Es divertido seguir la actualidad estadounidense porque uno siempre sabe que habrá algún charco por medio. Por ejemplo, en el que se han metido Phil Robertson por unas declaraciones…
Claro, hay que explicar quién es Phil Robertson. Pues es el… ahm… el patriarca de la familia Robertson, dedicada a la fabricación de reclamos de patos. De hecho, ricos gracias a ellos. Y ahora figuras centrales de Duck Dinasty, el reality del momento en cuanto a espectadores y uno de los programas de cable más vistos de la historia. Es como Rústicos en dinerolandia pero en más redneck aún.
El problema fue que este hombre concedió una entrevista a GQ que no revisó ningún relaciones públicas y, por lo tanto, decía exactamente lo que pensaba. Diría que Y no lo que su público quería oír, pero lo que dijo es perfectamente consistente con personaje y trayectoria.
O quizá son solo los prejuicios y los comentarios homófobos y racistas eran tan probables en él como citar a Walt Whitman, incluso si no pensara que es el protagonista de Breaking Bad.
¿Será que estamos todos exagerando? Veamos:
Él ve la popularidad de Duck Dynasty como un pequeño correctivo para todo lo que hemos perdido.
«Todo está difuminado en qué es lo correcto y qué lo incorrecto», dice. «El pecado se convierte en lo aceptado.»
¿Que es, en tu opinión, pecado?
«Para empezar el comportamiento homosexual y simplemente avanza desde ahí. Bestialismo, dormir con esta mujer y esa mujer y esa mujer y esos hombres», dice. Entonce parafrasea a la Carta a los Corintios: «No os hagáis ilusiones: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los pervertidos, ni los ladrones, ni los avaros, ni los bebedores, ni los difamadores, ni los usurpadores heredarán el Reino de Dios. No os hagáis ilusiones. No es lo correcto.»
Más adelante parece intentar arreglarlo. De aquella manera.
Nosotros nunca, jamás, juzgamos quién va a ir al cielo, al infierno. Eso es trabajo del Todopoderoso. Nosotros les amamos, les damos la buena nueva sobre Jesús – aunque ellos sean homosexuales, borrachos o terroristas.
Bueno, al menos no quiere lincharlos. Y, ya puestos, a las personas de color tampoco. De ellas dice:
Nunca he visto, con mis propios ojos, maltratar a una persona negra. Ni una vez. Donde vivíamos éramos todos granjeros. Los negros trabajaban para los granjeros. Yo recolectaba algodón con ellos. Estaba con los negros porque éramos basura blanca. Íbamos por el campo… Cantaban y eran felices. Nunca oí a ninguno de ellos, a ninguna persona negra, decir: «Te diré qué: Esos jorobados blancos» – ¡Ni una palabra!… Pre-lucha por los derechos, pre-seguridad social: ¿Eran felices? Eran santos, eran felices, nadie cantaba blues.»
De nuevo un ejemplo de absoluta incapacidad para entender a los demás, de sesgo. Y si bien en el segundo caso es más pronunciado en el primero ha sido movido no solo de discusión sino de una defensa que podemos considerar casi épica.
Porque la aparición de esta entrevista hizo que el canal en el que se emite la serie con enorme éxito, A&E, en lugar de mirar para otro lado o tratar de taparlo, optara de inmediato por apartar a Robertson de los siguientes episodios.
Una decisión que lejos de acallar críticas o minimizar el daño lo convirtió en el centro de una discusión en la que se afirmaba que se estaba dañando la libertad de expresión. La derecha americana, con los presentadores de la FOX a la cabeza y varios destacados políticos republicanos, se movilizaron para convertir a Robertson en un mártir del lobby gay y los Políticamente Correctos.
El centro de su argumentación venía a ser que igual que ellos tenían que respetar al resto de personas, esas personas deberían aguantarse cuando ellos dijeran sus cosas.
Pero, como señalaba el Charlestone City Paper, en realidad el debate central venía de la interpretación de la Biblia que Robertson, un cristiano renacido, había aprendido.
Igual que su perplejidad ante las reivindicaciones raciales, tampoco entendía a esas personas pecadoras a las que se estaba ofreciendo una oportunidad que ellos rechazaban. Lo que explicaba que cierta derecha americana tratara de defenderlo a toda costa mientras otros buscaban una explicación que iba desde llamar al texto Políticamente Incorrecto hasta insinuar que no había entendido la Biblia cuando la había leído. Y mira que la citaba de memoria y estaba clarita la cita.
Hasta tal punto que de las declaraciones racistas casi no se estaba hablando ocupados como estaban defendiendo la opinión bíblica sobre la homosexualidad.
Pero lo importante aquí es la forma en la que intentan exponer la Libertad de Expresión con conservar su puesto. Al fin y al cabo el ataque a la libertad al que tanta relevancia están dando no es sino una suspensión dentro del programa que realizan. Lo que nos llevaría a la pregunta:
¿Es un derecho salir en televisión?
Al fin y al cabo es eso lo que ha perdido, sobre todo porque el programa trata de esquivar los asuntos espinosos para funcionar como el reality escapista que es. -Lo que explica la sorpresa de algunos al escuchar lo que Phil Robertson tenía que contar-
Más allá de discusiones sobre si sus palabras -las propias y las bíblicas- incitan al odio y, por tanto, deben ser silenciadas; lo que parece subyacer aquí es una discusión sobre salir en la tele como máxima relevancia de tal manera que al que sale se le escucha por el mero hecho de aparecer allí.
A&E ha decidido que, por política de empresa, no le conviene estar ligado a alguien que articula este discurso -que no ha utilizado en el programa y del que allí no había dado muestra- y decide apartarlo. No le prohíbe hablar en el aire sobre ello porque nunca lo había hecho, pero sí limita su relevancia al no darle un altavoz para su figura siguiera presente y sus declaraciones pudieran ser recordadas.
Esto es, al fin, lo más importante que podemos sacar de esta bronca. Más allá que discusiones sobre la vigencia de la Biblia o sobre los problemas raciales que empiezan por que nadie parece preocupado por responder a las asociaciones negras que han protestado demostrando que el de la raza le parece a los grandes medios de derechas una discusión del todo innecesaria, lo que tenemos es a gente que confunde la relevancia pública, el salir en la tele, con poder decir lo que se quiera.
Por mucha proliferación de canales y ascenso de las redes sociales parece que se nos sigue olvidando que los 15 minutos warholescos no son algo que nos deba el universo. Que hablar no significa sentar cátedra sino tener la posibilidad -la necesidad incluso- de discutir lo que se dice, no con resignación sino con la consciencia de que quizá se deban defender y argumentar los puntos expuestos y que a mayor relevancia más polvo se va a mover.
Quizá porque no recuerdan que junto al derecho de poder hablar con libertad está el deber de asumir lo dicho.