Desconocimiento evolucionativo esperizante gustoso asfixiante

Lo que vemos, lo que dejamos de ver, lo que veíamos y ya no veremos… A estas alturas de la nueva temporada televisiva parece un momento razonable para tratar de entender el consumo televisivo por parte de sus seguidores.

Entendido con el consumo de productos televisivos en sus formas más cercanas a la narración; es decir, la ficción en todas sus variantes de longitud, los inevitables realities, los concursos de talentos eliminatorios, los no eliminatorios, ni casi de talentos, los documentales seriados, las antologías y… bueno, un poco de todo lo que emiten, pese a que terminen siendo englobados en los campos de Series y Realities y siendo motivo de seguimiento por parte de la audiencia. Pues bien es cierto que, sospecho, sería igual de entendido si dijera simplemente Series, pero dado que no es el caso —al menos no el mío— pues sigo con igual interés la famosa ficción audiovisual que programas humorísticos, documentales o concursos de cocina; me parecería erróneo excluirlos.

Yo, que raro es el momento del año en que no sigo cerca de cuarenta programas —en realidad casi todo el mundo sigue alrededor de veinte, pero muchas veces sin intención—, noto menos estas fluctuaciones de cantidad. Pero todos los años me encuentro con gente que no sabe —o no puede— hacer frente al teórico aumento de material a partir de septiembre. Me siento, por tanto, más afectado por las fluctuaciones de calidad.

Mi forma de consumo habitual, creo que es relevante señalarlo, es la siguiente: determinadas obras las veo en cuanto puedo tras su emisión, otras quedan para ir viéndolas durante la semana, alguna más para completarla ese mes —generalmente varios episodios del tirón— y aún hay espacio para alguna carpeta de forraje para lo que queda en barbecho. Cuando algo deja de valer, incluso como mero relleno, desaparece en las profundas simas, muchas veces tras el consabido testeo de episodios: El piloto, los tres primeros, los seis primeros, la primera media temporada y —si logra superar eso— la temporada entera. Cierto es que en los primeros compases de la temporada —es decir, las dos últimas semanas de septiembre— puede llegar a producirse alguna aglomeración, pero en menos de un mes habrán dado cuenta de ellas dos monstruos clásicos: los parones y las cancelaciones.

De modo que, ¿cómo determinar lo que cae en cada grupo? Pues según cómo terminara la temporada anterior o cómo empezara esta en el caso de los regresos y, por supuesto, a partir de los Pilotos Deathmatch para las novedades. Y aún y con eso las siguientes semanas —generalmente ese primer mes— son las que marcarán en cuál de las carpetas caerá. Pongamos el caso de Marvel’s Agents of SHIELD, que no empezó mal pero que ha continuado en línea plana sin desarrollarse o mejorar, o de Trophy Wife que va dando bandazos irregulares sosteniéndose en sus actores. De momento están ambas en “A lo largo de la semana” pero en cualquier momento pueden caer a una de las inferiores. Por contra Brooklyn Nine Nine y Back in the Game, por un lado, y Sleepy Hollow, por el otro, han logrado asentarse e incluso, en el caso de las comedias, ir mejorando. Lamentablemente Sleepy Hollow no ha logrado mantener el magnífico tono del piloto —algo no necesariamente ligado a la duración, también a Utopia le pasó con la mitad de episodios— pero sí continúa con un tono y aproximación irreprochable a las series de temática sobrenatural loca, entre Expedientes X y la propia Sobrenatural.

Se nota más, sin embargo, el cambio en las series continuas: Arrow está en mejor forma que SHIELD mientras que Person of Interest, que tuvo una muy buena segunda temporada, anda por su tercera como pollo sin cabeza. Es curioso cómo hay series, como Sons of Anarchy, que tienen altibajos, mientras otras como Justified o The Good Wife logran ir a mejor con cada capítulo que pasa.

[Edito: Como si respondieran a esta frase, en The Good Wife emitieron ayer Hitting the fan, uno de los mejores capítulos de serie, de cualquier serie, emitidos este año. ]

El problema está en, una vez caída la categoría —o, incluso, empezando en ella— ¿cómo lograr subir de nuevo? Teóricamente un cambio de calidad supondrá que, en el momento del visionado, ascienda en el esquema de carpetas. Pero… ¿cómo enterarnos en aquellas series que han sido desechadas? No parece descabellado suponer que, de la misma manera que una obra puede empezar con fuerza una temporada, pueda ganar fuerza según avancen los episodios.

En mi caso, con tanto que ver, resulta complicada la repesca. Por suerte recurro a lo mismo que todo el mundo: Lo que opinan los demás. Por mucho que parezca diseñado mi sistema —y gran parte de mis maneras de consumo cultural— para ser autosuficiente, la verdad es que siempre habrá productos que se saldrán, bien por no poder abarcarlos o por haberlos dado por perdidos cuando aún tenían cosas que demostrar. Por suerte hay un grupo de gente de cuyo criterio me fío, además de las clásicas valoraciones de medios on line e incluso en papel, de los que ya no me fío tanto. Con eso y con todo mi tiempo es limitado, pero espero algún día poder verme Parks & Recreation tras haberla abandonado al final de su espantosa primera temporada.

Si esto me pasa a mí, que no paro, no puedo más que imaginarme la opresión que puede significar toda esta oferta para gente con su tiempo de ocio más reducido. No digamos ya a aquellos que deciden esperar a otra persona o personas para ver alguna creación determinada.

Y luego están los gustos.

Yo sé lo que me gusta a mí, fuera de valoraciones externas sobre la calidad de una producción o su construcción, y precisamente por ello defiendo en diferentes niveles lo que consumo. Igual que no se me ocurre decir es malo pero te ríes, tampoco me veo algo porque todo el mundo dice que es bueno. Incluso cuando he visto algo cuya valoración global es negativa —pongamos que Smash o GLEE! — o cuando he soportado auténticas temporadas de mierda — y aquí me vale desde Smallville a Sons of Anarchy, pasando por Supernatural, por poner sólo ejemplos recientes— lo importante es preguntarme por qué lo estoy viendo y si merece la pena seguir con ello.

De la misma manera sé que series que a mí me apasionan, como Sleepy Hollow, Bate Motel o Pretty Little Liars, pueden no gustar a un público generalista al que es más sencillo recomendar The Americans… ¡Incluso Brooklyn Nine Nine puede ser demasiado para ese público, igual que lo era antes Psych!

Al final lo único que puedo decir sobre el problema del exceso de material para visionado son dos cosas.

Primero: Que no es algo nuevo. Siempre ha habido mucho que ver y muy poco tiempo. Obviamente, cuantos más canales y posibilidades más opciones. Es algo tan acumulativo como el estudio de la Historia en todas sus variantes, tanto las historias históricas como los aspectos histórico/ político/ social/ cultural/ etc de las mismas. Pero que ahora haya mucho no significa que antes no hubiera, sino que eran menos.

Segundo: Que cada cuál debe tejer su propia red de afinidades que le permita estar informado y, a la vez, juzgando de manera crítica el material que estás consumiendo. Si tienes poco tiempo más vale que haya una buena razón para que veas un producto que no te gusta, aunque sea sólo complacer a mi pareja.

Así que, al próximo que me venga a decir nada de lo que ve y deja de ver, ya sabe lo que le espera: reflexión crítica, desarrollo de afinidades —y examen crítico de lo que le gusta y por qué a ellos, algo que puede ser útil para recomendarles recíprocamente— y, sobre todo, probar sin miedo.

Eso, y pretender que la gente se lea todos los textos y no sólo los resúmenes o notas, es lo que hace que me moleste en escribir algo sobre cada piloto. Y, más importante aún, que decidiera no establecer valoraciones generales reducidas.

De nada.


Conclusivo Doctorismo Tennantiano Russell Davisiesco

El final de la temporada anterior había terminado por todo lo alto tanto por el enfrentamiento contra el Master como por el éxito de público y crítica que arrastraban. Y justo a continuación estaba el especial navideño Voyage Of The Damned que prometía ser todo un acontecimiento.

Pero antes de llegar allí hubo una pequeña parada que estaba completamente en continuidad. De nuevo Children in need pedía ayuda a Doctor Who y este respondía con una pequeña creación que, por decisión de Russell T. Davies estaría en continuidad hasta el punto de enlazar el final de la temporada anterior con el inicio del especial navideño. La salida de Martha Jones de la TARDIS llevaría al Doctor a tocar donde no debía y causa un choque temporal con, nada menos que, la TARDIS del Quinto Doctor, haciendo que ambos compartieran espacio. Es decir: Time Crash

RTD no acababa de tenerlo claro, pero llevaba mucho tiempo evitando incluir a uno de los antiguos Doctores —aunque hubieran aparecido ilustrados en Human nature— y acabó decidiendo que este especial dentro de continuidad pero fuera de la serie y de duración extremadamente corta era la mejor forma de lograrlo. Confió el proyecto en Steven Moffat mientras él se dedicaba al especial Navideño. Así que se llevaron a Peter Davidson, siempre dispuesto, explicando que el Doctor había envejecido al ser apartado de su corriente temporal por la fuerza y realizaron el viejo ritual de que los Doctores se criticaran entre sí —y a alguna encarnación intermedia también, que el Décimo le dice al Quinto que le gusta porque no estaba siempre tratando de parece mayor y cascarrabias e importante como haces cuando eres joven — y jugaran con las paradojas temporales.

El especial fue un éxito y sirvió para reforzar la idea de una continuidad entre la serie antigua y la moderna, además, claro, de presentar el punto de partida del especial navideño, con la TARDIS chocando contra el TITANIC.

Voyage Of The Damned era una historia superespectacular, con un crucero de lujo espacial que había viajado en el tiempo para visitar Inglaterra en Navidad y que funcionaba no sólo como un ejemplo de historia de intriga, también como un enorme espectáculo de catástrofes. Además, la presencia de Kylie Minogue sirvió para potenciar más aún la apariencia de enorme evento y para que RTD decidiera hacer aún más claros sus homenajes a Halo Jones. No se consiguió, sin embargo, que el papel de capitán de la nave la interpretara Dennis Hopper como RTD quería al principio para lograr un reparto aún más espectacular. Tampoco un cameo del Príncipe Carlos. Aunque sí lograron algo más de una hora de emisión, en total tendrían 70 minutos para la aventura.

El resultado se convirtió en un auténtico éxito de audiencias, 13,3 millones de espectadores vieron el capítulo en directo convirtiéndose en la segunda emisión más vista de Doctor Who desde que una huelga de al ITV dejó a la BBC sin competencia en 1979 durante la emisión de City of Death, y además se convirtió en el capítulo de Doctor Who que mejor puesto conseguía en las audiencias semanales quedando como segundo programa más visto de la semana superando por mucho el quinto puesto que The Ark In Space había logrado en 1975. Así que esto lo confirmaba oficialmente, el Doctor Who había recuperado los niveles de popularidad de la primera mitad de la etapa Baker.

El inicio de la siguiente temporada en abril de 2008 nos trajo un regreso entre las acompañantes del Doctor. Regresaba Catherine Tate gracias a una serie de extrañas carambolas. Tras tres temporada en la serie el propio Davies se daba cuenta de que dos acompañantes seguidas enamoradas del Doctor podían desvirtuar la idea misma de acompañante, si además las dos eran mujeres jóvenes se creaba una pauta peligrosa. De manera que pensó en incluir a una mujer de más edad, una persona con un aspecto corriente, que sólo quisiera ser amiga del Doctor, una mujer llamada Penny Carter —sí, otra referencia a Marvel— cuyo modelo sería la Donna Noble de Catherine Tate. Salvo que cuando Tate se enteró de que RTD estaba interesado en traerla de vuelta para el final de la siguiente temporada ella manifestó su interés en regresar no como un cameo sino por al menos un año a la serie. ¿Y quién quiere tener una imitación pudiendo tener el original?

Partners in crime nos presenta a Donna habiéndose arrepentido enormemente de no haber aceptado la proposición del Doctor, algo que trata de arreglar investigando cualquier asunto extraño que se ponga a la vista. La idea de que quiera irse con el Doctor no se nos presenta como ganas de pasar tiempo con él, no es enamoramiento, lo que busca es la aventura, la posibilidad de viajar en el tiempo y el espacio, eso es lo que ella quiera y no se queda mustia a esperar que él regrese, como mujer moderna que es decide ponerse en marcha y buscarle activamente, comportándose como una moderna Sarah Jane Smith.

Pero el Doctor no aparece con ella desde el principio. Al principio él aparece emparejado con una periodista de investigación llamada… Penny Carter. Sí, RTD juega a confundir y a mostrar las dos posibilidades, hasta que el Doctor se reencuentra con Donna.

Los villanos generales serán una nueva creación, monísima por cierto, los Adiposes, extraterrestres creados a partir de —en principio— grasa, y cuidados por una niñera extraterrestre, Mrs. Foster, que les permitía una mezcla de parodia y homenaje a Mary Poppins. La imagen de los bichos fue rápidamente explotada por el departamento de mercadotécnia de la BBC que estaba exultante con el éxito de Doctor Who.

Eso no evitó algún problema grave. Como la imposibilidad de contar de nuevo con Howard Attfield para interpretar el papel de Geoff Nobel, el padre de Donna, como en The Runaway Bride. Sin embargo Attfield había desarrollado desde entonces un cáncer que estaba avanzando sin remisión. En principio se consideró la posibilidad de rodar todas sus escenas de la temporada de una vez. Incluyendo su muerte, que estaba prevista para transformar a Donna en alguien más duro. Sin embargo la salud del actor empeoró rápidamente , incluyendo una pierna rota, que hizo que el actor quedara definitivamente fuera de las posibilidades. De modo que RTD decidió incluir la muerte de su padre entre lo que había sucedido en la vida de Donna desde la última vez que vio al Doctor, su puesto en la vida de Donna lo ocuparía un personaje pensado para Penny Carter, su abuelo. De manera que renombraron el nombre del personaje de Bernard Cribbins en Voyage Of The Damned como Wilfrid Mott el abuelo materno de Donna. Además, el episodio se dedicaría a la memoria de Howard Attfield que fallecería finalmente durante su postproducción.

Como de costumbre RTD aprovechó para enviar al pasado al Doctor y su nueva acompañante, a Pompeya en el caso de The Fires Of Pompeii aprovechando los sets que la BBC había construido para la serie Roma, para los que se lo había llevado a los estudios Cinecittà marcando la primera salida de UK para grabar desde que en 1985 estuvieron en Sevilla con The Two Doctors. Esto y su reparto, que incluía a Karen Gillian y Peter Capaldi, sería lo más destacado.

Y del pasado al futuro y las estrellas. Con Planet of the Ood no sólo se seguía la vieja idea de Davies, además ofrecía una posibilidad para recuperar a los Ood. Keith Temple había visto las posibilidades que The Impossible Planet / The Satan Pit tenía y explicaba no sólo la historia de los Ood sino, Donna Noble mediante, la relación que el Doctor tenía con esos extraterrestres esclavizados y sumisos a los que no se parecía. No sólo demostraba el valor de Donna y su distinta relación con el Doctor, también la importancia de la reflexión de las acciones del mismo y cómo sus movimientos podrían ser distintos y aún mejores. Como una acción invertida, una respuesta a las críticas que sus palabras a Martha Jones habían causado, aquí el Doctor debe ser consciente de su colonialismo y su racismo, de como encuentra natural y no interviene al ver a gente que puede no ser Time Lord pero sí parecida en aspecto someter a otras razas.

Mientras tanto tres cosas se produjeron a la vez: La espalda de David Tennant, que llevaba tiempo molestándole, había empeorado y él no se veía capaz de realizar muchas más acrobacias, además, sentía que tres temporadas en Doctor Who eran suficientes. De manera que había aceptado interpretar a Hamlet para la Royal Shakespeare Company. De modo que al anuncio de que la BBC renovaba la serie otra temporada más lo acompañaba que en 2009 no habría serie propiamente dicha sino una serie de especiales. Además, se abría la posibilidad de que un cada vez más ocupado y repartido Russell T. Davies se fuera también. Y el productor asociado Phil Collinson había decidido tomarse también un tiempo. Parecía que un cambio de ciclo llegaba de nuevo a la serie.

Pero mientras esto se discutía Russell T Davies decidía que de The Two Doctors se podía sacar más que los viajes fuera del país y decidía recuperar para la televisión tras más de veinte años a los Sontaran en el capítulo doble The Sontaran Stratagem / The Poison Sky. Pero no acababan ahí los regresos porque pensando en el final de temporada, y tras el cameo de Pipper en Partners in crime y un segundo aquí, había decidido que Martha Jones apareciera una vez más tras recuperarla para tres episodios de Torchwood. Dada la actual ocupación de Martha trabajando para UNIT esto permitía recuperar el entorno de las primeras apariciones de los Sontaran en la etapa del Tercer Doctor. Al final del episodio Martha seguiría en la TARDIS por uno de los clásicos errores que les llevarían al futuro.

En el que Stephen Greenhorn había guionizado, tras The Lazarus Experiment, celebraba el capítulo 50 de la nueva serie con The Doctor’s Daughter, presentando a una hija del Doctor. Y, mejor aún, tras mucho buscar sería interpretada por Georgia Moffett, hija de Peter Davison, el quinto Doctor, y que tras este capítulo empezaría a salir con David Tennant.

El siguiente episodio regresaría a la idea del Murder Mystery con más fuerza que nunca al hacerlo no sólo histórico sino, además, con un famoso participante, en este caso famosa porque en The Unicorn And The Wasp contarían con la mismísima Agatha Christie. En el periodo en que se encontraba desaparecida. Lamentablemente sería Gareth Roberts, responsable de The Shakespeare Code el elegido con lo que a trama sería por lo demás bastante rutinaria con intentos de comedia trufado de innumerables referencias a la obra de La Reina del Crimen. Eso y a Cluedo, no la película de Jonathan Lynn, lamentablemente, sino el juego de mesa.

Por fortuna para la próxima historia estaba previsto un episodio doble guionizado por Steven Moffat Silence In The Library / Forest Of The Dead. Aún una gran historia, aunque repitiera de nuevo el tema de los miedos infantiles. En este episodio doble se presentaría, además, un personaje muy especial que aseguraría haber conocido antes en su vida al Doctor, pese a que él no la reconozca. Se trata de River Song, interpretada por Alex Kingston, y que pronto lograría la atención de los seguidores de la serie. Debido a que tras la emisión del primero de los dos capítulos se emitiría una comunicación en la que la BBC anunciaba la marcha de Russell T. Davies —además de la de Julie Gardner y Phil Collinson— tras los especiales y su sustitución como jefe de guionistas y productor por Steven Moffat.

Los siguientes dos episodios estaban pensados para aprovechar al máximo el tiempo. Pero en lugar de centrarse en otros personajes creando un capítulo bajo en Doctor decidieron separar a cada uno de ellos con un capítulo propio. En el primero, Midnight, Donna se quedaría disfrutando de las instalaciones de un hotel mientras el Doctor se encontraba metido en mitad de una excursión organizada que iba mal, con un montón de personajes nuevos y una suerte de variación de los clásicos Murder Mysteries que habían estado acompañando la nueva serie. Por su parte Turn Left servía para ofrecer una historia de mundos alternativos con Donna como personaje principal en un mundo en el que nunca había llegado a conocer al Doctor por primera vez. Este último episodio servía, además, para traer de vuelta una vez más a Billie Pipper como Rose Tyler.

El anuncio de la marcha de RTD y la rutina de estos últimos capítulos, correctos pero con un aire a ya visto ciertamente preocupante, junto con el aviso de que en este final de temporada íbamos a volver a encontrarnos con Pipper y Agyeman repitiendo sus papeles así como con la aparición de personajes de las otras series de la familia y con todo tipo de miradas al pasado más reciente de la serie, incluyendo una última aparición para Penelope Wilton como Harriet Jones, ahora caída en desgracia tras el más que discutible uso del Doctor de los rumores en The Christmas Invasion tirando por tierra una carrera que él mismo había declarado próspera y muy beneficiosa para la Tierra. En conjunto se notaban las múltiples reescrituras, un cierto aliento faraónico en el proyecto y un descontrol en su marysueismo que llegaba a su más loco final con Rose logrando su propio Doctor.

Un final agridulce para la serie especialmente por lo que esperaba al personaje de Donna Noble, la persona que más había hecho dudar, pensar y evolucionar al Doctor, indudablemente la mejor de sus acompañantes en esta nueva tanda de episodios, y aquella que terminaba con el destino más cruel.

Usar todo esto para recuperar a Davros tras un par de menciones y traer a los Daleks de regreso parecía poco menos que innecerario. Un final con mucha gente diciendo adiós de una u otra manera que siendo menos redondo que los anteriores finales de temporada sí logró convertirse en todo un suceso logrando por primera vez con su último episodio, emitido la primera semana de julio de 2008, que Doctor Who fuera el programa más visto de su semana. La fórmula de RTD se estaba gastando y aún quedaban los especiales, pero la audiencia estaba respondiendo bien y el programa se encontraba en su mejor momento.

Los cuatro especiales comenzarían bien en The Next Doctor con una aparición del gran David Morrissey en el ya tradicional especial navideño. Ese año para Childreen in need se habían limitado a hacer un concierto así que el final de la temporada llevaba hasta este episodios directamente, y lo hacía jugando tanto con las expectativas de la audiencia de un nuevo Doctor —usando a Morrissey, habitual candidato en las rumorologías para el puesto de Doctor, bien conocido y que había coprotagonizado con Tennant Blackpool años antes— y mezclando referencias internas a Human nature. La aparición de un gigantesco Cybermen steampunk también ayudaba y puede tratarse con facilidad del mejor de los cuatro especiales.

Le seguiría Planet Of The Dead, un episodio de relleno con muchos puntos en común con Midnight y la presentación de Lady Christina de Souza, una ladrona de guante blanco que se supone debemos creer que que podría llegar a ser acompañante. La idea general era poder tener un especial cada tres meses aproximadamente de manera que tras la emisión en navidades de 2008 de The Next Doctor no hubiera una brecha de tiempo demasiado grande, de manera que este especial debía estar para marzo/abril y se basaría más en los efectos especiales de The Mill.

El siguiente especial iría para noviembre de 2009, The Waters Of Mars serviría para recordarnos a los Ice Warriors sin sacarlos en pantalla, para presentar un futuro a plazo medio que estaría aún parecido al nuestro pero más evolucionado, para discutir sobre los puntos fijos en el tiempo. Lindsay Duncan hacía magníficamente de la comandante de la misión, Adelaide Brooke, con un Doctor que iba saliéndose progresivamente de personaje según avanza la trama y un final absolutamente increíble conociendo al personaje.

Pero todo fuera por llevar a The End Of Time, auténtico final de etapa como demuestran unas tomas al final de la historia en los que el Doctor visita a todos sus amigos y asociados de relevancia. Con un sentimiento de nuevode unión y repaso a todo lo que signifcó esa etapa incluyendo una última aparición de el Master y algunas indicaciones sobre la Guerra del Tiempo.

Quizá le hubiera llegado el momento a la Etapa Davies y estuviéramos ante un más que necesario cambio de época, pero en ningún caso se nos puede olvidar la gente que hizo posible este regreso y lo bueno que había sido en un principio. Habrá que ver cómo harían que siguiera a partir de esta regeneración.


Experiencias Esper Stadie Cable Utilizantes

El matrimonio de Dwain Esper y Hildergarde Stadie es uno de los asuntos que más vienen a mi cabeza ante los desesperados intentos de los canales de cable de encontrar nuevas formas de lograr audiencia.

Esper y Stadie se conocieron a finales de la década de los ’10 y para 1920 ya se habían casado. Él era un próspero constructor, ella una mujer creativa. Juntos tuvieron dos niños y, a continuación del Crack de 1929, también varios deudores, uno de los cuales les tuvo que pagar con su propiedad, un laboratorio de película. Ahí fue cuando a Esper se le ocurrió dar al salto al mundo del cine, acompañado por su mujer. Ella escribiría los guiones, él dirigiría las películas, él se encargaría de la distribución y ella de los trámites administrativos; es decir, a pelearse con la Motion Picture Producers and Distributors of America (MPPDA) y el famoso Código Hays que su presidente, William H. Hays, había instaurado.

La forma en que decidieron arrojarse al mundo del cine fue buscando las vueltas al código para proporcionar un entretenimiento sensacionalista que se colara por los resquicios del Código. Mostrarían películas sobre los peligros y problemas de diversas lacras, llenos de imágenes explícitas y chocantes, todo desde el escudo de lo educativo.

Desde la primera película, antes habían hecho un corto sobre los fumaderos de opio de Egipto, llamada The Seventh Commandment (1932) y que fue considerada por Joseph Breen, director del Production Code Administration entre 1934 y 1954, como “La película más meticulosamente vil y desagradable que jamás he visto”; lamentablemente la película está ahora desparecida pero quedan las opiniones sobre ella y algunos comentarios en prensa y libros —Sin ir muy lejos, en Hollywood Babilonia y otras fuentes documentadas por Eric Schaefer para su libro Bold! Daring! Shocking! — hablan de esta obra que pretendía educar sobre la necesidad de higiene sexual y los peligros del adulterio hablando de una mujer que pillaba sífilis y se la pegaba a su marido. Entre las imágenes presentadas estaba un primer plano de la enfermedad avanzada o una cesárea realizada a una moribunda. Algunos críticos señalaban la inclusión de material ajeno introducido bien por su valor revulsivo o por reforzar el flojo e inepto propio.

La ineptitud de Esper como realizador se sumaba a los delirantes guiones de Stadie, algunos de los cuales tienen trazas autobiográficas, como el de su siguiente obra, Narcotic (1933), denuncia de los males de las drogas en general y el opio en particular, basado en parte en el tío de Hildegarde que había viajado con ella por todo Estados Unidos vendiendo un bebedizo milagroso, el Tiger Fat, para el que empleaba cuando aún no era ni adolescente a su propia sobrina, desnuda y con una serpiente enroscada en su cuerpecito. Unos antecedentes que ayudarían al matrimonio a decidirse por una vida nómada.

Dada la general incompetencia de Dwain para dirigir y lo escabroso de los temas, no digamos ya la tendencia a coger material de otras películas e insertarlas en las propias, pronto se quedaron fuera de los circuitos tradicionales. No solo las grandes cadenas de cines no proyectaban sus películas, también muchas de la de la serie B las rechazaban. Pero no todos los cines de América tenían acceso a las novedades de Serie A, ni a sus reposiciones, ni a las de serie B siquiera. Cuanto más apartadas las poblaciones o más restringido el negocio del espectáculo en ellas, más fácil le resultaba a Esper y Stadie llegar a acuerdos para promocionar y exhibir sus espectáculos educativos en ellas. Luego, una vez llegados al cine, lo convertían en un espectáculo, llenaban de carteles y artículos promocionales las marquesinas, sacaban anunciadores para avisar a la gente de lo que podían ver dentro y lo bien que haría por su salud y moral como si estuvieran en una feria —con las que, en ocasiones, colaboraban como un espectáculo más— y usaban reclamos como un cadáver momificado para hacerse notar. Y vaya si lo hacían: en ocasiones tenían que salir corriendo del pueblo con lo puesto al actuar en comunidades puritanas o chocar contra alguna mafia local. De ahí que Dwain Esper decidiera usar por sobrenombre King of the Celluloid Gypsies , El Rey de los Gitanos del Celuloide.

Sus contribuciones, además de estas locas presentaciones y representaciones que les ocuparon durante todo los años treinta antecediendo a otros grandes como William Castle o Roger Corman y a las películas de medianoche y otros modelos de exhibición contracultural de los años setenta, fueron un puñado de películas propias y ajenas. A las ya mentadas se añaden Maniac (1934) —que según el caso podía llamarse Sex Maniac— como catálogo de problemas mentales, los films de educación sexual Modern Motherhood (1934) y el corto How to Undress in Front of Your Husband (1937) o How to Take a Bath (1937), además de la nueva denuncia de las drogas Marihuana (1936) y de los peligros del sexo desenfrenado en Sex Madness (1938). A los que unían adaptaciones de películas extranjeras. Así podía convertir la película sueca Sången om den eldröda blomman (1934) en la mucho más educativa merced a sus insertos Man’s Way with Women (1935) o remontar Tell Your Children (1934), cinta sobre los peligros de la marihuana, en la magnífica locura que es Reefer Madness (1938), con una trama criminal añadida absolutamente indescriptible. No contento con lo cuál compró una cinta italiana que adaptaba el Infierno de Dante, le añadió planos de desnudos frontales femeninos, adaptó un poco la historia narrada y sacó Hell-A-Vision (1936).

La llegada de la Segunda Guerra Mundial paralizó sus trabajos, aunque pudieron regresar a la sífilis en No Greater Sin (1939) y hacer un inesperado exploit sobre la guerra en Horrors of War, que unía clips de noticiarios sobre la primera guerra mundial con algunas imágenes de heridos y muertos para sazonarlo. Aunque aún les daría tiempo de trabajar juntos en Curse of the Ubangi (1946), conocido en los mercados españoles como La maldición Ubangi, una obra de aventuras con pretensiones de ser educativa sobre lo desconocido del África negra con lo que parecen nativos de Brooklyn, que parece reciclar trozos de otras películas usando una narración sobre la superstición en esas culturas como excusa. Hasta llegar al combo The Strange Love Life of Adolf Hitler (1948) o Slaves of Stalin (1948) que fueron teniendo distintos nombres, el primero siendo más conocido como Will It Happen Again?, en el que trataban de denunciar al público las atrocidades de nazis y comunistas, sobre todo las más… picantes.

Y esa entre las más conocidas, que aún hay cosas apareciendo, como Bo-Ru, The Ape Boy, un documental de poco más de media hora fechado a mediados de los treinta con un documental sobre un chico criado por monos que especulaba sobre la posibilidad de que fuera el resultado de una hibridación de humanos y primates, y de la que se sospecha que fuera el acompañamiento de alguna atracción de feria. O como antecedente de la película Angkor o Forbidden Adventure in Angkor (1935 a ’37, según fuentes) producida por él y vendida como documental a partir de metraje encontrado —el famoso found footage — que pretendía revelar de aventuras selváticas y, en realidad, se entretenía con mujeres semidesnudas y hombres en traje de gorila.

Quizá su mayor éxito fue adquirir en los años ’40 los derechos de La parada de los monstruos (1932), Freaks en el original, de manos de MGM. Aunque en su estudio original no encontraban nada útil o valioso en la obra Esper corto, unió, recortó y movió para exhibirlo como un estudio de atrocidades en sus espectáculos por el país.

Para cuando en los años ’50 se pusieron de nuevo a cargar contra este tipo de explotaciones, el matrimonio de Esper y Stadie había logrado reunir dinero y decidieron pasar a otras ocupaciones.

Sus obras, sin embargo, sobrevivieron. A finales de los ’60 se redescubrió Reefer Madness y fue convertida en todo un clásico de culto de las fiestas universitarias hasta acabar siendo convertida en 2001 en musical, luego llevado de nuevo al cine. Esper no vería ni un dolar de este rescate por haber olvidado renovar sus derechos de autor, pero habiendo sido él mismo un experto en aprovechar las debilidades de los derechos de autor no se lo tomó a mal al considerar que restauraría su nombre y haría que el público se acordara de él . Un camino similar al que vio cuando se recuperó Maniac como antecedente de un cierto tipo de cine de terror. Hoy su forma de rodar, su morro legendario y su labor pionera es extensamente conocida y acreditada, desde antes incluso de la muerte de Dwain Esper en 1982 o de su mujer Hildegarde Stadie en 1993.

Quizá algo más de ellos haya quedado. Hablaba el otro día en los Pilotos Deathmatch que viendo Masters of Sex me acordaba de estas películas y cortos que, con la excusa de la educación en la higiene sexual o la educación en culturas remotas en el espacio, pero también en el tiempo, aprovechaban para colar lo mismo que hace casi 80 años.

Pero no sólo eso, no sólo los temas tratados; también los canales de distribución son alternativos. Las grandes networks americanas no pueden permitirse emitir ese tipo de temáticas, sobre todo con el control de la Federal Communications Commission o FCC, sobre sus contenidos, de manera que las alternativas en Cable, Básico o Premium, lo aprovechan siguiendo el mismo principio. Temas morbosos, sensacionalismo y pretensión de seriedad.

Si las series están llenas de estos ejemplos, serán los realities los que lleven al máximo esta idea, la multiplicación de espacios divulgativos en canales culturales que presentan como documental lo que no es sino explotación. De Amish Mafia a Cuerpos Embarazosos y de Ancient Aliens a Duck Dinasty, las situaciones en las que se trata de dar un barniz de respetibilidad a lo que no es más que explotación afloran y se desarrollan.

Además, las diferentes broncas y artículos subsiguientes, los comentarios que polarizan internet, las diferentes situaciones que llevan los momentos más controvertidos a convertirse en auténticos virales, tienen también algo de esos trucos publicitarios y esas polémicas que obligaban al matrimonio lo mismo a dar servicio a decenas de espectadores que a salir corriendo de la ciudad.

En realidad no ha habido tanta variación; no de lo que se produce sino de lo que hace que el público se interese. De ahí el sexo y la violencia en las producciones para cable, de modo que lo que ahora tenemos no dejan de ser herederos directos de lo que ya nos ofrecían Esper y Stadie. Aunque quizá podríamos usar algunos trajes de gorila más.


Décimo Doctor Tennant Iniciativo Estableciente

Lo bueno de que un actor avise con mucho tiempo de que se marcha es que permite ir pensando en un sustituto. Y en este caso incluso trabajar con él.

Salido de la Royal Shakespeare Company tras formarse durante años, David Tennant había conocido una reciente popularidad al encadenar no ya papeles en los escenarios protagonizando versiones de Romeo y Juilieta o Hamlet, sino una serie de proyectos para televisión de gran éxito, empezando por la serie negro-musical Blackpool, en la que competía con David Morrissey, y Casanova, en la que interpretaba al célebre conquistador, siendo el creador de esta última Russell T. Davies en persona. Durante la grabación de su siguiente trabajo —nada menos que un remake de The Quatermass Experiment— se acabó de cerrar su contratación. Tennant, que había sido fan de la serie desde pequeño, estaba entusiasmado.

Sin embargo, y tras esa breve coda a la temporada de Eccleston, no empezaría a interpretarle en la siguiente temporada sino en dos especiales anteriores. El primero de los cuales fue un nuevo ejemplo de los especiales cómicos, en esta ocasión para Children in Need sin nombre, por decisión expresa de RTD al que no le acababa de hacer mucha gracia realizar una pieza cómica, así que cuando le permitieron rodar un segmento que uniría el final de la anterior temporada ya emitida junto con su continuación decidió aceptar pero no darle un nombre oficial, extraoficialmente se dirigiría a él como Pudsey Cutaway por la mascota de Children in Need y el antiguo Dalek Cutaway que funcionó como título alternativo de Mission To The Unknown, sin embargo este especial acabaría tomando el nombre alternativo de Born Again, narrando los primeros minutos tras la regeneración:

Y, a continuación, en el primero de los especiales navideños que pasaría a tener la serie. The Christmas Invasion. Porque RTD había decidido que ya que se haría y emitiría el día de Navidad lo mejor era que también transcurriera en esa fecha. Además, la duración extra de una hora requería una amenaza globlal, aunque finalmente no se presentaran las imágenes del resto del globo sufriendo los efectos de la invasión de los Sycorax.

Pero Russell T. Davies también sabía que sería el primer capítulo completo con Tennant como Doctor y que había que dejar claro que el cambio de Eccleston a él no sería traumático de manera que en lugar del clásico Doctor Confuso post regeneración se optó por escribir el personaje de una manera similar a la del anterior Doctor de forma que fuera la interpretación de Tennant lo que fuese variando la forma de ver el personaje. Del mismo modo, y para demostrar que estábamos aún ante la misma serie, RTD decidió reutilizar elementos de la temporada anterior. En concreto la presencia de Harriet Jones, convertida ahora en Primer Ministro así como otras pequeñas referencias —el Big Ben en reconstrucción, por ejemplo— que demostraban claramente que se trataba de un universo compartido.

Pero el éxito de la serie no sólo se había manifestado para la BBC en la idea de hacer un capítulo especial navideño, querían más y más rápido así que le pidieron a RTD que pensara en algunas maneras de crear spin off de las series. Entre las ideas barajadas dos gustaron especialmente y se empezó a trabajar para llevarlas a cabo, comenzando por usar como gancho de esa temporada múltiples menciones al Instituto Torchwood.

Para el regreso de la serie repitieron la idea de recuperar personajes de la anterior temporada. En este caso a Cassandra y el Rostro de Boe, que tenía un secreto que compartir con el Doctor, solo que una renovación temprana de la serie hizo que RTD decidiera dejarlo para más adelante. Y, ya puestos, negociar con Billie Piper para que repitiera una temporada más como Rose. Pese a ampliar los registros de su personaje dándole posibilidades más cómicas, como en este mismo episodio, al final Piper decidiría abandonar la serie al final de temporada por lo que RTD empezó a tejer una trama que le permitiera salir. Lamentablemente la trama y los efectos especiales, que incluían a las muy preminentes Hermanas de la Plenitud empezaron a dar problemas causando retrasos en la producción que se extenderían al resto de capítulos. Empezando por el siguiente, Toth and claw, que seguía con la tradición de incorporar figuras históricas al menos una vez al año, esta vez con la Reina Victoria.

A la mala suerte con los efectos especiales, incluso con los de este capítulo pese a que The Mill ya hubiera realizado un hombre lobo para las películas de Harry Potter, se une el del guión con RTD teniendo que hacerse cargo después de que el guionista originalmente asignado no fuera capaz de cumplir con lo que le habían pedido. Claro que lo que le habían pedido incluía hombres lobo, extraterrestres y monjes luchadores además de la Reina Victoria y el guionista había decidido que sólo con lo último era ya suficiente. Originalmente rechazado tras el fracaso del guionista, la renovación por una temporada más se completó con otro especial así que RTD decidió retomar personalmente el guión para así liberar una de las historias ya previstas — The runaway bride — para que actuara como especial y así poder recuperar el retraso que arrastraban. Dentro de los guiños aprovechó para recordar las temporadas clásicas al presentar al Doctor con el nombre de James Robert McCrimmon, es decir el nombre completo de su acompañante Jamie.

Esa referencia no sería nada comparado con lo que esperaba a continuación en School Reunion, un capítulo escrito por Toby Whithouse con la esperanza de poder desarrollar desde allí uno de los spin-off de la serie. Mickey, el novio de Rose, se une al grupo de acompañantes del Doctor —convirtiéndose así en el primer miembro de una minoría racial en unirse como acompañante, un ejemplo más de la multicultaridad de la etapa RTD y una vergüenza que no se hubiera producido antes— para que investiguen un colegio en el que pasan cosas extrañas. —Algo que permitía a RTD retomar ideas de su serie Dark Season — Pero no son los únicos que los estaban investigando, porque detrás del colegio también andaba una periodista, una chica curiosa llamada… Sarah Jane Smith.

El regreso de una de las más importantes acompañantes del Doctor suponía tanto un reconocimiento a la serie clásica como la posibilidad abierta de que si funcionaba le dieran su propia serie. La idea de RTD fue hacer lo mismo que JNT había intentado en su momento, pero haciéndolo todo al revés. Es decir, no habría un especial navideño que sirviera de piloto sino un capítulo en la serie regular, a partir de ahí se presentaría de nuevo a los personajes y se buscaría que el protagonismo recayera no sobre K-9 sino sobre Sarah. El resultado fue tan bien como era de esperar y pronto se anunció que ese spin-off tendría lugar.

El siguiente episodio tendría a un personaje histórico de nuevo, traído por el guionista que mejor forma había demostrado la anterior temporada: Steven Moffat. En The girl in the fireplace incorporaría además la existencia de un autómata real, El Turco. Solo que en lugar de hacer una pieza histórica Moffat decidió hacer que fuera sobre todo sentimental. Por lo que se aproximó al trabajo del gran sentimental de Doctor Who, Paul Cornell, para tomar ejemplos de cómo debían relacionarse los personajes.

Todo lo cuál conducía hacia el primer gran punto de inflexión de la temporada: el regreso de los Cybermen. En el episodio doble Rise Of The Cybermen / The Age Of Steel se presenta una dimensión alternativa en la que el padre de Rose sigue vivo y esto está facilitando la creación de unos nuevos Cybermen, permitiendo así cambiar la continuidad ya establecida de su creación. La idea de RTD fue hacer una historia similar a la que ya habíamos visto con Pertwee en Inferno, de manera que pudiéramos ver a algunos personajes actuando de una manera completamente distinta a la habitual. El estudio doble sirve para recuperar la TARDIS Dimensional, para profundizar en el desgaste de la relación entre Mickey y Rose y la de esta con el Doctor así como con sus padres. Es casi un estudio de personajes que permite, además, recuperar al segundo gran enemigo del Doctor.

A continuación, para mantener el tono adulto pero ofrecer un estilo distinto, esta vez más cercano a Twilight Zone, llegó el episodio de Mark Gattis The Idiot’s Lantern. Pensado originalmente para tratar de una canción, su ambientación en los años ’50 le permitió finalmente cambiarlo por la aún naciente televisión.

El siguiente colaborador sería Matt Jones con un doble episodio que permitiría una reflexión más moral y un nuevo reflejo del Doctor con su herencia postcolonial. En The Impossible Planet / The Satan Pit, aunque pasaría como en esos viejos relatos de aventuras y se centraría más en una trama pensada para recordar al espectador que junto a la tierra y las estaciones espaciales también se podía viajar a los propios planetas. Además de presentarnos a los Ood.

Love & Monsters es uno de los episodios más controvertidos de la etapa de RTD, se trata de uno de esos episodios con poca presencia del Doctor que suelen usarse para contar una cosa completamente diferente. El problema en este caso es que un tono notablemente cómico y las apariciones de algunos monstruos más grotescos pueden hacer no fijarse en la auténtica naturaleza del capítulo: En Love & Monsters se nos presenta a un chico que conoció de pequeño al Doctor, que quedó tan marcado por ese encuentro que siempre ha estado siguiéndolo, cuya obsesión le llevó a conocer a otros como él, a reunirse con ellos para hablar del Doctor y, pro supuesto, cómo ese conocimiento de gente con intereses comunes acaba creando un sentimiento de comunidad que lleva pronto a otro tipo de conexiones e intimidades. La creación de una sociedad entre esos entusiastas de diferentes procedencias y trasfondos, la evolución de sus relaciones e incluso la aparición del amor es mucho más importante que la —inevitable y casi paródica— aparición del extraterrestre disfrazado de humano de turno. Algo que termina siendo resuelto por el Doctor y coronado por una imagen que puede parecer ridícula pero que es un canto al amor más allá de las apariencias o circunstancias porque el amor no es lo de fuera sino lo de dentro, en una inversión de las ideas Disney habituales.

Así que… Love & Monsters habla sobre el tan traído fenómeno fan de un modo mucho más real y racional, aquí no tenemos a unos fanes obsesionados sino a unos fanes que gracias a esa obsesión aprenden a relacionarse, habla de la sensación de comunidad, sus intrigas, rupturas y expansiones, y de cómo da igual lo que hay detrás de la pantalla porque muchas veces el alma que se derrama, sobre todo en internet, no entiende de si al otro lado de la pantalla hay incluso un perro.

La verdad es que la historia en sí era bastante evidente —el protagonista conoció al Doctor de niño, luego el Doctor desapareció, él ha estado obsesionado pero al resto parece que le da un poco igual, hasta que gracias a internet conoce a otro… ¡sólo les faltó ponerle neones!— pero parece que la existencia del humor o las decisiones de un estilo deliberadamente grotesco interrumpieron algunas otras consideraciones.

Y si esta se había llevado palos la siguiente, Fear Her, sigue aún siendo el blanco de las críticas por el más que evidente aprovechamiento de un suceso concreto —los Juegos Olímpicos de Londres 2012— para un episodio casi-embotellado que permitiera reducir el presupuesto y así tener para, por ejemplo, el bicho del episodio doble anterior. En realidad Matthew Graham, guionista del capítulo, quiso en todo momento realizar una pequeña pieza que uniera el sensacionalismo de la desaparición de niños con una aproximación más cercana a la de una historia de terror dependiente de las actuaciones más que de los efectos especiales. Pero, sobre todo, estaba previsto para producirse con facilidad como historia de relleno en caso de que alguna otra historia se cayera. Que es lo que paso con The 1920s de Stephen Fry, su excesivo precio y el apretado calendario de Fry acabaron dejándolo indefinidamente suspendido.

Pero lo más importante es que había logrado el dinero suficiente y algo de tiempo para rodar el gran final de temporada con el adiós a Rose y desarrollar hasta sus últimas consecuencias el concepto de Torchwood para poder terminar de darle la salida a su serie spin-off y para hacer todo esto usaron una confrontación entre realidades y monstruos ofreciendo por primera vez, tras muchos años de intentonas frustradas, un enfrentamiento entre los Daleks y los Cybermen con el Doctor en medio.

Sería Army Of Ghosts / Doomsday la que ofreciera un conjunto tan espectacular permitiendo explicar la salida de Rose de la serie. RTD había dado un tono de historia de amor a esta relación —y aquí podríamos discutir si era algo realmente necesario— y no quería matarla, al fin y al cabo estaba empezando a convertirse en una Mary Sue del productor y guionista pero había servido para enlazar las dos temporadas. De manera que decidió abrazar el Mary Sueismo en un final que la dejaba lejos del alcance del Doctor pero dándole un final razonablemente feliz.

Concluida la temporada quedaba aún encontrar un nuevo acompañante y realizar un especial navideño. Queriendo jugar con las expectativas sobre los acompañante, RTD colocó The Runaway Bride, el episodio desgajado, readaptado para que la presencia de Catherine Tate como Donna Noble. La reacción fue entusiasta, pero no era ella la sustituta. En realidad, de todo este episodio lo que quedaría para la tercera temporada de RTD fueron las menciones a un Mr. Saxon que ya se habían dejado caer en Love & Monsters.

Para el lanzamiento de esa nueva temporada, Smith And Jones, decide contar una historia de un hospital enviado al espacio, un cuerpo policial bastante brutal a la par que extraterrestre y una historia cercana al misterio policíaco. Y, de paso, presentar a Freema Agyeman como la doctora —o al menos estudiante de medicina— Martha Jones. Su intención no era —al menos no solo— continuar con la integración multiracial al incluir a la primera acompañante de raza negra de larga duración, aunque sí que era una de las ideas buscadas. También estaba oponer un personaje instruido y más cauto y reflexivo tras haber tenido durante dos años a Rose Tyler. De nuevo la historia familiar de la chica sería importante, aunque no tanto como con la anterior ya que Martha tendría una familia bastante más extensa.

El primer capítulo en el que las diferencias raciales quedan expuestas es, precisamente, el siguiente, The Shakespeare Code, una de esas piezas históricas con famoso que tanto le gustaban a RTD guionizada esta vez por Gareth Roberts, y en el que la posibilidad de viajar al pasado, a la inglaterra isabelina, hace que los protagonistas tengan este intercambio:



Martha Jones: ¿Estaré bien? ¿No voy a ser apresada como esclava o algo?

Doctor: ¿Por qué piensas si quiera en ello?

Martha Jones: Bueno… no soy exactamente blanca, en caso de que no te hayas dado cuenta…

Doctor: Bueno… Yo no soy exactamente humano. Simplemente compórtate como si fueras el dueño del lugar, eso siempre me funciona.





No es el único momento en el capítulo, se no muestra la variedad de gentes de la época, se habla de obras de Shakespeare o de los actores masculinos disfrazados de mujeres… La duda es si trata de idealizar la época o si realmente no son conscientes de ese racismo antiguo. Quizá el giro de la trama en el que Martha es tomada por bruja pudiera no estar influido por la raza pero sin duda lo parece.

El problema general aquí es que el Doctor se muestra ciego completamente al hecho de que él puede ser un extraterrestre, pero no sólo no lo parece sino que, además, es completamente blanco. No entremos ya en que es hombre. De manera que da por hecho una serie de cosas sin atender a que quizá si fuera de otra manera no lo tendría tan fácil. Sin contar con que sus visitas a momentos históricos del futuro y el pasado tienden a centrarse en esas civilizaciones de otros hombres blancos, pero ahí ya entraríamos en el terrenos de la elección de tramas. Al fin y al cabo con Hartnell y las decisiones educativas sí que hubo una mayor variedad.

Esa ceguera ante los problemas ajenos deja una oportunidad perdida de que el Doctor confronte el racismo, aunque quizá la idea del equipo de producción era que convertir a Martha en la Dark Lady de los poemas de Shakespeare y el episodio de la bruja era ya suficiente.

Para la siguiente aventura, Gridlock, siguen el esquema de viajar por contraste, del pasado vamos al futuro, a la New Earth de nuevo, para facilitar la sensación de continuidad entre los espectadores. Además de esto servía como homenaje a la ciencia ficción futurista y distópica que 2000 AD solía servir a sus lectores, con especial atención hacia las megacities de Juez Dredd y algún personaje del Halo Jones, entre otras. De paso aprovechaba para que no fuera solo la continuidad moderna y recuperaba a los Macra directamente desde la etapa Troughton. Y, finalmente el Rostro de Boe aparece una última vez para revelar su secreto al Doctor: No estás solo.

Sin embargo la investigación de estas palabras queda interrumpida cuando un viaje al Nueva York de la depresión les lleva a encontrarse con hombres cerdo que resultan estar al servicio de los Daleks. Quizá por variar de raza dominada, que no todo van a ser Ogrons. Daleks In Manhattan / Evolution Of The Daleks servía también para responder a los fans que desde Estados Unidos estaban recuperando el gusto por la serie. Como ya había sucedido en el pasado, la base estadounidense de seguidores era amplia y bien organizada por lo que las ocasionales referencias a su pasado servían como guiño amable ante un mercado con amplias posibilidades para hacer negocio.

The Lazarus Experiment aprovechaba la familia de Martha para entrar en una historia de ciencia ficción y científicos locos, una idea más clásica guionizada por Stephen Greenhorn y que permitía a Mark Gattis trabajar como actor en lugar de guionista. Greenhorn y Davies decidieron que tenía que ser un científico loco al estilo Marvel con el Doctor Octopus y el Duende Verde como prncipales referentes modernos, también los villanos clásicos —como los doctores Jekyll y Delambre— , y, por supuesto, tratando de no coincidir con el entonces cercano estreno de Spider-Man 3. Ya puestos a ello, se incrementa la cantidad de referencias a Mr. Harold Saxon.

Chris Chibnall, que había estado trabajando en Torchwood, tuvo su primera oportunidad de escribir un guión con 42 y lo que decidió fue hacer un murder mystery, una historia de localización aislada en la que alguien está matando al resto de habitantes, algo que el Doctor había hecho antes y que a RTD parecía gustarle. El episodio en sí es correcto, pero no logró capturar la atención del público que había logrado que Eurovisión retrasara una semana el capítulo y creara una pequeña brecha en las entregas que RTD pudiera utilizar, así como la noticia de que Martha Jones abandonaría la serie a final de año —aunque RTD se guardara mucho de explicar a dónde tenía pensado mandarla, o por qué— de modo que la aparición de una nueva acompañante parecía inminente. En el momento que Kylie Minogue confirmó que estaría en el ya confirmado siguiente especial navideño —una vez más el especial y la serie había sido renovado sin problemas y con rapidez— las expectativas se dispararon.

El serial —doble— que sí se benefició de esta publicidad fue uno de los proyectos más esperados de Davies, la adaptación de su libro favorito de The New Adventures por parte de su autor, Paul Cornell. Con Human Nature / The Family Of Blood se regresaba a la vena sentimental a la que Cornell era tan aicionado, aunque para eso tuviera que presentarse una poco probable circustancia en la que el Doctor decide disfrazarse de humano y esconder sus recuerdos. Además, la era eduardiana sí que es recogida con un racismo creíble, con Martha teniendo que fingir ser la criada de John Smith. La historia, con los elementos oscuros habituales pero impregnada de sentimientos y situaciones poco habituales para la serie, logró una gran repercusión.

Aunque no sería nada comparada con lo que vendría justo a continuación. Nada menos que el mejor de los episodios de las temporadas revividas, y uno de los mejores de toda la historia del personaje. De nuevo Steven Moffat traía el que se podría considerar plato fuerte de la temporada. Salvo que en esta ocasión era algo más. Mucho más. Algo que convenía no perderse. Ni un parpadeo.

Blink ha sido extensamente elogiado. Suele ser el capítulo que se le pone a la gente para que se enganche a la serie. Y con toda la razón del mundo. Es un capítulo con poca participación directa del Doctor, como pasó en la anterior temporada con Love & Monsters, aprovechando que la trama más personal de Human Nature le iba a tener ocupado. Así que aquí tenemos un cuento de terror, gente desconocida y viajes temporales como los principales motivos, algo que, además, permite usar las características de viajero del tiempo para algo más que cambiar los decorados y, por supuesto, dar un pequeño monónologo y explicar su punto de vista sobre el tiempo…

La gente asume que el Tiempo es una estricta progresión de causa – efecto, pero en realidad desde un punto de vista no lineal y no subjetivo es más como una gran bola de wibbly-wobbly timey-wimey… cosa.


Con este capítulo en la cartera, los aficionados a la serie pudieron multiplicar el número de interesados. —Y si estás leyendo esto y nunca has visto nada de la serie, ya sabes por dónde puedes empezar.— logrando dar un nuevo salto. Algo especialmente útil al entrar en la recta final de la serie. Pues los siguientes tres capítulos bien podrían pasar por una historia unitaria aunque la primera funcione a la vez como historia autoconclusiva y prólogo.

Utopía comienza con el Doctor llegando a gales y la aparición del Capitán Jack Harkness para liar a la TARDIS y mandarles al futuro, uno tan lejano que parece el final del propio Universo, allí conocerían al Professor Yana —magníficamente interpretado por Derek Jacobi— que estaba tratando de facilitar que la gente del planeta pudiera escapar. Pronto se va bien do que hay más que eso en Yana. Y la situación de alguien con lapsos de memoria y una criada hace que el Doctor piense que se trata de una futura encarnación suya, sin embargo la recuperación de memoria hace que las palabras del Rostro de Boe se expliquen, otro Time Lord había escapado de las Time Wars. Las voces de Delgado y Ainley se vuelven a oír en la serie porque estamos de nuevo ante The Master, decidido a regresar a nuestro planeta para seguir con sus malvados planes.

Y de ahí a The Sound Of Drums / Last Of The Time Lords con la revelación de que Mr Harold Saxon no es sino la regeneración —esta vez en la piel del enormeísimo John Simm— del Master quien, a su vez, no duda en utilizar a la familia de Martha de nuevo para sus propósitos. Pero más que eso, el Master está ahora casado, con su mujer, Lucy Saxon, convertida en un punto central. No sólo por su posición en la trama, o por el recuerdo de una relación similar a la de los Condes Scarlioni de City of Death, solo que aquí la perversión y parodia queda multiplicado. En aquella ocasión era un extraterrestre frente a dos Time Lord, el Doctor y Romana; en esta es una inversión en espejo, una deformación que tiene al Doctor y su acompañante humana, una chica obviamente enamorada de él pese a que su mente siga con Rose, en frente tenemos a otro Time Lord cuya presencia tiene subyugada a una chica humana en apariencia tan inteligente y capaz como Martha. Precisamente esto —y la presencia de Jack Harkness— es el revulsivo necesario para que martha decida por cuenta propia abandonar al Doctor. Puede que ella estuviera disfrutándolo y que no había más problemas entre ellos, pero como dueña de su destino ella decide cuándo dejarle, y ese momento es al desbaratar —una vez más— los planes del master.

Un enemigo que se pretendía inesperado —aunque era aún más improbable que las palabras del Rostro de Boe fueran a recuperar por fin a los Time Lords y Gallifrey, mucho menos a algún fan favorite como la Rani— por las veces que RTD había manifestado lo ridículo que le parecía el actor en sus apariciones en los setenta y ochenta. No hablemos ya de Eric Roberts. Lo que, en realidad, significaba que estaba buscando la forma de darle una vuelta al concepto y, de paso, justificar parte de sus acciones con ese sonido de tambores que se escondía en su cabeza.

De nuevo el Doctor terminaba sin acompañante, ya se habían recuperado a los tres grandes enemigos del mismo; Daleks, Cybermen y el Master. La implicación de RTD en múltiples proyectos había supuesto sólo una pequeña caída de calidad, y, además, ahora teníamos Blink. Doctor Who era, de nuevo, la serie a seguir.