Espejismos finianuales actuales

El repaso al año parece haberse salvado en los últimos minutos. Si yo siguiera la idea de “temporada” que empieza en Septiembre y termina en Agosto, la de 2010-2011 habría sido un vacío con unas pocas y notables excepciones. Por suerte soy de los que prefiere elegir su arbitrariedad junto a la del calendario, de manera que estos últimos meses he podido ver series que han animado el año tan soso que llevábamos.

A lo mencionado en los últimos Pilotos Deathmatch hay que unir un par más de series que se han colado de rondón en este año. Y si bien varias de ellas son perfectamente prescindibles y muy poco interesantes como I hate my teen daughter o The Exes, junto a productos tan dignos como suelen ser los ingleses, como la biografía Young James Herriot o el inicio, también inglés, de The Bleak Old Shop Of Stuff, una serie que pretende hacer sátira dickensiana desde el dickensianismo, o series que prometían más de lo que dan como la previa que se ha podido ver de Luck o The house of lies, aunque quizá ambas mejoren con el rodaje.

Así que ya sabéis de qué voy a hablar. Black Mirror, que por tres semanas ha presentado lo que no deja de ser por un lado un excelente ejercicio de sociedad ficción usando todo tipo de recursos, desde los más cercanos al fantástico de Twilight Zone al SciFi de Outer Limits, y que siendo una serie notable y mereciendo, sin duda, un puesto en el Arriba Diez de lo mejor del año, tiene en su contra tres cosas:

Su carácter antológico, que hace que no exista ni una ligazón ni, desde luego, una continuidad argumental. Ideológica, incluso temática, pero no argumental. Al fin y al cabo es algo propio de las citadas series. Aunque al final el nexo de unión siempre acaba siendo tanto la idea rectora como la forma de abordar las historias. Pero no es necesario que realice desde aquí un canto a las grandes series antológicas y su desaparición. ¿O sí? Mejor otro día esa historia.

Su segundo problema es, precisamente, la existencia de esos ilustres antecedentes. Competir, no ya contra los que hicieron historia sino contra el recuerdo que dejaron, es una imposibilidad. De la misma manera en que aquellos luchaban contra los seriales de radio y los cuentos en revistas pulp o en los cómics. Además, claro, de todos sus refinamientos a lo largo de los años. Así que cuando digáis me suena a visto ya sabéis a qué os estáis refiriendo en realidad.

Finalmente, su peor problema: Vosotros, queridos míos. Que hacéis un hype hasta del pan de molde. Si os dicen: Esta serie es buena. Parece que os váis imaginando algo con un nivel mínimo de Community —Espera, habrá, gente a la que… No, esa gente no puede existir— pero parad a considerarlo. ¿Es que ahora sólo tenemos dos puntos? O es Insuperable o es Puaj, ¿qué fue de las antiguas gradaciones? ¿Cuándo volverán los grises?

En cualquier caso: Black Mirror, con sus escasos tres capítulos, sus ilustres precedentes y todo lo que cada cuál quiera sacarle, es una de las series del año, mucho más afilada que la anterior creación de Charlie Brooker, la magnífica Dead set. Otro de esos genios salidos de The 11 O’Clock Show que marcó el cambio de siglo inglés y que se preocupa de la relación de la gente con los medios, con la televisión, con la novedad electrónica. Al fin y al cabo empezó su carrera escribiendo en PC Zone y fue copresentador, entre otras cosas, de un programa de gadgets y aparatejos electrónicos..

En la serie hay poco que se pueda decir o analizar sin desmenuzar parte de lo interesantes e, incluso, rupturistas, que son parte de su brillo, y resultaría poco interesante dar algo más que breves apuntes sobre lo que realmente parece estar diciéndonos Brooker, que la realidad se nos está desmadrando. Que el futuro distópico podría empezar en quince minutos y que las señales están ahí. Por eso su discurso es tan coherente.

Recordemos que es el autor de algo tan increíble como How to watch television? para The Art Show

Brooker es una de las personas que más tiempo puede haberle dedicado a reflexionar sobre la televisión, tanto mediante artefactos meta como sus Brass Eye — ¿ Recordáis la bronca por su programa centrado en la pedofilia? ¿No? Satirizar no la pedofilia (Que también) sino la locura amarillista de la prensa y su tratamiento apocalíptico de estas informaciones, lo exacerbado de su tratamiento; sirvió para que esos mismos medios, con el loco ultraderechismo del Daily Mail a la cabeza, atacaron duramente al programa, a su creador, Chris Morris — A quien quizá conozcáis por su papel de Denholm Reynholm en The IT Crowd o como director de la película Four Lions— o en sus críticas del medio en columnas de The Guardian primero y en un video-blog para la BBC, Screenwipe además, por supuesto de How TV ruined your life, un programa en seis partes en el que examinaba el medio, sus límites y su influencia en el comportamiento humano actual.

Como aquello era un documental tuvo menos repercusión así que, de una manera inequívocamente irónica, la aparición de este Black Mirror sirve para demostrar que a la gente le interesa más la ficción que la reflexión. Qué le vamos a hacer.

Del resto del año hablaremos un poco más, pero sólo un poco, la semana próxima. Mientras tanto id recordando dos cosas: Que lo bueno de hacer una lista a final de año es que suele dar tiempo a las series a mostrar sus cartas y que hasta que no termina el año no se debe sacar una lista de “Lo mejor del año”.


Decada noventerUSismo según

Tratar de reducir, resumir o —incluso— trazar el cambio importante que supuso para la televisión en general y para la estadounidense en concreto la década de los noventa es una locura. Por eso desde este momento reconozco que, por lograr un final en falso para las columnas históricas —en el sentido de retratar la televisión, sus series y creadores desde el comienzo mismo, no porque se haya desbocado mi siempre exultante autoestima — voy a contar en breve —reíros, cabrones, si queréis— lo que sucedió. Ya habrá oportunidades de volver en un futuro algo lejano a tratar con mayor profundidad el tema.

Tres son los cambios fundamentales que se producen, y quizá el mayor de ellos empezara a finales de la década anterior. La culpa de todo la tiene Rupert Murdoch. El magnate australiano — Mogul es una palabra tan bella —y su compinche estadounidense Marvin Davis dirigían una compañía que en 1986 dio un golpe de mano en el tablero de la televisión USA comprando una serie de pequeñas emisoras, Metromedia, un grupo independiente y desorganizado que ellos vieron como una oportunidad. Al fin y al cabo ya en los años ’50 intentaron asaltar a las tres grandes para hacerse un huequito. No lograron un éxito pero, eh, por lo menos sacaron Perry Mason a la palestra. Ahora, con estas estaciones parecia el momento ideal para volver a intentarlo. En 1985 se inició la búsqueda de un grupo de emisoras para meterse en el pastel televisivo, en el ’86 estaba cerrado ya el trato con Metromedia y se preparaba el lanzamiento del canal que aún mantenía su programación antigua, el primer programa propio fue The Late Show conducido por Joan Rivers y que, aún en un momento tan temprano en la vida del canal, daba idea de por dónde iban a ir sus apuestas.

Si la ABC era el canal de la familia, la CBS de los viej… los mayores y la NBC era el canal de los que no veían la tele entonces FOX iba a ser el canal de los diferentes: Apostarían por la diferencia en sexo, religión o etnia, apostarían muy especialmente por los jóvenes, y su tono sería cercano al sarcasmo, un humor fuerte, duro y corrosivo. Siguiendo la idea de la MTv que había convulsionado el mercado televisivo en los ochenta y con él a toda una joven generación en FOX se propusieron crear una parrilla que no dejara a al gente indiferente.

En 1987, además de la salida de Rivers tras un rocambolesco suceso¹, se puso en marcha una primera parrilla que incluía como primera serie Matrimonio con hijos y como primer programa para el primetime El Show de Tracy Ullman que dos semanas más tarde empezaba a emitir una serie de cortos llamada, ¿cómo era? Ah, sí… Los Simpson. Durante ese año llegarían también 21 Jump Street ( Jóvenes policías) junto con series menos perdurables pero no por ello menos originales como Werewolf, The New Adventures of Beans Baxter o Women in prision. El fallecido Late de Joan Rivers dio un par de traspiés en un formato llamado The Wilton North Report; mitad Weekend Update del SNL y propuestas inglesas como la gran Not the Nine O’Clock News que anticipaba el de Daily Show o el Colbert Report; que acabó siendo sustituido por un nuevo Late The Arsenio Hall Show^, conducido por el cómico negro y en el que podía dedicarse a informar sobre el SIDA y el VIH igual que a tener de invitado a Eddie Murphy o a Clinton tocando el saxofón.

Otro ejemplo sería la creación del programa de sketches del ex-SNL Damon Wayans junto con su hermano Keenen Ivory, la saga de los Wayans tiene estas cosas. El programa en cuestión era In living colour y se convirtió en el centro de una revolución de color en la que junto a los hermanos se lanzaron dos carreras importantes, la de Jamie Foxx y, sobre todo, la de uno de los dos blancos que participaban en el programa, Jim Carrey.

Jóvenes, mujeres, minorías, extravagancias en el gusto y humor fuerte, como decía la FOX apareció para convertirse en la alternativa y, como suele suceder cuando hay un tiburón como Murdoch detrás, les salió bien. A principios de los noventa dispararon rápido a los jovencitos: 90210, Melrose Place, New York Undercover y Party of Five y por pura casualidad gracias al superéxito de principios de los noventa, la FOX había decidido apostar por la loca idea de que un querido actor de serie B en una extravagancia que mezclaba western, comedia, aventuras y un poco de steampunk sería su éxito de la temporada. Lamentablemente para la carrera de Bruce Campbell su The Adventures of Brisco County, Jr. fue un pequeño fracaso cancelado en la primera temporada. Por contra la serie sobre un par de investigadores fue un éxito grandísimo. Aunque, claro, eran investigadores de lo sobrenatural.


The X-Files – intro por HatakTRAILERS

Expediente X. Su primera serie en lograr entrar el Top 20 de programas del año. A partir de ahí estaba claro que la cadena había llegado para quedarse y que alguna maniobra existía tras sus ideas de rejuvenecer y captar a la audiencia periférica.

Para finales de la década estaban establecidos y para la siguiente, con la explosión de los Realities, logró ponerse primera en 2008 en lugar de la CBS aunque llevara años siendo la primera en la franja de espectadores de 18/49 que aún ostenta. Como decíamos, tenía un plan.

El efecto más evidente es que frente a la NBC que tiende a crear programas que siguen ese viejo dicho “más inteligentes que sus espectadores”, en FOX sólo son cercanos a los diferentes, además su forma empresarial despiadada para con los débiles — No se puede hablar de FOX sin mencionar Firefly, lo pone en el reglamento— permite que haya mucha rotación de ideas extrañas de manera que cuando una funciona hace olas. La parte mala es, por supuesto, que el estar dirigida por CEOs Despiadados haga que caigan encima de ella dispuestos a devorarla. Sean Expediente X, Los Simpson, Ally McBeal, House o Glee.

Para desenterrar el siguiente pilar no debemos irnos a los años ochenta, mejor nos vamos a 1965 y la creación del primer canal de cable, es decir, al primer loco que decidió enviar las ondas por cables en lugar de por el teléfono o las microondas, en fin, conozcan a Charles Francis Dolan. Nacido en el 26 y decidido a conseguir una forma alternativa se puso a enterar cables bajo Manhattan para su estación televisiva. En los setenta pasó a las microondas y después incorporó el satélite, pero siempre innovando y buscando la forma de darle una vuelta a los conceptos televisivos, desde la emisión de combates en directo hasta codificar su señal a mediados de los ochenta para que sólo los que pagaban pudieran verla.

Dolan estaba convencido de que a la gente no le importaría pagar un poco por poder disfrutar de las emisiones de películas y series sin interrupciones, de manera que puso en marcha el Green Channel hasta lograr el apoyo de la empresa Life que pasó a ser desde el 8 de noviembre de 1972 — es decir, cumplirá 40 años el próximo Noviembre— la emisora conocida como Home Box Office. Pronto introdujeron series extranjeras y algún otro éxito como, digamos, emitir softcore entrada la noche. Lo que no significa que no añadieran programas infantiles dado que fueron los primeros en emitir en Estados Unidos la serie creada por los ingleses de la ITV junto a la CBC canadiense y nuestros chicos como coproducción con su productora directa, la HIT o Henson International Televisión, porque estamos hablando de…

Fraggle Rock. De hecho, hasta pasado el año 2000 nuestros muchachos estadounidenses mantuvieron una —exclusiva, faltaría más— programación infantil. El régimen de coproducción se notaba en el _mundo exterior_que tenía a Doc y Sprocket, salvo en las versiones para Alemania (que usaba lo mismo pero con un actor alemán), Francia (que usaba una pastelería) y Reino Unido (que usaba un faro, y logró perder los capítulos propios. Y creíais que eso era cosa de los sesenta.)

Para finales de los noventa la cadena ya había decidido dos cosas, distribuir series adultas originales y producir sus propias series. La primera de las cuales fue un drama carcelario de gran nivel y extenso en el uso de violencia e incluso sexo, sórdido y duro aunque de gran calidad, la magnífica serie se llamaba Oz. Creación de Tom Fontana, un grandísimo guionista que colaboró en los guiones de St. Elsewhere u Homicidio: Una vida en las calles.

Esta seriedad contrastaba con la serie que demostraba la potencia de la distribución por parte del canal, una serie que marcó a muchas mujeres y sobre la que procuro no entrar en valoraciones para evitar interminables discusiones sobre la diferencia entre “protagonizada por mujeres” y “feminista” o “plausible” y “creíble”. Es decir:

Y justo cuando iba a sonar la bocina de la época el canal presentó otra serie dramática, profunda y reflexiva, no especialmente fácil y que durante años sería el rasero con el que se mediría a toda la ficción televisiva por motivos que, sinceramente, se me escapa siempre.

Como la memoria es mala al cabo de una década pasarían a medirla con*_The Wire_*, que al fin y al cabo también es de la Home Box Office o como la conocemos todos: HBO.

En décadas posteriores llegaría el establecimiento de su marca y su intento de reactivar las miniseries con Band of brothers así como el progresivo proceso de copia y mejora —o al menos cambio— por parte de otros canales como AMC, Showcase o Starz.

El tercer pilar vuelve a llevarnos a canales nuevos, porque la animación con humor logra una revolución gracias a la aparición y éxito de Los Simpson y su serie propia en 1989, y eso es algo que se nota en otros canales como con la doble aparición de The Comedy Central y Cartoon Network.

En el primer caso serían los poseedores de la HBO —ya sabéis, la empresa Life era parte de TIME que se fusionó con Warner creando TIME Warner —Sí, es la versión resumida— puso en marcha The Comedy Channel y Viacom (Es decir: MTV o Nickelodeon) lanzo Ha!. El primero se centraba en actuaciones de stand-up y películas cómicas, el segundo en repetir sitcoms, y tras menos de un año de comerse los mocos se juntan en una cadena que acabaría llamándose The Comedy Central, que mantuvo las rutinas antiguas y especialmente el único gran éxito de la antigua programación, el programa dedicado a despellejar películas antiguas Mystery Science Theater 3000.

Para mitad de la década empezaba a meter programas nuevos como The Daily Show, aún sin Jon Stewart al frente, Politically Incorrect con Bill Maher aunque sin duda los mayores éxitos llegaron con la animación, primero en Dr. Katz, Professional Therapist

Una serie que unía el concepto de psicoanálisis —que permitía acercarlos a la stand-up — con al sitcom más tradicional. Y que era otro ejemplo de la animación adulta —iba a decir que siempre desde la comedia pero otro de los éxitos de la FOX en esta década, King of the Hill está muy lejos de poder ser considerada humorística — que gracias al éxito de Los SImpson llenó los años noventa: Con Ren & Stimpy en el lado más cercano a lo normal, El Crítico en el centro y Duckman en el otro extremo.

Aunque nada como el megahit de los noventa de Comedy Central. Ya sabéis…

South Park, creada por Trey Parker y Matt Stone, es una serie de la que no se me ocurre que hace falta que hable, así que otro día será.

La referencia de Los Simpson a Los Picapiedra y la buena marcha del canal de Viacom Nickelodeon sirvió para convencer a, de nuevo, Time Warner de que apostara por un canal que recuperara las viejas animaciones del estudio Hannah-Barbera que poseían desde hacía años, así como el resto del enorme stock que tenían acumulado sin darle demasiado uso. Y cuando notaron que también había una nueva animación bullendo decidieron darle una oportunidad a series nuevas: El laboratorio de Dexter (1996), Johnny Bravo (1997), Vaca y Pollo (1997), I Am Weasel (1997) o The Powerpuff Girls (1998)

Ahí tenemos el éxito de la aparición de esos dos primeros nuevos canales y cómo dinamizaron las series en general y las de animación en concreto. También marca el final de estas columnas quincenales dedicadas a repasar la historia de la televisión y sus creadores —aunque hoy hayamos visto menos de estos— aprovechando que Los Sopranos sería la primera serie reivindicada y recuperada por la nueva generación de espectadores del mismo modo que Family Guy, estrenada el enero de 1999, sería la primera serie cuyas ventas en DVDs la llevaran de nuevo de vuelta a la televisión en uno de los muy escasos regresos de una tumba de una serie largo tiempo cancelada.

Espero que os haya servido de provecho, quizá incluso gustado, porque hay más historias de donde he sacado estas —no, la Wikipedia no, hombre— y quedan aún muchos creadores a los que conviene recordar y redescubrir. Al fin y al cabo los sucesos del pasado mueven a los del presente, por eso hay que tenerlos en cuenta. ¿O podéis imaginar cómo sería la televisión —y el cine, y… casi todo— si alguien en UK no hubiera pensado en poner en marcha The 11 O’Clock Show ?

[¹El programa iba bien pero sus datos empezaban a declinar así que le dijeron que despidiera al productor y buscara a alguien que pudiera arreglarlo. El asunto es que el productor era el marido de Rivers de aquel momento. Se negó a hacerlo y su programa fue consecuentemente —un decir— cancelado. Precisamente este año Joan Rivers ha participado en un capítulo de Los Simpson parodiando aquel suceso. Y sí, Los Simpson se emiten en la FOX. ]


Cambiantes consumiciones televisivas

Cuando acepté escribir estas columnas pensé que lograría equilibrar mejor la parte de ficción de la televisión —entendida como la parte confesa de ficción, claro— y la parte de teórica no-ficción que también tiene. Lo que pasa es que resulta siempre más tentador tirar por el lado de la ficción, al menos para mí. En cualquier caso os aseguro que el año próximo habrá ciertos cambios pero, mientras tanto, convendría examinar otros asuntos.

Hace unos pocos meses en El País publicaron una página de contenido infame sobre la actual tendencia al alza en el consumo de series. El tipo que escribía no era consciente, o le daba igual, del cambio operado que justificaba ese aumento y se quedaba, simplemente, en que era una actividad audiovisual al alza y, según su estrecho punto de mira, un claro ejemplo de la gente que se embarca en mundos ficticios para combatir su soledad. Una mamarrachada como otra cualquiera en cuanto que el punto de partida o los ejemplos (el tiempo muerto en la consulta del médico) eran poco menos que estupideces poco meditadas, mientras pasaba muy de puntillas por el auténtico motivo confundiendo causas y efectos. Pero siendo un artículo de opinión en ese periódico tampoco es que se pudiera esperar mucho más.

Por otra parte, en las últimas semanas se han estrenado dos servicios de Televisión On Line, por un lado Youzee y por el otro Voddler. En ambos casos se trata de portales centrados en ofrecer de manera legal la posibilidad de acceder a contenidos audiovisuales —series, películas, cortos, documentales, etc… — de consumo inmediato y en cualquier aparato dotado de internet y posibilidades de usar un reproductor multimedia. Luego volveré a ellos.

Tratemos pues de establecer los motivos del auge de las series desde un punto de vista no sólo actual sino, más importante, contextual. Hay tres grandes falacias que parecen ofrecer soluciones sencillas a la cuestión y que necesitan de algo más de reflexión: En primer lugar está la que señala el actual crecimiento de su consumo como algo unido a la gran calidad actual de las series televisivas intentando convencernos de que vivimos en una edad de oro o, como poco, de plata, sin parangón alguno.

Tras todo este año de repaso y ensalzamiento de autores y creaciones creo que los lectores de esta columna deben tener bien claro no ya mi opinión al respecto sino la realidad innegable: Buenas series han existido siempre. En mayor o menor cantidad y número, desde luego, pero nunca de manera inapreciable ni inexistente, no desde la popularización televisiva en los años 50 —recordemos que pese a todo la televisión es un medio joven— e incluso en la década anterior, entre pruebas, se daban algunos buenos ejemplos. El repaso a creadores, autores y series tanto en USA como en UK y España debería dejar claro este punto y ayudar a que dejáramos de oír esas tonterías de que las series “están mejor que nunca”.

En segundo lugar está la que asegura que se trata de una moda ligada, por tanto, a la presión social, ver series está de moda. Por lo visto, antes en el café de la oficina hablaban de Herodoto. Obviamente, cuando alguien dice ver series está de moda en realidad querría decir ver series por elección en lugar de lo que pone la televisión es más sencillo ahora —es decir, el paso de un sistema algo más activo en la elección, en un crecimiento exponencial desde la existencia de un canal a la situación actual, pasando por la llegada de las privadas hace poco más de veinte años— de manera que las conversaciones sirven para comparar entre más productos culturales dentro de un mismo medio. Igual que se habla de películas o libros, siendo unos más populares o recomendados que otros, pasamos a no estar constreñidos por la limitación de elección sino por todas las otras cosas que tratan de influirnos como el mercado, la publicidad y los pesados evangelistas machacones.

Finalmente, y más importante, que es un asunto de los tipos estos de Internet que son unos piratas y se bajan las series matando a los autores. O algo así. Y parece ridículo no reconocer que Internet ha cambiado muchísimo la aproximación a todos los productos culturales. Pero el problema está en que son todos. No hay un Internet sólo para series, aunque leyendo blogs de televisión pueda parecerlo. En Internet uno puede encontrar libros, música, películas o vídeos musicales. Y si algo no parece ser encontrable, ahora existen muchas más posibilidades de conseguirlo. Ojo, muchas más, no “todo”, ni “seguro”, que no dudo que acabe sucediendo si el tiempo tiende a infinito, pero puedo asegurar que hay cosas que están desaparecidas, o casi.

Ahora vamos a aproximarnos a esos mismo puntos al revés. En un contexto. Si en los años ’70 estabas viendo una serie, más te valía estar delante de la tele y tener el mando para poder contarla luego. En los ’80 empezaron a poder rularse VHS con capítulos, aunque ocupaban mucho espacio —de manera que, pongamos, Kimagure Orange Road era una caja de cartón llena de cintas— por suerte para finales de los ’90 ya estaban los CDs y DVDs reduciendo espacio, y con la llegada de internet incluso empezó a terminarse el problema de “oh, vaya he grabado el final de Estudio Estadio por lo que me faltan los quince últimos minutos de El Comisario McMillan y Esposa”, más aún, empezó a poder conseguirse en el momento también los capítulos en su idioma original —por el bonito procedimiento de armarte de paciencia y bajar trozos de las news para juntarlo de nuevo—, de forma que acabamos en el punto actual, en el que puedes buscar y encontrar dejando de depender de la tiranía televisiva.

No sé si lo habrán hablado ya pero una de las discusiones más habituales de los últimos años es el cambio del centro Televisión al centro Pantalla, o Pantallas, en las casas. El antiguo objeto televisión que ganó unas aplicaciones de vídeo, que después admitió la consola y quizá ahora esté enchufada al ordenador está, además, rodeado; hay más gente sin televisión porque tiene más pantallas. Ya no sólo no hay hegemonía, además la presencia de sobremesa y, sobre todo, de portátiles, junto con otros paraparatos del estilo de ebooks y teléfonos listillos permite que cada cuál haga poco menos que lo que le venga en gana.

La multiplicación de canales, que ha pasado de uno a dos a media docena y ahora a una treintena, sin contar promociones y tontadas varias por tierra, mar y cable, se ha convertido en una solución efectiva pero pírrica ante los datos de mayor consumo internetero y menor consumo televisivo. De forma similar a la de los periódicos (que ahora llevan la inexplicable coletilla en papel) o la radio, la televisión, tras sólo unas décadas de reinado, se ha convertido en algo que parece propio de otras generaciones y obsoleto, sin prestar atención a que nuestros padres podían no tenerla o verla sólo en blanco y negro o, en el mejor de los casos, haber vivido la mayor parte de su vida con una muy limitada oferta televisiva.

Entender Internet como un Videoclub infinito, un lugar del que sacar lo que se quiere en cualquier momento es sólo la mitad del asunto. En la parte de cacharrería es el poder tenerlo en cualquier lugar, llevarlo a otra habitación o, incluso, portarlo en el móvil o en la consola —y aquí reconozco no ser capaz de lograr ver en pantallas tan pequeñas—, lo que permitiría llevarse las series a la sala de espera de un doctor en lugar de algo más abierto y comunicativo como, digamos, una novela.

Convertir el visionado de series en una actividad sencilla, frente a lo que era en su momento conseguir los episodios de los Monty Python o del Dr. Who o seguir Urgencias o Policías de Nueva York, es lo que ha favorecido que se pudieran recomendar y seguir más allá de los canales y las audiencias en zapineo; esta facilidad y el gusto de la gente por opinar es lo que ha creado esos estados de opinión que igual que hablan de libros, partidos de fútbol o cómics —bueno, quizá esto último aún no…— te machaquen con lo buena que es Mad Men.

Y de la misma manera que acabas recibiendo El tiempo entre costuras en préstamo o regalo, te llega un bonito y —sobre todo— funcional estuche con una serie, una temporada normalmente aunque si hay suerte es algún tipo de mini completa como Band of Brothers o una bonita construcción de alguna serie completa de mediano tamaño como The Wire. Reconozcamos que las posibilidades de que te caiga algo realmente goloso como House of cards o State of play es tan menor como su propio precio.

Lo que nos lleva a la llegada a España de algunos servicios: Voddler, YouZee, Wukio y, si tenemos suerte, Netflix empiezan a operar en España. Son empresas que tienen un catálogo de películas y series y que lo ofrecen bien de manera gratuita, bien por pago o, incluso, mediante un sistema de tarifa plana. Imaginad que Series Yonkis fuera legal. Pues ellos han imaginado que la gente paga por Spotify y que el único motivo por el que no lo hacen por las series y películas es la inexistencia de algo como ellos. Veremos cómo les va porque la cosa está muy en mantillas todavía y algunas de las opciones más claras del pirateo —es decir, la inmediatez en la disponibilidad de capítulos y el placer de escucharlos en su idioma original— no queda tan claro que vayan a mantenerlo. Pero eso será otra columna.

Y precisamente esa inmediatez es el último punto a tener en cuenta pues el tráfico constante de novedades fáciles de conseguir — Y de calidad como SPY o Life’s too short — hacen que la gente no se percate tanto o no encuentre espacio para recuperar los clásicos y no tan clásicos. Del mismo modo encontrarlos no siempre es fácil, y pienso no ya en los inencontrables de Viruete sino en algo tan aparentemente sencillo como La Pandilla Plumilla. Aspectos ambos que explican esa exaltación de la actualidad frente a una visión ponderada para la que hace falta un mínimo de memoria y haberle dedicado un rato a ver series, incluso a reflexionar sobre ellas.

Comprender todo esto es necesario para poder explicar, argumentar o entender que la relevancia actual de las series es, sencillamente, el derivado de la aplicación de nuevas tecnologías que facilitan el acceso en un medio que ya era popular. Nuevas tecnologías que permiten una mayor cantidad de oportunidades y el acceso a mucho más material, de manera que mientras la televisión convencional se va restringiendo, emitiendo cada vez más repeticiones de las mismas series en canales diferentes, ahora podemos acceder en muchos más lugares y eligiendo nosotros el momento.

Una nueva revolución que provoca olas y también, como siempre, que a alguno le llegue el agua a los pies y piense que está lloviendo.


Deshelando UK modernamente

El siguiente turno para ir cerrando este año de creadores e historia televisiva le toca a la televisión del Reino Unido y, la verdad, aún podría hablarse de unos cuantos creadores. Lo dejaremos para otra ocasión, sí, pero mientras hagamos un repaso a la evolución que tuvo en el post- Thatcherismo.

Recordemos que los años se convirtieron en un Maggie contra todos centrado en especial en desmantelar las estructuras de Lo público que tuvo una de sus grandes batallas contra la BBC. Muchos fueron los daños y víctimas colaterales — Como Dr. Who, que se cerró heróicamente en 1989, la última gran victoria pírrica de la Dama de Hierro— y eso creó una tensión y un tono que sirvió para que las televisiones siguieran haciendo lo que mejor se les daba redoblando esfuerzos en la parte, digamos, moral.

El resultado de lo cuál fue el habitual efecto péndulo, que si en USA se dejó notar tras la salida de Nixon de la Casa Blanca aquí sería más moderado. Desaparecida la mezcla perfecta de La Baronesa y Destro el humor iría un poco más relajado.

Por supuesto no significaba que se cerrara de inmediato las series que habían marcado la sátira durante su estancia. El mejor ejemplo es The New Statesman que servía como contrapunto y parodia de las nuevas maneras conservadoras, casi como una continuación natural de la sátira política de Sí, Ministro / Sí, Primer Ministro, que llegó hasta 1988, esta serie se centraba en las andanzas del diputado sin cargo (un backbencher en inglés) Alan B’Stard, un ultraderechista egoista, rastrero y muchas más cosas que iba demostrando semana tras semana, un magnífico personaje —aunque, seamos sinceros, mucho menos irónico o sutil que los de Sí, Ministro, aquí todo será más burdo — interpretado por Rik Mayall, a quien todos recordaremos por la serie The young ones o Els Joves o como la FORTA tuviera a bien traducirlo en tu comunidad. Mayall estuvo también en Blackadder y al finalizar este Statesman regresaría a su asociación con Adrian Edmondson en lo que se podría considerar una continuación extraoficial de la primera serie: Bottom o como la llamaron aquí La pareja basura (Sí, bueno, títulos y traductores, ya sabéis) En cualquier caso, The New Statesman es uan gran serie de humor que satirizaba lindando la crueldad los modos y maneras de la nueva clase política.

Como decía, no es que se dejara de lado Lo social, ni mucho menos. Pero hubo un cierto respiro, en comedia se pudo disfrutar de las petardas de Absolutely Fabulous que es uno de esos raros casos en los que la química en pantalla no parece tener sentido alguno —como demuestra los sucesivos intentos USA de recrearlo, todos desastrosos— y es que las aventuras de estas dos mujeres trabajadora de éxito que están como cencerros, las pobres, parece la síntesis perfecta entre lo que sería en los ’70-‘80 Laverne & Shirley y los que podría haber sido en ’90-‘00 Sex and the City.

Aunque sin duda la gran serie de humor de los ’90 a efectos de impacto planetario fue el salto mortal con tirabuzón que Rowan Atkinson realizó al pasar de Not the Nine O’Clock News _ o Blackadder a la comicidad gestual de —ya lo imagináis— Mr. Bean. Un prodigio de interpretación con unos guiones casi esquemáticos que permitían al actor convertirse en la dinamo que soportaba una de las grandes creaciones del humor reciente. Quizá el punto de _clown que tenía diera una falsa impresión de infantilismo, pero la idiosincrasia del personaje y su forma de comportarse lo llevan más allá, hacia un humor físico adulto alejado de lo anterior y lo posterior que realizaría Atkinson.

Hablando de infantilismo, y puestos a señalar los éxitos de la televisión británica noventera, quizá deberíamos hablar aquí del programa que más dinero hizo ganar a la BBC. Más allá de los odios, dudas y burlas, o de copias y homenajes, sería complicado explicar esa década o fingir estar repasando lo más importante de la misma y olvidarnos de… en fin…

Los Teletubbies están entre el icono y la incomprensión, en cualquier momento alguien los reivindicará o los pondrá de moda —Y cada día estamos más cerca, atentos a las camisetas de próximas temporadas— pero aunque para los adultos resultara extraño, perturbador incluso, se convirtió en un éxito tal que los niños parecían encantados por los personajillos.

Pero, volviendo a los adultos. Esta década es también en la que irrumpió Steve Coogan y con él conocimos a Alan PartridgeAH-HAA — que dio el salto desde un programa de radio hasta la televisión y allí se quedó, apareciendo y desapareciendo a lo largo de la década mientras su actor exploraba ambos lados del atlántico, otras ideas televisivas o el cine, Wintterbotton mediante. Sin embargo el icono asociado a Coogan, por mucho trabajo que realice, seguirá siendo Partridge, da igual que su Tony Wilson en 24 Hour Party People sea para hacerle un monumento, igual que Atkinson es más asociado a Bean que a Blackaddder.

Quizá estos fueron los mayores iconos, aunque no los únicos éxitos. La tradición británica nunca se está quieta, fruto de lo cuál se producen regularmente programas de sketches, algo a lo que los años ’90 no fueron inmunes. Quizá los mejores fueran los más conocidos, una opinión quizá no muy popular pero sí popular. O, si ustedes lo prefieren por ganar claridad, quizá más populista de lo evidente. Me refiero, claro, a A bit of Fry & Laurie en el que Stephen Fry y Hugh Laurie unen sus —enormes— talentos cómicos para una serie de sketches que parecen más un ejemplo de todo lo que podrían llegar a dar de si.

De manera poco habitual la emisión de este programa se fue alternando con _Jeeves and Wooster _, una adaptación de las historias clásicas de Wodehouse en la que Fry y Laurie —respectivamente— interpretaban a los personajes del título. Empezaron un año después de ABOF&L y concluyeron dos antes. Consagrándose como actores cómicos.

Otro nombre propio de esa década es el de Harry Enfield, que tuvo varios programas propios tras darse a conocer en el Saturday Live de Channel 4 gracias a los personajes y sketches cocreados junto a Paul Whitehouse. Entre sus personajes más famosos están Stavros y Loadsamoney, caricaturas —quizá no lo suficientemente satíricas— de los nuevos codiciosos del thacherismo. De enorme popularidad, Enfield pasaría a ocupar sus propios programas de sketches como _ Harry Enfield’s Television Programme_ que luego pasaría a ser Harry Enfield and Chums.

Además de otros proyectos ocasionales Enfield regresaría a los sketches con cierta regularidad, en los ’00 Harry Enfield’s Brand Spanking New Show y ya en la actualidad —de nuevo con WhitehouseHarry & Paul

Paul Whitehouse, figura central como vemos, tuvo su propia idea para un programa en el que , por una vez, no se incluía a Enfield. De su asociación con Charlie Higson salió The fast show, que presentaban personajes y frases recurrentes pero tenían la novedad —y la virtud— de ir más rápido, ser más breves, de manera que cupieran muchos más sketches (y mucho más ágiles) en cada episodio.

De gran popularidad — Johnny Deep dijo que Whitehouse es uno de los mejores actores que ha visto jamás, e incluso logró hacer un cameo en el último the Fast Show -, Whitehouse no ha dejado jamás de trabajar a uno u otro lado de la cámara. Junto o por separado con Enfield o sus otros compinches como Charlie Higson o Chris Langham.

Langham, por su parte, participaba de la continuación oficiosa de Not the Nine O’Clock News _, es decir: Alas Smith and Jones. En este programa de _sketches Mel Smith y Griff Rhys Jones, con Langham de tercera rueda, era una variedad sobre los clásicos números del tonto y el listo, que termina mostrándose también como tonto. Empezó en los ochenta tras la cancelación de NtNON y duraría hasta finales de los noventa. Con adiciones como la de Andy Hamilton.

Otra serie que empezó a finales de los ochenta y ocuparía todos los noventa, aunque no de sketches —aunque sí de culto— con el fondo de una historia de ciencia ficción y toda la mala baba inglesa del género sería… ¿hace falta decirlo? ¿Seguro? ¡Pues claro! Red Dwarf

Creada por Rob Grant y Doug Naylor con el nombre que usaban para sus proyectos compartidos, Grant Naylor, desde un personaje recurrente del programa radiofónico Son of Cliché. Pronto se convertiría no ya en su mayor creación sino en una que reaparece cada cierto tiempo —fanes de la ciencia ficción, esto es lo que les gusta— hasta el punto de que Grant se acabaría yendo de la serie, en principio por discrepancias con Naylor pero, según declaró posteriormente, porque no quería que Red Dwarf se viera como lo único que había hecho en su vida. Así que ahora no es lo único, sólo lo más importante.

Hubo otras series, aunque los noventa no fueran una gran década para el humor en Inglaterra tras los magníficos años anteriores e, incluso, comparándolo con lo que estaba por venir. En cualquier caso, al menos tres series deben ser mencionadas, la primera de las cuales es realmente familiar, es decir…

Royle family, creada a finales de los noventa, por Caroline Aherne y Craig Cash. Cash venía de trabajar como guionista en The fast show y con Aherne en su anterior éxito, The Mrs Merton Show una señora mayor que lleva un programa de entrevistas en las que su forma de entrevistar —a personas reales— mezcla de dulce candidez y notable mala leche, lograba producir incómodas situaciones por la forma amorosa y completamente dulce de introducir malentendidos y despellejar a los invitados.

Y si ustedes creen que Mrs. Merton tenía algo que ver con Alan Partridge véanla entrevistando a Steve Coogan.

En cualquier caso, Aherne volvió a trabajar con Cash —y alguna ayuda ocasional de otros guionistas— para poner en marcha esta comedia sobre una familia de clase más que baja arrastrada que subvertía la clásica idea de historia dramática tipo kitchen sink convirtiéndola en un canto al humor, la serie original duró un par de años pero sus especiales siguen saliendo con cierta regularidad. Eso sí, Aherne se ha retirado como actriz para centrarse en la escritura.

Y de lo humano pasamos a lo divino, con la serie que descubrió el gran talento cómico de Graham Linehan, la muy reverendísima Father Ted que con la historia de un clérigo desterrado que es enviado a una isla de la costa oeste irlandesa en la que compartirá casa y parroquia con el muy alcoholizado Padre Jack y el joven e ingenuo Padre Dougal. Unos mimbres mínimos con los que Linehan teje magníficas farsas.

Por supuesto la serie tenía potencial para durar años, lamentablemente el actor que encarnaba al padre Ted, Dermot Morgan, murió poco después de terminar de filmar la tercera serie. Una tragedia que hizo moverse a Linehan a otras comedias, entre las que destacarían Black Books y, por supuesto, The IT Crowd lo que significa que, en algún momento, tendremos que vovler a hablar de este creador con más atención.

Mientras tanto seguiremos por lo divino con The Vicar Of Dibley una muy popular comedia sobre una mujer sacerdote de mente abierta y notable alegría que lidia con su parroquia, con el consejo local y con el encargado del consejo David Horton, un serio y estirado multimillonario con una educación anticuada que no entiende a esta mujer.

Tras esta serie se encuentra uno de los grandes creadores ingleses de la época, Richard Curtis, colaborador habitual de Rowan Atkinson con el que comenzó a escribir en Not the Nine O’Clock News para formar sociedad en _ Blackadder_ y Mr. Bean, a parte de lo cuál en televisión haría esta comedia al estar más ocupado en el cine guionizando para Cuatro bodas y un funeral o Notting Hill, además de adaptar El diario de Bridget Jones y escribir y dirigir sus propias películas: Love Actually y The Boat That Rocked (Radio encubierta).

Un hombre ocupado, vaya. Hay que decir, además, que fue el creador e impulsor, junto con el cómico Lenny Henry, en 1985 de la iniciativa Comic Relief, un evento de caridad creado para ayudar ante una hambruna en Etiopía y que ha seguido ayudando en otros proyectos caritativos. Destaca entre sus actividades un telemaratón bienal llamado Red Nose Day en el que suelen ayudar los más populares cómicos del país. Y también de series afines, aunque no sean propiamente cómicas, como Doctor Who.

Y eso que los noventa no fueron, por lo demás, una buena década para el Doctah pero tampoco es que al resto de los dramas le fueran mucho mejor. Por suerte para la televisión aún existían miniseries como la magnífica Our friends of the North o la impresionante House of Cards como ya comentamos por aquí

Además, claro, de la tradicional Austenmanía que para eso está. Un éxito siempre que en esta década produjo imágenes como…

Un regreso a los clásicos con enorme éxito, como podéis suponer. Y, sin embargo, sí hubo un gran éxito en lo que a la ficción se refiere. Un programa que mostró ser superior frente a los demás.

A finales de los años ’80 la escritora y guionista Lynda La Plante tenía una idea. Tras el éxito alcanzado por su anterior proyecto, Widows —sobre la viudas de unos atracadores de bancos— ahora tenía pensado algo distinto: Una historia policiaca centrada en una mujer uerte y de gran hondura psicológica. Sólo necesitaba el OK de la cadena, la ITV, y una actriz para protagonizarla. La elegida terminaría siendo una actriz de raza: Helen Mirren.

Mirren, que a esas alturas de su vida tiene 35 años y lleva actuando desde antes de cumplir veinte habiéndose unido a la Royal Shakespeare Company en los setenta en la que ya había interpretado a personajes de la talla de Lady Macbeth o La duquesa de Malfi de la obra de Webster del mismo título. Tras dejar la compañía y pasarse con no demasiado éxito al cine —es un decir, claro, porque tuvo papeles importantes en Excalibur o El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante así como en la loquísima El diabólico plan del Dr. Fu Man Chú de Pter Sellers — regresa de una estancia poco fructífera en Hollywood para interpretar el papel de Jane Tennison.

¿Qué les puedo decir de este clasicazo, de esta obra maestra de la televisión criminal? La historia se centra no sólo en el caso en sí, también en las particularidades sociales o sociopolíticas, incluso históricas del mismo, pero, sobre todo, en el estudio del personaje principal, el investigador, retratado con fuerza y sutileza como alguien quebradizo y contradictorio pero empujado por una gran determinación interior. Es el primer gran personaje femenino fuerte y facetado en una serie policíaca, no es simplemente una mujer policía como pudo ser Angie Dickinson y el hecho de ser policía no es lo único que la define ni, desde luego, lo más importante. Antes que Cagney & Lacey o Jessica Fletcher estamos ante un personaje que emparenta con Furillo y la gente de Hill Stret pero dando una mayor importancia al relieve de un único personaje lo que permite usar la historia para profundizar en él, es decir, lo que los maestros europeos de novela negra, de Highsmith a Simenon, llevaban años haciendo con sus personajes en libros.

Esta magia alquímica lograda por La Plante y Mirren tiene nombre, y sin duda mis lectores lo recordarán por estar grabado con letras doradas en los libros de televisión. Se trata, por supuesto, de Prime Suspect

En total fueron siete historias en otras tantas temporadas de duración variable. En el transcurso de la misma hablaron de sexismo, racismo, alcoholismo o xenofobia y no tiembla al abordar violaciones, tráfico de drogas, prostitución infantil o política. Mirren ganó varios BAFTA s televisivos por ellas, La Plante también y puedo decir sin equivocarme que marcaron no sólo el tradicional antes y después, también toda una generación de mujeres fuertes y frágiles en programas policiacos cuya cosecha aún estamos recogiendo.

Por supuesto esto abrió una espita para toda una serie de detectives de vida destrozada y tendencia a cierta introspección, similares a las de sus libros, que contrasta con el otro tipo de crímenes centrados en el misterio que tanto abundaban. Frente a series más formulaicas como Midsomer Murders este éxito facilitaba la creación de series más introspectivas, desde la versión que la propia La Plante realizaba del Ley y Orden de Dick Wolf —ese hombre— en Trial & Retribution aunque probablemente los dos mejores ejemplos serían las series sobre Eddie Fitz Fitzgerald y William Edward Jack Frost.

Eddie Fitz Fitzgerald, de Jimmy McGovern, magníficamente interpretado por Robbie Coltrane, es un psicólogo criminal, un especialista en los perfiles psicológicos delos delincuentes, lo que lllaman un Cracker, que para eso es el nombre de su serie. Y esa misma cualidad psicológica que emplea para analizar a los criminales que persiguen sirve también para dirigirla sobre si mismo y sus allegados. Lo que no le hace especialmente feliz. Es decir, y nos vamos a aburrir, le hace: alcohólico, jugador, maníaco, obsesivo, obeso e, incluso, fumador. Nada menos. En ocasiones es difícil separar al criminal entre los tipos a los que estudian y la propia policía que los persigue dando una imagen sórdida, aunque de un humor sarcástico y afilado, a todo el proceso criminal. Es decir, el clásico inglés: Me estoy riendo de cosas que no tienen ninguna gracia.

En cuanto a William Edward Jack Frost, sólo estamos un poco mejor. Cierto que iba a dejar a su mujer, pero le dio un cáncer terminal rapidísimo y no hizo falta, y quizá logró una medalla al mérito por enfrentarse borracho a un criminal, puede que no haga su papeleo porque para eso tiene subordinados y quizá la serie tenga en general un aspecto oscuro, sucio e, incluso, algo visceral, pero no pierde nunca de vista que los demonios internos de Frost suelen permanecer más atados que los de otros compañeros. David Jason hace un trabajo magnífico con el personaje central, adaptado de una serie de libros de R. D. Wingfield explicando así que se realizaran hasta quince series, la última de las cuales fue emitida en 2010 convirtiendo a Frost en el detective en activo más viejo de ese año. Todo eso y mucho más era A touch of Frost.

Por supuesto esto no significa que no existieran otras serie de carácter más ligero o abiertamente diferente, de entre los que destacan dos: El primero es Jonathan Creek, (interpretado por Alan Davies, sí, el de IQ) un canto a los trucos con un protagonista que se dedicaba a crear trucos para magos que pone en marcha su talento para descubrir los —mortales— trucos que otros han usado. Un divertimento encantador que bordea siempre la comedia, en ocasiones mojándose los pies.

También una serie ligera y alegre, antítesis de lo que hemos estado viendo, y con un protagonista peculiar en extremo, es Pie in the Sky sobre un policía a su pesar, ya que no le dejan ir por ser el mejor hombre que tienen. Eso no impide que Henry Crabbe, pues ese es su nombre, sea además vocacionalmente cocinero e incluso el chef del restaurante de su pueblecito, pero tiene que compatibilizar ambos trabajos. Richard Griffiths logra que el personaje transmita ternura, humor e, incluso, ese desapego por lo que está haciendo, por lo poco que le gusta y lo bien que se lo pasa entre fogones. Un bombón de serie, vaya.

— Ahora que no nos lee nadie, me voy a permitir comentar una serie que en realidad no tuvo tanto peso ni importancia pero que a mí me gusta: Hamish Macbeth, un ejemplo de los policías en pueblecito pequeño y excéntrico con Robert Carlyle en el papel principal que logra atrapar algo especial.

Pero conste que esta ya es debilidad mía.—

Al final el humor acaba apareciendo de nuevo, aunque no sea tanto como el que hemos estado acostumbrados o, incluso, como el que está por venir. Y no me refiero al éxito inexplicado de This life sino a la llegada silenciosa pero mortal casi terminado la década de tres programas que revolucionarían los sigueitnes diez años. En cuanto a los dramas, se estrena en 1999 Queer as folk, y en comedia en 1998 aparece The 11 O’Clock Show y un año después Spaced. El cambio se acercaba, pero de todo esto ya habrá tiempo para hablar, otro año.