A veces parece que se nos olvida que parte del éxito de Narciso Ibáñez Serrador en España vino de poder contar con el excelente actor que era su padre, Narciso Ibáñez Menta. Bien es cierto que pese a haber nacido en España su carrera se desarrolló durante muchos años en Argentina. Más aún, a ella regresaría para dos de sus más brillantes obras, El hombre que volvió de la muerte en 1969 y El pulpo negro en 1985.
Pero volvamos a Menta, que en 1952 había hecho, por ejemplo, la primera adaptación de La bestia debe morir de Nicholas Blake. Hizo un poco de todo, hasta llegar a esa serie con su hijo de la que hablamos en su momento. Después de ella aún haría miniseries con adaptaciones más o menos directas como la que nos ocupa hoy o El fantasma de la Opera (1960), El monstruo no ha muerto (1960), La garra del mono (1961), Arsenio Lupin (1961) y El muñeco maldito (1962) y Sátiro (1963). Todas ellas perdidas ya según decía Ibáñez Menta por el odio de uno de los militares del golpe de ese año le tenía, que favoreció la destrucción de las cintas enlas que se guardaba. Eso facilitó también el viaje a Madrid del que ya hablamos con lo poco que se pudo salvar de -mencionémoslas ahora- Obras maestras del terror (1959- 1962) y Mañana puede ser verdad (1962- 1963).
Un antes y un después, como vemos. Y un éxito mediante gracias al trabajo realizada en los programas con su hijo acabó facilitándole su propia serie: ¿Es usted el asesino?. Basada en Monsieur Larose est-il l’assassin? del autor belga de origen francés Fernand Crommelynck y ya adaptada por Ibáñez Menta en una serie para la televisión argentina en 1961. La versión española -en absoluta relacionada con la obra de Alfonso Paso, todo sea dicho- adaptaría al público y sobre todo a los actores españoles entre los que trabajaba el actor -sobre todo de reparto- Claudio Rodríguez como narrador para ofrecer una historia peculiar de un asesino. A medio camino entre el humor, el misterio y el terror de un asesino en serie que parece a la vez calculador y perturbado. La mezcla, junto a la estupenda actuación por parte de Ibáñez Menta del detective aficionado y muy pasado de vueltas Larose, trabajador del cine, actor, maquillador y especialista en mil cosas más que, mientras suelta una y otra vez su frase recurrente que no tiene sentido en el contexto, trata de alentar y hablar con policía e implicados en una serie de crímenes que van subiendo en suspense e intensidad mientras la crispación por la sobreactuación, las muertes y el ambiente progresivamente malsano que va atenuando un humor negro y popular la convierte en una historia difícil de olvidar.
Los diferentes giros y evoluciones, hasta el inesperado final -injustamente más recordado que el resto y, peor aún, más usado para hablar de la serie de lo debido- de manera que las reflexiones meta, las broncas y las burlas, y el comportamiento -desdeñoso, por no decir otra cosa- del público. De manera que el visionado que merece no se le suele dar tan limpia como debería. Por lo demás, Menta pasó a trabajar en el cine aprovechando el éxito del fantaterror y luego a volver a Argentina, colaboraría alguna vez más en televisión en España pero sin llegar de nuevo a dirigir y actuar como en esta miniserie. Una lástima.