Formatismos españolescos televisivos comparativos

Hay semanas en las que las columnas de actualidad1 se hacen solas porque un gran tema lo polariza todo. En otras ocasiones son muchas y muy diferentes las posibilidades. De vez en cuando hay semanas tranquilas en apariencia que permiten tratar temas pendientes. Las posibilidades, directas o indirectas, son casi infinitas.

Pero a veces parece que quiera olvidarme de España, como si eso fuera posible. Soy perfectamente consciente de que el estreno de una nueva aventura de Jonathan Creek —que, por cierto, me destroza el estuche de Obra Completa — es algo que sólo me importa a mí, pese a que su éxito en UK, 7 millones de espectadores, sea algo incomparable allí, aquí e, incluso, en USA.

En USA siempre pasan cosas, sobre todo con una NBC que parece decidida a superar cualquier cosa que se dijera de ella… en 30Rock. Tras todo tipo de broncas entre los jefes, es decir Robert Greenblatt, y Jay Leno parece que al final el adelanto del programa de Jimmy Kimmel ha logrado convencer a la NBC de que Leno se tiene que ir del Tonight Show y dejarle el hueco al mudito Jimmy Fallon, siempre tan bien respaldado por Lorne Michaels. Este muerto ha hecho que se especule quién ocupará el lugar de Letterman, —de momento el primero en las listas parece un Seth Meyers post SNL — y que a Letterman también le muevan la silla los comentaristas y críticos porque su jefe en la CBS, el siempre caballeroso Les Moonves, no tiene intención alguna de meterle prisas. Como al resto de asuntos del canal, vaya. De todas formas, de este asunto es mejor esperar a hablar cuando lleve tres meses Fallon a los mandos, no vaya a ser que Leno vuelva a echarse atrás.

Además de eso la NBC ha tenido los tres estrenos más importantes del año, dos regresos y una novedad. Y lo han resuelto a su particular manera. The Voice ha regresado sin ser el programa rompedor y multitudinario que solía, pero aún así dominando de sobra con unos 4.3 puntos que doblan a su directo competidor. Y, sobre todo, elevando unos números en una cadena que estaba dependiendo de cosas como el SNL o el Tonight de Leno para no hundirse del todo. De manera que el regreso de Revolution a la baja también se lo tomaron como un éxito aunque no apareciera hasta el número 15 y evidenciara un más que notable desgaste. Y por ese mismo motivo, la llegada de la nueva niña bonita de Greenblatt estaba cargada de interés. Hannibal, serie con el gran Bryan Fuller como responsable y colocada en la posición de la muerte, cuyo resultado fue que, aún encontrando un hueco en el que sólo se emitieran dos programas nuevos en las otras networks, quedó… tercera. De hecho, logró aproximadamente la mitad de espectadores que la siguiente serie, 4,3 millones frente a los 8,0 de Scandal y los 10,5 de Elementary, aunque en 18/49 sacara un 1.6 (de nuevo, frente a los 2.1 y 2.6 respectivos de sus competidores); con lo que no ha sido un triunfo precisamente, pero, dado el estado actual de la NBC, sabe como un triunfo. Al menos por esta semana.

Pero no es lo único que ha pasado en Estados Unidos. También está la muerte de Roger Ebert, un tipo que te podía caer mejor o peor pero que fue el último superviviente de un momento en que la relevancia de los críticos existía. Algo que debería hacernos pensar, no tanto en lo que Ebert supuso —incluyendo a qué le daba importancia y qué facilitaba eso—, que también, sino en la desaparición o destierro de los críticos de las manifestaciones artísticas y su crítica de la televisión y sus programas. Algo notable en lo que se refiere a la música, pero que también el cine ha sufrido. La falta de críticos de referencia, en especial de aquellos con un criterio propio —por mucho que nos repatease ese criterio— que demostrara la necesidad de reflexionar sobre lo visto, es una constante en la televisión moderna.

Mientras tanto, en UK un periodista televisivo estaba preparando un programa demostrando la vida de los sin techo y ha muerto. Lo que, bajo mi punto de vista, ha demostrado que lo más relevante que puede hacer un periodista para demostrar un punto de vista no es sacarlo en televisión necesariamente.

De modo que, ¿qué ocurría mientras en España televisivamente hablando?

La noticia más vista de la semana y, por lo visto, de varias webs de periódicos de tirada nacional, es que una conocida especialista en carecer de trabajo ha vuelto a conseguir que a la gente le importe su irrelevante vida. Bravo.

Para seguir, un teórico cómico ha decidido cargar con toda su ignorancia y sexismo contra otros cómicos que habían cometido el imperdonable pecado de hacer risas sobre la Semana Santa, y se ve que a este capillita eso no le parecía bien en absoluto. Viva.

Finalmente, la semana pasada Tele 5 decidió que no hacía falta emitir ficción y todo su prime time se compuso de reality shows, y talent shows y corralas shows , sin un hueco para la ficción propia o ajena. Por suerte parece que el motivo real es una concatenación de circunstancias que acaban siendo resumidas en esto es más barato.

Porque es eso lo que parece mover ahora a las televisiones en España, lograr el producto más barato. No el mejor. Da igual que haya series en países como USA y UK convirtiéndose en éxitos —e invirtiendo mucha más pasta— pese a sus resultados de audiencia mermados. Aquí importa más lo barato que sea y la estrategia comercial del grupo, aunque signifique tener una serie en la nevera durante meses. De manera que la mejora en la ficción que parecíamos estar teniendo gracias, sobre todo, a los intentos por mejorarla y ofrecer variedad en la TVE de la pasada década, están viéndose arrastrados no sólo por la crisis sino, además, por la forma de actuar de cadenas y audiencias.

Ese es el tipo de descorazonadora realidad por la que al final uno acaba prestando más atención a lo que se hace fuera. Incluso sabiendo de sobra que mirar hacia otro lado o ningunear la situación patria no va a hacer nada por mejorarla.

————————————————————————————————————————————————
fn1. Por si alguien está siguiendo El Receptor desde hace poco: El formato habitual es alternar columnas dedicadas a algún tema concreto a lo largo de meses, en la actualidad Doctor Who, con columnas centradas en el análisis y la reflexión a partir de la actualidad.


Terrestrizado UNITero Jon Pertwee

Lo último que habían visto los telespectadores del Doctor al final de su sexta temporada era esa escena, lo primero que vieron de él en la séptima fue esto otro:

¿Cómo se había llegado a un cambio tan radical? Y, sobre todo, ¿qué más había cambiado y por qué?

Los datos de audiencias de la temporada sexta habían sido un desastre, la salida de Innes Lloyd y la falta de dirección posterior por parte de Peter Bryant habían dejado a la serie en un punto incluso más bajo del que se encontraba al final de la tercera temporada, de modo que la salida programada de Patrick Troughton, que había logrado que le acompañara Frazier Hines hasta el final de la temporada, sirvió de excusa para realizar una reinvención completa de la serie cuya primera piedra se colocó con el final de esa sexta temporada, con Terrance Dicks ocupando el cargo de jefe de guionistas a mitad de la misma para rematar en The war games con una historia que explicaría ese nuevo punto de partida. Con Barry Letts ocupando el puesto de productor a partir de la segunda historia de la temporada, permitiendo que Derrick Sherwin hiciera de bisagra entre la etapa de Bryant y la de Letts.

La decisión era tratar de modernizar el concepto, meter al Doctor en los años ’70 y ponerlo en consonancia con lo que entonces se llevaba. Para ello se ofrecería por primera vez una emisión en color. Como medio de evitar que se disparara el presupuesto en exceso se decidió que la temporada durara la mitad, en vez de los cuarenta y pico episodios anuales se reducía a unos veinte. Además, se trataría de abaratar en costes aprovechando que con el color se podía usar la técnica del fondo azul para mejorar los efectos. También como parte de estas ideas está la sentencia al final de The war games, el Doctor pasaría a estar confinado en la tierra, con una TARDIS que no podría viajar y una mayor supervisión de los Time Lords.

Con un Doctor más terrestre llegaba también la posibilidad de acercarlo más aún a los registros de dos de los éxitos del momento, Los vengadores y James Bond. El Doctor pasaría a ser un hombre de acción, asociado a una organización gubernamental casi-secreta que le proporcionaría un ambiente propio con un reparto de secundarios y un par de companions. Y, pese a todos estos cambios, Doctor Who supo conservar su magia y aproximarse a temas contemporáneos ofreciendo una visión distinta y a un personaje con estilo propio.

Esto lo vemos desde el primer capítulo de la séptima temporada, la importancia de UNIT llega a ser total, apoyada por la posibilidad de un Doctor en periodo de aclimatación tras su cambio que les permite ese tiempo extra en pantalla durante el cuál pueden explicar sus funciones, separarse de las agencias de espionaje, refrescar la memoria sobre el Brigadier, presentar a la Doctora Liz Shaw y ofrecer algunos datos extras sobre la extraterrestricidad del Doctor como los famosos dos corazones o la sangre incompatible con los humanos.

En cuanto al elegido para esa Tercera Encarnación, el elegido fue propuesto por Bryan, de la misma manera que Troughton venía de hacer papeles de secundario con cierta seriedad aquí escogieron a un actor conocido por un serial radiofónico cómico, The Navy Lark, en el que interpretaba a múltiples personajes. Sus dotes cómicas eran tan conocidas que se pensó que intentaban hacer una aproximación al Segundo pero nada más lejos, aquí nos encontraríamos con un hombre originalmente sin companions a los que entretener y que jugaría la carta del aventurero aunque, ciertamente, sin perder nunca el sentido del humor.

El tono, por su parte, sería también más oscuro. Las amenazas se apartarían de la ciencia, de los Daleks y Cybermen, para centrarse en nuevos monstruos que permitieran dobles lecturas. Especialmente en la primera temporada de Pertwee.

También sería todo un cambio el personaje de la doctora Elizabeth Liz Shaw, interpretado por Caroline John, una mujer profesional y con ideas propias que será la primera companion en seguir el modelo de Barbara Wright, llevándolo incluso más lejos, pues será seleccionada para trabajar en UNIT por tener todos los doctorados posibles y no dudará en enfrentarse a sus superiores cada vez que cree tener razón. Contratada originalmente para el departamento científico, acabará actuando como ayudante del Doctor. Bueno, ayudante, Liz chocaría con él en ocasiones, pese a lo cuál existía un respeto intelectual mutuo. Como señala Mags l. Halliday en su artículo para Chicks Unravel Time, la Doctora Shaw puede ser punzante, especialmente con el Brigadier, por ejemplo, cuando este le asegura que no puede ir a las cuevas con los Silurians ella dice: ¿Ha oído usted hablar de la emancipación femenina? , cuando le pide que conteste al teléfono le responde: Soy un científico, no un chico de los recados, y cuando el Brigadier le sugiere un tratamiento para un comatoso Doctor le pregunta si recuerda que resulta que soy médico. A lo largo de la temporada demostrará que no es un doncella en apuros que se dedica a gritar y a pedir que alguien haga algo por ella sino una científica que al enfrentarse a un problema busca una manera de abordarlo para resolverlo. Y, en contra de otras críticas que surgieron al personaje por ser demasiado arisca, hay que decir que cuando cree que el Brigadier o el Doctor tienen razón también se la da, tratará de convencer al otro, e incluso manipularle si fuera necesario, para que se haga lo que ella considera correcto. Por cierto, serán pocas las veces que se refieran a ella como Doctor, teóricamente no por hacerla de menos sino para evitar la juerga que sería tener a dos Doctor a la vez.

Todas la piezas empezarán a juntarse en Spearhead from Space, primer serial y aún de transición. En el que veamos como el Doctor llega a una especie de acuerdo con UNIT, y es que frente al Bond o Steed aquí se trabajaría junto a pero no para, el puesto será de entera libertad —facilitando también que cuando lo desearan pudieran cerrar esta colaboración— y presentando una rebeldía habitual en el Doctor frente a la forma de comportarse de la organización. Se pasará toda la temporada tratando de hacerse a la idea de que está atrapado en la Tierra, pero no habrá un arco argumental propio aunque sí la presentación de numerosos enemigos por tratarse de la primera vez en que no hay ningún enemigo que vuelve a hacer aparición. Todos serán nuevos y algunos llegarán para quedarse. Como los que están detrás de esta primera historia, de fuertes lazos con Los vengadores, pues junto a la llegada del Doctor nos presentaba la amenaza de la Consciencia Nestene que controlaba mentalmente a las formaciones plásticas conocidas como los Autones. Una historia de agentes infiltrados y extraños maniquíes y muñecas asesinas, con sustituciones y secretos que sirve como presentación perfecta de lo que sería la temporada.

También tiene la peculiaridad de que, debido a una huelga, fue filmada en su totalidad en rollo de película, dándole un aspecto más cinematográfico. Por cierto, la explicación que da el Brigadier a Liz durante su primera entrevista para justificar que los extraterrestres hayan sentido cada vez más interés por la Tierra es prácticamente la misma que daría el Décimo Doctor a Harriet Jones años después, igual que repetiría la respuesta a la pregunta que la Dra. Shaw le hace sobre en qué es Doctor: Prácticamente en todo .

Curiosamente la siguiente historia, con el espantoso título Doctor Who and the Silurians —Nombrando al Doctor por la serie en un fallo poco habitual. Tan poco que no se volverá a repetir… en la serie de televisión— no sólo nos presentaría a otra nueva especie, los Silurios, además procuraría buscar un nuevo giro al decirnos que se trata de una civilización que estaba antes, mucho antes, y que sale ahora para tratar de recuperar lo que es suyo tras ser despertados por unas pruebas nucleares. Esto llevará a un enfrentamiento que acabará con el Brigadier destruyendo la base siluria para espanto del Doctor, y aunque Liz sugiera que pudieron ser órdenes directas del Ministro, el Doctor no puede perdonarle con facilidad ni justificar el cumplimiento ciego de las órdenes.

Por otro lado, además de la presencia de Paul Darrow, que sería Avon en Los siete de Blake, destaca los cameos del equipo de producción, incluyendo a Barry Letts y Terrance Dicks pero, sobre todo Trevor Ray como uno de los infectados por un virus silurio utilizado para deshacerse de la humanidad. Sí, pruebas nucleares, bioterrorismo, debate sobre la pertenencia de la tierra y sobre obedecer órdenes, este es otro serial clásico. Y por introducir a Bessie, el coche clásico que el Brigadier Lethbridge-Stewart le consigue al Doctor para que se desplace mientras su TARDIS no pueda moverse.

Más oscuro aún es el siguiente serial, The Ambassadors of Death, escrito por David Whitaker en teoría pues una vez entregado tuvieron que retocarlo Trevor Ray y Malcolm Hulke, lo que también contribuyó a que decidiera dejar de escribir para la serie. Una de las novedades es que, pese a incluir alienígenas los villanos de esta historia son todos humanos. Más aún, son humanos en posiciones de alto nivel. Un general, un jefe científico e, incluso, un ministro. La idea detrás vuelve a mostrarnos esa faceta oscura y remite, además, a la primera serie de Quatermass en la que un astronauta regresaba a la tierra remplazado por una forma de vida alienígena, salvo que aquí el engañado es el público. El encuentro con esos extraterrestres es utilizado por los mandos de Reino Unido para preparar una guerra con la que enriquecerse y subir puestos en sus respectivas secciones. Una guerra pública preparada por poderes secretos que nos gobiernan públicamente. Esto sirve también para poner en perspectiva a UNIT como una agencia necesaria y útil, puede que el Doctor no le perdonara al Brigadier la destrucción de la base Siluria pero, desde luego, pero está claro que es una persona íntegra que lo hizo por considerarlo lo correcto. No es el único miembro de UNIT que tenemos, Benton aparece ya con el rango de sargento, y también aparecen nuevos uniformes conformes con una idea de dar a la serie una ambientación en un futuro cercano.

Todo esto nos lleva al último serial de la primera temporada de Pertwee, y una de las historias fundamentales de esta etapa: Inferno. Una historia especial por muchos motivos pero, sobre todo, por introducir el concepto de multiverso, el Doctor viajará a un universo espejo en el que el Brigadier es el malvado líder de un UNIT autoritario con muchas resonancias a 1984, en el que, además, se presentan versiones que han ido mal de las anteriores aventuras conjuntas, además, permitía a los actores interpretarse en versiones malvadas de los mismos, algo que divirtió tanto a Caroline John, que aseguraba que era mucho más divertido interpretar a la Liz Malvada que a la normal. En cuanto a Nicholas Courtney, su versión del Brigadier sin bigote y con una cicatriz que le surca la cara pero, sobre todo, con parche. Un parche que se convirtió en toda una seña de identidad de estos episodios, y un motivo de homenaje a la muerte de Courtney por el equipo de producción del Undécimo Doctor. Sin embargo las características oscuras fueron tan pronunciadas que se decidió darle un giro para la siguiente temporada. Un giro que se venía preparando desde el anterior serial en el que se había decidido que había que reemplazar a Liz Shaw, ni Caroline John estaba disfrutando especialmente de su estancia, con varios choques con el equipo técnico y artístico sobre el personaje en los que necesitaba apoyarse en Jon Pertwee o convencer a Terrance Dicks, que tenía una aproximación ambivalente al feminismo, o incluso a Barry Letts, a quien todo eso le daba un poco lo mismo mientras se pudiera sacar adelante el programa. Que podría parecer sencillo pero la BBC no estaba muy convencida de renovarla por una octava temporada, así que hubo que prometer un cambio general.

Pero el problema de darle un cuerpo de secundarios de su nivel es que se perdía la figura juvenil a la que el Doctor explicaba las cosas, que metía la pata facilitando una extensión de la historia, alguien que se mostrara más agradable, además, para que el público pudiera sentirse más cercano. Y así, la afilada lengua de la Doctora Liz Shaw tenía que decidir volverse a Cambridge.

No es sólo un asunto de género, el Brigadier dejaría de ser un militar con visión de futuro, algo cuadriculado pero capaz de establecer planes de acción, a ser poco menos que un Papá Comandante que enfrentarse al Doctor, mientras que el Sargento Benton pasaría a un papel de buen muchacho al que se añadiría el Capitán Mike Yates, todos ellos con un nuevo uniforme de un color menos espantoso, un verde militar. Eh, incluso el gran enemigo parecería más cómico. Si en la temporada séptima Doctor Who había dado un paso adelante en la siguiente decidió explorar la faceta más cómoda.

De hecho, la octava temporada empezó con Terror of the Autons, de nuevo los Autones y la Consciencia Nestene, de nuevo Robert Holmes a los guiones, como una suerte de remake del inicio de temporada anterior. Solo que esta vez UNIT sería una familia feliz con el Brigadier, el Capitán Yates y el Sargento Benton. La nueva asistente del Doctor sería Jo Grant, una jovencita muy newagera, todo sonrisas, positivismo y algo de cabeza hueca… que ha sido enchufada ahí por su tío. Algo que hace que el Doctor proteste ante Lethbridge-Stewart por su falta de preparación y que lleva a este a dar una de las definiciones de sus acompañantes más cierta y, a la vez, descorazonadora, una suerte de disculpa que sirve también como ruptura de la cuarta pared: “Tonterías, lo que necesita, Doctor, como Miss Shaw solía señalar, es alguien que te pase los tubos de ensayo y te diga lo brillante que eres.”, poco a poco Katy Manning iría mejorando el personaje, pero de eso también iremos hablando.

La otra novedad en este primer serial era Roger Delgado interpretando a un nuevo Time Lord renegado, The Master, que serviría como contrapunto al Doctor toda esta temporada, generalmente trabajando entre bambalinas. Pese a lo cuál pronto llegarían las primeras confrontaciones porque para eso aparecería un Time Lord sin nombre a contarle que su antiguo amigo y habitual enemigo estaba ahora en la Tierra. E, incluso, introduce la ciudad de Tarminster. Delgado interpretaría a poco menos que un villano de tebeo, de tira de prensa, con sus ojos que hipnotizan, sus planes locos y argucias maquiavélicas pura Guerra Fría sobre todo en lo que a corromper a otros se refiere. Algo que está más claro aún en The Mind of Evil.

En ese serial se nos muestra no sólo a UNIT más como equipo de seguridad que como investigadores de lo desconocido, también como una rama más bondiana —incluyendo el uso innecesario de todo tipos de máquinas, como helicópteros, que hicieron que el director de los mismos, Timothy Combe, se pasara tanto de presupuesto que nunca más fuera llamado por la serie— sobre todo porque aquí el Master presenta una máquina maligna e invención propia la Máquina Keller que se nutre de los impulsos más oscuros de la gente que se supone que debería servir para corregir a aquellos que se hayan comportado mal, una curiosa referencia a La naranja mecánica, pero que tiene uno propósito oculto y puede llegar a proyectar sus propios miedos.

Pero el planeta Tierra estaba empezando a quedarse pequeño, de modo que para la siguiente historia, The Claws of Axos, los guionistas Bob Baker y Dave Martin cuentan la historia de la llegada de los Axos, una raza de alienigenas de aspecto humano y caras doradas que resultan ser, en realidad, unos peligrosos extraterrestres decididos a dragar la energía de la Tierra, eso pretenden hacerlo creando duplicados de destacadas figuras políticas para ponerlas a su servicio, al más puro estilo de los Ultracuerpos, y pactando con un poco convencido Master, que preferiría quedar como único jefe. Además, pronto se descubre que esa imagen proyectada por los Axos esconde en realidad a una raza de extraterrestres que parece estar compuesta por… spaghetti a la boloñesa antropomórficos. Unos villanos memorables que, pese a sus poderes y duplicidad no han sido aún usados de nuevo en televisión. Por cierto, esta historia muestra al Doctor aliándose con el Master para deshacerse de los Axos, engañándole para que repare su TARDIS y así poder ir al planeta de los alienígenas para destruirlos, para después descubrir que los Time Lords han hecho que la TARDIS regrese siempre a la Tierra, como si fuera un yoyo. La acción conjunta de las TARDIS del Master y el Doctor logra encerrar a los Axos en una espiral temporal

Como la TARDIS ya ha logrado cierta autonomía se justifica que en Colony in Space, tras otra aparición del servicio de avisos de los Time Lords van a contarle que el Master tiene los planes de su Arma del día del juicio y que está dispuesto a usarlo en un planeta, así que le dejan viajar hasta allí para impedirlo y, a la vez, mediar entre los miembros de una explotación agraria y una malvada empresa minera en la que sería la primera referencia setentera a la situación de los mineros. Una aproximación a uno de los grandes problemas candentes del Reino Unido de la década que sería tratada con más extensión en los seriales de Peladon. La segunda parte de la referencia, según Malcolm Hulke, autor del guión, era la forma en que las empresas de los colonos americanos trataban a los indios nativos americanos. Como vemos había mucho tema social que utilizar.

El final de la octava temporada y, de alguna manera, de este arco del Master que se había inventado Barry Letts para mantener enganchados a los espectadores durante toda la temporada. Y lo hizo con una auténtica rareza, The Dæmons, en el que se unía una historia de cultos religiosos paganos escondidos en la Inglaterra rural, la idea de la influencia demoniaca que más tarde sería figura central del cine fantástico setentero, y la idea ya presente en Quatermass and the pit de que los ángeles y demonios pudieron ser razas extraterrestres que intereactuaron con los humanos hace siglos. En este caso el Master se hacía pasar por un vicario que podía convocar a un poderoso demonio, Azal, cuando la verdad es que sólo era un miembro de los Daemons que se traía a la Tierra para ejecutar sus planes. Toda la parte religiosa causo cierta controversia, con el canal prohibiendo que se mencionara explícitamente a Dios en los diálogos pero permitiendo hablar del Demonio. También la destrucción final de la iglesa —mediante una maqueta— llenó el canal de llamadas que pensaban que se había hecho volar una iglesia de verdad. Y, hablando de explosiones, aquí los puntos de unión con James Bond llegan al máximo pues para mostrar la explosión de un helicóptero se utiliza una escena de Desde Rusia con amor. También la frase del Brigadier ordenando disparar “Al tipo con alas, cinco rondas rápidas” se convirtió en una expresión popular. La aparición de la BBC 3, aún inexistente, para demostrar que era el futuro cercano sirvió también para crear una cierta apariencia extraña vista hoy en día.

Durante toda la temporada las audiencias habían seguido subiendo y la situación parecía estable, Letts, Dicks y Pertwee estaban cómodos así que comenzaron a preparar la novena temporada que iba a dar paso a algo realmente especial. De manera que decidieron empezar la novena temporada por todo lo alto y así, cinco años más tarde, llegó…

Day of the Daleks. Sí, los Daleks volvían, aunque el resultado de ese regreso no le gustaría al equipo artístico, con Jon Pertwee y Katy Manning citándolo como uno de sus peores trabajos, a los espectadores suele entusiasmarle —como demuestra que es la historia del Doctor que más versiones domésticas ha tenido— por lograr reunir los anteriores motivos de las apariciones Dalek dentro del contexto de los años UNIT, añadiendo una subtrama política y otrade viajes temporales. Bien es cierto, como señalaba Pertwee, que había pocos Dalek como para crear terror, tanto que en 2011 se volvieron a filmar las escenas del ataque a Auderly House para hacerlas más creíbles.

El uso del viaje en el tiempo por parte de una entidad diferente a los Time Lords como desencadenante de la acción le dio también un encanto especial. La historia de cómo una conferencia de paz mundial sufre el ataque de un grupo de guerrilleros que se desvanecen en la nada. Esa es la excusa para que UNIT sea elegida para defenderles. Y cuando estén allí, con el Doctor y Jo, no sólo reaparezcan los guerrilleros sino, además, una raza de gorilas humanoides, los Ogrons para enfrentarse a ellos. El Doctor logra descubrir que la guerilla viene del futuro, de uno al que logra viajar gracias al mismo procedimiento suyo, en el que los Daleks han esclavizado —una vez más— a la raza humana y les tienen confinados en algo cercano a los campos de trabajo, con uno de los suyos, el Controller, como enlace entre los dos. Este personaje trata, desde el principio, de minimizar su papel en la existencia del imperio Dalek. Tratando de explicar el contexto que lo justifica.

Controller : No lo entienden. Nadie que no haya vivido estos horribles años puede entenderlo. Hacia el final del Siglo XX, una serie de guerras empezaron. Fueron cien años en los que no hubo nada sino destrucción y muerte. Cerca de siete octavos de la población mundial murieron. El resto vivía en hoyos en el suelo, hambrientos, reducidos prácticamente a ser animales…

Esta nueva referencia a los Nazis sirve para que el Doctor discuta con el Controller sobre lo correcto de su proceder, y que el Doctor discuta con él sobre la situación a la que han llegado a acostumbrarse.

DOCTOR: Bien, mejor que saltar al restallar de un látigo de un guardia de seguridad. ¿Dirige todas las fábricas como esta, Controller ?

CONTROLLER: Esto no es una fábrica, Doctor. ?

DOCTOR: Ah… ¿Qué es entonces? Then what was it? ?

CONTROLLER: Un centro de rehabilitación. Un centro de rehabilitación para criminales peligrosos.

?DOCTOR: ¿Incluyendo viejos y mujeres e incluso niños?

CONTROLLER: Siempre hay gente que necesita disciplina, Doctor

DOCTOR: Vaya, ese es un punto de vista anticuado, incluso para mis standards .

CONTROLLER: Puedo asegurarle que este planeta nunca ha sido más eficiente, mejor dirigido en lo económico. La gente nunca ha sido más feliz o más próspera.

DOCTOR: ¿Entonces por que tienes que tener a tanta gente bajo control? ¿No les gusta a ellos ser felices y prósperos?

Y más adelante, cuando pregunta por la utilidad de los Ogrons y su presencia en la Tierra vuelve a hablarse de la animalidad:

DOCTOR: Cuando encuentro un régimen que necesita importar a formas de vida extraterrestre salvaje como guardias de seguridad comienzo a preguntarme quienes son los auténticos criminales.

JO: Esas criaturas no son salvajes en realidad.

CONTROLLER: Exactamente. Sólo son perros guardianes. Solo hacen lo que se les dice.

DOCTOR: ¿Quiere decir que no hay suficientes humanos por aquí que no seguirían sus órdenes ciegamente?

CONTROLLER: Eso no es lo que estoy diciendo.

DOCTOR: ¿No lo es? Entonces lo que está diciendo es que la completa población humana, con unas pocas excepciones remarcables como usted mismo, no valen más que para llevar una vida similar a los perros. ¿Por qué?

Tal y como vemos el Controller sigue la pauta de los lugareños que colaboraban con los Nazis, está claro y bien establecido que los Daleks son el equivalente a los Nazis en Doctor Who, pero aquí queda claro que le interesa no examinar a estos villanos; y de hecho, se cuenta que originalmente no iban a aparecer , que iban a estar sólo los Ogrons como una especie belicosa y autoritaria que iba a someter a la humanidad pero que luego Barry Letts pensó que sería buen momento para recuperar a estos villanos— sino a los que están a su alrededor. Como demuestra la otra parte, centrada en la guerrilla.

Porque esa guerrilla, ese trío guerrillero al mando de Anat, otra de las mujeres fuertes que veremos en estas temporadas, están tratando de acabar con las conversaciones de paz por considerar que será a partir de estas de lo que se creará la posibilidad de que sean invadidos por los Daleks sin caer en que lo que destrozará las negociaciones e iniciará esas guerras será la propia acción de la guerrilla, una cinta infinita de la que sólo podrá salvarles que el Doctor se haga cargo de la situación.

Igual que el Controller acaba reconociendo su error, y dando su vida para que se puedan cambiar las cosas, también los miembros de la guerrilla comprenden que son en parte responsables de esto que ahora se ve, incluso aunque ellos sean los primeros en haberlo sufrido. Logrando finalmente enfrentarse a los Daleks y Ogrons y lograr así que las conversaciones continúen rompiendo con el futuro del que vinieron.

En resumen, una historia interesante que usa a los Dalek para encontrar una nueva manera de hablar no sólo de la Guerra Fría, también una que hable de los problemas del autoritarismo y se pueda relacionar con la actualidad británica. Incluso aunque los Daleks entraran en el último minuto y Terry Nation se quejara de que no se había contado con él. Aunque las pruebas documentales de la BBC digan lo contrario, claro.

Ese centrarse en un giro a los problemas actuales será incluso más obvio en la siguiente historia. Como decía hace un rato The Curse of Peladon de Brian Hayles sería el siguiente punto de acercamiento a lo británico y si bien sería la siguiente aparición del planeta la que trataría del tema de las minas continuando lo visto en Colony in the space , aquí, en su lugar se hablaría de otro tema del momento.

El Doctor y Jo llegan al planeta Peladon siguiendo otro de los chivatazos de los Time Lords —como curiosidad, es el primer capítulo en mucho rato en el que no se ve la Tierra—, allí se juntan dos situaciones importantes, la coronación del Rey Peladon y la presencia de los delegados de la Federación Galáctica que están examinando la idoneidad del planeta para unirse a ellos. El Doctor reconoce a Ice Warrior entre los delegados y aprovecha para investigar. También demuestra el desarrollo de Jo, que ha ido mostrándose como una mujer de acción capaz de actuar como un miembro más de UNIT, y confía en ella para hacerse pasar por una princesa de la Tierra. En una historia bien llevada y con múltiples recovecos, se presenta una aventura de acción a la El prisionero de Zenda —salvo por la falta de un juego de dobles— a la que unir una historia en la que los malvados no son los enemigos tradicionales del Doctor como parece en un primer momento sino la propia gente de Peladon, alguno en sus más importantes cargos, que han decidido sabotear la llegada del joven rey y la entrada en la Federación Galáctica. Y eso remite directamente para los espectadores ingleses a la entrada en el Mercado Común Europeo, poniéndose muy claramente a favor de los que creían que era necesario crear lazos, incluso con los que parecían enemigos imperecederos.

Por su parte The Sea Devils fue la contribución de Malcolm Hulke al imaginario del Doctor a petición de Barry Letts y Terrance Dicks que querían una aventura relacionada con el mar. También querían el regreso del Master y de los Silurian en una historia similar a la de la anterior temporada. El que Letts hubiera logrado el apoyo de la Royal Air Force para The Mind of Evil le llevó a intentar lo mismo con la Royal Navy, aunque se mostraran más reacios e, incluso, enviaran a unos oficiales a investigar si un submarino que se mostraba se había realizado siguiendo unos planos secretos. Por lo visto a Delgado no le hacía demasiada gracia, bien por tener cierto temor al mar o a arruinar su traje, en cualquier cosa se nota que no estaba cómodo en estas escenas.

Pese a todo la historia continuó, aunque se les ocurrió que en lugar de sacar a los silurios se podía buscar a una raza smilar de criaturas del mismo periodo pero de vida submarina, ahí nacieron los Sea Devils, la nueva raza que sería manipulada por el Master para otro de sus locos e infructuosos planes. Curiosamene la historia, como solía pasar con Hulke, tenía un trasfondo de dilema moral al atrapar a la especie entre varias partes, con el Master, el Doctor y los humanos, cada cual presionando en su dirección. De manera irónica, aunque los tres traicionaran eran al final los humanos los que acababan causando una mayor destrucción.

Por cierto, esta sería la primera vez que Pertwee usara la que sería su muletilla “revertir la polaridad del flujo de neutrones”, aquí la dice al completo, algo que no volvería a suceder durante décadas limitándose en las siguientes apariciones a decir sólo parte de la frase, sabiendo, además, que el público sabría completarla.

Si hubiera que señalar algún punto álgido de la temporada en cuanto a relevancia, más allá de este universo, posiblemente el honor correspondería a The Mutants de Bob Baker y Dave Martin, con un punto de partida similar al de Colony in Space, salvo que la discusión sobre mineros/indios americanos pasa aquí a otra sobre el Apartheid y el final del Imperio Británico, centrándose tanto en la política segregacionista como en narrativas más antiguas como la de la historia del Primer Doctor The Savages. Y aunque el director Christopher Barry tratara de acentuar los elementos de ciencia ficción por encima de la alegoría e, incluso, produjera un capítulo con un inicio que parecía un homenaje al It’s… de los Monty Python, la potencia de la historia, de nuevo con el Doctor y Jo al servicio de los Time Lords, esta vez para llevar un mensaje al planeta Solos. Allí descubrirán que el Marshal se encuentra enfrentado a uno de los los solonios por la integración de una raza de mutantes, algo a lo que el Marshal se niega pese a que estos sean en realidad los pobladores originarios. La fama de la historia fue tan grande que Salman Rushdie la mencionó en Los versos satánicos como ejemplo de actitudes racistas marcadas por el aspecto, olvidando todos los otros aspectos para juzgarlo y quedando al descubierto, especialmente entre las élites en el poder —una vez más— una cortedad de miras a la que es necesario oponerse.

A su vez la otra historia es la de la independencia. El Marshal se muestra contrario a que se le conceda a los solonios la autogestión de su planeta, juzgándoles aún no preparados para poder llevarlo. La identificación con los pueblos tuteleados por los británicos y por la idea de que hay que conceder la libertad incluso aunque se esté aún verde formará otro de los ejes de los capítulos. Añadamos a esto la aparición de Cotton, interpretado por Rick James, un ayudante del Marshal que sería posteriormente traicionado por él y que sí cree en esa necesidad de permitir que se pongan al cargo. Tras acabar con el Marshal será a él a quien se ofrezca reemplazarlo aunque ahora actuando más como un embajador y consejero. Todo ello sin que nadie mencione ni una sola vez que Cotton es de raza negra. Una muestra de normalización e integración racial que permite dar aún más peso a la historia.

Finalmente The Time Monster sería una forma sencilla de terminar la temporada, con el Master regresando para utilizar a una creatura de más allá del tiempo con su habitual capacidad. Una historia que, además, explicaría la creación de una grieta en el tiempo y otras historias sobre su infancia que luego se usarían. Lo único destacable es la presencia de un personaje científico fuerte, la doctora Ruth Ingram, que demuestra un conocimiento científico y una capacidad para enfrentarse a los problemas que recuerda a la doctora Liz Shaw. Una de las escenas más sorprendentes del serial llegará precisamente de la mano del Master que decidirá disculparse ante ella por su comportamiento. Por lo demás, una historia menor, sin la carga de las demás ni las alegorías, más centrada en ofrecer un un divertimento con el que sería el villano principal de esta primera parte de la estancia de Jon Pertwee en la serie.

Algo que estaba cerca, muy cerca de cambiar…


Problemizantes tríos tangenciales televisivos

Estas últimas semanas han sido muy relevantes para la televisión por distintos motivos, y por una vez no voy a hablar del lento hundimiento de la NBC. Por algún extraño azar han sido tres los sucesos y tres los lugares: Gran Bretaña, España y Estados Unidos.

Temáticamente podríamos decir que lo sucedido en España y en UK tienen más puntos en común por ser problemas con el gobierno, de los cuales el menos directo es el inglés: Hacked Off ha tenido éxito.

Breve resumen: Tras conocerse el escándalo de las escuchas ilegales que el grupo News Corp de Rupert Murdoch estuvo haciendo en Reino Unido durante años —en principio sólo como medio de lograr información privilegiada para News of the world—, ello llevó a un proceso judicial y una serie de caídas en desgracia que el gobierno de David Cameron parecía haber logrado controlar, teniendo en cuenta que varios implicados de alto nivel eran amigos personales del Primer Ministro o, peor aún, estaban trabajando en ese momento como miembros del gobierno.

Pero, claro, no contaban con Hacked Off.

Una plataforma de afectados por el caso creada por algunos de ellos, con el profesor de periodismo Brian Cathcart como cerebro pensante. Sus esfuerzos por que el caso siguiera adelante y por ir sumando gente que hubiera sufrido estas intromisiones fueron ganando peso, sobre todo al unirse varias figuras famosas y, en especial, el actor Hugh Grant, que servía de portavoz no oficial y aprovechaba para devolverle la pelota a los tabloides tras el trato que le dieron a su propio escándalo. Pero pronto quisieron algo más que presionar para que siguiera la investigación. Quisieron también que se estableciera un comité de malas prácticas de prensa.

Es el momento adecuado para recordar, una vez más, que el Reino Unido no tiene la libertad de expresión recogida de facto en ninguna carta o ley, es simplemente algo que se da por hecho, como parte de un pacto entre caballeros; también es algo que de vez en cuando pueden decidir que no se merecen determinadas expresiones, da igual que sean películas de terror, creaciones pornográficas o letreros anunciando que se pueden ver los juegos olímpicos en un bar. No es lo más habitual, pero sí ha supuesto algunos problemas en el pasado, pese a lo cual los ingleses prefieren no tener legislado algo antes que crear un aparato que vigile y pueda servir como represor.

Pero Hacked Off exigía una regulación y no dudó en aliarse con los laboristas, actualmente en la oposición, para recordar la implicación casi directa de Cameron en ésta, logrando armar aún más escándalo —ayudado también por la mala imagen y pobres resultados del político en las encuestas de opinión—, lo que favoreció un acercamiento entre la plataforma reivindicativa y los liberales demócratas de Nick Clegg, actuales socios de gobierno de los conservadores, poniendo en peligro ese apoyo y, por tanto, al mismo gobierno. En el momento en que Clegg anunció que votaría a favor de la propuesta de la plataforma se supo que Cameron sólo podía pactar si quería evitar que le tiraran los palos del sombrajo. Eso o dimitir. Así que pactó, claro.

La creación de un organismo regulador se está viendo con mucho miedo y escepticismo por parte de los británicos y los periódicos hablan de esa libertad de expresión que no tienen, cada cual por sus motivos. Los famosos tabloides lo hacen con ira poco contenida para evitar que les cierren el chiringuito; a los serios les preocupa que se use para tratar de reprimir la aparición de noticias. O que se ponga a alguien al frente que obedezca a los intereses de algún bando o grupo. Son ingleses, siempre se ponen en estas cosas.

Sobre todo porque en cuanto estén los periódicos veremos lo que tarda en universalizarse para el resto de medios, particularmente teniendo en cuenta recientes pifias informativas como las que comentábamos el año pasado de Newsnight.

Si a los ingleses les preocupan esas cosas, más preocupados andan los españoles desde que el Consejo de Ministros ha sacado las tijeras también contra los canales de televisión. Porque el tema tiene guasa: Una empresa de emisiones, en el mejor caso alegales, centrada en servicios eróticos, tarotistas y similares decidió que no le gustaba el último reparto que el Gobierno Zapatero había hecho de la TDT. Esta empresa ya había pleiteado contra la Generalitat, así que no debió parecerle complicado lograr otra sentencia a su favor, que acabó llegando por parte del Supremo. Y al actual Gobierno Rajoy no le ha parecido mala cosa dar con el palo a las cadenas y eliminar esa concesión, de manera que —a falta de que el gobierno se ponga de acuerdo con ellos mismos, que esa es otra— podría significar la desaparición de tres canales para las emisoras de Grupo Atresmedia (Antena 3 -> Grupo Planeta/ Lara), así como la reducción de dos canales para Mediaset (Telecinco -> Fininvest/ Berlusconi), para el Grupo Vocento (ABC -> Grupo Correo) y para Grupo Uniedisa (Unidad editorial – > Veo TV – > El Mundo / Marca), de manera que tendrían que empezar a pensar qué canales de su actual oferta eliminar.

Lo más curioso es cómo gestionaba cada uno su negocio: Vocento tenía sus cuatro espacios realquilados: A Paramount, Disney Channel, MTv España e Intereconomía —empresa que tiene sus propios canales adjudicados en algunas comunidades; a veces las cosas son tan complicadas en España—, así que tendrán que cerrar el negocio con dos de ellos. Unedisa tiene sus cuatro canales repartidos de la siguiente manera: Dos son propios, de los cuales uno, Marca Tv, [Editado: Gracias a Uriondo me entero de que en realidad solo ponían marca, licencia y profesionales, el resto del canal venía de Mediapro] mientras que el otro, Discovery, es fruto de un acuerdo en el que son socios… digamos que es suyo al 50%. Además de eso tienen alquilados otros dos canales: a AXN, para que comercialice un canal de pago por TDT, y a 13Tv. En cuanto al Grupo Tresmedia, sólo uno de sus canales no es propio, el alquilado a la TDT de pago Gol Tv, pero también son los que más tienen que cerrar, tres a elegir entre Antena 3, La Sexta y sus variedades: Neox, Nova, Nitro, Xplora y La Sexta 3. Al final parece que sólo saldrá bien Mediaset, con sus canales absolutamente inútiles, porque exceptuando Telecinco y Cuatro como generalistas y Boing y Divinity como especializadas, quizá también Energy, tienen tres canales con programas de relleno: LaSiete, FDF y Nueve.

Todo esto parece incluido para embarullar más que arreglar el otro problemilla pendiente del gobierno con la TDT, el del dividendo digital, que va a liar aún más las cosas en los próximos tres años. Resumiendo, el gobierno la cagó al otorgar las frecuencias para la TDT y se interfieren con el famoso 4G. Tratando de arreglar la primera cagada se han ido produciendo una sucesión de parches y movimientos de canales a diferentes sintonías, con la consiguiente necesidad de movimiento en antenas e instalaciones, que podría creerse que es para desalentar del completo uso de los canales del TDT, de no ser la solución más sencilla la clásica incompetencia política.

Solíamos ser amigos, hace mucho tiempo. Es inevitable decir esto recordando a Veronica Mars, ahora que su llegada a Kickstarter ha causado una revolución en USA. Bueno, y en el resto del mundo, claro. Los puntos de fricción son los siguientes:

  • Los que dicen que Kickstarter no están para esto. En realidad quieren decir que no debería estar, ya que la aprobación del proyecto está fuera de toda duda.

De hecho, los señores de la web están más que contentos por toda la publicidad gratuita. Personalmente considero que, con tantas webs del mismo tipo que hay, tampoco pasa nada si alguna permite lo que hace siglos se llamaba “edición por suscripción”. Sobre todo si los métodos de recaudación, donación y contraprestaciones están claramente descritos y son igualmente observados.

  • La gente no debería apoyar este tipo de movimientos con su dinero.

Aún a riesgo de sonar como un Legal Bueno en lugar del Caótico Neutral que siempre he sido… ¡Dejad que la gente haga con su dinero lo que le dé la gana! Si no es un timo, si la recompensa es la prevista, querer que la gente no pague es como llamar al boicot al helado de pistacho por ser un sabor erróneo.

  • Esto provocará una fiebre de relanzamientos como películas de series.

Psé. Pueden intentarlo, pero primero tendrán que dejar claros los derechos y, después, encontrar la forma de que la gente aporte. Porque si no aporta, poco se va a hacer. Y que el dinero que se pueda recaudar sea suficiente, claro, porque con lo que costaba Pushing daisies iban a tener que aumentar los plazos de recaudación.

  • Esto sólo se hace porque se puede desgravar de los impuestos.

Es que la idea es que los impuestos sirvan para favorecer estas cosas. Por eso las organizaciones de caridad o la promoción de la cultura tienen estas cosas. Sin entrar a explicar qué, cómo y de qué manera funcionan los impuestos. Ya sabéis, esas cosas que hacen que el Estado de Nueva York saque una ley con la aparente única intención de que la NBC se lleve de nuevo el Tonight Show a Nueva York. —¿Esperabais toda una columna sin más referencias a la NBC? ¿En serio?—

  • Pues no entiendo por qué lo limitan a USA.

Por los derechos. Recordemos de nuevo que Veronica Mars es una propiedad de Warner Bros. No de Rob Thomas o los guionistas, actores y equipo técnico/artístico. Es tan de la Warner como puede serlo Batman, o, mejor dicho, como pueda serlo Plasticman o Lobo. Y Warner tiene muchos tentáculos y acuerdos internacionales. Sí, sería más que deseable para todos los aficionados a Veronica Mars que pudiéramos apoyar la película desde todo el mundo. Pero esto es lo que hay.

Por cierto, la parte de “los primeros días se recaudó mucho pero ahora casi no sube” no la contemplo porque, francamente, cualquiera que eche un ojo verá que se debe a que las recompensas altas se agotan cada vez que se suben unas nuevas, con lo cuál sólo se puede ir añadiendo dinero con una cantidad máxima de 300$, lo que siempre hace más difícil lograr recaudar varios millones.

Mucho se ha hablado, especialmente en la siempre recomendable Mondo Pixel PG, de estos sistemas alternativos de financiación, y la verdad es que poco hay que se pueda añadir. Quizá el consumidor preferiría tener otras posibilidades a su alcance, quizá el creador preferiría que una empresa tradicional le hubiera comprado la idea… y también puede verse al revés, pensando en cuánta mayor sería nuestra implicación si nos pidieran algo más que dinero, o cuanta mayor nuestra libertad para crear. Recordemos que el libro de Alan Sepinwall acabó publicándose en una versión del print on demand de Amazon.

En cuanto a qué parte de su éxito se debe al amor del fan, creo que el que haya casi un 25% de personas poniendo dinero, aunque no vayan a conseguir siquiera un visionado de la película, dice bastante del apoyo de sus seguidores.

Y es que hay veces que incluso esta columna puede terminar con una visión positiva. Porque eso es positivo, ¿no?


Monstruoso corredor Patrick Troughton

El cambio del Doctor de William Hartnell a Patrick Troughton estaba pensado para pillar a los espectadores por sorpresa, aunque no había tantos por pillar como los picos de audiencia de la tercera temporada podrían haber hecho sospechar. Pese a la Dalekmanía, la irregularidad de la última temporada se acentuó por los cambios de jefe de guionistas y de productor, así como por los problemas de salud de Hartnell, cada vez más avanzados.

De manera que cuando Innes Lloyd llegó al cargo de productor al final de la anterior temporada, en mitad de The celestial toymaker, decidió que había que tomar medidas para salvar la serie aunque fuera a costa de muchas de sus particularidades. Lo primero que iban a perder era el personaje adolescente que habían ido encarnando Susan, Vicki y Dodo. Jóvenes casi asexuadas pensadas para ocupar un puesto en el que los pequeños espectadores se identificaran y a los que el resto de personajes tuvieran que explicar las cosas.

Y el siguiente objetivo fue el propio Doctor: su frágil salud le hacía perderse cada vez más grabaciones y su mala memoria, incluso cuando se podía disfrazar como en los nombres cambiantes que usaba con Ian, creaba todo tipo de problemas en unas grabaciones que tenían poco margen para las repeticiones. Además Hartnell empezaba a estar cansado de su trabajo, con lo que no puso objeción alguna al cambio ni a interpretar un serial entero para ser reemplazado al final. El primero de la temporada, The Smugglers, uno de los que peores datos de audiencia tendrá a lo largo de la serie, había sido grabado al final de la temporada anterior para tener preparada una primera serie cuando empezara la siguiente. De modo que Hartnell sólo tuvo que rodar ése, The Tenth Planet, en el que Innes Lloyd presentaría a los Cybermen y con ellos otra de sus obsesiones para con la serie, lograr unos villanos recurrentes y de éxito al estilo de los Daleks.

Durante meses buscaron un sustituto con la idea de hacerlo lo más distinto posible del Doctor de Hartnell; buscaban un giro hacia un personaje bonachón y descuidado, con mucho sentido del humor, incluso le dieron un gusto inicial por los disfraces y las falsas identidades que le colocaba entre Sherlock Holmes y La Pimpinela Escarlata. El elegido fue un actor de teatro y televisión especializado en pequeños papeles, aunque con algún protagonista también a sus espaldas: Patrick Throughton.

Tras el primer encuentro con los mortíferos Cybermen el Primer Doctor afirma al final del serial que “Este viejo cuerpo mío esta quedándose algo escaso” (mi libre traducción de “This old body of mine’s wearing a bit thin”) antes de acabar en el suelo de la TARDIS y renovarse (aún faltarían algunos años para que se llamara a lo sucedido regeneración) ante las atónitas miradas de Ben y Polly. Y si bien Polly reconocerá que se trata del Doctor muy pronto, Ben —y con él los telespectadores— permanecerán recelosos de ese extraño que ha ocupado su cuerpo. Aunque para no dejarles mucho tiempo para pensar y evitar la huida en masa, su primer serial propio sería The Power of the Daleks, con el regreso de sus clásicos enemigos, escritos, por primera vez, por un guionista diferente a Terry Nation. Sería pura rutina de no ser por este cambio que permite al Doctor hacer el tonto con libertad, para mosqueo de Ben. Y también dos Daleks que parecen haber revivido para ayudar a los humanos —sí, luego reutilizarían este argumento más veces— aunque no es mucho más lo que podemos contar porque uno de los principales problemas del Segundo Doctor es la enorme cantidad de episodios desaparecidos que tiene.

Durante los años sesenta —como comentábamos en la anterior columna— una de las costumbres de la BBC era reutilizar las cintas para grabar un programa nuevo encima de los antiguos; sólo algunas lograban salvarse, igual que sólo algunos programas lograban verse con una copia en 16mm usada para comerciar con países de la Commonwealth interesados en emitir las series de la BBC. Debido a esto, algunos capítulos y seriales del Primer Doctor están desaparecidos. También algún capítulo de los inicios del Tercer Doctor lo estuvo, o sólo se encontraba en blanco y negro, pero en quien más se nota es en Segundo Doctor, que no tiene ni una sola temporada completa y sí alguna, como su segunda, en la que no hay ni un sólo serial con todos sus capítulos. Por suerte, como con Hartnell, las fotos de producción y otros restos —guardados también aquí por el fenómeno fan — permitieron generar recreaciones que parecen casi telenovelas invertidas. Pero algo es algo.

La historia del Doctor seguiría evolucionando con el siguiente serial, The Highlanders, que tendría dos puntos de importancia para la serie. El primero es la aparición de Jamie McCrimmon, interpretado por Frazer Hines, como un highlander que se convertirá en uno de los más populares compañeros del Doctor, posiblemente sólo en competencia con el Brigadier y el Capitán Jack. Jamie es un joven de veintipocos, de corazón noble, idealista y fiel. Pensado para ser acompañante sólo unos pocos capítulos, el éxito del joven, eternamente enfundado en un kilt, hizo que permaneciera durante toda la época de Troughton como Doctor. Entre los ejemplos de su éxito e influencia está el reconocimiento por parte de la autora estadounidense Diana Gabaldon, quien concebiría su muy exitosa serie de novelas Forastera —sobre una enfermera de la Segunda Guerra Mundial que viaja en el tiempo hasta las highlands y allí encuentra la aventura y el amor de la mano de un highlander llamado… ehemJamie— inspirándose en estos episodios.

Por otro lado, sería la última vez en años que se emitiría un serial puramente histórico en Doctor Who. A partir de aquí las historias con finalidades educativas, que Lloyd había encontrado como uno de los problemas de la serie con un público que prefería buscar historias con un contenido de Ciencia-Ficción, desaparecerían. No la ambientación histórica, sino sólo el tipo de narración que en ellas se desarrollará. Hasta 1981, con Black Orchid, no volvería a verse una serie en la que lo único fantástico fuera la presencia de los protagonistas y la TARDIS.

Su siguiente viaje, The Underwater Menace, ubicado en la Atlántida y que cuenta la lucha contra un científico que planea usar la civilización arcana para destruir la Tierra, causaría auténtica conmoción al provocar un nuevo enfrentamiento con los que consideran que la serie debería tener un tono más infantil, debido al final del primer capítulo en el que Polly es obligada a entrar en una sala de operaciones en la que planean convertirla en una mujer pez. Una vez más llovieron las cartas, en esta ocasión incluso de profesionales sanitarios que hablaban de los problemas para operar a niños tras este capítulo. La BBC respondería que el contexto de fantasía debería hacer que los niños se asustaran pero les quedara claro que todo era falso; sus estudios demostrarían que, aunque los niños pudieran aterrarse con la serie, era algo que les encantaba.

En estos momentos Innes Lloyd juzgó prudente comprobar el éxito de los Cybermen repitiendo aparición y casi esquema con The Moonbase, una historia de infiltración que sería una de las marcas de la casa en estas temporadas, la historia del tipo Amenaza y Desastre, que incluiría el enfrentamiento con una raza extraña con aviesas intenciones. Algo que en el contexto de Guerra Fría tampoco debería sorprendernos mucho.

Estos villanos deben su existencia al Dr. Christopher Magnus Howard Kit Pedler, el asesor no oficial de la etapa de Gerry Davis como jefe de guionistas, quien los crea a partir de su propio miedo a la deshumanización tras sucesivos trasplantes. De modo que, junto a esa lectura como antiguos pobladores del planeta gemelo de la Tierra, Mondas, que a fuerza de modificiaciones han pasado de ser humanos Mondianos a ser Cybermen, abrazando la lógica y perdiendo la individualidad —en su primer seríal aún tenían nombres que les diferenciaban, en este pasarían a adoptar las distinciones sólo por el cargo—, era algo más que una alegoría de lo que ocurría al otro lado del Muro de Berlín. Se trataba, en principio, de una crítica de los límites éticos de la medicina y una pregunta de hasta dónde podríamos llegar sin perdernos. De todas formas, las referencias al terror de la década anterior pasarían a ser parte importante de la serie.

Un ejemplo de lo anterior sería el siguiente serial, The Macra Terror, que se mueve entre referencias a las películas de bichos enormes como La humanidad en peligro (Them!) y sus versiones más baratas como Tarántula; a la vez, también, 1984 de Orwell con su omnipresente y asfixiante seguridad, sus mandatarios fantasma y sus lavados de cerebro, entre otras fábulas de distopías futuristas. Parece que para el final de la temporada están empezando a decidir cuál debe ser el camino a seguir. De igual manera que con The Faceless Ones, se librarían de Ben Jackson y Polly Wright para buscar un nuevo tipo de acompañante; sería en una historia de infiltración que, sin embargo, se resuelve con el Doctor comprometiéndose a ayudar a los alienígenas invasores a encontrar una solución para su problema. La temporada terminaría con The Evil of the Daleks que servirá para mostrar un aspecto más oscuro del Doctor, al que los Daleks tratan de usar para esparcir su Factor Dalek por la galaxia, y al que Jamie llega a creer dispuesto a colaborar con ellos, cuando en realidad sólo estaba manipulando tanto a sus enemigos como al joven gaitero. También sirve para introducir a una acompañante siguiendo unos estándares comerciales, pues pese a tratarse de una joven victoriana llamada —*cof*— Victoria, encuentran la forma de ir acortando cada vez más sus faldas y mostrarla en trajes más… reveladores. A su vez tendría que haber servido para terminar con los Daleks, al haberse probado la eficacia de los Cybermen como enemigos del Doctor. Así se quitarían de en medio las peticiones de su creador, Terry Nation, hacia los personajes y le permitirían licenciarlos en Estados Unidos o hacer con ellos lo que quisiera. Si bien en el último momento, y ante los pobres resultados de Nation en el mercado internacional, se decidió dejar una puerta abierta —como si esas cosas fueran necesarias en una serie fantástica— para que regresaran. También fue el serial en el que Gerry Davis terminó su andadura como jefe de guionistas.

Tras las pruebas de la anterior temporada parecía claro el camino a seguir. Incluso ante una posible marcha de Innes Lloyd, motivo por el cual el primer serial de la quinta temporada comenzaría con una historia producida por Peter Bryant, con Victor Pemberton tomando el puesto de jefe de guionistas brevemente, pues, tras su éxito, Bryant ocupará el puesto de guionista y Lloyd terminará la temporada como productor. Todo ello en una temporada marcada por dos ideas claras: contar historias inspiradas por clásicos del terror y la ciencia ficción, que tan buen resultado había dado con los Macras o en The Moonbase, y preparar un surtido de enemigos inolvidables del Doctor que pudieran funcionar de manera recurrente, tal y como habían sido hasta el momento los Daleks y los Cybermen. De manera que nos veríamos inundados por distintos enemigos nuevos que rápidamente volvían a aparecer si se demostraba su interés y con resonancias no por evidentes menos interesantes.

Precisamente The Tomb of the Cybermen serviría también como presentación del Cyber-Controller y de los pequeños Cybermats, auténticos bichos que usaban como esbirros menores, así como del planeta Telos. Pero todas estas novedades no son nada comparadas con el cambio de la narración respecto a anteriores encuentros, tratando en esta ocasión a los Cybermen como una civilización gracias a los viajes temporales. Es la unión de las fórmulas y estéticas de los seriales arqueológicos al más puro estilo Haggard —cuyo Quatermain está muy presente en todo momento— con el funcionamiento de la ciencia ficción como particular forma de terror. Un acercamiento que permite sacar lo mejor de los dos mundos en una de las grandes historias del Doctor Who clásico, una obra que sabe manejar lo mejor del pulp y en el que sólo algunas notas discordantes —como el progresivo uso de Victoria para nada que no sea chillar muy fuerte, tan alejada de Barbara estaba— entorpecen el enorme disfrute. Quedaba claro que Bryant sería un productor competente.

A continuación The Abominable Snowmen, con Innes Lloyd de nuevo a los mandos, sirvió para empezar a introducir a la hornada de nuevos enemigos, modificando en parte la apariencia del segundo doctor, sus manierismos holmesianos como disfrazarse, probarse extraños sombreros o tocar la flauta dulce y su latiguillo Oh my giddy aunt!, para pasar a un Doctor algo más serio, rodeado de mortales enemigos y que solía repetir: ¡Cuando diga corred, corred! ( When I say run, run ! ) presentándonos a la Gran Inteligencia y a sus sirvientes robotizados, los Yetis —sí, cuando dicen Snowmen aunque se refieran al Yeti siempre acaba apareciendo la Gran inteligencia—, a la vez que recuperaban ideas ya vistas en The abominable snowman de Val Newton o en la adaptación de The creature que hizo el guionista de la saga Quatermass, Nigel Kneale. Quizá la mayor sorpresa sea precisamente que el enemigo a batir no sea como parece desde el principio el Yeti sino una inteligencia extraterrestre incorpórea que puede habitar en cualquier persona, algo que se explorará con mayor cuidado en siguientes apariciones.

Los siguientes enemigos en aparecer dan nombre a su serial de presentación, The Ice Warriors, una mezcla que reúne trozos de El enigma de otro mundo (The Thing from Another World) entre su versión fílmica producida por Howard Hawks y el original de Campbell Jr., para amplificar la idea con rastros de un posible invierno nuclear que en aquel momento no parecía tan descabellado, haciendo que la base científica se convirtiera aquí en la Tierra sumida en una nueva Edad del Hielo y que las discusiones científicas se pudieran interpretar incluso en clave de política de bloques. Los famosos Ice Warriors, por su parte, serían otros de los mortíferos enemigos del Doctor, mitad armadillo, mitad Godzilla, que habían viajado a la Tierra —donde se había encontrado a uno de ellos—, con el fin de conquistarla tras haber dejado Marte seco.

Quizá para compensar tanto despliegue de monstruos, el serial The Enemy of the World se ocuparía de un científico loco especializado en manipular el clima; un recurso habitual esta época, pues venían de usar ese truco los Ice Warriors, meses después de que en The Moonbase también apareciera, con la diferencia de que aquí Patrick Troughton interpretaría un papel doble interpretando también al villano, de manera mucho más amplia que cuando Hartnell interpretó brevemente al Abad de Ambroise en The Massacre of St Bartholomew’s Eve. También fue la primera vez que un serial del Doctor Who aparecería a todo color en la portada del Radio Times, aunque en realidad dentro hubiera un artículo que aprovechaba la reciente aparición de los Ice Warriors para presentar El monstruoso mundo de Doctor Who (The Monstrous World of Doctor Who). Por lo demás, un serial con pocas complicaciones que sería, además, el último trabajo de Innes Lloyd como productor antes de cederle el mando a Peter Bryant.

Ya con Bryant y Derrick Sherwin ocupando su puesto como jefe de guionistas llegaría otra de las grandes historias —lamentablemente ahora perdida en su casi totalidad— llamada The Web of Fear. En ella aparecería por primera vez Aistair Gordon Lethbridge-Stewart, en aquel entonces con rango de Coronel. Pero, sobre todo, nos traería una trama con poderosas resonancias a ¿Qué sucedió entonces? (Quatermass and the pitt) con el regreso de la Gran Inteligencia y sus Yetis, esta vez en el metro de Londres, con Charing Cross tomando el relevo a Hobbs End. Su buena fama sólo puede comprobarse mediante reconstrucciones o la versión novelada al haber sobrevivido sólo uno e los seis capítulos, una lástima.

La vida fuera de Doctor Who y las series que la competencia le enfrentaba tendían a convertirse en auténticos retos, tanto con la emisión de Perdidos en el espacio como con otras series de ciencia ficción provenientes de Estados Unidos, tales como Star Trek, e incluso la popularidad de Los Vengadores o de la extraña Adam Adamanta Lives!, junto con la progresiva pérdida de poder de Sydney Newman de la BBC, hicieron tanto deseables como posibles algunos cambios, de modo que en Fury from the Deep aprovecharon para librarse de Victoria Waterfield, aunque en un irónico giro de acontecimiento serían sus gritos los que sirvieran para destruir al enemigo de turno. Pero, sobre todo, sirvió para presentar un aparato que con su técnica avanzada parecía el tipo de cosas que Newman había prohibido desde el primer momento por servir para hacer magia en vez de solucionar problemas. Efectivamente, estoy hablando de la primera aparición de un destornillador sónico en la serie.

Como remate de la temporada estaría uno de los seriales más flojos de este Doctor, The Wheel in Space First, que sirve para introducir a una nueva compañera de aspecto más sexy y, teóricamente, más cercana a las heroínas de acción que empezaban a aparecer; pero la verdad es que la pobre Zoe Heriot (Wendy Padbury) se limitaba a llevar un traje ceñido y poco más, no ya porque estuviera muy lejos de las Cathy Gale y Emma Peel que Honor Blackman y Diana Rigg interpretaban en Los Vengadores, sino porque desde el principio su personaje se nos mostraba con poco recorrido, muy centrada en la ciencia pero con ninguna idea de historia y un desconocimiento casi increíble de razas extraterrestres. Unos fallos de formación para alguien pensada originalmente como contrapunto al Doctor que dejan claro desde el principio que esa idea de feminismo que implicaba el cambio era meramente cosmética. Por lo demás, la historia estaba pensada para rematar la temporada, mostrando el primer choque entre los Daleks y los Cybermen; pero las cosas con Nation seguían sin estar claras y, aunque se llegó a un acuerdo con él por el que se le ofrecería ser la primera opción para escribir cualquier serial protagonizado por los Daleks a cambio de volver a usarlos, para entonces Kit Pedler había presentado una historia de Cybermen completamente distinta. Por cierto, sería la primera vez que el Doctor usara como alias John Smith.

Hubo un intento de mejorar las cosas con una repetición alterada de The Power of the Daleks durante el parón entre temporadas, que se presentaba con imágenes de Zoe en la TARDIS tratando de aprender más de los enemigos y viajes del Doctor, viendo las imágenes mentales que éste le mostraba a ella y a Jamie de su último encuentro con los peligrosos alienígenas de Skaro.

El pobre final de temporada se tradujo en una audiencia baja para toda la siguiente, empezando por el formulaico primer serial The Dominators, en el que se introdujo un nuevo enemigo, los Dominators (como hábilmente habréis deducido). Su importancia es puramente accidental y sólo debida a que sus siervos robóticos, los Quarks, se convertirían en enemigos recurrentes de los cómics del Doctor Who que se producían en aquel momento. Por lo demás, incluía un canto a la beligerancia, convenciendo a los Dulcians que sólo lograrían resistir a los Dominators si luchaban, lo que era un ataque en toda la regla al pacifismo.

Mucho más original fue The Mind Robber, en el que los hechos a finales del anterior serial fuerzan al Doctor hacer que la TARDIS se mueva fuera del mundo real al mundo de la ficción. Empieza entonces un extraño relato completamente meta sobre lo escrito y las ficciones; una propuesta original que tuvo que ser alargada ante los problemas de The dominators, que perdieron por el camino un capítulo que acabaría ganando este relato. Así, tuvieron que sacarse un capítulo extra del material grabado, en un movimiento que molestaría a su guionista Peter Ling. Como curiosidad, esta excentricidad se convirtió en debate entre los que pensaban que se trataba de un serial más y los que lo veían como un sueño del Doctor que transcurría entre la anterior historia y la siguiente, dado que allí empezarían todos en las mismas posiciones que en éste.

Lo que quedó claro desde el principio era que la siguiente historia era importante para todos; así, Terrance Dicks pasaba a ser el jefe de guionistas —sí, es un puesto con mucho movimiento— y, además, se usaba como campo de pruebas para comprobar un nuevo estilo de historia centrado en la Tierra, a la vez que recuperaba una de las historias más famosas del Doctor, protagonizada ahora por sus nuevos archienemigos. Y es que The Invasion y su trama con los Cybermen invadiendo Londres remitía directamente a ese The Dalek Invasion of Earth que tanto había hecho por la popularidad de los saleros malignos. Además traía de vuelta a Lethbridge-Stewart, ahora en su puesto de Brigadier, que conservaría para el resto de la serie. Y con el Brigadier llegaba, por supuesto, UNIT: La United Nations Intelligence Taskforce, que era una organización de enfrentamiento ante lo extraño, fundamentalmente los numerosos extraterrestres que estaban tratando de invadir la Tierra recientemente. Por cierto, con ambos llegaría John Benton, otro secundario recurrente de la época UNIT.

En cuanto a los villanos de la historia, los Cybermen ofrecían como mayor innovación un aspecto en el que se mantendrían fijos durante casi 15 años —claro que también tardarían unos 6 años en volver a aparecer—. Lamentablemente, la historia original de cuatro partes se fue expandiendo sin control cuando el siguiente serial fue eliminado y hubo que ocupar su hueco. Esta hipertrofia, similar a lo ocurrido con otra historia de los Daleks, su Master plan, le hizo un flaco favor a las ya de por sí problemáticas audiencias. Y, más aún, pese a ser una prueba de capítulos baratos centrados en la Tierra, acabaría siendo el más caro de los seriales durante años. Otro ejemplo de adaptación sería la figura del villano Tobias Vaughn, más cercano a los que se podían encontrar en los supervillanos de las películas de James Bond.

Dicks sería aún jefe de guionistas durante la primera historia, The Krotons, la primera contribución de uno de los autores clásicos para Doctor Who, Robert Holmes, que a su vez era lo más destacable de un serial que dejaba notar un cansancio general. Dicks aún continuaría como jefe en otra historia antes de devolver el puesto a Derrick Sherwin, tras acabar con The Seeds of Death, una historia de la que teóricamente se ocupaba Brian Hayles pero de la que acabaría siendo despedido. Dicks pasó a ocuparse él mismo de la historia, incluyendo una llegada de la flota marciana y eliminando una trama de hipnotismo que no parecía llegar a ninguna parte y cuyo mayor interés radicaba en los intentos de mejorar los efectos especiales y ofrecer tomas distintas y más arriesgadas. Se trataba del regreso de los Ice Warriors, que trataba de recuperar esa sensación de terror de los años cincuenta, pero ahora con pocos resultados. Se dice que Frazer Hines había manifestado su intención de marcharse y solo la intercesión de Patrick Troughton lo evitó con la promesa de que esa sería la última temporada para ambos.

Ya con Derrick Sherwin como jefe de guionistas, Robert Holmes entregó un curioso western sci fi en The Space Pirates, un simple entretenimiento antes de lo que acabaría siendo el plato fuerte de la temporada: el final del Segundo Doctor. Sherwin pasaría a partir del siguiente serial a ocupar también (y a la vez) el puesto de Productor.

En esta ocasión el serial era algo más que una historia, pues en The War Games vemos dos partes bien diferenciadas: en la primera el Doctor llega con Jamie y Zoe a un planeta en el que distintas tropas de la historia de la Tierra se están enfrentando: romanos, griegos, combatientes de las guerras de Crimea, la de Secesión Americana, la Inglesa, la Mexicana, la de la Independencia española, la de los Boers, la de los Treinta Años, la Ruso-Japonesa o la Primera Guerra Mundial, entre otras. Detrás de esto estaba un nuevo Amo del Tiempo, conocido como The War Master —y sin relación con The Master, que os veo venir— que parecía decidido a conseguir descubrir cuál era el ejército definitivo para usarlo en sus planes de invasión del universo. Tras un par de intentos, el Doctor se descubriría incapaz y decidiría un movimiento realmente sorprendente, usando una extraña caja blanca para enviar un mensaje.

Aquí empezaba la segunda parte, pues la caja es una forma de comunicación con Gallifrey —aún no con ese nombre— para que los Time Lords lleguen a poner orden, deteniendo los planes del renegado y enjuiciando al otro renegado. Al Doctor, vaya. Porque recordáis que el Doctor se había montado en la TARDIS y se había largado sin decir nada a nadie. Aún no se explicaría mucho más tras esa huida, debido a que los Time Lords estaban muy ocupados echándole un sermón sobre la no intervención, que pronto sería llevado por el Doctor a los terrenos de la necesidad de luchar ante la aparición de un gran mal, entre los que se encontraban Daleks, Cybermen, Yetis, Quarks o Ice Warriors. Al final decidirían que, si tanto quiere a la Tierra, que se case con ella. Perdón. Que se quede allí. Exiliado. Con la TARDIS como casa y punto de contacto pero ya sin ningún poder de traslación y sus compañeros del momento devueltos cada uno al punto en que se unieron al Doctor, sin más recuerdo de él que la primera aventura que vivieron a su lado, como si no hubieran aceptado nunca emprender ese viaje.1

El último episodio de la temporada se emitió el 21 de junio de 1969; sólo un mes después, el 21 de julio, la nave Apolo XI, y con ella la Humanidad, llegaba a la Luna abriéndose la puerta al Universo. Al Doctor le habían dejado en la Tierra dándole con esa misma puerta en las narices.


1 Al menos en principio, se ha hablado siempre de una elíptica Season 6B con el Segundo Doctor y Jamie durante la que encontrarían al Sexto Doctor y anterior al cumplimiento pleno de la pena, pero de eso hablaremos en otro momento.


Bondadismo inocente culpabilizante maldad

Tras los Juegos Olímpicos de Londres se comprobó que los saltos de trampolín tenían buena audiencia, así que ¿por qué no adaptarlos a la televisión? Pensadlo por un momento y decidid si no lo tienen todo: a) Emoción: 1. Como competición que es, por saber quién será el ganador; 2. como drama potencial, por el morbo de que alguno de los concursante se mate —Algo no por menos probable que vaya a funcionar peor con el público televisivo actual—; b) Carne: ¿Que mejor excusa que esta para sacar a señores y señoras con poca ropa en horario de máxima audiencia?, algo que siempre tiene su público; c) Coartada: Es un deporte, al fin y al cabo, así que los dos puntos anteriores no tienen nada que ver con su previsible éxito. Que va. En absoluto.

Como estas cosas funcionan como funcionan rápidamente buscaron un cuarto punto: d) Famosos. Por lo visto ver a un famoso con poca ropa y/o muerto siempre será mejor que ver a un desconocido —un desconocido es aquel que aún no ha pasado suficiente tiempo de exposición mediática, claro.—

En algo así debían de pensar en Estados Unidos y Países Bajos. En el primer país la FOX —venga, va, haced como si os sorprendiera— comenzó a preparar un especial que debería haber estado para la temporada de otoño. Pero no dejaba de retrasarse. Y eso que intentaron ponerlo en marcha lo más rápido posible porque la ABC ya había manifestado su intención de adaptar el formato holandés Splash!. Se puede decir muchas cosas de los europeos pero no que seamos lentos para estas cosas. Mientras la FOX se chocaba contra todo tipo de problemas el canal SBS 6 tenía a finales de agosto listo para emisión Sterren Springen, algo así como Famosos saltando. Rápidamente se vendió a más países, casi siempre con esa premura para llegar a ser los primeros en estrenar un programa tan aparentemente sencillo.

Cuando la FOX logró por fin estrenar su Stars in Danger: The High Dive se encontró, además, con que la audiencia pasó mucho de ellos. El propuesto concurso reality parecía condenado a no pasar de ahí y los planes de la ABC de estrenar su propia versión de Splash se retrasaron a la espera. Mientras tanto los ingleses habían logrado estrenar el suyo, que se convirtió en el éxito del año con una audiencia mucho mejor incluso de lo esperado. Por lo esperado por la cadena, me refiero, los críticos tenían los cuchillos afilados desde hacía semanas.

Así pues, tenemos un programa basado en unos puntos bastante obvios y con éxito internacional, en parte probado, en parte pendiente —este mismo mes se estrenará la versión francesa, por ejemplo— que apela a cosas tan básicas que lo raro es que no lo hubieran estrenado antes.

De modo que, ¿a qué tanta sorpresa y tanto rasgarse las vestiduras?, ¿qué clase de ridículas afirmaciones son esas de que es muy español su éxito? ¡O la elección de participantes! ¿Que aquí está Falete? Atentos a Jaap Terror Amesz, concursante del programa original:

Tenemos tanto que aprender.

Como decía antes, no estoy apoyando este tipo de programas, trato de explicarlo. Y trato de hacerlo porque por más que lo intente no encuentro comprensible afirmaciones como las de la versión inglesa The Guardian que lo aprovechaba para hacer un repaso a esa televisión que es tan mala que es buena y eso es algo que no soy capaz de entender.

Pero si retrocedemos un poco más, hace unas semanas se estrenaron tres series distintas entre sí pero con problemas de aceptación similares. Se trataba de The following, Zero hour y Cult. A ellas también les tocaron soportar todas esas afirmaciones ridículas: “Es mala pero te ríes”, “ Es tan mala que es buena “, “Es un placer culpable”. ¡NO, NO, NO!

La primera es quizá la más ambigua. Si te ríes al menos algo de provecho habrás sacado, ¿no? —Y soy de la opinión que eso es así incluso aunque estemos viendo un dramón— Así que, por favor, si te has reído, aunque sea por terribles casos de comicidad involuntaria, muéstrate si no agradecido al menos benevolente y reconoce que sirve para pasar un buen rato. Si te ha hecho reflexionar, si te ha mantenido interesando, enganchado a lo que sea; puede que no fuera su objetivo, puede que sea un logro externo a sus intenciones, pero es sin duda un logro.

La segunda me parece un error de concepto. No el de disfrutar de una obra deplorable. A eso estoy acostumbrado. Incluso a la vieja idea del amar/odiar, ver algo para criticarlo, porque te sientes superior, te sientes poderoso ante su podredumbre, te crees más inteligente que lo que criticas y eso te hace sentirte bien contigo mismo. Y, sin embargo, volvemos al mismo punto de lo anterior. Es un choque de trenes, lo ves no porque esté bien sino porque produce una fascinación malsana y morbosa. Es algo que podemos entender. Pero, eh, ¡acéptalo! El programa es malo Y te gusta. No pero, no. Y. No te gusta porque ni aunque, salvo, claro, que seas una persona que sólo se fije en la calidad mensurable —¡o peor aún, en el juicio crítico !— a la hora de decidir qué te gusta.

Motivo por el cual considero que los placeres culpables son afirmaciones tontas. ¿Qué quiere decir eso de Es un placer culpable? ¿Qué te meterían en la cárcel si te pillaran? ¿Que te estás haciendo daño a ti mismo? Así como con un ojo guiñado, estupendo. ¿Os imagináis a Mitríades, rey del Ponto, diciendo que beber veneno es su placer culpable? Y el representante de la curia frente a él le diría, Ah, el mío es la pederastia. ¡Y todos tan amigos!

No, me temo que no. Generalmente cuando dices eso te refieres a: Oh, sé que es terrible y que no debería de gustarme porque el consenso general es terrible y en lugar de esto que estoy viendo debería estar repasando The Wire o haciendo natación que es el deporte más completo así que, bueno, seré autoindulgente y reconoceré de manera irónica la baja calidad de mi elección haciendo como si tuviera la tarjeta de Sal de tener que reconocer que te gusta este programa de dudosa calidad y recopila tu crédito exterior diciendo que lo haces de manera irónica.

Porque es es el problema principal. La imagen que queremos proyectar de nosotros mismos, los gustos que querríamos tener, los gustos que queremos que el resto crea que tenemos. Y si no están aceptado pues… ¡te ríes de ellos y ya está!

Ver un producto desde la superioridad moral es sólo comparable a ensalzarlo desde la nostalgia. En ambos casos importa más lo que tú le añades que lo que él ofrece. Y, peor aún, demuestra que no eres capaz de diferenciar lo uno de lo otro, Pparece que la gente no sabe separar la calidad del propio gusto. Como si fuera ese el baremo de la calidad. De manera que cuando lo que nos gusta es algo que no parece tener una alta calidad demostrable hay que buscar un motivo para verlo.

Para los que llevéis tiempo leyéndome en mis varias intervenciones interneteras no os sorprenderá mucho que defienda, como siempre, que la calidad de un programa no debería estar ligada a su audiencia. Ni en favor, ni en contra. Eso de que los programas de calidad deberían triunfar o son, por su propia definición, minoritarios, son chorradas. Que la gente sienta que debe disculparse por no gustarles programas de calidad, también. Solo me resulta más lamentable la gente que defiende que esos programas no deben hacerse, que sólo se deben hacer los populares (por lo visto se puede decir que un programa es bueno pero no que es malo, yo qué sé) del mismo modo que me parece lógico que no todo el mundo sepa cosas pero no que defienda la incultura.

Volviendo a lo que aquí nos ocupa, suelo poner el inicio del problema en que mucha gente aún no ha caído en que no es lo mismo evaluar la calidad de un programa que lo que pueda gustarnos dado que, insisto de nuevo, que algo esté bien realizado no significa que vaya a gustarnos inmediatamente. Y viceversa: Que algo nos guste no significa que tenga calidad. Pese a lo cuál vemos una gran cantidad de valoraciones basadas en ese megustismo.

El megustismo es un problema generalizado, claro y viral. Examinar una obra según su impacto en nosotros puede facilitar llegar a una conclusión rápida y sencilla. Pero responde a la pregunta: ¿qué reacción me ha producido la obra?, una pregunta egocéntrica donde las haya. La obra sólo importa en tanto que nos afecta. No se trata de: ¿qué análisis saco de la obra?, no busca una aproximación analítica. Busca ver si ha levantado olas en nuestra forma de ser y pensar, si ha acertado en la diana de los gustos propios.

Cierto, realizar un análisis frío y sopesado sólo puede hacernos parecer como unos robots idiotas, carentes de emociones, dotados de unos aparatos para evaluar la frenología de la realidad. “La fotografía muy cuidada, la interpretación impecable, el inteligente planteamiento.” En fin, esas cosas. Pero, eh, al menos estamos hablando de la obra y no de nosotros o de bajo mi punto de vista (¿o era pese a no ser crítico de cine?, no sé)

Personalmente considero necesario usar una mezcla de ambas para hallar hasta que punto es un producto bien construido y que, además, logre apelar a la parte emocional básica. Pero siempre con el conocimiento de que pueden ser programas que no estén hechos para apelar a mí como persona. O, peor aún, que ese impacto que puede realizar en mí sea muy superior a la calidad de la obra.

Por ejemplo, cuando te tomes la crítica a una obra como una crítica personal. O, más imperdonable aún, cuando decidas juzgar a una persona por aquello que le gusta. Estoy tratando de decidir qué es peor y no lo veo claro.

Por otro lado, lo que sí puedes encontrar es muchos productos cuya calidad cuestiones por no notar que están realizados para un público con una sensibilidad distinta. Si estás viendo una simplona serie policíaca de la CBS están buscando eso precisamente, si es un programa de dudoso gusto y chorreante de testosterona redneck en SPIKE también, y si no soportas los realities de BRAVO estás más que en tu derecho de manifestarlo. Pero no digas que no entiendas que le pueda gustar a nadie. Todas las cosas son entendibles si te detienes a analizarlas. Generalmente porque funcionan apelando a un tipo concreto de público, no buscan un éxito global sino dentro de su nicho.

Lo más extraño en el proceso televisivo no suelen ser las audiencias sino que un ejecutivo al ver un programa concreto pensara que eso se podría estrenar con razonable éxito. Y, sin embargo, no es algo nuevo. A la mala recepción y general incomprensión hacia Zero hour y Cult, algo que podría unirse a momentos del pasado, del reciente como The Cape o Persons Unknown y del más lejano como Manimal o Cop rock. Ejemplos de series de calidad dudosa pero francamente entretenidas de ver que se la pegaron. Podríamos, por otro lado, sacar un listado de las que triunfaron.

En ningún momento es necesario que las consideremos mejor de lo que son. Entendámonos, se puede discutir y debatir su calidad. Por supuesto. Al fin y al cabo todo está sujeto a revisión. Por eso ahora la cotización crítica de Los Sopranos ha caído mientras que la de The Wire está a tope. Todo sube y baja, incluso en lo relativo a lo peor considerado. En los USA la serie que más puñaladas se está llevando este año es Smash, y no se los está llevando tanto por su nivel, que es simplemente mediocre, como por una serie de sucesos externos entre los que destacan muy especialmente el ser el proyecto mimado de Robert Greenblatt, el actual jefazo de la NBC que la ha conducido a su actual desastroso puesto en las audiencias, cuya permisividad con el proyecto permitió que la temporada pasada se convirtiera en una bomba grabada con múltiples problemas de supervisión — puesto del que ha sido relevada este año por Up all night y su actual catástrofe empezando por ser también una serie de la NBC — que acabaron facilitando que la serie se viera por lo que se conoce como hate watching , es decir, el visionado de un programa con la única finalidad de ponerlo a parir. Algo que el año pasado acabó siendo prácticamente la única forma en la que se hablaba de algunos productos televisivos en USA .

No voy a decir que esté mal, allá cada cual con los motivos para ver un programa, pero espero que la próxima vez que estéis disfrutando de ver algo tratéis de entender qué es lo que os gusta y por qué. Así, con un poco de suerte, podremos llegar a descubrir que Es tan alocado que es bueno, Es tal el dislate que te ríes y, desde luego, es un placer . Sin más.


Primus Doctor William Hartnell

Y con este capítulo, este An Unearthly Child, comenzó la historia de Doctor Who, aunque ciertamente no sin problemas. No todos los días matan a un presidente el día antes de que comience tu programa. Además, finalmente no habían logrado la portada del Radio Times aunque sí un amplio reportaje interior y la BBC se había preocupado de emitir de tanto en tanto un trailer promocional y un anuncio de radio narrado por Hartnell. En cualquier caso, una serie de apagones hicieron que parte de Gran Bretaña no pudiera disfrutarla, por lo que decidieron, como medida excepcional, volver a emitir el primer capítulo justo a continuación del segundo.

La audiencia, por su parte, respondió con moderado entusiasmo. No parecía que aquello fuera a ser un éxito de masas y quizá se debiera en parte a que estábamos aún lejos de un Doctor como ahora conocemos. Tras presentarnos a los personajes de los profesores Ian y Barbara y su preocupación por Susan, que les lleva a acabar atrapados dentro de la TARDIS, la acción no empezará en realidad hasta el segundo capítulo en el que veremos el entorno prehistórico. Muchos han sido los nombres que se han tratado de colocar a esta primera aventura, los más oficiales son 100,000 BC o The tribe of Gum, pero prácticamente todo el mundo se refiere a ella por el título de ese primer capítulo.

Estamos, como en todas las series que comienzan, con unos capítulos de tanteo que aún estarían influenciados por esa primera idea de un doctor más duro, bastante insoportable e incluso cruel. También la aventura que viven, un viaje a la edad de piedra en la que la vida importa no demasiado, los fuertes sobreviven y nadie ayuda a los débiles, sólo importa imponerse como jefe de la tribu por los medios que sean. Nuestros protagonistas se quedarán sorprendidos por el rechazo a la cooperación y la evolución que ello podría traer por mantener esas tradiciones y ese poder. Ah, y el doctor fuma en pipa y luego ya nunca más.

El recibimiento de la serie fue sólo un poco por encima de tibio, un poco por encima de la media y ya. Nadie parecía demasiado impresionado. Peor aún, dentro de la propia cadena estaban teniendo problemas, y la culpa era de los Daleks.

Dentro de las especificaciones estaba evitar los objetos tecnológicos que sirvieran de solución para todo pero, sobre todo, evitar los bug eyed monsters, de modo que cuando vieron las pruebas del segundo serial y descubrieron a los Daleks tuvieron una discusión inmediata con el equipo creativo, que aseguraba que no se trataba propiamente dicho de este tipo de monstruos. Que a mitad de la grabación ocurriera la muerte de Kennedy pudo haber hecho que la atención se desviara de ellos, pero estaba claro que, por mucho que le pesara a Sydney Newman, todos los implicados, empezando por la productora Verity Lambert, sabían perfectamente lo que estaban haciendo. Llegó incluso a plantearse sustituirla por el tercer serial, The Edge of Destruction, escrita por el script editor —al que llamaré por comodidad aunque el cargo no encaje del todo— o jefe de guionistas David Withaker. Sin embargo, problemas de producción hicieron absolutamente imposible esta solución y el serial The Mutants o The Dead Planet pero, fundamentalmente, The Daleks, acabaría viendo la luz.

Y esto pudo ser lo mejor que le pasara a Doctor Who en su historia. La trama del serial vería llegar a el Doctor y sus acompañantes a un planeta moribundo, Skaro, víctima de una guerra total que ha cambiado a las dos razas que lo compartían: una de terribles guerreros, otra de pensadores, respectivamente los Thals y los Dals. Tras la guerra, los primeros decidirían abrazar el pacifismo tras los devastadores efectos en su planeta. Los segundos recorren el camino contrario, han acabado mutando y viven recluidos dentro de unas armaduras de guerra para poder sobrevivir; ya no se consideran Dals, ahora son otra cosa, son Daleks (en el futuro se establecerá que en realidad se llamaban Kaleds; pero en el futuro). El Doctor decide investigar, aún a riesgo de su salud y la de sus acompañantes —mostrando aún esa forma de ser de sus inicios— y, cuando descubre el auténtico aspecto e intenciones de los Daleks, anima a los Thals a abandonar el pacifismo y luchar por su supervivencia —bueno, quizá el Doctor al principio no, a él le daba igual todo lo que no fuera él mismo—. Esta historia, que trae ecos de otras anteriores como la de los Eloi y los Morlocks en La máquina del tiempo o su correlato en Dan Dare con los venusianos Therons y los malvados Treens, está amplificada por resonancias tanto a la Segunda Guerra Mundial y el paralelismo entre los Daleks y los Nazis como a la Guerra Fría existente en esos mismos momentos. La posibilidad de un planeta destruido era uno de los grandes miedos de la Guerra Fría, las mutaciones atómicas llevaban años siendo un recurso de la ciencia ficción y a nadie sorprendían demasiado. Por contra, el diseño de los Daleks fue todo un acierto. De inmediato éxito, subieron los espectadores de la serie de 6 a 10 millones y se convirtieron pronto en todo un icono popular.

Su primera y amenazadora aparición ya hacía suponer algo turbio detrás: La imagen de Barbara atenazada y gritando, algo menos habitual en ella de lo que sería esperable, y la extraña imagen de resonancias fálicas, esa presentación cercana al punto de vista del Dalek, serían sólo una forma de meternos en la historia, porque pronto les veríamos en todo su esplendor.

El diseño, obra del recientemente fallecido Ray Cusick, se hizo rápidamente popular. Tanto, que los personajes fueron rápidamente el centro de un debate. Por un lado hubo organizaciones que se quejaron de su presencia en una serie orientada hacia los niños —algo que por lo visto se debía a la hora y no a los dos seriales que llevaban emitidos, pero esto sería algo habitual en la historia de la serie—, mientras que los niños se dedicaban a imitarlos, disfrazarse y reclamar juguetes, que no tardarían en llegar, claro. Además de garantizar, no las 52 semanas que quería originalmente Newman, pero sí 36 que, gracias a la buena marcha, terminarían siendo 42. Si tenemos en cuenta que el periodo sin serie de ese primer año de 1964 sería apenas de mes y medio, veremos que tampoco se alejaron tanto de lo que pretendían.

Mientras tanto, el tercer serial, The edge of destruction, llegaba por fin y en él se producía la confrontación entre los companions y el Doctor por, digamos, lo absolutamente insoportable que era. En el transcurso de esta historia, que acabó siendo un ejemplo de episodio embotellado, la TARDIS empezaba a funcionar raro, el Doctor cree que Ian y Barbara la han saboteado, Barbara sugería al Doctor que puede ser un intento de comunicar que algo va mal —y aquí se establece que hay algo sintiente en la TARDIS—, pese a lo cuál él prefiere tratar de drogarles para que confiesen; discuten, con un clímax en el que Barbara le llama stupid old man y le señala que le salvaron de la muerte en la prehistoria y no le abandonaron cuando les engañó para ir a conocer a los Daleks, de modo que cuando se comprueba que Barbara tenía razón todo este tiempo, se disculpa. Aunque sea de manera tangencial.

Hay una idea interesante que sugiere Teresa Jusino en Chicks unravel time y es la posibilidad de entender al personaje del Doctor en este momento de su historia como un adolescente. Sí, tiene aspecto de señor mayor —teóricamente por su ausencia de regeneraciones— pero es joven para su raza y se comporta de manera egoísta, irascible y con continuos cambios de humor. Quizá porque, como apuntaba Community, no es tanta la diferencia entre ambas edades.

En el cuarto serial, Marco Polo, comienza la aparición no sólo de periodos históricos, también de figuras históricas reconocibles. Y con ella, otro de los temas recurrentes en la historia de la serie: La necesidad de ofrecer un entretenimiento formativo con una ficción interesante. Los personajes en esta primera historia pasarán meses acompañando a Marco Polo, algo que quedará tan poco televisivo que pocas veces más se repetirá. En lugar de eso se condensarán en unos pocos días los sucesos, pese a que ello signifique tomarse libertades con personaje, periodo, fecha, ahm… Formativos, sí, pero sobre todo entretenidos. Algo que se comprobará más adelante cuando hablen de los Romanos o, como comprobaremos con el final de su primera temporada, de la Revolución Francesa.

También estamos con Marco Polo ante la primera historia desaparecida. Durante los primeros años de Doctor Who, correspondientes a los dos primeros Doctores, la serie vivió un tratamiento similar al que cientos de programas y series sufrieron en esos mismos años, la destrucción sistemática de sus cintas originales. Se salvaron sólo aquellas que fueron prestadas para su emisión en otros países de la Commonwealth y afines, o aquellos que quedaron perdidos o despistados. Hay recompensas para quienes los encuentren, por cierto.

Pero como ejemplo perfecto de lo que el fenómeno fan ha supuesto en la televisión desde su mismo inicio, se han podido realizar reconstrucciones parciales gracias a fotos del rodaje o de producción que se han guardado y, sobre todo, a que casi todos los episodios han visto cómo se guardó la pista de voz gracias a los espectadores en casa que, no teniendo ningún medio para copiar las historias, se conformaban con lo que tenían a mano, la creación de una copia de sonido. La falta de cultura de la reposición y lo efímero de las emisiones televisivas en la época empujaban a aquellos que querían conservar algún recuerdo a esta muestra de coleccionismo al límite. Algo que años después ha servido para reconstruir y recuperar de diferentes maneras los episodios perdidos. Mitigando en parte, además, un problema que aquejaría a la serie los siguientes años y afectaría a momentos tan importantes como la primera aparición de los Cybermen, pero ya llegaremos a eso.

Antes está esta primera temporada y en ella pasarán por dos historias importantes, la primera por su posición como prólogo del comportamiento de los personajes para la siguiente. The Keys of Marinus es una historia menor en casi todos los aspectos, pero nos muestra una vez más a Barbara siendo la primera en notar que algo va mal, librándose del control mental y ayudando a sus compañeros. También será la primera vez que se utilice el sistema de quest, en el que cada capítulo trate de conseguir un objetivo en búsqueda mayor, de manera que hay una línea argumental general para el serial y una resolución, a la vez, en cada episodio.

Pero será The Aztecs la cima de la primera temporada y uno de los mejores episodios que John Lucarotti realizaría en su paso por la serie. En ella los viajeros llegan a la época de los Aztecas, Barbara es confundida con la diosa Yetaxa y decide aprovecharse para cambiar las cosas. Como ha ido quedando claro, el segundo personaje en importancia en la serie es ella; los músculos de Ian —tampoco demasiado espectaculares, pero era lo que había— y la caracterización infantil de Susan hacen que sea Barbara la que choque contra el Doctor, algo notable también cuando Ian trata de apartarlas de peligros y, mientras ella se queja de que las traten como porcelana de Dresden, Susan le defienda como galante. Pero si en un punto habrá desarrollo en esa rivalidad será especialmente en lo que al intervencionismo temporal se refiere.

Tema éste que se venía tratando activamente en Doctor Who desde el primer serial, retratado entonces como una manera de mostrar la separación entre los pobladores del pasado y los viajeros del futuro, sin utilidad alguna; contra los Daleks significó devolver a los ahora pacíficos Thal al camino de la guerra, pero también lograr que sobrevivieran; y aunque en las siguientes historias pasó a ser un tema menor —si bien es incapaz de ver que esa sensación de molestia cuando tratan de imponerle una actuación, como le pasa a ella con Ian, es la misma que pueden sentir esos pueblos a los que ella intenta mejorar la vida— acabará explotando aquí.

A Barbara le falta tiempo para intentar eliminar la costumbre de los sacrificios humanos. Sus intentos para cambiar la situación la llevan a un enfrentamiento directo con el Doctor, quien le explica que la historia es inmodificable y ellos no son más que observadores, unos que nunca deben inmiscuirse en el devenir de la gente. El siguiente diálogo es uno de los fundamentales para entender la serie:

BARBARA: ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?

DOCTOR: Tiene que haber un sacrificio humano hoy en la Ceremonia de la Lluvia
BARBARA: Oh, no.

DOCTOR: Y tú no debes interferir, ¿lo entiendes?

BARBARA: No puedo sentarme al lado y simplemente mirar.

DOCTOR: ¡No, Barbara! Ian está de acuerdo conmigo. Él va a escoltar a la víctima al altar.

BARBARA: ¿Él va a qué?

DOCTOR: Sí, ellos le han nombrado guerrero, y él me ha prometido que no interferirá con el sacrificio.

BARBARA: Bien, ellos me han nombrado a mi diosa, y yo lo prohíbo.

DOCTOR: ¡Barbara, no!

BARBARA: No habrá sacrificio este mediodía, Doctor. Ni nunca más. La reencarnación de Yetaxa demostrará a esta gente que no necesitas sacrificar a un ser humano para conseguir que llueva.

DOCTOR: Barbara, no.

BARBARA: No es bueno, Doctor, mi decisión está tomada. Este es el principio del fin del final del Dios Sol.

DOCTOR: ¿De qué estás hablando?

BARBARA: ¿No lo ves? Si yo pudiera empezar la destrucción de todo lo que es erróneo aquí, entonces todo lo que es bueno sobrevivirá cuando Cortés llegue.

DOCTOR: ¡Pero no puedes reescribir la historia! ¡Ni una línea!

SUSAN: Barbara, los sumos sacerdotes están llegando.

DOCTOR: Barbara, un último ruego. Lo que estás intentado hacer es completamente imposible. Lo sé, créeme, lo sé.

BARBARA: No Barbara, ¡ Yetaxa!.



De alguna manera eso le hace pensar que cuando los españoles lleguen no tengan motivos para asesinarles. Pobre Barbara, sabe de Historia pero no conoce a los españoles. Por supuesto, la cosa no sale bien. La víctima siente que se le ha arrebatado un honor y decide inmolarse, siendo todo ello parte de la trama del malvado sacerdote Tlotoxl para hacerse con el poder, algo que las acciones de Barbara han pavimentado porque el más humanitario sacerdote Autloc, herido ante su engaño, decide dimitir y dejarle todo el poder. Los Aztecas siguen estando condenados y Barbara no entiende cómo es posible que no haya funcionado. Es decir, entiende que El Tiempo no permite que lo cambien con facilidad, pero no entiende para qué les sirve poder viajar en el tiempo si no pueden cambiar nada. Por suerte el Doctor lleva tantos años que ya sabe cómo funciona esto:

BARBARA: Fallamos.

DOCTOR: Sí, lo hicimos. Teníamos que hacerlo.

BARBARA: ¿Cuál es el motivo de viajar a través del tiempo y el espacio si no podemos cambiar algo? Ninguna. Tlotoxl tenía que ganar.

DOCTOR: Sí.

BARBARA: Y al hombre que respetaba, lo traicioné. Pobre Autloc. Le dí falsas esperanzas y al final perdió su fe.

DOCTOR: Él encontró otra fe, una mejor, y ese es el bien que has hecho. Has fallado en salvar una civilización, pero al menos has ayudado a un hombre.


En la siguiente aventura, The Sensorites, volvemos a una narrativa fantástica, algo que facilitará que por fin se comente que el Doctor y Susan no son de la Tierra, aunque aún no se cite Gallifrey. Y también por tratar de dar más protagonismo a Susan mostrando unos poderes telepáticos que no había demostrado antes.

De todas forma será en el final de la primera temporada donde encontraremos un regreso al tema de la intervención, esta vez de la mano de Ian: se trata de The Reign of Terror, serial que tiene desaparecidos sus capítulos 4 y 5 de 6. Se trata de un cierre de temporada que referencia al primer capítulo en el que Susan hablaba de la Revolución Francesa como si hubiera estado allí. Así que se dirigen para allá en lo que, dado el éxito de la serie, supone su primer rodaje en exteriores —por cierto, se dice que si la serie se hubiera cancelado en su primer año se hubiera descubierto que todo eran ensoñaciones de Barbara, pero no dejan de ser habladurías—. Será esta vez Ian quien intente cambiar las cosas para que El Terror cause un menor derramamiento de sangre y sea Barbara quien, impotente, trate de advertirle de la imposibilidad de cambiar las cosas. También en esta ocasión se logrará apenas un pequeño movimiento, pero suficiente para ellos. Además, parecerá estar claro que hay grandes asuntos en los que no se puede influir. Por lo menos en el planeta Tierra, en Skaro o Marinus parece que importa menos.

La temporada terminó el 12 de septiembre de 1964 pero fue rápidamente seguida por una segunda temporada que comenzó el 21 de Octubre del mismo año. El Doctor y sus compañeros se mantenían y Verity Lambert aún era la productora, pero pronto habría movimientos entre los jefes de guionistas. David Withaker aún lo sería en el primer serial, Planet of Giants, aparentemente a partir de una vieja historia de C.E. Webber que hubiera sido originalmente el piloto y se dio de lado por motivos presupuestarios, usada ahora por Withaker para presionar por un cambio en los estudios asignados para realizar la serie, aún a costa de reducir a tres un serial originalmente pensado para durar cuatro episodios. En la versión ahora propuesta el giro es que se trataba de un acercamiento más pro-ecologista, porque no es de gigantes de lo que hablamos aquí sino de un empequeñecimiento repentino que les permite escuchar el plan de un empresario sin escrúpulos y su colega científico para crear un insecticida extraordinariamente potente. Es, por tanto, un serial en el mundo actual. La verdad es que todo queda bastante extraño, no parece muy propio de la serie. Quizá sea porque estaban preparando el gran zambombazo del siguiente serial, el primer regreso de un enemigo, que tendría que ser, claro, para los enemigos por excelencia.

The Dalek Invasion of Earth significó muchas cosas. De entrada, que Withaker había ganado y ahora tenían a su disposición los modernos Estudios Riverside en lugar de los anticuados de Lime Grove. También marcó la primera marcha de un companion, porque Carole Ann Ford, cansada del poco desarrollo de su personaje Susan, decidió abandonar la serie. La salida del personaje es amorosa: decide quedarse en la Tierra del futuro, a la que accidentalmente han viajado, con el chico al que ha conocido allí. En lo externo también es importante hablar de los problemas de salud de Hartnell, que no dejaba de empeorar hasta el punto de que tuvo un colapso rodando una de las escenas. Durante casi una semana estuvo paralizado, primero, y luego reponiéndose, en la cama; para disimular, en el capítulo The end of tomorrow se rodarían escenas con su doble.

Pero lo más importante aquí es, por supuesto, el regreso de los Daleks. Esta vez con un Supreme Controller, y la presentación de un Black Dalek, de alto rango, facilitando más aún la identificación con los Nazis. La incorporación en la trama de hechos propios de la guerra y la postguerra, como la existencia de un mercado negro o de delaciones, así como el hecho de que esta operación muestre a los Daleks por las calles de Londres y en algunas localizaciones bien conocidas de la ciudad, sirvió para disparar lo que se ha conocido como Dalekmanía.

Además, el creador de estas historias, Terry Nation, al que Newman había traído con él después de su participación en Out of this world, había negociado la posesión del copyright de los bichos, de manera que estaba tan contento con que la BBC estuviera realizando su primer gran negocio de merchandising con los chicos de Skaro.

Inmediatamente la productora Amikus compró los derechos para adaptar el serial original The Daleks al cine, con opción para hacer dos películas más. La primera, llamada para disimular un poco Dr. Who and the Daleks, se realizó con la suficiente rapidez como para que el serial terminara el 26 de diciembre de 1964 y la película se estrenara el 23 de agosto de 1965.

Curioso exploit del serial original en el que el Doctor es un inventor bonachón, con dos nietas, la pequeña Susan —mucho más que en la serie— y la más mayor Barbara y que, acompañado por éstas y el inepto novio de la mayor, Ian, prueba su nuevo invento, la TARDIS, sólo para verse transportados al mundo de los Daleks. Con una curiosa interpretación de Peter Cushing como el Doctor —que se apellida Who— y un aspecto más bufonesco e infantil, la película, estrenada aún con el recuerdo del segundo serial y punto central de la Dalekmanía, queda como una curiosidad de lo que podría haber sido la serie de haberse dirigido a un público más infantil, o más amplio, o americano. Tanto da. El éxito llevó a sacar una segunda película que adaptaba, por supuesto, este segundo serial: Daleks ? Invasion Earth: 2150 A.D., que decidía prescindir ya en el titulo de la referencia a Dr. Who y centrarse en los villanos, ahora en technicolor y, aprovechándolo, tremendamente coloridos. La segunda historia usaba sólo la base de los Daleks en la tierra del futuro eliminando todas las tramas oscuras y cambiando a Barbara e Ian por dos acompañantes completamente nuevos y creados para servir como contrapunto cómico. Lamentablemente, para el 5 de agosto de 1966 se había pasado de la dalekmanía a la batmanía y el aumento de infantilización tampoco ayudó. La tercera película, por tanto, no llegó a realizarse nunca, como tampoco el radioserial con Cushing como Who, ni tantas otras cosas.

En cuanto a la segunda temporada, en el siguiente serial, The Rescue, se las arreglan para que entre una nueva companion jovencita a la que poner en peligro: Vicki, una jovencita del siglo XXV que, ante la muerte de sus padres, decide unirse a nuestro grupete. También fue la primera serie de Dennis Spooner como jefe de guionistas tras la marcha de David Whitaker, que antes de marcharse actuaría como guionista de este serial, y un claro ejemplo del éxito de la dalekmanía al ser el primer programa de Doctor Who en entrar en la lista de los 10 más vistos de la semana.

La llegada de Spooner se produce completamente en Los Romanos, una nueva trama histórica escrita por él mismo que sorprende por el tono de comedia incluido en mitad de los hechos dramáticos —aparentemente por sugerencia de Verity Lambert, que quería probar aproximaciones nuevas— con los héroes secuestrados para servir de esclavos y el reinado de Nerón, incendio de Roma incluido, de fondo.

Lambert no paraba de buscar nuevos ángulos, por eso la siguiente historia está protagonizada por dos razas extraterrestres, una parecida a mariposas gigantes, la otra a igualmente enormes hormigas. Un delirio y disfrute para los amigos de los insectos gigantes, por muy rudimentarios que sean los efectos especiales usados.

La siguiente historia, The Crusade, fue la última que escribiera David Whitaker. Incluye por primera vez actores no-blancos en papeles relevantes e incluso presenta a ambos personajes históricos de manera no maniquea: Saladino puede ser manipulador pero también es compasivo; Ricardo puede ser generoso pero también pueril y propenso a los cambios de humor. Regresa al tema de la imposibilidad de cambiar la historia al tratar de evitar el enfrentamiento entre Ricardo Corazón de León y Saladino; sin éxito, como podéis imaginaros. También es curioso por tratarse del único serial de la segunda temporada en el que faltan episodios, el segundo y el cuarto.

Por contra, The Space Museum decide jugar con el tiempo y lleva a los protagonistas a un momento en que son parte de la exhibición de un museo, de manera que tienen que aprovechar el error de la TARDIS que les permite estar a la vez en dos formas diferentes gracias a un pasaje de la cuarta dimensión, para evitarlo. Por lo visto ésta es una de esas situaciones que sí se pueden reescribir. Por cierto, es la primera visita del Doctor a un museo —o eso dice él—, lo que reforzaría la idea de la adolescencia del señor del tiempo. Ah, y dentro del museo también se encuentra una armadura de dalek; algo que en cierta manera anticiparía el siguiente serial, que trae por segunda vez a los nativos de Skaro a la acción dentro de la misma temporada, con Terry Nation de nuevo a los guiones.

Se trata de The Chase, un serial memorable como todos los de los Daleks, pero además con más motivos: Principalmente, por marcar la marcha de Ian y Barbara como acompañantes del Doctor y la llegada de un nuevo personaje, el astronauta Steven Taylor, que entra en su sustitución. Entra, además, a hurtadillas, colándose en la TARDIS antes de que la guerra cause una explosión potencialmente mortal, pero no será hasta el siguiente serial en que el Doctor descubra que se les ha unido. Los Daleks, además, han evolucionado. Tienen incluso su propia máquina del tiempo: precisamente para quitarla de en medio es por lo que Ian y Barbara dejan al Doctor. También incluye un clip de los Beatles que sólo aparece aquí y que, debido a las leyes de derechos de autor, no se puede ver fuera de UK; se supone que era parte de una idea en la que veríamos al cuarteto tocando caracterizados como ancianos, tocando juntos en el futuro. Pero no pudo ser por la negativa de su manager, que debía saber que no se podía reescribir el tiempo —.todavía si hubiera dicho los Rolling…—. En cualquier caso, esta tercera historia seguía la idea de Marinus, también escrita por Nation, de realizar quests individuales en medio de una narrativa más amplia y también la base de la proyectada y nunca realizada tercera película del Doctor. Pese a lo cuál fue la primera vez que los Daleks usaban de manera regular el grito de guerra ¡ EXTERMINATE ! También incluye una trama de robots a las órdenes de los Daleks sustituyendo a figuras históricas, personajes populares — ¡ Drácula y Frankestein! — e, incluso, al propio Doctor, que llama Susan a Vicki porque nunca se habían encontrado con ella, del mismo modo que le llaman humano .

Con esto llegamos hasta la sorpresa del último serial de esta segunda temporada, The Time Meddler, en el que el Doctor, acompañado ahora por Vicki y Steven, se encuentra con The Monk, o The Meddling Monk, es decir… otro gallifreyano, uno que además sabe que, aunque las grandes corrientes temporales se reajustan, hay cambios que se pueden realizar. Y, además, su TARDIS funciona, incluido el Circuito Camaleón. No es un villano realmente malvado tanto como curioso. Y enfrentado por completo a las insistencias del Doctor —“Nunca, nunca interfieras en el curso de la Historia”—. La historia es curiosa, pero más lo era lo que ocurría detrás de las cámaras. Además, se nota la falta de Barbara para explicar los hechos históricos del periodo, porque a Ian sólo lo usaban para explicar conceptos científicos… si se acordaban.

Verity Lambert estaba dejando el puesto de productora, con John Wiles tomando su lugar durante el rodaje de estos capítulos; a su vez, Spooner es sustituido como jefe de guionistas por Donald Tosh, y a la mala salud de Hartnell no le hacían nada de bien todos estos cambios. Aunque se manifestara en forma de berrinches y problemas para recordar sus líneas. Y aunque lograran que la primera historia de la temporada, Galaxy 4, que, además, fue otro de los picos de audiencia pese a tratarse de una historia pensada para el trío de acompañantes anteriores. Estaba muy claro que, en la época de la dalekmanía, Doctor Who era un éxito, pero también estaba claro que Hartnell no aguantaría mucho más el ritmo, así que empezaron a pensar en modos de arreglarlo.

De modo que estamos en una temporada de transición que, además, está muy polarizada alrededor del megaserial en mitad de la misma: The Daleks Master plan. Precisamente un prólogo de la misma, Mission to the Unknown, que se emitió en formato de capítulo unitario sin la presencia de ninguno de los protagonistas, se emitiría desgajado para que Hartnell pudiera descansar una semana.

Pero antes de poder empezar a emitirla tenían que pasar por The Myth Makers, una visión diferente y con bastante humor de la guerra de Troya que significó la despedida de Vicki, que se queda en el pasado enamorada nada menos que de Troilo y tomando el nombre de Crésida. A veces, en lugar de reescribir la Historia, se limitan a hacer tachones en ella. Claro que dentro de la trama, con el Doctor forzado a encontrar una manera para que los griegos entraran en Troya, decide que por ridículo que suene va a intentar lo del caballo; de modo que lo que lleva a la creación del caballo es su conocimiento previo. Seguro que esa recurrencia no se la esperaba la Historia. En su lugar entra Katarina, una joven sirvienta troyana convencida de que el Doctor era el mismísimo Zeus. Para acabar de arreglar el carácter de Hartnell, aquí tuvo un accidente y, para colmo, la muerte de una de sus tías, la que le cuidó en su niñez. Pese a lo cuál se siguió rodando con razonable naturalidad.

Entramos así en el larguísimo y, francamente, menos interesante de lo que podría parecer, The Daleks’ Master Plan, que duró doce semanas —¡sin contar el prólogo!—, de tal manera que llegó un momento en que nadie parecía tener muy claro qué plan era ese. Sin embargo, es conocido por ser el primer serial en el que uno de los acompañantes muere, pues Katarina decide sacrificarse para que Zeus viva. ¡Y pensar que había evitado el destino de Troya! Por lo visto se dieron cuenta de que el personaje no encajaba, dieron órdenes a Nation de eliminarlo tan pronto pudiera… y, si se descuida, la mata sobre la marcha. Aunque no sería la única: en el larguísimo tiempo del serial el Doctor conocería a la encarga de seguridad Sara Kingdom —interpretada por la magnífica Jean Marsh—, con la que viviría varias aventuras en diferentes localizaciones antes de que muriera durante uno de los capítulos finales del serial. La idea era, por cierto, más que curiosa. Aprovechando el tirón de la dalekmanía, Terry Nation escribió una suerte de spin-off sobre una fuerza de asalto que defendiera la tierra de los extraterrestres, especialmente de los Daleks. Sin embargo de la serie no llegó a hacerse ni el piloto, por lo que Nation decidió recuperar a esta mujer fuerte y valiente, modelada según los parámetros de la Dra. Cathy Gale, el magnífico personaje de Honor Blackman en The Avengers. Un excelente personaje femenino al que luego decidió matar, aunque fuera heroicamente. Una lástima, pero claro, Jean Marsh siempre insistió en que lo que le ofrecieron era un personaje incidental, no una companion y con lo ocupada que estaba, incluso años antes del exitazo de Arriba y abajo, resulta de lo más creible. El infinito serial tuvo incluso un capítulo navideño de tono más ligero —que terminaba con el Doctor rompiendo la cuarta pared para felicitar las navidades a los espectadores— y el primer regreso de un villano individual: El Monje reaparecía en el octavo episodio para poner las cosas difíciles al Doctor entre ese capítulo y el décimo… y poco más.

Para el siguiente serial, The Massacre of St Bartholomew’s Eve, volveríamos a la zona histórica y a la imposibilidad de reescribir la Historia, esta vez teniendo que aprender la lección Steven. Ya puestos, encontrarían una nueva companion en los últimos minutos del último capítulo, Dodo Chaplet. El final del serial llevaría a la sustitución de Tosh por Gerry Davis como jefe de guionistas. Efectivamente, fue más interesante lo que ocurría fuera que dentro de los platós.

Si el siguiente serial, The Ark, llega a ser recordado por algo algún día probablemente sea precisamente por esos problemas graduales tras las cámaras que les llevaron a grabarlo según disponibilidad de personal y estudio, no como un todo sino como un cuando se pueda. Pese a lo cuál se incluyeron varios efectos novedosos para la época en busca de una apariencia de mayor futurismo. La entrada del personaje de Dodo trajo quejas de los jefes de la BBC porque a la actriz se le escapaba en ocasiones su acento cockney y eso no era algo que pensaran tolerar. Es difícil decidir hasta que punto decidieron que el personaje de Ben Jackson, que aparecería sólo unos pocos seriales después, tuviera un marcado acento cockney, sólo por molestar.

En The celestial toymaker, la historia que vendría a continuación, aparece un enemigo contra el que el Doctor asegura ya haber combatido, aunque nunca lo hubiéramos visto en televisión. También se suponía que sería el punto de partida para Hartnell una vez decidido que la estupenda audiencia del programa no se podía perder y que era más sencillo aprovechar su naturaleza alienígena para justificar un cambio de actor. Claro que, a lo mejor, hubiera funcionado si no se hubiera cambiado de productor a la mitad, sustituyendo a John Wiles por Innes Lloyd. De manera que el escritor de los episodios, Brian Hayles, envió cuatro guiones que el entonces equipo de Wiles y Tosh le obligaron a reescribir y para los que, estando ya en producción, el nuevo equipo de Lloyd y Davis volvió a sugerir modificaciones. Wiles y Tosh acusaron a esta relectura de ser más infantil mientras defendían la suya por las limitaciones técnicas para lo que el guión original pedía. Por si tenían pocos problemas, llegaron las leyes de copyright obligando la BBC a que la producción incluyera un anuncio de que uno de los personajes NO ERA el personaje al que muy obviamente refería pero que tenía derechos de autor.

En contraste, los siguientes seriales serían más sencillos. The gunfighters era una parodia de los tópicos del cine del oeste con la historia dramática del OK Corral de fondo, aunque tenga el rigor histórico de Juana La Loca… de vez en cuando. The savages sería una sencilla historia de ciencia ficción que sólo es memorable porque el Doctor le pide a Steven que se quede en el planeta para actuar como árbitro de las dos razas enfrentadas. Finalmente The war machines, el último serial de una temporada que había visto llegar al Doctor a lo más alto y ahora le veía deshincharse, sirvió para quitarse de en medio a Dodo y sustituirla por el antes mencionado marinero Ben Jackson y también por Polly Wright, hija de un científico y asistente de otro, una pareja curiosa que llegó en el peor momento de la serie, con una trama más que plana, como si no le importara a nadie hasta el punto de que la máquina que era el villano del serial, WOTAN, no sólo logra un crédito de actor, también se dirige directamente al Doctor como Doctor Who.

Un despropósito que seguiría con el inicio de la cuarta temporada The Smugglers, una olvidable historia de piratas que sirvió simplemente para que los espectadores no se vieran venir la gran sorpresa del siguiente serial, The Tenth Planet, la primera ocasión en que aparecen los Cybermen y, una vez más, otro de esos seriales perdidos. Salvo por un momento guardado por el programa infantil Blue Peter, el momento definitivo en el que lograban deshacerse de William Hartnell, sus problemas de temperamento, salud y memoria y recibían a un Doctor completamente nuevo…


Iniciante Pilotismo Deathmatchizante Bimestral

Un año más comienza un nuevo Pilotos Deathmatch, y creo que el formato que se estableció el año pasado fue lo suficientemente bueno como para mantenerlo.

Así que cada dos meses (que puede ser uno sólo durante la explosión otoñal) reseñaré todos los pilotos de series, miniseries, tv-movies o programas de los que tenga algo que decir. La lista irá ordenada por orden alfabético y cada nombre será el enlace a la web oficial del programa. Posiblemente haya vídeos también. Como novedad, a la izquierda del nombre iré poniendo el país del que provienen las series: (AU), (CA), (NZ), (UK), (USA) y, por supuesto (OT). Algo que será más útil para las estadísticas de final de año —o para comprobar la fortaleza de la industria de la ficción en Nueva Zelanda, tanto da— que completamente relevante.

Empezamos el año con un montón de novedades, hasta 54 programas tenemos para comentar, y algunos de ellos son hasta buenos. Más aún, hay novedades que ya imagino que saldrán en los resúmenes de Lo mejor del año como Utopia o The Americans. Pero aún quedan meses antes de llegar a eso. De momento tenemos mucho que comentar y lo único que puedo decir es:

¡Que comience la lucha!

The [206] (USA)
Primera serie, primera rareza. Este es un programa de sketches de una emisora de Seattle. Empezaron a sacarlos a mediados de enero, y dan un poco lo mismo. Pero luego parece que decidieron parar y sacar el resto en abril. Claro que tampoco vamos a esperar conteniendo la respiración.

Agent Anna (NZ)
Intento de comedia, o quizá de drama, sobre una mujer que ve caerse su mundo y sólo puede aferrarse a su trabajo. No es que sea gran cosa pero tampoco ofende.

The Americans (USA)
Primera alegría del repaso. Y una de las series de las que ya he hablado un poco más antes . Las desventuras de una pareja de espías rusos en los Estados Unidos del recién nombrado presidente Reagan sabe combinar la parte de espionaje sucio de la guerra fría, basándose en técnicas y situaciones reales, con el necesario drama familiar que deje bien claro que lo primero que son sus protagonistas es personas. Ya la han renovado para una segunda temporada con sólo cuatro capítulos emitidos, pero la verdad es que se lo merece.

Banshee (USA)
Por contra esto es un nuevo quiero-y-no-puedo de la HBO con Alan Ball dedicado a una serie, mitad Justified mitad Happy town, que no llega a desarrollarse en ningún momento. Mira que hemos tenido sheriffs ambiguos en la televisión, desde el magnífico Lucas Buck de American Gothic hasta Tom Underlay de Invasion, pasando por el reparto completo de Chiefs… En fin, otra oportunidad perdida.

Being Eileen (UK)
Esta comedia dramática tuvo un buen lanzamiento con un especial navideño hace dos años. Ahora ese especial, Lapland, ha dado paso a esta serie que pierde toda la ambientación noruega en favor de… bueno… otra serie de familias disfuncionales más o menos llevado. No es que sea una mala serie, y posiblemente guste a quien la vea, pero sólo gustar, porque da la sensación de ya vista.

Belle?s (USA)
Keith David es un buen actor y mejor doblador que se merece vehículos mejores que esta simplona comedieta familiar sobre el dueño de un restaurante. Por otra parte, para lo que es Tv One resulta una comedia sorprendentemente poco bochornosa. Anticuada, sí, pero no da vergüenza ajena. Que ya es un paso.

Blandings (UK)
Parece mentira pero en ocasiones dan ganas de decirle a una serie que la culpa no es de nadie. Que está bien. Que quizá si no conocieras los libros. Porque, claro, esta adaptación de las novelas de Wodehouse está bien interpretada, con una buena producción… pero no da ganas de verla más que si la encuentras por casualidad en la televisión. Y no es culpa suya. Pero tampoco mía.

Borealis (CA)
De momento sólo una tv-movie con potencial para servir de piloto. Y está sorprendentemente bien para tratarse de un asesinato en mitad de una zona casi despobladada con interéreses políticos y económicos y una trama económica por detrás. ¿Por qué no es ya una serie? Pues los de SPACE, que son así de raros y no sé a qué esperan para darle el sí a lo que podría ser una de las series de ciencia-ficción más interesante de los últimos años.

Built (USA)
Una por las risas. Un reality de una cuadrilla de constructores que, además, trabajan como modelos. Parece una locura sacada de la mente de alguien que viera Extreme Makeover: Home Edition y Zoolander la misma noche, y algo de eso hay, pero sirve, sobre todo, para comprobar hasta dónde hemos podido llegar.

The Carrie Diaries (USA)
Si yo os digo que han hecho una serie que es una precuela juvenil de Sexo en Nueva York lo mismo os reís, incluso aunque afirme que es uno de los últimos coletazos de Dawn Ostroff en The CW. Pero es totalmente cierto. De hecho, el intento de juvenilizarlo ambientándolo en los ochenta sirve para convertirlo en una serie más adolescente, haciendo que cualquier trasfondo se pierda. Y ahora tratad de no hacer chistes sobre George Lucas.

Charlie Brooker’s Weekly Wipe (UK)
Que Charlie Brooker es la mente pensante detrás de Black Mirror a estas alturas es algo sabido. Que lleva años en televisión también debería de saberse. Y que, además, lleva años haciendo versiones de estos Wipes… bueno, también debería saberse. Paso al medio audiovisual de sus columnas sobre televisión en The Guardian: son muchas y variadas las versiones que dichas columnas han tenido a lo largo de los años, en televisión y en internet, y esta es la última de ellas: Un programa semanal de comentario y análisis de cine, series y televisión en general, y noticias. No es una serie propiamente dicha, pero os recomiendo que no os lo perdáis, porque incluso con aquello que estéis en desacuerdo os dará para reflexionar.

Common Ground (UK)
Cuando los ingleses te proponen series como ésta no sabes bien qué pensar. Porque te ofrecen una serie de cortos de 11 minutos, a razón de dos por capítulo, todos centrados en la misma población y con un estilo cercano al mockumentary, y lo que uno piensa es que parece una brillante emisión de medios pilotos. Porque sólo la falta de una cohesión, ese punto de propuestas demasiado breves para acabar de despegar y demasiado largas para considerarlos simples sketches, lastra la brillantez de las interpretaciones o el humor y la mala leche de los puntos de partida. ¡¿Cómo se atreven a dejarnos a medias?!

Cracked (CA)
¿Os estáis imaginando una serie sobre top diez enraizados en la cultura popular? Pues ya os podéis ir olvidando. En realidad se trata de una serie canadiense policíaca centrada en la Psych Crimes Unit y, si ahora estáis pensando en gente que finge ser un médium para resolver crímenes de manera humorística, habéis vuelto a fallar. Se trata, en realidad, de una sección centrada en delitos que incluyan —como autores, víctimas, testigos, etc— a personas con trastornos mentales. La serie, y aquí sí que podéis apostar sobre seguro, es tan blanda como rutinaria, pero muy respetuosa, eso sí. Los canadienses, que son así de majos.

Cult (USA)
Hay series que parecen preparadas para verse como un choque de trenes, sucesos a medio camino entre lo horrible y lo fascinante. En ningún caso esto significa que sean malas —ya hablaré de eso en dos semanas— sino que la diversión que te proporcionan va por recorridos distintos. En el caso de esta serie concreta es incluso más complejo, porque es la misma linea de división el punto por el que discurre, tan extrema es en sus planteamientos meta que se va a convertir en un test. Cult es la historia de la serie Cult en la que una policía, que estuvo infiltrada en una secta que ahora ha raptado a su hermana, una serie de tanto éxito que tiene seguidores en internet, recreándola, investigándola, dedicándose con pasión a ella y a sus secretos, y a sus zonas oscuras, como las que descubre un chaval antes de desaparecer. Por eso su hermano, un periodista desprestigiado, tendrá que empezar a levantar capas entre la ficción y la realidad para buscarlo. Y, por supuesto, el mismo juego se da también con nuestra realidad, intentando quizá una identificación con lo que ha sido en ocasiones el fenómeno fan en la era de internet. A veces parece una parodia de los espectadores de Lost; otras, un juego de humo y espejos; a ratos, incluso, parece que en lo que indaga es en la profundidad del fenómeno fan. En resumen, una serie realmente rara, difícil de recomendar pero, al menos tras este principio, imposible de dejar de seguir.

Dancing On The Edge (UK)
Los avatares de una banda de jazz compuesta por músicos negros a finales de los años treinta. Si les ha llamado la atención algo de esto véanla porque es realmente curiosa, pero me temo que si las ambientaciones históricas no son lo suyo no durarán mucho con el viaje.

Dani’s Castle (UK)
El mundo de las series juveniles/infantiles no tiene demasiado sentido. De hecho, no me veo capaz de explicar cómo funciona Cambio de clase. En cualquier caso, esta es una serie que casi podría entrar en la tradición de Happy days de ir modificando la serie según pasan las temporadas. Antecedida por Dani’s house, el cambio aquí es radical… no necesariamente a mejor, pero sí radical. Pero, quién sabe, quizá con la edad adecuada y la nacionalidad justa le vería la gracia.

Deception (USA)
¡¡¡COMO SU PROPIO NOMBRE INDICA!!! Vale, lo sé, es un falso amigo. Pero también de eso va al serie, de una jovenzuela que muere y la policía infiltrada que se mete en su círculo familiar de la manera más tonta para investigarlo. Francamente, si tenían intención de copiar Revenge se podrían haber visto primero el original, por lo menos para que Victor Garber y Tate Donovan tuvieran algo más que hacer. Que al menos a Garber le dan algo de margen pero es que están todos desaprovechadísimos, que no puedes dejar de imaginarte a Henry Czerny riéndose de ellos gracias a su papel de Revenge.

Deception (O) (Irlanda)
¿A que parece mentira que estas cosas puedan suceder? Pues suceden. Y el caso es que esta serie de familias, secretos y misterios es más entretenida que la americana aunque se le note la falta de dinero. Pero, claro, estos abrazan el género culebronesco sin pedir perdón ni buscar excusas.

Derek (UK)
Lo último de Ricky Gervais, sobre un grupo de deficientes mentales. Y es… ahm… si la idea era un drama no es conmovedor, pero si es una comedia entonces no es divertido. Así que decidid por dónde preferís que haga aguas esté extraño intento.

Do No Harm (USA)
Esto va de unos americanos que vieron Jeckyll y pensaron, ¡nosotros podemos hacer una como esta pero en TODO MAL! No merece mucho la pena que hablemos más de ella porque ya está cancelada, aunque, dado que duró dos episodios sólo y fue el peor estreno de una serie en la historia de la televisión y de las networks, lo más divertido que vamos a sacar de ella tuvo que ser la cara de Robert Greenblatt al ver los datos de audiencia.

The Doctor Blake Mysteries (AU)
Otra colección de libros de misterio con ambientación histórica por parte de estos locos australianos. Todo correcto… y poco más que se pueda decir.

Father Brown (UK)
Por increible que parezca —al menos para mí— Mark Williams ha acabado aquí, tras lanzarse a la fama en el Fast Show, interpretando al célebre cura entrometido. Calidad BBC para las agradables historias de Chesterton y mucha cara conocida entre los invitados. Bien, vaya.

The Following (USA)
Como mencionaba el otro día en esta columna, la mayor fortaleza de esta serie es su componente meta; fuera de eso tenemos simplemente otra versión de serie de psicópata al estilo de Mentes criminales con solo un poco más de violencia. Así que no da tanto como prometía, lástima.

Funny business (UK)
Un interesante documental de la BBC sobre las distintas formas en que los cómicos ingleses pueden sacarse un dinero extra: Actuaciones privadas para empresas, anuncios, cruceros, apariciones públicas. etc… A mí, desde luego, me ha parecido un brillante ejemplo de para qué sirve un documental.

Golden Boy (USA)
La historia del que sería el más joven comisionado al mando de la policía de Nueva York, una historia por tanto histórica y biográfica sobre un fondo policíaco. Así que parece que poco a poco la televisión americana va pillándole el truco de los british noir que tan bien funcionan allí. De momento éste apunta maneras, aunque habrá que ver hasta dónde se atreven a ir teniendo protagonistas reales.

Great Night Out (UK)
Por contra, esta serie inglesa parece la respuesta a espantos americanos como Guys with kids, salvo que en vez de padres aquí son un grupo de amigos y fieles seguidores de un equipo de fútbol con sus líos con las mujeres y todo ese costumbrismos tan sobado.

House of Cards (USA)
Mientras se sigue discutiendo lo que puede cambiar para el negocio con el éxito de esta serie tal y como ya comentamos en una columna anterior así que hablemos ahora de otro tema, su calidad. Teniendo a Kevin Spacey y a David Fincher es fácil imaginar que la calidad es buena; teniendo enfrente el original inglés sabemos que será difícil de igualar. Y en ambos casos es cierto. La serie inglesa es mucho mejor, pero no tanto porque esta sea mala como porque tienen que luchar con cosas distintas. En el caso de la inglesa sólo 6 capítulos y la posibilidad de ser tan sórdidos como quieran; por contra, la americana se nota estirada, llena de tramas de relleno que poco aportan, apuntando más abajo que la inglesa en su éxito profesional y retratando a un personaje central menos capaz en sus intrigas, menos capaz para la ironía y que disfruta bastante menos del lío que está montando. Por suerte la serie puede ser juzgada en sí misma y, de esa manera, podemos decir que, pese a esos problemas de trama y relleno, estamos ante una buena serie; quizá no insuperable, pero sí muy buena.

Jo (O) (Francia- Alemania)
Siguiendo el éxito de Transporter, la alianza franco-germana saca ahora un policíaco con Jean Reno y, como en ese caso, se trata de una serie agradable pero muy común, diseñada para poder ser vendida a todo el mundo. Como estrategia, la verdad, no es mala.

King of the Nerds (USA)
Este concurso entra en esa nueva categoría en la que no sabes hasta qué punto se están riendo con o de los concursantes. Por eso parece la versión Grand Prix de TBBT más que un programa que mida conocimientos reales. Incluso sin entrar en comentarios sobre los diferentes roles otorgados y visibles.

Kroll Show (USA)
Programa de sketches para Comedy Central y, como casi siempre, gags buenos se juntan con otros que son simplemente repetitivos pero, eh, por lo menos aquí están por encima de la media de vez en cuando. Lástima que no sea más a menudo.

Legit (USA)
Estamos ante una serie que usa la vida de un cómico, pretendidamente real, para basarse en todos los momentos ridículos y embarazosos en los que se va metiendo. Es decir, estamos ante una versión de baratillo y pretendidamente más joven de Curb Your Enthusiasm. Aunque en este caso se suponga que parte de la gracia esté en que los protagonistas, al menos el central, quieren mejorar. En fin, veremos si logra evolucionar y salir de la sombra.

Monday Mornings (USA)
Cuando David E. Kelley decidió regresar a los dramas médicos, en este eterno retorno que está teniendo en busca de algo que no sea abogacía, hubo cierta expectación. Al fin y al cabo hablamos del creador de Chicago Hope. Sin embargo lo que tenemos aquí es mucho muho más dramático y, aunque lleno de grandes actores como Ving Rhames y Alfred Molina, el resultado parece incluso anterior. Como si tras años de personajes extremos y de recursos que bordeaban la credibilidad por el lado de fuera hubiera decidido volver no ya a los años ochenta sino, incluso, a los seriales dramáticos de los sesenta. Y no diré que esta serie resulte aburrida necesariamente por eso, pero sí que parece envejecida prematuramente. A ver si la próxima…

Motive (CA)
Serie canadiense con una premisa que trata de darle una vuelta a la clásica serie policíaca. Conoces a la víctima y al culpable pero no has visto el asesinato y, sobre todo, desconoces el motivo. Unir los puntos es a lo que se dedicará la inspectora protagonista. Curioso.

Mr. Selfridge (UK)
Jeremy Piven en otro de sus recitales interpretativos, esta vez en una serie de época sobre unos almacenes que intentaban revolucionar la forma de venta. Y sin poder ser mucho más de lo que ya he dicho, logran que funcione de manera razonable.

Mr & Mrs Murder (AU)
Curiosa serie de trasfondo humorístico, algo chapucera en sus formas, sobre una pareja de super-limpiadores especializados en escenas de crimen con una predilección por enredar en los casos en los que les asignan. Una premisa ligera y a ratos incluso divertida que tiene en sus limitados medios su principal problema. Los créditos en viñetas muy bien, por cierto.

My Mad Fat Diary (UK)
Serie basada en unos libros moderadamente exitosos, narra con mucho humor las tribulaciones de una adolescente con sobrepeso y problemas mentales tratando de encajar en un nuevo lugar. Logra ser, para mi sorpresa, una versión creíble de tantos programas americanos. Quizá siga siendo algo estereotipado, pero es parte del encanto fuera de los moldes americanos.

Newsreaders (USA)
Spin-off de Childrens Hospital, también para Adult Swim, con un informativo falso. Curioso aunque no muy original.

Out there (USA)
Dentro del canal americano IFC hay muchas series notables. Lamentablemente este intento de incluir en la lista una serie animada logra ser tan independiente como de costumbre aunque no muy divertida. A ver si para la próxima…

Over/Under (USA)
Piloto de una serie que nunca se realizará, posiblemente porque no era gran cosa, que el canal USA Network decidió emitir, no sé bien si para rellenar hueco o por si caía algo, pero esta historia de un day trader que la caga y es despedido teniendo que reconstruir su vida con ayuda de un chaval especial y apuestas de por medio… Pero si es que no es NO.

Power Rangers Megaforce (USA)
Serie de época sobre un psiquiatra a domicilio en la América rural del siglo… ¡¡¡PUES NO, LECHES, PUES CLARO QUE NO!!! Los Power Rangers con su enésima versión de la misma serie, eso es lo que tenemos aquí. Además, de manera acumulativa, porque pretende ser algo así como la gran celebración de la saga que cumple 20 años.

Privates (UK)
Soldados. En 1960. Un drama de época inglés que, bueno, a los que le gusten los dramas bélicos de época imagino que les gustará; me temo que para esto no soy su público.

Real Husbands Of Hollywood (USA)
Bravo tiene multitud de versiones de real housewives pero es BET, el canal afroamericano, el que ha sacado una parodia con un estilo similar y que nunca llega a dejar claro cuánto tiene de real y cuánto de improvisación, logrando crear de puro cutre y lamentable una magnífica parodia, a la que quizá no haga demasiado bien ser una serie y no sólo un especial, pero que acaba siendo de las mejores ideas que puedan haber salido jamás de este canal.

Rocket Monkeys (CA)
Serie de animación canadiense infantil sobre un centro de ayuda global con distintos animales espaciales entre los que se encuentran los Rocket Monkeys, una pareja de amigos especialistas en crear líos siguiendo fórmulas habituales de este tipo de programas. Y poco más.

Second Generation Wayans (USA)
Aquí llega de nuevo la BET presentando una serie sobre la más reciente generación de Wayans tratando de encontrar su lugar en el mundo del espectáculo. Sorprendentemente se quejan de que les comparan para mal con sus antecesores, ¡¡¡para mal!!! Pero no, es que dicen que sus mayores están bien considerados. Así que debe ser algún tipo de ciencia ficción rara.

Second Generation Wayans from Dexter Valentino Morris on Vimeo.

Seed (CA)
Serie canadiense sobre un donante de semen que se encuentra rodeado por los niños que ayudó a concebir. Se supone que comedia pero, vaya, como si alguien hubiera decidido que hacer una serie de Made in America era una buena idea. Imaginad.

Sofia the First (USA)
Puessssss… una serie Disney sobre una princesa infantil. Que sirve para que a los periodistas españoles les cuelen pedobears y poco más.

The Spa (UK)
Agradable comedieta laboral sobre un spa. Como el lugar lo permite y los británicos están para eso se permiten algunos pasos dentro del humor negro y lo políticamente incorrecto. Pero ya podrían haber ido incluso un poco más lejos.

The Spies Of Warsaw (UK)
Adaptación del libro de Alan Furst sobre espionaje en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, o esta serie tiene la suerte de contar con David Tennant como protagonista o me temo que la sencilla corrección con la que juega se iba a quedar realmente corta.

The Taste (USA)
Programa concurso entre The Voice y Masterchef en el que no acaba de funcionar realmente ninguna de las partes. Y eso pese a tener entre los jueces a gente tan interesante como Anthony Bourdain y Nigella Lawson. Pero con un problema de patrocinadores desatados mayor que el de Top chef y una presentación de platos limitada a una cucharada poco provecho le vamos a sacar, me temo.

Utopia (UK)
Todos en pie. Estamos ante una de las mejores series del año. Ya hablé algo de ella hace unas semanas pero, dando un vistazo más completo, diré que se encuentra profundamente enclavada en las tradiciones conspiranoicas y en el fatalismo europeo, con un núcleo central que parece sacado de un tebeo de Vértigo de los años noventa y una puesta en escena brillante, con una fotografía que parece de otro mundo. Magnífica.

Vikings (UK)
En marzo comenzará la serie del History Channel con Gabriel Byrne. Mientras tanto podemos ir viendo los episodios de este documental que Neil Oliver les dedicó en la BBC.

Way To Go (UK)
Comedia a la inglesa —es decir, negra— sobre un grupo de jovenzuelos que encuentran una oportunidad para la emprendeduría añadiendo a sus trabajos habituales la creación de un servicio completamente ilegal de asistencia al suicidio. Es una pena que todo lo que tiene de peliagudo no lo tenga de divertido pero, en fin, por lo menos logra un nivel razonable, que ya es más de lo que puede decir, por ejemplo, Derek.

Wendell and Vinnie (USA)
Una serie de Nickelodeon sobre un niño al cargo de su tío. El niño es un sabelotodo y el tío un tipo desnortado y naïf. Se supone que con eso tiene que valer para que te rías, pero se les ha olvidado meter perros que hablen o monos vestidos de persona.

Zero Hour (USA)
Terminamos en alto. Anthony Edwards interpreta al editor de una revista para escépticos con una popularidad superior a la del Muy interesante que se encuentra metido de repente en una megaconspiración. Como se trata de un thriller con elementos extraños puede hacerse aburrida por ratos, pero los momentos en los que abraza la loca premisa, una búsqueda de malvados relojes nazis, es cuando la serie se muestra en su mejor momento, con monólogos sobre relojes y nueces del Brasil. No parece que vaya a durar mucho, así que habrá que disfrutar lo que dure. DA CLOK!

Pues al final parece que no ha sido tanto, aunque queden los datos para comentar. Estos dos primeros meses las 54 novedades se han repartido en 26 USA, 18 UK, 5 C, 2 A, 1 NZ y 2 de Otros países, una irlandesa y una franco-germana. Y hemos tenido algunas novedades destacables, además. Esperemos que el resto de meses sepan estar a la altura, veremos lo que marzo y abril dan de sí. Veremos también si los estrenos de Bates Motel y Hannibal logran llenar lo que se espera de ellos, si Orphan Black o Defiance son buenas, cómo queda el Broadchurch de Tennant y cómo de espantosa resulta DaVinci’s Demons. Pero eso serán los próximos meses, de momento disfrutemos de las novedades más recientes.


Cienciaficción amplia didáctica exitosa

Michael Barry, Jefe de Series Televisivas de la BBC, había dimitido. Para cubrir su hueco llegó Sydney Newman, de quien ya hemos hablado , que tenía varias ideas, puestas ya en marcha en su etapa para la rival/subcontrata de la ITV conocida como la ABC.

Newman había apostado por modernizar y mejorar el teatro filmado que era la televisión a mediadios de los cincuenta. Había metido junto a las obras de teatro sobre la clase alta, despreocupada, reflexiones y elementos de preocupación social que habían permitido popularizar la televisión —que hasta 1958 no sobrepasaría en número de público potencial a la radio— a la vez que no lo había hecho tirando de los bajos instintos, sino ofreciendo calidad. Una calidad que la gente estaba dispuesta a buscar. Su propuesta obligó, a su vez, a que el resto de rivales del patio catódico decidieran apostar por esa calidad y refinamiento. Es, por tanto, este canadiense uno de los principales culpables de la alta calidad en la ficción británica televisiva.

Y, sin embargo, para cuando llegó a la BBC todo parecía en marcha para producir Doctor Who. O, mejor dicho, para producir la serie que acabaría siendo Doctor Who, pero que no acababan de concretar y mucho menos cuajar. Volvamos un momento hacia atrás en el tiempo, apenas unos meses. Antes de que Barry dimitiera. Porque, precisamente, debemos preguntarnos, ¿por qué tuvo que dimitir?

Como hemos mencionado unos, digamos, dos millones de veces desde que comencé a escribir estas columnas, la BBC empezó a tener un rival comercial en 1956 con la aparición de la ITV. La ITV apostó por hacer lo mismo que la BBC pero mejor y comenzó poco a poco a comerle terreno. Cuando Sydney Newman llegó desde la CBC canadiense hasta la ABC en 1958, pulió más aún esas diferencias dando voz a los Jóvenes airados en el programa fundamental de la época, el Armchair Theatre. Newman exigía obras inéditas para televisión, que además debían ser de calidad pero, fundamentalmente, debían atraer al público prometiéndoles algo que no pudieran conocer de otro modo. También en el resto de programas les estaban rom… les superaban con amplia ventaja. La inventiva se buscaba y no había miedo a derivar series de premisas convencionales a un progresivo enloquecimiento controlado, como pasó con Los Vengadores. En consecuencia, la BBC hacía aguas por todas partes, enfrentado a un enemigo que no entendía, sin saber bien qué oponerle.

Por suerte para todos, los ingleses aman la documentación casi tanto como la cultura popular, y siempre hay alguno que, como James Chapman, está dispuesto a enterrarse en toneladas de papel para establecer cómo se hicieron las cosas. Siguiendo los descubrimientos de Chapman relatados en su libro Inside the TARDIS, podemos ver que fue esa superioridad de 2 a 1 de la ITV la que llevó en 1962 al Jefe de Entretenimiento Ligero Televisivo, Eric Maschwitz a proponer que la BBC debería buscar entre la ciencia ficción publicada para mejorar la sección de Ficción.

Al fin y al cabo, en la ABC a Sydney Newman estaba yéndole bien con Out of This World, una antología de adaptaciones de ciencia ficción al estilo del Armchair Theatre que se había buscado a Boris Karloff como nombre conocido para realizar las presentaciones, aunque luego adaptaran a Wyndham, Asimov o Simak entre otros. Pero ya volveremos a este programa también.

Los encargados de realizar este escrutinio entre lo publicado para ver si había algo adaptable fueron Donald Bull y Alice Frick, la pareja, que consultó con el secretario honorario de la British Science Fiction Association, Brian Aldiss. Decidieron que no había ningún autor moderno lo suficientemente bueno, le encontraron pegas a C.S. Lewis, Arthur C. Clarke, John Wyndham o Charles Eric Maine. El estudio terminaba recomendando el uso de guionistas televisivos y que se realizaran como seriales, señalando el enorme éxito de la saga de Quatermass o la de Andrómeda, que había visto su segunda historia (The Andromeda Breakthrough) emitida ese mismo 1962. La experiencia de la ABC con Out of this world, con más éxito de crítica que de público, les hizo recomendar que se buscara una historia con personajes fijos que realizaran una fidelización al espectador.

Un segundo informe fue encargado; sin embargo, en esta ocasión Frick trabajaría junto al guionista John Braybon para proponer cinco libros que se pudieran adaptar teniendo en cuenta una serie de premisas:

– Nada de Bug-Eyed Monsters. – Nada de robots metálicos protagonistas. – Nada de caras localizaciones fantásticas.

De las cinco finalistas tres — Eternity Lost de Clifford Simak, Pictures don’t lie de Catherine McLean y No woman born de C.L.Moore — fueron considerados como más problemáticos, centrándose las posibilidades en Three to conquer de Eric Frank Russell y Guardians of time de Poul Anderson.

Y hasta ahí llegó la búsqueda.

Al menos hasta que la llegada de Newman trajo nuevos profesionales y una reorganización de departamentos. A partir de ahora habría un Jefe de Ficción, que sería el propio Newman y que respondería directamente ante los Controllers de Programación de la BBC, Donald Baverstock y de Televisión, Kenneth Adam. A su vez él tendría tres secciones a su cargo que supervisaría directamente: Series, Seriales y Obras. Sería precisamente el Jefe de Seriales Televisivos, Donald Wilson, quien decidió rescatarla.

Buscaba un serial que funcionara mediante una emisión semanal por 52 semanas montada sobre la base de fidelización del espectador. Buscaba concretamente un programa que durara poco menos de media hora para poder encajarlo los sábados entre el programa deportivo Grandstand y el mayor éxito que la BBC tenía en ese momento, el programa musical Juke Box Jury.

De manera que puso a Frick, Braybon y al guionista Cecil Bunny Webber a buscar una historia que pudiera satisfacerle y cumpliera, además, todos los puntos conocidos; una labor educativa —que para algo eran una cadena pública— que les llevó a centrarse en dos posibilidades:

Braybon sugirió un grupo de científicos que llevara a cabo experimentos secretos para tratar de descubrir si algunos hechos misteriosos eran auténticos sucesos científicos, meras patrañas o había algo más que se les escapaba. La premisa no fue admitida para estas series aunque podríamos decir que es lo que dio lugar años después a la serie Doomsday.

En su lugar decidieron trabajar en lo que la serie debía tener. Como se ve en estas notas conceptuales sobre la serie que cita Chapman y que la BBC gentilmente colgó aquí.

Además de una audiencia general y la posibilidad de incluir cualquier tipo de historia de ciencia ficción, definen los cuatro personajes que debe incluir la serie. Sí, primero los personajes, luego la serie.

Los personajes infantiles no no atraen el interés de niños más mayores que ellos mismos. La heroínas jóvenes no atraen el interés de los niños. Los héroes jóvenes no atraen el interés de las niñas. De manera que el mayor interés común entre niños y adolescentes es logrado por:

EL GUAPO HÉROE JOVEN.
(Primer personaje)

Una heroína joven no atrae el interés de las mujeres adultas; nuestro joven héroe ya logra el de los chicos y chicas; por lo tanto debemos considerar a las mujeres adultas usando:

LA GUAPA HEROÍNA ELEGANTE DE UNOS 30.
(Segundo personaje)

Los hombres son una parte importante de la audiencia de los sábados a las 5 (post Grandstand). Estarán interesados en el joven héroe; y para atraparlos firmemente deberíamos añadir:

EL HOMBRE MADURO, 35 – 40, CON ALGÚNGIRO DE PERSONAJE”.
(Tercer personaje)

Hoy en día, para satisfacer a las mujeres adultas, las figuras-paternales son introducidas entre los programas para fidelizarlas en tal cantidad que la TV empieza a parecer una Casa de Retiro: Introduzcámoslas aquí ad hoc, según nuestras historias lo necesiten. Podremos no tener niños protagonistas, sino personajes infantiles que puedan ser introducidos ad hoc, porque la historia lo requiera, no para interesar a los niños.

Sydney Newman escribió a mano debajo de este párrafo: Necesitamos un niño al que meter en peligros, que cometa errores.

Tras una serie de reuniones y discusiones se decide que, para igualar el marcador, sea una niña de unos quince años. Para favorecer la parte educativa se decide que los dos adultos sean profesores. Y será el cuarto personaje, el hombre maduro, el que los vertebre a todos. Y su nombre será… Doctor Who.

Misterioso, ¿eh? Eso espero, porque los guionistas no tenían ni la más remota idea de qué ocultaba. Y originalmente era incluso más ambiguo. La primera idea es que estos tres personajes le encontraran, que él asegurara no recordar nada, no sabía quién era, cómo se llamaba o de dónde venía. Sólo parecía que estaba huyendo de algo… ¿o quizá lo estaba persiguiendo? ¿Era realmente tan inocente como parecía? Los guionistas no sólo no tenían claro si era un viajero del tiempo, del espacio, de otra dimensión. Así que seguían trabajando en el resto de aspectos.

Al fin y al cabo, se había decidido que esta iba a ser la primera serie estrenada de la nueva BBC de Newman. Todo el mundo esperaba mucho de ella. Confiaban en que fuera un ejemplo y una piedra de toque y sobre ella se pudiera ver una clara intención de cambio.

De momento parecía que había algo claro. Los cuatro personajes viajarían juntos, los profesores lo serían de la adolescente y el anciano tendría alguna conexión desconocida con ellos. Pronto quedó claro que lo más sencillo era que la serie incluyera viajes temporales para así poder tratar de distintos momentos históricos. De hecho, el personaje de la profesora, provisionalmente llamado Lola McGovern y finalmente Barbara Wright, lo sería de Historia. A su vez, para los conceptos científicos el profesor, Ian Chesterton, lo sería de Ciencias. Por supuesto, esto incluyó una nueva regla a la serie: La Historia no se podía cambiar. Pero de eso ya hablaremos más adelante.

En Abril ya había un presupuesto exiguo; tanto, que hizo que Newman tuviera que rechazar una de las primeras historias sugeridas por considerar que no podrían afrontarlo. Incluso para la época la cantidad era muy ajustada y el departamento de producción iba a tener que hacer auténticos esfuerzos para poder sacar adelante el programa, aunque fuera mediante el uso de los trucos más baratos que se les pudiera ocurrir; un problema que estaba ahí para quedarse. Además, los departamentos técnicos de la BBC consideraban que intentarlo siquiera era ya una locura. sobre todo porque Donald Baverstock , el Controller de Programación de la BBC, estaba abierta y vocalmente en contra, quizá debido a la loca pretensión de que se pidieran 52 episodios, a razón de uno por semana durante un año. O quizá por tratar de renovar la televisión mediante la ciencia ficción, pese al precedente de Out of this world. ¿Quién puede estar seguro? Y, si podía, ponérselo difícil, destinándoles al peor estudio de la casa para realizar las grabaciones, tan malo que no cumplía los requisitos mínimos que David Whitaker, el Supervisor de Guiones, consideraba que necesitaban ninguna de sus historias; o a impedir que consiguiera la publicidad de una portada en el Radio Times, el magazine de información sobre la radio y televisión que la BBC venía publicando desde 1923.

En cualquier caso, el mal ambiente hizo huir a las primeras elecciones para el puesto de Productor de la serie. Ni Don Taylor —parte de la vieja guardia de la BBC y absolutamente snob, al que Newman ofreció el puesto para limar asperezas— ni Shaun Sutton, que venía de la sección infantil de la cadena, aceptaron el puesto, por lo que Newman pasó a ofrecérselo a su tercera opción, una persona de su confianza con la que había trabajado en el famoso _ Armchair Theatre_. Su nombre era Verity Lambert y su trabajo al frente del programa y a su favor demostró que Sydney había acertado por completo al confiarle la serie a ella.

Su capacidad de trabajo y visión es incluso más importante que el hecho de que fuera la única productora de la BBC en ese momento, y si bien se puede discutir si se la colocó por ser sacrificable por su limitada experiencia, lo que está claro es que ella acabó de modelar el programa. Por ejemplo en lo que respecta al público al que iba dirigido. Como declaró en una entrevista promocional en 1964 y recogió Chapman en su momento:

Tengo un firme punto de vista en el nivel de inteligencia que debemos tener como objetivo —me dijo enérgicamente—. Doctor Who aparece en un momento en que hay una enorme audiencia infantil, pero está pensada más como historia para toda la familia. Y, de todos modos, los niños hoy en día son muy inteligentes, por lo que no permito ningún guión que les tome por tontos.

Pese a lo cuál siguieron con la idea de que la adolescente fuera el punto débil. Aunque ya hablaremos con más extensión de los conceptos de sexo y clase en el Doctor Who, aquí el que fuera una mujer es poco relevante, ya que el hueco que iba a cubrir era el que en los tebeos de superhéroes solía corresponder a los jocosamente llamados boy hostage o target boy, es decir chico rehén o chico diana, siendo el más famoso Robin. Aquí lo compensaron haciendo que la profesora Wright fuera el personaje más fuerte y, posiblemente, interesante de las primeras temporadas. Pero de todo esto ya hablaremos en dos semanas.

Por contra, el personaje del Doctor seguía en desarrollo, aunque por lo menos tenían ya al actor para interpretarlo. Verity Lambert decidió que tenía que hacerlo William Hartnell, un actor maduro especializado en tipos oscuros o poco pacientes aunque, eso sí, con un retorcido sentido del humor. Y, si bien tenía 55 años cuando aceptó el papel, la fragilidad de su salud y la caracterización para la serie le hacían parecer incluso más mayor y duro. Tan duro era en las primeras versiones que debieron suavizar su carácter. Durante el primero de los seriales y parte de la primera temporada se notaba que los guionistas aún no sabían cómo de insufrible tenía que ser o si tenía oscuras motivaciones tras sus actos. De manera que algunas de las secuencias que quedaron permiten dudar de si se trata de alguien que quiere evitar males mayores o si está disfrutando con la violencia y destrucción… Hasta el punto de que tuvieron que grabar un segundo capítulo inicial para evitar escenas en las que no sólo insultaba a la joven Susan, que pasaba de ser tratada como You stupid child al más cariñoso My dear child, y para suprimir la escena en la que Ian era electrocutado por el Doctor cuando trataba de salir de la TARDIS. Para ese rodaje ya se había decidido la trama inicial. Los dos profesores, curiosos ante el extraño conocimiento y su separación de la realidad de Susan, la siguen hasta un descampado lleno de chatarra en donde la ven entrar en una cabina, acompañada por un anciano. Convencidos de que están en el mejor de los casos ante un secuestro, descubren que es mayor por dentro y, para que no se lo puedan contar a nadie, el Doctor les convence de que les acompañen en sus viajes.

Para el rodaje de este capítulo se decidió que la relación de los dos viajeros, el Doctor y Susan, debía quedar del todo clara e inocente, así que pasaron a ser nieta y abuelo. Pese a esto, seguía sin estar claro —y los guionistas tardarían aún años en decidirlo— cuál era su naturaleza. Si bien se daban algunas claves con Susan, asegurando que había nacido en el Siglo XLIX, o el doctor soltando en un breve discurso que ellos eran exiliados: “vagabundos errantes en la cuarta dimensión”, “huidos de nuestro propio planeta sin ayuda ni protección”. Como decía antes, los guionistas aún no tenían claro ni si ese planeta era la Tierra en el futuro u otro distinto, ni el motivo de esta huida, voluntaria o forzada, pero al menos tenían ya un primer serial, 100,000 BC, conocido también como The Tribe of Gum y, por supuesto, por el nombre de ese primer capítulo: An Unearthly Child.

Y ya tocaba, porque pese a haber sido previsto su inicio para la temporada de verano, a finales de Julio, los problemas técnicos y con la cadena habían ido retrasando su estreno. El piloto original no estuvo preparado hasta septiembre y, una vez lo vieron, decidieron que nadie soportaría a ese Doctor y se pusieron a rodar las nuevas tomas. Finalmente se logró una nueva fecha de estreno, el 23 de Noviembre de ese 1963.

La producción de la primera temporada no paró aquí —aunque, de nuevo, hablaremos de todo lo relacionado con el primer doctor en dos semanas—, pero todas las miradas se pusieron ya en el primer episodio. Era importante no sólo para ellos, también para la BBC y para Sydney Newman, que esta primera nueva serie fuera un éxito, así que la espera era tensa. Sólo quedaba la tranquilidad de que con el episodio finalmente preparado, nada podía enturbiar su presentación al mundo.

Excepto, quizá… El viernes anterior a su estreno, a muchos kilómetros de allí, en Dallas y a las 12:30 de la tarde, las 18:30 en Reino Unido, el presidente estadounidense John F. Kennedy era asesinado. De inmediato la programación, toda la programación, comenzó a girar en torno a ese crimen, ahogando cualquier intento de promoción e, incluso, trayendo el miedo a que algún programa especial les obligara a retrasar el estreno.

Esto, que ya era falso en aquel momento, se ha convertido en uno de los primeros mitos sobre la serie. Hablándose de que se iba a estrenar el viernes o que el primer capítulo se retrasó por culpa de JFK. En realidad, y pese a todo, se estrenó tal y como estaba previsto, entre el programa deportivo y el musical, sin mayores interferencias que la lógica falta de publicidad y relevancia frente al suceso que estaba conmocionando al mundo.

A las 17:15, los espectadores que sintonizaron la BBC pudieron contemplar por vez primera esto: