Es curioso como Another period (USA) se entiende solo dentro del contexto actual. La parodia de los realities se está convirtiendo en un género en si mismo con el paso del falso documental a algo más claro como en The Hotwives of Orlando. En esta ocasión la idea parece más propia de un sketch que ha acabado consiguiendo su propia serie aunque resulte dudoso que pueda estirarse tanto, la idea de lo que hubiera sido un programa de jóvenes ricas y tarambanas pero a inicios del S XX. Probablemente porque no han parado a pensar que en lugar de realities esas historias se contaban entonces en periódicos, libros y revistas. -Musicales o no-

Es difícil saber de dónde salen series como Clipped (USA), ¿tienen algún tipo de escenario rotatorio la TBS para ir dando vueltas a sus series con guiones de hace treinta años? Ahora un bar, luego una oficina y por fin ha llegado el turno de la barbería/ peluquería. Con éxito similar, claro.

Te venden Dark Matter (USA) como la nueva producción de los creadores de Stargate, lo podrían hacer también como una aproximación a las space operas de acción como Fyrefly, salvo que le añaden un componente de misterio porque parece que sin ese punto de partida a nadie le interesaría la vida de un grupo de gente en una nave espacial. La parte buena de todo esto no es tanto que parezca buscar al público de tumblr como que se hayan animado a seguir por los derroteros de una ciencia ficción espacial, algo más que una adaptación del cómic de Dark 59Horse -por lo visto el cómic era su idea de hacer el pitch-  aunque se le supone un grupo ingobernable y al borde de la ley porque ellos lo dicen. La verdad es que es otro de esos ejemplos del SyFy intentándolo duro para que al final el resultado sea lamentablemente menos Blake’s 7 y más Scavengers.

La televisión británica sigue buscando una serie de espías que llene el hueco de las que se han ido, de los éxitos críticos de The Hour o de audiencia de Spooks, de momento con The Interceptor (UK) tiran hacia el último modelo, aunque sea con un éxito moderado.

Cuando Bravo se pone a hacer series sabes que ya está en ello casi todo el mundo, mientras los del The Weather Channel se ponen a ello tenemos Odd Mom Out (USA), una serie basada en hechos biográficos sobre madres ricas y sus entretenimientos. Lo que tiene de cierto y el intento de reunir buenos actores no logran maquillar en exceso el proyecto de vanidad del que se trata.

Esta debía ser la semana de las premisas estúpidas y aún así Proof (USA) se las arregla para ofrecer la que probablemente sea la más estúpida de todas: Una brillante doctora cuya vida se fue al garete tras la muerte de su hijo -incluyendo divorcio y pelea con su hija- es ‘contratada’ por un billonario inventor tecnológico moribundo para que investigue casos con un componente sobrenatural de experiencias cercanas a la muerte, reencarnaciones y fantasmas para que demuestre que La muerte no es el final. El problema es que el resultado es algo así como hacer un Expediente X sobre si las piedras curan, el desarrollo es limitado y los puntos de partida y llegada poco van a ofrecer.

Por lo menos hemos tenido Stonemouth (UK), adaptación de uno de los libros no-fantásticos de Iain Banks, una historia de trasfondo negro con componentes románticos presentada aquí en una mini de dos capítulos. La estructura clásica de un hombre regresando a sus raíces de las que tuvo que huir por un lío de faldas en un pueblo controlado por dos bandas de gangsters rivales no logra capturar la escritura de Banks -por mucho que tire de voz en off– pero hace al menos un esfuerzo por ofrecer de manera simple y resuelta una narración completa. No es lo más brillante del año pero no tiene muchos problemas para serlo de la semana.


Sequía ochentera

Si los años setenta habían terminado un poco de cualquier manera para el género fantástico en la televisión de España los ochenta fueron a peor. Por más que previsible, la muerte de Franco y los distintos intereses en la televisión pública ocupados como estaban en mover sus piezas dejaron un tanto de lado las producciones propias. Y, una vez el polvo se asentó, la cosa no pintaba mucho mejor para el género.

La prioridad parecía ser abrir la televisión y airearla un poco, añadir ligeramente algunas notas picantes y centrarse en la programación infantil y en adaptar clásicos. Muchos clásicos. Realistas, por supuesto. Hasta el punto de que cuando Narciso Ibáñez Serrador presentó una propuesta para una serie (Cartas al director) que fue rechazada por la cadena. En su lugar se le dio la oportunidad de rescatar las Historias para no dormir. De rescatarlas… de aquella manera. Aprobaron cuatro episodios, con tal recorte de costes que -incluso teniendo en cuenta que eran por fin en color- acabaron siendo grabados en vídeo a menor calidad. Parecía difícil que una cabecera tan conocida se pudiera tratar peor… Pero aún teníamos cosas que ver.

De modo que durante toda la década lo más cercano que tendríamos serían coproducciones. Sobre todos las infantiles y juveniles, pero de ellas también hablaremos. Fue probablemente la parte más importante. Hasta la recién creada TV3 se dedicaba a este tipo de producciones -aunque en solitario- con su adaptación del Mecanoscrit del segon origen, la primera producción realizada íntegramente por la cadena, y la original aunque igualmente distópica El Viatge.

De entre las creaciones para adultos, fuera de las adaptaciones de clásicos del pasado. Poco había en los intentos actuales de autores con una amplia trayectoria como Jaime de Armiñán. Sus Cuentos Imposibles poco tenían de fantástico en el sentido del género, el más cercano -dada la naturaleza antológica de los mismos- era Nuevo amanecer, sobre una redacción amenazada y la invención sensacionalista que parece salvarla o consumirla. Más recordados por haber dado origen a Juncal, poco de lo que nos incumbe había aquí. Con lo que quedaban las coproducciones de clásicos del presente. Por un lado, y muy en el borde, El secreto del Sahara, sacado de una de las novelas de Emilio Salgari, que entraba más por lo extremado de sus planteamientos que por una presencia real del fantástico. Por otro, los Amores difíciles que adaptaban historias de Gabriel García Márquez y que se acercaban al género por el lado de tan traido realismo mágico, sobre todo su episodio más celebrado, Milagro en Roma, que se haría con una Ninfa de Plata en Montecarlo para alegría de la cadena.

La duda era si TVE intentaría algo distinto para la siguiente década, porque de momento solo parecía que tendríamos coproducciones…


¡Libros que Salen! Nesbo, «Los infortunios de Svoboda», Coetzee y Kurtz y más

Creo que en todo el tiempo que llevaba haciendo esto de las novedades de libros no había tenido una semana tan mala. Y eso que esta solía ser una de las más importantes. Pero se ve que las cosas cambian o que no estaban por la labor o a saber qué… Así que no os voy ni a entretener:

¡Que entre la pila!

Los infortunios de Svoboda de János Székely, ed. Impedimenta

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Székely, guionista cinematográfico y escritor represaliado, usa esta historia sobre la invasión nazi de un pueblecito checoslovaco para trazar una enorme sátira sobre los pueblos sometidos, sobre los invasores desconfiados pero, ante todo, sobre la facilidad con la que figuras que simplemente estaban ahí pasan a ser ensalzadas o denostadas sin mayor análisis.

Cucarachas de Jo Nesbø, ed. Literatura Random HouseRK95077

Con gran celeridad ha completado PRH la publicación de títulos iniciales de Nesbø, los dos anteriores a Petirrojo. Con esos y El leopardo no solo han publicado en menos de un año casi tantos como RBA en toda su andadura, además nos permite -mientras esperamos a la salida de los dos Hole que aún quedan inéditos en español- leer del tirón sus peripecias.

El buen relato de J. M. Coetzee y Arabella Kurtz, ed. Literatura Random House

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Libro de ensayo en el que el gran autor habla con una psicoanalista sobre los motivos para crear, desarrollar y compartir historias. Un intercambio que permite reflexionar sobre los motivos para la ficción en, eso sí, menos de doscientas páginas.

El Demonio Meridiano (Cuentos fantásticos y de terror en la España del Antiguo Régimen) edición a cargo de Gerardo González de Vega, ed. Miraguano 

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Curiosa antología de textos fantásticos escritos entre los Siglos XV y XVIII en la literatura española. Una selección que permite comprobar la extensa tradición española previa a la llegada del realismo, tanto para aficionados al género como para estudiosos de la historia de nuestra literatura.

– Glosa  de Juan José Saer, ed. Rayo Verde

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Primera recuperación del día, la reconstrucción de una fiesta a la que ninguno de los dos personajes principales acudió pero que intentan conocer por la huella que fue dejando en forma de múltiples historias, contradictorias y extrañas. La verdad en la narración se presenta pues tanto como un ejercicio intelectual cercano al de la novela negra como a un truco psicológico para saber cuál es la versión real… si es que hace falta considerar que solo hay -o puede haber- una.

Stalker. Picnic Extraterrestre de Arkadi y Boris Strugatski, ed. Gigamesh

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La segunda recuperación es otra obra magnífica, una de las grandes novelas de los Strugatski que ha tenido sus versiones en cine y videojuegos sin que ninguna de las dos llegue a captar no solo su extrañeza sino, sobre todo, el peculiar sentido del humor de estos escritores. Una obra fantástica fantástica.

Así que con este poquito tendremos que sobrellevar la semana. A ver si para la próxima hay algo más que podamos contarnos. Mientras tanto… ¡Nos leemos!


A veces uno ve las novedades que salen en esta época y se pregunta si el problema está en la época o en las novedades. Pongamos por caso Brotherhood (UK), una sitcom familiar británica que es difícil decir si lleva meses -¿años quizá?- en la nevera o si realmente alguien la ha elegido a propósito para emitirlo considerándolo apropiado para esta época. Quizá incluso ambas, lo que demostraría que dos errores no hacen un acierto.

Peor aún es Impastor (USA), por difícil que pueda parecer. A estas alturas comienzo a sospechar que en TVLand no tendrán jamás una serie buena. Pero es que esta, sobre un delincuente de poca monta que acaba haciéndose pasar por un pastor -sección curas- gay de una pequeña comunidad conservadora… ¡Es un espanto! El pobre Michael Rosenbaum debe estar deseando que hagan una tv movie especial veinte aniversario de Smallville, o algo.

De paso aprovecho para ponerme al día con cosas que no reseñe en su momento porque me olvidé de ellas. Dentro de unos meses me pasará con Future-Worm, de momento me pongo al día anotando por aquí K.C. Undercover (USA) a la que le gustaría ser Kim Possible si no estuviera tan ocupada siendo la misma serie Disney de siempre. ¿Cómo de baratos serán los decorados de instituto?

La otra pendiente de anotación es Resident Advisors (USA), en la que Ryan Hansen demuestra de nuevo que es mejor secundario que principal y que su rango de papeles es limitado. Esta vez tocan consejeros de una residencia unversitaria. Un desastre, claro.

Voy a hablar bien de Sense8 (USA), porque incluso de estas… cosas… hay cosas buenas que se pueden sacar. Sí, sin duda es una serie que empieza floja y luego tampoco es que mejore mucho. Sí, se empeña en mostrarse como Global y sacar muchas partes del mundo distintas sin que deje de parecer que todo son falsos decorados y poner (aleatoriamente) el nombre del lugar como si estuviéramos en un spionístico de los setenta. Sí, todo el mundo en todas partes hablan en inglés todo el rato, a veces metiendo palabras o expresiones en su lengua… Pero fuera de todos esos motivos para pensar que el tener a J. Michael Straczynski y sus limitados clichés pesa demasiado en una serie también hay cosas buenas que destacar. Vale, quizá parezca un acercamiento a Heroes con Cloud Atlas como modelo vertebrador y Dark Angel como meta. Pero aunque no llega nunca al nivel de esta última, por difícil que sea de creerlo, sí es un serie importante por lo que significa para el medio: Sus episodios no se aguantan por separado. Carecen de sentido o trama independiente como para poder verlos sin conocer lo anterior o lo siguiente e incluso su planificación parece pensada más por su posición en la temporada que para que las cosas se muevan. Es decir, estamos ante una espectáculo directamente pensado para el binge-watching, con muy pocas posibilidades de que alguien aguante viéndola con mucho espacio entre capítulos. Además de eso, hay un personaje transgénero interpretado por una actriz transgénero, así que pese a lo lamentable de su situación, personaje, guión, planos asociados y el male gaze con el que suelen filmarse sus escenas, también eso es un punto a su favor. Luego dirán que no sé verle el lado bueno a las producciones.

He aquí una de las mejores series del año. UnREAL (USA). Una mirada a la producción de un reality -sección exploitation de The Bachelor– con los personajes de dentro de la serie y del equipo técnico y artístico. Algo que, emitido como es en Lifetime, parecía llamar a una comedieta amable. Nada más lejos de la realidad. Con una co-creadora como antigua guionista de uno de estos programas -inesperadamente, The Bachelor– la capacidad de mostrar la miseria moral y la caña que se dan para hacer del programa un espectáculo lo aleja de estilos de creación como los de 30 Rock o la película Escándalo en el plató para acercarlo a las aguas profundas de Studio 60. Esperemos que esta no se hunda porque, visto el piloto, lo más difícil será lograr que aguante el tirón.

Aceptable Westside (NZ), precuela que es de la serie neozelandesa sobre una familia de los bajos fondos Outrageous Fortune. Bien, sin más. Recreación histórica y personajes más que razonables pero tampoco añade o gira nada, probablemente preocupada por enlazar lo uno con lo otro.

En cuanto a The Whispers (USA)… No le veo mucha salvación. De nuevo es difícil saber si se trata de una decisión estacional o de que nadie quería hacer su trabajo y acumular tópicos les salía más barato pero partir de un relato de Ray Bradbury para llegar a todo esto de niños con amigos invisibles y un tono ligeramente inquietante… Podrían haber adaptado a televisión Sinister o similar y dejarse de bobadas. Ahora, si la finalidad es poder dormirse la siesta mientras tanto, han acertado de pleno.


Pobreza Obliga: El auge del ‘poverty porn’ como arma y espectáculo

Las evoluciones televisivas siempre son interesantes. Como señalaba Roseanne hace años, es difícil encontrar en la ficción televisiva ejemplo de familias de clase baja o muy baja. Incluso cuando la familia es en teoría de clase media/baja el nivel de vida mostrado en pantalla no casa con lo que se podrían permitir en la vida real. Tampoco vamos a enfadarnos por eso, al fin y al cabo los creadores no suelen darse ni cuenta o inventan extrañas explicaciones -la renta antigua en Friends, por ejemplo- para justificarlo. Pero, claro, eso era en la ficción.

Cuando llegaron los realities empezaron a sacar todo tipo de personas, comportamientos, círculos socioculturales, sobre todo si eso podía dar audiencia y dinero. De modo que parte de ellos acabaron siendo de clase baja. Pero su presencia resultó tener dos movimientos detrás, por un lado demostrar que los que menos tenían se buscaban la vida, a veces de manera poco legales, permitiendo alienarles y demostrar la ineficacia del sistema de ayudas público convirtiendo la anécdota en norma; por otro ofrecía una visión miserable que servía para regodearse en ella desde esa bonita postura de pues podríamos estar peor de lo que estamos e, incluso, esta gente nos necesita y podemos cambiar sus vidas con nuestra caridad.  Que tampoco es que sea algo realmente novedoso. En el Siglo XIX se difundió en Inglaterra el término Slum Tourism para esos grupos que descendían a comprobar las pobres condiciones materiales en las que la gente vivía, generalmente con el enmascaramiento de hacer algo luego por ellos desde organizaciones parroquiales o civiles, algo que pronto se extendió a viajar a países en vías de desarrollo para poder comprobarlo de primera mano. A partir de ahí sacar la cara oscura es algo tan popular que parece inevitable incluso en películas que no tendrían por qué, como ocurrió con Slumdog Millonarie, adaptación por parte de blancos occidentales de la obra de un indio -bien que de educación anglo-europea y miembro del cuerpo diplomático- dando alas a esas quejas. La crítica habitual es que lo que se muestra parece hecho como si no fueran más que una curiosidad turística. Los pobres como atracción.

De modo que cuando en 2008 dio comienzo una nueva crisis lo que nuestras televisiones, que se habían perdido la oportunidad de 1929, empezaron a ofrecer programas recreándose más aún en este tipo de comportamientos. No había detrás de ellos la intención de denunciar un problema y reclamar una solución como la hubo en Las Hurdes, tierra sin pan de Buñuel o en las fotografías de Dorothea Lange, James Agee o Walker Evans. De hecho, en ocasiones parecía que la idea era que la gente percibiera que el problema eran ellos, los pobres, culpables de su propia situación o acostumbrados a forzar las ayudas para seguir malviviendo. Una explicación que descargaba la responsabilidad que el sistema tenía en la situación en que se encontraban para culpar a su víctima y reforzar la idea de que si el espectador no estaba en las mismas no era por su punto de partida o por las redes de apoyo que familia y amigos podían prestarle, ni por las dinámicas socioculturales en las que se hallaba. Del mismo modo que las historias de hombre hecho a si mismo parecían reforzar la idea de que con esfuerzo se podía conseguir todo y si no lo tenías era por no haberte esforzado, convirtiendo el Partir de la nada y las Empresas creadas en un garaje en dos de los tropos más exportables y tópicos para contraponer la riqueza alcanzada.

Si hace años eran los talk shows los que mostraban a gente de clase baja desatando sus pasiones o sus comportamientos como animales en un circo, alimentando a Jerry Springer, Geraldo, Trissha Goddard o Jeremy Kyle, y tras ellos llegó el momento para lavar la imagen de los ricos con docurealities como The secret millonaire en el que se disfraza y mezcla para luego donar dinero que ayude a la gente de la zona, es decir, dinero para aquello que ha conocido directamente siguiendo esa regla de la ficción audiovisual actual de que solo lo que nos ha afectado directamente es relevante para movilizarnos en una narración. Pronto los británicos, reyes de este tipo de ideas -el sistema de clases no se quita tan deprisa de uno- idearon pronto una vuelta de tuerca para ofrecer aún más del mismo discurso con Undercover Boss, en el que un jefazo se juntaba con los curritos para descubrir los problemas de base y -en teoría- empatizar un poco con sus trabajadores. En realidad la cosa tira más hacia un lavado de imagen para empresas en el que muestran que están compuestos por gente de verdad y tienen voluntad de mejorar. No vayas a mostrar problemas propios de la gestión o el modelo de negocio, ni a señalar de que los problemas por lo poco que cobran se debe a otra cosa que no sea lograr una empresa competitiva. Mucha gente con problemas familiares y a ser posible de salud, algo con lo que la empresa no tenga que ver. Gente que esté dejándose los cuernos y se le pueda dar un bonus o subir -un poco- el nivel, que la gente vea que esforzarse renta. Y los de Relaciones Públicas echen un ojo que luego se les escapa cosas como recompensar a una empleada con un aumento de pechos y aún hay bronca.

Pero aún podían ir a más los realities. Siempre pueden tratar de ir más allá. En 2009 comenzó en la BBC la emisión del espacio de crimen real Saints and Scroungers, centrado en investigaciones sobre personas que han solicitado ayudas del estado y que al ser investigadas son repartidos entre los Scroungers, Parásitos en español, y los Santos. Si esta separación no deja claras las cosas más allá de la tendenciosa elección de términos. No solo eso, los Santos son muchas veces no los que necesitan ayuda sino aquellos -amigos, vecinos, etc…- que se la prestan. Poco después Channel 4 se sumó con Benefit Busters que proponía echar un ojo a ese sistema tanto a los que los recibían como a las instituciones que lo entregaban. Pero que ponía como motivo el enorme gasto que suponía. Esto, que en principio podría haberse visto como un inicio de lo que ya entonces estaban considerando programas de superioridad moral en los que la gente puede juzgar las vidas de los demás que han necesitado ayuda de la televisión para mantener abiertos sus negocios, educar a sus hijos, adelgazar, vestir a la moda, reformar la casa o mantenerla limpia. Programas que con la excusa de la divulgación mostraban una poco disimulada tendencia a criticar desde la superioridad o a engancharse a las emociones sensacionalistas.

Pero la indignación alrededor del tema central de este programa, sobre todo de la gente que abusaba del sistema, hizo que un creativo perspicaz oliera el negocio. En 2010 la televisión escocesa emitiría The Scheme, docureality en 5 capítulos sobre la vida de seis familias de clase baja que permitía no solo que el publico se entretuviera con sus penurias sino, además,mostrar algunos de estos procesos para beneficiarse de las ayudas públicas. La repercusión fue lo suficientemente sonada como para que el periodista Pat Kane escribiera un artículo en el que aseguraba que el programa era una variedad de porno y pronto los medios discutían no solo sobre la serie sino, también, sobre el concepto que pronto ocuparía artículos discutiéndolo.

Fue el disparo de salida a otros programas similares, desde una versión irlandesa llamada The Estate a los que seguían el estilo de esos coachs de la vida como The Fairy Jobmother, que aseguraba querer ayudar a las familias a reintegrarse al mercado del trabajo. Mientras, iniciativas que buscaban dar publicidad a algo impreciso como SleepOut, en la que CEOs dormirían por una noche en la calle, en teoría para llamar la atención al problema de los sintecho, en la práctica también para ofrecer muestras de empatía de las clases altas y, finalmente, ha servido para que cada año que se realice arrecie una discusión sobre si es poverty porn y qué finalidad no solo se persigue sino, incuso, se logra.

Mientras Benefits Britain iba mutando en formas y aspectos -incluyendo su versión Benefits Britain: 1949, una suerte de teatrillo ridículo de la pobreza trasladada a otra época- otros programas se añadían en 2013. Channel 4 se pondría a la cabeza con How to get a Council House, un programa que no se preguntaba puntos tan básicos como por qué los que solicitaban estas viviendas de protección oficial no podían pagarlas, o Skint, programa que se suponía trataba la vida de los pobres, de las clases más bajas, pero que acababa convertido en una suerte de turismo de la pobreza similar al que en España realizaría el programa Callejeros. Pero eso no significaba que la BBC no pusiera su granito con la mezcla de docureality y coaching de We All Pay Your Benefits. El incremento fue tan notable que la mosca sonaba cada vez más fuerte tras la oreja de los periódicos. Y eso que lo más fuerte estaba por llegar.

En 2014 el documental Benefits Street se convirtió no solo en todo un fenómeno televisivo sino, sobre todo, social. Channel 4 presentaba a los que sobrevivían de las ayudas estatales con un tratamiento y una presentación que reunía todos los ingredientes tanto del sensacionalismo y el morbo como de las políticas que el partido Conservador estaba llevando a cabo con sus recortes, centrándose en aquellos casos que más podían desprestigiar la existencia de las ayudas. Un machaque constante y reiterado que venía muy bien en año pre-electoral y -sobre todo- a un partido que ante el auge del ultraderechista UKIP estaba centrándose menos en los problemas y necesidades creados con los empleos que en la existencias de estos sistemas o la existencia de una inmigración a la que culpaban de los mismos. La llegada de personas de países miembros de la Unión Europea era la excusa necesaria para intentar sacar a UK de las organizaciones europeas del mismo modo que la insistencia con esos abusos parecía facilitar el camino a una ruptura con el Acta de los Derechos Humanos, para poner su  versión propia. Algo que podría parecer una conspiranoia si no fuera porque el propio Secretario de Trabajo y Pensiones, Iain Duncan Smith, sugirió que el programa y sus chocantes revelaciones estaban facilitando estos recortes.

Sirvió, además, para que acabara siendo un término casi coloquial. Ya había pasado mucho desde aquellas menciones iniciales. Se habían publicado libros al calor de la crisis que analizaban no solo las situaciones económicas, también las sociales y culturales. Probablemente el más concreto -que no el que más impacto ha logrado, ese probablemente sería el Chavs de Owen Jones, que toca el tema de refilón- sea Narrating Poverty and Precarity in Britain, conjunto de ensayos con edición a cargo de Barbara Korte y Frédéric Regard, en la se analizan las construcciones de una articulación de la pobreza como espectáculo. No son los únicos que escribirían sobre el tema. El centro de investigación sociológica The Sociological Imagination publicó un artículo sobre la coincidencia en verano de 2013 de tantos programas sobre el tema, y diversas fundaciones decidieron también alzar su voz. Así, la Social Action Research Foundation relacionó clasismo y poverty porn mientras que la Joseph Rowntree Foundation se preguntaba por los beneficiados antes la multiplicación de estos programas.

Mientras tanto, la televisión no para. En Australia la llegada de su propia versión, Struggle Street, se recibió sabiendo ya lo que se podía esperar y para dónde iban a ir los movimientos, pero no por ello con menos debate. En Reino Unido la última creación es el reality-concurso Britain’s Hardest Grafter que pone a gente en trabajos malpagados o directamente en el paro a competir unos contra otros en diversas pruebas para demostrar su valía. De momento no piden que se maten entre ellos pero las inevitables comparaciones han aparecido con tanta rapidez como las peticiones para que el canal al que se presupone voluntad de servicio público elimine esto de su programación y cese en sus intentos de convertir la tragedia de la gente en entretenimiento.  En Estados Unidos aún están intentando procesar The Briefcase, reciente estreno de la CBS en el que una familias con problemas recibe cada semana un maletín lleno de dinero. Dentro está el historial de otra familia con problemas. Ellos deben decidir cuánto les dan y cuánto se quedan sin saber que esa familia ha recibido un maletín con idéntico contenido y un dossier sobre sus vidas. La perversidad de esta versión del Prisionero Español parece creada bien por sociólogos que quieran investigar alguna extraña teoría de juegos o por aquellos adinerados señores que buscan la manera de ir allanando poco a poco en televisión la posibilidad de poner a dos vagabundos a pelear por una botella de licor. Logrando, de momento, no solo una serie de críticas furibundas sino, por supuesto, comparaciones también aquí con Los juegos del hambre.

Es difícil saber si en estos tiempos en los que se trata de vender una recuperación los que necesitan ayuda son demonizados para poder mandarlos más allá de los márgenes del sistema o directamente no computarlos para que no estropeen las cifras. Lo que sí queda claro es que la utilidad de la televisión para contar historias y crear narraciones que refuercen un discurso no debe ser minusvalorada. Puede que a España no haya llegado aún un programa similar a estos pero dada la situación actual no creo que tarde demasiado. Mientras tanto recordemos que también se puede usar para mostrar una realidad y ofrecer soluciones. Otra cosa es lo que decidan hacer desde las cadenas. Mientras tanto tendremos que seguir realizando un análisis más allá del entretenimiento que produzcan, porque para diseccionar estas vertebraciones ideológicas, ponerlas de relieve, son imprescindibles los Estudios Culturales. Quizá así logremos ver en televisión menos poverty porn todo junto y más por separado.