Hace doce años, -¡ARGH!- en mis primeros tiempos de internet, acostumbrado a hacer tonterías como cualquier otro internauta primerizo decidí que, igual que otras personas en la aún novedosa Dreamers, podía convertir mi opinión en premio y elegir la mejor lectura del año.
Hoy, más de una década después, sigue siendo mi particular tradición de año nuevo. Repasar el año editorial, señalar alguna de mis lecturas y, claro, exponer cuales fueron los dos libros que más me habían gustado. Y ahí está la clave. Me da igual la importancia de los libros, la técnica con la que se realice o lo culturalmente aceptable que resulte. Yo, como único juez, soy lo más importante, y que me haya gustado, que me haya hecho disfrutar de la lectura, es lo que determina la elección.
En años anteriores el galardón fue para El Hada Carabina de Daniel Pennac, Huérfanos de Brooklyn deJonathan Lethem, Cíclopes de David Sedaris, La Disco Rusa de Wladimir Kaminer, La Mosca de Slawomir Mrozek, El Martillo Cósmico de Robert Anton Wilson , Pégate un tiro para sobrevivir de Chuck Klosterman, Las Ovejas de Glenkill de Leonie Swann, los Cuentos Completos de Connie Willis, Al pie de la escalera deLorrie Moore y Mi Tío Napoleón de Iraj Pezeshkzad
Este ha sido otro de esos años en los que las líneas divergen, oficialmente no ha habido una propuesta que moviera el año, como mucho el éxito de El jardín olvidado que llegó en verano porque algo tenía que llenar el aburrimiento vacío. Ni siquiera la aparición de buenos títulos en las tradicionales como Solar en Anagrama o Disturbios en Acantilado. Incluso títulos poco tradicionales en editoriales de siempre, como la más que subyugante Los Poseidos de Elif Batuman en Seix Barral. Por suerte llegó Amazón a montar el taco, haciendo interesante -llamémoslo así- el mercado electrónico. Casi ha hecho de menos que la fuerza inicial que está pillando el fantástico más épico hubiera funcionado de manera más rápida y explosiva.
Por lo demás, tranquilidad. La gente de Ático de los Libros y sus gemelos de Principal han seguido la buena senda del año pasado aunque reduciendo el número de novedades, lo que no ha quitado para que sacara El dinero de los demás y La esquina entre otras novedades. Impedimenta, Libros del Asteroide, Nórdica, Sajalín y todas las demás pequeñas son las que han sabido meterle algo de diversión a este año que termina. Las recuperaciones de unos y otros con obras magníficas como El callejón de las almas perdidas o Las vidas de Dubin en Sajalín, La juguetería errante o Reina Lucía en Impedimenta, La gente corriente de Irlanda de Flann O’Brien en Nórdica, En el condado de Drury en 451 y el proverbial largo etcétera. A los que habrá que unir sellos pequeñajos como Contraseña o Satori. Y, por supuesto, la enorme satisfacción que ha resultado que Es Pop Ediciones se animara a recuperar a Chuck Klosterman con la completamente recomendable Fargo Rock City.
Los autores españoles no han logrado darle mucho más interés al año, la publicación de Otra dimensión de Grace Morales o la puesta al día de Tusquets con Rafael Reig o Pérez Andujar y, magnífico como siempre, Antonio Orejudo, sazonaron más que removieron el año.
Pero si algo ha logrado hacer interesante el año es la fuerza del género negro que ha aprovechado el impulso nórdico para hacer una labor de crecimiento y difusión. Como decía antes, tanto Impedimenta o Contraseña como Sajalín o Principal presentaron grandes propuestas, el mystery más british, el noir más hardboiled, y la exploración del crimen actual, cotidiano, de bajos fondos… hay un poco de todo por aquí. Si alguien merece el crédito por ir mes tras mes buscando lo mejor y más importante de todos los rincones del género, es la Serie Negra de RBA que me ha dado muchas satisfacciones este año, especialmente con la recuperaciones de Fredric Brown -Lagrimones me caen cada vez que lo pienso- y, por supuesto, El último buen beso. Durante gran parte del año ha sido mi libro favorito del mismo y, sin duda, una de las novelas detectives más interesantes y sólidas que se pudieran encontrar. Todo lo cuál nos va llevando poco a poco a lo que más os interesará -es un decir- que es la elección de los Sark de Oro.
Sark de Plata para El lunes empieza el sábado de Arkadi y Boris Strugatski en Nevsky Prospects.
De estos grandes autores se había ido publicando en España alguna cosilla, sobre todo en Gigamesh, pero creo que esta obra es incluso mejor que La Zona o Stalker o como toque traducirlo hoy. Al menos es la más divertida, usando la metaficción en ocasiones y en otras los clásicos resortes del género para proporcionar un reflejo deforme y lleno de humor sobre la ciencia ficción, el fantástico -género en aumento este año- y, por supuesto, la reflexión cultural cercana a la parodia y, a la vez, enormemente interesante en sus propuestas. Hasta tal punto que lo único negativo que puedo decir es que deja ganas de más y, desde luego, que no entiendo la mención a Harry Potter en la faja.
Sark de Oro para Los amigos de Eddie Coyle de George V. Higgins en Libros del Asteroide.
El éxito del negro este año, de las fronteras y límites, ha servido para extender más aún el nombre de lo que se hace. No sólo con la grandísima -y gratísima- labor de la Serie Negra de RBA, también editoriales como Libros del Asteroide que tiene un magnífico historial y una brillante selección, Nancy Mitford, Robertson Davies, Angel Wagestein o Manuel Cháves Nogales, que incluye a Leo Mallet y que se ha distinguido publicando este año el caramelito del que puedo decir, con enorme satisfacción, que tiene un pequeño continente pero un enorme fondo. Historia urbana, mostrando múltiples oces alrededor de la figura central de Eddie, arremolinando a todo tipo de hampones y defensores de la ley, todo ello con un entramado constructivo, unos diálogos, una forma de presentar las escenas entre personajes y aprovecharse de las peculiaridades de la narración que convierten este libro en una clave que sirve para explicar, acercar y magnificar todo lo bueno que una novela negra puede tener.