Reality Infame Infrapoteósico

Como decíamos la semana pasada, si triste era encontrarse con estas extrañas creaciones, estos realities infamesl de limitada repercusión ante los que uno podía aferrarse a su escaso éxito para confiar aún algo en los seres humanos —o, cuanto menos, en el Homo Audiente —, la aparición de un éxito entre ellos elimina de un barrido muchas de las vanas esperanzas de supervivencia ética.

Pues bien, el siguiente ejemplo no es sólo uno de los más sórdidos y controvertidos de la historia de la televisión —y lo digo completamente en serio, os veo hasta relameros— sino, además, una constante fábrica de historias, escándalos y broncas varias relacionados con él.

Y no me refiero a Sálvame, que va.

Todo empezó con un canal educativo. Tan educativo que se llamaba The Learning Channel y fue cocreado a principio de los ’70 por el Departamento de Educación y la NASA con la intención de difundir material educativo. La administración Reagan —¿quién si no?— decidió privatizarlo a principios de los ochenta y eso dio lugar a una sucesión de propietarios hasta terminar en manos del grupo Discovery en 1991, ya reducido a sus siglas: TLC. A Discovery le faltó tiempo para ir arrinconando la programación didáctica, fundamentalmente de procedencia extranjera, y pasar de los documentales de la BBC a los docurrealities de estilos de vida y profesiones. Para 2008 estaban tan establecidos que tenían varios de estos éxitos basura como Jon & Kate plus 8 o la incluso más desmadrada 17 Kids and Counting que, en estos momentos lleva 10 temporadas, no parece que vaya a acabarse y se llama ya 19 Kids and Counting; no sólo ellos, también había lugar para una familia que tras dos pares de mellizos tuvo sextillizos o una familia de enanos… en fin, ese tipo de programación.

En su persistente búsqueda de temas y ante los éxitos de su programación, decidieron que tenían que buscar un nuevo formato. Algo que les permitiera estar cada semana sin centrarse en una sola familia. Quizá también algo que les permitiera acercarse al género de los concursos… Y ahí prendió la llama. ¿Qué mejor que grabar una competición con participantes infantiles? ¿Cómo no va a mejorar la mezcla el no ser ellos los que den los premios? ¿Qué podría ser lo más controvertido y además permitirles fingir cierta dignidad? De este tipo de lodos acabaría saliendo el auténtico monstruo.

Toddlers & Tiaras

Si bien los toddlers serían literalmente los niños de uno a tres años, la verdad es que los jóvenes protagonistas eran algo mayores… siendo el límite los seis años. En cuanto a las tiaras… ¿He dicho ya que el programa es una competición de belleza?

Vaya. Cada semana el programa sigue las evoluciones de tres concursantes de este tipo de eventos y de su familia. Sobre todo de su familia. Retratos todo lo aparentemente externos que pueden, pero siempre con cierto punto de malicia al mostrarnos las interioridades. Esas madres que buscan una victoria o una belleza que ya no tienen, los padres que oscilan entre los ausentes, los adoradores y los desentendidos y las pobres niñas, confusas en la mayor parte de ocasiones, realizando estos extraños juegos para agradar a sus mayores. Historias que suelen ser más cercanas al gótico americano que a la competición de ideales, con Gypsy como musical de fondo.

Y si no me creéis a mí, echadle un ojo a estos vídeos:

[Pero no mucho tiempo, eh, con un minuto sobra]



Tan constructiva programación pronto tuvo sus frutos. Un nuevo éxito para el canal, que lleva ya cuatro temporadas y contando mientras las broncas surgen a su alrededor. Tantas que resulta complicado saber cuál es la primera, cuál ha sido la última y por dónde vendrá la siguiente.

Desde el inicio hubo discusiones sobre la conveniencia, no tanto de los concursos en sí mismos —que llevan ya décadas en entredicho— como de la conveniencia de dar popularidad a los que se centran en niños pequeños. Y ése fue el problema principal de la serie, motivo de la mayor parte de disputas y auténtico punto candente ante la posibilidad de que se las estuviera sexualizando pese a su corta edad; asunto éste que terminó explotando después de que ocurriera esto:

Para los que no puedan o no quieran ver el vídeo, que sepan que en él una de las concursantes, la pequeña Paisley Dickey de tres años, aparece vestida con una reproducción del —mínimo— vestuario que Julia Roberts usara en Pretty Woman, desde las largas botas negras a la estridente peluca. La pequeña realiza su actuación bailando —es un decir— entre los acordes de la canción de Roy Orbison, ante los ojos de una audiencia dividida entre los sorprendidos por la audacia de la idea y los directamente encab… disgustados.

Allí mismo algunas de las otras madres mostraron su disconformidad. (de hecho, aún se lo siguen recordando de forma más o menos civilizada cada cierto tiempo). No fueron las únicas, varias organizaciones aprovecharon para cargar contra el programa, desde la derechista Parents Television Group a un grupo de madres australianas tratando de reventar un tour el programa, muchas fueron las voces que se alzaron en su contra. Eso no impidió que los padres de Paisley la siguieran montando —la bronca— eligiendo un atuendo más que discutible para Halloween o sacando en subasta el traje de Pretty woman para apoyar a un grupo pro-vida (el primero de los cuales, por cierto, se negó a aceptar el traje o el dinero), lo que llevó a la joven protagonista de la historia al final lógico: negociar su propio reality con varias cadenas de televisión.

Por supuesto esto llevó a otras madres a tener que sacar cabeza, no sólo acusando a los medios de ser ellos los que sexualizaban a las niñas sino con todo tipo de broncas variadas, desde las que se centran en los procesos de belleza de las niñas, como ponerles corsé , darles baños de pintura bronceadora o tener recetas propias de bebedizos para que sus hijas rindan , motivos todos ellos de diversos escándalos, o escandalillos, por la forma en que las madres trataban y usaban a sus retoñas.

Como decíamos antes, esto llevó a todo tipo de especiales y series propios para algunas de estas niñas. De ahí que alguna pudiera incluso retirarse de las competiciones a los seis años…

Uno de estos spin offs, el dedicado a Honey Boo Boo, no sólo es el más cercano a una continuación oficial del programa —que sigue en antena y sin muestras de que vaya a concluir en breve—, sino que fue presentado entre comentarios adversos y una cierta sensación que nos invade con sólo ver el trailer.

Concretamente, en el AV Club Ryan McGee postulaba la posibilidad de entenderlo todo como una historia de terror, de una nueva forma de American Horror que iba más allá del American Gothic para crear una nueva definición. Yo sugiero llamarlo American Reality para que se pueda comprender de un vistazo todo el horror que ello encierra.

Mientras tanto, durante la redacción de esta columna, ha estallado el último eslabón de la cadena de broncas. Hasta que toque el siguiente, claro. En este caso se trata de que un padre ha presentado un capítulo de la serie como prueba en una demanda para lograr la custodia de su hija aprovechando la mala imagen y, por supuesto, los distintos escándalos asociados al programa. Habrá que ver cómo termina este culebrón legal que, de momento, ya le ha servido a la madre para arrastrarse por distintos medios ofreciendo la imagen de una madre que lucha por su hija y su derecho a presentarse a estos extraños concursos…

Como vemos, mucha explotación y de muchos tipos, una mezcla de repulsión y extraño atractivo y alguno de los seres humanos de moralidad más dudosa en un programa que hace dudar de la existencia entre la raza humana de algo parecido a la moral. Sobre todo porque aquí lo que tenemos son una pila de casos de corrupción de la inocencia, o, al menos, de su degradación al ser usadas niñas inocentes que difícilmente han podido pedir participar en estos eventos o salir en televisión por parte de unos familiares que han visto en su instrumentalización la posibilidad de lograr una cierta repercusión.

Todo lo cuál me lleva a preguntarme cómo será el futuro que les espera a estas niñas dentro de unas décadas.


¡Nos vemos la semana que viene! ¡Último lunes de Agosto! ¡Repaso final a los Realities Infames!


Reality Infame Indignablizador

Si la semana pasada repasábamos a esos realities que podían considerarse infames por cuestiones morales relacionadas con el subtexto que nos traían esta semana vamos con un caso tan claro de explotación sentimental y —a qué negarlo— hijoputismo televisivo que llevó el concepto mismo de pornografía sentimental hasta un nivel de explosión.

Y se podría decir que la culpa de todo la tuvo la cadena. Pero es que esa cadena era la FOX, reconocida y alabada siempre por su capacidad para saltarse los límites cuando era necesario. Por lo mismo, denigrada por su falta de escrúpulos a la hora de sacar temas o desenchufar series. En el más puro estilo de supervivencia de los fuentes, oportunismo y amor por el dinero la cadena de Rupert Murdoch saltó sobre la moda de los realities como Will E. Coyote sobre el Correcaminos.

De varios de esos ingenios para el mal, y sus habitualmente poco exitosas carreras, ya hablaremos en el cierre de esta serie, dentro de dos semanas, pero si tuviera que quedarme con sólo uno de ellos como ejemplo —que, curiosamente, es lo que ha sucedido— no tendría dificultad alguna. Tal es su malicia.

The Bachelor es uno de los más exitosos realities de la época en la que se puso de moda, a principios de los ’00, su formato con un concursante que tiene que elegir entre varios candidatos al amor de su vida —o de los próximos meses al menos— fue un éxito instantáneo para la cadena ABC que aún hoy, 10 años más tarde, sigue emitiéndolo. Fue, además, como Gran Hermano, The Amazing Race o Survivor, uno de esos formatos seminales que darían pie a múltiples copias, imitaciones o replanteamientos. No es algo nuevo, este mismo año la CBS ha denunciado que el formato Glass House de la ABC es una copia de Gran Hermano.

En cualquier caso, la gente de FOX sabe cómo darle una vuelta de tuerca tóxico a la premisa. A casi cualquier premisa. Y de ahí a darle luz verde a Who’s your daddy?

Quizá estéis pensando que no es más que una versión más zafia, o una versión étnicamente motivada o algún tipo de perversión limitada a las fronteras de lo decente. Y estaréis tan equivocados.

Who’s your daddy? parte de un concepto similar a The Bachelor porque hay una concursante y una buena cantidad de señores que pueden ser elegidos. Señores de edad avanzada, sea todo dicho. Pero no es ese el momento en el que todo se vuelve sucio. Tampoco son los 100 mil dólares que pueden ganar por elegir correctamente. No. El asunto es que…

El asunto es que la concursante no está buscando a un novio. Está buscando… A su padre. Las concursantes eran niñas adoptadas, personas que quieren descubrir quién es su padre biológico y, en circunstancias como esas, nada mejor que acudir a la FOX, claro. La FOX investiga, encuentra al padre y consigue que participe. Al fin y al cabo si ella le elige cada uno se lleva 100 mil dólares.

Sí, elegirle. Porque una vez que ella lleva el asunto al programa, que estos rastrean y le encuentran y que ambos se presentan a realizar el programa la FOX añade a la ecuación dos docenas de señores mayores que fingirán ser el padre de la concursante y lograran los 100 mil dólares —y que ella se quede sin nada— si son elegidos.

De manera que se prepararon para emitir el primer episodio, en forma de evento especial de 90 minutos y… bueno… casi no lo logran. Las asociaciones de derechos de los adoptados, tanto los chavales como los padres, montaron una bronca enorme. No sólo por el asuntillo de los derechos, también por lo ético del programa. El boicot funcionó lo suficiente —es decir, el follón, más la presión sobre las afiliadas más el desastre de audiencia que tuvo— como para que nunca se emitieran los otros cinco capítulos grabados. Mucho menos para hacer más. De hecho el formato en sí jamás llegó a verse teniendo en cuenta que sólo se emitió un especial más largo que tenía por protagonista a una actriz de tercera fila, T. J. Myers, que aprovechaba para hacerse algo de publicidad. De la manera más estúpida posible. Echadle un ojo:

¿Os ha gustado? Pues es el momento de seguirlo a YouTube y leer que se trata de uno de los padres falsos demostrando cómo estuvo cerca de engañar a la chica, y cómo los comments se llevan de gente comentando no sólo la jugada sino el programa entero y su concepción. Disfrutadlo.

Volviendo a nuestro tema, es difícil establecer qué pudo ser lo peor de todo, lo más ruin y rastrero de todo el programa. ¿Ofrecer la pornografía de convertir un momento de tensión emocional en un programa? ¿Convertirlo en un concurso? ¿Convencer a varias personas para que traten de engañarla? ¿O quizá el hecho mismo de que sus actores pensaran que era una plataforma de lanzamiento? ¿Cómo podemos elegir sólo un aspecto? Aunque imagino que los señores de la FOX aún deben estar preguntándose qué pudo fallar. Quizá en su caso deberían empezar a preguntárselo cuando algo funciona.

Puede que penséis que el que fallara demuestra que no hay realmente un espacio para estos Realities Infames… Pues que sepáis que la semana próxima podréis ver uno que es todo un éxito. NYA-HA-HA!!!


Reality Infame Insultante

Es difícil establecer cuál es el punto en el que un Relity se convierte en Infame, yo suelo ponerlo en el momento en que el insulto a la inteligencia del espectador y el abuso del sensacionalismo sobrepasan cualquier límite. Aunque, en fin, muchos son los que juegan a mirar irónicamente el material que tienen a su cargo, subrayando en montaje y música la estupidez misma de lo que presentan como si así fueran menos cómplices de darle difusión.

Hay, sin embargo, otro tipo de infamia que a mi vista es peor porque se camufla más con los clásicos documentales o busca una justificación de valores positivos tales como la integración y la superación cunado, en el fondo, explota los prejuicios de su público. Por algún motivo, sin embargo, mi opinión parece minoritaria y es, por tanto, este el primer tipo de Reality Infame que veremos.

Es complicado escoger uno sólo, especialmente en un campo en el que hay dos formas de entenderlo tan persistentes como contrapuestas, por un lado los programas documentales que con excusas históricas promueven la primera locura que se les pone por delante haciendo que los ya vetustos intentos de Jiménez del Oso parezcan fragmentos escolásticos. El éxito de El código Da Vinci facilito la entrada y posterior difusión de docenas de ellos, especialmente en los canales históricos que más lejos deberían estar… Pero eso es otra historia.

La segunda posibilidad es la de los teóricos documentales en los que la finalidad aparente incluye un subtexto más que obvio. No hablo de los risibles documentales propagandísticos —especialmente los de corte evangelizador— sino de aquellos que usan una historia para contarnos otra, como si no fuéramos a darnos cuenta. Y precisamente ahí, en la recolección de tópicos y el subtexto sospechoso, es donde encontramos a nuestra estrella del día Muslim driving school o como podríamos haberla llamado aquí Mujeres musulmanas del sudeste asiático aprendiendo a conducir.

Sé que algunos hubierais preferido un repaso por esos programas científicos o de profesiones raras, incluso con todos esos buscadores de fantasmas que tanto abundan. Pero, la verdad, son mucho menos dudosos, es menos complicado confundirlos con un programa documental real.

En este caso, sin embargo, ya desde el título vemos las costuras. Muslim driving school resulta estar centrada en exclusiva en mujeres, y dentro de estas en un tipo bastante concreto. Tanto da que procuren hacer intercambiable musulmán y asiática, las mujeres en las que se fijan sirven para poder debatir sobre la diferencia oriente/occidente. Taslima está cerca de los sesenta y sólo ha logrado que la dejen aprender a conducir porque su marido ya no puede y siempre para que pueda transportarle y Samia es una joven de dieciocho que aprende a conducir y va a tener un coche sólo después de que haya fallado su matrimonio concertado, Zaida es instructora y precisamente su papel es fundamental todo ello por permitir a estas mujeres no tener que tratar con un hombre, lo que no evita que emita opiniones discutibles sobre la forma en que estas viven su vida. Aunque quizá el caso en que más claro quede todo y más ambigüedad muestre el docu-reality es el de Aysha, una joven inglesa conocida como Stacey que decidió dar un giro radical a su vida de fiestas y excesos adoptando la religión musulmana como se podría haber metido a monja y cuya apariencia y decisiones, uso del niqab incluido, se presentará más como una forma de romper con el pasado y alejarse de su madre que como una decisión mor motivos religiosos.

Es difícil imaginar cómo podría haber sido más manipulada la situación, no sólo por haber dejado de lado todos los musulmanes no-asiáticos de Reino Unido, también por la elección de historias que parecen primar la idea de la mujer contra el islam aunque podrían haberse encontrado también en otras religiones.

No hubo jamás una segunda temporada, ni parece que ideas como la de Asiáticos aprendiendo a conducir, que lanzaron como sarcasmo respuesta para ahondar en los clichés, pero que no se nos olvide que un programa así, tan aparentemente inocuo pero con tanto fondo, se emitió en una ocasión.

Aunque, como veremos en las próximas semanas, es más fácil ser infame cuando se va a por todas sin complejos.


Reality Infame Introductivo

Llegó agosto y con él las paradas técnicas y los programas de refritoso de contenido ligero. Un año más esta columna no se tomará vacaciones pero sí modificará su procedimiento. Muchas eran las posibilidades en la que podría haberme centrado durante este mes como la historia de los grandes canales estadounidenses. O de la carta de ajuste española. O podría… En fin, muchas posibilidades.

Pero, al final, ha prevalecido esa idea de necesidad de descerebrarse. Idea que, francamente, ni entiendo ni comparto. Sea el que sea el material a enfrentarse creo posible una reflexión al respecto y una necesidad de crítica. Lo que pasa es que luego pongo fotos de culos y los editores de esto se me quejan. Así que he pensado que podría echar un vistazo en la parte más denostada de la televisión.

Bueno, vale, una de ellas… que la televisión es un no parar. Me refiero a los Realities. Aunque ya hemos hablado de que muchas veces el uso de Reality como etiqueta es demasiado generalista. Teóricamente significa no-ficción pero en realidad suele equivaler a un cierto amarillismo que busca el morbo fácil apelando a las circunstancias reales de lo que se va a mostrar. Que, obviamente, tienden a estar tan guionizadas como las propias series de ficción. Suele asociarse a una narración pseudodocumental que, en el fondo, está más cerca de un reportaje. De esta manera se cuentan biografías, fingen suspense en concursos o se bordea el límite en tre la información y la pura tontería.

Dentro de estos realities hay también grados y no resulta tan sencillo como uno podría pensar en un primer momento llegar hasta la categoría de Infame. La simple acumulación de amas de casa, actores de saldo, tareas ingratas o competiciones idiotas . Hace falta una vuelta de tuerca que es, precisamente, la que vamos a ir buscando y resumiendo durante estos cinco lunes de agosto.

Hoy, por ser el primer día y respetar la brevedad requerida por la época, vamos con un breve listado de algunas cosas que no se han estrenado aún pero que están en charlas o producción. Tres ejemplos de Realities Infames que podrían haber aparecido aquí de haberse escrito esta sección otro año.

Prezilla ¿Qué podría desear nadie más que reunir en un sólo programa dos de los grandes éxitos de la MTv? Unir el formato de historia por semana y parte de la temática de Embarazada a los 16 con Bridezillas y las historias de mujeres desinhibidas y ¿fiesteras? de Jersey Shore mostrando a embarazadas arrasando ciudades a su paso. Claro que ahora que Snookie está embarazada quizá nunca llegue a ver la luz.

King of the nerds Apoyándose en la… fama… de los protagonistas de La venganza de los novatos, Robert Carradine y Curtis Armstrong, a pelear entre ellos en una especie de concurso que sólo ellos saben en qué consistirá porque pruebas de inteligencia y cultura general suenan al tipo de desastre que está esperando a que suceda.

My Daughter: The Teenage Nudist La única que se ha emitido, pero como un especial que no ha dado lugar a series. Si a algo recuerda la ejecución es a esas películas nudistas que antecedieron al porno, salvo que aquí la coartada intelectual del auge del nudismo —la misma que entonces— apuesta más fuerte al contraponerla con la actitud de los padres que es… bueno… tradicional.

A cosas como estas, y bastantes peores, tendremos que hacer frente durante las próximas cuatro semanas. Por lo menos mientras intentemos acotar lo que es realmente infame.