Cancelando rápidos hachazos

Kerry Packer era, hasta su muerte en 2005, uno de los magnates de la información en Australia; controlaba la PBL que incluía la cadena Nine, la más vista de Australia durante décadas. Así que imagina lo que debió pensar el responsable de atender a los teléfonos cuando descolgó una noche de 1992 y se encontró a su superjefazo al otro lado de la línea, muy muy enfadado porque había tenido que dejar una cena en la que se encontraba al empezar a recibir llamadas de conocidos por culpa del programa que estaba emitiendo su canal en ese momento. Peor aún, había logrado una televisión y había visto unos minutos, los suficientes como para descolgar y llamar exigiendo, según cuenta la historia: “Get that shit off the air!”. “Esa mierda” era Australia’s Naughtiest Home Videos, que en su minuto 34 entró en anuncios y, cuando estos terminaron, comenzó un capítulo de Cheers. Packer no lo sabía pero acababa de hacer historia.

Ésa que acabáis de leer, a mitad de emisión, es la cancelación más rápida de la historia, al menos de la que se tenga conocimiento. El programa en cuestión no dejaba de ser una recopilación de vídeos al estilo de los Vídeos de Primera que tan de moda estuvieron en los años ’90 y que tenían en esta ocasión un marcado cariz sexual, junto con algunas otras imágenes calificadas como ofensivas; eso y un presentador, el cómico Doug Moulray animando los vídeos con voces —en fin— mientras en pantalla dos animales se lo montaban, un señor se quedaba en paños menores o una niña jugaba con el escroto de un canguro. Como resultado de este ataque de ira, Moulray fue vetado (baneado, en moderno) de por vida de Nine y el programa desapareció dejando tras de sí una leyenda propia… hasta que en 2008, aprovechando que el dueño llevaba tres años muerto y que una copia acababa de aparecer, el canal decidió volver a emitirlo. Incluso trataron de contar con Moulray que, obviamente, se negó.

El resultado fue editado mínimamente y, una vez visto, no ofrece nada que no pudiera triunfar en las noches españolas. Si tienen curiosidad aquí está:

No tenía yo mucha intención de hablar de programas rápidamente cancelados pero parece justo, tras la columna de hace quince días, dedicar un pequeño apartado a los que no sólo no lo consiguieron sino que no lo consiguieron demasiado deprisa. Tanto que o la audiencia fue espantosa o algún otro motivo —como en el caso que acabamos de ver— llevó a que los retiraran de pantalla.

Para nuestro número dos encontramos, precisamente, esa misma motivación, sólo que unos veinticinco años antes. Todo a cuenta de algo que había empezado dos años antes y que sería uno de los grandes programas de la televisión americana.

En 1967 se emitió el primer especial Rowan & Martin’s Laugh-In, un programa cómico, casi de variedades, en el que los títulares Dan Rowan y Dick Martin encabezaban a un grupo de cómicos y artistas que realizaban sketches con fuerte acento en el vodevil e, incluso, en lo burlesco. Un exitazo tal que en el 68 la NBC reemplazaba The man of U.N.C.L.E., convirtiendo Laugh-In en un programa habitual. Y ante su éxito sus creadores no tardaron en decidir sacarle más rendimiento, darle un spin off propio, algo más… descarado, más… picante… Sólo que ni la ABC ni la CBS lo quisieron, así que terminó en la ABC. Turn-on tendría un cast propio, distinto del de Laugh-In y un primer invitado de impresión, Tim Conway. Y no tendría mucho más.

Mezclaba los temas sexuales con alguna alusión política perdida y con referencias a la contracultura del momento —incluso a otros ilustres eliminados de la parrilla, los Smothers Brothers— y algunas ideas que podrían haber funcionado en algún otro programa, incluso en el aún no imaginado SNL. Pero la controversia por los temas e interpretaciones hizo que durara mucho menos; en algunos estados no llegó ni a terminar de emitirse tras un sketch con una joven tratando de hacer funcionar a una expendedora de píldoras del día después. Conway llegó a declarar que la noticia de la cancelación llegó después de su emisión en la costa este, pero cuando aún no había terminado en la oeste. Aunque oficialmente tardaría algunos días en hacerse público y, ya puestos, pedir perdón a los ofendidos espectadores que estuvieron quejándose a las distintas emisoras asociadas de todo el país. Algunas malas lenguas sugirieron que esperaban a tener los resultados de audiencia fiables para comprobar cómo de rentables les sería mantenerlo.

En cualquier caso este programa, no tan lejano a Laugh-In y tantos otros programas de sketches de antes y después (hasta el punto de que el programa padre recicló alguno de ellos sin mayores problemas) tenía el problema, según Harlan Ellison, de ser “más incómodo que malo”. En cualquier caso parece que escarmentaron, porque decidieron pasar de un piloto de comedia sobre un tipo con propensión a enfadarse y a tocar temas controvertidos, por suerte para la CBS que se hizo así con All in the family.

Poco hay mostrable del programa pero sí la opinión de dos de los que estuvieron allí implicados:

Para nuestro tercer seleccionado vamos a algo más complejo. Estamos ahora en 1979, el SNL había sido el programa de referencia los últimos años y Desmadre a la americana (National Lampoon’s Animal House) había sido un exitazo, tanto que todas las cadenas parecían decididas a estrenar una serie sobre fraternidades: La ABC tenía Delta House —adaptación directa de la película y que presentaba a una jovencita Michelle Pfeiffer antes incluso que Grease 2—, la NBC contaba con Brothers & Sisters y la CBS contaba con Co-Ed Fever. Contaba y poco más.

La serie vivió este estreno especial como parte de una estrategia de presentar las nuevas series a la audiencia antes de su estreno real. La audiencia dejó claro que no iban a estar allí —de hecho, de las tres series sólo Delta House llegaría a emitir 13 episodios—, de manera que el estreno se pospuso hasta eliminarse, directamente, dejando los cinco episodios rodados fuera de juego —bueno, los acabaron emitiendo… en Canadá—. Así pues, ¿aceptamos que se eliminó tras un capítulo o antes del estreno o cómo?

No fue el único caso ese año para la CBS; anunciaron una serie cómica sobre un congresista negro, Mr. Dugan e incluso dijeron que la estrenarían durante esa semana de presentación, pero las quejas de un congresista negro real llevaron a la cadena a un movimiento arriesgado: presentar el programa a los congresistas negros para que vieran que no había nada malo.

La serie era un producto de Norman Lear, el creador (o adaptador) de clásicos como All in the family y Maude. De hecho este programa pensaba reutilizar los decorados dejados cuando Bea Arthur decidió no seguir con la serie tras sólo un par de capítulos en su nuevo puesto como senadora. ¿Si no les gustaba el creador de Maude, quién iba a gustarles?

Respuesta: Aparentemente nadie. No lo querían. No lo aceptaban. Y se negaron con todas sus fuerzas. Dio igual el dinero y esfuerzo realizado en las series o en autopromoción, incluso el tener una fecha para el estreno. Mr. Dugan jamás vio la luz.

Con los restos se cocinó una ropavieja llamada Hanging-In que reutilizaba actores, algunos escenarios y algunas ideas del guión. Duró cuatro capítulos, que ya fueron muchos con lo condenado que partía el proyecto. ¿Cómo consideramos Mr. Dugan, que no llegó ni a estrenarse?

Como decía, ejemplos como éstos de rapidez con el hacha pueden servirnos para entender el gatillo fácil que pueden llegar a tener las cadenas y cómo muchas veces no tiene que ver tanto con las audiencias como con algunos hechos de su contexto.

Otras veces la cancelan ellos, como Emily’s Reasons Why Not, con una Heather Graham popular que vio cómo en USA sólo se emitía el primer capítulo, teóricamente porque los ejecutivos habían dado el visto bueno al proyecto sólo por la presencia de Graham, sin haber leído el piloto, y que después mandaron a boxes y, por lo menos, endilgaron la serie a canales de todo el mundo usando de gancho a la estrella —recordad, 3 de cada 4 veces: “Exito en USA” es mentira— y recuperando algo de pasta.

Uno casi agradecería la indudable motivación para eliminar una serie de la parrilla que vivió Heil Honey I’m Home! debido a que iba de… Pero estoy pensando que lo podéis ver:

Efectivamente, una sitcom protagonizada por Hitler y Eva Braun con sus nuevos vecinos judíos, los Goldberg, a los que tratan de ocultar que viene a cenar Neville Chamberlain, todo ello presentándolo como una serie perdida de los años 50 que acaban de reencontrar.

No coló y, en mitad de una tormenta de mierda —la típica de los que tienen más de cincuenta mil followers—, decidieron retirarla, quitar de en medio el resto de capítulos y fingir que nunca se les había ocurrido.

Lamentablemente no es tan divertida como para reivindicarla, para que luego digan que Hitler es comedia.

Yo pretendía terminar aquí para que la columna fuera corta, pero veo que aún en el reino de un sólo capítulo me dejo cosas… Bueno, así tendré la posibilidad de hacer otra el año próximo. Incluso puede que meta alguna serie española, si es que a alguien se le ocurren programas españoles a los que sólo hayan dado una oportunidad.


Inolvidados Falsey Brand

Es difícil decidir o establecer cuándo alguien ha hecho o está haciendo historia; muchas veces sólo se puede ver a posteriori, con mucha distancia, y señalarlo no deja de hacernos parecer estúpidos. Sobre todo si debatimos algo como ¿Cuánto hace falta para hacer historia?. Y, sin embargo, igual que Rimbaud —que escribió toda su obra entre los 15 y los 20 años—, estos dos señores que nos ocupan, Joshua Brand y John Falsey, sólo necesitaron crear cuatro series, ocuparse de ellas por espacio de diez años, entre 1982 y 1993 y crear no sólo un culto hacia ellas sino una huella —propia, innegable, ineludible— que aún hoy perdura.

Y lo más divertido del caso —al menos para mí, que tengo algo retorcido el sentido del humor— es que crearon cuatro series, dos menos recordadas, dos de culto, una que fue auténtico punto de inflexión, piedra de toque de ciertos aficionados y gran parte del público más… digamos… gafapasta, pero… sus apellidos se olvidaron. Si es que alguna vez los devotos de sus series lo supieron. Y, sin embargo, en apenas diez años, surgiría la idea de una televisión de culto en el cable. Por lo visto en las grandes cadenas no podía existir.

Hablemos de nuestros hombres del día:

John Falsey, nacido en el 51 (el 6 de Noviembre podréis felicitarle su 60 cumpleaños), estudió Literatura Inglesa y Escritura Creativa, publicó en New Yorker y todo eso le sirvió en 1978 para entrar como guionista en una serie como poco atípica: The white shadow, una serie creada por Bruce Paltrow —sí, el padre de Gwyneth— para la CBS sobre un jugador de la NBA, un profesional blanco exitoso que jugando con los Chicago Bulls se lesiona la rodilla, lo que le lleva a empezar una nueva carrera como profesor en un pequeño instituto en el que la mayoría negra vive sin muchas esperanzas. Duró 3 temporadas y tiene el honor de ser el primer drama protagonizado por un reparto de gente de color. En su segunda temporada se unió nuestro otro nombre.

Joshua Brand, nacido en el 50, licenciado en el 74 en la Universidad de Columbia en Literatura Inglesa, estrenó una obra en el 78 que cosechó los suficientes elogios como para lograrle un lugar en The white shadow en 1979, compartiendo el puesto de editor de guiones con Falsey. El final de la serie en su tercera temporada, en 1981, le dio una oportunidad al dúo para presentar en la NBC la primera serie del tándem.

Siempre es complicado señalar qué series conoce, o debería conocer, el espectador medio. Voy a asumir que ésta es una de ellas pero, la verdad, no tiene por qué. Y es una pena. Se trata de una de las primeras series de médicos que se tomó la profesión como una mezcla. Si hubiera que tratar de sacar la fórmula de su éxito podríamos decir que entendía la naturaleza médica como M*A*S*H, la humana como Canción triste de Hill Street y la seriedad televisiva como General Hospital. Puede sonar a cachondeo, pero no lo es. Lograba reunir la idea de un centro de trabajo con sus dramas y sus alegrías, toques de comedia sin perder el rigor, cierto sentido incluso de lo fantástico y un apoyo magnífico por parte de los actores que sirvió no sólo para que la serie fuera un referente, también para convertirse en el espejo al que miraban en el futuro Urgencias o Chicago Hope. En España tuvo una vida complicada, los catalanes la llamaron A cor obert, el resto se decidió entre el más simplón Hospital o dejarla con el título original: St. Elsewhere

Una serie sobre un ruinoso hospital de formación que se permite recuperar un personaje de The white shadow, hacer comentarios metareferenciales, o hacer despegar las carreras de alguno de sus médicos como Ed Begley Jr. o Denzel Washington, pero que es recordada sobre todo por un hecho, su final.

Todo el talento, toda la ruptura, todo el buen hacer quedó condensado, superado y, lamentablemente, eclipsado por una idea tan brillante que crearía incluso una realidad alternativa televisiva, El Universo Tommy Westphall. Tommy, hijo autista de uno de los doctores aparece al final del último episodio, sólo que ya no es esa misma persona, es sólo un chico autista, con un globo de nieve, dentro del cuál se encuentra el St. Eligius, el hospital que centraba las tramas, lo que convierte toda la serie en la ensoñación de un chaval autista. No sólo eso, la aparición de personajes de otras series e, incluso, la exportación de personajes de esta serie en otras ficciones servía de conexión para que desde I love you Lucy hasta The Wire estuvieran dentro de este mismo universo. Ah, la televisión…

El final de la serie fue en 1988, aunque para entonces ya habían realizado la labor de supervisores en Amazing Stories. Incluso, descarrilado un proyecto nuevo, una historia extraña, como no podía ser menos: A year in the life.

Todo empezó en 1986 como una miniserie para la NBC. Tres capítulos, autocontenido, un año en la vida de una familia en la que lo más importante que ocurre es la —inesperada— muerte de la madre. El resultado fue, lo crean o no, un bombazo. Tanto que la cadena convenció a los autores de que lo pasaran a serie regular, y así durante la temporada 87/88 se emitió la historia del siguiente año en la vida de esta familia, ahora con más tranquilidad.

Sin embargo la serie no lograría ser seleccionada para otro año más por la cadena.

Y eso les permitiría regresar a la CBS con un proyecto para verano que… vamos a dejar para un poco más adelante.

En lugar de eso pasemos a la otra serie de corto recorrido de la pareja, I’ll fly away, ofrecida de nuevo por la NBC y que en sus dos temporadas repasaba la vida de una criada negra a finales de los ’50, sirviente de la casa del Fiscal del Distrito de un estado del Sur indeterminado, en plena ebullición de los movimientos en defensa de los Derechos Civiles. Una historia que tenía un lado melodramático pero que también enseñaba la importancia de estos movimientos y de las personas implicadas en ellos. Algo lo suficientemente importante como para que, al ser cancelada la serie durante su segunda temporada, la cadena pública americana PBS decidiera hacer un telefilme que atara los cabos de la misma y, de paso, contara una historia sobre esa lucha.

Una historia dura, sí, pero también tratada con maneras inspiradoras, que les dio más reconocimiento crítico que premios o audiencias. Y ahora volvamos al verano, a la CBS y a esa pequeña idea que consagraría a Falsey y Brand en el Olimpo televisivo.

El año 1990 trajo con él un par de series de éxito. Casi todas inesperadas. En Abril, dentro de la temporada de restos, cuando se estrena lo que parece no tener cabida en ningún otro lado, aparece una serie que pega un repaso a todo lo que se había visto hasta entonces cambiando algunas de las reglas del juego. Es decir, se estrena Twin Peaks. No sólo eso, en julio llega lo nuevo de Brand y Falsey, una serie que encajaba en las reglas del Verano, amable con sus personajes, con un punto de comedia y otro muy atenuado de drama… Hasta el punto de que al año siguiente una película protagonizada por Michael J. Fox iba a ser considerada una adaptación de este éxito, como si no tuvieran un plazo de preparación las cosas. En cualquier caso, 1990 fue un buen año para la tele y, desde luego, para los pequeños pueblecitos a los que llegan extraños, sean policías o sean, ya sabéis… médicos:

Con la excusa de las discrepancias ciudad/campo que tanto juego han dado siempre, se nos presentaba a un elemento nuevo —el doctor Fleischman— que acababa en Cicely, Alaska merced a una enrevesada peripecia. Una vez allí conocía(mos) a los extraños habitantes del pueblo, cada uno con sus motivos para quedarse y su punto de rareza. Incluyendo, claro, al Buen Doctor, un judío neoyorkino con tendencia a ponerse nervioso y hablar mucho, haciendo una interpretación de lo que sería por antonomasia el pez fuera del agua. No es la primera vez que se establece esta dialéctica campo/ciudad ni que se envía a un pueblo a alguien de ciudad —generalmente por las risas— pero en este caso era más como si el campo le rodeara, no para chocar sino para demostrar sus errores de ciudad. Porque, pese a los sueños de Maurice de lograr la riviera de Alaska, la verdad es que todos los personajes importantes del pueblo tenían una cultura similar a la de un urbanita pero con la mitad de prejuicios —en su lugar tenían… prejuicios nuevos—, todo lo cuál permitió convertirla en un Beatus ille para los espectadores —estos sí, urbanitas— que llegaron a ella a principio de los noventa, y que la auparon a Clásico de Culto y la mencionan cada vez que se da este esquema, ya sea al estilo Everwood o al más reciente Hart of Dixie, pasando por —¿hace falta decirlo?— Doctor Mateo. Y eso que durante la Década Rústica ya habíamos tenido de Green Acres a Newhart pero, claro, eran claramente comedias y no tenían a un médico como protagonista…

En España la emisión, digamos, irregular que hizo La 2, programándola de madrugada, desordenando los capítulos y, por supuesto, moviéndola en el horario o echando dos capítulos si así les cuadraba mejor, le dio incluso más estatus de Culto. Al fin y al cabo Twin Peaks la había echado en prime time el Tele 5 de las Mamma Ciccio mientras que ésta la ponía ¡ LA 2 ! ¡Y así como con odio! Es sorprendente leer ahora tantas loas a las series y ficciones obviando este fenómeno que se conviritió en los protogafapastas en toda una seña; por suerte no había ni Infovía aún para comentar el espantoso caso de la operación de estética de Janine Turner o montar una recogida de firmas cuando el protagonista, Rob Morrow, decidió largarse —bueno, a medias—, lo que provocó la salida de Brand y Falsey que preferían no continuar la serie de cualquier modo; cosa que acabó pasando —claro— aunque fuese sólo por una temporada más. Luego Morrow acabaría haciendo Numbers para solaz de los que creen en el Karma.

En cuanto a sus seguidores, parece que no fueron capaces de recordar el nombre de los creadores, pese a haberse convertido en el grupo de aficionados a una serie que más méritos hacían para terminar acribillados por disparos de escopeta —trono este que están pasando en estos momento los de The Wire a los de Mad Men — y es una pena, porque no sólo sus creadores eran grandes de la televisión, con señas reconocibles —al fin y al cabo muchas de las tramas de Northern Exposure podían haber casado dentro de St. Elsewhere— sino que también tenían un equipo magnífico en el que destacaba, por ejemplo, el escritor y posteriormente productor de la misma, un tal David Chase. Al que le vendría bien el final de la serie para ponerse con su segunda serie propia, esta vez para la HBOLos Soprano se llamaba.

¿Y qué es en la actualidad de Falsey y de Brand? Más aún, ¿qué es de ellos desde 1995?

Falsey vive alejado de la televisión. Lo último que hizo fue echar un ojo a la primera temporada de Providence, una serie que contaba cómo una prestigiosa doctora decidía retirarse a un pueblecito que… bueno, os lo podéis imaginar. Cinco temporadas duró, aunque Falsey sólo diera ideas y supervisara un poco en la primera, y más como un gesto hacia John Masius, el creador, que fue escritor y productor con la pareja en The White Shadow o St. Elsewhere. Tras eso se quitó del mundillo televisivo.

Brand, por su parte, ha estado haciendo trabajitos, fundamentalmente dirigiendo algunos capítulos en series como Joan of Arcadia y mandando ideas para series que, al final, han logrado que una de ellas sea escogida, y otra esté en consideración… La segunda, aún en el aire, habla de una periodista de moda que termina en la sección de obituarios y, por supuesto, es muy temprano para poder decir nada más de ella, Circling the Drain, mientras que la otra es un piloto en grabación a la espera de ser convertida —o no— en serie, Reconstruction; centrada en la reconstrucción —obviamente— de Missouri tras la Guerra Civil americana y en un soldado que llega a una pequeña ciudad en la que será aclamado como su salvador. Veremos si es uno de los estrenos del año próximo, que aún queda mucho por delante y estamos hablando de un proyecto para la FX que ha terminado en la NBC, así que puede suceder casi cualquier cosa.

Quién sabe, quizá incluso esté cercano un regreso de la pareja Falsey / Brand* a la producción. No es que necesiten hacer más por la televisión pero, ¿no sería agradable?


Dinero aún humeando

Al final todo se reduce al dinero, suelen decir. De hecho, al final suele reducirse a dónde estaba el dinero antes y dónde se encuentra ahora. El problema es que el dinero no siempre es la pelotita bajo la concha y el cui prodest puede llegar a ser tan alambicado como poco lógico. ¿Dónde está el dinero en la Galactica setentera?, comentábamos hace unos meses. ¿Por qué se estrena una serie para poder cancelarla, como menciono de cuando en cuando? ¿Cuál es la rabieta habitual de la CBS? Que es la primera en espectadores y no gana tanto como la habitual terceridad de la FOX. Sigamos al dinero…

Primera parada, ¿de dónde sale ese dinero? En el cable, una parte es de los anunciantes y otra de los suscriptores. Conforme más abierta va siendo la situación —bien cable básico, bien cadenas generalistas— más peso tienen los anunciantes. Así que, ¿cómo sacárselo? Lo habitual es pensar que con las audiencias: buenas audiencias = muchos posibles clientes. Menos audiencias: o es un público especializado o de un rango menor y peores anunciantes —no digamos ya de los anuncios—. Es algo que se puede comprobar no sólo en las cadenas o programaciones locales sino, incluso, en las regionales que caen en desgracia. Los anuncios de Telemadrid, según ha ido perdiendo audiencias, se han ido acercando a los de bodas, bautizos y comuniones con una velocidad tan sorprendente como esperable. Obviamente esta pérdida de impacto e interés permite hablar de una crisis en el modelo de televisión pública que justifica también una venta al Capital privado. Y es que si usted no sabe buscarse una situación de todo ventajas es porque es poco ducho.

Pero volvamos a USA. ¿Qué tiene la audiencia de la CBS que no tiene la de la FOX? Edad. O, dicho al revés, la FOX tiene menos series con cantidades enormes de espectadores porque el segmento menos deseable de los mismos —es decir, a partir de los 50 años que, por lo visto, solo compran cosas de salud— está toda con la CBS. Más aún, la FOX tiene un éxito y lo exprime. Los chicos de Glee deberían estar buscando un Abraham Lincoln para que les libere de grabar discos, dar actuaciones y realizar tours. A otros como House se limita a venderlos en packs, más packs y repacks; además, claro, a mandarlos a hacer bolos por el mundo para promocionar sus series —idea esta tan loca que pareció funcionar y empezó a ser copiada por los demás—. De manera que en el trabajo del actor no está sólo actuar sino, además, vender la serie en la que actúa. De ahí la importancia que FOX da a todo tipo de eventos chorras con los que hacer un algo de ruido y dar esa sensación de somos una piña de televidentes.

Todos los años la CBS se queja de que teniendo las series con más seguidores el reparto de pasta no le favorezca más, y todos los años repite que también los mayores de 50 años tienen pasta, que no sólo los adolescentes pueden comprar cosas ni que los sesentones se gastan todo en Indasec. Con escaso éxito. Todos los años.

Peor aún: años como éste decide que hay que bajar la media de edad de sus espectadores. No, asesinándoles no. Buscando programas más jóvenes, programas como The big bang theory, que les puedan interesar por estar enfocados para ellos. Y entonces prueban algo como Ringer, que es considerado como propio de una audiencia más joven, y ellos mismos se lo derivan a la CW, canal adyacente en el que la audiencia de sus series (de Smallville QEPD a The Vampire Diaries, pasando por Gossip Girl) es directamente juvenil. De hecho, se caracteriza entre otras cosas por haber peleado abiertamente por lograr una audiencia juvenil femenina, dándole todo el bombo posible a series como Gossip Girl, aunque los éxitos de audiencia fueran Supernatural o Smallville. Algún comentarista de la tele decía que si se hubieran gastado el dinero de promocionar Gossip Girl —y, todo hay que decirlo, convertirlo en un programa de culto entre un cierto tipo de espectadoras— en respaldar otros programas de la cadena como, ehem, Veronica Mars, quizá les iría mejor con las audiencias. Y es que a veces parece que los que más éxitos tienen no saben lo que quieren. Lo que explicaría también la deriva de The big bang theory, que fue convertirse en la sitcom más vista y sufrir el efecto de la cadena, convirtiéndola en una de parejitas para un público treintañero, incorporando más mujeres al reparto.

Se supone que dinero llama a dinero, pero en la tele estamos aburridos de comprobar que no es así, sobre todo para las archipromocionadas series de media temporada, da igual que sean New Amsterdam o Happy Town; más aún, da igual que el dinero se lo hayan gastado en realizar la serie y no en darle bombo: Hablemos de Terra Nova.

Vendida por Spielberg a la FOX, con dinosaurios, preparada para estrenar en 2010 cuando los tests de público demostraban que poco menos que odiaban lo que veían, mandada a talleres y allí, decididos a aprovecharla, grabando toda la primera temporada del tirón para reducir los fabulosos gastos que estaba llevando el problema, perdón, el programa. Un año más tarde está preparada para el estreno, pero con el riesgo de que no van a poder tener reacciones del público. Bueno, seré claro: Reacciones tendrán, pero no podrán emplearlas en mejorar o cambiar la primera temporada; como mucho la segunda, si es que hay. Porque, como auguraban los teóricos del público —entre los que reconozco no encontrarme—, la gente no está especialmente contenta con estos dinos que están hechos como si tuvieran menos medios que una peli del SyFy. Su debut hace tres lunes resultó flojo, perdiendo contra las propuestas de la ABCDancing with the stars — y de la CBSHow I Met Your Mother — y haciéndolo por partida doble: DwtS sacó 16,5 millones de espectadores, 6,1 más que la comedia de Barney y prácticamente el doble de lo que sacaron los dinos; por su parte HIMYM se apuntó los mejores datos en la franja de 18/49, con un rating de 4,5 que ganaba por casi 1,5 puntos a los del Mira quién baila yankee y, por supuesto, a los dinos. De hecho, en la segunda semana las audiencias se han mantenido y sólo una leve bajada de esa franja de espectadores del programa de baile ha permitido que los dinos recorten algo de distancia, aunque siguen siendo terceros. Es decir: ¡Gracias a la NBC y su desastrosa programación por existir! En fin, no sé si Terra Nova tendrá segunda temporada, imagino que según logren un acuerdo para producirla; pero ahí tenéis claro que el dinero gastado no siempre significa dinero ganado.

Seguimos con la FOX y ahora toca hablar de Los Simpsons; es una serie de animación que quizá hayáis visto alguna vez, la suele poner Antena 3. Esta semana pasada han estado de bronca porque la FOX exigía un recorte en los sueldos de los dobladores de un 45% para renovarla; aparentemente el dinero que aún les hace ganar no era suficiente, bien porque la audiencia va cayendo, bien porque mientras esté en emisión no pueden hacer algunas cosas con ella como vender para sindicarla en cable o vender los episodios por internet, los acuerdos privados es lo que tienen… En cualquier caso se ha hablado mucho de lo que vale y lo que cuesta Los Simpson, cuánto afecta su emisión a todo el dinero que el mercha —otra de las paradas, entendido no sólo el derivado directamente de la serie en forma de set de DVDs, también cosas como muñequitos, camisetas o acuerdos con cadenas como Burger King —les reporta. Hasta el punto de que uno de los actores, el ex*_SNL_* Harry Shearer, que pone la voz a Flanders o al señor Burns entre otros muchos, ofreció rebajarse un 70% su sueldo a cambio de una participación en los beneficios de la serie. Al final llegaron a un acuerdo, una rebaja que se comenta del 30% y dos temporadas más para la cadena.

Como vemos el dinero está detrás de muchos de los movimientos y decisiones de las series; habrá quien diga que detrás de asuntos como renovaciones y continuidades —aunque eso nunca será del todo correcto— del mismo modo que el uso de un espacio concreto de televisión tendrá no sólo unas ganancias asociadas, también unos costes que pueden llevar a ponderar las series que se emiten. Cuando emitir algo sale más caro a la cadena — en el sentido de dejar de ingresar dinero e, incluso, de tener que vender más barato ese espacio publicitario de lo que se gana con la serie o, en el caso del cable, ofreciendo menos motivos para apuntarse a una cadena, o pack de cadenas, tema este complejo por su propia naturaleza norteamericana… — porque al final siempre podemos seguir el rastro del dinero.

Añadamos no sólo esto, también la creación de remakes de series antiguas: Hawaii 5-0 ha sido un éxito, Los Ángeles de Charlie está siendo un fracaso y el truco de hacer series de miniseries y viceversa demuestra, también, que la ficción es esquiva aunque adaptable. ¿Si no está seguro el éxito por qué se hacen? Pues porque cuentan con una ventaja en forma de los seguidores de la antigua versión, y porque esto —como las adaptaciones de productos extranjeros o personajes conocidos, ahí tenemos la futurible Hulk o la nonata Wonder Woman — sirve, además, para venderla al extranjero. Una vía de negocio tan lógica y legítima como la publicación en DVDs e igualmente fundamentada en: ¿cómo podemos sacarle —más— pasta a nuestra inversión?

Pasta, guita, dinero… al final siempre está ahí. Decía al principio del post que podía acabar dándose el caso de que estrenar algo imperfecto y cancelarlo puede acabar siendo la única solución viable para darle algo de salida a una serie ya aprobada. Así reconocen que no se equivocaron contratándola, rellenan algunas horas , generalmente donde menos daño pueden hacer, bien el viernes o el sábado que hay menos consumo televisivo, a veces en verano, sobre todo julio y, especialmente, agosto. y si la has cagado tan a fondo como la serie Friends with benefits te puedes acabar encontrando con tres años entrando y saliendo del taller para terminar siendo estrenado en agosto. Y el sábado.

De momento se han cancelado en la NBC —¡Esa cadena!— The Playboy Club, que ha sufrido no sólo los problemas propios e internos sino el sándwich que le hacían Hawaii 5-0 y Castle —por cierto, metidos en una interesante lucha en la que, por una vez, la ABC de Castle gana en espectadores mientras Hawaii 5-0 de la CBS gana en el segmento de interés—, además de por el lanzamiento fallido con toda la expectación por 2 hombres y medio y el roast a Charlie Sheen… La segunda, de la misma cadena, fue Free Agents, con unos registros flojos incluso para ellos, sobre todo con los buenos —e inexplicables— números que están teniendo las otras novedades en comedia, Whitney y Up all night. Como dato, llegó a los 4 episodios, así que se queda a 2 de la serie original británica. Pero la más rápida ha llegado de la mano de la CBS, que ha fulminado tras su segunda emisión la… comedia How to be a gentleman, de la que ya os hablaré a finales de mes. Con los saludables ratings de cadena, han decidido no cancelarla propiamente ni mandarla a talleres; la han desterrado a que muera los sábados. Ahí vemos trabajar el dinero de nuevo: No molesta, no hace mucho daño y se amortiza el dinero invertido aunque sea por la mínima. No parece que la FOX tenga mucho que preocuparse, no más que de Terra Nova, que ya ha pagado, o de la caída de espectadores de Glee y, tras la limpia del pasado verano, sólo Fringe camina por la cuerda. Por contra, la ABC tiene entre manos lo que podría ser la próxima cancelación del lote: Los Ángeles de Charlie; el problema es que pese a los datos espantosos el dinero podría estar en desterrarla y mantenerla para poder continuar con la venta al extranjero; o, si no mejoraran los datos, en quitarla de en medio pero seguir produciendo episodios hasta completar la temporada y endosársela a las cadenas extranjeras. Al fin y al cabo, el nombre vende tanto en esto como vendió en V. Esos retorcidos meandros que crea el dinero.

En fin, el dinero lleva a estas extrañas piruetas. Igual que ha favorecido sustituir series por tele-realidad, más barata de hacer, terminando con el reinado de los culebrones de la mañana. Aunque ahora se están encontrando con un problema diferente: Las telerrealidades son más baratas de producir, sí, pero no de vender. Como mucho se puede alquilar el formato, pero no da los beneficios de ponerlo por todo el mundo en cadenas primero y en packs luego. Menos gastos, sí, pero también menos ingresos. Así que ahora tendrán que elegir, de nuevo, su modelo. Porque ese es el problema del dinero: Resulta que no se multiplica solo.


Troy bien afilado

Uno de los creadores ingleses con los que tenía una deuda pendiente —al menos después de dejarle deliberadamente fuera de la selección de miniseries UK— era Troy Kennedy Martin, a quién ya mencioné de pasada al hablar del Reino Unido en los años sesenta.

Por hacer un breve repaso: Se trata de un autor que entró en la BBC a finales de los ’50, empezando con una mini sobre jóvenes soldados pillados en mitad del fuego cruzado en Chipre para luego ir creando obras y adaptaciones para series antológicas. Sin embargo fue en los años sesenta cuando empezó a destacar co-creando la longeva serie policiaca Z-Cars, una serie sobre la policía más cercana a la realidad y, por lo tanto, más oscura; nada de Dick Tracy aunque aún no pudiera llegarse a lo que sería Hill Street o NYPD. TKM se desentendió pronto de su creación, ocupado como estaba en muchos más proyectos pero siempre tuvo un buen recuerdo e incluso llegó a regresar en 1978 para escribir el último capítulo.

Pero Kennedy Martin había seguido trabajando más allá de la serie que le dio reconocimiento —incluso en esta columna— y así, a principios de los setenta se encontraba trabajando no sólo para la televisión en series como la sitcom sobre funcionarios If it moves, file it, sino también para el cine, medio en el que filmó un par de guiones que quizás le suenen al sufrido lector de estas vidas de creadores —aunque sea de un libro de historia del cine, de haberlas entrevisto en la programación o algo similar—. Se trata de The italian job y Los violentos de Kelly, unas pequeñas películas que no le apartarían de la televisión.

De hecho, en los años ’80 obtuvo alguno de sus mayores triunfos, como la miniserie de doce episodios que adaptaba un libro contando la vida del gran antecesor de James Bond: Reilly, Ace of Spies. Historia de un magnífico espía especializado en la ambigüedad moral y en triunfar con damiselas no especialmente en peligro que supuso todo un éxito para Sam Neill, aún una joven promesa entonces que se vengaba así de Timothy Dalton por haberle arrebatado el papel de Bond

REILLY: ACE OF SPIES: Movie Trailer. Watch more top selected videos about: Leo McKern, Jeananne Crowley

Desde la llegada de Margaret Thatcher al poder en el año 1979, coincidiendo además con Reagan en USA desde 1980, el clima de represión y desesperanza se había ido apoderando de la vida cultural. —Pero de eso también hemos hablado, menos mal que a esta serie de columnas le queda poco…— La guerra fría, la huelga de mineros o la lucha de la BBC por conservar la independencia hacía que la situación general pareciera desesperanzada; así, Troy Kennedy Martin comenzó a escribir una historia con vistas a hacerse serie pero pensando que jamás podría rodarse, no digamos ya emitirse: Magnox. Una historia sobre secretos oscuros, problemas radiactivos y un pequeño punto de… llamémoslo fantasía, pues hacía caso de las tesis de James Lovelock sobre la venganza de la Tierra.

Cuando Jonathan Powell, el responsable de la sección de Drama de la BBC a principios de los ochenta, echó un ojo a la versión en desarrollo decidió que aquello tenía posibilidades y que TKM debía seguir desarrollándolo. Para 1983 no sólo había una primera versión del guión terminada sino que, de hecho, había hasta un coproductor estadounidense — Lionheart International: sucesora de Time-Life Televisión, una distribuidora más conocida por llevar a USA y Canadá el Doctor Who y los Monty Python, que en este momento acababa de ser remodelada merced a un pacto que le daba su nuevo nombre y ponía al cargo junto a la BBC como socio americano a una cadena que acababa de cumplir una década: la HBO —y un director, el mismo que en Reilly, Martin Campbell, un tipo competente y sin ínfulas de autor que servía de contrapunto perfecto para Kennedy Martin poniéndole los pies en el suelo frente a sus ideas extrañas y fantasiosas.

Porque a TKN se le había terminado de salir de madre el asunto, sus puntos anti-naturalismo televisivo, anti-clasicismo, eran bien conocidos por todos — es lo que ocurre cuando incluso publicas un artículo en una publicación especializada condenándolo — pero sus ideas para esta obra en particular estaban más cerca de un guión psicotrópico para Dr Who que de una oscura miniserie conspiranoica y ecologista. Entre los cambios más destacados está la mayor batalla de todas, el final, para la que hizo falta que Campbell se pusiera de lado de la persona que más realismo pedía para la serie, su actor principal Bob Peck, que le rogaba que pensara en esto como en una serie. Al final la mediación del productor Michael Wearing uniéndose a la presión logró disuadirle de su idea original para el final: Ronald Craven, el protagonista, acabaría su vida convirtiéndose en árbol —final que un año más tarde sería usado con gran éxito en David, el gnomo, todo sea dicho—. Además de esto también cambiaría el título por uno menos críptico —el Magnox es un tipo de reactor nuclear—, dándole su nombre definitivo: Edge of Darkness.

Impresionante de principio a fin, con un primer capítulo que podría ser uno de los grandes ejemplos de cómo comenzar una serie, nos presenta a un policía, Ronald Craven, y a su hija Emma, una científica y activista ambiental, para, a continuación, matarla en lo que parece un ataque de algún enemigo de su padre a la casa en la que ambos se encontraban en ese momento. Por supuesto el padre sospecha pronto que el blanco podía ser realmente su hija, que estaba investigando una extraña historia de elementos nucleares, y así Craven irá bordeando la legalidad y conociendo a personas más metidas en el juego del poder y el espionaje, especialmente gracias al agente de la CIA Darius Jedburgh. Y esto no cubre ni la mitad del primer capítulo.

Intrigas medioambientales, gobiernos a ambos lados del océano escondiendo oscuros secretos, extraños momentos que superan lo onírico y un impresionante trabajo de todo el equipo, desde los actores a los responsables de la iluminación o la música que convirtieron a esta serie, emitida inicialmente por la BBC2, en tal éxito que tuvo que ser rápidamente repetida por la BBC1, se convirtió en una de las minis inglesas más premiadas de la historia y, andando el tiempo, acabó siendo adaptada al cine por los americanos tras 25 años de nada.

En aquella ocasión el actor principal fue un fan de la serie, Mel Gibson, reemplazando a Bob Peck que había muerto en 1999 —y que había logrado su papel más famoso como Robert Muldoon en Parque Jurásico— , aunque sí que repitieron el productor y el director, Martin Campbell, que estaba ya acostumbrado a pasar desapercibido dirigiendo producciones de acción de alto presupuesto — GoldenEye, La máscara de El Zorro, Casino Royale o su último filme Green Lantern, aunque algunos prefiramos recordarle cosas como Cast a deadly spell (Hechizo letal) — y que hizo de la película no sólo una particular celebración de la mini original sino, incluso, un particular homenaje a Troy Kennedy Martin.

Porque TKM, tras la serie y pese a su éxito, siguió trabajando en un poco de todo, hasta tal punto que su siguiente trabajo sería el guión cinematográfico de Danko: Calor Rojo

Aún haría alguna cosa más, participando como guionista en el telefilme Aguas turbulentas, una historia basada en hechos reales con submarinos nucleares chocando frente a las Bermudas, que tenía un presupuesto tan alto que reunía en su cast a Rutger Hauer, Martin Sheen y Max von Sydow para hablar —una vez más— de los problemas nucleares y las diferentes posiciones morales que podían sobrepasar las ideológicas.

También participó en Bravo Two Zero adaptando el libro autobiográfico de Andy McNab sobre un grupo de soldados británicos en la 1ª Guerra del Golfo, que tiene su principal atractivo en el trabajo de Sean Bean; del mismo modo que su último trabajo, la película Red Dust, colocaba a Hilary Swank como abogada defensora en un espinoso caso de torturas en Sudáfrica. Este film incluye un notable debate sobre hasta dónde se puede o se debe olvidar nuestro pasado para favorecer la reconciliación y la integración.

Lamentablemente Troy Kennedy Martin murió el 15 de Septiembre de 2009, al día siguiente de estrenarse esta columna, y desde entonces tenía pendiente dedicarle una entrada, explicando su obra, llena de gente real que busca el entendimiento, de complejas conspiraciones y de una gran fe en los seres humanos. Finjamos todos que esta columna de hoy salda esa deuda.


Primera sangre pilotal

La última vez que hice un Pilotos Deathmatch era hasta el 4 de Septiembre, ¿por qué hacer otro sólo 22 días después? Pues porque han salido nuevas series y para hacer menos espantoso el intento de asimilar la baz… nuevas series que los canales no han preparado para este otoño. Oh, la vida, oh, el destino…

¡Que comience la lucha!

2 Broke Girls
Tenemos suerte de empezar por aquí, porque estamos hablando de la sitcom más destacada de entre los nuevos estrenos. Bajo una apariencia de tibia normalidad se mueve una historia mejor construida de lo que dan a entender sus primeros minutos y que, eso sí, se basa en la inteligencia de sus diálogos por encima de cualquier otra forma de humor. —De hecho, las bromas referenciales sospecho que en tres años nos habremos olvidado de a qué venían.— En cualquier caso estamos ante una serie a seguir de cerca para ver si se concretan las promesas.

Appropiated Adult
Dominic West se está convirtiendo en un fijo de los proyectos que necesitan actores con temple y raza, no sólo ha logrado capitalizar el eterno redescubrimiento de The Wire, además lo ha utilizado para demostrar su valía en el teatro londinense o en proyectos televisivos como The Hour o este que nos ocupa ahora. Basado en un hecho real; la captura del asesino en serio Fred West y el proceso posterior, enfrenta a West con la siempre estupenda Emily Watson que interpreta a Janet Leach, el appropiated adult del título, un ama de casa utilizada para explicar a West cualquier cosa que no entendiera —ante las sospechas de retraso por su parte—, esta relación, esta mujer, es el centro de la trama y por eso mismo será el centro de la discusión sobre la moralidad de esta obra en dos partes: ¿Por qué los productores han decidido “dramatizar” para contar así su historia? En fin, decir que West está estupendo pero que no casa mucho con el desastroso aspecto y comportamiento del auténtico West, lo que junto a los reparos exhibidos por la prensa e implicados por la forma de retratar a Leach, hacen que sea mejor como historia que como documento real.

Charlie’s Angels
¿Cómo de decepcionante puede resultar esta serie con las películas y temporadas anteriores? La respuesta es: Mucho. Carece del encanto de la serie, carece del humor — sano, cachondo, desmadrado, todos los anteriores, otros— y, de hecho, consigue echar por tierra cualquier esperanza de que haya un guionista detrás. ¡Incluso el brillante Victor Garber tropieza como voz de Charlie. La idea de pasar a las chicas de agentes de la ley a delincuentes reformándose no es necesariamente mala, quizá más Cat’s Eyes, el problema es que dos de las tres resultan poco convincentes como ejemplos. —¿Por qué traer un militar condecorado o a una inspectora corrupta? Nunca lo sabremos— y que la forma de moverse, más cercana a un NCIS que a cualquiera de los ejemplos anteriores, su dependencia de la tecnomagia o esos feos tics —¡disfrazar de doncella a la única de color!— la acercan más a lo que The Asylum podría creer que es una versión, o a un extenso sketch del SNL. Y eso sin entrar a hablar de Bosley. En fin: Un completo desastre.

The Fades
Ah, el amor. No, tranquilos, esta serie no va por ahí, va de unos adolescentes reales que se encuentran en una situación extraña por entrar donde no deben, por descubrir a unos elementos sobrenaturales —¿fantasmas, monstruos, otros? Quién sabría acotarlo— rondando por nuestro mundo y la implacable lucha que un grupo de agentes humanos lleva contra ellos: Mitad cómic de Vértigo de un guionista inglés, mitad serie de crecimiento; la integración de los elementos sobrenaturales —tratados a la manera de una película de terror, por cierto— en mitad de unas escenas de realismo logra intensificar la extrañeza y hacer más temible la hostilidad. Habrá que ver cómo continúa pero podemos estar ante una de las series de la temporada.

Free Agents
Esta adaptación del original inglés Free agents parece un ejemplo de los americanos tomando la referencia de sus primos ingleses. En primer lugar porque el humor feroz, casi psicológicamente negro, de la original queda mitigado, en segundo porque la sustitución de protagonistas cambia también el tono, el gran Stephen ManganGreen Wing, Dirk Gently pero, sobre todo, os sonará por Episodes— tenia treintaytantos cuando protagonizó la versión inglesa, el no menos grande Hank AzariaLa cabeza de Herman, Loco por ti, auqnue es más conocido por ser la gente del Jefe Wiggum o Moe en Los Simpson— es casi una década mayor y tiene un aspecto incluso menos saludable lo que da un mayor patetismo a la nueva serie. Salvando, sin embargo, estas diferencias la historia mantiene sus logros, su sentido del humor y todo lo demás, menos afilado y brillante, con momentos en los que parece una respuesta menor a The Office, pero aparentemente capaz de recuperar la forma.

Fresh Meat
Comedia británica sin mucha chicha que sigue las ideas de The Inbetweeners —para algo tiene a Joe Thomas— siguiendo a un grupo de jóvenes estudiantes universitarios en su primer curso que tienen que compartir casa y así, ellos y ellas, van teniendo distintas aventuras iniciáticas que, francamente, aportan poco o nada a las ya vistas durante años.

A Gifted Man
Si les contara de qué va esta serie no sólo no me creerían —tranquilos, me voy acostumbrando— sino que, de hecho, pocos le darían una oportunidad. Y sería una pena porque no partiendo de los más originales mimbres —Un medico casi genial pero desapegado con la gente a la que trata y que le rodea— logra que el tránsito hacia el giro inesperado —El fantasma de su exmujer se le aparece para ayudarle a ser más humano. ¡¡¡En serio!!!— resulte razonable, creíble, incluso coherente. Quizá porque el piloto lo dirige Jonathan Demme, puede que porque el guión lo firmaba Susannah Grant, así que habrá que ver la evolución de la serie que puede convertirse en una de las sorpresas de la temporada, desde luego actores —empezando por el protagonista, Patrick Wilson, hasta llegar a su secretaría, la recientemente Emmyzada Margo Martindale— tiene tablas para lograrlo, ¿pero cómo afectará la desaparición de estos dos factores imprescindibles? En el peor de los casos, dejándonos un piloto sorprendente desde el que se podía haber construido toda una gran serie.

New Girl
Es complicado explicar los problemas de este piloto porque no es tanto un error en la historia o en los personajes —los secundarios son competentes, la historia sencilla: Una chica rompe con su novio, está destrozada y acaba compartiendo piso con tres chicos— como porque parece diseñado por algún tipo de maníaco: Zooey Deschanel, la protagonista, pasa de encantador angelito a loca peligrosa, de desesperada a histéricamente alegre y lo mismo va que viene sin cambiar de escena, su personaje, que es el personaje central, nunca se sabe si está de meter en el manicomio o si se ha escapado de uno; sus reacciones a lo que va sucediendo a lo largo de este piloto sólo pueden considerarse impredecibles no porque sean sorprendentes sino porque parecen aleatorias. y así no hay quien pueda, vaya.

Pan Am
Como otra de esas series que se complacen en ser de época y, para vuestra sorpresa sin duda, muestran a mujeres con la coartada de la independencia como poco más que objetos sexuales —y, de hecho, vendría bien que alguien les pusiera series como The Hour para demostrarles que pueden ser tratadas y retratadas de otra manera— además, en este caso los decorados son irreales, como de teatro, absolutamente falsos a la visita, más cercanos a casas de Barbies que a un entorno en el que se pudiera estar viviendo o trabajando. Como restos burdamente falsificados de Agárrame si puedes. El capítulo, además, se esfuerza en sacar la acción fuera del avión —quizá para diferenciarse de Vacaciones en el mar— y en el caso de este piloto en incluir una trama de problemas aéreos al estilo Aeropuerto que, esperemos, sea sólo para darle algo de interés al arranque. por lo demás, Christina Ricci hace lo que puede con lo que tiene y los secundarios hacen un esfuerzo más que notable por rellenar con algo de interés sus papeles así que si los guionistas se animan a quitarse el corsé —y teniendo en cuenta que vienen de ER y West Wing confío en que lo logren— quizá, y sólo quizá, logren ofrecer algo interesante.

Person of Interest
La definición más rápida y sencilla que se me ocurre de esta serie es que es El coche fantástico sin coche. Lo único realmente destacable es el gran trabajo de Michael Emerson que logra que su ridículo personaje a cargo de su propia No-Me Llames Fundación Para la Ley y el Orden, un millonario dado por muerto y reclusivo que tiene a un montón de gente a su cargo directo y se pasea por Nueva York como Pedro por su casa, que decidió fabricar para el gobierno una máquina que predice el futuro pero dentro de un orden como si fuera la versión extraña de Edición anterior y lo único que se guardó fue un generador de números, el tipo que vio a un vagabundo violento y pensó que podría ser su mejor agente, un personaje difícil de defender en cualquier situación, sea no sólo plausible sino incluso comprensible. Por contra Caviezel parece haber desarrollado un complicado problema de hemorroides durante su estancia como inexplicable vagabundo y encara su personaje no desde Michael Knight sino en una mezcla entre Hannibal Smith y Frank Castle con la acción narrada con un palo metido por el culo que demuestra la presencia por ahí de Nolan. Si sumamos la cantidad ingente de equipos de apoyo de los que dispone Emerson —aunque luego no apoyen— y gentes varias que intervienen en lo que antes sólo necesitaba a un héroe o un pequeño grupito tenemos el que debe ser ya el peor secreto de la televisión actual. Y el truco de no sabemos si es la víctima, un testigo o el asesino, pero sabemos que algo pasa lo usaba con mucha más gracia Bellisario en Quantum Leap. Así que ya veis, Abrams nos ofrece toda una serie de revisión de los ochenta y primeros noventa usando como excusa el 11S que sólo se puede justificar desde la más rotunda credulidad, a ver lo que tardan en aparecer mundos alternativos.

The Playboy Club
Suspiro Lo mejor de esta serie son los decorados, imaginaos el nivel. Alguien debía estar viendo Mad Men y pensando: Esto con conejitas del Playboy estaría mucho mejor. Y la verdad es que no. No sólo no lo está, de hecho es un error. El intentar dar una lección de mujeres fuertes disfrazadas de ridículo con unas tramas escapadas de alguna telenovela mañanera, como si pensaran que Amor en tiempos revueltos mejoraría mucho con un toque Furry y, encima, venderlo como mujeres fuertes y sexualmente liberadas. Si por lo menos le metieran humor sería un divertido desastre para ver.

Prime Suspect
¿Os acordáis de esa maravilla de serie inglesa en la que Helen Mirren se ganó el cielo redefiniendo un género, estirando las zonas grises del policíaco y dando una lección de cómo hacer uno de los más sólidos, interesantes y complejos grupos de historias jamás logrado hasta la fecha? Pues aquí habían visto The Closer. Sobre todo porque el contexto de no me hacen caso porque soy mujer (Claro, si fuera disfrazada de conejita de Playboy) parece más debido a que es imbécil y se lleva fatal con toda la humanidad y si logras parecer más idiota que la protagonista de The Killing deberías replantearte si no hay algún problema en tu serie —Incluso sin mencionar el sombrero— y es que Maria Bello hace lo que puede para sacar adelante el papel pero acaba acercandose no tanto a Mirren, Daly o Gless como a Angie Dickinson. En el peor de los casos tendremos otro genérico con protagonista femenina, en el mejor alguien se dará cuenta de que desde 1991 alguna cosa ha cambiado. aunque sea sólo en televisión.

Revenge
Retomar El conde de Montecristo en formato culebrón no es algo nuevo en absoluto,d e hecho Return to Eden lo hizo bastante bien hace unos cuentos años. Esta vez, sin embargo, se ha buscado una fórmula más retorcida, más de culebrón de altos vuelos con mucho componente de género negro —violencia, asesinatos, venenos, trampas…— que de relaciones, que también tiene por supuesto. Hay huecos en el guión que quizá estén a propósito o quizá sean por lo espinoso del caso, pero para los aficionados a este tipo de extrañas intrigas será una cita semanal. Incluso yo me he quedado con ganas de ver cómo sigue para saber si podrán arreglar la decisión comprensible aunque no compartida de comenzar con un hecho de cinco meses en el futuro de la serie para volver al pasado, haciendo avanzar no sabemos si toda la primera temporada, los primeros trece episodios o qué hacia esa situación que ya hemos visto y que, por lo tanto, elimina parte de la intriga sobre el futuro inmediato de los personajes. Una decisión arriesgada cuanto menos.

Ringer
Puede que Los Ángeles de Charlie sean un espanto y que The Playboy club resulte poco creíble pero para ver un auténtico choque de trenes hace falta llegar a esta serie. El Persons Unknown de esta temporada, la demostración de que una serie mala como The Lying game puede ser superada por otra peor. Aunque debería hacer una precisión: es una serie con muchos problemas, más de los que tenía Amy Whinehouse, pero no es en absoluto aburrida. Y no lo es precisamente por esos mismos problemas: La idea de dos gemelas, una de las cuales acaba suplantando a la otra sin que la gente de su alrededor sepa que a) eso ha sucedido, b) existe una gemela, ya estaba realizada en The Lying game con Alexandra Chando peleando con sus personajes para convencernos de que son gemelas o de que sabría actuar si la apuntaran con una pistola —oremos porque esto último nunca tenga que sufrirlo por el bien de su vida—; pero la idea de que una de las gemelas fuera una exprostituta exadicta con un montón de problemas propios y ajenos arrastrándose tras ella, de que la otra no le dijera NADA de su vida, de que tenga más secretos que un candidato presidencial y que, además, se puede meter todo en los 40 minutos que dura la serie. Y no, claro, si no había problemas suficientes con la poca credibilidad de la historia o los problemas de Sarah Michelle Gellar para interpretar con un mínimo de credibilidad a sus personajes —todo lo cuál lleva a considerar que Jean Claude Van Damme fue un genio de la interpretación que logró sacar adelante
Doble impacto— los intentos de meter todas las tramas en cada capítulo lo que logran es dar una sensación de descontrol, de meter sólo pequeños pedazos de información que nos escamotean una visión más amplia o un comportamiento lógico de los personajes que este sistema de teselas de información logra dinamitar haciendo que casi todos los personajes —salvemos a los dos relacionados con la primera personalidad, el agente del FBI interpretado por Nestor Carbonell o el apoyo en desintoxicación que compone Mike Colter, ambos con unas motivaciones y reacciones lógicas, de momento, dentro del cacao global— se comporten de manera errática, por impulsos imposibles de explicar. Y eso suponiendo que logres entenderlo. Así que ahí está, un desastre que no sé yo si durará mucho pero que dará unas buenas risas hasta que alguien de la cadena le eche un ojo.

The Secret Circle

Vampiros, Hombres Lobo y ahora… Brujas. ¿Qué queréis que os diga? es más, ¿qué se puede decir? La ponen detrás de The Vampire Diaries así que si me duermo viendo una al despertar con la otra pensaré que no me he perdido demasiado. No hay novedades en el tono, en los personajes o en las situaciones, no sé si por pereza o por incapacidad, quizá incluso porque piensen que si algo funciona lo mejor es no tocarlo. ¿Os gusta esa aburrida mediocridad? Seguid con ella.

Unforgettable
No, no lo es. Es lo bueno de las series capaces de ponerse nombres tan pretenciosos, luego la reseña se hace en un momento. ¿Cómo? ¿Más larga? Bueno… Se trata de la historia de una chicuela que puede recordar todo lo que ha visto y eso le lleva a ayudar a la policía aunque ella lo que quiere es resolver un crimen de su pasado que… En fin, más de lo mismo de hace tres temporadas. Aburrido y superado.

Up all night
¿Qué pasa con las comedias de Lorne Michaels que parecen llegar todas a destiempo? Este Up all night desperdicia al magnífico Will Arnett en una serie con bebé que está muy por detrás de la maravillosa Raising hope y en la que una desatadísima Maya Rudolph podría ser lo mejor si no sobre-sobreactuase. ¿Están todos los buenos guionistas en 30 Rock?

Whitney
Aquí con más sorpresa los guiones buenos están en la otra serie producida por la cómica norteamericana Whitney Cummings_, 2 Broke Girls, no en la que ella protagoniza y da nombre. De hecho, el piloto es casi un catálogo forzado de todo lo que no debe hacerse en la tele y más que reseñarla dan ganas de hacerle el Carbono 14 para ver cuándo ha sido descongelado. por suerte la química de los protagonistas es buena y queda la posibilidad de que decida soltarse algo el pelo, dejarse de aburridos chistes sobre vaginas y se ponga a la altura de su otra serie. Por soñar…

Wild Boys

Serie australiana que podríamos definir como versión australiana de Arma Joven, y que quitando la gracia de la ambientación tipo Oeste poco más puede poner en su defensa. Correcta, sí, pero poco más. —Salvo que a usted le gusten los hombres rudos, los caballos y esas cosas. Entonces sí, es su tipo de serie, felicidades.—

Dicho lo cuál y como parece que sin resumen no queda claro, que parece mentira con lo trasparente que soy yo, snif, aquí va el resumen:

No puedo dejar de seguir: 2 broke Girls, The Fades

Recomiendo sin problemas: A Gifted man, Free Agents

Gustará a los que estén en ese tipo de series: Appropiated Adult, Revenge, Persons of Interest

La extraña decisión de guardar algunas de las series más importantes para el midterm, aligerando peso al otoño, pero aún quedan estrenos. A ver cómo nos va de aquí a un mes en el que habremos descubierto los nuevos dinosaurios de Spielberg, el duelo de cuentos de Grimm y Once upon a time y la serie que más espero —cruzo los dedos— del otoño: American Horror Story


El disputable Kelley

Cómo el hijo de un legendario entrenador de hockey acabó siendo uno de los cerebros televisivos tras concluir en la Universidad de Princeton sus estudios de política sería, sin duda, una buena historia. Pero no sabemos si es la que contaría nuestro creador de hoy.

Quizá prefiriera empezar con el momento en que el guión que ha preparado para una atípica película que mezclaba comedia, juicios y asesinato con una pasmosa facilidad y fue recibido con entusiasmo por uno de los puntales de la televisión en ese año de 1986, Steven Bochco.

Incluso podríamos irnos al final, cuando su racha de mala suerte parece rota, tiene un importante proyecto en las manos y una difícil apuesta parece haber salido bien, justo el momento antes de sufrir otro revés de fortuna.

Da igual cómo lo presentemos, la verdad, porque si en algo se ha especializado nuestro creador de hoy es en lograr que, por lejanos que sean los terrenos en los que pisemos acabe habiendo una sensación de igualdad, de resurgir con series que son indudablemente diferentes y, a la vez, marcadas por el nacimiento como hijas de su padre: Moviéndose con unos parámetros y unas preocupaciones, buscando siempre una salida casi legalista y con un punto burlón de comedia.

Eso es lo que define a un auténtico autor y eso es algo que ningún contrario o enemigo podría negarle jamás a David E. Kelley. Ahora volvamos al campo de hockey.

Jack Kelley ganó muchos trofeos con sus equipos de hockey sobre hielo; cosechó tanta fama que entro en el Hall of Fame estadounidense de ese deporte, y aunque su hijo llegó a ser capitán del equipo de Princeton se vería eclipsado por la fama televisiva de éste.

Graduado en esa misma universidad en Políticas y Doctor en Leyes por la Universidad de Boston, Kelley no paró de escribir durante sus años universitarios: obras, redacciones en distintos estilos y chanzas para algunos de los grupos cómicos de la facultad. No es de extrañar que mientras trabajaba en una firma de Boston aprovechara para escribir su primer guión.

La alocada —y bastante amateurFrom The Hip trataba de un abogado rebelde que aceptaba un descabellado encargo, defender a un aparentemente culpable profesor universitario. El guión fue rodando por Hollywood y tuvo la suerte de acabar en manos de Steve Bochco, quien no estaba interesado en películas pero buscaba escritores con idea de leyes y con estilo propio para unirse a al grupo de guionistas que lanzaría La ley de Los Ángeles al estrellato.

— Por si a alguien le interesa, la película se terminó haciendo, dirigida por Bob Clark y con John Hurt de profesor pero a mayor gloria de Judd Nelson, que venía de El club de los cinco y St. Elmo y, bueno, tras Ciudad peligrosa sirvió para que le nominaran al Razzie y rematara su carrera. Consolaos pensando que si hubiera funcionado quizá ahora Kelley no estaría trabajando para la tele, aún escribiría tres películas más de las cuáles sólo puedo recomendar con tranquilidad Lake Placid. Y a Nelson cualquier día le reviven la carrera. Puede ser. Quizá…—

El talento de Kelley se manifestó de inmediato y en muy poco tiempo pasó de guionista raso a editor de guiones y coproductor; para la cuarta temporada ya era el productor ejecutivo y responsable de forma completa o parcial de dos tercios de sus guiones. Además, ese mismo año creó junto a Bochco otro éxito instantáneo, Un médico precoz, confirmándole como una estrella ascendente en la televisión. Cuando dejó L.A. Law en 1991 para preparar una serie propia, ya había ganado dos Emmys por sus guiones dramáticos.

Picket Fences Opening Credits

1:00

Para el año ’92 tenía preparado ya el estreno de su nueva serie, claramente influida por el auge de las historias de pueblecito extraño de principio de los noventa — Twin Peaks, Doctor en Alaska … — y se convirtió en un éxito de crítica consiguiendo durante sus cuatro temporadas un total de 27 candidaturas a los Emmy, 18 de las cuáles fueron para las dos primeras, y 9 a los Globos de Oro. Ganó un Globo de Oro y 14 Emmys, entre los que destacaban dos consecutivos a Mejor Drama. Pronto, y cada vez con más rapidez, las ideas, estrafalarias también y poco comunes en prime time —algo que explicaba su baja audiencia—, iban degenerando en extraños juicios. Entre otras cosas porque durante esas dos primeras temporadas Kelley se hizo la serie él solo, escribiendo y supervisando la mayoría de los episodios, en un trabajo de constante desgaste y poco éxito con los espectadores que acabó llevándole a tener que abrir la mano en el control de la misma.

—Algo a lo que también contribuyó que en el año ’93 se casara con la actriz Michelle Pfeiffer, de quien, al escribir estas líneas, sigue aún siendo marido—

En 1994 se estrenó su siguiente serie, aunque Kelley no se sentía cómodo realizando dos a la vez. Pero en el trato por Picket Fences la CBS firmaba por tres series y exigía ya una más convencional en la que aprovechar la fama crítica de la otra, de género de nuevo, y si Doogie Howser había funcionado, ¿por qué no sobre médicos? Así nació Chicago Hope .

Lejos de ser una mala serie, en Chicago Hope se volvían a tratar grandes temas con la irreverencia marca de la casa; pero la existencia aún de Picket Fences, con la que tenía que dividirse, y la incapacidad para delegar de Kelley, más la inesperada lucha que daba otra serie que jugaba con el realismo y cierto retorcido humor, ambientada en el mundo médico, estrenada casi a la vez y llamada, claro, Urgencias, convirtió a aquélla en poco más que otro éxito de culto, otra serie que importaba más a los críticos que a la audiencia pese a que los guiones y la interpretación de los actores —otra especialidad de Kelly que suele recurrir y reutilizar, especialmente a secundarios— merecían una mayor difusión.

La creación de la serie Mixed Nuts, que no llegó a pasar del piloto —reconvertido, eso sí, en telefilm—, terminó con su acuerdo con la CBS y le permitió realizar a continuación, en 1997, otro con 20th Century Fox en el que se comprometía a realizar un mínimo de cuatro series en cinco años que irían para la FOX y la ABC; ambas tendrían al menos una serie por cadena y la primera opción en las que rechazara la otra. La serie creada para la ABC sería El abogado (The Practice).

Quizá la más seria de sus creaciones sobre abogados, de nuevo Kelley se encontraba con el reconocimiento de la crítica gracias a esta historia de un pequeño bufete de Boston que se mueve en un ambiente mucho menos idealizado que casi todas sus otras series. De nuevo fue ganadora de varios premios importantes, incluyendo el Emmy a Mejor Drama durante sus dos primeras temporadas. Tras unos comienzos flojos en cuanto a espectadores durante sus dos primeras temporadas, que cerca estuvieron de costarle la cancelación, un crossover con la siguiente y exitosa serie de David E. Kelley le dieron el empujón necesario para aguantar, consiguiendo que en su cuarto y quinto año se colocara entre las diez series más vistas de la temporada. Lamentablemente el declive llegó pronto y en su séptima temporada tuvo que realizar unos recortes drásticos entre los actores para poder garantizarse una octava temporada, en la que contrató a James Spader para empezar a mover un nuevo proyecto.

De este último hablaremos cuando lleguemos a 2004. Mientras tanto, regresemos a 1997 y al trato con la productora que permitió a FOX hacerse con los derechos de la nueva idea de Kelley, una alocada historia de abogados con los pies poco en la tierra y que se metía de lleno en campos de comedia. Se trata de una de las series más exitosas de su carrera y del mismo canal, es decir:

Perdón, quería decir:

Las aventuras de la niña-mujer abogada y, frecuentemente, las desventuras amorosas y todas sus neuras y obsesiones convirtieron a Ally McBeal en un bombazo global que lanzó a la estratosfera —mínimo— a su protagonista, Calista Flockhart, sirvió para impulsar los ratings de El abogado merced al antes mencionado crossover —uno de los rasgos del autor, que solía mezclar sus series y llegó, incluso, a intentar uno con el Expediente X de Chris Carter, abortado por la CBS— y consiguió que en el año 99 Kelley ganara el Emmy a Mejor Comedia junto con el de Mejor Drama. Lamentablemente, también sirvió para atraer la controversia.

Que si el personaje era un espantajo anti-feminista, que si las faldas eran muy cortas, que si su peso era aún menor y fomentaba la anorexia, que si el brillante David E. Kelley se había vendido a la generación Cosmo y mil majaderías más. Pero el caso es que con ella comenzó el declinar del autor.

Tras el éxito con los dos Emmys se intentó lanzar una versión con montaje antiguo y alguno descartado para convertirla en comedia de media hora, eliminando las partes trágicas. La idea, mucho más compleja de lo que podría parecer, no funcionó en ningún momento y fue rápidamente barrida de la mesa. El otro proyecto de Kelley fue delegar en otros una idea suya, una serie de detectives centrada en una agencia —poco convencional, claro— que no empezó mal pero que tuvo uno de los finales más extraños de la televisión americana.

A principios de temporada se colocó la serie en uno de los huecos más importantes, el de los domingos por la noche, tradicional día de consumo televisivo junto con los jueves noche —no me miren, esto es así—, logrando unas audiencias más que sólidas, lo suficiente como para que el canal ABC decidiera que a su vuelta del parón la colocaría el jueves contra el juggernaut del momento que aún era Urgencias (En paralelo, ese mismo año fue el cierre de Chicago Hope). Kelley, antes que ver la masacre de audiencia que eso hubiera supuesto firma un acuerdo con la cadena para cerrar la serie. ¿Y por qué no dejarlo en ese hueco? Pues porque las audiencias no eran malas pero podrían ser mejores para un día tan codiciado, así que la ABC ambicionaba el puesto para el gran programa de éxito de esa temporada: ¿Quién quiere ser millonario?, que estaba logrando unos registros increíbles. De manera que los 11 episodios que quedaban —firmados y grabados en muchos casos— se dedicaron al mercado exterior, Kelly reescribió el último como final de la serie y así concluyó esta extraña historia.

Por suerte para él, consiguió un acuerdo firmado tras los Emmy que extendía durante seis años su colaboración con la 20th y le convirtió en el productor mejor pagado de la primera mitad de los ’00, con unas ganancias de unos 40 millones de dólares anuales a cambio de la primera opción, fruto de la cuál llegó a la FOX en el año 2000 Boston Public o Profesores de Boston.

Una gran serie sobre la educación, los problemas de profesores y alumnos, tratando con esa particular visión de Kelley los temas más complicados y buscando ofrecer distintos puntos sobre muchas cuestiones espinosas que no solían verse tan explicadas; todo ello tratando de evitar convertirlo en un programa judicial con el director — un excelente Chi McBride— ejerciendo de árbitro de las disputas con los jóvenes o entre los profesores. Lamentablemente la sobrecarga de trabajo se empieza a notar pronto: habituado a escribir casi solo sus series y más tras el fallido experimento de delegación de Snoops, Kelley se estaba encargando en esos momentos de hacer casi setenta guiones para sus series estrella, algo insostenible en la que salió perdiendo la última en llegar.

Aún habiendo recibido el apoyo crítico al principio de la temporada las opiniones fueron siendo más tibias, carecía de repercusión en forma de premios y acabó dejándola como una serie que avanzaba más por inercia que con decisión, por lo que fue cancelada al cabo de cuatro temporadas. No podemos más que tratar de imaginar lo que podría haber sido sin la sobrecarga de trabajo, aunque sea sólo como experimento en los reinos de la imaginación.

A continuación vinieron un par de proyectos que murieron durante su primera temporada: Girls Club, una especie de Ally McBeal más serio y multiplicado por tres; The Brotherhood of Poland, New Hampshire una rarísima combinación que intentaba regresar a Picket Fences con la historia de tres hermanos, prometedores en el pasado y que ahora —siendo uno el Alcalde, otro el Sheriff y estando el tercero sin trabajo— se enfrentaban a las frustraciones de la mediana edad, a las decisiones complejas y los personajes extraños marca de la casa y, en fin, a una rápida cancelación; así que tocaba hacer limpieza.

En 2004 terminó la andadura de Boston Public y El Abogado lo que junto al final de Ally McBeal dos años antes y el cierre de sus series nuevas dejaba a Kelley espacio libre para su nuevo proyecto, que había comenzado a apuntar en la última temporada de El abogado con James Spader. Se trataba de la serie Boston Legal.

¡¡¡DENNY CRANE!!! Digo, no, espera… De nuevo Kelley, con menos relumbrón pero más sorna, más capacidad para la autoparodia y la metaficción, nos habla de abogados, logra que pensemos que William Shatner pudo haber pasado por la Universidad y recupera a todo un icono ochentero, Candice Bergen, para la televisión. Su repercusión en premios fue algo menor, pues aunque se mantuvieron los de actores, los de escritura y serie desaparecieron casi hasta de las candidaturas.

Con cuatro temporadas y media, es decir, con una quinta temporada que sólo es media para superar los 100 capítulos necesarios para poder vender la serie en sindicación1 y, por motivos obvios, acabó con Kelly escribiendo prácticamente todos los guiones de esta última media temporada.

El futuro no parecía muy prometedor, en 2005 creó un reality llamado The law firm sobre un bufete de abogados —la cabra, el monte— que no funcionó, entendiéndose como tal que tuvo que ser retirado tras sólo dos episodios —el resto se emitieron por cable—. Su siguiente serie, The wedding bells, sobre planificadoras de bodas duró sólo siete episodios. Legally Mad, una comedia legal despendolada —pero mucho, incluso para los baremos de Kelley rozando lo lisérgico o Cop Rock; para entendernos, a su lado Ally McBeal era Ley y Orden — que habría de estar protagonizada por la enorme Kristin Chenoweth, sufrió uno de los más extraños episodios de pasillitis aguda cuando, tras ser confirmada para la temporada de 2010, fue dejada ir por la cadena por lo que llamaron “conflictos con el calendario”, que llevaron a no emitir jamás ni siquiera el piloto.

Llegados a este punto, Kelley se puso a trabajar echando una mano en la versión americana de Life on Mars y a intentar adaptar a serie Hollywood Station junto a su autor Joseph Wambaugh. Finalmente lo dejó y se puso con una nueva serie, Harry’s Law.

Ya hablamos por aquí de ella en el Pilotos Deathmatch de turno: Lejos de los brillantes giros argumentales de Kelley, más centrada en apelar a los sentimientos que a la ley en letra o espíritu, es una serie agradable de ver para un público mayor que, en fin, está muy lejos de ser el de la cadena que la emite, la NBC y parece que sólo ha tenido una segunda temporada por mantener ocupado a David E. Kelley.

Se suponía que este año iba a tener una de las grandes novedades, una de las series más esperadas, el problema es que un cambio en la cúpula de la cadena junto con opiniones negativas del público que lo había visto y el hecho indudable de que el piloto no vale un pimiento hundieron su nuevo proyecto: Wonder Woman, adaptación libre y extraña, como un Batman a pecho descubierto —cof— que… más sencillo, si os sentís con suerte y fortuna echadle un ojo:

La elección de Kelley parecía extraña desde el principio, aunque quizá una persona tan particular con una forma de ser tan marcada, acostumbrado a escribir casi todos los guiones y a delegar poco, a usar sus series para hablar de asuntos complejos y a introducir un humor extraño y retorcido en sus series además de a realizar pequeños saltos en las tramas, que podían llevar a largos arcos argumentales que iban empezando y terminando sin ninguna duración programada o esperable, hubiera podido ofrecer un punto de vista nuevo para un superhéroe —quizá incluso sin meterlo en un despacho de abogados— pero, por desgracia, el intento de realizar una versión seria y estereotipada del mismo, lejos incluso del encanto de la de Lynda Carter, lo hicieron caer antes incluso de poder dar los primeros pasos.

Por supuesto David E. Kelley, uno de los más galardonados creadores de televisión americana, uno de los favoritos de los Emmy —¿entienden ya que estemos hablando hoy de él?— no ha dejado de trabajar, ni tiene intención de ello. De momento sigue con Harry’s law, aunque parece poco probable que logre una tercera serie pese a los cambios drásticos que está realizando; mientras tanto esperaremos a ver qué nuevo y alocado proyecto piensa en montar, convencidos de que alguien como él no tardará en volver a agarrar el stick.

1 Creo que lo he explicado ya pero vuelvo a hacerlo: alcanzado el capítulo 100 se abre la posibilidad a las series de ser vendidas a cadenas pequeñas para que la emitan, normalmente al ritmo de un episodio diario de lunes a viernes, lo que rellena 20 semanas, casi medio año, sin problemas. El dinero que se puede hacer con la sindicación suele significar que las series que se encuentran cercanas a esta cifra se renueven hasta, por lo menos, alcanzarla, como pasó en este caso.

Jónatan Sark | 19 de septiembre de 2011

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