Es curioso comprobar cómo la presencia de Charlize Theron en el programa de Jimmy Kimmel ha dejado descolocada a gran parte de la profesión y de los opinantes. No ya porque se empeñen en decir que se mofó del programa de Pablo Motos —Algo que, por cierto, de haber sucedido estaría en su perfecto derecho que para eso le tocó sufrirlo; otro tema es lo tácticamente erróneo que supone— cuando simplemente expresó su asombro. Y es precisamente el motivo de su asombro lo que nos debería hacer reflexionar.
—Sí, la ortografía en los subs es pésima, qué vamos a hacerle—
El desconcierto de Theron no se debe a los bailes, las pruebas chorras o los momentos de pseudociencia. Por favor, son americanos, conocen perfectamente de dónde se ha robado cada segmento. El desconcierto viene de otro lado, y está claramente expresado en su intervención. Charlize cuenta como ella y Kristin Stewart preguntaron por las demographics. Es decir, el público al que iba dirigido aquel programa. ¿Adultos, niños, jovenzuelos descarados, abueletes?
Estáis en lo cierto, voy a volver a establecer esa cronología que dice que tras el desastre con The Smothers Brothers Comedy Hour en la CBS se dieron cuenta de que valía más la pena tener un público joven y dispuesto a dejarse el dinero que tener más público pero de mayor edad y menor capacidad adquisitiva; el hecho fundacional que llevó al alzamiento de Fred Silverman y la famosa Purga Rural. Irónicamente en su segundo acto, casi veinte años después, fue la CBS —ya establecida gracias a esos jóvenes babyboomers a los que habían retenido mientras envejecían— quién sufrió la idea difundida por la FOX de Murdoch de que una audiencia juvenil limitada era mejor que una adulta. De ahí el famoso asunto de la primacía de la demografía 18-49.
Tema este que os puede parecer ridículo pero que explica que esté comercialmente mejor vista Modern Family que NCIS pues aunque ésta sea la primera serie en audiencia total y el tercer programa en número de espectadores, es sólo el octavo en lo que al segmento 18-49 se refiere. Por contra, Modern Family no aparece entre los 10 programas con más audiencia pero sí es la primera serie —y el cuarto programa— de ese segmento.
No es esto lo único que en España aún no hemos asumido. Porque el que el mercado se destinara a los 18-49 no significa que el resto se quedara desatentido, sólo que las Grandes Cadenas iban a por ellos de manera que se podía buscar un nicho para el resto. De ahí tantos canales temáticos como canales con una orientación muy concreta, y si bien algunos de estos intentos de lograr un público determinado pueden acabar en un fracaso similar al de la CW por atraer a jóvenes mujeres —¿a quién no le ha pasado alguna vez?—, está claro que los americanos tienen muy claro que es la mejor forma de poder fidelizar a un público determinado. Por eso, incluso sus programas en televisiones más generalistas tienen un público objetivo en virtud del cual se guioniza y prepara al invitado.
Lo sencillo sería decir que aquí no. Es decir, parece muy obvio que aún no hemos tenido nuestra purga rural, pero… ¿realmente nunca hemos tenido una cadena que tratara de apelar a la junventud? ¿O es que la mezcla de deseo y realidad ha sido demasiado fuerte? Cuando Tele 5 comenzó a emitir parecía destinado a un público infantil y juvenil, adolescente incluso, prioritariamente masculino. Lo que pasa es que según iban pasando programas uno tenía la impresión de que ese aire a naftalina que traía se debía a que no buscaban ese público de manera consciente sino que estaban usando la programación dirigida a los italianos. Más recientemente, el nacimiento de Cuatro y La Sexta parecía una oportunidad para atraer a un nuevo público. Que todos hemos visto lo que duró y cuánto fue cambiando. Especialmente en el primer caso.
Así pues, si malo es el primer caso posible —La no-búsqueda de un nuevo modelo o la incapacidad para permitir que éste se asiente—, quizá la otra lectura que se puede sacar es aún más lamentable y apocalíptica.
¿Y si el problema real es que no tenemos esa franja de consumidores? ¿Qué ocurriría si en España el dinero en movimiento lo tuvieran las franjas de edad superiores? De manera que serían las familias en pleno, o las personas de más edad, aquellas más dadas a gastar… Pero a gastar ¿en qué?
Resulta poco creíble suponer que los anunciantes no son capaces de entender que mostrar un anuncio a mucha gente no significa que vayas a vender mucho cuando lo que vendes, o la gente a la que se lo vendes, difícilmente se va a encontrar entre ese público. Como mucho se le podrá convencer de que si la familia en pleno ve la televisión entonces a su segmento completo le acabará llegando algo de rebote.
Y, sin embargo, así seguimos. Con programación familiar pasadas las 22 horas —incluso las 23— e intentos de agradar a todos que, al final y como siempre, no agradan a nadie. Si en Estados Unidos están sufriendo una huida masiva primero a los canales específicos de cable y, después, a entretenimientos alternativos —es decir, a Internet— que les tienen tan preocupados como hablábamos hace un par de columnas, no podemos más que preguntarnos cuántos de los jóvenes españoles —o, digamos, de al franja famosa 18-39— siguen realmente haciéndole caso al televisor.
De momento me temo que tendremos que aceptar que nuestra televisión — rural, anciana, de bajo nivel intelectual y poco preocupada por nada que no sea disparar a bulto— tiene poca solución, sobre todo sabiendo que ya somos muchos los que nos hemos exiliado de ella.