Y con este capítulo, este An Unearthly Child, comenzó la historia de Doctor Who, aunque ciertamente no sin problemas. No todos los días matan a un presidente el día antes de que comience tu programa. Además, finalmente no habían logrado la portada del Radio Times aunque sí un amplio reportaje interior y la BBC se había preocupado de emitir de tanto en tanto un trailer promocional y un anuncio de radio narrado por Hartnell. En cualquier caso, una serie de apagones hicieron que parte de Gran Bretaña no pudiera disfrutarla, por lo que decidieron, como medida excepcional, volver a emitir el primer capítulo justo a continuación del segundo.
La audiencia, por su parte, respondió con moderado entusiasmo. No parecía que aquello fuera a ser un éxito de masas y quizá se debiera en parte a que estábamos aún lejos de un Doctor como ahora conocemos. Tras presentarnos a los personajes de los profesores Ian y Barbara y su preocupación por Susan, que les lleva a acabar atrapados dentro de la TARDIS, la acción no empezará en realidad hasta el segundo capítulo en el que veremos el entorno prehistórico. Muchos han sido los nombres que se han tratado de colocar a esta primera aventura, los más oficiales son 100,000 BC o The tribe of Gum, pero prácticamente todo el mundo se refiere a ella por el título de ese primer capítulo.
Estamos, como en todas las series que comienzan, con unos capítulos de tanteo que aún estarían influenciados por esa primera idea de un doctor más duro, bastante insoportable e incluso cruel. También la aventura que viven, un viaje a la edad de piedra en la que la vida importa no demasiado, los fuertes sobreviven y nadie ayuda a los débiles, sólo importa imponerse como jefe de la tribu por los medios que sean. Nuestros protagonistas se quedarán sorprendidos por el rechazo a la cooperación y la evolución que ello podría traer por mantener esas tradiciones y ese poder. Ah, y el doctor fuma en pipa y luego ya nunca más.
El recibimiento de la serie fue sólo un poco por encima de tibio, un poco por encima de la media y ya. Nadie parecía demasiado impresionado. Peor aún, dentro de la propia cadena estaban teniendo problemas, y la culpa era de los Daleks.
Dentro de las especificaciones estaba evitar los objetos tecnológicos que sirvieran de solución para todo pero, sobre todo, evitar los bug eyed monsters, de modo que cuando vieron las pruebas del segundo serial y descubrieron a los Daleks tuvieron una discusión inmediata con el equipo creativo, que aseguraba que no se trataba propiamente dicho de este tipo de monstruos. Que a mitad de la grabación ocurriera la muerte de Kennedy pudo haber hecho que la atención se desviara de ellos, pero estaba claro que, por mucho que le pesara a Sydney Newman, todos los implicados, empezando por la productora Verity Lambert, sabían perfectamente lo que estaban haciendo. Llegó incluso a plantearse sustituirla por el tercer serial, The Edge of Destruction, escrita por el script editor —al que llamaré por comodidad aunque el cargo no encaje del todo— o jefe de guionistas David Withaker. Sin embargo, problemas de producción hicieron absolutamente imposible esta solución y el serial The Mutants o The Dead Planet pero, fundamentalmente, The Daleks, acabaría viendo la luz.
Y esto pudo ser lo mejor que le pasara a Doctor Who en su historia. La trama del serial vería llegar a el Doctor y sus acompañantes a un planeta moribundo, Skaro, víctima de una guerra total que ha cambiado a las dos razas que lo compartían: una de terribles guerreros, otra de pensadores, respectivamente los Thals y los Dals. Tras la guerra, los primeros decidirían abrazar el pacifismo tras los devastadores efectos en su planeta. Los segundos recorren el camino contrario, han acabado mutando y viven recluidos dentro de unas armaduras de guerra para poder sobrevivir; ya no se consideran Dals, ahora son otra cosa, son Daleks (en el futuro se establecerá que en realidad se llamaban Kaleds; pero en el futuro). El Doctor decide investigar, aún a riesgo de su salud y la de sus acompañantes —mostrando aún esa forma de ser de sus inicios— y, cuando descubre el auténtico aspecto e intenciones de los Daleks, anima a los Thals a abandonar el pacifismo y luchar por su supervivencia —bueno, quizá el Doctor al principio no, a él le daba igual todo lo que no fuera él mismo—. Esta historia, que trae ecos de otras anteriores como la de los Eloi y los Morlocks en La máquina del tiempo o su correlato en Dan Dare con los venusianos Therons y los malvados Treens, está amplificada por resonancias tanto a la Segunda Guerra Mundial y el paralelismo entre los Daleks y los Nazis como a la Guerra Fría existente en esos mismos momentos. La posibilidad de un planeta destruido era uno de los grandes miedos de la Guerra Fría, las mutaciones atómicas llevaban años siendo un recurso de la ciencia ficción y a nadie sorprendían demasiado. Por contra, el diseño de los Daleks fue todo un acierto. De inmediato éxito, subieron los espectadores de la serie de 6 a 10 millones y se convirtieron pronto en todo un icono popular.
Su primera y amenazadora aparición ya hacía suponer algo turbio detrás: La imagen de Barbara atenazada y gritando, algo menos habitual en ella de lo que sería esperable, y la extraña imagen de resonancias fálicas, esa presentación cercana al punto de vista del Dalek, serían sólo una forma de meternos en la historia, porque pronto les veríamos en todo su esplendor.
El diseño, obra del recientemente fallecido Ray Cusick, se hizo rápidamente popular. Tanto, que los personajes fueron rápidamente el centro de un debate. Por un lado hubo organizaciones que se quejaron de su presencia en una serie orientada hacia los niños —algo que por lo visto se debía a la hora y no a los dos seriales que llevaban emitidos, pero esto sería algo habitual en la historia de la serie—, mientras que los niños se dedicaban a imitarlos, disfrazarse y reclamar juguetes, que no tardarían en llegar, claro. Además de garantizar, no las 52 semanas que quería originalmente Newman, pero sí 36 que, gracias a la buena marcha, terminarían siendo 42. Si tenemos en cuenta que el periodo sin serie de ese primer año de 1964 sería apenas de mes y medio, veremos que tampoco se alejaron tanto de lo que pretendían.
Mientras tanto, el tercer serial, The edge of destruction, llegaba por fin y en él se producía la confrontación entre los companions y el Doctor por, digamos, lo absolutamente insoportable que era. En el transcurso de esta historia, que acabó siendo un ejemplo de episodio embotellado, la TARDIS empezaba a funcionar raro, el Doctor cree que Ian y Barbara la han saboteado, Barbara sugería al Doctor que puede ser un intento de comunicar que algo va mal —y aquí se establece que hay algo sintiente en la TARDIS—, pese a lo cuál él prefiere tratar de drogarles para que confiesen; discuten, con un clímax en el que Barbara le llama stupid old man y le señala que le salvaron de la muerte en la prehistoria y no le abandonaron cuando les engañó para ir a conocer a los Daleks, de modo que cuando se comprueba que Barbara tenía razón todo este tiempo, se disculpa. Aunque sea de manera tangencial.
Hay una idea interesante que sugiere Teresa Jusino en Chicks unravel time y es la posibilidad de entender al personaje del Doctor en este momento de su historia como un adolescente. Sí, tiene aspecto de señor mayor —teóricamente por su ausencia de regeneraciones— pero es joven para su raza y se comporta de manera egoísta, irascible y con continuos cambios de humor. Quizá porque, como apuntaba Community, no es tanta la diferencia entre ambas edades.
En el cuarto serial, Marco Polo, comienza la aparición no sólo de periodos históricos, también de figuras históricas reconocibles. Y con ella, otro de los temas recurrentes en la historia de la serie: La necesidad de ofrecer un entretenimiento formativo con una ficción interesante. Los personajes en esta primera historia pasarán meses acompañando a Marco Polo, algo que quedará tan poco televisivo que pocas veces más se repetirá. En lugar de eso se condensarán en unos pocos días los sucesos, pese a que ello signifique tomarse libertades con personaje, periodo, fecha, ahm… Formativos, sí, pero sobre todo entretenidos. Algo que se comprobará más adelante cuando hablen de los Romanos o, como comprobaremos con el final de su primera temporada, de la Revolución Francesa.
También estamos con Marco Polo ante la primera historia desaparecida. Durante los primeros años de Doctor Who, correspondientes a los dos primeros Doctores, la serie vivió un tratamiento similar al que cientos de programas y series sufrieron en esos mismos años, la destrucción sistemática de sus cintas originales. Se salvaron sólo aquellas que fueron prestadas para su emisión en otros países de la Commonwealth y afines, o aquellos que quedaron perdidos o despistados. Hay recompensas para quienes los encuentren, por cierto.
Pero como ejemplo perfecto de lo que el fenómeno fan ha supuesto en la televisión desde su mismo inicio, se han podido realizar reconstrucciones parciales gracias a fotos del rodaje o de producción que se han guardado y, sobre todo, a que casi todos los episodios han visto cómo se guardó la pista de voz gracias a los espectadores en casa que, no teniendo ningún medio para copiar las historias, se conformaban con lo que tenían a mano, la creación de una copia de sonido. La falta de cultura de la reposición y lo efímero de las emisiones televisivas en la época empujaban a aquellos que querían conservar algún recuerdo a esta muestra de coleccionismo al límite. Algo que años después ha servido para reconstruir y recuperar de diferentes maneras los episodios perdidos. Mitigando en parte, además, un problema que aquejaría a la serie los siguientes años y afectaría a momentos tan importantes como la primera aparición de los Cybermen, pero ya llegaremos a eso.
Antes está esta primera temporada y en ella pasarán por dos historias importantes, la primera por su posición como prólogo del comportamiento de los personajes para la siguiente. The Keys of Marinus es una historia menor en casi todos los aspectos, pero nos muestra una vez más a Barbara siendo la primera en notar que algo va mal, librándose del control mental y ayudando a sus compañeros. También será la primera vez que se utilice el sistema de quest, en el que cada capítulo trate de conseguir un objetivo en búsqueda mayor, de manera que hay una línea argumental general para el serial y una resolución, a la vez, en cada episodio.
Pero será The Aztecs la cima de la primera temporada y uno de los mejores episodios que John Lucarotti realizaría en su paso por la serie. En ella los viajeros llegan a la época de los Aztecas, Barbara es confundida con la diosa Yetaxa y decide aprovecharse para cambiar las cosas. Como ha ido quedando claro, el segundo personaje en importancia en la serie es ella; los músculos de Ian —tampoco demasiado espectaculares, pero era lo que había— y la caracterización infantil de Susan hacen que sea Barbara la que choque contra el Doctor, algo notable también cuando Ian trata de apartarlas de peligros y, mientras ella se queja de que las traten como porcelana de Dresden, Susan le defienda como galante. Pero si en un punto habrá desarrollo en esa rivalidad será especialmente en lo que al intervencionismo temporal se refiere.
Tema éste que se venía tratando activamente en Doctor Who desde el primer serial, retratado entonces como una manera de mostrar la separación entre los pobladores del pasado y los viajeros del futuro, sin utilidad alguna; contra los Daleks significó devolver a los ahora pacíficos Thal al camino de la guerra, pero también lograr que sobrevivieran; y aunque en las siguientes historias pasó a ser un tema menor —si bien es incapaz de ver que esa sensación de molestia cuando tratan de imponerle una actuación, como le pasa a ella con Ian, es la misma que pueden sentir esos pueblos a los que ella intenta mejorar la vida— acabará explotando aquí.
A Barbara le falta tiempo para intentar eliminar la costumbre de los sacrificios humanos. Sus intentos para cambiar la situación la llevan a un enfrentamiento directo con el Doctor, quien le explica que la historia es inmodificable y ellos no son más que observadores, unos que nunca deben inmiscuirse en el devenir de la gente. El siguiente diálogo es uno de los fundamentales para entender la serie:
BARBARA: ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?
DOCTOR: Tiene que haber un sacrificio humano hoy en la Ceremonia de la Lluvia
BARBARA: Oh, no.
DOCTOR: Y tú no debes interferir, ¿lo entiendes?
BARBARA: No puedo sentarme al lado y simplemente mirar.
DOCTOR: ¡No, Barbara! Ian está de acuerdo conmigo. Él va a escoltar a la víctima al altar.
BARBARA: ¿Él va a qué?
DOCTOR: Sí, ellos le han nombrado guerrero, y él me ha prometido que no interferirá con el sacrificio.
BARBARA: Bien, ellos me han nombrado a mi diosa, y yo lo prohíbo.
DOCTOR: ¡Barbara, no!
BARBARA: No habrá sacrificio este mediodía, Doctor. Ni nunca más. La reencarnación de Yetaxa demostrará a esta gente que no necesitas sacrificar a un ser humano para conseguir que llueva.
DOCTOR: Barbara, no.
BARBARA: No es bueno, Doctor, mi decisión está tomada. Este es el principio del fin del final del Dios Sol.
DOCTOR: ¿De qué estás hablando?
BARBARA: ¿No lo ves? Si yo pudiera empezar la destrucción de todo lo que es erróneo aquí, entonces todo lo que es bueno sobrevivirá cuando Cortés llegue.
DOCTOR: ¡Pero no puedes reescribir la historia! ¡Ni una línea!
SUSAN: Barbara, los sumos sacerdotes están llegando.
DOCTOR: Barbara, un último ruego. Lo que estás intentado hacer es completamente imposible. Lo sé, créeme, lo sé.
BARBARA: No Barbara, ¡ Yetaxa!.
De alguna manera eso le hace pensar que cuando los españoles lleguen no tengan motivos para asesinarles. Pobre Barbara, sabe de Historia pero no conoce a los españoles. Por supuesto, la cosa no sale bien. La víctima siente que se le ha arrebatado un honor y decide inmolarse, siendo todo ello parte de la trama del malvado sacerdote Tlotoxl para hacerse con el poder, algo que las acciones de Barbara han pavimentado porque el más humanitario sacerdote Autloc, herido ante su engaño, decide dimitir y dejarle todo el poder. Los Aztecas siguen estando condenados y Barbara no entiende cómo es posible que no haya funcionado. Es decir, entiende que El Tiempo no permite que lo cambien con facilidad, pero no entiende para qué les sirve poder viajar en el tiempo si no pueden cambiar nada. Por suerte el Doctor lleva tantos años que ya sabe cómo funciona esto:
BARBARA: Fallamos.
DOCTOR: Sí, lo hicimos. Teníamos que hacerlo.
BARBARA: ¿Cuál es el motivo de viajar a través del tiempo y el espacio si no podemos cambiar algo? Ninguna. Tlotoxl tenía que ganar.
DOCTOR: Sí.
BARBARA: Y al hombre que respetaba, lo traicioné. Pobre Autloc. Le dí falsas esperanzas y al final perdió su fe.
DOCTOR: Él encontró otra fe, una mejor, y ese es el bien que has hecho. Has fallado en salvar una civilización, pero al menos has ayudado a un hombre.
En la siguiente aventura, The Sensorites, volvemos a una narrativa fantástica, algo que facilitará que por fin se comente que el Doctor y Susan no son de la Tierra, aunque aún no se cite Gallifrey. Y también por tratar de dar más protagonismo a Susan mostrando unos poderes telepáticos que no había demostrado antes.
De todas forma será en el final de la primera temporada donde encontraremos un regreso al tema de la intervención, esta vez de la mano de Ian: se trata de The Reign of Terror, serial que tiene desaparecidos sus capítulos 4 y 5 de 6. Se trata de un cierre de temporada que referencia al primer capítulo en el que Susan hablaba de la Revolución Francesa como si hubiera estado allí. Así que se dirigen para allá en lo que, dado el éxito de la serie, supone su primer rodaje en exteriores —por cierto, se dice que si la serie se hubiera cancelado en su primer año se hubiera descubierto que todo eran ensoñaciones de Barbara, pero no dejan de ser habladurías—. Será esta vez Ian quien intente cambiar las cosas para que El Terror cause un menor derramamiento de sangre y sea Barbara quien, impotente, trate de advertirle de la imposibilidad de cambiar las cosas. También en esta ocasión se logrará apenas un pequeño movimiento, pero suficiente para ellos. Además, parecerá estar claro que hay grandes asuntos en los que no se puede influir. Por lo menos en el planeta Tierra, en Skaro o Marinus parece que importa menos.
La temporada terminó el 12 de septiembre de 1964 pero fue rápidamente seguida por una segunda temporada que comenzó el 21 de Octubre del mismo año. El Doctor y sus compañeros se mantenían y Verity Lambert aún era la productora, pero pronto habría movimientos entre los jefes de guionistas. David Withaker aún lo sería en el primer serial, Planet of Giants, aparentemente a partir de una vieja historia de C.E. Webber que hubiera sido originalmente el piloto y se dio de lado por motivos presupuestarios, usada ahora por Withaker para presionar por un cambio en los estudios asignados para realizar la serie, aún a costa de reducir a tres un serial originalmente pensado para durar cuatro episodios. En la versión ahora propuesta el giro es que se trataba de un acercamiento más pro-ecologista, porque no es de gigantes de lo que hablamos aquí sino de un empequeñecimiento repentino que les permite escuchar el plan de un empresario sin escrúpulos y su colega científico para crear un insecticida extraordinariamente potente. Es, por tanto, un serial en el mundo actual. La verdad es que todo queda bastante extraño, no parece muy propio de la serie. Quizá sea porque estaban preparando el gran zambombazo del siguiente serial, el primer regreso de un enemigo, que tendría que ser, claro, para los enemigos por excelencia.
The Dalek Invasion of Earth significó muchas cosas. De entrada, que Withaker había ganado y ahora tenían a su disposición los modernos Estudios Riverside en lugar de los anticuados de Lime Grove. También marcó la primera marcha de un companion, porque Carole Ann Ford, cansada del poco desarrollo de su personaje Susan, decidió abandonar la serie. La salida del personaje es amorosa: decide quedarse en la Tierra del futuro, a la que accidentalmente han viajado, con el chico al que ha conocido allí. En lo externo también es importante hablar de los problemas de salud de Hartnell, que no dejaba de empeorar hasta el punto de que tuvo un colapso rodando una de las escenas. Durante casi una semana estuvo paralizado, primero, y luego reponiéndose, en la cama; para disimular, en el capítulo The end of tomorrow se rodarían escenas con su doble.
Pero lo más importante aquí es, por supuesto, el regreso de los Daleks. Esta vez con un Supreme Controller, y la presentación de un Black Dalek, de alto rango, facilitando más aún la identificación con los Nazis. La incorporación en la trama de hechos propios de la guerra y la postguerra, como la existencia de un mercado negro o de delaciones, así como el hecho de que esta operación muestre a los Daleks por las calles de Londres y en algunas localizaciones bien conocidas de la ciudad, sirvió para disparar lo que se ha conocido como Dalekmanía.
Además, el creador de estas historias, Terry Nation, al que Newman había traído con él después de su participación en Out of this world, había negociado la posesión del copyright de los bichos, de manera que estaba tan contento con que la BBC estuviera realizando su primer gran negocio de merchandising con los chicos de Skaro.
Inmediatamente la productora Amikus compró los derechos para adaptar el serial original The Daleks al cine, con opción para hacer dos películas más. La primera, llamada para disimular un poco Dr. Who and the Daleks, se realizó con la suficiente rapidez como para que el serial terminara el 26 de diciembre de 1964 y la película se estrenara el 23 de agosto de 1965.
Curioso exploit del serial original en el que el Doctor es un inventor bonachón, con dos nietas, la pequeña Susan —mucho más que en la serie— y la más mayor Barbara y que, acompañado por éstas y el inepto novio de la mayor, Ian, prueba su nuevo invento, la TARDIS, sólo para verse transportados al mundo de los Daleks. Con una curiosa interpretación de Peter Cushing como el Doctor —que se apellida Who— y un aspecto más bufonesco e infantil, la película, estrenada aún con el recuerdo del segundo serial y punto central de la Dalekmanía, queda como una curiosidad de lo que podría haber sido la serie de haberse dirigido a un público más infantil, o más amplio, o americano. Tanto da. El éxito llevó a sacar una segunda película que adaptaba, por supuesto, este segundo serial: Daleks ? Invasion Earth: 2150 A.D., que decidía prescindir ya en el titulo de la referencia a Dr. Who y centrarse en los villanos, ahora en technicolor y, aprovechándolo, tremendamente coloridos. La segunda historia usaba sólo la base de los Daleks en la tierra del futuro eliminando todas las tramas oscuras y cambiando a Barbara e Ian por dos acompañantes completamente nuevos y creados para servir como contrapunto cómico. Lamentablemente, para el 5 de agosto de 1966 se había pasado de la dalekmanía a la batmanía y el aumento de infantilización tampoco ayudó. La tercera película, por tanto, no llegó a realizarse nunca, como tampoco el radioserial con Cushing como Who, ni tantas otras cosas.
En cuanto a la segunda temporada, en el siguiente serial, The Rescue, se las arreglan para que entre una nueva companion jovencita a la que poner en peligro: Vicki, una jovencita del siglo XXV que, ante la muerte de sus padres, decide unirse a nuestro grupete. También fue la primera serie de Dennis Spooner como jefe de guionistas tras la marcha de David Whitaker, que antes de marcharse actuaría como guionista de este serial, y un claro ejemplo del éxito de la dalekmanía al ser el primer programa de Doctor Who en entrar en la lista de los 10 más vistos de la semana.
La llegada de Spooner se produce completamente en Los Romanos, una nueva trama histórica escrita por él mismo que sorprende por el tono de comedia incluido en mitad de los hechos dramáticos —aparentemente por sugerencia de Verity Lambert, que quería probar aproximaciones nuevas— con los héroes secuestrados para servir de esclavos y el reinado de Nerón, incendio de Roma incluido, de fondo.
Lambert no paraba de buscar nuevos ángulos, por eso la siguiente historia está protagonizada por dos razas extraterrestres, una parecida a mariposas gigantes, la otra a igualmente enormes hormigas. Un delirio y disfrute para los amigos de los insectos gigantes, por muy rudimentarios que sean los efectos especiales usados.
La siguiente historia, The Crusade, fue la última que escribiera David Whitaker. Incluye por primera vez actores no-blancos en papeles relevantes e incluso presenta a ambos personajes históricos de manera no maniquea: Saladino puede ser manipulador pero también es compasivo; Ricardo puede ser generoso pero también pueril y propenso a los cambios de humor. Regresa al tema de la imposibilidad de cambiar la historia al tratar de evitar el enfrentamiento entre Ricardo Corazón de León y Saladino; sin éxito, como podéis imaginaros. También es curioso por tratarse del único serial de la segunda temporada en el que faltan episodios, el segundo y el cuarto.
Por contra, The Space Museum decide jugar con el tiempo y lleva a los protagonistas a un momento en que son parte de la exhibición de un museo, de manera que tienen que aprovechar el error de la TARDIS que les permite estar a la vez en dos formas diferentes gracias a un pasaje de la cuarta dimensión, para evitarlo. Por lo visto ésta es una de esas situaciones que sí se pueden reescribir. Por cierto, es la primera visita del Doctor a un museo —o eso dice él—, lo que reforzaría la idea de la adolescencia del señor del tiempo. Ah, y dentro del museo también se encuentra una armadura de dalek; algo que en cierta manera anticiparía el siguiente serial, que trae por segunda vez a los nativos de Skaro a la acción dentro de la misma temporada, con Terry Nation de nuevo a los guiones.
Se trata de The Chase, un serial memorable como todos los de los Daleks, pero además con más motivos: Principalmente, por marcar la marcha de Ian y Barbara como acompañantes del Doctor y la llegada de un nuevo personaje, el astronauta Steven Taylor, que entra en su sustitución. Entra, además, a hurtadillas, colándose en la TARDIS antes de que la guerra cause una explosión potencialmente mortal, pero no será hasta el siguiente serial en que el Doctor descubra que se les ha unido. Los Daleks, además, han evolucionado. Tienen incluso su propia máquina del tiempo: precisamente para quitarla de en medio es por lo que Ian y Barbara dejan al Doctor. También incluye un clip de los Beatles que sólo aparece aquí y que, debido a las leyes de derechos de autor, no se puede ver fuera de UK; se supone que era parte de una idea en la que veríamos al cuarteto tocando caracterizados como ancianos, tocando juntos en el futuro. Pero no pudo ser por la negativa de su manager, que debía saber que no se podía reescribir el tiempo —.todavía si hubiera dicho los Rolling…—. En cualquier caso, esta tercera historia seguía la idea de Marinus, también escrita por Nation, de realizar quests individuales en medio de una narrativa más amplia y también la base de la proyectada y nunca realizada tercera película del Doctor. Pese a lo cuál fue la primera vez que los Daleks usaban de manera regular el grito de guerra ¡ EXTERMINATE ! También incluye una trama de robots a las órdenes de los Daleks sustituyendo a figuras históricas, personajes populares — ¡ Drácula y Frankestein! — e, incluso, al propio Doctor, que llama Susan a Vicki porque nunca se habían encontrado con ella, del mismo modo que le llaman humano .
Con esto llegamos hasta la sorpresa del último serial de esta segunda temporada, The Time Meddler, en el que el Doctor, acompañado ahora por Vicki y Steven, se encuentra con The Monk, o The Meddling Monk, es decir… otro gallifreyano, uno que además sabe que, aunque las grandes corrientes temporales se reajustan, hay cambios que se pueden realizar. Y, además, su TARDIS funciona, incluido el Circuito Camaleón. No es un villano realmente malvado tanto como curioso. Y enfrentado por completo a las insistencias del Doctor —“Nunca, nunca interfieras en el curso de la Historia”—. La historia es curiosa, pero más lo era lo que ocurría detrás de las cámaras. Además, se nota la falta de Barbara para explicar los hechos históricos del periodo, porque a Ian sólo lo usaban para explicar conceptos científicos… si se acordaban.
Verity Lambert estaba dejando el puesto de productora, con John Wiles tomando su lugar durante el rodaje de estos capítulos; a su vez, Spooner es sustituido como jefe de guionistas por Donald Tosh, y a la mala salud de Hartnell no le hacían nada de bien todos estos cambios. Aunque se manifestara en forma de berrinches y problemas para recordar sus líneas. Y aunque lograran que la primera historia de la temporada, Galaxy 4, que, además, fue otro de los picos de audiencia pese a tratarse de una historia pensada para el trío de acompañantes anteriores. Estaba muy claro que, en la época de la dalekmanía, Doctor Who era un éxito, pero también estaba claro que Hartnell no aguantaría mucho más el ritmo, así que empezaron a pensar en modos de arreglarlo.
De modo que estamos en una temporada de transición que, además, está muy polarizada alrededor del megaserial en mitad de la misma: The Daleks Master plan. Precisamente un prólogo de la misma, Mission to the Unknown, que se emitió en formato de capítulo unitario sin la presencia de ninguno de los protagonistas, se emitiría desgajado para que Hartnell pudiera descansar una semana.
Pero antes de poder empezar a emitirla tenían que pasar por The Myth Makers, una visión diferente y con bastante humor de la guerra de Troya que significó la despedida de Vicki, que se queda en el pasado enamorada nada menos que de Troilo y tomando el nombre de Crésida. A veces, en lugar de reescribir la Historia, se limitan a hacer tachones en ella. Claro que dentro de la trama, con el Doctor forzado a encontrar una manera para que los griegos entraran en Troya, decide que por ridículo que suene va a intentar lo del caballo; de modo que lo que lleva a la creación del caballo es su conocimiento previo. Seguro que esa recurrencia no se la esperaba la Historia. En su lugar entra Katarina, una joven sirvienta troyana convencida de que el Doctor era el mismísimo Zeus. Para acabar de arreglar el carácter de Hartnell, aquí tuvo un accidente y, para colmo, la muerte de una de sus tías, la que le cuidó en su niñez. Pese a lo cuál se siguió rodando con razonable naturalidad.
Entramos así en el larguísimo y, francamente, menos interesante de lo que podría parecer, The Daleks’ Master Plan, que duró doce semanas —¡sin contar el prólogo!—, de tal manera que llegó un momento en que nadie parecía tener muy claro qué plan era ese. Sin embargo, es conocido por ser el primer serial en el que uno de los acompañantes muere, pues Katarina decide sacrificarse para que Zeus viva. ¡Y pensar que había evitado el destino de Troya! Por lo visto se dieron cuenta de que el personaje no encajaba, dieron órdenes a Nation de eliminarlo tan pronto pudiera… y, si se descuida, la mata sobre la marcha. Aunque no sería la única: en el larguísimo tiempo del serial el Doctor conocería a la encarga de seguridad Sara Kingdom —interpretada por la magnífica Jean Marsh—, con la que viviría varias aventuras en diferentes localizaciones antes de que muriera durante uno de los capítulos finales del serial. La idea era, por cierto, más que curiosa. Aprovechando el tirón de la dalekmanía, Terry Nation escribió una suerte de spin-off sobre una fuerza de asalto que defendiera la tierra de los extraterrestres, especialmente de los Daleks. Sin embargo de la serie no llegó a hacerse ni el piloto, por lo que Nation decidió recuperar a esta mujer fuerte y valiente, modelada según los parámetros de la Dra. Cathy Gale, el magnífico personaje de Honor Blackman en The Avengers. Un excelente personaje femenino al que luego decidió matar, aunque fuera heroicamente. Una lástima, pero claro, Jean Marsh siempre insistió en que lo que le ofrecieron era un personaje incidental, no una companion y con lo ocupada que estaba, incluso años antes del exitazo de Arriba y abajo, resulta de lo más creible. El infinito serial tuvo incluso un capítulo navideño de tono más ligero —que terminaba con el Doctor rompiendo la cuarta pared para felicitar las navidades a los espectadores— y el primer regreso de un villano individual: El Monje reaparecía en el octavo episodio para poner las cosas difíciles al Doctor entre ese capítulo y el décimo… y poco más.
Para el siguiente serial, The Massacre of St Bartholomew’s Eve, volveríamos a la zona histórica y a la imposibilidad de reescribir la Historia, esta vez teniendo que aprender la lección Steven. Ya puestos, encontrarían una nueva companion en los últimos minutos del último capítulo, Dodo Chaplet. El final del serial llevaría a la sustitución de Tosh por Gerry Davis como jefe de guionistas. Efectivamente, fue más interesante lo que ocurría fuera que dentro de los platós.
Si el siguiente serial, The Ark, llega a ser recordado por algo algún día probablemente sea precisamente por esos problemas graduales tras las cámaras que les llevaron a grabarlo según disponibilidad de personal y estudio, no como un todo sino como un cuando se pueda. Pese a lo cuál se incluyeron varios efectos novedosos para la época en busca de una apariencia de mayor futurismo. La entrada del personaje de Dodo trajo quejas de los jefes de la BBC porque a la actriz se le escapaba en ocasiones su acento cockney y eso no era algo que pensaran tolerar. Es difícil decidir hasta que punto decidieron que el personaje de Ben Jackson, que aparecería sólo unos pocos seriales después, tuviera un marcado acento cockney, sólo por molestar.
En The celestial toymaker, la historia que vendría a continuación, aparece un enemigo contra el que el Doctor asegura ya haber combatido, aunque nunca lo hubiéramos visto en televisión. También se suponía que sería el punto de partida para Hartnell una vez decidido que la estupenda audiencia del programa no se podía perder y que era más sencillo aprovechar su naturaleza alienígena para justificar un cambio de actor. Claro que, a lo mejor, hubiera funcionado si no se hubiera cambiado de productor a la mitad, sustituyendo a John Wiles por Innes Lloyd. De manera que el escritor de los episodios, Brian Hayles, envió cuatro guiones que el entonces equipo de Wiles y Tosh le obligaron a reescribir y para los que, estando ya en producción, el nuevo equipo de Lloyd y Davis volvió a sugerir modificaciones. Wiles y Tosh acusaron a esta relectura de ser más infantil mientras defendían la suya por las limitaciones técnicas para lo que el guión original pedía. Por si tenían pocos problemas, llegaron las leyes de copyright obligando la BBC a que la producción incluyera un anuncio de que uno de los personajes NO ERA el personaje al que muy obviamente refería pero que tenía derechos de autor.
En contraste, los siguientes seriales serían más sencillos. The gunfighters era una parodia de los tópicos del cine del oeste con la historia dramática del OK Corral de fondo, aunque tenga el rigor histórico de Juana La Loca… de vez en cuando. The savages sería una sencilla historia de ciencia ficción que sólo es memorable porque el Doctor le pide a Steven que se quede en el planeta para actuar como árbitro de las dos razas enfrentadas. Finalmente The war machines, el último serial de una temporada que había visto llegar al Doctor a lo más alto y ahora le veía deshincharse, sirvió para quitarse de en medio a Dodo y sustituirla por el antes mencionado marinero Ben Jackson y también por Polly Wright, hija de un científico y asistente de otro, una pareja curiosa que llegó en el peor momento de la serie, con una trama más que plana, como si no le importara a nadie hasta el punto de que la máquina que era el villano del serial, WOTAN, no sólo logra un crédito de actor, también se dirige directamente al Doctor como Doctor Who.
Un despropósito que seguiría con el inicio de la cuarta temporada The Smugglers, una olvidable historia de piratas que sirvió simplemente para que los espectadores no se vieran venir la gran sorpresa del siguiente serial, The Tenth Planet, la primera ocasión en que aparecen los Cybermen y, una vez más, otro de esos seriales perdidos. Salvo por un momento guardado por el programa infantil Blue Peter, el momento definitivo en el que lograban deshacerse de William Hartnell, sus problemas de temperamento, salud y memoria y recibían a un Doctor completamente nuevo…
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