Extendiendo terror

Estoy seguro de que alguna vez han escuchado a una viej señora de avanzada edad quejándose de la desaparición del entretetiempo, ese periodo mágico en el que aún no habíamos pasado de una estación a otra. Más aún, seguro que alguna vez han escuchado quejas porque los humanos estamos destruyendo Primavera y Otoño y ya sólo pasamos del Verano al Invierno y viceversa.

Tranquilos, no voy a hablar de la distribución de las temporadas y las series. Si estáis pensando en los anuncios, las luces y los dulces navideños que ya rondan nuestras tiendas estáis acercandoos. Aunque no es la Navidad lo que me preocupa, es decir, estamos ya a mediados de Octubre, es lógico que la gente se prepare par algo que lleva en dos meses y pico porque como año es distinto hay que adaptarse a los cambios.

El tema es Halloween. Fiesta por la que no siento más que amor, como corresponde a cualquier celebración del susto, lo fantástico, la muerte, y más aún, la no-muerte; el problema llega cuando empezamos a tener programas y preparativos desde un mes.

No es algo que vaya a lamentar fuertemente, a mi me pones un especial Scooby Doo y me haces feliz —salvo que sea como los nuevos de imagen real, que no hay quien pueda con ellos— pero no sé si es lo más sensato empezar a hablar de especiales dos semanas antes, incluir previas de episodios, darle bombo con casi un mes, para cuando llegue el día 31 vamos a estar todos tan cansados de monstruos que lo celebraremos viendo lo más alejado al terror que se nos pueda ocurrir. Tuno negro o así.

Es complicado de explicar ese equilibrio que buscamos en lo que nos gusta, algo así como tratar de explicarle a un niño que comer chucherías está bien, pero que no sólo puedes comer sólo chucherías todo el rato. La actual situación (rellénese a elegir: social/ económica / política/ histórica/ y lo que te rondaré) favorece un aumento del humor necesario para disfrutarlo, y disfrutarlo durante más tiempo, el auge de todo lo sobrenatural, desde los vampiros gusiluz y las moñadas paranormales a la lucha por la supremacía de zombies vs. hombres lobos entra como el de los policíacos dentro de esa categoría.

El problema es que todo este ruido anterior puede quitar efectividad, y eso es algo que no puede desearse a nadie. Fíjense en cómo se había planificado el estreno de The Walking Dead para Halloween, y cómo fue filtrado semanas antes. Fíjense —o mejor, no, de hecho ¡evítenlo!— en las promesas que nos hacen del especial de Community para esta festividad o en lo de Glee. Es lógico que esté de moda, incluso en The Event se rumorea que puede haber una trama de este tipo frente a la más típica a la 24

La próxima semana podré hacer un repaso, ver cómo ha identificado cada serie el tema, qué planes han seguido —la MTv está usando la fiesta para cambiar de su dependencia a los realities por una versión similar en ficción que le permita convertirse en un canal generalista con series. ¿Recuerdan cuando se dedicaban a la música?—y cuál es el dibujo global que podemos sacar de ello. Mientras tanto vayan evitando los spoilers hasta el momento de ver sus series esta semana. A ver qué sacamos de todo esto si logramos abstraernos de todo el tiempo que lleva esto, como si no lleváramos un mes en ello, como si no fuera a terminarse en una noche.

Pero eso será el próximo lunes. Y vosotros, silentes lectores, no lo leeréis. No por la mañana. No en mitad de un puente. No después de una noche de juerga. Salvo.

Salvo que queráis continuar con la juerga viendo algunos capítulos de series de tele. No sólo el de Community, quizá también el 12 de Scooby Doo Mistery Incorporated que incluye a Harlan Ellison haciendo un cameo y a un sosias de Lovecraft mientras la malvada versión extraña de Cthulhu que se han buscado trata de acabar con ellos. Por si queréis ir preparando los primeros episodios de asunto Supernatural.


Prejuicio Orgulloso

Los gordos son más afables. El Rey es muy campechano. La natación es el deporte más completo. Los dobladores españoles son los mejores del mundo.

Así le va al mundo.

¿Han tratado de escuchar últimamente una serie extranjera doblada? Yo no. Más aún, hace ya tiempo que evito conscientemente los doblajes. Quizá les parezca una manía snob o quizá es que con los años me vuelvo —si cabe— más cascarrabias. El caso es que mi militancia anti-doblaje junto con esa tonta manía de ver las cosas en el momento que salen, en su idioma de origen, hace que tenga abandonada nuestra querida televisión.

La aparición del TDT parecía un buen momento para cambiar algunas cosas. Pero esto es como cuando poníamos Que grande es el cine y descubríamos que las películas se emitían sin posibilidad de versión original y masacradas a anuncios: Pura palabrería. No sólo el negociaco del siglo parece haber sido creado en una tira de Dilbert —aunque ese es un tema del que debería hablar en otra columna… algún día— sino que, además, la interactividad no es que brille por su ausencia, es que es incluso peor que lo que teníamos en tiempos en las autonómicas. En aquel entonces por lo menos emitían en dual casi toda la programación, aunque tuvieran los cojonazos —u ovariazos, que todo puede ser— de no subtitular casi nunca, como para verse Doraemon a pelo, vaya. —Aunque no entender a Nobita elimina mucha vergüenza ajena de esa serie— De manera que lo que podría haber sido un gran momento para que las cadenas nos dejaran tranquilos con estos doblajes últimos que estamos soportando —como todo el mundo sabe hasta Calviño la tele española era muy buena; malvado, malvado Calviño— significa que tenemos más oportunidades de desesperarnos.

Lo peor del caso es que tenemos un juego en dos partes, la primera es doble a su vez, por un lado la popularización de dobladores hizo que en un momento dado todo sonara a Friends o a Los Simpsons. La tristemente difunta Concha García Valero, la Monica de Friends tuvo tantísimo trabajo durante la primera mitad de la década que sólo Alba Solá, la Phoebe de esa misma serie, parecía que podría competir con ella. En cuanto a los chicos, Abraham Aguilar lo mismo es Sayid en Lost que Bender en Futurama o el Dr. Doofensmirtz en Phineas & Ferb hasta Ari Gold en Entourage pero siempre siendo Krusty en Los Simpsons. Incluso si estuvieran doblando siempre al mismo actor acabaríamos cansados de ellos, imaginad mi hastío al verles lo mismo para un roto que para un descosido.

El segundo problema de la primera parte —¿aún me siguen?— fue el de la creatividad, esas traducciones especialmente habituales en Antena 3 en las que te cambiaban a Dick Cheney por Jose María Aznar y se quedaban tan tranquilos. Sólo puedo imaginar que si algún día se emite Aquí no hay quien viva en USA —el original, no esa adaptación que está preparando, dicen, Sofía Vergara— las referencias a Chiquito de la Calzada las cambien por otras sobre Christopher Walken.

Como todo es susceptible de empeorar llegó la segunda parte. No sólo traducciones creativas y las mismas voces, además, se podía pasar por los matices y particularides como quien corta el cesped.

Ver My name is Earl en La Sexta con todo el acento white trash masacrado era casi tan doloroso como Veronica Mars con Weevil convertido en Piojo tal y como es emitida en Clan, sin posibilidad de cambiar, como no se podía cuando Buffy y su traducción gazapesca.

De las últimas grandes series americanas sorprende ver cómo en Modern Family han logrado que incluso actores de doblaje que suelen estar bien como el antes mencionado Abraham Aguilar —ya les dije que está en todas partes— compone un Cameron que parece salido de un chiste de maricas de Arévalo. Aunque la joya de la corona es Big Bang Theory que sufre una auténtica demolición en su todo logrando que nadie tenga una voz que se parezca remotamente a la de su actor original, a la intencionalidad del personaje o a lo que está tratando de construirse con ella.

No quiero saber qué estará haciendo esa misma Antena 3 con Glee porque lo mismo han puesto a Kurt a cantar a Rocío Jurado y hacer chistes sobre Falete y me entra pánico de sólo imaginar lo que harán con Community.

Entiendo, sí, que son personas. Que tiene un trabajo más o menos estable y que querrán comer todos los días, llevar a los niños al cole y llenarle el depósito al coche. Pero, ¿no hay otra manera?

Miren, yo les ofrezco una solución. Si hay un colectivo que realmente necesita de un buen trabajo de doblador y que facilitaría mucho el acercamiento del público es el de los actores españoles. Como es imposible que nadie vocalice peor que ellos tendrían asegurado trabajo durante años. Y si la cosa no mejora tampoco se va a notar. ¿No les parece a ustedes que salimos ganando todos?


Cannell Topic

Stephen J. Cannell fue uno de los pilares de la televisión americana en los ochenta. Su figura es comparable a la de creadores tan conocidos como Steven Bochco y Aaron Spelling por un lado y, a la vez, con gente tan alejada como Glen A. Larson y Donald Bellisario.Cannell era tremendamente popular y a la vez iba centrándose y perfeccionado lo que mejor se le daba: El género de acción, habitualmente centrado en una pareja o grupo de detectives de caracteres opuestos. Una vuelta de tuerca casi predecible para alguien que empezó como guionista para It takes a thief, Ironside o Colombo.

El éxito le llegó de inmediato, tras probar suerte con Chase —sí, hace 37 años ya hubo una Chase con poca vida— crea The Rockford Files o Los Casos de Rockford o como sea que los llaméis vosotros. La historia nace del interés del co-creador de la serie, Roy Huggins, de volver a trabajar con James Garner. Ambos habían hecho historia con Maverick y querían repetir la experiencia localizándola en el presente, para dar el paso convirtiendo al jugador en un detective necesitaban a alguien que pudiera dar ese salto conservando el carisma del personaje. Ahí entraba Cannell que seguía los esquemas de las series en las que había trabajado. El resultado: un investigador desastroso, con un pasado de ex-convicto —por un error, claro—, que cada semana resolvía un caso de poca monta, generalmente crímenes dormidos. Fue un grandísimo éxito, influyó en multitud de series posteriores y este mismo año se ha intentado hacer un remake para televisión.

No de es de extrañar, este mismo año hemos visto una película basada en una de sus series y los —tristes— intentos de varias series novatas de acercarse a lo que él había hecho.

Pero quizá no hayáis aún ubicado a la persona. Tranquilos, le habéis visto en múltiples ocasiones. Quizá no os suene tanto de los finales de sus primeras series, una de un escuadrón de combatientes llamado Oveja Negra, o de su primera serie en la siguiente década, Tenspeed & Brownshoe, en 1980, sobre dos investigadores, muy diferentes entre ellos, uno un ex timador, el toro un contable con ganas de vivir la vida policíaca. Mucha comedia y un esquema naciente que sería marca de la casa. Quizá os suene alguno de sus protagonistas.

Dúo investigador, diferencia racial, comedia… Sí, esa ola que llega ahora parece en parte conjurada por el reflejo de las producciones de Cannell en la televisión actual de la cual Psych es una de sus más afortunadas bastardizaciones. Pero el caso es que ahí se pudo ver ya a Cannell en acción.

Aunque los grandes éxitos de este sello empezarían al año siguiente cuando su fórmula de pareja enfrentada con trasfondo policíaco decidiera dar un giro espectacular. Vale, tenemos a un agente del FBI old school total que tiene que compartir misiones con un pardillo profesor que parece tener horchata y nunca está muy seguro de nada, ponemos acción, aventuras y —de paso—- una novia para el profesor metido a detective.

Y todo por un traje.

La incursión de Cannell en un cierto tipo de ciencia ficción respetando su fórmula magistral logró dos cosas, ser un hito importante de lo que podríamos considerar una televisión de culto fan y marcar además su primera colaboración con Frank Lupo, un ayudante y productor que estará por la televisión echando una mano hasta la actualidad.

Según se iba terminando la suerte de la serie a Cannell se le ocurrió una idea incluso mejor, ¿por qué no cogemos la idea de Black Sheep y le añadimos la idea de las personalidades antagónicas doblándola hasta lograr así cuatro protagonistas bien diferenciados que resuelvan casos de baratillo? Incluso podría tirar de las enseñanzas de Rockford para buscarse a un actor conocido en horas bajas y hacerle un poco más protagonista que al resto.

No, no son Las Chicas de Oro, es…

Efectivamente, su último crédito ha sido como asesor de la película adaptativa —es un decir— de la famosísima serie.

Un éxito que no le hizo dar de lado su fórmula favorita de investigadores diferentes. Hardcastle & McCormick con un juez —sin retirarse ni nada— y un ladrón de coches que tiene un prototipo especial de coche deportivo —y rojo, claro— que accede a actuar como su mano derecha para atrapar a los malos.

Pese a lo que pudiera parecer los puntos en común con la serie estrenada el año anterior El Coche Fantástico son menores que con otros clásico como Starsky & Hutch o, incluso, Los Dukes de Hazzard —o El Sherriff chiflado o como sea que se titule ahora esta serie— y sirvió para que Cannell lo intentara con vehículos más grandes.

Concretamente el barco Riptide en el que la consabida pareja de investigadores operaban con —signo de los nuevos tiempos— un nerd experto en informática. En Riptide no sólo había barcos, también tenían helicópteros, lanchas rápidas e, incluso, un robot. Sí, este es el tipo de locuras que hace que esté en desarrollo la idea de un remake.

Por liado que estuviera Cannell encontró un momento para escribir un par de episodios para una serie ajenas producida por su compañía: Hunter, serie de largo recorrido sobre un policía del tipo heterodoxo; aunque su siguiente creación llegaría con Stingray, otra serie en la que un vehículo da nombre y que presenta esta vez a un sólo investigador, de pasado misterioso e increíbles capacidades. Una serie extraña que duró dos temporadas.

De manera que para 1987 pudo crear una serie nueva y diferente. Esta vez usó su idea de los investigadores diferenciados metiéndose en terreno de Bochco, en una comisaría de policía, pero como era la primera serie para un canal recién aparecido estos policías tenían que ser, además, jóvenes. Así se creó la serie para FOX conocida como… No, hombre, no, Jóvenes policía no. Ese es el título español, yo prefiero 21 Jumpstreet todo un exitazo gracias a las caras nuevas como Richard Grieco, Holly Robinson y este chico…

Johnny Deep. La cadena pronto se dio cuenta del gran talento que tenía entre manos y le ofreció un rápido spin-off … a Grieco, primero le introdujeron en esta y luego le mandaron a la suya propia… que logró hundir su serie propia incluso antes de que se cerrara la serie madre —que, no obstante, cayó ese mismo año— aunque antes de llegar a su cierre en 1990 a Cannell le había dado tiempo de lanzar otra serie más.

Wiseguy es importante por muchas cosas. Porque fue la última serie creada por Cannell antes de que terminara su mágica década de los ochenta —Su productora pondría en marcha un par de series más, pero no serían creadas por él. De hecho, dos de estas novedades estarían creadas por Mario Van Peebles — , porque permitió desarrollar personajes a actores como Fred Thompson, Tim Curry, Paul Guilfoyle, Stanley Tucci, Robert Davi o Kevin Spacey, y por último, por el particular formato de la serie.

Años antes del estreno de Twin Peaks cada temporada de esta serie se componía de dos arcos con un pequeño número de capítulos —de 10 a 12 habitualmente— en el que el protagonista se infiltraba en una familia mafiosa u organización criminal para destruirla desde dentro. Esta estructura de arco argumental largo permitía trabajar mejor a los actores episódicos que podían construir mejor sus personajes, también permitía profundizar en sus relaciones y explicar con cierta tranquilidad —toda de la que un producto Cannell podía gozar— las tramas. Por cierto que el extraordinario trabajo de Spacey en su arco como villano máximo fue tan bueno que inspiró una serie posterior de Cannell. Pero ya llegaremos a eso. De momento digamos que esta serie, menos conocida que el resto de producciones ochenteras de Cannell, es quizá la más importante al lograr un cambio no sólo respecto al resto de producciones de la casa sino, incluso, en lo que se solía realizar en la televisión de aquel momento. Si bien el formato algo extraño y los continuos problemas con la estrella —que acabó siendo reemplazada en la última temporada— no la convirtieron en algo muy popular entre el gran público sí que lo fue entre la crítica y los creadores.

Pero llegada la década de los noventa las cosas no le salieron como antes, ciertamente logró algún éxito importante pero ensombrecido siempre por las continuas bajas de series producidas por su compañía, títulos como Street Justice —protagonizada por Carl Weathers—, Las 100 vidas de Jack Savage para Disney o la adaptación a la pequeña pantalla de La brigada del sombrero, por no mencionar un nuevo vehículo creado para esa estrella llamada Richard Grieco, dieron en la cancelación con rapidez.

Incluso una de las series creadas por el propio Cannell, Cobra, una serie marca de la casa —investigador independiente, vehículo molón, casos de perfil bajo— con Michael Dudikoff en el papel central, se la pegó con rapidez.

Durante esta década Cannell creó cinco series, cuatro más la de Dudikoff, y de nuevo tendría que ver cómo la más innovadora era la que peor suerte corría.

La primera en llegar fue The Commish que presentaba al comisario de una pequeña ciudad del estado de Nueva York resolviendo los problemas, pequeños y no tan pequeños, que se le iban presentando. Un giro hacia lo Bochco que expuso por primera vea a Michael Chiklis en un papel protagonista, y ahí le mantuvo durante cinco temporadas.

Ese mismo año creó su serie emblemática de los años noventa, que atravesó toda la década: Medias de seda. Crímenes con un aspecto sexual importante pero sin enseñar más carnaza de lo necesario, junto con una pareja policíaca que, pro fin, establece un papel de igualdad hombre / mujer e introduce algo poco habitual en las series de Cannell, la tensión sexual no resuelta, si bien siguiendo la forma típica de crear series de la productora los detectives Lance y Lorenzo tienden a comportarse como un par de muchachotes amistosos.

Finalmente, en el año ’92 produjo una serie de gran éxito que duró, por difícil que sea de creer, cinco temporadas. Me refiero a esa pieza maestra en la que un policía acusado de un crimen que no cometió trabaja por el país a salto de mata como caza recompensas mientras espera poder limpiar su buen nombre algún día, hablo, claro, de…

Renegado. Una serie tan difícil de creer que si no la recordáramos perfectamente pensaríamos que es una parodia de lo que fueron los años noventa. Con una curiosidad en lo que a Cannell se refiere ya que, quizá por diversión, quizá por notar que su tiempo se acababa, el caso es que se reservó un pequeño papel como antagonista principal del héroe que iba apareciendo de cuando en cuando. Todo un auto-homenaje y demostración del sentido del humor que le caracterizaba.

En cuanto al fracaso… ¿ Recordáis el papel de villano que Kevin Spacey tuvo en Wiseguy? Pues bien, a partir del villanesco Mel Profitt que tan brillantemente encarnó decidió moldear a Jim Profit, el personaje central de la serie Profit centrada en las despiadadas luchas internas en el seno de una megacorporación con un personaje central algo más que oscuro y mucha mala leche nada contenida. Al comienzo de cada episodio Profit hablaba a la cámara para comentar la jugada por venir o impartir una lección de su particular ética. Todo un ejemplo de televisión anti-familiar que le valió una rápida cancelación pro parte de FOX —ese canal— al estar aún lejos de popularizarse el tener a auténticos villanos como centro de la serie.

Dos intentos de innovar, dos fracasos, así que cuando cerraron Medias de Seda en el ’99 se terminaron también sus producciones.

Siguió apareciendo en la pequeña pantalla, sí, en cameos y pequeños papeles con una notable carga cómica, tal y como había sucedido antes en Magnum o en Santa Barbara y como pasaría después en series como Diagnóstico asesinato o Los bicipolis, perdón, Pacific Blue, hasta llegar al que sería su último papel en la pequeña pantalla, interpretándose a si mismo junto a James Patterson en la partida de poker de Richard Castle, el protagonista de una de esas series que tratan de recupera el mojo de Cannell para la pequeña pantalla.

Un mojo que muchos perseguían en remakes, reinvenciones, imitaciones o revisiones y que se basaba en una fórmula tan sencilla como efectiva: Investigadores algo excéntricos y mucho contraste con toques de humor, acción y aventuras pero sin muertos ni malos dilemas, que eso hace que te cierren series, todo inspirando ganas de sonreír y de actuar. La familia no era el centro de sus series, ni el amor que muchas veces no aparecía —y cuando lo hacía tenía más de elemento coartador — porque aquí lo que importaba sobre todas las cosas eran las aventuras disfrutadas siempre en un contexto de amistad viril glorificada.

Así era Stephen J. Cannell como productor y así deberíamos de recordarle.


Maldecible Parné

Terriers sigue viva una semana más, las que han caido son Lone Star y My Generation. No son las únicas en la cuerda floja: The Whole Truth y Outlaw están bailando y Chase, Undercovers, Detroit 187 y Better with you no están mucho mejor que digamos. Vamos, que en su segunda semana de los diecisiete estrenos que las cuatro grandes han puesto en marcha ya han caido dos y andan tocados otros siete, más de la mitad. Eso sin contar conque no hay ninguna serie nueva que se haya convertido en un éxito instantáneo, nada que ver con el año pasado cuando Glee —especialmente—, Modern Family, The Good Wife y, a algo más de distancia, Community se convirtieron en las series a seguir.

De hecho, Glee es todo un paradigma de la evolución a esta temporada. No ya porque la segunda parte —y lo que llevamos de segunda temporada— resultará poco inspirado y, desde luego, más intervenido de lo deseable. El problema central es que estamos ante la serie de la temporada pasada, que consiguió que ese veneno para la pantalla que son las canciones funcionará —recuerden— y sacó todo tipo de merchandising, no sólo DVDs, también CDs de música y canciones sueltas en el iTunes convirtiéndose de paso en la máquina de dinero de la FOX.

Todo lo cuál ha llevado a que tengan que ajustarse el cinturón, despedir gente, tener menos actores por capítulo…

El problema parece ser el extenso reparto y la tendencia a realizar distintos números musicales. El caso es que para poder contratar a dos actores nuevos han tenido que echar a dos viejos. Además, no contarán con todos los actores para todos los capítulos. Y aún se especulaba con que tuvieran que eliminar a alguno más antes de que termine la temporada. Algo bastante alocado aunque no sin precedentes. La octava temporada de Scrubs sufrió esas mismas condiciones logrando cotas nunca antes vista en esa serie de surrealismo. Personajes hablando a gente que no salía en plano, llamadas telefónicas, desapariciones masivas de extras…

Siendo el caso más incomprensible y espectacular el de Glee no es el único que ha hablado de esas reducciones de gastos, algunas como 30 Rock han hecho incluso mofa en la misma serie. Otras, como Community han llevado a declaraciones diciendo que el dinero se lo van a gastar en los capítulos de Halloween y Navidad el resto de la temporada no podrán salir de la sala de estudio el resto de temporada.

Vayámonos al otro extremo. ¿Recuerdan lo que aquí se dijo la semana pasada de Boardwalk Empire? No hace falta que hagan memoria, pregúnten su opinión a cualquiera que la haya visto, incluso el gran Alan Sepinwall, y verán como todos coinciden en que se han gastado dinero a chorreones. No es que esté mal haberlo hecho, ni mucho menos, pero resulta problemático que se lo hayan gastado así. Frente a otras producciones ciertamente caras de la HBO como Deadwood o Carnivale en esta el gasto se refleja en la pantalla. No es que se note que hay partes caras, es que la ciudad parece sacada de una caja de muñecas. Algo que en las antes mencionadas, o en la coproducida Rome, no ocurría.

¿Es realmente creible que el director de Gangs of New York no fuera consciente? Pensemos que también la propia cadena ha dejado caer a cada momento que se ha invertido lo que fuera necesario, sin reparar en gastos. El tipo de afirmación que se nos antoja menos cercana al mundo de la televisión y más al del cine. Cierto, el director es Scorsese, lógico que se quieran emparentar…

Salvo que parece más una decisión James Cameron. Lo podría decir uno de los anunciadores dentro de la histora: ¿gran espectáculo! ¡Muchos dólares gastados! ¡Pasen a ver cómo en tiempos de crisis hay lugares donde brilla el dinero!

Ese es el tema de este año, el dinero. En Running Wilde tenemos a un rico de aburrirse, en Raising Hope a unos pobres que trampean. Y el problema principal de todas las series nuevas de este año también es el dinero: El que se tendrían que haber gastado, pero no, el que no estaba disponible para apostar por algo nuevo, el que era impensable usar para conseguir mejores castings. Esta temporada todas las series parecen marcas blancas de series de éxito.

Peor aún. La falta de dinero siempre ha estado ahí, siempre ha habido que tirar de cabeza para superar estos problemas. Precisamente esa es parte de la genialidad de Raising Hope, una serie en la que el dinero falta y, a la vez, se nota. Porque cuando no ha hecho falta ajustarse a presupuesto siempre han acabado distingüiéndose los ingenioso de los simples. En una suerte de idiótica reedición del clásico Con la censura había que ser más inteligente podemos estupidizar un rato sobre lo bien que viene la falta de dinero para descubrir el verdadero talento. —O podríamos si 30 rock no hubiera sido más rápido y sutil— Exigir series blancas pero buenas, series Hacendado, está bien pero no es el asunto.

No se alarmen que todo lo de antes no ha sido el prólogo, ha sido el contexto.

El asunto en sí se limita a lo siguiente: Hay que darle menos importancia al dinero.

Irónico, eh.

Lo importante en una serie no debería ser cómo han tenido que hacerla, sino el resultado que se ha logrado. Si el guión es bueno y los actores competentes el resultado debería resentirse menos de la cantidad gastada, pero si el dinero fluye tampoco debería permitirse una reducción de calidad.—Ese es el auténtico problema de Glee y no gastar como personajes de Joan Collins— No es nuestro problema, es el suyo, y sólo nos enteraremos si dejan que lo notemos.

Úsenlo en las series, pónganlo como herramienta o despipórrense de él, da lo mismo. Busquen nuevas formas de arriesgar, como hizo la FX con It’s always sunny in Philadelphia , porque barato no significa cutre. Pónganlo a trabajar y enséñenos lo que logran. Ahí entramos nosotros.

Porque lo que queremos, lo que realmente esperamos, es ver series, no balances.


Pilotos Apilados

Lo tengo casi asumido. La gente quiere información y la quiere ya. Más aún, lo que quieren es opinión, información subjetiva acabarán llamándola. En circustancias normales —risas— le doy a las series tres capítulos para comprobar por donde tiran, muchas veces el piloto no pasa de ser una presentación de los personajes o del concepto —los puntos de arranque de una serie suelen ser bastante limitados, generalmente giran en torno a alguien nuevo que llega a un lugar establecido o a alguien establecido que se enfrenta a una situación nueva, pero de esto, si acaso, hablaremos en otra ocasión— pero asumiremos que si la serie evoluciona de manera correcta volveremos a hablar de ella por aquí. De manera que vamos una vez más con un

PILOTOS DEATHMATCH

Better with you
Empezamos bien… Párame si ya has oído esta: Seguimos a tres parejas, la primer está formada por unos jóvenes atractivos que llevan saliendo juntos unos pocos meses y están aún muy enamorados; la segunda es de una anodina pareja de mediana edad que lleva ya diez años de matrimonio y se conoce tanto o más de loq ue quizá fuera necesario; la última es una pareja de ancianos que llevan treinta y cinco años casados y están, francamente, aburrido el uno de la otra y viceversa. Todos ellos van pasando por las mismas situaciones para comparar cómo cambian las cosas según el momento vital y de la relación. Cuando termines de gritar seguimos. Sí, eso es, algún genio de la televisión USA ha decidido que adaptar matrimoniadas era buena idea. Y no, claro.

Bleep my dad says
He aquí una catástrofe épica que pondrá a prueba a nuestros héroes. La historia de hijo que vuelve al hogar, como la padre sin pelos en la lengua, en fin, esas cosas que uno parece condenado a encontrar todas las temporadas. El problema aquí es que hay una parte que es mejor que todas las demás. William Shattner no sólo se come al resto de actores, también demuestra lo estúpido de todo el asunto de la situación entera. Con unos actores unánimemente mediocres la serie podría pasar simplemente por una cosa malilla, con buenos actores podría tirar pese a sus guiones —como HIMYM vaya— pero con un sólo actor dándolo todo se nota tantísimo el cartón que sólo la situación privilegiada de la serie, en mitad del Rodillo de los Jueves de la CBS entre The Big Bang Theory, CSI y El Mongolista le da posibilidades altas de supervivencia.

Blue Bloods
Difícilmente se puede ser más clásico que con esta serie sobre una familia de policías, incluso la elección de actores con Tom Selleck al frente en su versión palo por el culo parece justificar una premisa y un desarrollo que podría haberse estrenado hace diez o veinte años sin grandes diferencias. Lo que no deja de ser una garantía de seguridad —al fin y al cabo al público le gustan las series sobre policías— y, a la vez, una fuente de problemas porque ser tan fiable y seguro como un ladrillo implica casi el mismo grado de diversión.

Boardwalk Empire
Llegamos a uno de los estrenos de la temporada marcado de esta manera por motivos externos. al ser el proyecto de Scorsese para una HBO necesitada de un éxito no sólo en audiencia sino en crítica, viéndose superados por los ambos lados por Showtime , AMC e incluso la FX , de manera que la promoción ha ido a tope y el dinero chorrea por la pantalla. Lo primero que uno nota no es la caracterización de los actores o lo adecuado del contexto; no es una asunto tanto de Scorsese haciendo lo que mejor se le da como de lo apabullante que es el decorado —todo parece de la época de los grandes estudios— de manera que ya sabes que aquello tiene que tirar sin remedio. Y lo hace. En parte por el carisma de los actores, desde Steve Buscemi en un papel golosina a Michael Pitt, un Leonardo di Caprio barato para la tele, hasta la eficacia de la recreación musical. Es una serie que recuerda a la época de las buenas series de la HBO, y más concretamente a Deadwood. El problema, al menos para mí, es que ese ansia, esas ganas de volver a la Buena, Vieja, Aclamada HBO se nota, y mucho, de manera que uno ve con más frecuencia de lo deseable moverse los hilos no sólo de las tramas sino, además, de los intereses detrás de la elección del desarrollo de esas tramas. Como de todas formas es, al menos de momento, buena televisión de entretenimiento no hay duda de que la seguiré.

Chase
Era de suponer que dado el auge de Marshalls en la pequeña pantalla, desde Medias de esparto , perdón In plain sight, hasta Justified , acabaría provocando la creación de una serie de grupo policial a la Bellisario así que esta serie no debería sorprendernos. Y es cierto, no sorprende en ningún momento. Bueno, hay un hispano que se supone medio mexicano y habla español con acento cubano pero, ¿debería eso sorprendernos?

The Defenders
Habitualmente hay una serie que resulta difícil de creer que se emita y este año el premio Tan erróneo a tantos niveles parece inevitablemente predestinado para esta… este… esto… Sinceramente, no sé por donde empezar. La premisa argumental es absolutamente idiota con dos abogados de Las Vegas que parecen más cercanos a Los Productores que a The Good Wife_, eso sin contar conque es la imperfecta mezcla entre Las Vegas y Boston Legal sólo que en lugar de contar con James Spaider y William Shattner tienen a Jerry O’Connell —que se acerca así al record de encontrar serie tras hundir la anterior de Christian Slater — y a Jim El Malo Belushi con la pequeña diferencia de calidad que eso supone. A ello se une una perfecta mezcla entre trama que ofrece mucha variedad, a ratos es idiota, a ratos ilógica, a ratos no tiene nada que ver con nada, eso cuando los actores no deciden dar un recital interpretativo interpretando cada vez a sus personajes de una manera diferente. Por si quedaba algo a esta serie, retoma el título de una de als más importantes e interesantes series de abogados que en la primera mitad de los ’60 sirvió para discutir y debatir diferentes temas candentes del ámbito político y social. Como si TeleCinco decidiera llamar La Clave a su nuevo programa contenedor. Mi opinión al respecto: Fotos comprometedoras. Eso es lo que explica que la hayan estrenado.

Detroit 187
Hacer una de esas series de comisaría de policías es, a estas alturas, tratar de mezcla la ortodoxia con la originalidad. Cualquier otra aproximación suele tener el efecto Más de lo mismo sobre la audiencia que a corto plazo permite cierta estabilidad pero a medio/largo les hace olvidarse de la existencia de la serie o de cualquier interés que pudiera sentir por ella. El problema es que cuando la serie es decididamente original puede meter la apta irremediablemente desconectando de la audiencia incluso si fuera, como en el caso de _ The Unusuals_ , una de las mejores series de ese año. El resultado acaba siendo como en este Detroit 187, casi todo predecible, pero con pequeñas muestras de heterodoxia apra ver si así logran distinguirse, aunque sea sólo la puntita, del resto. Si la serie fuera una comedia llamaría al timbre y se iría corriendo. Irónicamente ese parece también su destino como drama.

The Event
Bienvenidos una temporada más a Manderley el hogar en el que la nueva serie trata de imitar y superar a la Señora Lost Winters mientras la malvada ama de llaves Mrs. Fanboys Danvers les dicen que jamás se parecerá a su adorada ex. Exjefa, digo. Y, una temporada más nos hacemos las preguntas: ¿Es algo más que un ejemplo de suceso indeterminado? ¿Hay una intencionalidad clara al hacer la narración confusa? ¿Cubrirá el hueco de Lost ? Y respondemos como siempre: Obviamente no; Lo dudo mucho y Ni de coña. Ahora, si aún no has superado su desaparición puedes cerrar los ojos y fingir que es ella. Las muñecas de plástico están diseñadas para eso. recuerda, si es artificial no es necrofilia.

Hawaii Five-0
Hablando de necrofilia, alguien pensó que podía revivir esta vieja serie y nadie lo notaría. No, lo de Hawaii sólo lo tiene en el nombre y la localización, no porque se parezca más a Magnum o Jack y el Gordo, que tampoco, sino porque se han montado una mezcla de The Unit y VIP con decorados exóticos en una serie que es un más de lo mismo aplastado pro el peso de su antecedente. Y estamos hablando de un antecedente del que la ente sólo recuerda la canción de los créditos, así de bien les ha ido.

Hellcats
Chica rebelde se ve forzada —a mí no me miren, el guión es suyo— a las animadoras descubriendo, sí, un mundo competitivo pero, a la vez, lleno de posibilidades, con auténtica amistad y rivalidades enconadas que nacen de… ¡Que es otra serie de la CW! ¿Qué esperabas? ¡Culebrón, cuerpos jóvenes, hilos argumentales de sedal elástico! ¿Quieres ver eso? ¡Adelante! Pero luego no digas: “Qué raro, esta serie de animadoras no tiene la profundidad de Los Soprano.” porque advertido ibas.

Lone Star
Serie preparada para ganar todos los premios posibles, con una mezcla argumental a medio camino entre la críticamente aclamada Big Love y el grandísimo éxito popular de Dallas, con un empuje en propaganda y promoción más que notable. El resultado es, claro, un fiasco pretencioso. Una serie que está realizada artificialmente como un proyecto de marketing y que, por una vez, no parece haber funcionado en ninguno de los campos a los que echaba el hilo porque todos han pensado que el asunto iba con el otro.

Lost Girl
Nuestros amigos canadienses nos ofrecen algo tan completamente claro en sus intenciones y referentes que es imposible no aceptarlo. Una serie sobre una señorita con poderes que no controla en un escenario de fuerzas ocultas moviéndose por la ciudad, con dos facciones dentro de los seres sobrenaturales y ella como único elemento al margen de las disputas. Esta serie, que yendo de una súcubo —¿o pensabas que esto era Changelling: The TV Series ?—daría para una divertida trama de ese hilarante desastre total que es Tetas y Vampiros aquí se limita a crear un falso policíaco que podría heredar de Witchblade, Painkiller Jane o cualquier otra serie de los últimos ’90 y primeros ’00. A mi este hacer las cosas a las claras me conmueve.

Mad
Cuando te dicen que una revista se lee en diez minutos no te sueles imaginar que en diez minutos puedes recrear toda la revista pero esta ¿serie? ¿adaptación? ¿reconstrucción? demuestra que gran parte de la celebérrima revista MAD cabe. Y más aún, cabe tal cuál está ahora. Con todo lo que eso significa. Parodias chuscas, infantilización rampante, recurrencia a los nombres populares y ocasionales chispazos de ingenio —sobre todo por parte de Sergio Aragonéz — que justifican el seguir con ella a la espera de volver a los gloriosos tiempos de antaño.

Mike & Molly
Chuck Lorre es un creador capaz de lo mejor y de lo peor. Normalmente es popular, muy popular, pero no siempre es bueno, de manera que puede salirle un The Big Bang Theory pero también —¡Horreur!— un Dos hombres y medio . Si les digo que yo esta serie la estrenaría en España como Dos gordos muy gordos se pueden hacer idea de a cuál se parece más. 20 minutos de chistes sobre sobrepeso, dietas y hacer ejercicio. Sobre autoaceptación y ligues cuando te sobra unos kilos. Lo que consigue un objetivo notable: la comedia acaba haciéndose muy, muy, pero que muy pesada.

My Generation
Todos deberíamos reflexionar sobre series como esta. Punto de partida: En el año 2000 en Austin, Texas, un grupo de grabación de documentales siguió a varios chicos en su último año de instituto. Ahora, 10 años después, los autores del documental vuelven para ver cómo les ha ido, comparando, sobre todo, con lo que esperaban que fuera su vida. Uno esperaría una trama, algún tipo de recurso del estilo falso documental que desde The Office hemos estado viendo. El año pasado, con gran éxito, en Modern Family, por no irnos lejos. En realidad respeta extraordinariamente el formato documental. Hasta el punto de que no interesa como serie. Bueno, no interesa como nada pero como serie es un fiasco. Hasta el punto de que cabría pensar —y esto es un triunfo en si mismo— si no nos encontramos ante un reality, un documental o cualquier otra estupidez similar. Pero no, es real. Perdón, es falso. Quiero decir: Es realmente una historia ficticia. No una muy original, este mismo año tuvimos en Reino Unido la serie Reunión que iba del reencuentro de un grupo de amigos. ¿Qué ventajas apuntan esta mezcla? La confusión entre unos personajes a los que les hayan pasado cosas estos diez años y, claro, la apariencia de realidad. Lo que nos colocaría en el inevitable punto en que los Realities son directamente Falsos. Único tema realmente interesante que podemos sacar de este espanto de serie.

Nikita
Quizá alguno de ustedes, mis silentes lectores, recuerde alguna de las muchas encarnaciones de la famosa, ahm, espía. En ese caso puede ir directamente a la unidad de borrado cerebral más cercano porque no le servirá de nada en absoluto. Por lo visto a los creadores tampoco les ha servido de gran cosa. Nikita , la nueva, tiene como arma más mortífera el aburrimiento. La casi inexistente trama presenta a Nikita preparando su venganza contra la agencia que la entrenó a la vez que una nueva… recluta… entra en ella para ser preparada. Ninguna de las tramas parece ir a ningún lado, constituyéndose más que como una nueva serie como la tremendamente innecesaria sexta temporada de La Femme Nikita.

No ordinary family
En puridad esta se estrena la semana que empieza pero dado que vamos de pilotos este pre-air debería de servir para hacernos a la idea de lo que vamos a encontrarnos. Con unas bases de representación clásica y familiar de superhéroes —pensemos en Los Icnreibles o Héroes — tenemos una familia que, al más puro estilo de Los 4 Fantásticos , sufre un accidente y gana poderes que decide usar para el bien. Las motivaciones detrás d esos poderes o los resultados que de ellos esperan sacar son, por otro lado, apuntes a desarrollar con la serie. Con un armazón alejado del clásico culebrón veremos si tienen la capacidad de desarrollar una serie de prime time o terminan haciendo una serie juvenil que pueda emitir Clan TV por las madrugadas.

Outlaw
El primer capítulo consiguió casi 11 millones de espectadores, el segundo no llegó a 5. Imaginad cómo fue. Si no hubieran estrenado The Defenders esta serie tendría el dudoso honor de ser el más vistoso choque de trenes de la temporada, con un Jimmy Smits rivalizando con Slater y O’Connell hundiendo series y una de las premisas más ridículas, los personajes más acartonados, el plagio de estilo Bellisariesco más ridículo y la más increible acumulación de subtramas pésimamente ideadas y tremendamente mal actuadas que parecía que se pudieran acumular en un único capítulo. Con deciros que hasta la premisa parece sacada de Justicia CiegaDark Justice no Blind Justic ojo — con un juez neocon hijo de un activista al que la muerte de su padre lleva a dimitir de su posición vitalicia en el Tribunal Supremo. Imposibilidades legales, policíacas y lógicas, toneladas de doble pensamiento y una extensa cantidad de imperfecciones que hace dudar de si contrataron a Smits después de haberlo intentado con Lorenzo Lamas .

Outsourced
De vez en cuando la televisión nos trae series interesantes, divertidas y originales. Imagino que estáis tan sorprendidos como yo. Outsourced se atreve a llevar la comedia dentro de la tragedia, más aún, se atreve con un reparto compuesto casi exclusivamente por indios. Porque eso es de lo que va, una empresa de artículos de broma, camisetas y todo tipo de elementos superfluos, las famosas Novelties, decide mandar a La India a sus operadores telefónicos. Para allá mandan a su mejor vendedor, convertido ahora en gerente de los teloperadores. Por supuesto los indios no tienen idea de la cultura americana ni de su forma de pensar, el choque cultural de nuestro Pez fuera del agua es doble —¡bravo!— porque si bien el protagonista está fuera del agua con sus subordinados estos lo están en la cultura americana en la que él se mueve como pez en el agua. Eso sin contar los latigazos a la cultura corporativa con los otros dos personajes blancos, el clásico intransigente carca y la bella australiana. Si son capaces de mantener el tono y no se pierden en derivas tipo The Office podemos estar ante la comedia de la temporada. Suponiendo que no le gane la partida:

Raising Hope
Cuando no sabes si es la mejor serie de la tanda o sólo la más perturbadora es que las cosas van por el buen camino, y si bien al creador de My name is Earl le ha vuelto a dar por por la white trash y en el fondo no estamos más que ante una clásica comedia familiar con una capa de pintura el nivel y la temática de los chistes, la sensación de que todo puede suceder en cualquier momento y un sentido del humor por encima de los chistes encadenados la destacan entre lo más notable que podemos sacar de esta temporada. Pulgares arriba, ambos.

Regular Show

Una urraca —azul— y un mapache protagonizan esta serie para Cartoon Network que recupera el espíritu de Beavis & Butthead y lo combina con el de Bob Esponja para lograr una serie animada que recuerda a lo que teníamos cuando Ren & Stimp o Vaca y Pollo era lo que se suponía que había que ponerle a la juventud.

Running Wilde

Es una pena que este piloto no de más de sí porque las breves apariciones y la magnífica labor de Will Arnett no acaba de convertirse en una serie compacta y palpable, queda más como un ejercicio de buenas ideas con un principio quizá algo menos claro de lo que podría esperarse de alguien con el rodaje de Mitchell Hurwitz aunque por lo menos es tremendamente superior a Sit down, Shut up

Sym-bionic Titan

No hemos terminado aún con los regresos porque también Genndy Tartakovsky tiene nueva serie de animación. El cerebro detrás de El laboratorio de Dexter, Las Supernenas o Samurai Jack nos trae una serie con referentes muy japoneses, quizá lo más Tezuka que haya hecho jamás, que reúne las tradiciones de la llegada extraterrestre con los super-robots y una trama argumental que se promete larga que muestra la conexión con las Clone Wars de Star Wars . Todo un crisol preparado para satisfacer a los diferentes públicos. Especialmente los nostálgicos de Mazinger Z o los Power Rangers .

Terriers
Dentro de los creadores, desarrolladores, showrunners o como quiera que hayáis decidido llamar hoy a los responsables de habernos traído una serie, hay gente que logra capitalizar su éxito en proyectos posteriores como Whedon o Abrams* y personas como Shawn Ryan, de The Shield, que ha demostrado no saber cómo aprovecharlo. Porque es bien cierto que la serie está necesitada de rodaje, con dos personajes centrales que chirrían y sin que parezca que la acción, con una química entre los actores personales que brilla por su ausencia con lo que eso significa cuando algo se enfoca hacia el terreno de las Buddie Movies. de manera que lo que tiene entre manos es más probablemente el primer fiasco de la temporada, aunque mitigado por la negativa de la cadena a eliminarlo de la parrilla pese a que el primer episodio marcó un muy mediocre millón doscientos mil espectadores que dos emisiones después se ha convertido en una serie seguida por 520 mil fieles —supondremos que no se van a largar a ninguna parte.. que marcaba uno de los registros más bajos para un estreno jamas visto no ya en su televisión sino, incluso, en la nuestra.

Undercovers
Quizá el movimiento más sorprendente de todos, la nueva serie e J. J. Abrams no sólo está lejos de la versión de los espías dados por Alias sino que se nos muestra como una heredera de la tradición cuasi-cómica de los ños ’80. Cercana a lo que podría ser un Hart & Hart con el tono desmitificador y cómico de Chuck, su falta aparente de ambición y clasicismo casi preparado hacen de esta serie una grata sorpresa, al menos hasta que nos explote ene la cara un Fibonacci, pero ara entonces ya veremos qué hacer.

The Whole Truth
De nuevo la lucha entre lo clásico y lo moderno, entre las ideas rupturistas y el otra vez lo mismo , en esta ocasión dentro del mundo de los abogados —como puede verse este año el tema abogadil está muy y muy arriba— pues hacemos el seguimiento de un caso desde ambas partes, acusación y defensa, acercándolo a la experiencia que resulta la idea original de un Ley y Orden permitiéndonos centrarnos en un caso bastante clásico que ese muestra interesante gracias a este truco que nos lleva no ya a realizar reuniones clandestinas sino a dudar del mismo resultado de toda la investigación. Un intento meritorio que tiene en contra todo lo demás, desde lo clásico del planteamiento a la sensación de haber visto ya antes todo lo propuesto.

Bueno, con esto terminamos la lista de las ya estrenadas. Quedan, por supuesto, un par de ellas aún por aparecer como Tower Prep en Cartoon Network, pero tranquilos, si merecen la pena ya iremos viéndolas por aquí.


Completamente Innecesario

Hace ya un año —bueno, y un ratito— del inicio de esta columna y, como una burra amarrada a La Noria —el invento físico, no el televisivo no sea que, gasp , me acusen ahora de elitismo— podría seguir moliendo las novedades que las diferentes cadenas ponen ante nosotros.

Reconozco que lo que realmente me apetecería sería encontrar información sobre el resto de serie europeas, no sólo británicas, del mismo modo que tímidamente me acerco a las producciones asiáticas —esto sí es algo más fácil de lograr— aunque sea sólo por comprobar un par de puntos. Tampoco es que el resto de regiones, países o continentes estén mucho mejor representados. Es indudable que cada país tiene su propia ficción, prácticamente todos ellos la tienen televisiva y algunos, además, serializada fuera de las noticias.

En cualquier caso,y siendo consciente de los fallos y faltas tanto como de que la televisión es mucho más que series —a veces uno sospecha que es incluso más que realities — limitarme a hablar de series inglesas resultaría extremadamente aburrido, pero igualmente necesario.

¿O no?

¿Cuál es la función que cumple realmente la reflexión sobre el producto televisivo terminado? Nos ponen una serie, de unos años a esta parte ya sin filtrar previamente un piloto al que hacer cambios, y desde el globo entero se comenta la jugada. Asumamos que es inevitable ser más reseñistas que críticos, no porque falten los conocimientos y estructuras argumentales para ejercer como tal porque, en realidad, cualquier crítico puede mejorar sus conocimientos. Y debería, pero ese es otro debate. En realidad incluso los críticos preparados se rinden fácilmente a las necesidades de la actualidad y la extensión —reconozco que en ocasiones escribo esta columna sospechando que terminaré con el espacio de Internet— de manera que lo más sencillo es acabar atrapado en la trampa del megustismo , limitarse a señalar si pulgares arriba o abajo y, con algo de suerte, una breve pincelada sobre el porqué.

Algo de lo que se puede intentar huir pero que siempre termina por atraparte, algo así como el asesino de la crítica cultural desde un punto de vista tanto figurado como slasher . —Y dada la asombrosa cantidad de veces que el culpable de sucumbir a esto es el propio comentarista cultural hay que señalar que también del giallo — lo que nos lleva, claro,a que la semana que viene habrá que hacer un primer Pilotos Deathmatch con todos los estrenos y novedades. Pero eso será la semana que viene, esta aún tengo algo de respiro reflexionando sobre la utilidad de la crítica.

No vayan a pensar que se trata de preguntarse si la crítica es útil en sí misma, —permítanme la ingenuidad de considerar positiva la existencia de cualquier reflexión de una mínima envergadura— la duda no está en lo que se puede considerar como éxito a al hora de examinar la programación, se trata de realizar una aproximación pragmática y sopesar: ¿Realmente sirve de algo?

Puede parecer una tontería pero estas dos últimas semanas hemos visto como dos series —en USA, otra inevitabilidad— corrían destinos dispares. La primera, Terriers, de uno de los creadores de The Shield, es una serie de policías que trata de recuperar el sabor de las series de compañeros parecidos y diferentes de los años ochenta. La segunda, Outlaw, es un nuevo vehículo para Jimmy Smits, traido a la NBC en virtud de un acuerdo que le permitía hacer la primera oferta e igualar para cualquier producto de la productora de Conan O’Brien. La crítica dijo de la primera que empezaba con tranquilidad pero se iba desarrollando, mostrando su potencial poco a poco; la consideraban una de las series a seguir de esta temporada. En cuanto a la segunda, estaban convencidos de que la cadena trataría de cargársela por puro revanchismo; algo que, pese a lo que parezca indicar el cast y el guión, la cadena desmintió haciendo cosas como estrenarla tras el famosísimo America’s Got Talent. El resultado no podía ser otro, mientras Terriers marcó un alarmante millón doscientos mil en espectadores para su primer capítulo Outlaw rozó los once millones. La semana siguiente Terriers bajó hasta los ochocientos mil espectadores, unas cifras tan escandalosamente malas —en especial al compararlas con el regreso de Sons of Anarchy a ese mismo canal FX — que no pocos esperábamos su cancelación inmediata. Mientras escribo esto aún no se ha producido pero sospecho que puede pasar no ya entre esta columna y la siguiente sino, directamente, entre que lo escribo y que se publica.

¿De qué han servido entonces las críticas?

Supongamos que la crítica pueda ser positiva, negativa o neutra. Siendo neutra no parece que haya mucho de lo que preocuparse, su influencia sobre la serie será inexistente. Una crítica negativa, por contra, podrá conseguir un efecto disuasorio. De hecho, parece ser este el efecto más sencillo de lograr puesto que la no-acción es siempre lo más sencillo desde el momento en que en cada momento es más lo que no estamos haciendo que lo que sí: Podemos hacer que durante un periodo de una hora una persona vea una o dos series, pero el número de series que podemos lograr que no vea es, literalmente, infinito. De tal forma que hacer que alguien se abstenga de ver un programa determinado, bien porque se centre en otro, bien porque decida realizar una actividad —incluso inactividad— diferente, debería llevar a que las críticas negativas fueran las más poderosas.

En cuanto a las positivas, su labor está más cerca de la de la hormiga de la fábula: Acumulan y acumulan hasta lograr un resultado visible al cabo de los meses. O de los años. Ya hemos establecido que el número de cosas que se pueden hacer, temporalmente hablando, es limitado, de manera que introducir una novedad puede resultar harto difícil. Ahí entran las valoraciones que al acumular el suficiente volumen —o al lograr un volumen mayor por la relevancia dada— hace que la gente descubra una serie. Normalmente un par de años después de su cancelación.

La labor promocional de una serie buena mediante críticas positivas —pongamos, de Louie por poner un ejemplo cercano— es un trabajo tan limitado e ingrato que a estas alturas aún hay gente descubriendo series como Arrested Development, sin duda una de las grandes comedias de la última década y cancelada en su día por baja audiencia.

Tendremos entonces que conformarnos con esto, con disuadir levemente a la gente y con tratar de ganar importancia para que vean lo que consideramos interesante. Mientras tanto podremos, como mucho, observar que así pasa la gloria del mundo.


Superparticipacolaboraconvergentidoso

No tenía pensado dedicarle nada de de espacio y, francamente, si se hubieran filtrado pilotos a buen ritmo como antes ocurría o si esta semana no hubiera sido tan plácida y aburrida probablemente me hubiera dedicado a otros menesteres. Pero como aún es pronto para ponernos con las nuevas temporadas, y no digamos ya empezar con la nueva serie de posts para el otoño, la ventana de oportunidad permite que hable aquí de un libro que, teóricamente, debería tener que ver todo con esta columna.

Teóricamente.

Estoy hablando de Piratas de Textos de Henry Jenkins, editado por Paidos y que lleva como subtítulo: Fans, cultura participativa y televisión y como texto para convencernos de su compra este resumen de sus 384 páginas:

La aparición y popularización de las nuevas tecnologías ha propiciado una relación hasta ahora inédita entre los consumidores y los productos de los medios de comunicación. Piratas de textos ofrece una panorámica de esta situación y de las consecuencias culturales y económicas de este fenómeno.
El libro analiza las actividades de una comunidad (o de una «subcultura») de reciente aparición: la de los «fans de los medios de comunicación». Este grupo abarca numerosos géneros: series dramáticas norteamericanas y británicas, películas de Hollywood, cómics, películas y series de animación japonesas, literatura popular, en especial ciencia ficción, fantasía y misterio. Con ejemplos de las actividades desarrolladas por los fans de series como Star Trek o Twin Peaks, entre otras, este estudio nos explica las prácticas críticas e interpretativas de estas nuevas comunidades de creación cultural, su interacción con los productores de contenidos y la manera en la que crean su propia cultura.

Luego cuando lees el libro descubres la verdad. Pero antes de eso, hablemos un poco de Jenkins. Su mayor creación —esto es, la idea que lleva exprimiendo más tiempo— es la de la existencia de una Cultura Participativa, una especie de puesta en común que resulta en la creación de unos parámetros para crear, compartir y elaborar una, digamos, visión cultural. Esta nueva cultura sería el resultado de los esfuerzos privados de los productores —de cine, televisión, videojuegos…— más la reacción fan. Precisamente el libro que más fama le ha logrado en España es Convergence Culture: La cultura de la convergencia de los medios de comunicación publicado en 2008 prácticamente a la vez que su edición USA y en el que, básicamente, estudiaba la reacción del público a los programas de la tele. Sí, bueno, en USA esto es investigación. Su premisa ha sido siempre la misma: Internet chocará con los Medios Tradicionales para producir un nuevo medio que surja de la reacción de los espectadores a lo que emiten los medios. ¿Han notado que he metido dos veces la misma idea en este párrafo? Pues ya se pueden hacer a la idea de cómo va el asunto.

El caso es que gustó lo suficiente como para que la editorial rescatara Fans, bloggers y videojuegos: La cultura de la colaboración , un libro de 2006 en USA —2009 aquí— que volvía a la misma única idea que el buen hombre parece haber tenido, esta vez con internet y los videojuegos de fondo. Y como no hay dos sin tres este año se ha publicado el libro que nos ocupa.

Lo de que no hay dos sin tres se refiere, obviamente, a que el Convergence Culture que propugna el autor se tradujo en 2008 como Cultura de la Convergencia, en 2009 como Cultura de la Colaboración y este 2010 como Cultura Participativa.

Pero vayamos al libro en sí que para algo nos dejan leer el primer capítulo desde el que podemos ver cómo el traductor hace grandes esfuerzos por manejarse en una lengua que, sospecho, es el Español de una Tierra Paralela —y, obviamente, malvada— pero que, sobre todo, nos da algunos parámetros de cómo funciona el asunto.

Empieza Jenkins desde el famosérrimo sketch de Get a Live! de Shattner en el SNL —del que ya hablamos en su momento— y no duda en destacarlo como un ejemplo de cómo lo académico trata a lo popular. En realidad, es un sketch. Por supuesto Jenkins no es capaz de ponerlo en contexto con la tradición del _ SNL_ —que trata como una institución monolítica— que tenía a un par de personajes nerds y que ha seguido haciendo chistes con y sobre convenciones. Aquí estamos en un ensayo teóricamente serio así que como mucho podremos encontrar ideas superficiales. A saber qué hubiera pensado de haber visto el gag de Padre de Familia que invierte los términos: Stewie va a una convención de La nueva generación y todas las preguntas giran sobre los proyectos actuales de los actores, se elimina cualquier referencia a la serie trekkie que les ha llevado allí. En cualquier caso este segmento cómico le sirve al autor para construir el listado de siete puntos que desgrana el estereotipo Trekkie.

Atentos que viene aluvión:

a) son consumidores estúpidos que comprarían cualquier producto relacionado
con el programa o con su reparto (los álbumes de DeForest
Kelly);
b) dedican su vida a cultivar un conocimiento inútil (la combinación de
la caja fuerte de Kirk, el número de la habitación de la asistente Rand,
el orden numérico de los episodios de la serie);
c) otorgan una importancia inadecuada a un producto cultural devaluado (“sólo es un programa de televisión”);
d) son unos inadaptados sociales que están tan obsesionados con el programa
que no tienen ningún otro tipo de experiencia social (“¿es que
no tienes vida propia?”);
e) son afeminados o asexuados, debido a su compromiso íntimo con la
cultura de masas (“¿has besado alguna vez a una chica?”);
f) son infantiles e inmaduros emocional e intelectualmente (la sugerencia
de que deberían salir del sótano de casa de sus padres, sus respuestas
infantiles y ajenas a las críticas de Shatner, la mezcla entre niños y
adultos con sobrepeso);
g) son incapaces de separar la fantasía de la realidad (“¿quieres decir
que tenemos que prestar más atención a las películas?”).

Tanto detalle podría hacernos pensar que iba a desmontarlo. Sobre todo proque varios de los puntos dan tanta vergüenza ajena que casi se desmontan solos. ¿Realmente se puede escribir son afeminados o asexuados, debido a su compromiso íntimo con la cultura de masas así como creyéndoselo? Pero no. No era esa la intención, claro, pues pasa a un artículo en Newsweek que incide en lo mismo. Y a continuación la queja.

Estas representaciones están ganando una amplia aceptación pública,
y los estudiantes y colegas que cuestionan mi interés por la cultura fan suelen
reproducirlas; la aceptación y circulación de estos estereotipos por parte de
los que no son fans refleja hasta qué punto estas imágenes encajan fácilmente
en un discurso mucho más amplio sobre los fans y su fanatismo.

Ahora sí que procederá a desmontarlos pensará mi silente lector. Equivocadamente, pero lo pensará. Sobre todo porque la persona de la editorial que decide hasta dónde incluir en las páginas de prueba se ha cuidado muy mucho de no incluir realmente el primer capítulo. Falta la parte en que Jenkins reconoce que algo de eso hay. Sí, indica que nadie cree estar tan mal como su parodia porque, en palabras de otro autor Todavía no he encontrado a nadie que declare ser un trekkie acérrimo. Lo que demuestra la poca gente que conocen, claro.

Jenkins pasa a explicar sus vivencias con ellos, como si fuera un antropólogo en una tribu perdida o la nueva Jane Goodall. Y lo hace confirmando la existencia e importancia que le conceden estos fans en sus convenciones a sus series favoritas. Algo sorprendente para él, porque debía pensar que una convención sobre Star Trek debía servir para intercambiar recetas de cocina o para albergar conferencias sobre el Egipto faraónico. Pero no, los fanes dedican esas conferencias a… *gasp* hablar de su serie favorita. ¡Giro inesperado!

La explicación del título, Piratas de textos , mitad responsabilidad de Jenkins, mitad de la edición española, es que estos aficionados entran al abordaje de personajes, localizaciones y tramas creados por otra gente y se los apropian. Fingen vivir en esos mundos, especulan sobre los personajes, discuten tópicos de la vida corriente surgidos del trabajo ajeno. Sí, el autor es el que podría responder —dicho sea con más optimismo de lo esperado— a todas las preguntas sobre las motivaciones de los personajes o las situaciones históricos políticas, religiosas, culturales y de cualquier campo que se le pueda ocurrir a un fan. Precisamente la gracia del sketch de Shattner se debía en buena parte a que no estaban dirigiendo las preguntas a la persona correcta. William Shattner es, digan lo que digan, un actor. Era Gene Roddenberry el que podía contestar a muchas de estas preguntas como creador del mundo. Pero pensar que el piano inventó la melodía siempre ha sido un fallo endémico a la industria del espectáculo.

Uno podría creer que desde ahí Jenkins reflexionaría sobre el criterio de creación, sobre lo oportuno o no de la ficción fan y el entrometimiento en el tema en sí. ¿ Hasta que punto es bueno que inventen y elaboren? No por su propio bien, que son todos mayorcitos por el amor de ROB!, sino por el bien creador. El problema eran los fans en sí, y su forma de hacer las cosas. Ttambién podría haber buscado la motivación para crear un sentimiento de comunidad a partir de una experiencia tan ajena y, desde luego, podría haber intentado descubrir por qué con una audiencia tan extensa sólo una pequeña porción militaba en la vida fan .Pero no, el problema no era de creación, de autoría o de simple interés.

Jenkins continúa analizando cómo este texto se convierte en algo real para los fanes. Explica que esa importancia absoluta de la serie que les lleva a estudiar de manera recurrente su fuente de interés, como si fueran escolásticos, es lo que hace que se burlen de ellos. Por oposición al erudito que se ocupa de la alta cultura al que sí se permite este tipo de estudios. Lo que resulta una notable estupidez como argumento no ya contando desde sketches de distintos programas sino pudiendo lanzarle a la cara una película tan magnífica como Bola de Fuego en la que se compara a estos eruditos con los enanitos de Blancanieves y se les retrata exactamente igual de ajenos al mundo real y a las bondades del otro sexo con comentarios que se podrían trasladar con tanta facilidad a este fenomeno fan de los trekkies —y sí, ya dice Jenkins que prefieren trekkers, mala suerte— que es sorprendente que no se haya hecho aún. Otro ejemplo de cómo logra no entender nada en absoluto es cuando muestra su incomprensión al preguntar a los fanes si les gusta también La Ley de los Ángeles. Si es así, ¿por qué no dedican sus esfuerzos a recrear ese ambiente, dedicarle fanzines y hacer convenciones?

Confieso que la simple idea de una convención en la que los asistentes fueran vestidos como abogados californianos me arrancó una fuerte carcajada. En lugar de notar que lo que los trekkies tenían, por encima de otros en palabras del autor, como los Fanes de Star Wars que se limitaban a reunirse de cuando en cuando para repasar las películas, o los seguidores de series como Los siete de Blake, un Universo para desarrollar y, además, el impacto de La nueva generación. Pero es que siempre será más fácil expandir, explorar e imaginar en un mundo imaginario que el Los Ángeles noventero. Algo que no parece acabar —ni empezar, la verdad- de entender. De lo contrario quizá se hubiera planteado no tanto una convención de gente vestida de Armani que intercambia tarjetas y se pone los cuernos mientras discute de párrafos del código civil sino uno de esos famosos estudios según los cuales las series de oficios mejor valoradas son parte importante para que los chavales en época de formación se decidan por una u otra ocupación. Una versión del fenómeno fan_ aplicable a nuestro mundo real llevando ese juego de las casitas de las convenciones más lejos de lo que cualquier aficionado a la ciencia ficción pueda concebir jamás. Pero eso tampoco le importa, porque tiene temas más jugosos que tratar.

Ningún desperdicio ofrecen sus palabras sobre el asunto del género que viene en el tercer capítulo, tratando la problemática —es un decir— de la serie La Bella y La Bestia. Mientras las fans, especialmente las femeninas, reclaman un mayor énfasis en la relación romántica de los personajes principales la cadena decide que lo que puede levantar la audiencia es más acción, dice Jenkins. También añade que era algo poco probable y, sin duda, enraizado en la educación que se da desde niños. La mujer, dice, es criada en el respeto ala acción y la violencia propias de los hombres con lo que deben apreciar y respetar las series de corte más masculino frente a los hombres que son criados para que rechacen el romance que gusta tanto a las féminas de modo que en un hipotético choque de intencionalidades, tramas o importancias siempre se privilegien las de ellos por encima de las de ellas. De esta manera, insiste, es imposible imaginar una historia con un contenido fantástico guiado por ideas románticas.

No porque no existe, tiene que aceptar, ya que hay toda una generación de autoras femeninas y feministas —risas— como Ursula K. Le Guin y seguidoras. También tiene que aceptar la existencia de Dark Shadows, pero, vaya por ROB!, era primero un culebrón y luego abrazó el fantástico y las tramas imposibles en las que nada era ridículo ni imposible, más por buscar algo nunca hecho y contactar con las fanes femeninas a las que siempre se les había negado esto.

Que no, insiste, que la fantasía es un campo en el que el peso de la mujer no será reconocido.

Por eso sus intentos de lograr que en Alien Nation haya una relación interespecies está condenada al fracaso a largo plazo.

Sí, vale, no puedo seguir más con esto. La Bella y la Bestia con un capítulo sólo para ella, Alien Nation y Los siete de Blake como claros ejemplos y Star Wars como algo que está ahí un poco de fondo… ¿Qué estoy ocultando?

Nada. En serio. Hago como el propio libro. Yo no oculto nada. Lo qeu pasa es que, claro, no he encontrado un hueco en el que explicar que, en fin, es un libro que se escribió en 1992.

Sí, ese 1992.

Eso es, hace 18 años.

En efecto, lo acaban de publicar ahora por primera vez.

Ah, ni idea, eso ya es cosa de los señores de Paidos. Que, en realidad, deberían estar más ocupados en otras cosas. Como que en la traducción se use indistintamente Como el perro y el gato o Dempsey & Makepeace según el capítulo, pasando del título español al inglés sin pensárselo mucho. O que unas series recurran al título español mientras otras, como Quantum Leap, aparezcan siempre en inglés. O que se diga que Dr. Who es una serie norteamericana que, ¡ruego a los dioses!, confío en que se le haya colado a los traductores y no al autor del texto.

¿Os imagináis un estudio sobre el fútbol escrito cuando Italia ’90? ¿Un ensayo sobre el cine actual preparado el año de Forrest Gump? ¿Creéis posible publicar un estudio sobre el cómic en los Estados Unidos escrita el año en que se fundó Image pero no publicada hasta ahora? ¡¡¡Eso es lo que nos han servido!!! [Tranquilos, no diré lo que cuesta el libro, ya sé que cuando uno habla de ensayos eso no se hace]

Pero volvamos al libro, que tras su visionaria demostración asegurando que el fantástico femenino no sucederá, pasa a los fanfics. No, no para reflexionar sobre lo que lleva a escribirlo o lo que tiene de problemas de autoría, qué más dará que el autor de La Bella y la Bestia esté notablemente en contra de los fanfics por motivos ideológicos y pragmáticos, al fin y al cabo este tal George R.R. Martin no es más que un guionista de la tele. Por contra Henry Jenkins es un profesor del MIT, el célebre Instituto Técnico de Massachusetts, que ha participado en las charlas TED y todo. No, no es profesor de sociología. Tampoco de antropología. Ahm… en realidad no tiene nada de Técnico, no. Bueno, vale, lo diré: Es profesor de Literatura. Sí, es profesor de Literatura en el MIT. Ya, suena tan improbable y triste como si el ESIC ofreciera una asignatura de Coolhunting pero, eh, ¡es cierto! Vale, Jenkins no entra a valorar ni siquiera en este capítulo la forma literaria, en la estructura ni en ningún otro aspecto propio de su campo, pero es que yo soy un clasista lleno de prejuicios y lo sé así que no mencionaré más el tema.

¿De qué habla en el capítulo de fanfics entonces? Pues de que los fanes están tan metidos en el mundo que hacen narraciones. Luego las divide en unos poco grupos y, tachán, ahí caben todos los fanfics. Seguido lo cuál llegamos a un capítulo entero para un tipo concreto de fanfics que yo, en mi maldad reflexiva, no puedo dejar de pensar que es de lo que todo esto iba desde el principio.

Atentos, que copio el nombre completo:

“Welcome to Bisexuality, Captain Kirk”: Slash and the Fan-Writing Communit

¡TA-DAAA!

Os ahorro la descripción de lo que va dentro porque, total, ¿para qué? Jenkins decide que el slash es un gran tema. Media docena de pequeños apuntes de posibles causas sobre qué llega a alguien a escribirlos —que se resumen con un pensamiento cercano a El público femenino necesita ver llevadas a cabo sus ideales románticos, algo apoyado por los fanes ambiguos — para pasar enseguida a dividirlos y catalogarlos, después de explicar las partes más habituales de uno de estos relatos. En serio. Y lo mejor es que dado que el siguiente capítulo es de canciones creadas por fans y vídeomontajes, muchos siguiendo con estas ideas, otros desde un punto de vista de fuerza musical inducida o pura oralida desenfrendada, Jenkins aprovecha para repetir el repaso y listado de los mismo. Mucho mejor que que algo que parezca mínimamente interesado en preguntarse cómo o por qué pudiéndose centrar en el más limitado por dónde, que unido el encadenado de temática en los últimos capítulos, no dejo de considerar que quizá llegar a la página 384 era un reto propio o una apuesta a la que llegó en un club masculino. Eso o dar la vuelta al mundo en 80 días. El caso es que las siguientes páginas de relleno nos va conduciendo a las conclusiones finales.

Él explica el mundo de los fanes desde su punto de vista, no entendiéndolo como el uso de sus conocimientos y capacidades para analizarlo sino de lo que ha ido y ha visto. Para él la vida real es lo que se escribe en internet, hablando de cómo los miembros de las comunidades interneteras consideran si están influyendo en el desarrollo de Twin Peaks. Y eso en la época del PODER NEWS!, más cercano a Jumpin’ Jack Flash que a La Red. Aunque tiene la parte buena de ver que en internet todo es más o menos igual. También le sorprenden las argumentaciones y reflexiones de los zines. Fanzines sobre todo, pero también prozines, ezines y algunas otras publicaciones. Este hombre va de sorpresa en sorpresa. Y concluye que lo que ve en las convenciones parece haber sido absorbido por su pasión por la serie. Pero de manera alegre, pop, casi como una reivindicación de la cultura popular. A mí particularmente me preocuparía más que un tipo fuera disfrazado de trekkie a comprar el pan que a una convención pero como no conozco a los trekkies para qué discutirle. La narración de la emisión de unos episodios de La Bella y la Bestia inéditos en USA grabados en Quebec, con doblaje francés, en una convención sin nadie que supiera francés —ni que pudiera llamar a alguien que lo supiera, aparéntemente— que llevaba a los organizadores a pedir a los asistentes que si entendían alguna palabra o frase lo dijeran en voz alta. Pero el autor se limita a exponerlo como un ejemplo de la entrega fan, sin darse cuenta de lo divertido que tuvo que ser, ni comprender las dificultades de su propia época. —¡Por el amor de ROB!, usaban VHS!— y añadiendo un par de líneas sobre una práctica habitual en los aficionados al manga y el ánime japones, que carecen de subtítulos y tampoco entienden el idioma de emisión que resultan difíciles incluso de calificar.

Sus conclusiones, en fin, os sorprenderán: La existencia de una Cultura Participativa, una especie de puesta en común que resulta en la creación de unos parámetros para crear, compartir y elaborar una, digamos, visión cultural. Esta nueva cultura sería el resultado de los esfuerzos privados de los productores —de cine, televisión, videojuegos…— sumada y enfrentada, a la vez, la reacción fan.

Sí, lo de siempre. Pero aquí aún era nuevo.

Esto es todo lo que logra rascar. No entra en otras consideraciones, se limita a consignar lo que ve. No se preocupa tanto por los distintos tipos de fans ni lo que los poduce, que sería mucho más interesante, tanto como porque hay fans entregados, fans críticos, fans enogados y fans mujeres que quieren romance, las pobres.

La verdad es que sí da que pensar un par de temas: ¿Podría yo engañar también a alguien para que me edite? ¿Soy tan superficial? ¿La idea es tan buena que se puede estirar veinte años o podría coger cualquiera para dedicarme a no dar palo al agua? ¿Quién será el público objetivo de este Piratas de Textos ?

Pero, sobre todo: ¿En qué está pensando un editor español cuando decide darle salida a esto? Así, con sus errores, su desfase y sin molestarse en actualizar nada.

¿Serán realmente san fáciles los seguidores de series?


Variantes

Según el calendario hemos regresado al trabajo, algo que puede ser o no cierto pero que en la temporada televisiva se finge con completa naturalidad y desparpajo. En realidad lo que hemos tenido de fin de fiesta es una gala de los Emmy adelantada un par de semanas y que, francamente, no ha dado ningún motivo para añadir algo a lo ya comentando en su día, el olvido de Justified y Community hablaría por sí solo si no lo hubieran redondeado todo con los premios logrando la paradoja de continuar con el seguidismo en varios de los premios gordos y, a la vez, premiar novatos en las áreas que demostraban ser más tradicionales. Esto es, gran éxito de Modern Family desde un punto de vista relativo —más premios con menos candidaturas— y poco más. Bueno, sí, que resulta que Nurse Jackie es una comedia, fíjense ustedes.

En cuanto a las series que dejamos al cargo durante el verano… decir que ha sido un desastre es, quizá, quedarse corto. Las audiencias han sido tan crueles que en la mayoría de los casos han decidido eliminarlas para poner reposiciones que han sido este año las reinas del mambo en USA. Mención especial para la abracadabrante Persons Unknown, auténtica serie de culto en ciernes, que lograba llevar el desastre argumental, la falta de caracterización y —en general— cualquier error que se pudiera cometer, con la ligereza de una comedia de situación. El que la cadena decidiera emitir un capítulo exclusivamante en internet y todas las vueltas de su destino televisivo final —que incluyen refundiciones, capítulos especiales y media docena de ideas fantasmas más—no hacen más que mostrar un problema claro. ¿Qué se hace cuando las cosas no salen cómo se espera?

Mientras los americanos corrían como gallinas sin cabeza preparando un regreso tempranero de las series más importantes en Inglaterra era la cabeza la que no encontraba gallina. No ya por las minis de seis capítulos —que a veces son minis y a veces temporadas— sino por la proliferación de miniminitemporadas de tres capítulos de duración telefilme — Vexed o Sherlock por poner dos con razonable éxito— juntados con series de mayor número de episodios o la declaración de Moffat, actual productor de Dr. Who de que se pasaban a la temporada partida 7 + 6 al estilo americano, americanos que, además, le iban a producir al antiguo productor del Doctah una nueva serie de Torchwood.

En cuanto a España… Es curioso comprobar cómo los nuevos canales, Nitro o
Boing sin ir más lejos, se han incorporado con total tranquilidad a la rutina diaria. El extraño resultado viene de la cercanía en el trato sin tener un aumento en los presupuestos generales. La paradoja pues de la gente rechazando un aumento en el número de canales a su disposición desde un principio de “Son más de lo mismo, ¿para qué queremos más?” en vez de reclamar una subida en la calidad media de los canales, o incluso un enfrentamiento por ello. Pero ya habrá habido el roce entre los representantes de uno y otro método.

Quizá la solución hubiera sido diferente de seguirse otros métodos por parte de las cadenas, o si existiera una mayor cultura del castigo más que una idea de utilización de lo que nos ofrecen para adaptarlo a nuestras necesidades. Este último giro, tan común entre el telespectador español, ha ido creciendo hasta dar lugar a auténticos giros del tipo telenovelero en determinadas series que no deberían ir por esos, llamémoslo así, rieles pero esa ruptura del espectador juvenil que ya está afectando en Estados Unidos de manera sinificativa. Aquí Internet está convirtiéndose más en una plataforma para el marujeo que en una localización efectiva de los gustos. Parecemos condenados a esperar que alguien aproveche el material creando un primer gran canal con protección en internet, incluso suponiendo que alguno de los implicados no acabara llamando a la SGAE para que reparta suertes.

La constante aparición de nuevas sintonías, o de cabeceras nuevas en viejas sintonías, ha servido para revisar algunas viejas ideas inútiles como las que dejaban fuera de juego al público infantil, culpable de la desaparición de los programas para niños ahora, incluida la hora de la siesta, que se ha invertido al ver los excelentes datos de Clan y de Disney Channel que les ha hecho replantearse alguna idea inamobible. Pero, como siempre, la presencia de más posibilidades favorece una nichificación que está abierto a unas formas de ocio distintas permitiéndonos explorar recovecos más interesantes de nuestras preferencias, una demostración clara de la vieja idea de que en España debería haber facilidades para abrir nuevos canales.

Lo que nos llevaría, claro, a Internet. El lugar donde se puede planificar cualquier estrategia que les lleve a consumir lo que nos ofrecen y, sin embargo, son las públicas las que más juego están dando. Aún las cadenas no se fía y parecen no querer poner en peligro espectadores o teóricos compradores del material explotado —dentro del común aspecto de temporadas de DVD— haciendo que, paradójicamente, la presencia marginal de webseries vaya ganando importancia incluso si luego no son capaces de mantenerse dentro de la televisión tradicional.

En resumen, un panorama general que nos habla de los inicios del cambio y de cómo nadie parece tener muy claro cómo son o cómo serán las cosas. Excepto, es inevitable, los opinadores/críticos televisivos.