Durante este mes de agosto tendremos -como es costumbre en esta columna- una versión especial y más relajada -bueno- de la misma. En esta caso no va a ser una ruptura total como de costumbre sino una forma de entrar todavía más en el tema de los tropos. Porque junto a los de uso universal, o más o menos reconocidos, todos tenemos aquellas pautas percibidas que no necesariamente han sido aún asumidas por los demás.
Así que este mes será un buen momento para ajustar cuentas con esos Tropos Caseros. Empezando desde ya.
Cuando veo una serie o película que tiene un componente suficiente de suspense o terror con él -algo que pasa bastante a menudo, sea todo dicho- y en los que hay una mano aún-misteriosa tras los sucesos no puedo evitarlo. Hago mi propio reparto de puntos y probabilidades, muchos de los cuales se basan en tropos. Miradas aviesas, mención a orfandad, lo de aquello que le pasó a su hermano y muchos más momentos van logrando que los personajes sumen puntos. Pero si algo hace, sin duda, que crezcan sus personalidades es que alguno de ellos vaya en silla de ruedas. Porque La silla de ruedas dobla los puntos. Da igual que sea el Profesor Xavier, Stephen Hawkings o Locke, cuando colocan a un personaje en esa situación los Tropos dictan que se use para demostrar que pese a todo sigue siendo capaz, que no quiere nuestra conmiseración pero, sobre todo, que tiene una gran inteligencia. Algo que muchas veces usará para el mal, con o sin trucos en su silla -no todo el mundo puede ser el Doctor Loveless-.
Pero, al margen de toda esta parafernalia clásica, lo que quieren es demostrarnos que No, de ninguna manera, no puede andar. Lo que significa que, por supuesto, en cuanto todo el resto de personajes estén a sus cosas y ellos se hayan quedado a solas se levantarán frotándose las manos porque, ¡chan!, durante todo este tiempo ¡podían andar! Y esa es la gran revelación que acabará de demostrarnos su maldad. ¡Hacerse pasar por un impedido físico! ¡¿Cómo se atreve a tamaña fechoría?!
Motivo por el cuál La silla de ruedas dobla los puntos. Así que ya sabéis, nunca os quedéis atrapados en una mansión aislada con Roosevelt, no parece de fiar