Sobre un problema de las series policíacas USA actuales

Habitualmente en la ficción policíaca -esto es, aquella centrada en la resolución de un crimen, en contraposición con la negra en la que es incluida como toda aquella impulsada por un hecho delictivo- hemos podido separar a grandes rasgos a los investigadores en cuatro grandes grupos.

1) Policía, 2) Profesional, 3) Detective, 4) Entrometido.

En donde la profesionalidad va disminuyendo, en tanto que la entendamos como la pertenencia a una estructura centrada en proteger el orden dentro de El Sistema, según avanzamos a números más altos.

Repasándolos un poco más en detalle:

1) Policía.

Miembro de pleno derecho de un cuerpo del orden, da lo mismo si se trata propiamente de la policía o cualquiera de sus variantes posibles -agencias regionales, nacionales o estatales, ejército, servicios de inteligencia, etc…- o de las variantes inventadas -locas agencias de espionaje, actividades paranormales, artilugios extraños o cuerpos especiales variados- de modo que son por si mismo -incluso aunque sean nada ortodoxos y grandes renegados- una demostración de que El Sistema funciona.

2) Profesional.

Categoría ambigua porque aquí entran dos tipos distintos de personajes. Por un lado los que no son policías pero trabajan con ellos, ya sea a su servicio -como médico, psiquiatra o científico, entre otros- o bien en paralelo -un fiscal, por ejemplo-. Pero también puede ser un profesional no relacionado con ellos que investiga en paralelo -un periodista sería lo más habitual- o incluso uno que sea antagónico -como los abogados defensores-. En cualquier caso, gente que resuelve los casos porque es su trabajo y cuya relación con El Sistema depende de su alineamiento.

3) Detective.

Aquí ya tenemos directamente a una persona a la que se paga por investigar. Puede ser o no un ex-policía, o puede ser incluso un ex-detective que sigue ejerciendo -como Matt Scudder-, su función como competencia de la policía suele colocarlos como antagonistas, independientemente de las buenas relaciones con el cuerpo que tenga o de su posicionamiento sociopolítico -que ahí está Mike Hammer-.

4) Entrometido

Those meddling kids, pero no solo. El amateur es aquel que no trabaja profesionalmente como detective, por mucho que pueda parecer que se dedica a ello. Es decir, Miss Marple sí, pero Poirot no. De modo que aquí entran una enorme cantidad de posibilidades: El detective infantil, el detective caballero, la anciana fisgona, los metomentodos, etc… En general no se oponen al Sistema, simplemente se quedan fuera.

Como vemos la posición de estos investigadores respecto al Sistema tampoco es demasiado dura. Eh, al fin y al cabo lo que suelen buscar es restituir el orden, bien encontrando una explicación a un misterio, señalando al transgresor o, incluso, castigando al culpable. No parece que debiera haber mucho problema con ellos. Vamos, más problema deberían tener con los Vigilantes -que ya se pueden llamar El Mejor Detective del Mundo que rara vez les verás intentando descubrir algo, no digamos ya acertando encima- o contra los que se salieron por no formar parte de un Sistema corrupto.

Toda esta cháchara viene a cuenta de que durante los últimos años en la televisión estadounidense nos hemos ido limitando a versiones de los ejemplos 1) y 2) en el que los del 2) tienden a ser asesores de lo más ridículo que no es que estén a favor de la Policía sino que trabajan incrustados, llámense Bones, Castle, El Mentalista, Psych o lo que podamos elegir.

Los detectives privados parecen haberse esfumado y los fisgones han quedado relegados. Si echamos un vistazo a lo que lleva a aparecido este mismo año nos encontramos con las Mystery Girls -que no sé si cómo considerarlas policíaco porque tela, menos mal que ya están canceladas- y ya. Mientras tanto se han estrenado: Bosch, Chicago PD, Forever, Intelligence, Killer Women, The Mysterires of Laura, NCIS: New Orleans, Scorpion, Signed, Sealed, Delivered, Those who kill, True detective, o que están por estrenarse como CSI: Cyber o Stalker.

Esto solo si nos centramos en las novedades de este año. Mirando el global de lo que se emite uno se encuentra conque frente a un enorme número de policíacos protagonizados por agentes de la ley –CSIs, NCISs, Ley y OrdenMentes Criminales, Hawaii 5-0, Rizzoli & Isles… – no ha permanecido ninguna del otro tipo. Uno tiene que tirar de memoria para recordar series que no fueran del tipo 1) o del 2), quizá la última que se pueda recordar con facilidad sea Terriers y duró solo una temporada.

¿A qué podemos achacar esto? Yo voy a proponer dos cosas. La primera es quizá la más sencilla, echarle la culpa de todo al 11S. Recordemos que tras los atentados la audiencia de series como JAG se redobló y el interés por estos programas apreció incrementarse. Pero parecía de mal gusto criticar a las Fuerzas del Orden así que todas iban siendo variaciones del mismo tema -cuando no entraba a ser parte del mismo, como pasó con Sin Rastro o, sobre todo, CSI: NY– bien por voluntad de la productora, de la cadena, o porque colaborar con la policía paree que les hace las cosas más sencillas.

Las críticas al cuerpo, que muchas veces no eran ni críticas sino amables antagonismos, iban desapareciendo, quedándose en el terreno de historias que no trataban de la resolución de un crimen sino del noir en estado más amplio, series que hablaban de ese tema como las dos destacadas de 2002, The SHIELD y The Wire, que nos sacaban esto entre otros muchos asuntos y que incluso ahora vemos cómo han dado paso a otro tipo de series en los que los agentes de la ley quedan mejor retratados como Justified o la antes mencionada True Detective.

Aunque quizá debamos echarle la culpa al éxito de tres series. La primera es la aparición de CSI en el año 2000 que creó un auténtico éxito casi de inmediato haciendo más importante la labor de la parte científica en el policíaco, propiciando no solo un aumento de tecnocháchara sino, además, que el espectador asumiera como útiles y casi imprescindibles toda una serie de pruebas a las que parecen no poder acceder los privados y los entrometidos. En realidad Holmes, que siempre ha sido el espejo del detective privado independiente que se burlaba de la policía -amablemente,*cof*- ya demostraba la posibilidad de hacer en su casa pruebas de huellas o balística y algunos análisis elementales. Pero, claro, pruebas de ADN ya lo iba a tener más complicado. De modo que ese viraje puso un escalón, el éxito de JAG primero y de su spin-off de 2003 NCIS  ayudó a definirlo y acabaría de rematarlo otra joya de 2002: Monk.

Una serie de gran audiencia y múltiples premios que seguía a un investigador privado que según iban pasando los episodios parecía más una extensión del propio departamento de policía hasta el punto de trabajar para ellos en varios casos como asesor o analista. No es que esto fuera realmente una posición nueva -en los noventa, por no irnos más lejos, habíamos tenido a otros asesores como los de Diagnóstico: Asesinato o Profiler– pero sí que sirvió para lanzar esa idea del asesor incrustado jugado de manera más o menos cómica. Antes hemos dado una pequeña lista de las series que siguieron este modelo que llegó, incluso, al inesperable giro de Elementary en la que Holmes se pone a trabajar para la policía de Nueva York. Pero el caso es que son las series de éxito las que muchas veces marcan el camio a las de detrás, sea como simple exploit o porque los productores piensan que es esto lo que el público quiere, que para eso lo están viendo. Y a más de un tipo menos del otro, como siempre.

Podemos, finalmente, presuponer que no es más que una moda dentro de uno de los géneros más populares -si no el que más- de la televisión. En décadas anteriores tuvimos grandes policías junto a grandes detectives privados -solo en los ochenta Remington Steele, Luz de luna, Magnum– y amateursSe ha escrito un crimen, Hart to Hart– coexistiendo pacificamente, algo que en los noventa fue cambiando poco a poco y que nos ha acabado llevando hasta aquí, un momento en el que el mayor ejemplo de esos detectives privados que chocaban contra El Sistema es Veronica Mars que lleva cerrada 7 años.

No sé vosotros, pero yo creo que ya va siendo hora de recuperar, también aquí, un poco de espacio para los demás. No la desaparición de los que están, solo algo de variedad. Por favor, señor agente.


Libros que Llegan: Erotismo de autoayuda, Sfar, Caminando entre tumbas y más

Podríamos haber pensado que la cosa se tranquilizaría un poco esta semana. Nos hubiéramos equivocado. Porque aún quedaba un poco de mes de septiembre por exprimir, autores patrios por remover y libros de unas 150 páginas que vender a precios locos justificándolo por el nombre del responsable, la tapa dura y la cara aún más dura. Y como esto dura lo que dura:

¡Que entre la pila!

Erotismo de autoayuda de Eva Illouz, ed. Katz 

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Breve ensayo ascendido a la categoría de libro por su, imagino, tema de actualidad. Si es que podemos considerar actualidad a un intento de análisis del éxito de Cincuenta sombras de Grey aplicando los conocimientos de la siempre interesante Eva Illouz a la sociología de consumo y cultura popular. En lugar de desechar el libro, como tantos otros críticos, su campo de especialización y su punto de vista feminista le llevan a intentar explicar su éxito desde los cambios sociales tanto en el consumo como en la sentimentalidad con un libro que es, en gran parte, un ejercicio de venta de sentimientos. Hay cosas discutibles y muchos de sus análisis son fundamentalmente USAcéntricos pero lo que cuenta vuelve a ser muy interesante. Aunque lo que ha hecho el editor al librizarlo no deja de desconcertarme.

Caminando entre tumbas de Lawrence Block, ed. RBA

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La publicación del Matt Scudder de Block en España ha sido tan caótica como la del resto de material del propio Block, sin mucho orden ni conciertos, viendo cerrar editoriales y sin que uno pueda llegar a entender en qué momento fallaron las cosas para que sean tan escasas sus apariciones, teniendo que esperar a alineaciones astrales o, como en este caso, a que alguno de sus libros se adapte a película. Pero una vez eso sucede bienvenido sea. Las obras de Scudder, la parte más consistente en hardboiled de entre las múltiples creaciones de Block, son siempre buenas novelas con todo el sabor clásico de un autor que lleva trabajando en esto desde los años cincuenta con enorme nivel. Y si entra además en la nueva política de precios de la editorial a ver si así nos comemos una rosca poco más se puede añadir para que salgáis todos a comprarlo, a ver si así empieza a publicarse más y mejor a Block.

El eterno de Joann Sfar, ed. Reservoir Books

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En lugar de volcar sus obsesiones habituales en un cómic Sfar se hace una novela con un artista vampiro judío que acude a una psicoanalista viuda para tratar su complejo de culpa, enamorándose de ella. Vamos, que no es un cómic pero sigue con sus cosas.

De animales a dioses de Yuval Noah Harari, ed. Debate

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Librazo notable este que pretende la loca meta de resumir la historia de la humanidad en un discurso que yo diría más antropológico que puramente historiador, buscando más los motivos de esos avances y el contexto en el que se produjeron que una tabla de sucesos ordenados cronológicamente.

Las esposas de Los Álamos de TaraShea Nesbit, ed. Turner

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Nueva colección en Turner con la interesante idea detrás de ofrecernos a autores poco conocidos, inéditos en muchos casos, que presentar ante el lector como una revelación. En este caso se trata de una novela sobre las esposas de los científicos de Los Álamos, durante las pruebas de creación de la bomba, su parte en los hechos y su posición como espectadoras en todo el episodio de la construcción mortal.

 

Wild boy (El chico salvaje) de Rob Lloyd Jones, ed. Alfaguara

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Novela teóricamente juvenil sobre un circo en la Inglaterra victoriana, un circo con unos habitantes muy especiales, sobre todo uno de ellos, un chico cubierto de pelo que fue vendido como una atracción y que tras años mejorando su capacidad de observación ahora se encuentra en mitad de un asesinato. Y más vale que se de prisa en resolverlo porque el principal sospechoso es él.  Un Murder Mystery que trasciende del público juvenil al que se supone que se dirige para lograr una obra más compleja de lo que parece a primera vista, con muchas posibilidades -sobre todo de acabar siendo una serie- y que deja con muchas ganas de mas.

Días señalados de Jens Smaerup Sorensen, ed. Nocturna

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Saga nórdica pero no de las habituales, aquí tenemos a un joven que decide enrolarse en el ejército durante la IIGM y, a partir de ahí, su historia y la del país -Dinamarca en este caso- además de los diferentes personajes que van construyendo para sustentarla en una creación extensa e intrincada con la estructura de todo un novelón.

La comemadre de Roque Larraquy, ed. Turner

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Un libro singular. Una historia sobre experimentación médica y amor con una doble trama separada por un siglo y que permite no solo conocer a extraños personajes dedicados a revivir a los muertos sino, además, las necesidades que les han llevado a ello. Una historia argentina que logra funcionar como mucho más que una extraña iteración frankensteiniana.

La sangre de los King de Jim Thompson, ed. RBA

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Lo bueno de que Thompson escribiera a destajo es que parece inacabable la cantidad de novelas suyas que tenemos por leer. Lo malo es que con tanta producción no siempre podía mantenerse el nivel. En cualquier caso esta obra tiene otra curiosidad, y es que más allá de la ruralización del ambiente estamos casi ante un western. Uno especialmente violento y en el que el delito -de uno u otro estilo- estuviera moviendo la acción, claro.

El naufragio de la Medusa de A. Corréard y H. Savigny, ed. Ediciones del Viento

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Los supervivientes de un hecho tan histórico como este, inmortalizado por Géricault y convertido en un emblema del romanticismo francés, relatan aquí la tremenda historia real tras el naufragio en 1816 ante la costa mauritana de la fragata Méduse. Más que una narración histórica, una recreación escalofriante.

Masa de Joost Vandecasteele, ed. Tropo

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Curiosa y diferente es esta obra. No exactamente una distopía, pero tampoco muy lejana gracias a la forma en que este thriller o tecno-thriller habla de la Masa, tanto en cuanto a grupo de identidad no individualizada y como ejemplo de exceso de gente, una historia cercana a la actualidad que trata de descubrir donde hay personas y dónde solo masa.

El intenso calor de la luna de Gioconda Belli, ed. Seix Barral

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Narración sobre el paso a la madurez y los cambios que traen consigo -o quizá justo lo contrario- contado con el habitual buen gusto por parte de Belli.

El relato de John Smith de Sir Arthur Conan Doyle, ed. Confluencias

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Parece que toca el turno de recuperar obras tempranas de Conan Doyle, esta vez con la que podría considerarse su primera novela, aunque no es intriga lo que encontramos aquí sino a un narrador empeñado en darnos su opinión de la vida y de todas las cosas. Una curiosidad.

Los siete hermanos de Aleksis Kivi, ed. Nórdica

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En este novelón nórdico -Finlandés esta vez- volvemos a tener una historia total, una obra que resume y condensa la historia de unos personajes que van pasando por todo tipo de peripecias y emociones, utilizando el humor cuando es necesario pero no por ello despreciando la tragedia, para narrar mediante la historia de una familia lo que podríamos considerar la historia de todo un pueblo.

Otras tradiciones de John Ashberry, ed. Vaso Roto

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Ensayos de Ashberry hablando sobre otros poetas, una oportunidad por tanto para conocer mejor no solo a los que analiza sino, también, al que habla.

Cuentos de Odesa de Isaak Babel, ed. Nevsky Prospects

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En esta preciosa edición llena de ilustraciones del famoso relato corto de Babel se nos cuenta las historia de unos bandidos y sus circunstancias, permitiendo así tratar con humor una multitud de temas, de la pobreza a la justicia pasando por la esperanza y su ausencia. Muy a favor.

Hacer el bien de Matt Sumell, ed. Turner

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Un libro sobre la confusión. La del mundo en general y la que provoca en su narrador, un joven que no acaba de entender cómo comportarse, por qué todo parecer salirle al revés o de qué va la vida.

Un mundo propio (Diario de sueños) de Graham Greene, ed. La uña rota

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No sé hasta qué punto esto es una curiosidad de un escritor y hasta cuál parte fundamental de su obra más personal, es decir, los sueños puestos en orden y explicados, narrados intentando mantener esa propia lógica y plagados de recuerdos de amigos -muchos de ellos conocidos- sirven casi más para ver a Greene como persona que al escritor. Y, sin embargo, ¡cuántas cosas podemos aprender del uno a través de lo otro!

Ochenta mujeres de Manuel García Muñoz, ed. La librería

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Por increíble que parezca esta es la cantidad de las mujeres que fueron fusiladas en el Madrid de posguerra. Aquí está la historia de todas ellas, quiénes fueron, qué hicieron y cómo terminaron siendo condenadas a muerte.

Acontecimiento de Slavoj Zizek, ed. Sexto Piso

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Una nueva obra del filósofo de los tiempos vloggers, que busca analizar la realidad cotidianas y sus productos de ocio para ofrecer una mezcla de análisis y entretenimiento. Sobre todo entretenimiento.

Historia del mundo en 12 mapas de Jerry Brotton, ed. Debate

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¡MAPAS! Pocas cosas más interesantes tanto para hablar de la diferencia entre la representación y la realidad como para viajar ilustración mediante, o como en este caso, para ir encontrando los diferentes modos y modelos en que su función y evolución han ido definiendo la historia.

Paseos por Londres de Virginia Woolf, ed. Línea Horizonte

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Además de una preciosas fotografías de la ciudad tenemos aquí una obra de Woolf sobre Londres que se puede entender como una obra de literatura de viajes más sentimentales que geográfcos.

Italia, 1850 de Théophile Gautier, ed. Abada

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Gautier fue publicando en diversos libros algunas de las cosas que le pasaron y se le ocurrieron durante sus viajes por Europa, así que ahora Abada ha recopilado los tres que publicó sobre distintas ciudades italianas (Milán, Venecia y Florencia) permitiendo no solo centrarse en lo que contó de esa parte de su viaje sino, además, de la situación completa y compleja de Italia tal y como lo percibía un turista, por excepcional que fuera.

De un experto en demoliciones de León Bloy, ed. Berenice

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Bloy dándolo todo en críticas literarias -y no solo- absolutamente vitriólicas, decidas a hacer de la iconoclastia no ya una obra de arte sino incluso un terrorismo de salón especialmente vistoso.

La pandilla de Asakusa de Yasunari Kawabata, ed. Seix Barral

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Un inédito en español de Kawabata que habla de la modernidad que llevaba al Japón de los años ’20 no solo la gente que se reunía en el barrio de Asakusa sino también el tipo de actividades que allí se llevaban a cabo intentando mover la vida cultural e introducir novedades occidentales entre los ciudadanos nipones.

A espaldas del lago de Peter Stamm, ed. Acantilado

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Colección de relatos del escritor suizo en los que sus personajes enfrentan con situaciones cotidianas en las que temas como la soledad y el fracaso tratan de ser superados con humor y sensibilidad.

Demonios familiares de Ana María Matute, Destino

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Unas pocas páginas, una tapa dura, un autor de prestigo. La moda de este otoño.

Así empieza lo malo de Javier Marías, ed. Alfaguara

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Lo de Marías, que está siendo un best-seller en toda regla.

Coloreitor de Forges, ed. Espasa

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A veces uno sospecha que hay autores que nunca creen haber ganado suficiente dinero.

Buscando a Alaska de John Greem, ed. Nube de Tinta
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Green y sus historias de amores, desamores, adolescentes, gente que se siente fuera de su sitio y que busca encajar. Green, vaya.

Una estrella que no se apaga de Esther Earl con Lori y Wayne, ed. Nube de tinta

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La historia de la chica en la que Green se basó para la idea central detrás de Bajo la misma estrella. Porque ella puede estar ya muerta, pero el negocio editorial nunca descansa, baby.

Cuatro de Veronica Roth, ed. RBA

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Historietilla en el mismo universo que Divergente pero que parece creado para responder a algunas preguntas. Fundamentalmente: Ahora que sale la película y parece que vamos a ganas pasta a espuertas, ¿no tendrías algo para sacar incluso más?; y también alguna de la trama, creo.

Todo patas arriba de Pablo Albo y Viviana Bilotti, ed. La guarida

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Bello álbum ilustrado, como suele ser habitual en esta editorial, en el que el beso de una pareja crea ondas en la realidad que les rodea. Bonito, bien ilustrado, con un transfondo tierno, ¿qué más pedirle?

El secreto de Sofía de Niñocactus y Clau Degiuomini, ed. La guarida

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Una colección de pequeñas historias y preciosas ilustraciones en las que una niña trata de descubrir los grandes y pequeños secretos que su familia guarda gracias a esos momentos conservados por ellos que acaban siendo los más valiosos.

Hasta aquí. Ahora a esperar la próxima semana, con el inicio de octubre. Yo ya no sé si atrincherarme no va a ser que vayan a seguir llegando novedades de esa reentré que se me está haciendo tan larga como todas las modas literarias. Mientras tanto… ¡Nos leemos!


Esperaba muchas cosas de The Driver (UK), más por el protagonismo del siempre enorme David Morrissey que por su creador. Y aquí es cuando toca reivindicar a los creadores porque sí, Morrissey hace un magnífico trabajo tratando de levantar esta historia de un taxista que decide buscar solución a sus problemas ganando dinero como conductor en el golpe que preparan unos conocidos, pero ni con esas puedo recomendarlo. El inicio y la premisa parecen las de una película que mezclara el drama con la acción, un hombre superado por sus circunstancias y metido en mitad de un acto delictivo que le sobrepasa; un clásico del género negro. En lugar de eso -o además- lo que tenemos es mucho drama familiar que se resume en largas escenas de reproches y miradas vacías, tantas que la fluidez de la narración se resiente por el paso de bronca a bronca y de mirada de cordero degollado a incomprensión de sus hijas. Quedan aún un par de episodios, pero mucho tiene que mejorar.

Pese a toda la polvareda levantada con How to get away with murder (USA) lo que esperaba era otra de las series marca de la casa de Shonda Rhimes: Mucho lío emocional/emotivo, diversidad etnico-racial y sexual y tramas locas desde el principio con algún atisbo de trama general por detrás. Pero, sobre todo, aburrirme como un tronco. Me equivoqué. Es decir, sí, todos los tópicos de sus series están aquí. Podríamos decir que incluso elevadas al mil. Pero, además, hay una trama y un tema, y resulta que ambos le van como anillo al dedo. Es más, ¿cómo ha podido tardar tanto en caer? Porque esta serie es en realidad dos, por un lado una historia de jóvenes profesionales y curtidas figuras de poder que se entremezclan con alegría, salero y locura; por el otro es una serie de juzgados. Gracias a una loca mezcla de historia universitaria con ejercicio de la abogacía tenemos algo así como la mezcla de Harry’s law con Pretty Little Liars. De hecho, a partir de ahora para mí es Pretty Little Lawyers. En este piloto se nos presentan a los locos, locos, locos personajes, se nos muestra la estructura de Caso de la Semana, las dinámicas de grupo, la mezcla de actualidad con flashback -que tiene su utilidad indudable pero que es lo más insufrible de todo- y se nos deja clara la trama que durante la primera temporada -o trece capítulos, o a saber, pero hasta navidades llegamos fijo- va a estar funcionando de fondo como si de un Murder One despendolado se tratara. Y es que al final soy un fácil, me das unos pocos cadáveres, varios sospechosos y un locurón de trama y me tienes todas las semanas. O eso espero.

Si paras el telefilme que estás viendo para tratar de entender qué carajo es eso -No tanto lo que es como por qué te están contando esta historia- tienes que asumir que tal vez no fueras el público original para ella. Yo lo tengo asumidísimo. Porque este Marvellous (UK), sobre la figura de un hombre con ciertos problemas de aprendizaje que se prepara como payaso y acaba formando parte de un equipo de fútbol en el que juega el papel de ser el corazón -y quizá también la mascota, pero eso quizá suene demasiado duro-, es una de esas historias inspiradoras basadas en hechos reales que por muchos y buenos actores que tenga, en este caso un Toby Jones inmenso, no soy capaz de apreciar. Otra vez será.

Pereza me da hasta escribir sobre ella, pero en fin… NCIS: New Orleans (USA) es como cuando sacan las patatas fritas procesadas de megacorporación y te anuncian que salen con un Nuevo y Diferente Sabor. Tú sabes que es falso, ellos saben que es falso, todos tenéis claro que será una reducción artificial. Pero lo sacan porque, eh, ¿no es mejor ocupar hueco en las estanterías con algo que ya sabes que funciona? Así que más ideas populares -Nueva Orelans, Scott Bakula– perdidas en algo que solo es medianamente tolerable de ver si antes has decidido jugar al bingo haciendo una lista de tópicos de la ciudad. Sí, un bingo y no un juego de beber, por vuestra propia salud.


De entre las lecturas sobre comedia que siempre me interesan este año he encontrado un doblete de lo más interesante gracias a dos obras de Mike Sacks pensadas más para dar consejo a gente que quiera dedicarse a escribir en Estados Unidos o, en su defecto, a lectores pirados por el asunto a los que les da igual todas esas tonterías de lo que hay que hacer para trabajar de ello pero agradecen enormemente todas esas maravillosas entrevistas a algunos de los más interesantes creadores.

AHSTKPor ejemplo, en And here’s the kicker (que a su versión de 2009 añade una segunda extendida en mayo de 2014), que era el primero de estos libros por parte de Sacks y surge en parte de las entrevistas realizadas en otros medios, podemos encontrarnos entre otras joyas largas conversaciones con Buck Henry, Jack HandeyMerrill Markoe, Irving BrecherTodd Hanson, Bob OdenkirkAllison Silverman, David Sedaris, Robert Smigel, Larry Gelbart… y los que me dejo, o los que se limitan a dar consejos. A los que hay que añadir los de su siguiente libro de este mismo año.

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Debo reconocer que estaba convencido de que con su paso a Penguin iba a ofrecer una remezcla del anterior con alguna cosa nueva y no un libro que, con un formato similiar al anterior, ofreciera nuevas entrevistas. ¡Y qué entrevistas! Solo por la de Peg Lynch ya merecería la pena el libro, pero es que además están entre otros Tom Scharpling, James Downey, Dan Guterman, Glen Charles, Henry Beard y, por supuesto, la persona que acaba de redondear y ofrecer simetría cerrando el volumen, Mel Brooks. Como veis un buen montón de nombres más que memorables, incluso aquellos que no son tan conocidos o que a estas alturas pesan más por el impacto en otros cómics o en obras posteriores que por la posibilidad de que se hayan visto sus obras. Y eso que hay de todo. Sobre todo guionistas de TV y cine, claro, pero también cómicos variados, desde los de actuaciones en directos a los escritores, guionistas de cómics o de radio. Hay mucho conocimiento, bastante historia y algunas anécdotas.

Puede que no haya mucha gente decidida a entrar en el mundillo de la comedia estadounidense entre mis lectores, pero si hay interesados en la comedia del Siglo XX y XXI les recomiendo que intenten echarle un ojo a estos volúmenes. Sabiduría embotellada.


Para que se vea que ellos también hacen cosas en The Code (AU) tenemos a un grupo de australianos -o un grupo de grupos más exactamente- metidos cada cual en lo que podríamos considerar una parte de la pieza del puzzle del poder y la conspiración, o algo así. Se nota que hay más gente poniendo dinero y que tratan de construir algo que va a llevar un tiempo para que las distintas perspectivas de el hecho en si encajen. Y espero que lo haga de verdad porque, aunque algo moroso, no me ha parecido mal arranque para una mini.

Para mi sorpresa Gotham (USA) me ha gustado más de lo que esperaba -que venía a ser entre PSÉ y PFFF….- probablemente más por lo que es que por lo que no es o podría llegar a ser. Es decir: Estamos ante una serie fundamentalmente policíaca, no superheroica. Si tuviera que compararla con alguna otra serie no sería con Arrow o Smallville sino con Life on Mars. Más la USA que la UK pero confío en que el paso de las temporadas lo arregle. Por un lado tenemos una situación y forma de resolver los problemas que pese a ponerla en el presente -a saber por qué- grita en todas direcciones que son los ’40/’50, por el otro el centro de la acción es un poli que no encaja con un acompañante que se come la serie. Si alguien me hubiera dicho que lo mejor de una serie de Bats -sin Bats– sería Bullock me hubiera reído mucho. Y, además, no solo conocemos -o creemos conocer- su futuro sino el del resto de personajes. Los que están porque están y los que no porque, bueno, no llegaron. Y precisamente ese juego acaba de redondear el parecido. ¿Su problema principal? Tiene que haber una forma mejor de definirlo pero… Jim Gordon es un soso. A su lado todos los secundarios se realzan, sí, pero va a ser difícil querer apoyarle en nada porque da una pereza mortal. Al menos a mí. No creo que se merezca ser el Ted Mosby superheróico y espero que según avance la serie vaya pillando algo de interés porque UF. Y no es el peor personaje, no sé quién les habló de Alfred pero debía estar muy borracho. Pero vaya, que bien, que tiene que coger ritmo y marcha y tablas y esas cosas pero por lo menos la absolutamente ridícula cantidad de secundarios que son alguien en DC no me ha parecido molesto, y están bastante bien cogidos todos los personajes. Eso sí, cuanto menos piense en las edades de cada uno de ellos y para con la de Bruce, mejor.

Cuando me vi el piloto de Madam Secretary (USA) pensé que ya se había filtrado en verano. Me equivocaba, no lo había hecho. Pero, claro, cuando repites tantos tics y momentos ya vistos en otras series –Comandante en Jefe, Mrs Wade, etc…- que mal no está pero no parece ofrecer demasiada novedad.

Cuando me enfrento a una nueva serie de animación del Adult Swim, como es el caso de Mr. Pickles (USA) suelo hacerlo siendo consciente de que nunca seré su público. Probablemente tampoco llegue a entender cómo es posible que se empeñen en usar dibujos feistas, como si fuera necesario usarlo para poder ser underground pero, en fin, tampoco voy a esperar que sean capaces de salir de su propio regodeo grotesco. Total, que una vez más no me ha gustado, así que supongo que gustará a los demás.

No acabo de entender quién pudo pensar que Scorpion (USA) era buena idea. Cierto es que al menos se han molestado en realizar cambios respecto a lo mostrado originalmente -por lo visto a los críticos USA les llegaron a mandar la primera versión del piloto- como la falta total de mujeres, excepto una camarera, o la falta de diversidad de… bueno… cualquier tipo. Parece que lo han arreglado un poco a patadas pero, en fin, aún queda lejos. El caso es que da la sensación de que querían hacer si no un nuevo Chuck al estilo CBS -sobre todo tras el desastre de Intelligence– sí quizá un NCIS: Big Bang Theory. Que no es ni gran cosa a lo que aspirar ni probablemente muy interesante, pero el resultado es… NCIS: Numbers. Si al menos nos diera para unas risas…


Fridge, jellybeans, lampshades, idiot balls & a bowl of noodles

Cualquiera diría que el primer enemigo de una obra cultural, al menos de las que tienen o intentan tener una estructura narrativa interna medianamente lógica, es precisamente la capacidad del público de pensar a la vez que está viendo algo. No ya de aceptar las premisas más fantásticas -que siempre estarán ahí para quejarse de ellas- como los problemas internos de la historia, bien por ruptura de sus propias reglas -que siempre es grave, para eso no explicites las reglas- como por los problemas de caracterización o desarrollo de personajes y de situaciones.

Luego ya, además, estarían los Pet Peeves, las quejas propias que tienen algunas personas por motivos personales, ya sean porque analizan la realidad ficcional desde su campo de trabajo o conocimientos –«Un X de verdad nunca haría Y»,»El X no se comporta así, ¡no funcionará!», «Si supieran algo de X no harían que el personaje Y»–  o porque algún tipo concreto de tropo/recurso/ género le moleste tanto que se comporte de manera más crítica. Pero esto es algo privado y propio de personas concretas.

Mientras que pensar en lo que uno ha visto es universal. Se le puede dar más o menos importancia o hablar de ello como algo que cambia tu percepción, y según se sea, que te saca de la obra. Algunos tendemos a hacerlo a la vez que estamos con lo que sea, otros tienen más suerte y se dejan llevar. No es hasta un rato después. recordando y reflexionando sobre lo visto. cuando caen en la cuenta de algún momento molesto en que pasaban cosas que no parecían funcionar como debieran. Esa es la definición habitual de lo que se viene llamando Fridge Logic, el momento en que la gente en sus casas se da cuenta de que «Eh, pero si X, ¿cómo es posible que Y», «¿De dónde sacaron X?»,»Si X era N todo el rato por qué Y», etc…; y -además- un juego de palabras con Fringe Logic. Hitchock la llamaba Icebox Moment, que no tiene juegos de palabras, y Harlan Ellinson jugó con el mismo concepto en su cuento ¡Arrepiéntete, Arlequín!, dijo el señor Tic-tac en el que, además de muchas otras cosas, le dedicaba su atención a las famosas jellybeans como demostración de un uso mal hecho del recurso. Pero lo dejamos con el Fridge.

Sobre todo porque así puedo enlazar tranquilamente con otro tropo que se usa para marcar los problemas de guión: Nuking the fridge. Ese momento tan excesivo que el público decide que la película ha pasado un punto de no retorno, bien por lo increíble que ha sido causando la pérdida de sus suspensión de incredulidad -es decir, la necesaria pausa en los razonamientos para aceptar algunos de los tropos más habituales, por no hablar de cualquier premisa fantástica- o porque consideran que el conflicto o su solución no ha sido bien gestionado. Y se refiere, claro, a la famosa escena de Indiana Jones y la calavera de cristal en la que ante la amenaza de un bombardeo nuclear el arqueólogo se esconde en un frigorífico que sobrevive a la explosión tras ser lanzado por los aires. En realidad no parece una escena mucho peor que otras de esta o anteriores películas del personaje, ni más alocada ni menos improbable, pero sí que se convierte en algo que se cita recurrentemente. Puede que se deba a que aquí Jones adopta un rol pasivo ante la amenaza, puede que tengamos muy interiorizado que las bombas nucleares lo destruyen todo, puede que se deba a la manera en la que la escena está rodada, más cercana a un dibujo animado con la nevera volando por los aires y pegando botes hasta caer en primer plano y así permitir que saliera de dentro el protagonista, algo que nos lleva a los Looney Toones y nos hace considerar de la misma manera la historia que estamos viendo. En cualquier caso, se convirtió en un standar de insatisfacción del espectador.

Si el espectador siente que lo que le están contando no está bien realizado, o es directamente ridículo se salen y pierden interés o, peor aún, juzgan con más dureza la película. Pero no es el único momento tropificado, en las series se habla de Saltar el tiburón por un capítulo de Happy days cuyo objetivo principal es lograr eso mismo, aunque no es lo único que puede pasar en una serie. También puede haber historias ridículas fuera de la trama principal pensadas para mantener a algún personaje que no tiene una función real y a la que los guionistas no pueden -por tiempo, capacidad o ganas- encontrar un modo mejor de mantener así que lo dejan Atrapado por pumas, siguiendo el ejemplo de Kim Bauer en 24 que cuando no era secuestrada por unos lo era por los hasta que llegó el momento en que se pasa todo un episodio poco menos que mirando a un puma. Es difícil decidir si fue su peor problema en ese día porque, en general, ella tuvo el clásico mal día que tiene todo el mundo en que te secuestran y tratan de matar varias veces sin relación entre los unos y los otros.

-Ah, sí, no he olvidado las Women in refrigerator, pero no es el tema de hoy así que vamos a dejarlo para otra semana. Tranquilos, no me olvidaré. Espero.-

En ocasiones podemos explicar lo que ocurre porque un personaje ha cogido la Idiot ball. Es un poco complicado lo de las bolas, pero podemos explicarlo con una patata caliente o con cualquier juego social en el que no te comportas como normalmente harías sino como te ves forzado por las reglas del mismo. Solo que aquí la carta que le ha tocado al personaje es ser el Tonto de turno. No es algo que pase solo con los tontos, claro, también puedes ser el héroe, el villano, el gracioso… ¡hay turnos para todo! El problema es que si te toca ser el Tonto de turno da igual los conocimientos de tu personaje o su forma de comportarse habitualmente, va a actuar con total estupidez bien para hacer avanzar la acción o para hacer reír al público. Que cada cuál decida en qué caso está más justificado. Llevar este turno puede ser útil para que acaben en situaciones estúpidas como las mencionadas antes, o que hagan acciones no muy inteligentes como los Sacrificios Estúpidos.

Expliquemos esto como mejor se entiende: con superhéroes. Si Lois Lane pone su cuerpo en medio para parara una bala de kryptonita lanzada contra Superman está haciendo un Sacrificio, si lo hace porque cree que es de kryptonita pero realmente no lo es, o delante de Clark porque no sabe que es Superman o si cree que Supes no tiene poderes pero sí los tiene y todas esas variantes, está realizando un Sacrificio Inútil, pero no Estúpido. Ahora bien, si Lois Lane se pone en medio de un atracador corriente para llevarse la bala que le van a disparar a Superman, que no solo es más rápido que una bala sino, además, invulnerable… Ahí tenemos el ejemplo de manual de Sacrificio Estúpido. Ella sabe que la persona podría sobrevivir sin problemas pero se pone en medio, ¡por qué? Además de hacer avanzar la trama y blablabla. Del mismo modo, y con menos sangre, podemos tomar a Batman decidiendo que va a aceptar como propios los problemas causados por Harvey Dent. En este caso es estúpido, no tanto porque pueda ser más o menos necesario hacerlo tanto como porque… no es demasiado necesario que los asuma como propios. Si tienes ya a un villano al que culpar y a infinidad de sus ayudantes sería más sencillo dejar que carguen ellos con las culpas también. Pero no, el personaje se tiene que sacrificar porque toca.

Cuando un personaje acaba siendo tan rematadamente tonto puede deberse a algo puntual, una degradación seguida y continuada de la inteligencia puede deberse a un caso de Hiperdefinición del personaje, es decir, los rasgos más acusados de su carácter van siendo estirados para justificar que cada vez la monte más grandes de manera que cosas que no hubiera hecho en la temporada uno las hace en la siete. Sirve para la estupidez, y ahí está Joey Tribianni como ejemplo, pero también para las manías, la bondad, la capacidad de comer o de ser estricto y, en general, cualquier cosa de la que aún puedan sacar un poco más los guionistas.

Lo que nos lleva a regresar por última vez al zoo para hablar del Tiburón vudú. Cuando creas un problema mayor con una explicación especialmente ridícula que lleva a incluso más preguntas que si no hubieras dado ninguna explicación caes aquí. Por ejemplo, la novelización de Tiburón 4. -Sí, sí que hubo-   que decía explicar por qué había un tiburón persiguiendo a la familia protagonista debido a qué… un sacerdote vudú les había maldecido. No, no hacía falta explicar cómo, o por qué, o qué esperaba conseguir. Antes tenías a un tiburón que parecía atacar sin realmente mucho motivo a una persona, ahora tienes una explicación de por qué lo hacía, ¡y la gente quejándose aún! ¡Nunca están contentos!

Precisamente por cosas como estas se crean las lampshades, las pantallas que se ponen para disimular o bien para señalar que se es consciente de lo que se está a punto de hacer. Tanto en referencia al público como para dejar clara una explicación que quizá no se hubiera dado de otra manera. Es una forma de comunicarse entre el guionista y el público que quizá no resulte la mejor de las ideas pero, como en el caso de ¿Quién ha escrito esta basura? dicho por un personaje rompiendo la cuarta pared o criticando un producto cultural similar a aquel en el que se encuentra, es -habitualmente- una rendición asumida y reconocida por el guionista que está aceptando los problemas que tiene el asunto. Y si no los está aceptando él es que algo en su subconsciente le está haciendo señales con banderas.

hay muchos motivo para que esto suceda, a veces se debe al Efecto Coco, ese problema de haber visto demasiadas veces algo falso en la ficción de manera que una aproximación realista haría que el protagonista creyera que lo que ve es falso. ¿Cuándo es más verdadero algo falso que algo real? Cuando llevamos toda la vida educados en esa mentira. De modo que si oímos dos medios cocos chocar lo identificamos con el ruido de los cascos de caballos al correr, pero si oímos el ruido real que realizan nos parece que falta algo. Por supuesto si suficientes películas/series/etc… realizaran el paso a la realidad al final habría un reemplazo, y es la única manera en la que esta realidad ficticia podría desaparecer, pero eso no significa que fuera fácil, por supuesto. Eh, al menos cuando escuchamos a los caballos correr no pensamos que se trate de dos cocos.

Esto puede parcernos todo una sarta de tonterías pero pensemos que a veces ocurren cosas por el bien de la narración que quizá afecten más de lo razonable al público, y no me refiero aquí a cuando se menciona que alguien es de una religión/ideología/GSD/lo-que-toque para un capítulo y luego ya se olvidan hasta el siguiente capítulo de la misma temática sino a cosas como la Inmunidad ETS. Tenemos a un grupo de gente teniendo relaciones los unos con los otros pero como si sale una ETS se convierte en un tema de por sí y en algo importante los personajes ni las sufren ni se preocupan por ellas. Lo que puede dar la idea de que es algo que no ocurre o que solo a la gente que no es tan maja como la de la tele o que los guionistas no tienen experiencia en el campo o lo que se os ocurra. En realidad entra dentro del mismo rango de supresiones que hace que ir al baño entre en una dinámica bien de humor marrón o en una excusa para algún tipo de movimiento en la trama, porque al final la realidad es que el tiempo es limitado como para poner a los personajes haciendo cosas que, digamos, damos como algo supuesto, algo que pasa fuera de los momentos en los que estamos viéndoles.

Todos estos problemas pueden acabar causando que el guionista decida poner un parche, usar un poco de cinta americana para tapar un problema haciéndolo más visible en el proceso. Lo que en USA se llama Hand wave y yo me tomaré la libertad de llamar, a falta de una traducción mejor, Gesticular. Reconoces que tienes un problema -como traducir un tropo inglés al español- y lo arreglas un poco de cualquier manera, con mucho aparato, que la gente se fije en que estás solucionando el problema, aunque sea una chapuza, porque precisamente el moverse mucho mientras hace la chapuza hace que estés trasmitiendo un «Sí, es un problema, lo sé, pero no me importa tanto como para arreglarlo de verdad, y tendría que hacerlo porque es importante a cierto nivel, pero mira, le pongo aquí un algo para tapar y YA».  Si esto os ha parecido fácil os animo a que me deis otra traducción. Y, ya de paso, una explicación de cómo funciona el tiempo en Doctor Who  o los viajes temporales, que son un ejemplo habitual de esta sección de tanto problemas cómo causa a la trama cada vez que alguien los usa, no digamos ya cuando no vuelve a usarlos nunca, eh, JK Rowling, o de exactamente qué era y como funcionaba eso de Dawn en Buffy en la temporada 5. Menos de 3000 palabras, a ser posible.

Todos estos ejemplos no son solo problemas de malos guionistas. Sí, es cierto que puede dar la sensación de que lo son por permitirlos, pero ya decía antes que tienen que lidiar con muchas más cosas. El problema es cuando ocurre de manera reiterada, no un punto de partida difuso o un problema puntual sino una constante. Si se trata de una franquicia de larga duración podemos suponer que el problema es que ha llegado el momento de la Fanfiction Glorificada, debido a que Los internos dirigen el manicomio. Es decir, un fan de largo recorrido ha logrado por fin hacerse con la serie y está haciendo con ella lo que siempre ha querido. Esto, que en principio no parece algo necesariamente malo, puede acabar dando lugar a un reinado si no de terror si de marysueismo y decisiones ridículas. Pero como coger a alguien que no conozca la franquicia tampoco parece la mejor de las ideas acaba siendo visto como un posible problema menor.

Al menos mientras no recurran a los trucos más sucios del catálogo de arreglar tramas, es decir, el Lo hizo un mago. Si la solución a cualquier duda es esa, o su variante tecnológico Usó la máquina de tecnociencia avanzada, sabremos que están tratando de colarnos una solución ex machina dentro del universo de la acción o, peor aún, usando al narrador o la acción para resolver algo irresoluble. Como esa historia sobre el guionista enfadado que decide dejar al protagonista atrapado en un difícil cliffhanger y no lo sacará de allí hasta que los responsables no accedan a X. Cuando estos acceden -y según la historia puede ser desde recontratarle a subirle el sueldo pasando por una amistosa competición entre varios autores que se van turnando al escribir una serie- el guionista se pone en acción comenzando con un Una vez hubo superado los obstáculos. Porque no hay nada más sencillo y tramposo, pero sobre todo efectivo, que Arreglo en offfuera de cámara. Salvo, quizá, los finales tipo Todo ha sido un sueño. Pero de finales ya hablaré en otra ocasión.

Lo que me recuerda que os debo un bowl of noodles desde el título. Y es que a veces hay cosas que no son un fallo del guión tanto como un chiste más o menos recurrente que sirve para señalar un pasado, común o no, y dejar establecido algo sin necesidad de presentarlo. Pero no me hagáis hablar de ello, no pertenece a esta columna. Y, además, siempre es traumático hablar de lo que pasó en Newcastle, y ya explicaré después qué hace esa sandía ahí, todo por culpa de ese Incidente de los fideos.


Libros que Llegan: Alfabeto, El expreso de Tokio, ¿Por qué manda Occidente… por ahora? y más

No hay como volver al trabajo en septiembre para encontrarse una enormísima cantidad de novedades. Tantas que uno casi pensaría que ha entrado en una librería diferente de lo mucho que cambia el aspecto debido al aluvión, así que saquemos los paraguas y preparémonos para el chaparrón:

¡Que entre la pila!

Alfabeto de Inger Christensen, ed. Sexto Piso

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Comienza Sexto Piso su colección de poesía con la gran escritora danesa, de la que no se había visto por España prácticamente nada hasta el momento. Un enorme libro de poesía y un gran libro en general.

El expreso de Tokio de Seicho Matsumoto, ed. Libros del Asteroide 

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Una obra clásica que bajo una apariencia tan de pertenecer al grupo de los libros de misterio centrados en reventar una coartada, con especial mención en esta ocasión hacia los medios y formas de transportes, tiene latiendo debajo un estudio de personajes retorcidos y maliciosos. Otro buen autor de novela negra japonesa a descubrir.

¿Por qué manda Occidente… por ahora? de Ian Morris, ed. Ático de los Libros

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Extenso y completo repaso al concepto de civilización que tenemos, sus auges y caídas y cómo las interacciones entre ellas para explicar los movimientos del pasado y las posibilidades futuras. Como para acampar en él.

– La verdad y otras mentiras de Sascha Arango, ed. Seix Barral

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Interesante novela que teóricamente debería entrar dentro del género negro. Al fin y al cabo es la historia de un mentiroso e incluye al menos un asesinato así como varios actos violentos. Un buen libro, quizá demasiado complaciente consigo mismo y con sus posibilidades de adaptación.

– Que levante mi mano quien crea en la telequinesis de Kurt Vonnegut, ed. MalPaso

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Una de las tendencias que vamos a tener este otoño-invierno son los libros que cuestan una pasta y recuperan obras poco conocidas de grandes autores -o, al menos, conocidos- en edición de tapa dura. Abre fuego esta colección de conferencias de Vonnegut. Así que ahora podéis dedicaros a dudar: Es Vonnegut. Pero es una obra menor y a un precio… Pero es Vonnegut… Pero…

Vatanescu y la liebre de Tuomas Kyrö, ed. Alfaguaraportada-vatanescu-liebre_med

Como si en una reelavoración moderna -más- del libro de Paasilinna estuviéramos, esta novela finlandesa logra ofrecer un humor incluso más negro sobre el destino del hombre moderno, Europa y la posibilidad de la interconexión y la mordacidad.

Días de guardar de Carlos Pérez Merinero, ed. Reino de Cordelia 

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Clásico de la novela negra española en tanto que pone al criminal en el papel protagonista, Reino de Cordelia hace bien en recordarnos su existencia.

El secreto de Raffles Haw de Sir Arthur Conan Doyle, ed. Espuela de Plata

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Una rareza de Conan Doyle de los inicios de su carrera, con un misterio central y una desarrollo que mezcla varios géneros. No estamos aún ante el gran escritor de novelas detectivescas pero sí ante su formación.

Testigo de la noche de Kishwar Desai, ed. Plataforma

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Curiosa obra de género negro india que sirve no solo para crear un misterio bien empaquetado, también para usarlo con la finalidad social que siempre le ha venido tan bien al género, en este caso la situación de las mujeres de clase baja en ese país.

Quaresma, descifrador (Relatos policíacos) de Fernando Pessoa, ed. Acantilado

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Recopilatorio de los curiosos cuentos policíacos de Pessoa. No es que vaya a pasar a los anales del género pero como curiosidad del autor tiene su interés.

– Causas naturales de James Oswald, ed. Planeta

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Lo que podría parecer un rutinario thriller gana algo de interés gracias a las pinceladas de fantástico que va dejando caer su autor.

– Los crímenes del monograma de Sophie Hannah, ed. Espasa

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¿Por qué una escritora con cierto nombre y prestigio aceptaría resucitar uno de los personajes más famosos de otra célebre escritora? Yo apuesto por dinero, pero a saber.

El círculo de los Mahé de Georges Simenon, ed. Acantilado

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Sigue Acantilado con su recuperación de Simenon -es decir, quitarlo de Tusquets para editarlo ellos- y esta vez le toca a un título de fuera de la serie Maigret.

– Galveston de Nic Pizzolatto, ed. Salamandra

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Quizá no hayáis oído nada de ella o de su autor, ¡ojalá el dinero de la editorial pudiera comprar interés por parte de los medios de comunicación y organizar una campaña entre bloggers que apetezcan de libros gratis! Pero como ya sabemos que estas cosas no pasan os diré algo: Se parece a la serie. Incluso en lo bueno.

El rito de Laird Barron, ed. Valdemar

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Si me apeteciera leer una unión de noir con terror del corte más… antiguo… ese que permite que aquellos que duermen eternamente se encuentren en los límites mientras en nuestra realidad existen sectarios trabajando para despertarlos, el tipo de gente con los que puede acabar encontrándose, quizá más cerca de lo que él esperaría, un geólogo y académico de cierta edad, entonces este sería mi libro.

Los últimos de Juan Carlos Márquez, ed. Salto de Página 

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Distopía. El mundo ha sido arrasado y una pareja se cobija en las ruinas de Disneyworld mientras decide qué hacer con su futuro y cómo protegerse de los otros supervivientes.

Los viajeros de la noche de Helene Wecker, ed. Tusquets

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Una Golem y un Djinn se encuentran, se hacen amigos -masomenos-, se separan, pero deben reunirse para luchar contra un mal superior. Cosas que pasan.

Mario Bava. El cine de las tinieblas de José Abad, ed. T&B

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Repaso a la carrera de Bava en uno de esos libros de T&B que no están mal pero hubieran agradecido un editor.

Historia del cine australiano de Adrián Sánchez, ed. T&B

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Lo de arriba pero con un título incluso más autodescriptivo.

El universo cuántico de Brian Cox y Jeff Forshaw, ed. Debate

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Dos profesores se ponen a explicarnos la física cuántica a un nivel como para que lo entendamos. A mí como está el Doctor Cox me parece bien todo.

La riqueza oculta de las naciones de Gabriel Zucman, ed. Pasado y Presente

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Un ensayo repasando la finalidad, utilidad y uso de los llamados paraísos fiscales suena a algo que nos está explicando el presente o, cuando menos, el pasado inmediato.

Demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas de Pier Paolo Pasolini, ed. Errata Naturae 

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Reunión de ensayos en torno a la cultura, la sexualidad y, en general, cualquier cosa que le pasara por la cabeza a Pasolini cuando le tocaba escribir un artículo de no ficción de estos.

La marca del editor de Roberto Calasso, ed. Anagrama

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Un editor italiano va a decirnos por qué lo de antes era mejor y cómo habría que hacer las cosas. Un poco como a la editorial que edita el libro. Por suerte también hace un repaso a la historia de los editores que le da una utilidad al volumen.

¿Quién controla el futuro? de Jaron Lanier, ed. Debate

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Una reflexión sobre cómo se ha ido acotando el interés y relevancia en internet usando las dos armas más poderosas: el poder y el dinero. No solo eso, también una reflexión sobre a dónde puede llevarnos esta situación, hasta dónde podemos acabar llegando para tener un espejismo de libertad que en realidad sean los raíles que nos pongan para transitarla.

La literatura rusa de Piotr Kropotkin, ed. La linterna sorda

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Recopilación de conferencias sobre literatura rusa del S XIX que pretende servir de acercamiento y crítica a lo que allí podíamos encontrar.

La pintura como pasatiempo de Winston Churchill, ed. Elba

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Un ensayo sobre la pintura en términos de pasión e influencia por el gran aficionado al medio que fue Churchill. Desde un punto de vista completamente ajeno decide dejarnos una serie de reflexiones sobre un medio con mucha visión de futuro.

Cita con los clásicos de Kenneth Rexroth, ed. Pepitas de calabaza

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Repaso por parte de Rexroth a los grandes clásicos de la literatura de todos los tiempos ofreciendo no solo un repaso a lo que ofrecen sino, además, buscando los temas ocultos o presentes, que más puedan apelar al lector occidental. Un ejercicio magnífico.

Viajar de  Robert Louis Stevenson, ed. Páginas de espuma

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Recopilatorio de los ensayos sobre el tema del viaje que Stevenson fue publicando durante años.

Himmler según la correspondencia con su esposa (1927-1945) de Katrin Himmler y Michael Wildt, ed. Taurus

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La correspondencia entre Himmler y su mujer que, dicen, resuelve algunas dudas sobre su participación y responsabilidad en todo aquello de los Nazis. Por si no estaba claro, supongo.

Fiscalidad voluntaria y responsabilidad ciudadana de Peter Sloterdijk, ed. Siruela

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Con ese título tan apetecible Sloterdijk se une a los que hablan de economía en la situación actual y dan su opinión sobre cómo arreglarla.

Lecciones de un Pigmalión de Sheilah Graham, ed. Elba

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Una vez visto el texto que habla de la historia de «cómo F. Scott Fitzgerald educó a Zelda»  pocas cosas más se pueden añadir.

El balcón en invierno de Luis Landero, ed. Tusquets

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Una obra biográfica, casi unas memorias, en las que El Escritor trata de avanzar con su novela y, a la vez, explicar cómo un chico extremeño de familia no muy lectora acaba en el madrileño barrio de La Prosperidad así como de la relación con su madre.

Palais de justice de José Ángel Valente, ed. Galaxia Gutenberg

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Un texto narrativo del conocido poeta que en formato de novela corta va reuniendo diferentes escenas alrededor de una premisa cercana a Kafka. Interesante para conocer más sobre el autor.

El deber de Ludwig Winder, ed. Periférica 

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Una novela ciertamente sólida sobre la ocupación durante la guerra, mostrándonos la diferencia en el acercamiento entre los que decidieron colaborar y, sobre todo, la evolución heroica de los que consideraron resistirse a esa dictadura.

La fiesta de la insignificancia de Milan Kundera, ed. Tusquets

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Podemos considerar a este texto una novela. O una cafetera. Lo que nos de la gana. Porque son 144 páginas con sus interlineados, márgenes y letra a tamaño enorme. Es decir, todos los trucos del manual del editor para hinchar de manera artificial lo que no deja de ser un relato tampoco muy largo. Razonablemente divertido, eso sí. Pero, vaya, para pagar facturas.

Felices los felices de Yasmina Reza, ed. Anagrama

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Con las relaciones sexuales en toda su variedad como hilo conductor pone en marcha la historia de docena y media de personajes distintos que se van enredando hasta montar un retablo de relaciones.

Al borde del camino de Seumas O’Kelly, ed. Sajalín

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Volumen que reúne algunos de los mejores cuentos de O’Kelly, algo que todos los que leímos La tumba del tejedor agradeceremos.

Un viaje llamado vida de Banana Yoshimoto, ed. Satori

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Inesperado desembarco de Yoshimoto en Satori con un libro autobiográfico que le permite repasar, como si de viejas fotografías fueran, las historias de toda una vida.

Ahí os quedáis de Jonathan Tropper, ed. Punto de lectura

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El Shiva, una tradición judía, sirve para reunir a una familia bajo el mismo techo durante una semana entera después de un funeral. Así que imaginad: investigación de los lazos de la amistad, el amor, la familia y blablabla. Sobre todo blablabla.

Ojalá nos perdonen de A. M. Homes, ed. Anagrama

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Homes realiza una exploración de la familia, sí, ella también, y de las relaciones no solo con los padres sino también entre los hermanos.

El Chef de Simon Wroe, ed. Salamandra

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Una comedia con la cocina de fondo, que para algo está de moda, con los integrantes de la cocina  de un restaurante relacionándose entre ellos, con la cosa culinaria y, sobre todo, con su jefe, a ratos un tirano a ratos un genio… desequilibrado. Para fanes de estas cosas.

 Abecedario de pólvora de Yordán Radíchkov, ed. Automática 

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Historias en apariencia sencilals que dentro de su gran belleza van pasando a una crítica general tanto a los fascismos como a los socialismos, una obra búlgara de valor.

– Regeneración de Pat Barker, ed. Galaxia Gutenberg

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Seguimos recibiendo cosas sobre la Primera Guerra Mundial, en este caso sobre una denuncia de los horrores de la guerra que  que lleva al denunciante a un psicquiátrico, porque si te parecía malo el campo de batalla imagínate cómo estarían.

Mi romance de Gordon Lish, ed. Periférica

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Otro ejemplo de mezcla entre literatura y realidad con un escritor, un discurso y mucha posibilidad de que hablen de la verdad o estén mintiendo, quizá ambas.

Sidra con Rosie de Laurie Lee, ed. Nórdica 

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Una de esas novelas sobre la dura pero satisfactoria vida en la campiña inglesa que tanto gustan a los anglófilos. ¿Y quién no lo es?

Bingo Palace de Louise Erdrich, ed. Siruela

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Con la comunidad nativoamericana de fondo, una historia sobre relaciones afectivas y de negocios que incluye no solo la situación de las reservas sino, por supuesto, su relación con la infustria del juego.

El devorador de calabazas de Penelope Mortimer, ed. Impedimenta

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Duro y bastante descarnado retrato del matrimonio, tan buena como abrasiva.

Canciones de amor a quemarropa de Nickolas Butler, ed. Libros del asteroide

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Una historia que trae de vuelta algunos clásicos de los ochenta -aunque se escribiera el año pasado- como el regreso al pueblo y la visión de en qué han quedado el amor y la amistad con la música como fondo y medio.

Madame Solario de Gladys Huntington, ed. Acantilado

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Una mirada al decadente mundo de la belle epoque previo a la Primera Guerra Mundial y a como sus convenciones se mueven para florecer o derrumbarse.

Nebulosa de Pier Paolo Pasolini, ed. GalloNero

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En la Italia que está a punto de entrar en los ’60 la sensación era de euforia, la posguerra había pasado y no había mucha gente que pareciera querer disentir de esa línea de pensamiento oficial, salvo, por supuesto, Pasolini, que preparó este guión -considerarlo perdido por muchos años- denunciando los vicios ocultos.

Fantastes de George MacDonald, ed. Atalanta

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Obra que usa la entrada en el fantástico para mostrar la transformación interna del personaje a partir de manifestaciones mágicas.

El maravilloso regreso de Jacob Cerf de  Rebecca Miller, ed. Siruela

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Historia del presente en el pasado y viceversa, de las evoluciones en las formas de pensar y sentir y -por supuesto- en la manera en la que un personaje puede pasar a ser un simple testigo -la mosca en la pared- que trata de reexaminar los cambios.

El umbral de la eternidad de Ken Follett, ed. Plaza & Janés

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Inevitable mencionar lo de Follett.

Epitafio para Nueva York de Adonis, ed. Nórdica

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Oh, me encantan cuando puedo escribir esto: «El eterno candidato al Premio Nobel». No sé si será por eso que Nórdica ha aprovechado ahora para sacar este no-muy-ilustrado libro de poemas que, como de costumbre, merecen la pena. Lo importante es que lo haya publicado.

Poesía completa de Boris Vian, ed. Espuela de plata

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No es que la poesía sea lo más importante o definitorio de Vian pero ya se sabe, cuando existe un completismo todo lo que se nos muestre de un gran autor es siempre bueno.

Extraños de Javier Saez, ed. Sexto piso

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Curioso acercamiento al cómic como medio total a través de una historia gigantesca y monstruosa que va dando distintas iteraciones para cubrir las posibilidades del medio.

Ilustraciones al Libro de Job de William Blake, ed. La Felguera

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Recopilación de las ilustraciones del último trabajo de Blake, 21 láminas -en blanco y negro, eso sí. Quiero creer que porque eran así en el original- acompañado por sus propios textos explicativos. Una joyita.

– Tiras cómicas de Flannery O’Connor, ed. Nórdica

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Además de una gran escritora O´Connor fue también autora de una tira cómica de arte discutible pero indudable trasfondo literario. Y por eso estamos aquí.

El viaje de Shackleton de William Grill, ed. Impedimenta

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La historia de Shackleton en un curioso cómic de Grill que casi podría haber sido una historia ilustrada de la expedición.

El hombre que hace lo que le viene en gana de Oskar Andersson, ed. El nadir

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Recuperación de un autor sueco casi desconocido, especialista en satirizar el comportamiento de sus conciudadanos y mostrar historias que examinaban los límites de la fantasía y la subversión. Hubiera sido un gran añadido al TBO.

La procaz intimación de Edward Gorey, ed. Libros del zorro rojo

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Gorey hablando del Diablo como seductor o de los seductores como diablos que hacen caer a las mujeres, según se prefiera mirar. Humor negro, como siempre.

Emily, la de Luna Nueva de Lucy Maud Montgomery, ed. Toro mítico

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Como Ana de las Tejas Verdes funcionó seguimos para bingo.

Ana y Froga, ¿qué hacemos ahora? de Anouk Ricard, ed. Blackie Books

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Esta especie de cómics o cuentos infantiles siguen con buen pie y mucha imaginación, que el que sean para modernitos no quita que, a la vez, sea una buena lectura.

Garabato y tinta de Ethan Long, ed. Lata de sal

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Divertido cuento en Lata de Sal que juega no solo con la tradicional lucha entre el ratón y el gato, también con la idea de que no dejan de ser dibujos, a lápiz y a tinta pero dibujos al fin y al cabo.

Los cinco desastres de Beatrice Alemagna, ed. A buen paso

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Cinco curiosos personajes en un álbum ilustrado con gusto que trata de explicar las diferencias entre la gente y cómo pese a eso  y pese a las imperfecciones puede existir una fuerte amistad e incluso algo cercano a la felicidad.

La canción de las nubes de Mia Charro, ed. Fortuna

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Otro colorista cuento que, esta vez, narra una sencilla historia mientras introduce conceptos básicos -y animales- acompañando la historia.

Max el valiente de Ed Vere, ed. Juventud

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Un libro precioso. Poco texto e ilustraciones tirando a lo minimalista pero tanto la historia que cuenta como las ilustraciones cargadas de expresividad que usa para contarlo merecen echarle al menos un vistazo. Sobre todo porque se lee muy rápido y así uno puede recomenzarlo enseguida.

¡ARF! Por un momento parecía que íbamos a ahogarnos en libros. Y esto no es nada, que ahora empezamos a tomar velocidad hasta noviembre para preparar la bola para las navidades. Así que id tomando notas y, por supuesto, portándoos bien. ¡La semana que viene más libros!


De entre los múltiples problemas de Black-ish (USA) posiblemente el mayor sea su intento de centrarse en la raza. Fundamentalmente porque más que en cualquiera de las múltiples telecomedias con casting mayoritariamente no-blanco la referencia parece Modern Family o las muy blancas comedias en las que hay un tema muy central que, en realidad, no se aborda. Aquí el protagonista central tiene un buen trabajo que le da mucho dinero, y eso es precisamente lo que se nota aquí: El dinero como blanqueador. No solo de las tramas sino también del punto de vista de la serie, que podría ser un capítulo especial -y desde un punto de vista de alguien que aborda la raza no desde un punto de vista tanto ideológico como cultural- de una espantosa continuación de El príncipe de Bel-Air.

¿Conoce a Cilla Black? Lo más probable es que no. Y, sin embargo, en UK es bastante conocida. Empezó como cantante, hizo sus pinitos en el cine y pasó luego a la televisión a hacer comedia y programas de variedades. Pero, bueno, si no la conoces siempre puedes ver Cilla (UK) por Sheridan Smith que hace todo lo posible por recoger la imagen de la artista en sus inicios dando un buen motivo para ver esta extraña biografía. Todavía si fuera Raffaella.

Muy buena pinta tiene este Glue (UK) que estrenó el otro día Jack Thorne en E4. Uno esperaba por lo anunciado que estuviéramos ante un Midsomer Murders con influencia de las series anteriores en las que trabajó (Skins, This Is England) o, incluso de su desaparecida The Fades. Pero resulta que no, que antes que un asesinato light que se va resolviendo tenemos una trama más dura que permite ver evolucionar a los personajes. Es inevitable pensar en Broadchurch -más por cercanía temporal que por otra cosa- pero teniendo siempre en cuenta que es un asunto no diré secundario pero sí subordinado a las vidas de los jóvenes protagonistas.

Seguro que lo estabais esperando. Y es que el estreno en USA de The Mysteries of Laura (USA) no ha pasado desapercibido. Para unos porque los críticos se han cebado con ella, nombrándola incluso la segunda peor nueva serie de la temporada. Por otra porque la estrategia del canal para su estreno ha funcionado para darles muchos espectadores. ¿Y el resultado en sí? Pues lo que ya teníamos en la versión española pero amercanizado a tope. Embellecimiento de las mujeres, más violencia, más disparos… y más medios. La trama en sí -calcada del piloto español- mantiene todos los problemas e incluso los extiende al meterlos en el contexto USA, logrando que se profundice casi como si estuviéramos en una caricatura de lo que se homenajea. Veremos cuánto tarda en terminar de separarse de su versión española. Y cuántos secundarios de la parte doméstica deciden recuperar.

Con Play it again, Dick (USA) entramos no solo en una webserie sino, además, en un juego meta. El spin-off de Veronica Mars que no es spin-off de la serie sino de la parte externa a la misma. Una suerte de micro-comedia referencial que, como la película, está hecha para los fanes de la serie o de Ryan Hansen… y poco más.

Para los apasionados a la historia americana la serie documental The Roosevelts: An Intimate History (USA) es todo un regalo que les tendrá entretenidísimos durante horas. Completo, extenso, documentado, enorme. Ahora, si no te va la historia, o la historia americana, o las sagas de políticos y hombres poderosos… entonces lo que tendrás será un potente somnífero.

Cuando SyFy anunció que estrenaría Z Nation (USA) me temí lo peor. Y es que The Asylum no se ha caracterizado precisamente por ser la mejor o más sutil de las múltiples productoras con las que trabaja la cadena. Por no decir justo lo contrario. De manera que darles una serie con zombies parecía más una locura. Por suerte no es un intento de copiar The Walking Dead sino un ejemplo de serie de acción en un mundo zombificado. El presupuesto es -muy- limitado pero logran sacar adelante esta idea de aventuras con mucho personaje y acciones, sabiendo que el humor relaja y evita el ridículo del no pretendido. El argumento general, con una persona que parece que tiene la solución para el problema y la necesidad de trasladarlo, sirve también de excusa para mantener el tono. Así que no es una gran serie -el que mejor está, con diferencia, es DJ Qualls– ni lo pretende ser, pero sabe poner en juego lo que tiene.