Seguimientos monetarios enfrentados

Es curioso comprobar cómo la presencia de Charlize Theron en el programa de Jimmy Kimmel ha dejado descolocada a gran parte de la profesión y de los opinantes. No ya porque se empeñen en decir que se mofó del programa de Pablo Motos —Algo que, por cierto, de haber sucedido estaría en su perfecto derecho que para eso le tocó sufrirlo; otro tema es lo tácticamente erróneo que supone— cuando simplemente expresó su asombro. Y es precisamente el motivo de su asombro lo que nos debería hacer reflexionar.


—Sí, la ortografía en los subs es pésima, qué vamos a hacerle—

El desconcierto de Theron no se debe a los bailes, las pruebas chorras o los momentos de pseudociencia. Por favor, son americanos, conocen perfectamente de dónde se ha robado cada segmento. El desconcierto viene de otro lado, y está claramente expresado en su intervención. Charlize cuenta como ella y Kristin Stewart preguntaron por las demographics. Es decir, el público al que iba dirigido aquel programa. ¿Adultos, niños, jovenzuelos descarados, abueletes?

Estáis en lo cierto, voy a volver a establecer esa cronología que dice que tras el desastre con The Smothers Brothers Comedy Hour en la CBS se dieron cuenta de que valía más la pena tener un público joven y dispuesto a dejarse el dinero que tener más público pero de mayor edad y menor capacidad adquisitiva; el hecho fundacional que llevó al alzamiento de Fred Silverman y la famosa Purga Rural. Irónicamente en su segundo acto, casi veinte años después, fue la CBS —ya establecida gracias a esos jóvenes babyboomers a los que habían retenido mientras envejecían— quién sufrió la idea difundida por la FOX de Murdoch de que una audiencia juvenil limitada era mejor que una adulta. De ahí el famoso asunto de la primacía de la demografía 18-49.

Tema este que os puede parecer ridículo pero que explica que esté comercialmente mejor vista Modern Family que NCIS pues aunque ésta sea la primera serie en audiencia total y el tercer programa en número de espectadores, es sólo el octavo en lo que al segmento 18-49 se refiere. Por contra, Modern Family no aparece entre los 10 programas con más audiencia pero sí es la primera serie —y el cuarto programa— de ese segmento.

No es esto lo único que en España aún no hemos asumido. Porque el que el mercado se destinara a los 18-49 no significa que el resto se quedara desatentido, sólo que las Grandes Cadenas iban a por ellos de manera que se podía buscar un nicho para el resto. De ahí tantos canales temáticos como canales con una orientación muy concreta, y si bien algunos de estos intentos de lograr un público determinado pueden acabar en un fracaso similar al de la CW por atraer a jóvenes mujeres —¿a quién no le ha pasado alguna vez?—, está claro que los americanos tienen muy claro que es la mejor forma de poder fidelizar a un público determinado. Por eso, incluso sus programas en televisiones más generalistas tienen un público objetivo en virtud del cual se guioniza y prepara al invitado.

Lo sencillo sería decir que aquí no. Es decir, parece muy obvio que aún no hemos tenido nuestra purga rural, pero… ¿realmente nunca hemos tenido una cadena que tratara de apelar a la junventud? ¿O es que la mezcla de deseo y realidad ha sido demasiado fuerte? Cuando Tele 5 comenzó a emitir parecía destinado a un público infantil y juvenil, adolescente incluso, prioritariamente masculino. Lo que pasa es que según iban pasando programas uno tenía la impresión de que ese aire a naftalina que traía se debía a que no buscaban ese público de manera consciente sino que estaban usando la programación dirigida a los italianos. Más recientemente, el nacimiento de Cuatro y La Sexta parecía una oportunidad para atraer a un nuevo público. Que todos hemos visto lo que duró y cuánto fue cambiando. Especialmente en el primer caso.

Así pues, si malo es el primer caso posible —La no-búsqueda de un nuevo modelo o la incapacidad para permitir que éste se asiente—, quizá la otra lectura que se puede sacar es aún más lamentable y apocalíptica.

¿Y si el problema real es que no tenemos esa franja de consumidores? ¿Qué ocurriría si en España el dinero en movimiento lo tuvieran las franjas de edad superiores? De manera que serían las familias en pleno, o las personas de más edad, aquellas más dadas a gastar… Pero a gastar ¿en qué?

Resulta poco creíble suponer que los anunciantes no son capaces de entender que mostrar un anuncio a mucha gente no significa que vayas a vender mucho cuando lo que vendes, o la gente a la que se lo vendes, difícilmente se va a encontrar entre ese público. Como mucho se le podrá convencer de que si la familia en pleno ve la televisión entonces a su segmento completo le acabará llegando algo de rebote.

Y, sin embargo, así seguimos. Con programación familiar pasadas las 22 horas —incluso las 23— e intentos de agradar a todos que, al final y como siempre, no agradan a nadie. Si en Estados Unidos están sufriendo una huida masiva primero a los canales específicos de cable y, después, a entretenimientos alternativos —es decir, a Internet— que les tienen tan preocupados como hablábamos hace un par de columnas, no podemos más que preguntarnos cuántos de los jóvenes españoles —o, digamos, de al franja famosa 18-39— siguen realmente haciéndole caso al televisor.

De momento me temo que tendremos que aceptar que nuestra televisión — rural, anciana, de bajo nivel intelectual y poco preocupada por nada que no sea disparar a bulto— tiene poca solución, sobre todo sabiendo que ya somos muchos los que nos hemos exiliado de ella.


Foodies cocinismos amateurs

A veces las cosas son difíciles de poner en una secuencia de tiempo correcta. Por ejemplo, en este caso, el uso y popularización de la palabra Foodie. Empleado en inglés como término que describe a los entusiastas de la cocina desde un punto de vista amateur y alejado de la carga de negatividad tiquismiquis que acompaña a la palabra gourmet, los foodies se presentaban más por el lado despreocupado y desprejuiciado, gente en busca de experiencias con el sabor y la alimentación.

Por supuesto a las televisiones les faltó tiempo para convertir esta palabra en otro comodín más, otro ejemplo de uso vacío y con escaso sentido pensado para etiquetar en general, empezando, obviamente, por el propio Food Network.

Durante los años se ha debatido mucho sobre la palabra en los dos campos clásicos: qué acota y qué necesidad hay de usarla. Especialmente con la ascensión del canal de televisión y la llegada de internet a la cotidianidad, permitiendo que surgieran blogs y canales de YouTube —y otras plataformas, claro— que recogían bien momentos de esos programas televisivos, bien nuevos programas creados directamente para la red.

De tal manera que el entusiasta fue sustituido par la doble vertiente de cocinillas y, más importante aún, de El pesado de la comida.

De la misma manera en que antes otras palabras teóricamente positivas, como Ecologista, habían pasado a significar algo negativo, El pesado de las plantas, aquí la sobreutilización y el mal uso empezaban a devorar el término. Por motivos muy similares. Gente que se centraba en la procedencia o el estilo de la comida, más allá de la propia comida en sí, exagerando la necesidad de mantener unas ideas y convicciones o, como bien acabarían satirizando, tomándoselo todo demasiado en serio.

Dejando de ser gente que buscaba cierta alimentación para vivir sano a ser gente que necesitaba estaba estar sano para seguir cierta alimentación con vida.

Todo lo cuál nos lleva directamente a la tele donde, sin prisas, se habían empezado a colar referencias y puñaladas sutiles hasta llegar a… Bueno, os lo podéis imaginar:

Que, por cierto, se puede ver completo aquí

Claro que esto no significa que no haya quién enarbole la bandera Foodie en televisión, aunque pille un poco más lejos:

Lo que demostraba, más allá de cualquier duda, que los foodies eran ya una tendencia de la que, como mucho, uno se podía reír. Gente que había logrado aupar un repertorio televisivo y que con su esfuerzo en otros medios lo estaba apuntalando. De manera que su relevancia televisiva demostraba ser externa frente a las creaciones en todos los frentes, insisto, no sólo webs o blogs, también en imitaciones de los programas de la tele hechos para internet:

Por miedo que den —no voy a decir que especialmente la última—, parte de su finalidad es acabar en la tele. Lo que muestra o crea un ejemplo de espejo realmente complicado, esperan que haciendo lo que harían en televisión les contraten por imitación. Como si los rígidos formatos y la capacidad para cumplirlos fueran la forma de abordarlos.

¿No era la idea de que Internet era el futuro lo que estaba matando a la televisión tradicional? Todo eso que ofrece la red que ella no podía… ¿Cómo es que entonces lo que aparece en la red parece más ocupada por usar las soluciones y reglas de la tele? ¿Será entonces un ejemplo de que el problema con internet y la televisión es diferente?

Francamente, es difícil de asegurar. Porque da para mucha más reflexión y porque, en realidad, un día como el de hoy sólo podemos mostrarnos partidarios de todos esos entusiastas de la comida y sus vídeos amateurs.


Problemáticos creadores destronados

Resulta algo complicado escribir esta semana mi columna sin ponerme trágico ya de entrada.

El escenario es este: La NBC, con su actual jefe a la cabeza, Robert Greenblatt, decidió renovar por una temporada más Community.

En consonancia con la estrategia del propio Greenblatt —un ejecutivo más cercano a Silverman que a Tartikoff— de cancelar la mitad de su programación, encargar un cerro de series —Ay, cada vez que pienso en el Pilotos Deathmatch que me espera en otoño…— y renovar las ya existentes por sólo 13 capítulos. —Con las únicas excepciones de The Office y Parks & Recreations— la idea era mantener un show de culto.

Pero.

Dentro de la notable capacidad de Greenblatt para ponerse en ridículo, en apenas un par de años como jefe lo que debería ser todo un record, no sólo tuvo que decir y desdecirse demostrando estar bastante lejos de cualquiera de esos dos o, incluso, de Kevin Reilly. Pero ha ido un paso más allá a anunciar que 30 Rock no entraba en su temporada final para, antes de 24 horas, tener que desdecirse y confirmar que sí lo es. Y es que cuando parecía que su experiencia al frente de Showtime serviría de algo. Para respetar a los autores y sus series, nos ha salido con una de as ideas más sucias, burdas y ridículas que se pueden realizar en la televisión.

Community continuará, sí, pero sin Dan Harmon. De manera que, horas después de que el programa fuera TT mundial era el creador el que ocupaba su puesto, y lo lograba precisamente, por haber saltado el propio Harmon a explicar que no, que nada de diferencias ni de problemas… que nadie se había molestado en llamarle, ni en preguntarle quién debería sustituirle ni nada.

Harmon es un creador problemático, combativo, apasionado. Algo que en la NBC ya sufrieron en los ’70 con Lorne Michaels y que en la tele tienden a soportar con estoicismo. Y suelen acabar siempre igual, acordaos de los Smother Brothers.

Total, que aquí estamos. Con Community viva a manos de unos tipos que vienen de arreglar Happy endings o Just shoot me. Es decir, un tipo de comedia útil para el gran público, brillante quizá en algún momento pero streets ahead de Community. Así que, básicamente, en la NBC están jugando a la necrofilia.

Esta no es la primera vez que se hace esta jugarreta, por otro lado. De hecho hay toda una tradición de ejecutivos televisivos destroz… cambiando las reglas de series bien establecidas. Aunque en general suele ser porque el creador considera que aquello ya ha dado todo lo que se podía mientras que la cadena considera que se puede seguir exprimiendo. Y normalmente no. Pero ahí están los casos de Eric Kripke en Supernatural o de Amy Sherman-Palladino en Gillmore Girls —Que, de hecho, tenía que haber cerrado INCLUSO antes—. E, incluso, de creadores que van y vienen por sus series como es el caso de Bill Lawrence en Scrubs o lo que ya contamos de David E. Kelly, un ejemplo de creador que se implica en la serie y la marca dejando una huella muy personal, que hace difícil separarlos.

Esa es, de hecho, otra de las cuestiones. Hay series tan genéricas o tan poco originales que parece valer cualquiera. Incluso hay series en las que entran y salen productores, marcando pero no haciéndola imposible sin ellos. A Chuck Lorre le ha pasado varias veces. Y ya si nos vamos a las series franquicia como Dr. Who o, sobre todo, Star Trek, podemos ver como marcan pero hay una idea general sobre ellos.

En cualquier caso a lo que remite inmediatamente este asunto con Harmon —y, por tanto, sobre lo que os vais a aburrir de leer— es a la salida de Aaron Sorkin de El ala oeste de la Casa Blanca.

Sorkin, por mucho que os sorprenda, tampoco era una persona fácil con la que tratar. Sobre todo por parte de los ejecutivos. Igual que Harmon o que Tom Smothers. Así que para la cuarta temporada en la NBC —sí, ellos de nuevo- no aguantaban más, y le acabaron echando. A ver si entraba en rehabilitación o en chenowetación o algo. Él se vengó dejando un cliffhanger como una casa. La serie se volvió muy oscura durante ese primer año aunque acabó logrando encontrar una forma de reconducirse, menos brillante, menos efectiva pero que les permitió aguantar tres años y cerrar en la séptima temporada la Adminsitración Bartlett.

Y ese es, mucho me temo, el mejor de los escenarios.

Seguimos con la política pero nos vamos a la ABC, con la aparición de Commander in chief en la que Geena Davis interpreta a una vicepresidenta que acaba tomando el lugar del presidente. Todo ello idea y creación de Rod Lurie. La serie empezó con unos datos estupendos, fue primera la noche de los martes y logró incluso una candidatura para Geena Davis en los Emmy.

Pero.

Resulta que Lurie tampoco era sencillo al trato y, de hecho, parece que se retrasaba un poco en escribir los guiones que él mismo tenía que hacer —algo muy Sorkin o Kelly, por otro lado— así que decidieron quitarle tras el episodio 7.

El elegido para ocupar su lugar fue un clásico, Steven Bochco, experto en salir de las series que creaba que esta vez tenía que recoger una serie ganadora. Lamentablemente no sabía qué hacer con ella y, a partir del noveno capítulo empezó a sangrar su audiencia. Hicieron una pausa pero a su regreso la cosa no mejoró y Bochco se largó en el 14. Viéndose la situación en el 15 se fue uno de los actores, el vicepresidente Peter Coyote.

Pese a haber pedido —y grabado— una temporada de 23 capítulos en sus buenos viejos tiempos nunca se llegó a emitir más allá del 18. Los 5 que quedan estarán archivados en algún lado, quizá algún día salgan a la luz.

Mientras la gente se preguntaba cómo había podido dejar al ABC que les ocurriera esto y lanzaba ideas peregrinas como que toda la serie era una creación pro Hillary ante las elecciones que tendrían que llegar en dos años lo que muchos enían claro es que el destino se había sellado el día en que decidieron dejar fuera a Lurie.

Ahora podemos sentarnos y pensar qué es lo que será de Community, una serie que tiene tanto de su creador que hay capítulos concretos que parecen anotaciones de su vida cotidiana como ese episodio de esta última temporada que casi parecía una metáfora de la propia serie, Documentary Filmmaking: Redux, o como la pregunta ya sin respuesta que se hacen en el magnifico “Curriculum Unavailable”, ¿cómo han podido durar tanto? ¿Cómo se ha podido permitir la existencia de un lugar como Greendale sin que nadie les haya quitado de en medio pese a la clara incompetencia del Decano? Toda una reflexión disfrazada de terapia sobre la propia serie y el estado de la NBC que ha acabado convirtiéndose en profecía.

Esperemos que para la próxima temporada la lobotomía sea ligera. Sólo de imaginarme una muerte en vida y éxito como la que atraviesa The Big Bang Theory tiemblo de terror.

Así que ya veis, hay cosas peores que enfrentarse a lo desconocido de los Pilotos. Enfrentarse a lo que una vez fue conocido y querido para nosotros y ahora va a haber cambiado a la fuerza.


Sintiendo glorious food

Poco a poco vamos completando el puzzle de la cocina en televisión y, sin embargo, aún no le había dedicado un espacio propio a uno de los nombres que aparecen recurrentemente en estas columnas. Alguien que casi podría servir como metáfora de un estilo no ya de hacer cocina sino, incluso, hacer televisión.

Es decir, Jamie Oliver.

Podríamos incluso contraponerlo a la otra gran figura de la actualidad televisiva gastronómica, el siempre cabreado Gordon Ramsay. Un cocinero hosco con una larga carrera detrás y el respaldo del gran enfant terrible —y respaldo de los Tories, ¿quién les entiende?— de la cocina UK, Marco Pierre White, que pese a tener 12 estrellas Michelin sale en la tele pegando gritos y aterrorizando a gente por todo el mundo en una suerte de celebración del acoso laboral a gran escala. ¿He comentado ya que este verano empieza su cuarto programa, verdad? Esta vez le toca a los pobres hosteleros. Como acabe pasándose por Mallorca pueden acabar las cosas a tiros.

Frente a esto Jamie Oliver no tiene ni una sola estrella Michelin y, de hecho, su carrera en la cocina se vio truncada cuando empezó a trabajar en televisión a la tierna edad de 22 años. —Quizá por eso nunca aprendió que no se puede sobrecargar un plato acumulando unas cosas encima de otras. Quién sabe. — Su estilo, centrándose en los ingredientes naturales y en el huerto propio en la más pura tradición británica parecían convertirle en un apostol del buen rollo. Pero la realidad va un poco más allá.

No contento con sus programas de cocina desnuda y sus programas de viajes para acercarnos a la multiculturalidad que da la cocina de otros paises y su variedad —Puede que para justificar su uso y abuso de algunos ingredientes poco tradicionales— decidió ir más allá.

En 2002 unió un par de conceptos y preparó un documental que también era reality y hasta tenía una pizca de concurso. —Lo raro es que no le echara también jengibre— Se trataba de Jamie’s Kitchen, la historia de un grupo de chavales problemáticos a los que se daba la posibilidad de aprender un oficio en las cocinas si se esforzaban lo suficiente y así ofrecerles un futuro empleo en el nuevo establecimiento de Jamie que se llamaba, claro, Fifteen.

Un propósito más que loable, incluso suponiendo que los chavales problemáticos, como sus contrapartidas adultas, nunca han tenido demasiados problemas en encontrar su ruta hacia las cocinas. Pero, eh, la intención es lo que cuenta, el propósito era noble y, ya puestos, en 2003 pudieron hacer un repaso a lo sucedido con Return to Jamie’s Kitchen.

Para los que se lo pregunten, Fifteen sigue abierto, activo y dando empleo a jovenes con problemas. Como TeleCinco pero en noble.

Mientras tanto Jamie tenía otras ideas en las que centrarse. No sólo pensaba en los niños y en la comida. También pensaba en la comida de los niños. De manera que en 2005 presentó el documental en cuatro partes Jamie’s School Dinners en el que cuestionaba y sugería como mejorarlas.

Fue un éxito completo, claro. El gobierno del teórico laborista Tony Blair accedió a incrementar la partida para mejorar las condiciones dando aún mayor relieve a la labor movilizadora de Oliver. De manera que a partir de ahí empezaría a compatibilizar sus programas de cocinas y viajes con otros programas educativos y reformistas. Su idea de aprovechar su figura pública y fortuna personal para mejorar la comida de los demás parecía una manera de lograr expandir su imagen de chico bueno. O quizá de evitar que la fiscalía actuara contra él al descubrir el nombre de sus propios hijos. En cualquier caso las intenciones seguían siendo nobles incluso cuando se usaban para promover a pollos criados fura de jaulas como alternativa deseable a los actuales. De todas formas, cuando Jamie regresó a las escuelas públicas para ver cómo habían cambiado descubrió todo lo de fiar que pueden ser los políticos.

Dinero que no acababa de llegar o se perdía por el camino, comedores que se cerraban o pasaban a ser subcontratados a terceros que —faltaría más— pasaban del menú pactado con Olivier. En esta ocasión los políticos volvieron a prometer cosas y blablabla.

Si bien Jamie no ha hecho un tercer programa —aún— sobre el tema si ha habido periodistas que se acordaron y volvieron en 2009 a echarle un ojo. El resultado general parecía bueno, dentro de lo poco que se ha logrado cambiar y las mínimas que fueron las mejoras ya es un paso para lo que se pretendía. Todo un canto de amor hacia las victorias pírricas.

En lugar de eso, en 2008, presentó Jamie’s Ministry of Food, otro ejemplo de docu-reality en el que trata de convertir a todo una pequeña ciudad a la idea de la cocina sana, la agricultura sostenible y todas esas cosas que le gustan a él. Una lucha a favor de la comida y en contra de la vaguería de la cocina sin esfuerzo y el mal uso por abuso de los precocinados. No le fue mal pero, claro, no es como si lo hubiera intentado con Manchester.

Pero en lugar de regresas un par de años después o dar una tercera ronda a los comedores escolares Jamie se centró en otras cosas ¿Y por qué no ha habido aún un tercer programa? Pues porque Oliver había decidido aceptar el reto y enfrentarse a un problema aún más gord… grande. ¡¡¡Estadounidenses!!!

Ya en su segundo especial sobre granjas, dedicado al bacon, se había dado un paseo por América. Tras lo cuál grabó Jamie’s American Road Trip, otro de sus clásicos programas de viajes que, además, se centraba en la problemática de la granja, en la comida sana y natural y al producción honesta y… en fin, os lo podéis imaginar.

Obviamente Jamie Oliver ya era conocido allí, al fin y al cabo salía en el Food Network —Imagino que para equilibrar el karma del canal tras cada programa de Paula Deen— pero tanto estos programas como sus esfuerzos por mejorar la alimentación era cuestión de tiempo que acabaran atrayendo la atención de algún canal. Así que para 2010 la cadena ABC, siempre tan familiar, decidió que si la FOX podía tener sus programas de Gordon Ramsay gritando a cosas con gran éxito ellos podían usar el buenrollismo de Oliver en un sitio que lo necesitaba incluso más. Los comedores escolares de América. —Del norte. Pero no muy al norte.—

El resultado fue… bueno… el esperado. Los americanos se tomaron a mal que un inglés viniera a decirles cómo criar a sus hijos, como comer correctametne, qué comer correctamente, que estaban gordos, que estaban jodidamente gordos, y que la culpa de todo lo anterior era suya. De ellos.

Mientras en el programa se podían ver imágenes espeluznantes como esta:

En la que unos chavales son incapaces de reconocer un alimento no-procesado. El problema es que se explica claramente que gran parte del problema viene de los altos precios de la comida fresca frente a los precocinados y la comida rápida; a la vez que en los medios locales se hacía arder Troya contra las interferencias ya no de sus gobiernos sino, incluso, de ese maldito extranjero que quiere venir aquí a decir cómo tenemos que hacer las cosas. ¡U-S-A! ¡U-S-A!

Al segundo año de emisión fue cortado por el dinero que costaba y, sobre todo, por la baja audiencia. Poco a poco había, sin embargo, empezado a lograr resultados. Con todo lo malo que podemos decir de ellos su familiaridad para los mecanismos de la acción política facilitó que se hicieran acciones políticas para oponerse a los grandes lobbies de la comida precocinada y para darle visibilidad tanto al problema como a sus defensores. Quizá sin él nunca hubieran saltado a los titulares casos como los de los distritos escolares que contaban la pizza como un vegetal porque, bueno, llevaba tomate. De hecho, la Primera Dama actual, Michelle Obama, ha decidido hacer campaña por la salud, incluyendo una alimentación sana y responsable.

Hubiera estado bien que la Primera Dama se preguntara por qué es más caro un alimento fresco que uno procesado o impulsara alguna ley para vigilar las normas sanitarias que deben cumplir los procesados pero, en fin, no se puede tener todo y debemos suponer que hacer sentadillas en los late s es más…ahm… realista.

Mientras tanto Jamie Oliver ha puesto en marcha otro programa buenrollista en la televisión inglesa, Jamie’s Dream School , en el que no se contenta sólo con el comedor y quiere llegar hasta las aulas. De una gran cantidad de temas, oigan:





Y podría pasarme el día enlazando pero casi mejor os pasáis por esta especie de TEDtalks juveniles.

Sinceramente, me parece una buena iniciativa porque mete a los profesionales en las clases, para tratar de entender qué ocurre en ellas desde dentro y no por constructos, imaginando formas de mejorarlas. Y también porque aparta a Jamie de la cocina.

Esa es, en realidad, el resultado de todos estos programas. Jamie puede que no sea la persona más adecuada para hacer caso en la cantidad de especias que puede tolerar una comida, pero sí sabe una cosa: Sale en la tele y puede convertir eso en una manera de hacer palanca y mejorar los aspectos de la sociedad que realmente conoce. Y, a partir de ahí, ir construyendo y buscando soluciones a otros problemas relacionados. También puede traer una cámara que se fije en los problemas y problemáticas reales, desde el auge de la comida procesada al alza de precios y, sin embargo, que las explotaciones de carne pueden ser incluso más insanas que las que nos hacen subir los precios sin que parezca que exista una solución sencilla.

Así que, a veces, a donde no llegan los documentales de verdad se puede usar el sensacionalismo de los docu-realities. ¡Vivir para ver! El resultado más cercano lo tendréis muy pronto. Ha convocado para el 19 de Mayo un Revolution Day para difundir sus pensamientos. Por todo el mundo, España incluida. ¿Qué repercusión tendrá? Habrá que esperar y ver.

Mientras tanto, si pudiera alejarle alguien de la raíz de jengibre…


Revisión secundaria pilotososa

No, no temáis mi suerte. Al fin y al cabo no hago esto por vosotros, llevo años haciéndolo por mi. Y puedo deciros que en realidad tampoco ha cambiado tanto el asunto. Generalmente la cantidad de series nuevas, o que merecen que le echemos un ojo, está dentro de lo previsto por Sturgeon, incluso por temporadas parece que fue muy optimista. Pero, en fin, esta es la mejor manera que conozco de encontrar lo que realmente vale la pena así pues…

¡Que comience la lucha!

6Degrees
En Inglaterra ser joven tiene que ser toda una experiencia, por eso hay tantas series sobre lo mal que lo pasan los pobres. De manera muy creíble, sí, pero intercambiable.

Bent
¿Cómo tiene que ser una comedia romántica para que la NBC trate de quemarla rápido? Pues en realidad no tan mala. Es decir, los actores son buenos —quizá el peor sea el principal masculino— y el guión no es realmente malo, sólo algo antiguo. Pero la dirección… Vaya, parece difícil que una dirección pueda destrozar tanto una serie dándole un aspecto tan de hace veinte años. En cualquier caso, no podía sobrevivir.

Best Friends Forever
Esta, por otro lado, no merecería sobrevivir ni a su primer episodio. Infame comedieta de amigos de la NBC que hace preguntarse en qué estaban pensado al contratarla.

The Bridge
Entretenida serie negra nórdica sobre un caso que ocurre en el puente que separa Dinamarca de Suecia. Coproducción, claro, porque se nos muestra la investigación de ambos lados. Y poco más, en realidad hay muchas series británicas mejores.

The Client List
Las tetas de Jennifer Love Hewitt protagonizan esta espantosa serie de viuda metida en un negocio sucio para sobrevivir. Una pista: Esta vez no es un asunto de drogas. No sólo es aburrida, además tampoco da para… mucho entretenimiento lúdico adulto.

Danger 5
A mi no ha pasado de parecerme bien pero sé que alguno de vosotros os regocijaréis con esta serie, suma y recopilación de ideas y conceptos que continúa con lo que hicieron en Italian Spider-man Alrugo Entertaiment de donde saldrían parte, Dario Russo y David Ashby concretamente, para presentar a un grupo de élite que tiene una misión para evitar los malvados planes nazis que podrían ayudarles a ganar la Segunda Guerra Mundial y, por supuesto… ¡Matar a Hitler!

Derek
He aquí la nueva serie de Ricky Gervais, que tampoco parece muy suya. Y no es que haya mucho más que comentar porque, francamente, es una serie como casi cualquier otra. Que incluya la posibilidad de hacer chistes sobre personas con problemas mentales. Lo que tampoco reduce mucho el número. En fin: Ni mata ni ofende.

Detentionaire
Es complicado hablar de esta serie canadiense de animación porque. francamente, no lo parece. Canadiense sí, eso es bueno. De animación. Es decir, tiene a su favor el hecho de estar… bueno… animada. Pero quitando eso, la trama general de la serie sobre una Mega Broma Pesada que acaba con un chaval siendo culpado por ello —y teniendo que permanecer detenido durante un año— y la investigación subsiguiente de este para limpiar su nombre a la vez que va descubriendo extrañas historias de los secretos ocultos de la escuela e, incluso, del pueblo… Eso es más parte de una buena serie juvenil. Así que si no os da miedo juvenilear un rato no os la podéis perder.

Don’t Trust the Bitch in Apartment 23
Si alguien es capaz de explicarme por qué esta serie, de lo mejor de lo que llevamos de año, no se ha estrenado antes tiene vía libre. Rápida, bastante mortal, con algo de imposibilidad de dibujos animados… Y en los cuatro episodios que lleva no ha bajado el ritmo. Habrá que ver por dónde continúa, pero si es capaz de seguir tan bien como, digamos, Suburgatory, será uno de los grandes descubrimientos del año.

GBC
Trataré de contener el bostezo profundo que me produce esta serie sobre un grupo de mujeres que conviven en el barrio residencial de una ciudad tratando de seguir con sus vidas de mujeres desesp… ahm, da igual. El caso es que la llegada de una tras la clásica estafa Madoff que parece haberse extendido como una plaga este año entre las series hace que… aaaaahmm… AAAAHAAAAMMMM… Vaya, al final no he podido evitar bostezar.

Girls
Esta especie de desate con patas que reúne lo peor de los infructuosos intentos de Dawn Ostroff por convertir el leopardo que era The CW en las Cheetah Girls con series tan… interesantes como Gossip Girl, con el errático rumbo de la HBO, incapaces como son de decidir qué rumbo tienen. El resultado, eso sí, no es peor que ninguna de las tradicionales series adolescentes y blancocéntricas de una cadena generalista o incluso un USA Network, tampoco es peor que los horrores habituales de la HBO y casi podría funcionar como precuela de Sexo en Nueva York si no nos llevara a plantearnos en qué momento pudieron entonces sufrir todas sus protagonistas una lobotomía severa.

Holliston
Espantosamente mala producción del canal americano Fearnet que ya podría dedicar su dinero a cosas más interesantes como comprar la serie Todd & the book of Pure Evil. Y, francamente, con los credores de Hatchet autointerpretándose en una serie sobre conseguir tu sueño y tener amores esperaba algo más. Casi cualquier cosa. Como que Dee Snider no fuera el mejor actor de todo el reparo.

Lilyhammer
Curiosa producción a medio camino entre ser noruega y ser de Netflix. Es decir, es ambas cosas. En esta coproducción tenemos una de esas historias que tan bien se dan siempre. Un tipo entra en protección de testigos, tiene que empezar de cero en una nueva vida pero descubre que su antigua vida aún le influencia y que su felicidad no es tan sencilla como podría parecer. Quizá el toque entre Blackpool y Doctor en Alaska, es decir, un cierto parecido con Fargo pueda jugar a la vez a su favor —ofreciéndonos un terreno conocido y deseable— y en contra —por la sensación de ya visto y lo alto que pone el listón— pero sin duda merece echarle un ojo a su primera temporada.

Love Life
Un drama niñocéntrico. Debe de haber muchos guionistas embarazados últimamente. En cualquier caso esta extraña historia de un embarazo y todas las vueltas que sus protagonistas tienen que dar discutiendo el futuro de la criatura y sus propias relaciones necesitan de un público que guste de estas sensibilidades al límite del sentimentalismo, me temo que yo no entro en su público.

Magic City
Esta ya es más fácil. Porque es flojita y porque, en realidad, se trata de coger ideas de Boardwalk Empire y Mad Men y reunirlas en un aspecto cubano, algo tipo BrodelWalk Empire. Si a la gente no le importa.

Missing
Puffff… ¿Esta no la han echado ya? Porque, vaya, qué sensación de todo visto, de desgana, de aburrimiento incluso en sus poco trabajados y menos planificados guiones.

NYC 22
¡Hablando de series más vistas que la carta de ajuste! ¿Cómo separar esta serie sobre policías novatos de las doscientas iguales? ¡Si por lo menos fueran en bicicleta!.

One Night
Más curioso que conseguida mini inglesa sobre los hechos ocurridos una noche y las diferentes formas de recordar y completar las historias que acabaron con la policía tratando de aclarar lo sucedido. Como decía, la idea no es mala. La idea.

Prophets of Science Fiction
Curioso grupo de documentales al filo del amarillismo sobre luminarias de la ciencia ficción y lo que tenían de ciencia y de ficción sus obras. Para curiosos como el que esto escribe.

Puberty Blues
Si tengo que decir algo bueno de este drama adolescente es… es… Bueno, son australianos. De esos sólo habremos visto un par de centenas.

The Sarah Millican Television Programme
Curioso programa que no acaba de ser ni talk shok ni programa de sketches, casi se diría que es un stand up venido a más. Eso sí, rogaría que se eliminaran las risas externas.

Scandal
Otro pequeño desastre. Esta vez sobre asuntos de imagen política, más cercano a House of Lies que a cualquier serie que realmente hable de política. Un intento no lo suficientemente desvergonzado de hacer un exploit de las series de política o de thriller político. En su lugar tenemos… no sé… ¿Un telefilme con ínfulas? Sinceramente, no tiene nada que hacer no ya contra un West wing o cualquiera de los clásicos británicos — House of cards, Sí, Ministro, State of play— sino que perdería contra elementos parciales en series de abogados como Harry’s Law o Good Wife. Porque estamos ante la fórmula de la anticocaola, una serie de abogados sin abogados de la creadora de una serie de médicos en la que sobraba el hospital. Y eso se nota en la construcción y recurso de clichés que van enlazándose con lo que el espectador podrá decidir si es conformidad ante lo conocido o, como es mi caso, vergüenza ajena ante el pobre trabajo realizado. Y es que si los guionistas fueran más vagos y autcomplacientes, más alejado de la locura que traen series como Revenge o Homeland estarían cobrando una ayuda del estado.

Secrets and Words
Una de las novedades que cuando os la cuente no creeréis. Se trata de una serie antológica sobre gente poco alfabetizada y los problemas que ello les supone. Adultos, claro. Así que, en fin, es más un compendio de sentimentalismo y buenas intenciones con mucho drama, mucho sufrimiento, mucho… en fin, os hacéis a la idea seguro. Sobre todo porque os podéis imaginar la enorme variedad —¡Menos mal que sólo son seis epsodios!— que pueden tener las historias compartiendo la misma premisa.

She-Wolves: Englands Early Queens
¡Maldita sea, me han engañado! Vale, es una serie de documentales sobre las primeras reinas que tuvieron los ingleses… ¡¡¡Pero yo quería She-Wolves!!! Snif.

The Story of Musicals
Tan entretenido como chauvinista documental sobre los musicales ingleses del siglo XX. Desde la creación del musical moderno, eso sí. Muy bien recreado y recontado, con material poco conocido y todas esas cosas que te llevan a darte cuenta de lo en serio que se toman la información esta gente.

The Syndicate
Serie inglesa muy de pobres y ricos sobre un grupo de trabajadores de un supermercado que enriquecen rápidamente al ganar la lotería y los problemas y satisfacciones —SPOILER: Sobre todo problemas— que esto les trae. A mi me suena que por haber hay incluso un culebrón catalán con una idea similar así que tampoco esperéis mucho.

The Talent Show Story
¡Más documentales ingleses! En este caso, un repaso a los talent shows de su televisión. Tan entretenido como esas columnas temáticas mías.

Those Who Kill
¡Más suecos! Una unidad policíaca y unos cuantos crímenes que se resuelven con más desgana que interés y se ven de la misma manera. Que no os vendan este fiordo a precio de gin tonic.

Titanic
Teniendo en cuenta lo que me aburrió la película de Cameron y lo poco interesante que me parece el accidente de partida debo decir que suficiente hice con ver el primer capítulo de esta —otra— miniserie de más de lo mismo. Así que como no la terminé de ver no sé si esta vez se la pegaría contra el iceberg. Lo mismo se libraron.

True Justice
Si alguien es capaz de explicarme cómo es posible que esta serie no sólo se rodara, o se estrenara primero en España, sino que haya sido renovada para una nueva temporada pese a no ser más que una adaptación de las pelis de polis con todo el cliché de su parte, con Steven Seagal como gran reclamo y con más pena que vergüenza, en una especie de versión aburrida de Walker.

Ultimate Spider-Man
Estos dibujitos mal no están y tratan de conciliar y todas esas cosas. Pero ayudaría que Marvel empezara a PAGAR por las animaciones. ¡¡¡Liberad a esos monos ebrios a los que retenéis para esto!!! ¡¡¡Que ponga pasta Disney, por ROB! !!!

Veep
Resulta interesante ver que Armando Ianucci ha decidido acometer la política americana, lamentablemente esto no es The Thick of It. Ni tan siquiera Into the loop. No nos movemos aquí en los márgenes de West Wing y, desde luego, estamos lejos de Sí, ministro. Que no quiere decir que sea algo malo. No lo es. Es realmente entretenida, en un nivel más de Spin City que de Park & Recreations, humor sencillo y menos política avanzada de lo que podría uno creer o esperar. Lástima, porque está realmente bien interpretada y sin duda daba para más todo el tema. Merece la pena verla, pese a todo.

Bueno, pues no ha sido tan traumático. A saber lo que nos espera este otoño. Mientras tanto tenemos en lontananza un par de cosas que pueden estar hasta bien como Continuum, Mooney Boy y, sobre todo, lo nuevo de Sorkin, The Newsroom, que se estrena el 24 de Junio. Con un poco de suerte el 2 de Julio os estaré contando lo magníficos que han sido estos estrenos. Cruzad los dedos. Aunque mejor no contengáis el aliento.


Comfortables concurrealities comidenses

Cuando Brooke Johnson llegó a la presidencia del Food Network el canal no iba mal, simplemente iba. Tenía una buena pantilla de chefs haciendo programas de encimera, estaba empezando a explorar otras ideas como los programas que mezclaban la cocina con los viajes y parecían tener alguna idea más en la faltriquera, sobre todo por imitación con los concursos que estaban funcionando fuera de USA, especialmente en Gran Bretaña.

El problema, habitual ya desde los ochenta, era que ir bien no era suficiente. No valía con mantenerse, había que exprimir ideas y tratar de desbancar a la competencia, Johnson veía posibilidades en este canal, en sus posibilidades para futuro imperio megamediático. ¿Cómo no aprovecharlo?

La aparición y éxito de los llamados realities de competición; concursos que eran hibridados con aspectos fuera de la propia mecánica, buscando una mayor humanidad teórica y un mayor amarillismo en el fondo; abrieron también un camino que se podía seguir.

Lo primero de todo fue montar una mezcla de estos dos últimos con The Next Food Network Star, una competición a la que hay que reconocerle la honestidad desde el título. No buscaban al nuevo supercocciinero, buscaban a alguien que quedara bien en pantalla, con una buena idea para un programa. Más aún, la enorme variedad de participantes podía significar también que apareciera más de un participante que acabara teniendo su programa.

La aparición en la segunda temporada de Guy Fieri, que acabaría convertido en casi la mascota del canal, dejó definitivamente claro lo que uno podía encontrar y esperar de este programa.

Lo que no impidió que se crearan otros con ideas parecidos. Por ejemplo, el asó siguiente se creó el Food Network Challenge, que presentaba también a un grupo de cocineros, esta vez centrándoles en un tema común —que podían ser desde Galletas a Macarrones con queso pasando por Barbacoas— , lo que a su vez dio lugar a una serie de especiales sobre pastelería que acabó derivando en su propio spin-off Last cake standing

También de esta competición acabarían sacando sus conclusiones, claro, que para eso la grababan en lugares públicos o con espectadores en directo, y de ahí Ace of cakes. Pero la verdad es que el resto de programas concurso creados a posteriori no parecen tampoco mucho más originales.

El tercero en discordia en este tipo concreto, Worst cook in América disfraza una nueva versión de lo mismo con un lema de que a todos se les puede enseñar a cocinar que está muy lejos de lo que ocurría en Don’t cook, can’t cook . Aquí la competición es más importante que el que aprendan. Y no será la única vez en la que eso ocurra.

E incluso pueden coger una idea externa y reutilizarla dentro del contexto de la cocina, así The amazing race se une al chef Tyler Florence, presentador de 911 Food, para crear The Great Food Truck Race que es exactamente lo que parece. Y es que la originalidad en el nuevo y viejo Food Network de Broke Johnson ya no es una necesidad.

Chopped, por ejemplo, reúne la idea de los ingredientes desconocidos con la del desafío con poco tiempo para cumplirse, una mezcla de Ready, steady… Cook con Iron Chef. Y Chefs vs. City es, si cabe, incluso más estúpido como disfraz. Y en cuanto a Cupcake Wars, tiene un poco de todos los anteriores combinados en un sólo programa con lo que resulta entretenido de ver pero muy difícil de usar con provecho para poco más que combinar sabores…

Y ya cuando llegamos a 24 Hour Restaurant Battle nos damos cuenta que la comida es más una excusa que un interés. En este programa se trata de poner en marcha un restaurante en sólo un día: Decoración, menú, aspecto del local… ah, sí, también hay que cocinar algo, sí… Pero entra en el saco de el restaurante es lo importante que se popularizaría con otros programas como Restaurant Makeover, en el que los expertos del canal le dan una vuelta a un restaurante en decadencia —y no mencionen a Gordon Ramsey, que trabaja para FOX— y que tendría una versión casera con Kitchen Accomplished, en la que revisaban y remozaban la cocina de la gente, o Restaurant Stakeout, un documental dicen ellos, un realitie diría yo, que trata de arreglar los problemas con el personal de cocina mediante el uso de cámaras ocultas y todas esas cosas divertidas que tienen los convenios lab… ¿ah, no? Vaya.

Finalmente tenemos Restaurant: impossible en el que el cocinero cachas Robert Irvine —que haría también Dinner: impossible — es llamado para ayudar ante un gran reto que un restaurante ha comprometido hacer pero que no puede conseguir por si mismo. Es decir, está anunciando al mundo que no pudo sólo, que aceptó hacerlo sin poder y que no le importa que su cliente lo sepa… por televisión. Sí, todo un ejemplo de cómo publicitar un negocio.

De este modo el canal que creó Feed Your Family for $99 a Week se pasó a cosas más interesantes, como Date plate, un programa en el que dos candidatos a una cita ciega creaban un plato cada uno para que el tercero en discordia decidiera con cuál de los dos la tendría a través sólo de lo que le había preparado. (Efectivamente, la locura de La cocina del amor viene de esta otra rareza)

En ocasiones incluso parece que no se ven su propio canal y así tenemos a Adam Gertler, concursante de la cuarta edición de The Next Food Network Star haciendo Will work for food en el que presenta los más extraños trabajos relacionados con la cocina que sufre en sus propias carnes antes de tratar de preparar un lo-que-toque epatante con el resultado, concepto no muy lejano del de Glutton for punishment en el que Bob Blumer tiene cinco días para aprender los recovecos secretos de algún extremo desconocido de la cocina antes de entablar batalla culinaria con un experto o intentar romper un récord.

En cuanto a los programas que explican de dónde vienen los alimentos o cómo se procesan, a los que ya hubo en tiempos podéis unirle Follow that food, The story of…, How’d that get on my plate? y, si sois más de dulces, Kid in a Candy Store. Incluso Food that changed the world tiene su punto de semejanza con todas ellas.

Aunque lo más curioso es que casi siempre acaban tratando de comida concreta, o de procesos simples, no parecen interesados en descubrir cómo hace el señor Mayer las frankfurts en su casa, o qué llevan los nuggets de McD. Ahora, explicar cómo va lo del queso, eso las veces que queráis.

Quizá el motivo real sea la facilidad para empatizar con estos alimentos simples. No podemos olvidar que otra de las máximas del canal fue abrazar la comfort food, una idea que no es propia suya —sólo faltaría— pero que sí han sabido explotar como nadie.

A finales de los setenta se empezó a usar para referirse a la comida que reconforta al que la come bien por sus lazos nostálgicos, por alto contenido en calorías o su sabor extremado que la convierte en algo excepcional y, por tanto, depende de la indulgencia o autoindulgencia del que la toma, o —por qué no— de una combinación de todas las anteriores. De manera que si el plato además de recordarte a la infancia, aunque se pueda ser nostálgico de más cosas, tiene un punto de autorecompensa al margen de lo adecuado que resulte comerlo entonces estarás más cerca de poder salir en el Food network.

Aunque sea sólo porque esta comida activa todos los mecanismos posibles de interés haciendo que a los espectadores les resulte más fácil engancharse, subiendo así el número —y bajando la edad por extraño que parezca— de los mismos.

Ya dijimos al hablar de cocineros como Paula Deen que su extraña forma de acabar metida en este saco es parte de la estratega del canal. Aunque no es la única, en Feasting on Asphalt (y sus variantes) o Big Daddy’s House también se utiliza. E incluso en esa extraña mezcla de teatrillo con programa de cocina que es Bitchin’ Kitchen.

Puede parecer una locura pero poner a una cocinera con aires de cómica —en el sentido de invitada cómica de Buenafuente más que otra cosa— y una serie de, ahm, personajes secundarios… sirve para preparar platos y, teóricamente, entretener al respetable.

Yo reconozco estar lejos del target de Nadia G. y, quizá, un punto horrorizado. Será que con los años parezco más una abuela. Por eso cuando veo este programa, o el de otro fichaje estrella del FN como es Brian Boitano, al que le han dado un espacio llamado What Would Brian Boitano Make?

O el que su propio travelogue por el mundo, tras haber desterrado el de Bourdain. La diferencia es que en Have fork, will travel tienen de presentador a un cómico que en lugar de explicar o integrarse se dedica a hacer tontos chistes y quejarse de la cocina extranjera. Para que luego An idiot abroad nos parezca una serie original.

Me pregunto si no será que la cocina no les importa demasiado en realidad. Clro que luego crean un programa para encontrar la mejor receta de algo en concreto de todas las que han emitido. Bueno, en realidad esa es más la excusa porque The perfect 3 no deja de ser un programa de clips, de restos de otros programas procesados y presentados como un programa nuevo.

Miremos incluso algunos realities más. Desde el más documental de Family style sobre dos hermanos compartiendo y peleando en el negocio de la comida a las Cooking school stories que ofrecen realmente lo que prometen, aunque con un tono menor incluso al de Restaurant stakeout o el eternamente infame Private Chefs of Beverly Hills, uno de los más controvertidos en todos los aspectos: por el rechazo de parte de su público y crítica, por la pobre calidad de la serie en si e, incluso, por la demanda que tuvieron que afrontar por robo de idea. Sin embargo en algún momento les pareció una buena idea.

De tal manera estaban metido ya los programas de competiciones, los realities, todas esas variaciones, en fin, sobre lo que se puede hacer con la comida como excusa, que casi no se dieron cuenta de que el número de programas en los que se aprendía algo real había bajado. Sí, por las mañanas seguían reinando los programas de encimera pero cada vez eran más los segundos programas de expertos, jueces, presentadores y demás fauna nocturna.

De todas formas Brooke Johnson tenía una idea. Si la audiencia no paraba de subir y sus revistas pasaban a ser un éxito de ventas en un mercado en apariencia saturado, si no parecía haber límite en la voracidad empresarial de la misma… ¿para qué cambiar Food Network? Con lo bien que iba era más sencillo crear otro canal: Cooking Channel. De esta manera se podía ir desangrando a esa nueva especie que parecía haber salido de entre los vapores de aceite de las cocinas televisivas… los foodies.


Iconismo mediático dickclarkiano

Las figuras icónicas y mediáticas, antecedentes de programas o detonantes de cambios, suelen llevar una carga importante, despertar pasiones o, cuando menos, causar conmoción en el público al saberse su muerte.

Sin embargo es una versión retorcida de eso lo que hemos podido ver en estos últimos meses con la muerte de Don Cornelius primero y Dick Clarck más recientemente. Dos nombres de enorme importancia y trascendencia en la televisión americana —y, por carambolas obvias, de rebote para todos los demás— que por sus particularidades, su situación de agradables bisagras han tenido diferentes tratamientos.

Que el primero en morir —el pasado 1 de Febrero— fuera Don Corneluis permitió fijar la nota superior. Cornelius presentó con enorme éxito por 22 años, de 1971 a 1993, el programa Soul Train. Cabecera icónica de la música negra en la televisión americana, durarái aún hasta 2006, ya sin Cornelius ante las cámaras, y aún dos años más tarde se vendería el formato a una gestora audiovisual. La época de mayor éxito fue, sin embargo, la de su primera década. Durante los años setenta Cornelius, un periodista implicado con el movimiento de los derechos civiles que venía de presentar en una televisión de Chicago el programa de información A Black’s View of the News, decidiría tomar cartas ante la falta de presencia de la música negra en la televisión.

Soul train vendría a cubrir ese hueco, primero en esa misma emisora y luego —mediante la sindicación— cubriendo poco a poco todo Estados Unidos. Durante esa primera década, e incluso su segunda, los espectadores afroamericanos pudieron conocer y descubrir artistas y modas. Sólo la popularización del rap primero y posteriormente del hip hop, géneros que Cornelius no apreciaba y contra los que no le importó cargar en más de una ocasión por considerarlos contraproducentes para la cultura negra, socavó la popularidad de su programa. Obviamente la brecha generacional estaba abierta, mucho, tanto que tampoco los nuevos movimientos, más violentos, no dudaban en despreciar a Cornelius del mismo modo que toda la época de la blaxplotation —Aunque de esto seguro que os podría hablar más y mejor Absence — y el programa fue objeto de todo tipo de burlas por parte de esos nuevos duros. Pero que esa actitud no nos ciegue, Soul Train fue muy importante. Tanto que fue considerado como la versión negra de America Bandstand.

¿De qué?

El 18 de Abril moría Dick Clark, una figura fundamental de la música en la televisión. De entre los muchos programas de los que se encargó sería America Bandstand el que mayor fama le diera, junto con sus especiales de música y baile para nochevieja, los New Year’s Rockin’ Eve. Referencias a estos programas y su presentador se encuentran por todos los rincones de la cultura popular estadounidense, desde Friends a Los Simpsons pasando por Sabrina, Pinky y Cerebro o El príncipe de Bel-Air.

Clark empezó su carrera en la radio, fue uno de los primeros DJ que hablaron y comentaron los discos, fue de emisora en emisora hasta llegar al momento en que una de esas emisoras le proporcionó la entrada en su cadena de televisión asociada, primero en un breve papel de presentador en TV Teen Club y luego en America Bandstand primero como productor al empezar el programa en 1952, para pasar a presentarlo en 1956. El programa duraría hasta 1989, siendo emitido por la ABC del ’57 al ’87 logrando así una cobertura nacional que le hizo el más popular de los programas musicales emitidos.

Múltiples artistas aparecieron allí por primera vez, aunque siempre cuesta saber la trascendencia real que su aparición pudo suponer para Prince, Jon Bon Jovi o Madonna

Del mismo modo que en sus especiales de nochevieja aquí los actores actuaban en playback y eran acompañados por bailarines, muchas veces jovencitos apelando así a los adolescentes al otro lado de la pantalla.

Pero el asunto aquí no es tanto la extensa popularidad como la figura de su presentador. Dick Clark presentaba una imagen amable y trabajadora, un tipo encantador con facilidad para borrar sus contornos, para desaparecer al servicio del programa. Y quizá ese fuera el gran problema.

La reacción contra Cornelius por no entender los cambios llevaba escuchándola décadas Dick Clark, su falta de personalidad más allá de lo amable, su nulo interés por lo que no fuera la música más prefabricada y comercial, su compleja relación de negación ante cualquier cosa que pudiera parecer arriesgada desvelaba su situación real como bisagra integeneracional. Los jóvenes difícilmente podían confiar en él, en alguien que anteponía a Pat Bonne antes que Elvis o Chuck Berry, pero sí entendían a todos esos jóvenes artistas menos… peligrosos. Por su parte los padres encontraban tranquilizador a este chico que presentaba a artistas mucho más adecuados para escuchar en familia. Dick Clark era, antes que un descubridor, un puente.

Con la llegada de los movimientos civiles se empezaron a introducir cambios en el programa aunque no sería hasta el éxito de Soul Train que se atrevieran a ir más allá e, incluso, a crear un programa para competir, Soul Unlimited, que fue un gran fracaso, durando a penas la temporada de su estreno en 1973 debido, principalmente, a que el más blanco que pan mojado en leche Dick Clark no parecía haber entendido nada de los problemas y artistas afroamericanos. O quizá porque el gran público aún estaba asimilándolo. El asunto se resolvió estableciendo una colaboración con Don Cornelius para sacar adelante algunos especiales y secciones. Todo por la integración y, claro, por el negocio.

Espero que a estas alturas hayáis captado ya otra de las imágenes proyectadas en la cultura popular. Efectivamente, en Hairspray el gran John Waters se permitió parodiar y recrear este tipo de programas y la figura de su presentador all american en tiempo de graves conflictos.

— Todo sea dicho, el film original y sus versiones se inspiraban en The Buddy Deane Show, con mayor sensibilidad hacia la integración… lo que le acabó valiendo ser retirado de antena.—

Resultaría temerario decir que esas tensiones raciales se han terminado ya, al menos mientras existan casos como el de Trayvon Martin o la demanda recién puesta contra la NBC por discriminación racial al no haber seleccionado aún ningún protagonista negro para The Bachelor causando un auténtico terremeto al tener que discutirse abiertamente si a Estados Unidos, al menos a unas zonas, le molestaría ver a un candidato de color saliendo con mujeres de otras razas.

Los programas de música en televisión pronto fueron arrinconados. Acabaron siendo mínimos ejemplos de programas de videoclips. De ahí fueron a los canales temáticos e incluso ahí fueron arrinconados por los realities. Tanto american Bandstand como Soul train o incluso el heredero británico Top of the pops, con sus playbacks, sus Top 10 y toda esa parafernalia de infomercial de lo que las productoras quieren vender acabaron quedando tan anticuadas como el propio Dick Clark, no odiados por lo que son sino por lo que no fueron.

Uno de los más rendidos admiradores, habitual elogiador e incansable defensor de Dick Clark es, precisamente, Ryan Seacrest. Sucesor al frente de los especiales de nochebuena, siempre ha defendido que la forma de ser y actuar, así como su famoso programa musical, ha sido en lo que se ha basado para que su propio programa llegue a lo más alto. Ese es, según Seacrest, el motivo del éxito de American Idol.

En efecto, el programa más visto durante muchos años—Todo apunta a que 2012 será el año que lo vea destronado— reconoce su deuda con Clark y con el programa que creara en 1952, hace ya 60 años.

Así que, al final, la muerte de estos dos presentadores, Cornelius y Clark quizá debería llevarnos a reflexionar sobre la televisión. Porque cada vez se registra una mayor bajada de audiencia en los programas más populares —como American Idol— sin que parezca surgir otros en su lugar, el público está desertando y por mucho que parezcan haber avanzado las series… ¿Realmente lo han hecho? Más aún, ¿la no ficción no estará aún viviendo en el pasado? ¿O será que nosotros estamos tratando de vivir en el futuro? Así que ya veis, a veces estas muertes marcan el final de una época, otras simplemente representan la época de un final.

[Lo que me ha costado no llamar a esta columna Dick in a box no lo sabe nadie]


Cocinando ideas rectorizables

Brooke Johnson.

Ese es el nombre. Quedaros con él porque a partir de esta columna y durante un par de meses es más que probable que lo encontréis por aquí de cuando en cuando. Más aún, puede volver a salir en el futuro porque para explicar quién es esta mujer voy a traer de regreso a uno de mis personajes favoritos de la televisión americana. El habitualmente villanesco Fred Silverman.

Para los que no recordéis la columna sobre los años setenta, así como el resto de sus apariciones, Fred Silverman es una leyenda —viva, de momento— de la televisión estadounidense. Primero trepó con 33 años a la presidencia de la CBS tras el desbarajuste vivido por el tumultuoso 1969 que acabó con la CBS cancelando The Smother Brothers Comedy Hour llevando de manera retorcida a que se dieran cuenta de la importancia del público juvenil —La CBS lleva AÑOS con el mismo problema, obviamente— lo que significó promocionar desde una vicepresidencia a Silverman que en 1971 se puso con la purga rural logrando con tanto éxito mejorar la imagen de la cadena y los ratings que en cinco años sólo fue nombrado presidente… de la ABC. Mismo puesto, diferente cadena. Y allí no dudó en conspirar y hundir su programación cambiando la juvenilización por una apuesta por series de acción, sin complicaciones, que le fue tan bien a la cadena que en tres años fue nombrado presidente… de la NBC. En donde procedió a acuchillar a sus dos cadenas anteriores. Lo que pasa es que no contaba con que la NBC es… bueno… la NBC. En dos años estaba fuera, tras haber luchado —y perdido— contra la propia idiosincrasia de la cadena aunque, eso sí, allanando el camino para que el gran Brandon Tartikoff se pasara el siguiente lustro creando poco a poco la NBC que reinaría durante cerca de una década.

Sí, lo sé, me estoy enrollando. Pero, decidme, ¿qué habéis aprendido de la historia de Fred Silverman?

Ya, bueno, en fin… Vamos a lo básico: Fred Silverman era un cabrón profesional, un genio lleno de éxito que podría haber sido un antecedente del yuppie ochentero. Sus ideas eran como las de cualquiera, con sus partes buenas y otras malas, pero el uso de las mismas para acabar cruelmente con la competencia, generalmente sus antiguas y confiadas empresas, de manera que lo uno por lo otro, los que lo juzgaban por sus éxitos no podían más que estar de acuerdo con sus movimientos; los que se fijaban más en la moralidad de sus acciones —eso, encima reíros— le consideran un ejemplo de ejecutivo despiadado. En realidad, incluso pese a sus malvadas finalidades, los giros que introdujo en el negocio y los avances que logró fueron extremadamente interesantes —aunque no necesariamente beneficiosos— para todo el medio.

Volvamos ahora a Brooke Johnson.

Cuando comencé a preparar esta serie de columnas sobre la cocina en televisión tenía muy claro que uno de los puntos de inflexión era el auge de los concursos en UK a partir de los noventa. Y que más importante aún era la deriva del Food Network asumiendo toda una serie de movimientos y manierismos que les llevaron a la situación actual. Y ahí, como pivote, estaba la exitosa gestión de Johnson. Aunque sospechaba que a nadie más le interesaba.

La llegada del libro Carne cruda de Anthony Bourdain, que se refería en un par de ocasiones a esta gestión demostraba lo equivocado que estaba y, una vez más de rebote, ayudaba a apoyar alguna de las ideas a tratar. No es que esperara que os sonara el nombre porque frente a Silverman Johnson siempre ha mantenido un perfil bajo. Pero al menos ahora no creeréis que he trazado un enemigo imaginario. —Os creo capaces de esperar como giro final una escena frente a un espejo que desvelara que todo este tiempo ella y yo fuimos la misma persona— Así que vamos a ver qué es lo que se encontró.

Brooke Johnson se graduó en Literatura Inglesa en la Universidad de Northwestern tras lo que complementó sus estudios con la carrera de Periodismo. En los ochenta entró en la WABC, el canal de ABC para Nueva York que muchas veces sirve de campo de pruebas a la cadena. Allí estuvo ayudando a desarrollar y evolucionar los contenidos del viejo The Morning Show, la versión neoyorquina del incluso más antiguo AM Los Ángeles para la que rescataron a su presentador, Regis Phillbin, para el ’86 el puesto de co-presentadora pasaba a ocuparlo Kathie Lee Gifford, la pareja estaba preparada para pasar a hacer historia en la televisión matinal primero en Nueva York y luego en todos Estados Unidos desde Live! with Regis and Kathie Lee, programa que duraría con éxito hasta 2000 con la marcha de Kathie Lee y que aún hoy reina sobre las mañanas en Estados Unidos.

Así que su siguiente paso fue, directamente, a la corporación Arts & Entertaiment o A&E, un punto de entrada de los realities en los canales temáticos con cosas como The Biography Channel, Crime & Investigation, Lifetime y —por supuesto— A&E. Lo que le llevó a facilitar la realización de una idea de la propia Brooke Johnson. No, el Food Network ya existía. Es incluso mejor que eso.

Es el History Channel.

En serio. Lo es. Fue idea suya. Incluso se molestó en trazar el plan de acción. Que debía sonar a Ante todo mucho Hitler. El asunto es que fue un exitazo. Uno del que hablaremos más en otra ocasión, que hoy la cocina está tardando la misma vida en aparecer.

Así que llegamos a 2004. En el Food Network han probado y descubierto que hay vida más allá de la encimera. Los programas de Boudain y Ray funcionan y parece que hay cierto interés por hacer algo diferente.

La llegada de Brooke Johnson trajo unos cuantos reajustes. Tenía claro que sólo con programas de encimera no iba a conseguir nada y notaba que los grandes nombres como Batali o Emeril no atraían ya mucho público. Así que lo primero que hizo fue reflexionar mucho. Y peritar el contenido.

A Bourdain casi le dio un ataque cuando el equipo de Johnson le dijo que su programa se podría hacer más barato y con más éxito si se centrara en ir a barbacoas por Estados Unidos. Más aún cuando le negaron la posibilidad de ir a rodar a El Bulli asegurando que a nadie le importaban esos cocineros extranjeros.

Y lo peor —Decía Bourdain. Es que tenía toda la razón del mundo. No es que lo que pensaba fuera justo, agradable o interesante, didáctico o formativo, no es que estuviera en lo cierto, es que tenía, desde ese punto de vista empresarial que busca una rentabilidad, razón.

Con su propio programa para empezar, porque resulta que a la mayoría de los americanos —sorpresa— tienen más bien poco interés en conocer el genio culinario de Adriá y su cocina, a la que consideran poco práctica. Sin embargo una barbacoa como la que hacen en su pueblo…

Peor aún, cuando Bourdain salió corriendo al Travel Channel a Johnson le faltó tiempo para poner al… extravagante… Guy Fieri a recorre américa en Diners, Drive-Ins and Dives. ¿Y de dónde sale Guy? Pues de la primera y más clara idea Johnsonita según llegó al canal: The Next Food Network Star

Estos éxitos, así como la adaptación de concursos que tendieran más a la parte de reality y los programas de cocina cercana, casera, muy básica y centradas en lo que se llamaría Comfort Food. Término e idea muy propios de Johnson, todos los cuales veremos con mayor detenimiento en otra ocasión.

El resultado empresarial fueron unas enormes ganancias, un aumento más que significativo no ya de la audiencia femenina general sino de siempre deseada juvenil masculina, además de establecer como un marca el Food Network permitiéndoles lanzar una línea de productos que incluye varias revistas.

Como decía antes, al igual que Silverman, Johnson demostró una enorme visión del negocio y de su futuro y ganó con su apuesta, lo único que tuvo que hacer fue cambiar del todo el Food Network. Un cambio que se centraba sobre todo en alejarse de la idea de cocina como divulgación y centrarse en la de cocina – espectáculo. En la desaparición del modelo de programa de cocina que trataba de enseñar algo y pasar al programa en que, con algo de suerte, se puede aprender o tomar una idea, sin que sea realmente esa su intención.

Tranquilos, habrá tiempo de profundizar más en ello. Y en algunos de los programas nacidos bajo sus alas como:

De momento pensad en ella porque sus decisiones son las que cambiaron definitivamente el Food Network y con ello, la misma forma de entender la cocina en televisión.

Así de importante —pese a lo desconocida— es Brooke Johnson.