Libros que llegan: Neuhause, Hilda, Silver y más

¡Lo que hace la cercanía del Día del Libro! Tradicionalmente durante la Semana Santa no hay novedades. Como mucho algún libro perdido de la semana anterior que acaba llegando por descuido en estos días. Pero este año el que la semana próxima tengamos fiesta ha facilitado casi una docena de novedades notables. Así que, por pequeña que sea…

¡Que entre la pila!

– Algunas heridas nunca se curan de Nele Neuhause, ed. Maeva

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La llegada de Blancanieves debe morir trajo a España el buen hacer policíaco de Nele Neuhaus y si bien en Amigos hasta la muerte -la segunda de la serie de la que Blancanieves era la cuarta- resultaba más desmayada ahora tenemos entre nosotros a la tercera, menos claustrofóbica pero más redonda, más clásica pero mejor acabada. En resumen: Todo un placer volvernos a ver.

 Hilda y la cabalgata del pájaro de Luke Pearson, ed. Barbara Fiore

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Para los que seguimos las anteriores historias de Luke Pearson estamos ante un nuevo ejemplo de magnífico cómic pensado para que puedan leerlo los pequeños pero también con los adultos como posibles lectores. La llegada de cualquier título nuevo es una gozada a celebrar.

 La señal y el ruido de Nate Silver, ed. Península

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Nate Silver se convirtió hace dos años en un nombre conocido gracias a sus bastante acertados análisis de datos electorales. De modo que un libro en el que explicara sus opiniones sobre los datos y cómo interpretarlos para llegar a las conclusiones correctas parecía inevitable. Aquí ha tardado un poco más en llegar pero, claro, aquí ha tardado un poco más pero ha llegado al fin.

– Fūrinkazan (風林火山) La epopeya del clan Takeda de Yasushi Inoue, ed. Sexto Piso 

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Inoue traza una obra histórica al rededor de la figura de un rōnin, Yamamoto Kansuke, y su trabajo como asesor de los Takeda.  Una obra que permite mostrar las guerras previas al periodo Edo tanto como el resultado de las intrigas palaciegas como desde un punto de vista más militar.

– El unicornio de Iris Murdoch, ed. Impedimenta

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Una historia gótica de Murdoch, cercana a los cuentos de hadas pero también a las oscuras interpretaciones de lo que esta historia, sobre una pequeña a cuyo alrededor se mueve una nube de criados, contada precisamente por una institutriz, está lanzando una reflexión sobre la culpa y la inocencia.

– Palabralogía de Virgilio Ortega, ed. Crítica 

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Un recorrido por la etimología de las palabras, mostrándonos desde sus inicios por remotos que sean -Roma, Grecia, Egipto… da igual- hasta al actualidad, independientemente del número de cambios de significado que hayan podido tener. Precisamente porque también esos cambios de significado han tenido un motivo.

Algodoneros de James Agee y fotos de Walker Evans, ed. Capitán Swing

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Antecedente directa de a famosa obra de Agee y Evans Ahora elogiemos a hombres famosos, este trabajo de periodismo e investigación que durante años se creyó perdido fue encontrado a la muerte de Agee, archivado entre sus papeles. La historia de tres familias de algodoneros, su duro trabajo y la miseria en que se movían; poniendo de relieve las imposibilidades de un sistema en los tiempos más duros para la supervivencia.

Esto no es un programa de Tiqqun, ed. Errata Naturae

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Revista francesa de pensamiento, Tiqqun presentó durante su no muy extensa andadura toda una serie de artículos con intención reflexiva y casi revolucionaria que cuestionaba la realidad del sistema, artículos que pueden acumular tiempo pero que siguen pudiendo hacerse pasar por algo más reciente.

El armario de acero de VV.AA., ed Dos Bigotes 

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Hablando de lo cual, se presenta con este volumen la editorial Con 2 Bigotes que pretende traer obras LGTBI comenzando por este volumen antológico contra la homofobia en Rusia. Como meta no es mala, en mi opinión.

– Diarios de la gran guerra y relato de un supervivivente de Gerald Brenan, ed. Confluencias

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Si creíais que esta semana no iba a haber novedades con la Gran Guerra de fondo… Le toca el turno a los recuerdos de Gerald Brenan, el escritor e hispanista responsable de textos como El laberinto español o Al sur de Granada.

El cuentacuentos de Saki con ilustraciones de Isabelle Vandenabeele, ed. Barbara Fiore

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Terminamos con esta bella edición ilustrada de uno de esos mínimos y magníficos cuentos de Saki que logra desdoblar la parte real hacia la imaginaria de manera que permite comprender toda la carga de fantasía y malicia propuesta.

Bueno, pues ya está. Es poco probable que las editoriales logren sacar alguna novedad antes del próximo miércoles pero, ¿quién sabe? En cualquier caso nos volveremos a encontrar en esta sección. Antes o después.


Aprovechando que las editoriales están dándole bombo a sus premiados con los Pulitzer aprovecho para recuperar por aquí el que más me interesó de entre los que se lo llevaron el año pasado. The Black Count, cuyo título… completo.. es The Black Count: Glory, Revolution, Betrayal, and the Real Count of Monte Cristo. Es decir, la biografía del General Thomas-Alexandre Dumas, el padre de Alexandre DumasPadre, claro- en la que su autor, Tom Reiss, se dedica a investigar sobre la poco conocida y muy novelesca historia del padre del gran folletinero, una vida tan llena de aventuras y giros como la de los personajes de su hijo, algunos de los cuales parece que inspiró.

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Hijo de un noble francés que se fue a hacer las américas a Haiti -cuando aún era Saint-Domingue- y acabó perdiéndolo todo salvo una esclava con la que tuvo a Thomas-Alexandre en 1963 y luego a sus hermanos. A partir de ahí, su padre seguía eludiendo a su tío -dueño de la plantación Monte Cristo-  hasta que decidió hacer dinero de la manera sencilla: Vendiéndoles como esclavos. Esa fue solo una de las paradas que incluirían la vida como Joven Aristócrata en Francia, su enrole en los Dragones, su implicación durante la Revolución dentro de un grupo de militares de razas variadas en la Free Legion of Americans o Black Legion, que luego se especializaría en operaciones… especiales.  Tanto que con 32 años sería nombrado General en Jefe del Ejército Francés en los Alpes. Chocó con Napoleón, fue enviado a Egipto, capturado, regresó a una Francia que había caído en el racismo hasta el punto de verse degradado e incluso fuera de la ley por su matrimonio con una mujer de otra raza y, tras otra serie de humillaciones y maniobras para desposeerle de lo que se había ganado acabó falleciendo en 1806, con solo 43 años.

Una vida fascinante, una serie de logros que pocas personas podrían mostrar y que presenta además un componente de raza fundamental en toda la historia. En resumen, uno de esos libros que cuesta creer que no haya habido auténticos empujones y zancadillas por publicar en español. Habrá que esperar un poco más, nosotros que aún tenemos tiempo.


La muerte de Junior ha servido para que se hable aunque sea un poco de Los Brincos. Un grupo con muchas canciones que, siempre he creído, merecían una mayor variedad de versiones. Flamenco, Nadie te quiere ya, Mejor, Lola, Si me preguntan a dónde voy, El pasaporte Amiga mía, Lo que yo quiero, Un sorbito de champagne, Borracho

De entre todas ellas -que ya son unas cuantas- posiblemente mi favorita sea esta A mí con esas, una canción con los problemas de machismo propios que, sin embargo, sigue funcionando. Más aún cuando lo toca alguien con tanta potencia propia como el grupo granadino 091 que sabe sacarle partido y meter aún más fuerza a una canción que ya de por si es arrebatadora.

Quizá no sea la mejor canción para despedir a Junior pero como aquí en realidad estamos celebrando a Los Brincos y las versiones pocas se me ocurren más adecuadas.


Reivindicación de la reivindicación

Hay tareas que no terminan nunca. Ese es el resumen que justifica que sigan las series. O, al menos, las que impulsa las que tratan un problema semanal. La falta de un criminal, un elemento sobrenatural o de enfermos podría poner en jaque muchas de las series más apreciadas por los espectadores. También resultaría poco creíble.

Lo sería solo cuando hay un gran mal que se persigue o una enorme tarea, descubierto el villano en las sombras, neutralizada su función, o se sustituye por otro o hay que aceptar un cambio en la forma de ser de la misma serie.

Por contra, las comedias -como las series más cotidianas- viven de los hechos improbables y las fricciones. Las personales y las amorosas. De ahí que en ocasiones se sobre-exploten esas relaciones y esas dinámicas, haciendo rotar a los personajes en enfrentamientos y emparejamientos sucesivos.

El que no parezca haber un final para las cosas no significa, sin embargo, que sea algo malo. Solo que es algo trabajoso. Ciertamente las series pierden frescura, a veces incluso se notan encerradas en hábitos y reteraciones. Algo que puede hacer pensar que a partir de la 7ª temporada no merece la pena que duren, sin entrar en que cada serie es diferente y las reinvenciones pueden ayudar -o cargarse- algo que funciona. Igual que parece que las policiacas nunca tendrán fin podemos ver cómo Seinfeld parece revivible en la actualidad. Como si los actores no tuvieran derecho a cansarse de sus personajes. Todo lo cuál no es una introducción para recordar M*A*S*H o Urgencias sino la labor de la reivindicación.

El pasado sábado en el suplemento cultural de El País escribía Boyero sobre True Detective. Sus tonterías de siempre, vaya. Que si Kevin Spacey era un desconocido cuando Seven, que si la HBO y sus series… El asunto en sí no es que Boyero desconociera a Spacey pese a que seis meses antes se hubiera estrenado Sospechosos habituales, o hubiera actuando antes en Henry & June y Glengarry Glen Ross. Tampoco es que al hablar de la HBO lo hiciera para mencionar la rutina de costumbre con Los Sopranos y The Wire. Lo importante es que ante esto sepamos y queramos continuar con la reivindicación.

Recordando esa magnífica serie de Cannell y Lupo llamado Wiseguy, emitida en España por la FORTA -aunque a Boyero se ve que no le tocó- que tenía una trama de temporada y una docena escasa de capítulos, además de las actuaciones habituales de Ken WahlJonathan Banks, contaban con unos cambios de gran parte del reparto que les permitía tener a gente como Chazz Palminteri, Tim Curry o Michael Chiklis, pero, sobre todo, una prodigiosa segunda temporada con Kevin Spacey como gran -y bastante desquiciado- villano.

O volviendo a contar una vez más que la HBO empezó a funcionar a mitad de los setenta y que para mediados de los ochenta ya tuvo sus primeras series, incluyendo la coproducción Fraggle Rock. Junto a especiales de comedia y deportivos fueron saliendo programas como El cuentacuentos -de nuevo gracias a la buena relación con Henson– y antologías como Historias de la cripta o El autoestopista. A partir de ahí fueron apareciendo comedias como las sitcoms – Sigue soñando, por ejemplo- todos ellos programas al menos estimables que precedieron a dos creaciones humorísticas magníficas como fueron El Show de Larry Sanders y Mr. Show. Dos creaciones noventeras de la HBO a las que podemos unir un primer drama inesperado, magnífico y, esta vez sí, ciertamente rupturista: OZ. En la HBO de aquella época hubo de todo, como la serie animada de Spawn o Tenacious D, una mezcla de comedia musical sobre una banda auténtica o falsa, quizá ambas. No significa que ahora no tengan cierta variedad ni que las series estrenadas a partir del 2000 no haya algunas olvidadas frente a otras más conocidas, contando incluso con la poca habitual situación de que contaran con una única temporada -de manera más que comprensible- como Lucky Louie o John from Cincinnati que aparecieron y desaparecieron mientras Flight of the Conchords o Big Love llegaban para quedarse.

Lo importante de toda esa cháchara es que no hay que dejar que el discurso habitual, que olvida y oscurece, se fije. De ahí que convenga continuar reivindicando, atrayendo atención sobre OZ o Wiseguy, recordando a la gente las producciones magníficas que desde los ’50 se han ido realizando en el medio.

El asunto del que al fin y al cabo es de lo que trata esta columna es que incluso si se lograra dar una fama y relevancia a estas series habría otras. Igual que hay actores, directores, guionistas… que merecen un poco más de foco. El problema es que ese foco no puede estar sobre todo el mundo todo el rato así que hay que ir moviéndolo.

No se trata de ser agresivo, tampoco es que esto tenga mucha más solución, pero sí merece la pena recordarlo cuando tengamos oportunidad. Como tantas otras cosas. Así quizá los discursos implantados como eso de «la edad de oro de las series» o «los años noventa en la HBO»,  fundados muchas veces en desconocimientos, desaparezcan. Que parece mentira que a estas alturas sigamos viendo discusiones sobre si hay mujeres divertidas o si el fantástico puede funcionar en televisión como si I love Lucy o las minis de Quatermass no hubieran estado en su mismo inicio.

Como he dicho en otras ocasiones, cuando comencé esta columna pensé en dedicarla fundamentalmente a la reflexión sobre lo que tenemos ahora. Tardé poco en ver que hay que dedicar tiempo también a la divulgación, porque sin despejar esas ideas preconcebidas y establecer un marco en el que moverse la reflexión podría no comprenderse de manera parcial o total.

Así pues, reivindiquemos. Y cuando tengamos algo que ya creamos suficientemente reivindicado, pongamos Roger Corman, pasemos a lo siguiente, no cerremos esa reivindicación previa ni, desde luego, combatirla. Puede que ahora parezca que Corman o Jess Franco están más asumidos. En realidad suele ser una percepción borrosa propia de los círculos en los que nos movemos -el famoso sesgo- pero mientras seguimos con ellas podemos tratar de ir un poco más allá con la siguiente ronda.

No hay que buscar atajos, esto no va a terminar nunca así que no tiene sentido tratar de acortar el camino o decaer pensando que jamás lograremos nuestro objetivo, ¡no hay un objetivo que se pueda completar! La educación no es algo que se resuelva en una sola noche o que se pueda arreglar de una vez, es un proceso continuo. Podemos conseguir distinciones y honores, por supuesto, pero la curiosidad por lo que nos gusta y las ganas de compartirlo y divulgarlo… eso ni termina nunca ni tendría sentido esperarlo.

Por eso hay que permanecer atento, reivindicando todo lo que nos parezca que lo merece. Incluyendo, por supuesto, la propia idea de reivindicación.

 

 

 


El Musical: Stephen Colbert «Sorry/ Grateful»

Cuando digo que hay musicales que parece que voy a ir sacando por aquí por parte… Aquí estamos de nuevo con Company, uno de los grandes triunfos de Stephen Sondheim. Y eso que aún no os he puesto mi canción favorita de la obra. Pero existe un motivo para estar aquí de nuevo.

Que es Stephen Colbert, un cómico enorme, muy aficionado a cantar y que hasta este musical no tenía nada realmente comparable en Broadway -aunque debo decir que adoraría verle haciendo de Koko en El Mikado-, que acaba de anunciar que cerrará un programa que es ya una institución para pasar a otro que lo ha sido siempre, y aunque su interpretación de Harry sea solo una parte pequeña del número maldito sea si dejo pasar la oportunidad.

No solo porque se demuestra que ya desde los ensayos estuvo lleno de entusiasmo:

 

 

Además los momentos de actuación los borda, sobre todo con dos grandes al lado como Neil Patrick Harris y Martha Plimpton:

De modo que llegamos a Sorry /Grateful, la canción de los «maridos» -recordemos, Company es una obra sobre un soltero amigo de un montón de matrimonios casados- en los que tratan de explicarle lo que se siente estando casado.

A Colbert y NPH se unen aquí -ya os he dicho, la parte cantada de Colbert no es muy amplia- una leyenda viva de Broadway como Jim Walton. Y también Jon Cryer, no iba a ser todo bueno.

Pero lo importante es que aquí le tenemos a él: Stephen Colbert on Broadway!


Libros que Llegan: McBain, asombrosos, Carter y más

Casi 30 novedades y aún me parece que la cercanía de Semana Santa ha hecho que salieran pocas cosas para lo que han sido otros meses del Día del Libro. Pero al menos lo que ha salido está lleno de novedades interesantes o continuistas que pueden llamarnos la atención así que…

¡Que entre la pila!

– Relatos hispánicos asombrosos y de terror de VV.AA., ed. Cátedra

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La primera y más destacada novedad de una semana como esta, caracterizada por continuaciones y repescas, es una antología nueva llena de material de autores españoles muy clásicos, aunque el antólogo ha decidido delimitar entre el Romanticismo y el Modernismo el periodo a abarcar para presentar estos cuentos maravillosos que cubren un más que amplio espectro de lo que al terror, o cuando menos la fantasía, atañe. Por dejar constancia, además de un prólogo introductorio y unos ejercicios finales -no dejamos de estar en una colección de vocación estudiantil- realizados ambos por el encargado del volumen, Emilio J. Sales Dasí, componen en volumen doce relatos: Gaspar Blondín de Juan Montalvo, La mujer alta de Pedro Antonio de Alarcón, Tristán Cataletto de Julio Calcaño, ¿Dónde está mi cabeza? de Benito Pérez Galdós, Hijo del alma de Emilia Pardo Bazán, El que se enterró de Miguel de Unamuno, Un desnudo de Rubens de Miguel Sawa, Thanathopia de Rubén Darío, El préstamo de la difunta de Vicente Blasco Ibáñez, El ángel caído de Amado Nervo, Medium de Pío Baroja y Finis Desolatrix Veritae de Abraham Valdelomar. Una selección de lo más apetecible.

– El estafador de Ed McBain, ed. RBA

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El siguiente de la lista es el siempre apreciable Evan Hunter bajo su pseudónimo de Ed McBain para tratar los asuntos de esa famosa Comisaría del Distrito 87, es una aventura, la cuarta de la serie si no me equivoco, que -de nuevo de memoria- diría yo que era de las pocas que quedaban inéditas en español. Una oportunidad, por tanto, de completar la colección y de conocerlo, según sea el caso.

– Cámara sangrienta de Ángela Carter e ilustraciones de Alejandra Acosta, ed. Sexto Piso

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Alguno quedará que tenga la edición de este libro que publicara Minotauro hace unas décadas, yo reconozco que lo doy por perdido y más aún al recordar aquella sencilla edición y compararla con el magnífico trabajo que ha realizado aquí Sexto Piso, con un volumen magnífico en el que las ilustraciones de Alejandra Acosta sirven tanto de marco como de realce para las diez relatos de cuentos de hadas reformulados por la autora. Queda, pues, recomendadísimo.

 Juego de espejos de Andrea Camilleri, ed. Salamandra

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Otro Montalbano, otra trama sencilla, encantadora, uno diría que incluso luminosa a base de sombras sobre los personajes, llena de esa humanidad de sus creaciones, siempre falibles pero no decaídas, que se lee en un suspiro y deja el buen sabor de boca de una pequeña obra de otros tiempos.

¡Hayduke vive! de Edward Abbey, ed. Berenice

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Continuando las aventuras de La banda de la tenaza, Abbey recupera a sus atolondrados ecoterroistas de mejores intenciones que capacidad para enfrentarse al expansionismo de la villanía religiosa, una historia que no solo presenta un conflicto entre el poder establecido sino que lo expande a las motivaciones que nos llevan a tirar la toalla… o a tratar de recuperarla.

– Flavia de Luce y el misterio de la gitana de Alan Bradley, ed. Booket

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Lo malo de tener una serie de libros y saldarla al año es que luego es más difícil que la gente la compre, no digamos si deciden continuarla directamente en la colección de bolsillo sin indicar que se trata de la tercera historia del mismo personaje, una niña madura para su edad, metida en una familia venida a menos pero que sigue teniendo cierta importancia en su pueblecito, muy aficionada a temas poco habituales como la química y, por supuesto, incapaz de dejar de meterse en líos y husmear entre asesinatos, desapariciones y otros hechos delictivos.

– Regreso a la isla del tesoro de Andrew Motion, ed. Tusquets

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Toca continuación aquí con esta novela, que llevaba por título original Silver y que aquí han decidido bautizar con su subtítulo no vaya a ser que no lo pillemos, en la que se revive una nueva aventura por los hijos de los más importantes de entre aquellos de manos del Poeta Laureado. Que debía buscar que alguien le leyera, supongo.

– Kitty Peck y los asesinos del Music Hall de Kate Griffin, ed. Siruela

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Siruela sigue abriendo a nuevos autores su colección de novela negra, quizá para ver si alguno acaba de funcionar. Esta vez le toca el turno a la Kitty Peck de Kate Griffin, autora debutante en su primera novela con este personaje que revive el ambiente del teatro a finales del siglo XIX en el East End londinense. Yo qué sé, por darle una oportunidad no pasará nada. Espero.

Bajo la mano sangrienta de Val McDermid, ed. RBA

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La buena de McDermid nos trae otro de sus libros policíacos. Reconozco que los protagonizados por Tony Hill y Carol Jordan están lejos de ser mis favoritos de ella pero, eh, al menos una buena autora continúa editando.

– Las estación del sol de Shintaro Ishihara, ed. Gallo Nero

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Novela generacional influyente en Japón, retrato de la desestructuración de su juventud de postguerra. Si os van esas cosas bien, si preferís leerlo por la influencia y el valor histórico pues también bien. Allá cada cuál.

– Buscando un pájaro azul de Joseph Wechsberg, ed. Automática

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Libro de viajes y música, o de amor por el viaje y la música con la primera mitad del siglo XX como fondo, este libro del checo Wechsberg publicado a finales de los cuarenta ofrece no solo una mirada amorosa, dulce, al mundo viajable y aún por comprender.

– W o el recuerdo de la infancia de Georges Perec, ed. Menoscuarto

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De Perec lo que me echen. Aunque sea un relato escrito con doce años. Que es precisamente lo que tenemos aquí. Bueno, más o menos… W es exactamente eso, un relato que un Perec casi ni adolescente escribió en el 48, pero no solo eso, también está complementado por ese recuerdo de la infancia en la que el autor, en 1975 ya con 39 años -recordemos que moriría con 45-, iba desgranando sus recuerdos de la guerra, de la Segunda Guerra Mundial, interrupiendo una narración con la otra y llevándolas a converger hacia una idea común que tratara de hacer comprensible el tema del Holocausto. Estamos por tanto ante el Perec menos alegre, que no menos Oulipo, más cercano a su Me acuerdo. Ténganlo en cuenta.

 Los códices del apocalipsis de Elio Quiroga, ed. Tyrannosaurus Book

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Si el director español, conocido por su trabajo en películas como Fotos, decide publicar una obra de suspense y -algo- de fantástico para los siempre apreciados chicos de Tyrannosaurus Books, ¿cómo no voy al menos a consignar aquí su aparición? ¡Faltaría más!

– Las confesiones de un bibliófago de Jorge Ordaz, ed. Pez de Plata

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Publicada originalmente en 1989, esta obra que precisa del adjetivo de curiosa es todo un recorrido por las manías alrededor de los libros de mano de un narrador que los devora y por el que iremos conociendo todo un mundillo de maniáticos y fetichistas relacionados con el mundo de las letras.

– Días de nevada de Bernardo Atxaga, ed. Alfaguara 

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Otra novela de Bernardo Atxaga, siempre útil para que nos podamos preguntar si esta vez echarán a algún crítico por su culpa.

– La ruta de Lisboa de Ronald Weber, ed. Tusquets

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Desde el ensayo histórico Weber trata de acercarnos a la situación y vivencias en Lisboa durante la Segunda Guerra Mundial, tanto a las situaciones más propias de Casablanca como las idas y venidas de espías y combatientes así como historias de ruindad o de heroísmo protagonizada por los que allí vivían y por esa gente, muchos de ellos arruinados y a la fuga, que trataban de utilizar la última puerta de salida europea.

– Los árabes del mar de Jordi Esteva, ed. Península

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Un libro con dos viajes, uno en el pasado, en 1977, otro 25 años después en 2002, en ambos casos siguiendo las rutas de Simbad y trazando los cambios y vivencias de los comerciantes -y otras cosas- árabes tratando de entender y explicar las diferencias que marcaban también los cambios que el mundo había sufrido durante esa década y media con el pasado lejano pero también con esos recuerdos cercanos.

– Viaje musical por Francia e Italia en el s. XVIII de Charles Burney, ed. Acantilado

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Escrito en 1770 por un viajero aficionado a la música -y también al pensamiento y el arte- que retrató no solo las novedades y tendencias sino también el clima en la Francia pre-revolucionaria y el espíritu general en la Europa peninsular. Todo un clásico de los libros de viajes, entre otras cosas.

– Los frutos amargos del jardín de las delicias de Monika Zgustová, ed. Galaxia Gutenberg

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Como decía la semana pasada, centenario de Hrabal. Por tanto buen momento para recuperar esta encantadora biografía que explica -o intenta- tanto sobre la persona tras los libros.

Canta Irlanda de Javier Reverte, ed. Plaza & Janés

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Javier Reverte, que se ha recorrido el mundo y nos lo ha contado en sus libros de viajes, se queda esta vez cerca, narrando sus correrías por Irlanda. Así que ya veis, un libro ideal para regalarle a los chavales antes de mandarles para allá. O a los padres, para que crean que todo lo que habéis hecho ha sido viajar.

– Campos de batalla de Enrique Gómez Carrillo, ed. Ediciones del Viento

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A ver si os creíais que esta semana no iba a haber libro sobre la Primera Guerra Mundial. Crónicas del periodista guatemalteco Emilio Gómez Carrillo que aprovechó el ofrecimiento del Ministerio francés de Negocios Extranjeros para incrustarse con un grupo de periodistas en el frente. ¡Será por puntos de vista!

Historias desde la cadena de montaje de Ben Hamper, ed. Capitán Swing

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Ben Hamper fue remachador y trabajador de General Motors en Michigan. Llegado un momento decidió ser también periodista y contar sus historias y las de sus compañeros trabajando dentro de las grandes cadenas de producción y para los enormes grupos de producción. Historias que explicaban cómo eran esos obreros y cómo funcionaban esas fábricas, muchas ya relocalizadas a donde los costes se redujeran. Su estilo, cercano al Nuevo Periodismo y cargado de sentido del humor y de la realidad, permite hacerse a la idea de lo que allí sucedía -y cómo se llegaba a permitir- ofreciendo un valioso punto de vista.

La guerra como aventura de Stefanie Schüler-Springorum, ed. Alianza

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La historia de la Legión Condor y su implicación en la Guerra Civil narrada por una periodista alemana que trataba de entender cómo funcionó un grupo responsable de bombardeos como el de Guernika. No su organización táctica o su finalidad sino la forma en la que pensaban y se relacionaban los hombres que de ella formaban parte. Un documento de investigación más que interesante.

La apariencia de las cosas de John Berger, ed. Gustavo Gili

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Recopilación de distintos artículos y ensayos de Berger, muchos de ellos sobre el arte y sus creadores, pero también sobre la historia y los sucesos que fueron ocurriendo en ella. Una gran antología.

 

– Los pioneros del cómic de VV.AA., ed. El Nadir

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Recopilación de diversas historias de clásicos de la ilustración y la caricatura francesa como el suizo Rodolphe Töpffer, del que se incluye Monsieur Cryptogame, cuyos trabajos para revistas de humor a cargo de Charles Philipon crearían una auténtica tendencia que influenciaron a sus sucesores, autores como Cham, Nadar, Léonce Petit o Gustave Doré, cuyas idas y venidas -en algunos casos antes de decidir un cambio de campo decisivo- han sido rastreadas por David Kunzle para organizar este repaso a los antecesores del cómic francés.

 

– Con las manos en la masa de Guillaume Long, ed. Salamandra

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Hace no sé ni cuánto tiempo, cuando aún tenía tiempo para colaborar en otros proyectos, reseñé en GenComics el primer álbum de la serie A comer y a beber, que editó entonces Sins Entido. Ahora, con la venerable editorial entre la desaparición y la transmutación parcial, es Salamandra en su nuevo sello Salamandra Graphic, la que acoge las ideas, recetas, sugerencias, viajes e historietas de Guillaume Long. Hoy, como entonces, recomiendo a todos los que les guste la cocina esta colección de páginas sencillas y divertidas.

– Las oscuras manos del olvido de Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí, ed. Norma

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La nueva historia de Hernández Cava y Seguí es, como de costumbre con estos autores, una historia sólida y bien realizada, en esta ocasión con la mafia marsellesa y el terrorismo vasco como fondo y un estilo entre la referencia y lo culto -aunque quizá con demasiadas citas- de género negro crepuscular en la que el honor es un centro de las motivaciones y todo el mundo vive en su propio tono de gris ético o legal. Una gran obra como es costumbre.

Ya hemos terminado. No está mal, con tanto viaje como hemos tenido esta semana. Se nota la cercanía de las vacaciones.Que, sospecho, harán decaer mucho -si no todo- la aparición de novedades. Pero tranquilos, que seguiremos hablando de libros por aquí.

 


Como en el Reino Unido hay también un poco de cada resulta que han estrenado 35 Diwrnod (UK), una serie en galés de género negro. La idea es el habitual cadáver de mujer joven encontrado esta vez en la zona más apartada de un vecindario proporcionando así una cantidad razonable de familias sospechosas en cuyas vidas poder hurgar. No es mejor, ni peor, que el resto. Al final todas rellenan el tiempo, y se parecen.

Una serie de época de la BBC, y ya que estamos con las modas, de la Primera Guerra Mundial. -Es que es el centenario, no sé si lo he comentado ya.- pero puestos a dar vueltas a las cosas esta The Crimson Field (UK) se centra en las vivencias de las enfermeras voluntarias, fundamentalmente de tres de ellas, en el que también los médicos, soldados y pacientes juegan su parte. Vamos, que pese a la guerra estamos más cerca de ¡Llama a la comadrona! que de Hermanos de sangre.

La primera serie americana de la noche es de la HBO y se supone que es una comedia. Se supone porque esta Silicon Valley (USA) es un completo desastre de serie. Imaginad que alguien pensara que lo más interesante sería hacer una versión de Entourage en el contexto de La Red Social y que lo que les salga no solo esté lejos de lo que ya está haciendo Amazon en Betas sino que casi parece una versión de The Big Bang Theory con The Internship a la que, por tanto, se ha eliminado cualquier posibilidad de humor. Resumiendo: Muestra a una gente distinta pero no extraña, y trata de desarrollar un humor basándose precisamente en alienarlos. Vamos, que han entendido todo ese Geek-Chic mal. Mejor huid y veros The IT Crowd de nuevo.

Para todos los que vierais el The Trip original no creo que esta segunda temporada masomenos os pille de sorpresa. Porque en The Trip to Italy (UK) volvemos a tener a Steve Coogan y a Rob Brydon haciendo una parodia sutil de los travelogues, esos programas de cocina y viajes que tan populares son. Solo que aquí el humor surgido de los dos cómicos y sus interacciones demuestra ser más importante que el viaje como concepto de visitas y comidas que puedan tener.

No todo está del todo perdido en la ficción americana porque Turn (USA), la nueva serie de la AMC, logra un producto quizá no muy inspirado ni novedoso ni especialmente bien interpretado pese a que Burn Gorman logre componer al mejor villano posible y Jamie Bell, bueno, imagino que está haciendo tiempo para que le llamen de Hollywood. El caso es que esta serie de época y espías durante la Guera de Independencia Estadounidense, con unos ingleses tan malvados que parece que detrás se encuentra Mel Gibson, funciona más como reconstrucción histórica -es decir, gracias al departamento de arte- que al teórico suspense de la parte de espionaje, menos creíble aún que los flashback de Sleepy Hollow. Lo que debería servir de recordatorio de que no es lo mismo una serie con espías que una serie de espías.

Dentro de lo que conocemos como British Noir este Undeniable (UK) que nos presenta la ITV ofrece una aproximación diferente a los campos habituales del thriller, con una joven que más de veinte años después de haber sido testigo de la muerte de su madre está convencida de haber encontrado al hombre responsable de la misma. Salvo que ese hombre parece llevar una vida normal y no es la primera vez que ella identifica erróneamente a alguien como culpable. De modo que más allá del crimen dormido y el juego sobre la idea del falso culpable esta historia en dos partes permite examinar a sus personajes principales, hablar de la duda en la identificación, de los recovecos de la memoria y los cambios en la forma de ser de las personas contraponiendo así a la trama negra y compleja una no menos tortuosa exploración de la personalidad. Lástima que no logren hacerlo un poco más… animado.


Hablar de guionistas y series en España no tiene mucho sentido

La idea de seguir hablando de cómo funciona el asunto de los guionistas y las series después de USA y UK con España estaba condenado al fracaso desde el primer momento.

Uno de los problemas era que los guionistas no dejan de hablar de su oficio y sus cosas en internet. Tienen, por hacer un poco de centralización, a Bloguionistas actualizando con regularidad, que van a contar más y mejor de lo que yo podría. O, al menos, de darle más credibilidad a alguna de las cosas que se escuchan. Eso sin contar con lo que una persona tan respetada y admirada por quien este blog escribe como Lector Constante ha dicho sobre el tema. Por no faltar al intento ilustrativo diré, como ella, que hay dos formas de llegar, o estudiando y metiéndote por vía universitaria o masters en el asunto o conociendo a alguien.

Así que pasamos a lo siguiente: Las series. Y ahí no es que me vayan a creer poco, es que incluso a mí me costaría creer algunas cosas que he tenido oportunidad de conocer de cerca. Porque frente a la manera en que en otros países se trabaja con la ficción audiovisual aquí el estado en que funcionan las cosas es… de negación.

La semana pasada llevé a cabo la siguiente sencilla comprobación: Contabilizar el número de series de emisión semanal en emisión a lo largo de la semana. Teniendo en cuenta que hay seis canales nacionales en abierto y que mantenemos de aquella manera el prime time de dos horas -sí, en vez de empezar a las 20 empezamos a las 22, ¡que somos españoles, oiga!- con una extra por si acaso resulta que hay que emitir algo hasta la 1 de la mañana. Pero pongamos que hay solo esas dos horas, y que como aquí si una serie dura menos de hora y media -cómica o dramática, todo es lo mismo, solo le faltan las canciones para vivir en el Bollywood de la ficción televisiva- nos parece como menos serie… vamos a suponer que habría al menos la posibilidad de emitir una serie por cadena y día. Es decir: 1x6x7=48. Pues casi. Se emitieron 8. Eso sí, luego reposiciones y releches y programas debate y programas explicación, para eso sí tuvieron un rato. Pero capítulos nuevos, ocho.

¡¿Cómo no van a estar los guionistas todo el rato rajando en internet?!

Resulta complicado decir si estamos peor o mejor que en años anteriores, lo que sí podemos es echarle un ojo al asunto en general. Durante los años de la dictadura -recordemos que TVE tiene por inauguración oficial 1956- se iban emitiendo en el canal -y luego en el otro canal- series de todo tipo, más películas, más documentales… pese a lo cuál lograban que hubiera un poco de todo. Total, no tenían competencia.

La muerte de Franco y la Transición poco marcaron a la televisión de aquí, ocupada como estaba con sus cosas. Incluso la llegada de los socialistas al poder significó un tomarse las cosas con mucha calma. De modo que hasta el ’89 no llegarían las Privadas -Aunque seguro que recordáis lo que contamos la última vez con Canal 10 y las Autonómicas– y durante esa década y media las cosas en las series… Pues bueno. En el final del franquismo la ficción había empezado a despegar de manera que a la muerte del dictador habíamos empezado a ver el tipo de series que uno esperaba encontrarse en un país con una ficción seria: Curro Jiménez primero, luego Verano Azul, La Máscara Negra, Anillos de Oro y todas esas cosas que sirven para machacar en los programas de nostalgia.

En 1986, en octubre, el año que mejores series estaba estrenando, como Segunda enseñanza, Régimen abierto y Turno de oficio,  llega Pilar Miró como nueva jefa. Incluso reconociendo la extendida Mirofóbia que hay en la actualidad el hecho es que las novedades se paralizan. Ante las quejas de la oposición por la falta de novedades en ficción española -sí, la oposición hacía estas cosas; incluso sin contar con la manía que le tenían- acaba dando luz verde a Gatos en el tejado que se estrenará a finales de 1988 y marcará un regreso a las series que continuará con éxitos al año siguiente como Brigada Central, Juncal o la antológica Delirios de amor. Aunque para entonces Pilar Miró ya había cesado y poco pudo reclamar de estos éxitos.

Como podemos ver la mayoría de estas series, si no todas, seguían un esquema de una única temporada, algo común también con las numerosas adaptaciones de clásicos y de biografías que estaban realizándose. Solo los géneros más populares como en el caso de las aventuras del bandolero Curro Jiménez o de los policías gritones de Brigada central se pudo seguir con mayor o menos acierto. Sin embargo la llegada de las privadas lo cambiaría todo, como ya contamos por aquí.

El resultado fue que, frente a otros modelos en los que primaba una cierta competencia por lograr la audiencia pero también una vigilancia de mínimos aquí rápidamente se buscó la audiencia tirando de los denominadores mínimos y creando montruosas amalgamas realizadas por el menor presupuesto posible. Una vez más, el empresariado campaba a sus anchas.

Las ocasionales apariciones de profesionales que trataban de racionalizar la televisión en España y añadir variedad a sus ofertas -léase Mikel Lejarza o David Martínez– han sido podadas habitualmente por sus propios superiores y rápidamente desterradas por unos sucesores que suelen estar más ocupados en explotar lo que se han encontrado allí que en encontrar contenidos nuevos o maneras de racionalizar el consumo.

De manera que salvo que no aparezca una televisión que decida marcar el paso y hacer que el resto la sigan, como pasó por un monto en la TVE de Zapatero, o los anunciantes entren en razón viendo que lanzar millones en segmentos de tiempo que nadie ve ni hace caso hasta aburrir con la reiteración de los mismos anuncios, obligando a recortar el número de pausas publicitarias en cantidad y tiempo, a ser posible en ambas, parece poco probable que veamos un avance.

No es esto un asunto de pesimismo tanto como de constatación: La enorme variedad de canales privados en TDT o cable ha supuesto un incremento en la ficción nacional que podemos resumir en IMPERCEPTIBLE. Más aún, alguno de los canales que se animó a pedir series se encuentra con que tienen programas aún guardados como el caso del programa de sketches Retorno a lilifor o la emiten pasadas dos años como la tercera temporada de Museo Coconut, ambos con los chanantes de por medio. y eso los que se han animado. Canal + ha intentado con éxito de crítica acercarse a estas producciones mediante Crematorio o ¿Qué fue de Jorge Sanz? pero parece que solo pudieran sacar una serie al año, y eso cuando podían.

El resto ni se ha molestado. Que no es que yo esperara que 13Tv o Intereconomía se pusieran a ello mientras La Sexta no estrenaba una serie española en ni sé los años -¿quizá desde Buen Agente en 2011? Porque Psicodriving fue un rebote de Nitro– pero, yo que sé, hay treintaitantos canales en el TDT, muchos destinados a servir de noria de pasar por la piedra la capacidad de aguante de los espectadores con eternas repeticiones de programas españoles.

¿No va siendo ya hora de que hablar de cómo se crea, programa y explota una serie española hable de algo diferente a la desesperación?