Tengo dos problemas con The Bastard Son & The Devil Himself (UK), el primero es la fuente original y el segundo es la persona a la que se ha encargado. Si añadimos el innecesariamente largo, estúpido y… en fin, si añadimos el título ya son tres. Y es una pena porque el hacerlo una producción británica -como demuestra sus magníficos actores infantiles, pero también la aparente normalidad del resto, más centrados en ser buenos profesionales que en el habitual abercrombismo estadounidense- pasa lo mismo que ya ocurría con Joe Barton en Giri/Haji o este mismo año en The Lazarus Project, falla el guion. El problema es que, además, aquí partimos del revoltijo de ideas que era la trilogía y una pizca originales. Con ESE FINAL. Y, claro, esto necesitaría un trabajo sólido de adaptación para llegar a un buen nivel, pero tenemos a Barton que toma una ruta que no puedo decir que me sorprenda. Demasiado centrado en intentar que sea lo mismo de siempre contado de la misma manera, que el edgelordismo reine alto, que las partes grises se queden en ambosbandismos, y que lo que podría haber sido una gran serie acabe en forraje a pesar del esfuerzo de su equipo técnico y artístico. En fin, que una lástima. A ver si la próxima vez.

Si algo queda claro en Becoming Abi (O) (NG) es que la nueva comedia-o-lo-que-sea de lugar de trabajo en Netflix ha sido creada a mayor gloria de Bolu Essien, es la creadora, guionista, directora y protagonista. Es cierto que en algunos puestos tiene más o menos ayuda pero en general es ella en todos los niveles tomando las decisiones. Y, pese a eso, da la sensación de que también quiere ser una demostración de todo lo que puede ofrecer la industria nigeriana a la industria estadounidense. No al público, a la industria. Porque el piloto en sí es bastante genérico, pero parece pensado más como un ejemplo de lo que pueden hacer sus actores y el resto del equipo técnico y artístico, mientras que la historia aporta poca novedad: jóvenes profesionales en un mundo de jefes insoportables, amores y amistades que llegan, vienen y van, problemas personales mezclados con los profesionales y etcétera. Un largo etcétera, de hecho, porque lo hemos visto mil veces. pero bueno, con esto en mente es un forraje aceptable. Y al menos así echamos un ojo a la realidad nigeriana, aunque la mayor parte del tiempo parezcan estar intentando esconderla detrás de lo mismo que los estadounidenses enseñan.

Lo único que se me ocurre para que The Devil’s Hour (UK) me diera más igual es que lo vendieran como un evento o algo. Pero la deliberada intención de ser misteriosos sin acabar de mostrar nada durante este piloto que se me ha hecho la misma vida terminar de puro aburrimiento, la abundancia de personajes y situaciones que se supone que son partes de un puzzle que, la verdad, parece un puzzle con una imagen en negro. Uno de esos que son más interesantes por el mero hecho de hacerlos que por lo que vayas a ver cuando esté completo, pero que olvidan que el mero hecho de hacerlo solo es interesante si hay algún buen motivo para hacerlo. Que no es el caso.

He visto el piloto de Guillermo Del Toro’s Cabinet of Curiosities (USA). No tengo intención de seguir con el resto de capítulos, porque si la idea de usar el piloto es poner semejante conjunto falto de ideas y curiosidades pues para qué. Lo mismo más adelante sale un capítulo bueno, todo puede ser. No creo que haya pasado con la nueva Twilight Zone, que por lo menos tuvo los arrestos de que su piloto no fuera la enésima versión de lo mismo que nos ofrecen aquí. Parece mentira que en un medio que está intentando recuperar estas antologías el producto que tendría que abrir boca esté tan mal creado, como si en Inside Nº 9 hubieran puesto uno de los capítulos malos el primero, como si en Creepshow no hubieran pensado que había que ofrecer algo además del nombre. Si quieres la atención más vale que ofrezcas algo, y lo único que ofrece este piloto es aburrimiento, falta de sustancia y demasiada duración.

Hablando de no saber gestionar los pilotos en Netflix, más le valdría a Daniel Spellbound (USA) señalar de alguna manera que el suyo es doble, que gran parte de los personajes no salen hasta el segundo y que la situación general te la ponen ahí. Sobre todo con lo floja que es la primera mitad, más rutinaria serie infantil/juvenil que presentación de historia o tema alguno. Vista también la segunda parte es una cosa agradable, con algún apunte de humor y de idea, alrededor de una extraordinariamente manida historia. Qué le vamos a hacer, forraje digital.

Muy curiosa esta El Encargado (O) (AR) que podría haber jugado por un lado más… digamos inocente – Más en el lado de la lucha entre pobres y ricos -, o más en el inquietante – en una de esas historias de sirvientes perversos que parece aún perduran- pero que decide jugar con la ambigüedad ya desde la primera escena. Está claro que la confrontación entre el encargado de un edificio y el vecino que quiere echarle se podía haber mostrado de muchas maneras, pero esta historia que nos deja claro desde el principio que el personaje central no es de fiar pero que eso no significa que el resto sean mejores. La partida a la que asistimos tiene un claro componente cómico y otro de tensión, una parte de inseguridad en una narrativa que sugiere que apoyes al encargado pero, a la vez, te demuestra que quizá es algo más que excéntrico, muy capaz de cualquier cosa por salirse con la suya. Todo ello, además, con buenas interpretaciones -algunas más caricaturescas que otras- que saben mantener los cambios de tono y ritmo. Vamos, que probablemente me la vea entera.

Este Hyeongsarok (O) (SC) o Shadow Detective o como lo quiera llamar Disney+, es una serie policíaca surcoreana que es aproximadamente como el grado cero de serie policíaca surcoreana. Hay un detective más o menos desastroso, se retrata a los polis con violentos e incompetentes, a los políticos como corruptos, y luego hay un tipo por ahí haciendo fechorías que supongo que es el intento de que suene un poco distinto pero, sinceramente, consigue que suene incluso más a ‘hecho con un molde’ que otra cosa. Bueno, supongo que si este es tu rancho entonces te lo comes, pero poco interés le veo yo, la verdad.

En comparación tras tanta cosa, este Mr. Midnight: Beware the Monsters (O) (SI) que adapta una serie de populares libros estilo Pesadillas -de terror, éxito en los ’90s/’00s, historias más o menos independientes- asiáticos (esto es, su mercado principal es Singapur, aunque se ha exportado y traducido a China, Birmania, Indonesia o Malasia, entre otros) escritos con pseudónimo que imita los nombres del oriente asiático por parte de un señor blanco australiano, tiene la buen idea de ser producida directamente en Singapur con actores de la zona y etc. También deciden cambiar la forma de funcionar de los libros, crean un grupo de chavales para que interactúen de una u otra manera con las historias, creando arcos y demás… El resultado es satisfactorio. Logran separarse lo suficiente de lo esperable –El club de la medianoche o los propios Pesadillas– y ofrecer algo de esa modernidad, es cierto que el espacio para hacer algo aún más distinto está ahí pero ya es mejor que ese Midnight Club que el propio Netflix estrenó estas pasadas semanas. De hecho, parece más una evolución de la serie de Nickelodeon y otras ficciones similares que fueron apareciendo. A ver si hay suerte y se mueve lo suficiente como para que Netflix nos ofrezca también su otra serie: Mr. Mystery.

El nuevo Monster High (USA) -que llega en el momento del año en el que se supone que tenía que llegar y, además, casi a la vez que la película- sigue una estructura similar a las antiguas animaciones pero con un paso a la animación por ordenador que, inexplicablemente para mí, hace que quede mejor animado que la anterior vez. Además, cambios para distinguir mejor a los personajes, incluyendo en los diseños que parecen pensados para acentuar esas diferencias que también se extienden a las personalidades. En conjunto, un buen trabajo de actualización de la franquicia. No es que hayan apostado por tramas largas o complejas, pero al menos es una mejora.

Se nota el mes también en cosas como este Monster Loving Maniacs (UK) que sigue el clásico trío de niños, familia peculiar recuperada, amenaza, mundo fantástico. Va cumpliendo un poco todo, teniendo algún detalle en el diseño, alguno menos en la historia y… bueno… también para niños hay forraje.

Una vez más traído desde otro lado, este Romantikku Kirā (O) (JP) o Romantic Killer de Netflix me recuerda a las obras de primeros de los ’00s, con una cantidad de algo que supongo que es sátira o algo así sobre los otomes, y que no podría dar más lo mismo. Que me parece muy bien que tiren del absurdo y lo que quieran pero a estas alturas, y para repetir clichés, no parece muy interesante.

Cortos para promocionar frutas y verduras, eso es lo que trae Roots and Fruits (UK) a la CBBC y, sinceramente, no creo que necesitemos más. Ojalá fueran cortinillas aleatorias en lugar de un programa en sí. Pero al menos está todo realizado con gracia. Promoción, divulgación e imágenes monas.

Creo que es imposible hablar de  Sumo Do, Sumo Don’t (O) (JP) sin usar el término spokon. Porque aunque tenga una parte clara de ¿comedia? romántica, o de serie de ¿adolescentes?, está  muy claro que es el sumo lo que se quiere dar a conocer, crear expectación y blablabla. Y lo hace usando muchos de los recursos habituales de las ficciones deportivas. Reconozco que si me hubieran dicho que iba a haber un spokon romántico de sumo habría apostado por que sería bara. Pero supongo que Disney + tiene esas imposibilidades.

Croquetas de Star Wars, eso es lo que ofrece Tales of the Jedi (USA). Historias que están bien, o que no están mal que a estas alturas y con SW es lo importante,  y que sirven más para aprovechar los huecos que ya hemos visto, para rellenarlos con estas historias que son… bueno… croquetas.

Eli Roth ha sacado otra serie en colaboración con Travel/ Discovery, esta vez se llama Urban Legend (USA) pero lo que trae es lo mismo de siempre. Torturas y cosas de esas. ¿Y las leyendas urbanas? Pues supongo que la leyenda urbana es que Eli Roth tiene talento. No sé si hará más, pero no tengo intención alguna de verlo.