Tantos meses y tanto dinero gastado en que este Jack Ryan (USA) fuera esta-vez-sí-que-sí la Gran Serie de Amazon para cometer el error táctico de estrenarla a la vez que anuncian que duplicarán el precio del acceso a sus series. Error doble porque malo es recordarnos una vez más lo mucho que gana su señor jefe y cómo tratan a los curritos -a fuerza de lo cuál alguien probablemetne acabe haciendo algo, supongo, quizá- y porque, yo qué sé… por lo menos que la serie valga la pena. El dinero está, eso sí. Se ve. Se ve mucho. Pero el problema principal de los libros de Tom Clancy, esos mamotretos puro ’90s que siempre andan necesitado de un buen recorte para funcionar como con el Octubre Rojo, es que confundir apelotonar sucesos con tener acción es casi tan letal para la paciencia del espectador como su idea de lo que es la parte de no-acción. Tampoco es que el resultado sea desastroso, que va, no es una de esas obritas a las que Steven Seagal se dedica ahora. Es mediocre. De esa mediocridad rotunda y cromada, casi sopesable, que tanto gusta a los estadounidenses en su exaltación del espíritu nacional. Supongo que con ellos les servirá -y ni eso tengo claro-, o con el que busque algo que ponerse de fondo durante las cabezadas. Desde luego a mi que no me esperen.
Si ya Juegos Sagrados pasó con más pena que gloria es difícil saber qué esperaba Netflix con Ghoul (O) (IN). ¿En qué cabeza cabe mandar a Jason Blum y su equipo a montar una serie / miniserie de terror? La industria india -en sus múltiples secciones y niveles- lleva produciendo ficción durante décadas, que decidan que de su segunda serie se ocupe Patrick Graham de dirigir y guionizar dice más de lo poco que se fían de ellos antes que de lo que puedan aportar el Equipo Blumhouse. Que, por cierto, tampoco es demasiado. Dicen que “I wanted to take a monster from mythology that hasn’t been seen before» que es una forma enternecedora de demostrar ignorancia en el tema. Sobre todo si lo que después vas a hacer es una suerte de La Cosa en una prisión India en un futuro distópico en el que hay una especie de Ley Islámica Loca. Loca porque parece que el responsable no sabe dónde está La India o cuales son las diferencias entre esta y Paquistán. O mil cosas más, la ambientación es otro de los fallos de la serie. Así que al final sólo que da una suerte de drama carcelario sin muchos pies o cabeza, un melodrama familiar más forzado que en un capítulo de 24 y la parte de terror que, no siendo muy original, es donde demuestran tablas. En fin. Otra oportunidad perdida. A ver si para la próxima.
La idea de Bite Club (AU) no era mala. O no del todo. Bueno, un poco sí. En fin. Un par de detectives que sobrevivieron al ataque de un tiburón y eran pareja y ahora ya no y vuelven a trabajar y hay un asesino en serie que puedes deducir a los tres minutos y… en fin, no sé qué es lo que quieren. Es decir, sí. Una serie de detectives con algo especial entre ellos y un arco de asesino en serie. Bueno, si no quieres algo más puede servir. Supongo.
Supongo que sería fácil meterse con All about the Washingtons (USA), es una comedieta facilona que sigue los básicos de la sitcom y se apoya en que su protagonista -o protagonistas- venían de hacer un reality sobre su vida doméstica. Porque son famosos, aunque aquí interpreten versiones ‘ficticias’ de su persona. Joey Simmon es (¿era?) el Rev Run de Run-D.M.C. aunque aquí se suponga que su ‘persona’ era DJ Joey Speed. Su mujer Justine sigue siendo su mujer Justine, aunque aquí sea la mujer de alguien distinto. O algo así. Pero, mira, para la semana que han tenido esto es casi lo de menos, la verdad. Un genérico, vale, pero podría haber sido peor.
Los británicos han aprovechado agosto para poner un melodrama, Age Before Beauty (UK), y no me extraña. Porque la idea detrás no es mala, y el reparto hace lo que puede por sacarla adelante. Pero el guión hace poco por ayudarles. Con una colección de tópicos a la que no se da una vuelta, y en la que es difícil saber hasta que punto se está intentando la sátira, hasta que el giro final del piloto nos lleva a sospechar que posiblemente ellos tampoco tienen muy claro qué quieren hacer. Y es extraño, porque Debbie Horsfield no suele ser tan laxa con sus series. Le echaré la culpa a Poldark. Pero comparar esta con Cutting It señala más el tiempo pasado -y, quizá, las ganas de regresar a un territorio conocido, como su protagonista- y la falta de una dirección. Por suerte, contar con un reparto como este, con Kelly Harrison pasándoselo en grande, Polly Walker ejerciendo de algo así como protagonista, Sue Johnston está brillante como la matriarca (y su ‘novio’ torero, al que llaman Hector pese a estar interpretada por Richard Calkin) y, en fin, el buen reparto es lo que hace que no naufrague. Podemos seguir viéndolo a ver cómo evoluciona, porque quizá todo esto sea un asunto de rodaje.