama hasta que se convirtió en el mismo centro.

Entendida por Saward como un nuevo enemigo para el Doctor que sirve a la vez como un Master menos inútil y en absoluto aficionado a los planes ridículos, dos cosas que no le gustaban del personaje, la idea fue empezar a usarla como villana habitual. Y para interpretarla contrataron a Kate O’Mara, que dotaba al personaje de una fuerza enorme, como una villana de culebrón con un giro inteligente, que acabaría convirtiéndola en la respuesta británica a la Diana de V.

Lo curioso del caso es que parte del fandom la recibió con auténtico escepticismo, como si no pudieran tomársela en serio. Y es una lástima, incluso teniendo en cuenta su uso como personaje regularmente solicitado para su regreso, bien a favor o en contra. Y eso que logra cosas tan importantes como demostrar el comportamiento de género siendo el cerebro tras el Master y no al revés. O demostrando que todo lo que hace no es por lograr un poder físico o unas propiedades, sino por el mero hecho intelectual. El conocimiento, igual que le pasa al Doctor, es su debilidad.

Aprovechando que habían recuperado, aún de comparsa, al Master decidió JNT que era un buen momento para seguir recuperando cosas del pasado. Y que ningún golpe de efecto sería mejor que traer de vuelta al mismísimo Patrick Troughton, siempre tan afable y encantador, que ya durante el rodaje de Los cinco doctores había hablado de lo mucho que le apetecía regresar a la serie. Y, como Frazer Hines sólo había logrado librarse de sus compromisos para un pequeño cameo, parecía apropiado recuperar a uno de los grandes equipos de la serie, así que uno de los peores, el Sexto y Peri, quizá lograrían algo al unirse al Segundo y Jamie.

Para hacerlo aún más a lo grande decidieron irse a rodar a Nueva Orléans. John Nathan-Turner pasaba mucho tiempo dándole coba a los chicos del otro lado del Atlántico, para desesperación de Saward, que veía cómo descuidaba su trabajo —que acababa correspondiéndole a él— en favor de no se sabe bien qué utilidad reuniéndose con aficionados. La idea de JNT era que Lionheart, su distribuidora en EEUU, pagaría parte de los gastos para que se rodara allí. Así que se puso a organizarlo todo.

Saward, por su parte, aprovechó para acercarse al guionista que mejor creía que sabría reunir todas las partes, Robert Holmes, el veterano guionista que había empezado escribiendo en la última temporada de Troughton y había seguido colaborando desde entonces. Holmes, que empezaba a tener problemas de salud, ofreció una historia sobre unos alienígenas aficionados a la buena vida, auténticos gourmands. La idea de Holmes era utilizarlos como gancho para recuperar a los Sontaran y usarlos de una manera mucho más natural que la de sus últimas apariciones.

Por supuesto Lionheart se negó a soltar pasta, algo que JNT se podía haber imaginado recordando el nacimiento de Tegan. De momento sirvió para que tuvieran que buscar otra localización, por ejemplo Venecia, y para que el equipo se fuera allá a filmar en pleno agosto. El director elegido fue otro clásico, Peter Moffat, que se vio embarcado hacia el destino final —Venecia también les pareció muy cara— con un guión aún en desarrollo, pues Holmes tenía que eliminar las referencias estadounidenses.

Lo que ninguno de ellos esperaban era el tremendo calor que se iban a encontrar en el destino elegido. Uno que hacía que los actores, excepto Hines que llevaba con gracia el kilt, procuraran ir en mangas de camisa todo lo posible, mientras que los extraterrestres caracterizados apenas aguantaban con lo que les ponían por encima.

Pero, claro, ¿a quién se le ocurre ir a rodar a mediados de verano a España, por barato que les hubiera salido el viaje a mediados de 1984? ¿No habían aprendido nada cuando estuvieron rodando en Lanzarote Planet of Fire? Más aún, ¿a quién se le puede ocurrir llevárselos en pleno agosto a Sevilla?

El resultado fue un rodaje problemático, un montón de vuelos para uno y otro lado y John Nathan-Turner molestando todo el rato porque el nuevo controller de la BBC, Michael Grade, estaba muy poco por la labor de gastar en Doctor Who, un programa que le parecía poco apropiado para la BBC.

El resultado, pese a todo, fue un buen serial que, aunque continuó con la bajada de audiencia poniéndose por debajo de los 7 millones de espectadores, dejó un buen recuerdo. En el público, porque Moffat acabaría harto de interferencias y resuelto a no regresar al programa, Holmes vio su salud deteriorada, Saward estaba a punto de saltar y los actores no estaban especialmente felices.

En este clima llegó el siguiente serial, Timelash, un ligero entretenimiento cuyo mayor interés consistía en que incluía a un jovencito en medio de la acción llamado Herbert, quien tras una aventura corriendo por arriba y abajo del tiempo y el espacio elegiría quedarse en donde comenzó, planteándose escribir lo que había visto. Este Herbert George Wells, qué cosas. Mientras esto ocurría y JNT seguía metiendo referencias —esta vez al Tercer Doctor y Jo—, en los despachos se jugaba con el destino de la serie.

Así, Eric Saward preparaba el final de temporada, Revelation Of The Daleks, en la que al ir a un funeral el Doctor descubre a Davros, quien, de hecho, ha preparado una trampa para el Doctor con la idea de crear una nueva raza de Daleks que sustituya —y destruya— a los antiguos.

Mientras tanto se iba preparando la siguiente temporada, que iba a tener historias de Holmes y Bidmead, el regreso de la Rani y de Sil, y la introducción de otro Time Lord más…

Pero Grade les anunció que pararían la producción. Tenía la intención de acabar con la serie aquí al considerarla demasiada violenta y carente de humor. Sí, carente de humor. Además, detestaba la versión que Baker estaba realizando casi tanto como el traje que llevaba…

John Nathan-Turner se dio prisa en filtrar la información a los clubs de fans, que se movilizaron rápidamente para salvar la serie. En el proceso, los grandes medios se involucraron también, con gran profusión de quejas y lamentos por su desaparición. Grade respondió que jamás había pensado en cancelarla, que sólo querían que se tomara un descanso y la puso en un hiato durante año y medio. Desde marzo de 1985 hasta abril de 1986. Ah, y volvería a los 25 minutos por capítulo, porque estaba claro que lo de los 45 no había funcionado.

Con todo ese tiempo por delante, John Nathan-Turner estaba decidido a convertir el regreso en un gran éxito para demostrar a la BBC el genio e interés que las aventuras del Doctor tenían. O eso se supone.

Porque lo que decidió fue tirar por tierra todo el trabajo previsto para el año siguiente y comenzar de cero con varias ideas que ni eran originales ni habían funcionado. El Doctor, en un arrebato meta, sería juzgado por los Time Lords por interferir en los asuntos humanos. Exactamente igual que el final del Segundo Doctor y sin contar con que el Doctor aún había sido juzgado por compatriotas al menos dos veces desde entonces; peor aún, el juicio duraría toda la temporada en una historia llamada The Trial of a Time Lord, que reuniría de una vez la complejidad argumental de la temporada 16, The Key to Time y la insufrible extensión del serial The Daleks’ Master Plan, que cerca estuvo de acabar con el Doctor en su tercera temporada.

Durante ese año y medio pasaron más cosas, incluida la salida de Graeme MacDonald como Jefe de Drama y su sustitución por Jonathan Powell. También el rodaje de una radionovela para la BBC y un par de conjuras más.

La decisión tomada sobre la temporada no contaba con que Powell y Grade decidieran que, además de regrresar de los 45 a los 25 minutos, se mantendría el número de 13 episodios, tirando así por tierra la idea de varios seriales continuados. En su lugar serían sólo cuatro las historias que transcurrirían, al estilo de A Christmas Carol, durante el juicio al Sexto Doctor.

Lo primero que vemos es su llegada, amnésico, perdido, sin recordar dónde está Peri; en ese momento descubrimos al Inquisidor, el juez que se ocupará del caso, interpretado por Lynda Bellingham, y al abogado acusador, el adusto The Valeyard (Michael Jayston), quienes le informan de su situación y deciden ofrecer imágenes en la Matrix —una vez más— para demostrarlo.

Así se introducirán los tres seriales, que teóricamente se ocupan del pasado, el presente y el futuro del personaje, antes del cuarto serial que concluiría el juicio. La idea original era que Richard Holmes, muy debilitado por su enfermedad de hígado, se ocupara de la primera y la última serie. La apertura, conocida como The Mysterious Planet, estuvo rápidamente preparada para que Powell diera su aprobación, mientras se instruía al director, un novato, sobre lo que querían. JNT no tuvo problemas en gastar ochenta mil libras en unos planos iniciales del lugar del juicio, que esperaba reutilizar y que serían el efecto especial más caro hasta el momento.

Una de las conspiraciones era la de Nicola Bryant con Colin Baker. Habían decidido que si nadie se preocupaba de Peri ellos lo harían. Y ya que había logrado algo de ropa en los últimos episodios de la anterior temporada, ahora habían decidido que durante el hiato habían seguido viajando juntos y ahora su relación era cordial. Lamentablemente los guionistas seguían sin saber qué hacer con Peri —o, más bien, sin poder hacer mucho más, dado que estamos hablando aquí de Holmes, que había escrito a la práctica totalidad de acompañantes desde Jamie y Zoe—, de modo que Bryant anunció a Nathan-Turner y Saward su intención de largarse de la serie.

Ocupados como estaban, esto les llevó a decidir que en el siguiente serial Peri encontraría su destino y, una vez bien muerta, le sucedería en el tercero una acompañante nunca antes vista. JNT creó para ello a Mel, una técnico informático dicharachera a la que Saward acogió con reticencia.

Juntos empezaron a trazar, además, la segunda parte, encargada a Philip Martin, con el fin de que recuperase para ella a Sil. Lo último que esperaban era que el día en que terminaba el plazo Jonathan Powell les hiciera llegar un montón de correcciones para el primer serial. Correcciones que iban desde comentarios sobre la necesidad de establecer desde el principio que se estaba juzgando al Doctor hasta quejarse del tono más humorístico que Grade había solicitado. Parecía improbable, pero los responsables de Doctor Who acababan de descubrir que tenían dos oponentes en la cúpula de la BBC.

Eric Saward, descontento con el trato recibido por los guiones de Peter Holmes, fue a hablar con Powell acompañado por el director asignado, para informarle de que si se hacían cambios sustanciales no iban a estar a tiempo. Sobre todo porque algunas partes ya estaban grabadas. Aceptaron que el juicio no fuera el gancho del final del primer episodio sino su apertura, y ése fue el mayor cambio que se realizó. Eso no evitó que el Jefe de Guionistas sintiera que la BBC estaba en su contra y que John Nathan-Turner, en vez de respaldarles, estaba dedicado a tonterías como realizar el casting de Mel.

Finalmente, el rodaje de The Mysterious Planet estuvo listo, y con él la primera parte, en la que el Valeyard enseña al Doctor su participación en una rebelión en el distante planeta Ravolox, cuya superficie fue teóricamente destruida por las tormentas solares —aunque ellos lo encuentran perfectamente habitable— y ahora está en manos de Reina Katryca, monarca de la Tribu de los Libres, mientras que en el subsuelo habita otro grupo de hombres liderados por el robot Drathro, al que los timadores —y alivio cómico— Glitz y Dibber tratan de sonsacar sus secretos. El más importante de ellos, sin embargo, es que en realidad Ravolox es la Tierra. Aunque eso significa que en este futuro la Tierra fue apartada de su órbita por fueras desconocidas.

El personaje de Glitz fue rápidamente marcado como uno con potencial como para regresar, y así se le hizo saber a Holmes. Martin seguía preparando Mindwarp, ya listo para empezar a rodar.

En él, la prevista muerte de Peri llegaría al encontrarse el Doctor y ella en mitad de otra de las maquinaciones de Sil, que incluían un trasplante de cerebros a consecuencia de un aumento del mismo. Además del guerrero Rey Yrcanos, que llegaría dispuesto a acabar con el Doctor pero al que Peri trataría de poner de su parte, aunque fuera sólo para salir con vida. Algo que al final no conseguía.

Para entonces JNT ya había elegido a la actriz que interpretaría a Mel, la ex-niña prodigio Bonnie Langford, una elección que hizo a Saward chocar de nuevo con él. Y hubiera pasado a más de no ser porque Holmes estaba terminando los guiones del final con su ayuda, pues su hígado había llegado a tal punto de colapso que iba a requerir de inmediato su ingreso en el hospital.

De manera que dejó el serial introductorio de Mel —aunque ya aparecía como acompañante sin mayores presentaciones— en manos de Bidmead. Cuando Nathan-Turner vio lo que el ex-jefe de guionistas estaba preparando decidió reemplazarle. Entre Saward y Levine decidieron encomendárselo a P.J. Hammond, creador de Sapphire And Steel, pero tampoco esta vez estuvo contento y acabó pidiéndoselo a los Baker, a pesar de saber lo que Saward opinaba sobre su forma de lograr una producción rápida.

En este caso poco iba a decir Saward, que había logrado terminar los guiones de la cuarta parte y se dedicaba ahora a velar a su amigo Robert Holmes, ingresado poco después de lograr completarlos. La idea para ese gran final era que se produjera la revelación de que tras el juicio se encontraba el Master y, en homenaje a ese final que nunca pudo tener Roger Delgado, que les equiparaba con Sherlock Holmes y Moriarty, acabaran cayendo en un vórtice temporal que permitiría darle cualquier final a la serie, o comenzar la siguiente temporada como mejor quisieran.

La grabación del segundo serial estaba siendo un desastre, mucho más con Saward dedicado a otra cosa. Y John Nathan-Turner dedicado también a las suyas. La serie navegaba sin rumbo y las cosas sólo podían ir a peor. En ese momento Robert Holmes, el guionista por excelencia de la serie, falleció.

La falta de respeto con su muerte fue lo último que necesitó Eric Saward para hartarse definitivamente de Doctor Who. Una serie que veía condenada por el odio de sus superiores y por el nulo interés que el productor parecía tener por ella para algo que no fuera externo a la misma. Además, su falta de voto y la cantidad de veces que se había decidido obviar su opinión, la última de las cuales con el Cast para Mel y el contrato con los Baker, le acabaron de decidir. Dimitía con efecto inmediato.

Tan inmediato que cuando Colin Baker le llamó para preguntarle si uno de los giros argumentales del segundo serial —en el que el científico loco Crozier, responsable del aumento de cerebro del jefe de los Mentors, Kiv, le dispara con un arma que le vuelve malo— significaba que el arma había resultado realmente, que el Valeyard estaba trampeando con las evidencias o que el Doctor estaba fingiendo como en otras ocasiones; todo lo que logró de Saward fue que le dijera una versión de ni lo sé ni me importa.

Visto lo cual, John Nathan-Turner cogería las riendas de los guiones él mismo, empezando por ocuparse de la supervisión del segundo serial y ayudar a los Baker con el tercero, en el que se enfrentarían a una nueva especie alienígena de origen vegetal, creada por la manipulación genética botánica, que estaba acabando con los pasajeros de un crucero estelar. Efectivamente, JNT esperó a que Peri estuviera fuera de la serie para poner una amenaza en la que una botánica hubiera podido ser de utilidad.

El serial se acabó con los problemas habituales pero habiendo dejado establecida a Mel como acompañante para un hipotético futuro. Aunque eso significaba que a Nathan-Turner le tocaba afrontar un nuevo problema: ¿cómo concluir el juicio?

Con Saward retirado y Holmes muerto, los dos episodios que quedaban parecían estar en el aire. La oficina de producción se puso en contacto con el antiguo jefe de guionistas para confirmar que pudieran usar los guiones que les habían dejado. Saward se lo dio, pero en cuanto John Nathan-Turner decidió empezar a realizar cambios a lo escrito montó en cólera y se lo revocó, llevando a JNT a contratar de nuevo a los Baker para escribirlo entre los tres, con todas las modificaciones que él quisiera.

El primero de los cuales era que en realidad el Master aparecía para advertir al Doctor, su viejo enemigo, de que no podría salir de allí con vida porque el Alto Consejo de Gallifrey había decidido acabar con él de una vez por todas. Por ello habían arrasado la Tierra y cambiado su localización espacial creando Ravolox, y por eso mismo habían usado como acusador a The Valeyard, una palabra en ingles arcaico que significa El Doctor en Leyes, la emanación de su lado negativo entre las reencarnaciones duodécima y la última.

Sería él y no el Master quien protagonizara la lucha final, sobre todo ahora que se había desechado la idea de Holmes de que fuera su última encarnación, prefiriendo ese lado negativo más manejable en el futuro. Además, el Master volvía a ser un villano, no un anti-héroe, que estaba allí como plan B para acabar con el Doctor, y también se le volvía a usar como material cómico emparejándolo con Glitz. Puestos a modificar cosas, se utilizaron clips de los seriales de la temporada para cambiar cosas que a JNT no le gustaran, siendo la más llamativa la revelación de que en realidad el segundo serial no concluía con la muerte de Peri; su intento de seducir a Yrcanos no era un plan para lograr escapar, uno que este jefe guerrero había sabido ver y que había llevado a su muerte a la acompañante. En lugar de eso se nos informaba de que había sido manipulada la Matrix por el Valeyard y que lo realmente ocurrido fue que… ¡¡¡ Peri se casó con Yrcanos!!! Algo que Nicola Bryant descubrió horrorizada viendo el programa. Parecía que, incluso tras su marcha, JNT había logrado una manera de destrozar el personaje de Peri incluso aún más.

En el nuevo final el Doctor y el Valeyard se pelean en la Matrix, el Doctor trata de lograr restaurarla sin manipulaciones, Mel sale de la pantalla para advertir a los Time Lords de los problemas que supondrían la ruptura de la Matrix, el Alto Consejo es depuesto —entendemos que por traición—, lo que permite al Inquisidor declarar inocente al Doctor a su regreso a la realidad, tras haber hecho explotar el arma del Valeyard, la Fantasy Factory, condenándole a la desaparición. O eso cree él, pues tras marcharse de Gallifrey el Inquisidor ordena que sea reparada la Matrix y vemos que el encargado es el propio Valeyard.

Con este giro innecesario final terminaba la temporada, pero no la historia. Aún molesto por lo sucedido, por todo lo sucedido, Eric Saward era entrevistado para el magazine Starbust y allí explotaba definitivamente contando extensamente sus problemas con John Nathan-Turner y con los mandos de la
BBC. Pronto los medios de comunicación se hacían eco de ello también.

JNT se puso furioso por lo que consideraba una traición: por primera vez los trapos sucios eran lavados en público, antes incluso del final de la emisión de la serie. Veía muy negro su futuro, más aún tras lograr unos datos de audiencia discretos, aunque hubiera mejorado la valoración de los espectadores. De modo que cuando fue convocado a hablar con Grade y Powell suponía su inminente despido.

En su lugar se encontró con que iban a darle otra oportunidad a la serie. De nuevo con el formato corto en episodios y duración, pero, eso sí, había algo que hacía falta cambiar. A ninguno de los responsables de la BBC le gustaba Colin Baker ni su abrigo, debía ser despedido fulminantemente. En cuanto al futuro del propio Nathan-Turner, quedaron pendientes de comunicarle cuál sería su destino. Aunque si se encargaba él mismo de hablar con Baker parecía posible que le ofrecieran algo mejor…

Cuando Colin Baker —un fan de toda la vida, que había demostrado compromiso y había utilizado sus energías en realizar la mejor versión posible, evitando crear problemas innecesarios y respaldando a sus acompañantes— conoció la decisión, se sintió traicionado por el productor; él mismo lo comentó en varias entrevistas, igual que lamentó la imposibilidad de poder permanecer más tiempo demostrando que valía para el puesto.

Pero la TARDIS había vuelto a girar y era el momento de encontrar a alguien que pudiera cambiar el destino de la serie de forma drástica.


Espoileables zonas problemáticas interneteras

El choque, junto con la tensión, es lo que suele explicar la mayor parte de problemas del mundo. Sobre todo cuando van más allá de los hechos para convertirse en un choque de opiniones. Igual que se discuten otros límites, el de la información produce olas.

Estoy hablando, por supuesto, de los spoilers, los famosos destripes que son tanto una forma inevitable de comentar y analizar un hecho como una forma de cambiar el punto de vista a la hora de abordarlo.

Hace un par de semanas tuvimos un estallido general con Juego de Tronos. No acabo de entender la popularidad de esta serie pero llevo viendo, oyendo y leyendo a gente comentarla durante años. Ya debemos estar incluso cerca de poder decir décadas. Y los giros de la trama, más o menos inesperados, siguen representando uno de los puntos candentes, capaces de desencadenar la tormenta, como suele ocurrir al menos una vez por libro en esta saga, casi siempre a un tercio del final.

Como era de esperar, estas revoluciones llevaron a la gente a querer comentar lo sucedido —con diferentes grados de detalle— en todos los medios que existen ahora para ello, lo que llevó a un choque con la gente que, por unos motivos u otros, no había visto aún el episodio pero sí quería seguir usando los medios sociales.

No sólo es un tema delicado, también tiene múltiples niveles de enfrentamiento y acaba, al final, basándose en algo tan poco habitual como el respeto por los demás y las buenas maneras. En ambas direcciones.

Es delicado porque parece un error tratar de coartar la libertad de expresión de los demás. Al fin y al cabo, esa excitación con la ficción —centrándonos en este caso, claro, podríamos hablar también de algún momento en los realities, especialmente en los dedicados a concursos—, con el producto final, es lo que ha buscado el autor. Lo que pretende provocar. Y en ese estado es lógico querer compartirlo. Opinar. Discutir. Intercambiar impresiones.

¿No se supone que es esa la finalidad de las redes sociales?

Y, sin embargo, ¿qué marca los tiempos? O, mejor dicho, los lugares. ¿Es necesario poder comentar todo en cada sitio sin preocuparse por los demás? ¿Es un ejercicio de libertad o es mear en la calle?

Otro punto es la distancia entre los medios en que se puede encontrar la obra. Cuando una obra se basa en otra anterior, la distancia entre medios se multiplica, pues podemos contar tanto el tiempo de su última aparición como de su primera versión. En el caso que nos ocupa el libro apareció en inglés hace trece años, ¿debemos atenernos a eso? Creo que la diferencia de medios y de la gente que a ellos acude debería ser suficiente para disuadir a los seguidores de uno de centrarse en el otro. Sobre todo porque es raro encontrarse a gente que tenga una cultura lo suficientemente amplia como para que no le afecte ningún intercambio de formatos. Pensemos, sin ir más lejos, en el tránsito del papel al celuloide: ¿Podemos entonces destripar impunemente el final de El juego de Ender —de próximo estreno— porque el libro original tiene casi treinta? ¿Y de El gran Gatsby? ¿ Romeo y Julieta? ¿Dónde ponemos el límite? ¿Debe la antigüedad de la publicación original —papel, película, serie…— justificar que un medio moderno sea tratado diferente? La justificación parece caer por su propio peso en cuanto consideras todos los formatos como el mismo: ¿Si vieras a alguien leyéndolo considerarías que se le puede destripar? ¿Pese a que existan versiones en otros formatos que ha podido conocer? ¿No le preguntarías por dónde va?

Sabiendo qué conocimientos previos se tienen o tanteando por dónde va se pueden mantener conversaciones. Y es que podemos plantearnos en serio preguntas como: ¿No se puede hablar de una obra sin destriparla? Es algo que yo me pregunto muy a menudo. Hace dos semanas comentaba aquí Bates Motel; como lo importante no era realmente lo que pasa tanto como la construcción y el uso de una narrativa que da por hecho el conocimiento de la obra que precede, decidí no contar gran cosa sobre las obras anteriores. Y es una decisión igual de ilógica. Porque en un medio de comunicación extenso como esta columna podría simplemente haber señalado que iba a destripar el argumento. Si hubiera sido necesario lo habría hecho.

La semana pasada hice un repaso completo al Quinto Doctor, la etapa Davison en sus tres años. Y para contarla hubo que destripar argumentos, hablar de llegadas y salidas de personajes secundarios, de muertes, villanos tras la cortina y toda una serie de sucesos que quizá hubiera sido mejor no saber si se tiene en mente ver la serie. Al menos en breve, si uno no tiene buena memoria.

Esta misma semana se ha anunciado a bombo y platillo un cambio grande en uno de los próximos episodios de Doctor Who. Algo que cambiará la serie, sin duda alguna, y que habría sido mucho mejor si no se hubiera sabido. Sin embargo se filtró. Bien por decisión propia o por estrategia de comunicación, tanto da. Igual que los concursos que avisan de cuándo han dado un gran premio haciendo irrelevante ver el resto de los capítulos porque allí no se van a dar.

Cuando salieron las nuevas películas de Star Wars se planteó la posibilidad de que hubiera gente que las viera por primera vez y en orden, de manera que la revelación en El imperio contraataca no lo fuera tanto. Claro que avisar de que hay una revelación ya predispone a que el público observe de una manera diferente.

Hitchcok es, precisamente, el que suele ser mencionado en estos casos. Tanto cuando se habla de la diferencia entre sorpresa —una bomba estalla en un maletín bajo la mesa de dos hombres que toman café— como de suspense —sabemos que en el maletín bajo la mesa en la que dos hombres toman café hay una bomba que se va a acercando a la explosión— como cuando se recuerda que pedía que no se contara el final de Psicosis porque era el único que tenía.

Aunque lo de pedir que no se revele un final sorpresa o un giro inesperado es más antiguo. Y se ha usado en escenas como la de Homer saliendo de El imperio contraataca, que es precisamente una de las escenas que podrían resumir esta discusión.

Vayámonos incluso antes: La Illiada. O Beowulf. O vuestra historia mítica favorita. Tanto da. El caso es que se siguen haciendo adaptaciones. Sigue habiendo películas, series o libros en los que la gente descubre lo que ocurrió allí. Y podemos culpar a la gente pero, la verdad, también hubo un momento en nuestras vidas en el que no lo conocíamos. Por fuerza tuvo que existir. ¿Comentarías lo que le pasa a los griegos al lado de la cola para ver Troya? Piensa que ha habido gente capaz de esquivar los espoilers toda su vida adulta, ¿por qué hacerles daño?

Un ejemplo más: la promoción de la nueva película aún en rodaje de Spider-Man ha ofrecido la posibilidad de especular sobre si se adaptaría un hecho sucedido en el cómic hace casi cuarenta años, algo que cualquier lector de la serie sabe más que de sobra —pesados como son en Marvel con ello— pero que la mayor parte de los periodistas ha tratado como un spoiler de la película, no del cómic. Es decir: no poniéndolo en titulares, no la imagen en carruseles, y avisando antes de que podrían revelar detalles importantes.

Ese es, para mí, el camino. Si hay que revelar algo para un análisis o una historia lo mejor es advertirlo, hacerlo desde el principio, evitar que el lector se encuentre con ello de sopetón, incluso entre las imágenes destacadas —un medio americano hacía su reseña con destripe del capítulo, usando una imagen del momento fundamental que, obviamente, era la destacada tanto en la sección de novedades como en la columna de lo más visto, todo un fallo épico—, aunque sea solo para evitar modificar la visión del damnificado.

Aunque eso nos llevaría a tres lugares distintos, siendo el primero la discusión sobre el público. Cuando uno escribe se encuentra con que no sabe a quién va a llegar. No lo sabe porque si escribes en una página no controlas quién va a leerte y si lo haces en las redes sociales no sabes quién va a compartir el contenido que tú generas, cómo lo va a hacer o quién puede acabar llegando a verlo. Incluso se puede dar que la información se apile junto a otra, formando una combinación mortal. Pero ahí ya entra la responsabilidad del que comparte: la existencia del compartidor de información modifica la idea del cuidado en la creación, cambiándola por el que debe tener el que comparta, avisando si fuera necesario del contenido de los enlaces.

Pasemos al siguiente punto principal: La responsabilidad del espoileado, su tolerancia debida. Porque también pueden ser muy mijitas. Claro que sí. ¿Cuánto tiempo pueden pasarse sin ver algo que tienen interés en ver? ¿Por qué entran donde no deben? ¿Por qué no paran de leer tras el aviso? Y aquí sólo puedo decir que, si hay un aviso y se lee, es culpa del lector; si entran donde no deben podemos discutir cómo de claro era que no debían entrar ahí; si se trata de una reseña claramente identificada será culpa suya, sin duda. Pero… ¿nos vamos a meter en el tiempo que tarda alguien? Mejor hablemos del tiempo en el que hay que ser más cuidadoso. La famosa Regla de las 24 horas durante la que guardar silencio espoileador. Sólo en los destripes. Valorar la calidad o intensidad, lo que nos gusta y otras opiniones no referidas a la trama no entrarían, claro.

Y, sin embargo, parece que se trate de incluir en este tipo de sitios en los que no deben entrar esas mismas redes sociales —aislar a una parte de la sociedad no sé yo si es lo más social que se deba hacer—. Porque se expone a meterse en medio de la comunicación de los demás. Igual que viajando en autobús o entrando en su casa, supongo. Y, por lo visto, lo correcto sería o bien darse mucha prisa en ponerse al día, participando del entrañable frenesí de consumo cultural, o bien permanecer en un agradable aislamiento social hasta haber cumplido. Aunque esto deja bien claro que en ese choque de esferas de conocimiento hay quien aboga por la exclusión social de aquellos menos informados que ellos.

Como decía antes, el estudio del comportamiento con los destripes podría servir para examinar la propia comunidad, sus relaciones de solidaridad y hasta qué punto esta existe o es sólo impostada.

Pero hablemos de la última parte, las maneras en que la percepción se ve modificada. Decir que pasa algo concreto y citando a qué personajes es, sin duda, la más clara. Citar lo sucedido o los implicados es un poco menos claro. Dar a entender que pasa algo gordo o una generalización sobre los implicados, aquí ya empieza a ser menos claro. Decir, simplemente, que algo ocurre… ¿No debería ocurrir algo en todos los episodios? ¿Pues por qué habría de sonarnos raro entonces? Quizá porque, aunque no se cuente un desarrollo de la trama, si se aumenta la importancia al respecto, se crea lo que se llama hype, que debe corresponderse a algo grave, de manera que el propio hype nos advierte de que no es un capítulo normal.

Pensemos de nuevo en el choque de formatos. Lo que ocurre en una serie, o en un libro o en un cómic, puede ser algo cotidiano para sus asiduos pero ajeno para aquellos que lo ven en un nuevo formato, película, serie… De manera que alguien puede ser una muerta recurrente con cuarenta años cadáver y una importancia compleja y, a la vez, un personaje completamente vivo y fundamental. Así, si uno se sube en un formato, se encontrará con una relevancia distinta. Parece claro que si te encuentras a alguien viéndolo en el formato nuevo el tiempo que lleve la historia disponible para el público va a influir pero, ¿significa eso que si te encuentras a alguien leyendo el original vas a comentarle cómo termina?

Y, sin embargo, ¡qué locura! ¿No hay ningún medio de comunicarnos y discutir lo que ocurre en ellos? ¿No debería buscarse una manera de que podamos compartir y discutir? Pero sí que la hay: Avisando primero o dentro de las zonas habilitadas. La figura de las webs de reseñas es cada vez más popular, de manera que no debería sorprendernos saber que algunas, como el AV Club, hacen reseñas por separado para lectores del libro y para no lectores y que en las reseñas se solicita que se hable sólo hasta ese capítulo, sin referencias a lo que está por venir, o ha venido. Del mismo modo, avisar de que se va a destripar algo es el mínimo de cortesía en un foro. Cuando aún existía en internet algo llamado netiqueta y se dejaba espacio entre el aviso y el destripe. Hoy en día es algo difícil de encontrar porque la duración es menor y los destripes pueden llegar mediante un retuiteo de la parte central de un comentario extenso.

Sólo que en ese caso la culpa no es del que ha generado ese contenido sino del que lo ha compartido. Igual que si un usuario decide autoespoilearse poco puede decir o quejarse. Si te vas a leer una historia del cine y te saltas las advertencias, u obvias que el autor señala al principio que para realizar correctamente algunas partes de la crítica —pues la crítica en profundidad necesita partir obviamente de un conocimiento profundo de lo criticado— va a tener que despiezarlo, será sólo tuya la culpa de lo que descubras.

Como decía, son los menos. Pero existen. Esos mijitas que reclaman que no se hable de algo. No es lo habitual, claro, porque cuando se asume que algo es conocido —es decir, cuando no tienes el buen juicio de empezar con un ¿Conocéis…? — suele acabar con un ¡Que yo no lo sabía!.

Llegamos al momento de valorar cómo nos modifica el comportamiento al afrontar la obra. Pero, claro, ¿en qué condiciones reales vemos algo? Es casi imposible ver una ficción sin unos conocimientos previos o sin tener en cuenta los roles tradicionales y los clichés típicos. Suponemos, aunque no sabemos, un montón de cosas en función del equipo técnico y artístico que se reúne para realizarla.

Sin embargo… Se suele decir que una obra gana en matices porque con cada visionado puedes centrarte en cosas distintas. También que la persona que funciona como receptor de la misma no es dos veces la misma. Incluso si te la pones de nuevo según ha terminado la primera pasarás a ser la persona que eras al principio pero habiéndola visto una vez.

Repasemos entonces el problema del destripe en sus distintos aspectos:

– Es, fundamentalmente, un choque de esferas de conocimiento. – Resulta también una muestra social. Una parte de la sociedad reclama que otra se autoexcluya o acepte como inevitable ese choque. – Es un asunto que trasciende formatos. Aunque, a la vez, los jerarquiza. El formato más reciente siempre facilitará el acceso de nuevas personas a esa información. El cambio o renovación del formato debe ser tenido en cuenta. – Querer hablar de ello es muy natural. Pero nada te impide, ya que vas a hacerlo, indicarlo apropiadamente. Las nuevas fórmulas de interacción social pueden minimizar estos intentos de comportarse correctamente, pero avisar nunca está de más.

Y añado para mí que ocultarse bajo la incorrecta manera de actuar de los demás es muy español pero bastante pueril.

Hablar de las buenas maneras o la netiqueta puede hacer pensar que estás loco. O que te estás introduciendo en terrenos pantanosos. Al fin y al cabo, la definición de las buena maneras es tan difusa como la de lo que es spoiler. En realidad debería quedar claro que lo haces socializando. El equivalente más cercano que se me ocurre es el del tabaco. Gente que quiere ejercer su libertad, gente que quiere que no se le moleste y la común idea de que echarle el humo a otro a la cara es de mala educación pero no esté tan claro si uno debe procurar que el viento no lleve el humo a los ojos de los demás.

Por encima de un problema de las diferencias culturales, las esferas de conocimiento, la globalización en la era de las redes sociales, al final todo acaba teniendo que ver por la preocupación que nos producen los demás y cómo decidimos relacionarnos con ellos, dónde ponemos los famosos límites que pueden molestar a los demás. Y no sabría yo si existe alguna correlación con los del humor, pero me atrevería a decir que es un asunto distinto.

Pero parece que al final todo se reduce a una cuestión de buenas maneras.


Quinta Peter Davison tumultuosa

Hasta este momento Doctor Who había ido hacia arriba. La época Hartnell tuvo la Dalekmanía, la Troughton vio la aparición de grandes enemigos, en ambos casos tuvieron unos finales de etapa llenos de vicisitudes con importantes bajadas de audiencia. La de Pertwee no tuvo esos problemas y los cinco años fueron subiendo hasta que un desacuerdo económico ayudara a poner fin al formidable equipo que estaba formado con Letts y Dicks. De manera que, sin un inicio hundido que rescatar, la etapa de Tom Baker con Robert Holmes y Philip Hinchcliffe pudo brillar al máximo. Y, quizá en parte por ello, logró convertirse en el blanco de las quejas de asociaciones como la de Mary Whitehouse. La marcha de Hinchcliffe y Holmes tras la polémica con The deadly assassin fue el inicio de los problemas.

Tom Baker estaba envalentonado, Graham Williams fue un productor débil y el puesto de Jefe de guionistas era una patata caliente. Todo eso contribuyó a empeorar la serie y causar una bajada progresiva de la audiencia. Así que para su primera temporada post- Baker John Nathan-Turner decidió intentar activamente regresar a la grandeza, tal y como habían hecho antes con el Segundo y el Tercer Doctor. Y para eso lo primero que necesitaba era un Quinto Doctor.

Como era su costumbre, se volvió a la producción que más influencia había tenido en él, All Creatures Great and Small, en cuya producción había colaborado y que tenía a una joven estrella que encontró perfecta para el papel. La serie, que cuenta las andanzas de un veterinario y sus colegas, había visto cómo su actor principal sufría un accidente de coche que obligaba a darle más papel a otro de sus colegas. El papel le convirtió rápidamente en una estrella de la televisión británica, y también en el elegido por JNT.

Peter Davison llevaba años actuando, pese a lo cuál lo primero que hizo fue negarse a aceptar el papel. Al fin y al cabo él sólo tenía 29 años. Pero JNT siguió insistiendo y le puso un plazo para que se lo pensara mejor. Davison se dio cuenta de la importancia del personaje y aceptó encarnarlo.

La nueva temporada seguiría con la idea de la anterior de eliminar el humor y centrarse en la parte científica. Y como con Tegan, Nyssa y Adric aquello parecía un autobús, decidió también que hacía falta un ejemplo para que la gente se diera cuenta de que estaban ante una serie distinta.

Castrovalva, el primer serial de la temporada, comenzaba con el Doctor aún recuperándose. Su recuperación le llevaría a mencionar a varios acompañantes del pasado, forjando así lazos con la historia de la serie. Y también una nueva aparición de The Master en lo que sería el final del arco empezado en los dos seriales anteriores, motivo por el que tenía por guionista al saliente Christopher H. Bidmead. En realidad estaba pensado realizar una historia por los guionistas de Meglos, pero no acababa de estar preparada y la presencia de Davison como protagonista de la sitcom Sink or Swim hizo retrasar el estreno de la siguiente temporada hasta enero de 1982, dando tiempo al equipo para buscar una solución. Más aún, le daba tiempo también para que grabara un par de seriales antes que el primero, para que fuera pillando rodaje y diera una mejor impresión en éste. Y también en que Bidmead podía dar una sensación de unidad y cohesión, cerrando un ciclo con The Master.

Bidmead pensó en usar el fenómeno de la recursividad como base del serial e inspirarse en las obras de M. C. Escher para los aspectos generales de la obra. Un episodio bien basado, por tanto, en esa ciencia a la que Nathan-Turner quería acercarse. Durante el desarrollo, el jefe de guionistas de transición, Antony Root, había anunciado que se largaba y el propio JNT estaba ocupándose del tema mientras buscaba a su reemplazo.

Lo que no podían esperar es que el controller de la BBC de la época, Alan Hart, preocupado por los malos resultados de audiencia contra la serie USA que la ITV les había puesto enfrente — Buck Rogers In The 25th Century, para los curiosos—, decidiera que hacía falta un cambio de horarios. Y como la BBC estaba pensando en crear una soap opera que emitir sólo dos días a la semana pensaron en hacer experimentos con series consolidadas. Así, la elegida para probar si EastEnders podría funcionar no sería el Batman de Lorenzo Semple Jr. sino Doctor Who. Dejaría su tradicional sitio los sábados por la tarde para ocupar la noche de los lunes y martes. Programadores, ¿quién les entiende? No parece que hubieran tenido en cuenta los datos para la decisión, sobre todo viendo que las reemisiones, agrupadas como Las cinco caras del Doctor para preparar el terreno a Davison, tenían más audiencia que la última temporada.

El segundo serial, Four To Doomsday, nos presentaba al Doctor habiendo olvidado ya el aleatorizador y tratando de llevar de vuelta a la tierra a Tegan. Sin conseguirlo, claro. De por medio se encuentra con una parábola de la monarquía y la explotación de los súbditos: El Morach —tal es su nombre, sutileza cero— trata de viajar más rápido que la luz para encontrar a su Dios que, está convencido, será él mismo. Para lograrlo tiene a sus súbditos esclavizados y ha saqueado los recursos de su planeta, Urbanka, obligándole a ir a otros para seguir saqueando recursos, y si hay que quitarse de en medio a la población humana para que entren los urbankitas, pues se deshace uno de ella y en paz.

La extrema sencillez de la trama y de la crítica, emitida en la BBC sin mayores problemas, lograba sintetizar ese cambio a lo serio sin por ello dejar de ser un programa para toda la familia. Una sátira de la burocracia y la megalomanía, con referencias a La guerra de las galaxias también, que no vendría de la mano de los guionistas sino del director de Meglos, Terence Dudley, quien, al comprobar la imposibilidad de realizarlo, ocupó el lugar que el nuevo serial de los guionistas estaba previsto que tuviera.

Mientras tanto Davison se encontró con que, quitando el uniforme que JNT quería para facilitar las ventas de material relacionado, y que había terminado siendo un traje de jugador de cricket eduardiano y un broche vegetal, le habían dado poco más con lo que trabajar. De modo que acabó basándose en su viejo personaje, creando a un doctor dulce y compasivo y dispuesto a dar segundas oportunidades. Lo que explicaba también que tuviera la TARDIS como un autobús lleno de gente. Algo que le permitiría a JNT quitar a un acompañante antes de que terminara la temporada, siendo la elegida Nyssa. La actriz Sarah Sutton protestó, respaldada por Davison, y logró un cambio en su contrato, al menos de momento, así como un cambio de indumentaria, pasando a usar pantalones en lugar de los vestidos que le había tocado usar hasta ese momento.

Uno de los principales problemas de esta temporada es que los personajes exponen cómo son ellos o los otros, pero las acciones muchas veces no acompañan esas descripciones. Eso no significa que Nyssan no fuera un gran personaje, inteligente y resuelto, o que incluso Tegan, Adric o el Doctor no tengan puntos fuertes… pero sí que la oposición de virtudes de los personajes femeninos hace que queden alejados de los valores comúnmente asociados dentro de los clichés a ellas, para asociarlos al Doctor. Un Doctor que aparecerá principalmente lleno de dudas, incapaz de proteger a nadie y fundamentalmente débil.

El cambio de fechas implicaba un menor número de episodios, lo que significaba que debía tener dinero de sobra por los episodios no desarrollados. La BBC pensaba que si no se iban a emitir, para qué pagarlos, oponiéndose a la idea de Nathan-Turner de aprovechar el dinero para mejorar el presupuesto de la temporada. Al final se llegaría a un trato por el cuál ese dinero previsto y no utilizado iría al piloto del primer spin-off del Doctor, K-9 And Company, del que ya hablaremos en el futuro.

La permanencia de Nyssa suponía realizar algunos cambios en guiones, pero la verdad es que muchas veces eran los propios guiones los que iban variando sobre la marcha. Por ejemplo, en Kinda estaba prevista la historia con Tom Baker en mente, como chaman sabio, un cargo que difícilmente podría tomar Davison, y los acompañantes eran originalmente Romana y K9, mucho antes de que entraran Adric, Nyssa y Tegan. Durante el tiempo en que se suponía que Nyssa desaparece se había logrado un guión que ahora podría haberse tambaleado de no haber optado por la vía expeditiva: al final del anterior serial, Nyssa sufriría un contratiempo que le obligaría a permanecer en la TARDIS durante todo el siguiente. La historia en sí mezclaba ideas budistas con una estructura cercana a la de El nombre del mundo es Bosque, de Ursula K Le Guin, aunque el guionista Christopher Bailey siempre haya dicho que no había leído la novela. La historia permitía oponer a este Doctor amable con un ser superpoderoso, centrarse y conocer mejor a Tegan —que a estas alturas empezaba a ser caracterizado como una quejica que hacía poco más que discutir todo el rato con el Doctor— y ofrecer una historia sobre el conocimiento y su búsqueda. Además de una serpiente gigante de papel maché conocida como The Mara, claro.

Otro de esos guiones que daban vueltas casi sin fin era el que Eric Saward escribiría en The Visitation, una historia sobre la peste y los teatros con alienígenas que han entrenado a ratas portadoras de la plaga, que no tiene más que un par de puntos de interés. El primero era el intento de lograr mejorar la expresividad de los villanos gracias a animatrónicos, con el claro objetivo de que dejaran de meterse con los efectos especiales de la serie. El segundo es más importante: Saward pensó que sería realmente sorprendente ver cómo destrozaban el destornillador sónico del Doctor, sin imaginarse que JNT estaba buscando una excusa para quitárselo de enmedio al creer que hacía demasiado invencible al Doctor y que era usado como un recurso salvador demasiado habitualmente. De manera que este serial acabaría siendo la última aparición del destornillador sónico en todas las series clásicas. De paso, le valdría a Eric Saward para ganar el puesto de Jefe de Guionistas, del que Antony Root había huido, poniendo fin a la inestabilidad de Protagonista-Productor-Jefe de Guionistas que llevaba minando la serie los últimos años.

La siguiente historia también marcaría por algo externo: Black Orchid, una especie de recompensa concedida a Terence Dudley por su rapidez con Four to Doomsday, así como para aprovechar un hueco sobrante de dos capítulos —estaban previstos todos los seriales de cuatro capítulos, pero al decidirse a hacer el piloto de K9 ocupando el espacio de dos de esos capítulos sobraban los otros dos—. Esta historia doble, centrada en unos asesinatos misteriosos en los años veinte por el poderoso motivo de poner al Doctor a jugar al cricket, acabó siendo, sin embargo, la última vez que se realizara un serial sin aparición extraterrestre o de ciencia ficción —motivo por el que había sido rechazado por Bidmead en su momento—. No es tanto un serial histórico como uno de misterio, pero sí se tratará del último de este tipo hasta… bueno… de momento no hemos tenido otro.

Todo lo cuál nos acabará llevando a Earthshock, una historia en la que Nathan-Turner recuperaría a los Cybermen, aprovecharía para hacer algo de hueco en la Tardis, como tenía pensado desde hacía un tiempo, y, de paso, daría la sensación de ser una serie más adulta una vez más.

Originalmente pensado como un serial escrito por Christopher Priest, los problemas con el guión acabarían haciendo necesario que Eric Saward escribiera una historia para reemplazarlo. Ian Levine, el asesor de fandom, había sugerido ya antes que se trajeran de vuelta a los grandes enemigos de la serie, especialmente a todos aquellos monstruos que reinaron durante la etapa de Troughton. Y los Cybermen, con un nuevo diseño, parecían los más adecuados para comenzar con la recuperación. Aprovechando lo cuál se incluía un repaso a las anteriores apariciones (en la historia final del Primer Doctor, con el Segundo y con su única aparición posterior con el Cuarto). El final del serial, que incluiría la muerte de Adric para disgusto de Matthew Waterhouse, estaría reforzado por el famoso premio académico al chico maravilla —otro acompañante insoportable, antecedente de todos esos niños maravilla insoportables que irían apareciendo en la ciencia ficción— sin ningún tipo de acompañamiento sonoro.

La muerte de Adric sería, además, la primera de un acompañante de largo recorrido. Un ejemplo más de la falibilidad de este Doctor y una excusa para jugar con la marcha de Tegan en el serial de final de temporada, Time-Flight, que sigue el camino de recuperar el pasado ofreciendo una mención a UNIT para justificar saltarse las medidas de seguridad en un aeropuerto. Si anteriores historias llevaban un tiempo dando vueltas por las salas de producción, ésta llevaba tanto tiempo que el primero en echarle un vistazo había sido Douglas Adams.

La historia, que incluía además una visión de Adric para justificar sacar a actor y personaje como miembros aún del reparto en las debidas informaciones en avance y así no reventar la sorpresa del final de Earthshock, servía para recuperar de nuevo a The Master.

Que el nuevo horario hubiera funcionado pese a a las quejas generales —con The Guardian señalando que un par de días entre semana por la noche no es la mejor idea para un programa tan eminentemente familiar—, logrando recuperar tres millones de espectadores, parece que fue lo que decidió a la BBC a pasar en su siguiente temporada, la 20, el programa a miércoles y jueves. Un nuevo revés que iba marcado por la celebración del 20 aniversario.

La idea de preparar algún tipo de celebración aparentemente no se extendía a la serie, aunque una vez contemplada en su globalidad, el asesor en fandom Ian Levine señaló el regreso en cada capítulo de una pieza del antiguo Doctor, y como tal fue publicitado. En realidad esta nueva temporada es incluso más pesimista que la anterior, llenándose de acompañantes en peligro o connivencia.

Empezó con Arc of infinity, la primera historia de la vigésima temporada que comenzaba con Tegan regresando a la TARDIS gracias a Nyssa, mientras la manipulación de la Matrix de Gallifrey trae de vuelta a un gran enemigo del Doctor, nada menos que Omega, dando una idea de que los villanos dejarán de ser razas para ser individuos de vasto poder que ofrecen una perspectiva tan oscura como el resto de asuntos que asaltaban al Doctor.

Es curiosa la vuelta de Tegan, prevista ya al final de la temporada anterior, porque queda bastante claro durante toda la anterior temporada que no está disfrutando del viaje y que a duras penas soporta la compañía; se pasa discutiendo con él casi todo el tiempo hasta llegar a parecer casi Matrimoniadas. La relación del Doctor con sus acompañantes será parte de la temática de la temporada.

Así, en Snakedance será Tegan el centro al ser controlada su mente, de nuevo, por la Mara. Una vez más Christopher Bailey llenaba de nombres budistas la acción, que reincidía en temas de expansión mental a la vez que hablaba de sus orígenes, prefigurándola como un enemigo recurrente. Lamentablemente Bailey no lograría volver a convencerles con un guión, quizá por alejarse de Mara en los dos siguientes intentos, y no volvería a la serie. Como tampoco lo haría su creación.

En Mawdryn Undead sí que hubo un regreso inesperado. Originalmente pensada como una historia de celebración con múltiples ideas dentro, quizá lo más interesante para la serie era que serviría para recuperar al personaje de Ian Chesterton, uno de los acompañantes originales, que aquí aparecería como profesor de matemáticas de una escuela exclusiva en un apartado pueblecito. Pero Ian Levine estaba ocupado así que el equipo de producción pensó en pedírselo a Ian Marter, que interpretó a Harry Sullivan, sin éxito alguno. Así que pensaron en recurrir a uno de los más queridos acompañantes del Doctor sin preocuparse en que su aparición tendría poco sentido dentro de la historia del personaje. Sin embargo Nicholas Courtney sí estaba libre, y así pudo interpretar una vez más al Brigadier Lethbridge-Stewart. Su presencia como jubilado de UNIT y profesor de matemáticas en los setenta contradecía la propia presencia del Brigaier en varios seriales de ambientación ochentera. Ian Levine insistió a Nathan-Turner de que esto crearía una inconsistencia en línea argumental del Brigadier, pero el cariño que los fans sentían por el personaje y la falta de alternativas a la vista hizo que se decidiera proceder con su regreso.

Mientras tanto, la historia sirvió para introducir a un nuevo acompañante en la TARDISBUS: se trataba de Vislor Turlough, interpretado por Mark Strickson, que sería pieza central de esta temporada por varios motivos. De entrada, se trata de un peón de otro villano que estaba de regreso, el Black Guardian, quién había planificado el escenario para introducir a Turlough en la TARDIS. Además, con él pensaba jugar JNT la carta de la duplicidad que no le había permitido jugar Adric, y, de paso, organizar uno de esos arcos de episodios, una trilogía, de esas que tanto le gustaban. La idea era que Turlough, por indicación del Black Guardian, se ganaría la confianza del Doctor para traicionarle llevándole a una trampa creada por él. De nuevo los temas de la confianza y del control mental. Y de nuevo el Doctor permitiendo que alguien poco fiable le acompañara.

JNT lo estaba viendo todo tan encarrilado que empezó a pensar que quizá llegaba el momento de marcharse. Al fin y al cabo Peter Davison sólo había firmado por tres años, así que estaban a mitad de su contrato. Y Doctor Who no había regresado en las fechas habituales para permitirle rodar su otra serie… Quizá pudiera esperarse hasta la llegada de un Sexto Doctor y entonces irse. Aunque a la que tocaba despedir ahora era a otra persona.

Terminus, la historia central en esta minitrilogía, tomaba una decisión que podría aprecer extraña: despedirse de Nyssa. El primer sabotaje de la TARDIS por Turlough hace que termine en una estación espacial, llamada Terminus, en la que sus habitantes sufren el Síndrome de Lazars. No sólo eso, su primer motor ya ha explotado —se nos sugiere que originó el Big Bang— y el segundo está cerca de acabar igual. A lo largo de la historia Nyssa contraería la extraña enfermedad.

Nyssa sería, pues, el centro de la acción. También el motivo de que tanto Sarah Sutton como Peter Davison protestaran por su marcha. Nyssa era inteligente y resolutiva y, en opinión de Davison, la acompañante más lógica para el Doctor. Nyssa era, de hecho, una acompañante en el sentido tradicional, frente a la quejicosa Tegan y el poco de fiar Turlough. Pero como parte de la trama de la temporada iba precisamente de los acompañantes de este Doctor, JNT creyó imprescindible despojarle de la única que funcionaba de la manera tradicional.

La grabación del serial estuvo llena de problemas, como si no quisiera dejarla ir. Problemas que iban desde cortes eléctricos a diseños de producción que no acababan de funcionar; la grabación fue una auténtica odisea, incluyendo una serie de pequeños problemas que acabarían con un cambio de opinión en el último minuto sobre añadir una hora de rodaje extra, para poder repetir unas tomas y completar otras, que desembocaría en una confrontación entre el productor y la veterana directora Mary Ridge, responsable de múltiples seriales de Doctor Who a lo largo de los años.

La historia era obra de Stephen Gallagher, responsable de Warrior’s gate hacía dos años. La idea era, de hecho, que su historia estuviera en la anterior temporada, pero todos los cambios, especialmente entre los jefes de guionistas, habían retrasado la contestación. Los problemas derivados y el hecho de que su siguiente guión fuera considerado demasiado costoso hizo que se apartara del Doctor y se acercara a la ITV y los americanos.

Finalmente completado el serial, Nyssa está repuesta pero decide quedarse en Terminus para curar y ayudar a otros enfermos de Lazar. Así, haciendo lo correcto, el Doctor pierde otro acompañante. Y quizá por eso, o quizá por cómo es este Doctor, se despide de ella con un beso en la mejilla.

Ello permitiría cerrar la saga del Black Guardian con algo nada cómodo, Enlightenment. Un título con múltiples lecturas, sobre todo porque significa también el regreso del White Guardian, que guía la TARDIS hacia una carrera espacial en la que un grupo de seres poderosos llamados Eternals compiten por vencer y conseguir el premio, esa iluminación que es ofrecida por los dos guardianes. La guionista Barbara Clegg crea así una historia con varios niveles, desde un comentario sobre las clases sociales y sus relaciones, donde los pobres poco importan y las clases altas están ahí para divertirse viendo correr a la media, hasta resonancias bíblicas en ese conocimiento que parece envenenado en su consecución —que también nos haría recordar a la Mara, la gran serpiente en la vida reciente del Doctor —, y, por supuesto, su parte de ciencia exponiendo la teoría de los vientos solares como elemento fundamental para la carrera.

Mientras tanto, quizá como burla del destino, los técnicos en iluminación se encontraban al borde de una huelga indefinida, realizando acciones que ya estaban suponiendo retrasos en el rodaje de este serial, igual que habían impactado discretamente en el anterior. Así, durante todo el rodaje pendía la amenaza de nuevos cortes de luz. Las disputas y problemas, junto con el convencimiento de que los guiones tampoco eran gran cosa, además de la marcha de Sutton, sugirieron a Davison a confirmar a JNT, quien cumpliría su contrato y se largaría tras la siguiente temporada. Lo que el productor no podía esperarse es que también le dijeran que querían irse Tegan, Janet Fielding y Mark Strickson, Turlough.

Turlough lograba sobreponerse a la influencia del Black Guardian y decidía quedarse con el Doctor tras haberle derrotado. Algo que, sin embargo, no llevaría a un cambio en la extraña forma de comportarse del personaje. Más aún cuando en el siguiente serial apareciera el sustituto de Nyssa… o quizá debería decir lo.

Cuando la TARDIS llega a la Inglaterra del Siglo XIII nuestros viajeros descubren que el Rey Juan está comportándose de manera más… insoportable que de costumbre. Pese a que debiera estar en Londres acercándose a lo que sería el nacimiento de la Carta Magna, una investigación posterior descubre que detrás del monarca, perdón, en lugar del monarca… bueno… que en realidad el Rey Juan no es el Rey Juan. Es un androide llamado Kamelion con la habilidad de tomar cualquier forma humana para sustituirla y replicarla al detalle. Un robot programado para desestabilizar Inglaterra modificando los eventos que llevarían a la firma de la Carta Magna, mostrando a un rey bastante idiota y haciendo que se comportara peor aún… estaba claro que tras este plan sólo podía encontrarse The Master.

La idea de John Nathan-Turner era, además de recuperar a otro viejo enemigo dentro de lo que había sido la constante de la temporada, buscar un sustituto útil y creíble a K9. El éxito entre los más pequeños era evidente, eliminarlo había sido una decisión lógica por sus limitaciones, pero también les había hecho perder audiencia, así que quizá otra marioneta más adulta y con un poder concreto sirviera para recuperarlos.

Todas estas variantes hicieron que el guionista, Terence Dudley, escribiera casi al dictado del equipo de producción. Y eso incluso antes de descubrir que la marioneta de Kamelion era tan limitada como K9. Cuando JNT y Eric Saward vieron la demostración por parte de sus creadores les pareció absolutamente impresionante. JNT inmediatamente pensó en ponerlo en una aventura con The Master. Saward, que consideraba al villano como un enemigo menor, no estaba muy convencido; menos aún de traer de vuelta a Dudley, al que consideraba un escritor mediocre. Pero, como de costumbre, John Nathan-Turner se salió con la suya, aunque Dudley no volvería a trabajar después para Doctor Who.

La resolución de la huelga de iluminación les permitió trabajar, además, con cierta tranquilidad, tras los dos problemáticos rodajes anteriores. De este modo, Kamelion se unió al viaje incorporando así otro acompañante poco de fiar dentro de la TARDIS y reforzando, tras la saga del Black Guardian, la idea de Redención con este Doctor que parece inclinado a dar segundas oportunidades y no rehuye personajes que pueden traicionarle. Algo que serviría tanto a los que defienden que es una variación más blanda como a los que consideran que tras una apariencia de flojera existía una persona que no dudaba enfrentarse a poderes cósmicos que le sobrepasaban claramente o en confiar en aquellos que menos deberían.Lo que, a la vez serviría como resumen de temporada visto los acontecimientos.

Su posición como penúltima emisión de la temporada desapareció al decidirse una serie de cambios de fechas de emisión que impedirían llegar a la fecha del 23 de Noviembre de 1983 de manera natural. En su lugar se decidió desgajar dos episodios del presupuesto (y luego dotarlos de presupuesto extra), de manera que en la fecha se pudiera estrenar un especial independiente del resto de las temporadas. Se permite así a la 20 terminar antes y a la 21 comenzar ya en 1984, dando además tiempo a Peter Davison para atender a sus otros compromisos.

Ese especial sería The Five Doctors. En él, como si de una historia tolkeniana se tratara, se reúne una pequeña multitud de personajes, Doctores pero también acompañantes, para lograr completar un viaje dentro de Gallifrey con un objetivo muy claro: Rassilon.

Mientras tanto, el dinero extra que le había prometido el jefe financiero de la BBC1, Alan Hart, merced a un acuerdo con BBC Enterprises, no acababa de llegar. Las negociaciones entre ambas empresas se demoraban, por lo que JNT decidió intentarlo de nuevo con la ABC australiana, logrando con éxito alcanzar un acuerdo puntual para la grabación de este evento especial.

Una vez logrado el dinero se dirigió a los actores: primero a Baker, que fue muy claro en su completa falta de interés en participar. Pertwee aceptó sin problemas. Troughton sólo puso como condición que no le coincidieran las fechas con compromisos anteriores y, dado que Hartnell llevaba muerto desde 1975 decidió reemplazarle por Richard Hurndall, un habitual secundario de carácter. Una vez logrado el reunirles, Baker comunicó que se lo pensaría según el guión. No estaba tan mal.

Saward quería a Robert Holmes para el guión, pero a éste le costaba hilvanar todas estas uniones de continuidades y de personajes de distintos creadores, pese a que él hubiera escrito ya aventuras para la mayoría de ellos, por lo que el trabajo acabó siendo encomendado a otro de los grandes nombres del programa, Terrance Dicks. La historia que Holmes preparaba, con los Cybermen, quedó apartada, y Dicks se limitó a pedir no tener que lidiar ni con K9 ni con los Daleks, dado que la mayor parte iba a ser rodada en exteriores. La idea era ir a por acompañantes icónicos: al Primer Doctor le acompañaría Susan, al Segundo Jamie, al Tercero el Brigadier y para el cuarto pensaban en Romana II, pero el reciente divorcio de Baker y Ward hizo pensar en sustituirla por Sarah Jane.

Dicks pensó en una historia en Gallifrey que nos mostrara la podredumbre de la sociedad Time Lord y la búsqueda del poder de Rassilon, con apariciones también de los Cybermen además del Master, así como de otros gallifreyianos a los que habíamos visto antes, como Borusa. Dicks quería jugar la carta de que uno de los Doctores pudiera parecer el traidor, y también pensó que Baker, el más popular, podría ser el centro de la acción. Sobre todo tras ver el primer guión y decidir que estaba interesado en participar.

Sin embargo, los problemas de agenda empezaron a aparecer. Frazer Hines vio cómo no podría participar, privando así a Jamie de regresar; eso hizo que el Brigadier pasara a actuar con el Segundo dejando libre al Tercero, por lo que pensaron en traer de vuelta a Jo Grant. Pero en ese momento Tom Baker se echó para atrás. Decidió que no estaba preparado, aunque accedió a que se usara el material grabado y nunca emitido para Shada, para que también él estuviera presente, justificando su situación como una trampa que les mantenía encerrados en un lapso temporal por ser considerado el más peligroso, tras las demostraciones de poder que Cuarto había hecho en Gallifrey. De esta manera, Romana acompañaría al Cuarto y Sarah Jane podía ir con el Tercero. Otros acompañantes aparecerían como cameos, igual que algunos monstruos como los Yetis o, por supuesto, un Dalek grabado en estudio. Mientras, Ian Levine trataba de arreglar los huecos de continuidad, como si Jamie y Zoe podían recordar a alguien.

Los personajes clave de Gallifrey tendrían nuevos actores, algo que ya había sucedido antes con Borusa, y solo el Castellano repetiría actor una vez más: Paul Jerricho. El transfondo estaría bien unido, con el Quinto Doctor tomando el papel central y justificando de paso la mayor oscuridad, acorde a la de las nuevas temporadas, que tendría la acción.

Los fastos fueron tales que lograron incluso la portada del Radio Times, algo que no ocurría desde hacía nueve años. La retransmisión fue un éxito y todo parecía encarrilado para hacer de nuevo de Doctor Who un éxito…

Sin embargo, desde el inicio de la temporada 21 se olían los problemas. Al fin y al cabo se iba el Doctor, los acompañantes y todo lo que quedaba era una marioneta de efectividad dudosa, que no podían esperar para quitársela de en medio.

Eso y una creciente sensación de oscuridad en la serie, empezando por el inicio de temporada, un recordatorio de la Guerra Fría y la política de bloques que traía de nuevo a los Silurians y sus primos mojados, los Sea Devils, luchando contra la Humanidad. Todo ello mientras entre bambalinas Jonathan Nathan -Turner estaba más interesado en buscar a un nuevo Doctor… bueno, en realidad en fichar al que ya tenía decidido, Colin Baker, mientras trataba de que Peter Davison no se molestara, o no se enterara más bien, de que había decidido sustituirle a la mitad de la temporada. Al que no se lo pudo esconder fue a Saward, que cada vez notaba más problemas en su trabajo con JNT.

Y aunque algunos seriales como The Awakening hacían sospechar que estaban sin ideas y tenían que fusilar historias del pasado, como The Daemons en esta ocasión, o los obvios parecidos de su anteriores historias con las primeras apariciones de los Sea Devils y Silurian, el resto de la temporada iba a resultar muy distinto.

Empezando por Frontios, un cambio en el que se nos presenta una sociedad bajo un régimen autoritario, sospechosamente estalinista si queremos ver la interpretación más sencilla. Una historia sobre el conflicto en Beirut, si hemos de creer a los guionistas, con un Doctor en permanente estado de laciedad que se muestra impotente para algo más que sujetar la mano a los muertos.

Algo incluso más obvio en la siguiente historia, Resurrection Of The Daleks, que no sólo recuperaba a los malvados saleros tras casi cuatro años de ausencia, sino que también establecía un nuevo record de muertes, reales o aparentes, incluyendo a casi 80 personas en la historia del programa, y entre ellas estaba la teórica muerte de Davros. Eric Saward quería algo tan impresionante como había sido su Earthshock hacía dos temporadas, y es que aquí también pretendían que fuera para la temporada anterior. De hecho, los múltiples problemas de producción serían uno de los grandes puntos de fricción entre Saward y JNT, con el director y guionista Peter Grimwade como víctima colateral al quedar en medio de ambos, lo que causó su baja del serial. Pero tanta muerte estaba prevista para dar un buen motivo de marcha a Tegan; algo diferente de todos esos otros motivos de los que no dejaba de quejarse, claro.

Y si eso parecía mucho, la siguiente historia, Planet Of Fire, sería toda una escabechina, y la presentación de uno de los puntos bajos de los acompañantes del Doctor: Peri Brown. Peri es, se supone, una estudiante de botánica a la que Turlough encuentra desmayada y, claro, lleva a la TARDIS para que se recupere, sin notar que Kamelion vuelve a estar bajo el control del Master y, por ello, les hace viajar a una trampa. Es decir, Peri es raptada. Pese a lo cuál, es tan corta que no se lo toma mal en ningún momento.

(¿He mencionado ya que tiene un busto más que notable y una querencia por las camisetas ceñidas? Cuando uno lee que JNT consideraba que era un algo para los padres, como antes había sido el vestuario de Leela, poco puede hacer más que esperar que el personaje o la actriz consigan mejorar. Algo así como lo que pasó con Jo Grant).

De momento, en esta historia muere el Master —un decir—, muere un montón de gente más, Turlough decide volver a su hogar —y dejar de mostrarse esquivo y raptar gente—, mientras que Kamelion

Si ya era suficientemente malo trabajar con la marioneta habitualmente… Uno de los dos creadores del ingenio murió en un accidente fortuito, el otro demostró que no sabía manejar del todo a la cosa, de modo que el rango de movimientos, ya de por sí reducidos, se convirtió incluso en menor, casi limitado a sentarse y levantarse. De modo que se filmaron casi todas sus partes como un personaje caracterizado, antes de concluir con una escena emotiva en la que, de nuevo, el Doctor cogía la mano de un acompañante para ayudarle en su muerte. En este caso algo muy discutible y, además, causado por el propio Doctor a petición de Kamelion para que dejara de ser una amenaza para la gente. Eutanasia robótica, y luego dirán que no incluye nuevos conceptos.

Fue una suerte para la temporada que Robert Holmes no fuera capaz de realizar el especial de los cinco Doctores. Ello significó que se ofreciera a realizar un guión para otro serial y, aunque JNT no quería guionistas anteriores a él, Saward estaba entusiasmado con la idea, sobre todo porque ahí se daría cambio a un nuevo Doctor.

De hecho, Davison había notado una mejora en los guiones y habló con JNT de añadir otro año a su contrato, pero la contratación de Baker era efectiva. Davison se lo tomó con deportividad; lo que, por otro lado, le permitió irse por todo lo alto. The Caves Of Androzani es uno de los grandes seriales de Doctor Who, una historia de drogas, capitalismo, el destino, ecos de los problemas con la industria militar, incluso referencias al escándalo de Al Yamamah en el que el gobierno inglés de Thatcher había llegado a un acuerdo a cambio de petróleo, que los medios descubrieron como muy desfavorecedor y extremadamente costoso para el contribuyente inglés. Un brillante ataque a tantas cosas cotidianas usando como diana principal las políticas de la Primera Ministra, algo que podría haberse visto como parte de la lucha que la BBC estaba manteniendo contra ella, y que causaría olas a partir de la siguiente temporada.

De momento lo que tuvieron fue un punto final perfecto y coherente con esta época. Con el Doctor fallando de nuevo, con un repaso a varios acompañantes, con la miseria y la oscuridad alrededor, con los personajes principales envenenados y el Doctor logrando por una vez que el otro, Peri en este caso, no muriera, gastando en ella lo que quedaba del antídoto aunque fuera a costa de dar su propia vida.