¡Pilotos Deathmatch!

La primera de toda una serie de interesantes series que han llegado esta semana, Aema (O)(CS), o 애마 o…, tiene… vamos a decir que un problema fundamental que es su punto de partida y contexto. Sin el conocimiento de ambos no sé hasta qué punto se puede apreciar una serie que tiene más a su favor que en su contra. Pero, presupongo, como muchas de estas series están creadas para ‘consumo interno’ por muy internacional que sean los lanzamientos entiendo que en Netflix pensaron que no hacía falta. Aún así yo sí hablaré un poco más del asunto para explicarlo. Aunque, para que sea más sencillo, vamos a hacerlo al revés. La serie habla de una actriz que estaba en un gran momento de la carrera, tanto que decide desafiar a su productor. Un tipo sórdido que ha decidido lanzar una película que pasa de lo ‘erótico’ a lo ‘pornográfico’. La actriz había aceptado mientras se creaba una carrera pero ahora, ya reconocida, decide que hasta ahí podíamos llegar. El enfrentamiento con el productor lleva, claro, a una venganza -una venganza patriarcal podríamos decir-  porque aún le quedaba una película en contrato. Así que, ante su negativa a protagonizarla, decide relegarla a un papel secundario en la misma y dejar que una recién llegada ocupe su papel y se convierta en una estrella en su lugar. En medio de todo esto -la actriz con carácter, la recién llegada dispuesta a todo, el productor turbio- se encuentra un director primerizo con ganas de hacer arte y toda una serie de secundarios tirando a cómics -fundamentalmente el ayudante de la actriz, pero no solo-. Visto así podría parecer una versión surcoreana de Eva al Desnudo en la que el centro estuviera en una industria salvaje y una película pornográfica. Que, por si no la habéis visto, os diré que no es algo que suceda. Una industria cínica, sin duda, pero no salvaje. ¿Cuáles son los problemas de los que hablaba antes, eso del punto de partida y el contexto? Bueno, en realidad es ‘casi’ lo mismo porque… La película de la que hablan existió. Vaya si existió. Se convirtió en todo un éxito en Corea del Sur porque, resumiendo, Aema o Madame Aema era su ‘versión’ de Emmanuelle. El problema es que esto no es una serie de época sobre aquel rodaje. Perdón, dejadme reformularlo. El problema es que se inventan todo lo demás, así que esto no es una serie de época sino una manera de mostrar, criticar y satirizar tanto el momento histórico de Corea del Sur como de su producción cinematográfica. Y lo hace de manera bastante inteligente porque deja claro que habrá un enfrentamiento entre las dos actrices -la establecida y la nueva- que ya veremos cómo progresa -es decir, teniendo en cuenta el tema lo lógico sería que hicieran piña pero ya veremos en qué termina la cosa- que ocupan lo que podríamos llamar los puestos dramáticos del asunto. Mientras que lo secundarios, masculinos en su mayoría, son más o menos humorísticos o caricaturescos, quizá el director un poco menos pero sigue siendo un tipo al que no sabe por dónde le llegan las hostias en una industria que lo que quiere es dinero fácil tirando de morbo y de sexo.  Lo cierto es que hay un componente casi de telenovela ochentera de ricos, ese duelo entre una mujer establecida y una recién llegada podría considerarse como alguna de las versiones de Arpía vs. Ingenua -o, incluso Arpía vs Ingenua que pasa a ser otra Arpía- a la que nos tienen acostumbrados en el audiovisual. Pero la forma de gestionarlo hace esperar un mejor tratamiento. El segundo problema es de contexto, claro. Aquí nos están presentado una situación sin hablarnos de dos problemas principales, el primero era -por supuesto- que a principios de los ochenta y durante casi toda la década hubo una dictadura en Corea del Sur que fue especialmente terrible. Ya sabéis, no hay dictaduras buenas, pero luego las hay peores. Y una de las cosas que hicieron en la dictadura fue aprovechar el momento para ‘relajar’ las normas del audiovisual. El 3S que dice el director en la serie (Screens, Sports & Sex) es algo de lo que se ha hablado con normalidad porque, efectivamente, es lo que promovió el gobierno para que los ciudadanos no se revelasen -o no demasiado- incluyendo movimientos como quitar el toque de queda para que la gente pudiera ir a ‘disfrutar del ocio nocturno’, que en su caso no se trataba de cañitas en la terracita sino de espectáculos más… picantes… incluyendo las ‘películas de medianoche’. Y, a la vez, como buena dictadura, puso un sistema de censura con decisiones arbitrarias y peticiones ridículas, que es lo habitual en estos casos. Así que nunca estaba muy claro qué iba a pasar y qué no. De manera que el lanzamiento de Aema fue punta de lanza de toda una… vamos a llamarlo ‘industria’, dentro de un contexto concreto. Esto, junto a la decisión de mostrar la época no en los clásicos ‘grises y azules de dictadura’ sino en una especie de ‘colores chillones, falsos y agresivos’, demuestran una intencionalidad que parece clara, pero que quizá debería haberse explicitado internamente. Igual que quizá hubiera tenido sentido que decidieran si se inventaban la película o si trataban de ser más fieles a lo ocurrido, porque este punto intermedio en el que se encuentran puede ser lo más discutible de una serie que, por lo demás, está claro que tiene unas idea muy clara de qué es lo que quiere contar y cómo contarlo. Habrá que ver cómo continúa esto porque, como digo, lo notable es superior a esos problemas.

He tenido que mirar si Hostage (UK) era una serie nueva de verdad y no una de esas veces que Netflix se trae contenido de otro país y silba. Pero no. Suranne Jones parece hacer el papel de siempre -y tan bien como de costumbre- en realidad es solo que todo suena a ya visto, aunque parte de ello puede ser culpa de Idris Elba y John Cena. Solo que aquí son UK y Francia y lo que tienen es al marido de la presidenta de UK secuestrado y a la presidenta de Francia chantajeada. Lo que casi entra en la cotidianidad viendo el estado de la política de ambos países, la verdad. La pena es esa, que teniendo a Jones y con los ingleses siempre capaces de montar este tipo de historias parezca que se hayan decidido plegar a ese ‘ruido de fondo’ de Netflix con muy poco que rascar realmente en el piloto y la amenaza de que van a usar 5 capítulos para contarnos. Que son uno menos de los ‘tradicionales’ seis capítulos británicos, pero que con Netflix por medio hacen sospechar que, como tantas otras veces, con hora y media habría valido.

Hablando de cosas tediosas, en Channel 4 decidieron estrenar lo que voy a meter en la categoría de Drama más que de Acción In Flight (UK), y lo meto en Drama no solo porque sea un tostón -que también- sino porque claramente es una serie ‘de sufrir y de sufrir’ con una de las premisas más insufribles y estúpidas de los últimos años. Un joven es encerrado en una cárcel de nosedónde del centro de Europa y su madre -azafata- lo pasa muy mal, pero recibe una oferta, un cartel le protegerá en la cárcel si, a cambio, ella se dedica a ayudarles a mover la droga en los aviones. Por supuesto para esto tenemos que entender que el pobre joven que está en la cárcel lo pasa muy mal porque, como sabemos, todo lo que no sea UK es territorio bárbaro. Y sí, eso significa que esta serie usa uno de los género favoritos de los ingleses: El racismo. Total, que entre eso y que suspense reguleras pero pasarlo mal porque ‘una madre, ¡UNA MADRE!’ todo el rato… pues mira, yo qué sé, será que no tenemos series para ver como para andarnos con estas cosas.

Para mi sorpresa Long Story Short (USA) me ha resultado una serie agradable, entrañable por encima de todo, con un cierto costumbrismo pero bien llevado, con humor pero como parte de algo mayor antes que como una manera de justificar los actos, una obra familiar en un sentido propio antes que en un ‘para todos los públicos’, y -más sorprendente aún- muy centrada en la ‘juididad’ de sus personajes (de una manera notable porque lo hacen desde lo espiritual y lo social dejando de lado a Israel. Que supongo que a estas alturas es algo comprensible pero también un punto en contra teniendo en cuenta lo central que es su religión en toda la historia) a la que le agradezco, además, su notable falta de pretensiones. Es decir, tiene la intención de ser lo que es, no de reinventar el género, hacer un estudio sobre dios sabe qué o pretender explicar de manera magistral lo que es una familia. Nada de eso. Y, probablemente por ello, más importante aún en cómo logra algo enmarañado y confuso, como la vida misma.

Volviendo a las series de sufrir mucho, en PSSICA (O)(BR) si no te están violando están intentando matarte. A veces las dos cosas a la vez, a veces alguien quiere cobrar por una, u otra, o ambas. A veces no lo están haciendo, pero hablan sobre ello. Así que la historia de tres personas en un pueblo Brasileño se encuentra todo el rato con distintos tipo de violencia -por supuesto también con misoginia y homofobia, por si acaso- y los muertos se acumulan cada vez que alguien piensa que la serie no es suficientemente dura -o ‘adulta’ si eres un adolescente- y, la verdad, para lo que tiene que ofrecer tampoco pasa nada si no la vemos. Salvo, claro, que sea justo esto de lo que somos público objetivo. Que todo puede ser.

Las series de ricos, herencias y sucesores cada día se parecen más, que Scheda (O)(PO) decida dejar para el final el giro con el que debería de haber empezado… bueno, es una decisión, sin duda. En realidad es cierto que algo del final hay al principio, pero claramente no mucho. Pero el problema es que el resto de episodio lo pasamos entre hermanos, tíos, primos, entierros, herencias y discusiones por quién se queda qué. Y entonces… pasamos a otra cosa… a la que en realidad no llegamos porque queda para el segundo capítulo y, la verdad, ¿no sería más fácil empezar a ver la serie por el segundo? Pues es probable pero, la verdad, esta versión de la historia de moda con secretos que van a explotar en breve… Meh.

Parece que los estadounidenses, a fuerza de true crime, han decidido imitar el gusto de los ingleses por los dramas adaptando esos momentos. Aunque está muy claro que este The Twisted Tale of Amanda Knox (USA) está hecho por y para la reivindicación de la mujer del título, contando o su historia o una versión de la misma. No es algo necesariamente malo -más aún con todas las versiones que hemos visto del otro lado- pero, desde luego, resulta muy poco de interés. Salvo, supongo, para los fanses. Si los hubiera. O, quizá, para la gente que busque una reivindicación al estilo de la que se hizo de Mónica Lewinsky, que para eso es una de las productoras del asunto -junto con la protagonista real, claro-. Ah, y volviendo a lo de la ‘imitación británica’, el ‘qué malos son los italianos’ ocupa tanto espacio que, la verdad, creo que podría haber ingleses implicados en su realización.

Es complicado hablar de Women Wearing Shoulder Pads (USA) sin caer en toda una serie de lugares comunes que está claro que la propia serie busca explotar. Probablemente el mayor de ellos sea unirlo al Universo Almodovariano, una inevitabilidad porque está claro que es una de las grandes referencias, pero no estoy yo muy seguro de si el resultado lo es fuera de lo estético o si realmente el Almodóvar que busca la serie es uno que existió en algún momento. Porque la otra parte principal de la que sale es la de esas grandes telenovelas de ricos de los años ochenta: Muchos personajes extremos, mucha gente de dinero haciendo cosas rastreras y una cierta opulencia que se mezclaba con los giros no tan esperables o sensatos. Lo cierto es que la decisión de añadir un surrealismo claro, aunque ni muy afilado ni muy sorprendente, es como la de rodar la casi totalidad del episodio en español (Maravilloso el acento español de España, por cierto) o de ubicarlo en los ’80s. Es más por buscar un tono y que la gente sepa a lo que va que porque sea algo que cambiándolo impacte en lo que se está contando. Y, con eso y todo, el High Camp y las ganas de divertirse logran una serie que es, al menos, memorable. Que no es un mal comienzo.


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