Problemático

Hay tantas cosas que están mal. O, bueno, al menos que podrían estar mejor.  En las series digo. Y no me refiero a esos aspectos técnicos o artísticos habituales sino, más bien, al fondo.

Cuando hablé hace meses de las dimensiones a tener en cuenta al hablar de una obra cultural -ya sabéis: Intencionalidad, Contexto, Impacto, Técnica– comentaba como más allá de la intencionalidad que los creadores pusieran en la obra, tanto guionistas como actores o directores, siempre estaba de fondo el contexto de la época y de cada una de las personas implicadas. Algo que puede parecer una tontería pero que muchas veces explica cómo haciendo algo de manera no-intencional acaba estando cargada de significados.

La evolución tanto de la sociedad como de la crítica sirve, precisamente, para poner de relieve esos subtextos obligando a sus creadores a tener que afrontarlos. Algo que en una obra puntual -una película, un libro- suele ser un toque de atención para el futuro pero que en las seriadas -cómics, ficción televisiva- puede tener una influencia más inmediata. Sobre todo porque, de la misma manera, la televisión mantiene una relación más directa y prolongada con las críticas que los profesionales y los espectadores van depositando semanalmente. Una relación más íntima que ayuda a que se tenga que oír hablar sobre los puntos problemáticos, se quiera o no.

Esto, que podría parecer el preámbulo a que hablara una vez más de la serie problemática por excelencia de la televisión actual, Juego de Tronos, en realidad lo es para hacerlo de dos series que han sido tan conscientes de sus problemas que han intentado arreglarlos antes de salir a la luz. Con resultado desigual pero, cuanto menos, demostrando que son conscientes de la existencia de algunos problemas. Me refiero, por supuesto, a Supergirl y a Crazy Ex-Girlfriend.

– Es curioso pero mientras escribía esto llegaban de fondo los tambores de guerra a cuenta de la nueva serie de la ITV inspirada -muy libremente- en Jekyll & Hyde, empezaron siendo unas cuatrocientas y al final eran más de ochocientas quejas, a la que acusan de ser demasiado violenta para la hora de su emisión, anterior a las nueve de la noche que es cuando termina la protección infantil. No solo queda lejos de la violencia original del personaje, aunque sepan acercarla inteligentemente, sino que dudo mucho que las otras críticas puedan sostenerse mucho, pero está claro que el intento está ahí. –

En ambos casos saben que su tratamiento de las figuras femeninas son problemáticas. Crazy Ex-Girlfriend y su complicada historia de creación y viaje, de la CBS a The CW, tiene clarísimo desde el primer minuto que la forma de presentarlo ha sido uno de esos errores morrocotudos que en televisión últimamente pasan más de lo esperable y causan a las series – Cougar town, Don’t trust the bitch in apartment 23, Trophy Wife – un innecesario alejamiento de las mismas de las que pocas veces llegan a sobrevivir. Incluso cuando logran sobreponerse a estos problemas –Black-ish, Fresh off the boat– la relación del público es decididamente hostil en muchos aspectos.

Sin embargo el centrarse en uno de estos asuntos puede hacer que se descuiden otros. En el caso de Crazy Ex-Girlfriend es más un asunto de lo que se considera aceptable en lo relativo a la salud mental, incluso teniendo en cuenta que no es ni de lejos la primera serie que une los números musicales con dolencias cerebrales -por poner dos ejemplos recientes, el episodio musical de Scrubs y todo Eli Stone se basaban en versiones de esto- pero aquí el esfuerzo puesto en la parte femenina es mayor. En cuanto a Supergirl, se incluyen discusiones sobre temas como el girl o su posición a la sombra del man pero fallan en tenderlo no solo en toda otra serie de asuntos cercanos -la necesidad de ser salvada laboralemente por hombres-  sino incluso en los paralelismos en asuntos inmigratorios, el tokenismo de las minorías -una de las grandes discusiones de las últimas décadas agravadas en los últimos años- o en el motivo inicial de intervención.

Quizá porque el problema con estos asuntos es que centrarlo en solo uno es algo más sencillo que tratar de hacer un repaso general a las muchas facetas culturales que pueden requerir nuestra atención. Luego pasa lo que pasa, que echar un ojo a la CBS es un completo desastre. Como decía en su momento de Life in pieces parecen haber eliminado de Modern Family los personajes diversos por su sexualidad o su raza -y tampoco es que estemos hablando precisamente de una serie radical- para ofrecer una versión heterosexual y blanca de una serie familiar. Mientras la ABC está buscando la diversidad ea toda costa para captar al público que aún prefiere la televisión, siguiendo el truco que la FOX usó para establecerse en sus primeros años, en la CBS son cada vez más ridículamente blancos. Pero parece que el desconocimiento, incluso cuando eso significa fingir no oír las quejas, no les importa tanto. Y si ya vamos a casos como el de Juego de tronos del que hablábamos al principio podemos estar seguros de que no todas las quejas son escuchadas o tenidas en cuenta.

Pero quizá sea mayor el problema de lo que no se tiene en cuenta, porque no se han alzado suficientes voces o porque no se ha considerado problemático de la misma manera en que otros aspectos sí que pueden haberlo sido. Por supuesto, podemos discutir el tiempo que haga falta la necesidad de que existan estas situaciones problemáticas -que sirve para que entendamos cómo funciona parte del público y muchos ejecutivos- o hasta que punto las quejas son malas porque van a crear un producto políticamente correcto -es decir, que entre hacer las cosas mal o tener que trabajar más parece que apoyamos lo fácil- sin pararse a pensar en la dirección del humor -que, como de costumbre, es más sencillo ejercer desde arriba con la minoría que decidamos estereotipar o hacer blanco del humor, enorme almacén en el que cabe desde el capacitismo a las características asociadas por procedencia, raza, etc…- pero que, de la misma manera, acaba conduciendo a los que lo comentamos a preguntarnos por la misma función y capacidad del humor.

Nunca sobra, por tanto, que alcemos la voz. Para comentar, para apoyar la visión que creamos más útil o beneficiosa y, sobre todo, para recordarnos que lo que podemos creer problemático puede no serlo, pero al menos que nos sea permitido discutirlo. Escuchar la diversidad de opiniones y puntos de vista sirve no solo para entender la obra, también para acceder a historias sobre esa intencionalidad y, por supuesto, para ser un poco más conscientes de nuestro contexto. Y esto último es menos habitual de lo que uno podría pensar, aunque sea solo porque depende de nuestra percepción y de la habilidad que tengamos para reflexionar desde fuera de nuestra posición y no desdeñar las quejas externas.

Al final todo vuelve a lo mismo, reflexión crítica sobre el producto cultural que estamos consumiendo por mucho que nos guste y sin considerar que por ello mismo puede ser una extensión de lo que creemos ser.