«Doce cuentos y una pesadilla» (1967)

El éxito de Historias para no dormir abrió la chirriante puerta a otras historias fantásticas. La primera de las cuales fue esta serie, emitida a media noche durante tres meses, entre el 8 de julio y el 7 de octubre. Detrás estaba Juan Tébar, escritor y guionista más conocido como el autor del relato en que se basó La residencia. Y como estas cosas maravillosas de internete van actualizando su información resulta que el año pasado escribió su versión de la historia en Fuera de Series.

Tenía Juan en la escuela de cine un compañero que también trabajaba en la T.V.E. Doy su nombre, hay que agradecer con todas las palabras: Antonio Abellán. Se encargaba de tareas programadoras en la recién nacida Segunda Cadena, conocida en sus comienzos por las siglas U.H.F. (Frecuencia Ultra Alta, en el espectro, el electromagnético, no el de nuestras aficiones).

Y Juan propuso a Antonio unas historias, propias, personales, aunque debieran mucho a sus autores entonces favoritos. Y Juan tuvo la enorme suerte de que se las aceptaran, de que se grabaran, de que le permitiesen asistir a las grabaciones, de poder opinar incluso, y de que se emitieran.

Durante trece semanas se emitieron esas historias, inspiradas por los autores fantásticos favoritos de su autor y dirigidos por dos profesionales de manera casi alternativa: Charlie Jiménez Bescós y Luis Calvo Teixeira. Ahí, con un plantel de los grandes actores que iban acercándose por la televisión española. Agustín González (Foster y Al), Tomás Blanco (Pasen, señores, pasen), Lola Herrera y Charo López (Por favor, compruebe el futuro) o Emilio Gutiérrez Caba en esa Pesadilla que se anunciaba desde el mismo título y que en realidad se separaba más de las otras por lo onírico que por lo terrorífico.

A lo largo de esas semanas, casi ocultas en la programación, se iban desarrollando historias con nombres vistosos (La muchacha de madera, Magia, amor y cibernética¡Vamos a cazar marcianos!) que pasaron con bastante menos repercusión que ese juggernaut de Narciso Ibáñez Serrador que emitía TVE 1. Aunque hubo una persona a la que no le pasó tan desapercibido. Quizá porque, como decía Tébar en el texto antes enlazado, Teixeira era ayudante de Chicho, quizá porque esta serie fuese el inicio del florecimiento de esas semillas que su serie impulsó en el terror español televisivo – y en parte también del cinematográfico, pero ese es tema para otra discusión- ayudando a que esta serie no pasara de una temporada pero a cambio de que Juan Tébar se uniera al equipo de la primera y empezara a colaborar con Chicho.

Una vez más, poco hay que se pueda añadir aquí. No he encontrado vídeos con los que ilustrar esta entrada ni puedo aspirar a mejorar el relato del propio autor, de modo que en esta ocasión, hecho el apunte, me retiro para preparar la próxima ocasión, que pende de una pregunta realmente especial.


Se nota el año electoral -y lo divertido que está siendo- en UK en estrenos como este Ballot Monkeys (UK) en el que parte del equipo de la siempre reivindicable Drop the dead monkey aprovecha para satirizar la campaña desde el punto más cercano posible a la actualidad. Además, se han trabajado un enorme reparto -en el que solo se echa en falta alguien para el invitado sorpresa del SNP– capitaneado por Ben Miller por los humillados Lib DemSarah Hadland como la candidata del ultraderechista UKIP. Quizá se le podía haber sacado más jugo porque, bueno, están teniendo unos de esos años. Pero, desde luego, en un ejemplo de dónde -y para dónde- hacer las cosas.

Como estamos en una semana de recuerdos del pasado no me ha extrañado tanto el estreno de The Messengers (USA), serie sobrenatural que recupera cuando hace cinco años o así hubo un montón de ficción scifi adolescente con su paranormal romance y patatas. Por suerte han sabido captar el momento -de hace tres años- y le han metido también una trama de distopía apocalíptica.

Es difícil hablar de The Neighbours (USA) más allá de que es una creación de Tommy Wiseau y, por tanto, tiene sus… ehm… valores de producción. La idea de que el artífice de The Room -esa película insoslayable- haya logrado montar una serie y que esta parezca la idea de alguien de crear una obra autoconsciente de su error pero, pese a eso, falle tratando de fallar ofreciendo un espectáculo que solo puedo llamar grotesco: sonido, imagen, iluminación, pelucones… No es tan bueno como podría pero sí tanto como deberíamos habernos imaginado.

De nuevo viene al rescate Reino Unido, en esta ocasión con Safe House (UK), una serie de la ITV que retoma la idea del British Noir pero dándole una vuelta, en lugar de presentarnos niños muertos y pueblecitos con secretos se animan a proponer un asunto turbio a dos niveles con testigos protegidos y -aquí sí que han acabado cayendo- problemas internos en la policía. El piloto bien, el resto habrá que verlo.

Terminamos con Wayward Pines (USA) que parecía dormir el sueño no sé si de los justos o de los congelados. Pero, claro, cuando te encuentras con algo que sigue el estilo de las series misteriosas de mediados de la pasada década, todas esas ideas de pueblecitos llenos de secretos y con hechos inexplicables de por medio, todos esos The Gates,Persons Unknown, Happy Town, Haven,Secrets of a Small Town y como si eso no fuera suficiente rellenan los huecos con restos de lo que parece El detective cantante. Pero no la serie, claro, el remake. Una vez teniendo todo esto en cuenta que la anunciaran hace un año y hayan esperado a que alguno de los protagonistas y su productor, M. Night Shyamalan, hayan tenido algo de buena prensa. ¿Mi opinión? No han esperado lo suficiente.


En el Día del Libro algunas entrevistas de José Zepeda para Radio Nederland

Teniendo en cuenta que lo esperable para el Día del Libro sería hacer una selección de lo aparecido recientemente, pero que eso tengo más que cubierto gracias a la última Epístola Libresca enviada a Absence y publicada ayer mismo, sin contar con los Libros que Salen, he pensado que quizá podría buscar una aproximación distinta.

Durante los muchos años que estuve trabajando en la última librería conocí a mucha gente interesante, cada una por sus propios motivos y razones. De entre ellos recuerdo con agrado a José Zepeda, quien llegara a ser director del departamento latinoamericano de Radio Nederland y es actualmente colaborador de Radio Media Naranja. El cierre de emisiones de Radio Nederland hace unos años fue realmente sentido, sobre todo por las estupendas entrevistas a distintos autores que Zepeda iba realizando y que -puedo dar fe- se preparaba a conciencia buscando toda la biografía viva disponible.

Lo bueno es que gran parte de esas entrevistas se fueron subiendo a internet, a YouTube, y muchas de ellas se pueden rescatar y colocar aquí, formando una suerte de antología que puede ser otra manera de acercarnos a este Día del Libro. Así que, pongamos una lista de diez y… ¡Adelante!

Cees Nooteboom

Tzvetan Todorov

Eduardo Mendoza

Juan Goytisolo

Zygmunt Bauman

Carlos Fuentes

Ulrich Beck

Pascal Bruckner

Héctor Abad Faciolince

Jorge Semprún

Por supuesto esta es una selección con lo que hay, que es lo que se estaba haciendo en el tiempo en que coexistieron varias propuestas. Por supuesto hay algunos otros nombres que podrían haber aparecido por aquí pero mejor dejo a cada uno que husmee por los archivos y, de paso, recuerdo la necesidad de realizar ejercicios de comunicación y análisis relacionados con la literatura. No todo va a ser comprar.

¡Feliz Día del Libro!


Humor late

Andrés du Bouchet no sabía la tormenta que iba a desencadenar. Pero es algo lógico. A veces se nos olvida que parte de la gracia de la Libertad de Expresión está en cómo se alinean las cosas para no ejercerla. Sí, podemos hablar tranquilamente de lo que queramos a cambio de, por supuesto, aceptar las repercusiones de lo que digamos. Otra posibilidad es que llegara a atisbarlo pero decidiera que le daba igual, que ya estaba bien, que había ido viéndolo cada vez más cerca y no podía seguir callado. Probablemente tras el éxito de ese nuevo programa. Sí, era algo esperable por lo que había tenido detrás, no salía de la nada precisamente… pero parecía señalar una línea de actuación para cadenas y programas. Y eso es algo que no le gustaba nada.

Lo que el éxito de Lyp Sync Battle decía del Estado del Humor (al menos en los Lates) y lo que le llevaba a soltar en twitter frases como que la «Comedia en 2015 necesita un severe motherfucking shakeup que incluyera: Nada de famosos, nada de parodias, nada de bromas (pranks), nada de mash-ups o guerras de hashtag además de señalar lo que podían hacer con labios de lip-synching o llamaba Prom Kings a los actuales creadores de comedia. Esta última parte, como la afirmación de que nunca ha hecho falta la aparición de famosos para hacer comedia, es la más controvertida. En primer lugar, porque en ese Sistema de Castas que es el instituto estadounidense parece difícil que Fallon o Kimmel, los dos principales destinatarios de sus dardos, hubieran llegado a ser Reyes del Baile. En segundo, porque los cameos de famosos -o directamente ponerles en situaciones poco esperables- llevan tanto tiempo en la cultura popular que lo difícil sería señalar un momento en el que no hubiera participación directa, no digamos ya de la indirecta que parodias y mezclas ha habido desde el medievo.

Pero está claro que disparaba a otro lado: Disparaba a los Famosos leyendo tuits ofensivos (hacia ellos) de Kimmel y a los Lyp Sync de Fallon y a las bromas elaboradas de Kimmel y a los famosos cantando con instrumentos de guardería de Fallon y… La verdad es que la lucha en los tiempos modernos del humor en los Late ha tomado una deriva resumible en una palabra: Viral.

Y ahí es donde está la guerra entre Kimmel y Fallon, en ver quién logra más momentos que poder poner en órbita durante toda la semana para que luego la gente vea el programa porque, eh, ya no es lo que se vaya a comentar en el trabajo al día siguiente. Es lo que se va a comentar en internete desde ese momento y hasta a saber cuándo. Porque internet es el nuevo patio de recreo y es ahí a donde se apunta para el impacto. Pero no es ese el problema, no es que Fallon parezca haber olvidado que se puede hacer otro tipo de humor sino que lo que viene parece seguir ese camino.

Porque no es solo que esté funcionando muy bien Lyp Sync Battle aunque la emita ese horror sobrehumano que es Spike – y del que la NBC pasó porque, claro, es la NBC – sino que la llegada de James Corden ha demostrado que es hacia ahí hacia donde quieren ir. Le ha faltado tiempo para llenar de famosos haciendo el chorra y de intentos descarados de viralizar cosas. Viendo el programa casi te sorprende que estés delante de un OBE que ganó un Bafta por Gavin & Stacey (serie de la que era co-creador, co-guionista y actor), un Tony a al mejor interpretación masculina por One Man, Two Guvnors, ha sido el protagonista de The Wrong Mans, participado en varios proyectos musicales menores uno de los cuales -una canción con vocación de himno para la selección inglesa de fútbol en 2010- se convertiría en la canción más vendida en Reino Unido durante un par de semanas. Y eso compatibilizando una extensa carrera -desde los noventa- en cine, televisión y teatros. De hecho, este mismo invierno le pudimos ver como personaje masculino principal de la fallida adaptación al cine de Into the woods.

Pero ha sido llegar a la televisión americana -en un movimiento realmente extraño para alguien siempre tan lleno de proyectos y ocupaciones- para que nos olvidemos de que alguna vez tuvo un personaje propio como compañero de piso del Doctor. Ahora parece el encargado de darle a la CBS un poco de esa viralidad de la que NBC y ABC tanto parecen disfrutar. Peor aún, lo hace ocupando la franja -y el programa- de Craig Ferguson, un magnífico cómico que casi se podría considerar un pináculo de todo lo contrario, siguiendo y mejorando el modelo de comedia en el Late anterior a esta, permitiendo una unidad con el programa anterior, de Letterman. Porque incluso aunque alguno de sus momentos pudieran volverse virales no era eso lo que pretendían. Ni Letterman, ni Leno antes, ni desde luego Ferguson parecían interesados en ellos, igual que la llegada de Seth Meyers demostró que había gente decidida a seguir el modelo clásico. Lo curioso es que incluso fuera de los Lates podríamos ver cómo esa viralidad se encuentra pero no se busca. En el SNL The Lonely Island solía tener éxito tras éxito pero al irse ellos no han sido capaces de replicarlo, ni parecen muy interesados. En los múltiples programas de sketches que han aparecido los últimos años pasa lo mismo, de vez en cuando alguno logra un éxito, generalmente Key & Peele, pero no parece creado con esa finalidad. Posiblemente porque esa forma de hacer comedia, incluso cuando puede contar con una mano famosa, se basa en la comicidad clásica de la situación, los personajes y el guión.

Por contra la viralidad de los lates parece salir, como indicaba du Bouchet, de apelar a lo que más puede gustar al público, bien el uso de famosos que ya tienen una base de fanes antes de salir en el programa, bien el humor más simplón como el de las bromas de Kimmel que son poco menos que jugarretas más o menos pesadas, más cercanas a los Vídeos de Primera que a una construcción cómica consciente, producto salido del llamado Bro Humor que -aquí sí- se acerca a esos Reyes de Baile porque suele ser ejercido por una persona (con el poder de saber que lo que hace es una broma) sobre otro que no solo recibe el ‘sufrimiento’ de la misma, muchas veces psicológico, sino que desconoce la ficcionalidad a su alrededor. De ahí los logros de los Errores en enviar mensajes, o de las Jugarretas entre padres e hijos, poco menos que versiones de andar por casa de las siempre insufribles bromas telefónicas. Creaciones con un claro grado de crueldad pero en el que quién las hace y quienes las disfrutan -si tienen estómago para ello- pueden regodearse en ese momentáneo poder.

No creáis que Andrés du Bouchet va a iniciar ninguna revolución. En cuanto los medios -sobre todo los digitales- se hicieron eco de sus quejas empezó la siguiente parte de la farsa, con el cómico borrando y disculparse, sobre todo después de que su jefe le llamara la atención. Porque resulta que trabaja en un Late. Concretamente, en el de Conan O’Brien que intervino públicamente en tuiter para decirle que cerrara la boca. Y lo hizo, claro, pese a que Conan sea otro seguidor de esa forma antigua de llevar un Late en el que los ocasionales éxitos virales -más ahora que está en la TBS– parecen más fruto de la casualidad que de la estrategia.

La discusión tampoco era nueva, el paso de Fallon al programa principal pareció volverle una máquina de buscar ese impacto mediático descuidando otros aspectos de su anterior programa. La -anunciada- llegada de Colbert para sustituir a Letterman produjo auténtica curiosidad por saber cómo va a adaptarse a estos nuevos tiempos y el cambio de Jon Stewart por otro Bro como Trevor Noah, que parece sacado de la página de copias de Dane Cook o Daniel Tosh, ha revuelto más el gallinero de esta nueva evolución de los Lates que aún está lejos de haber asentado su polvo.

Sobre todo porque aún queda una esperanza. Stewart y Colbert, igual que antes a veces Leno o Letterman, lograban éxitos compartidos. Más por su buen trabajo que utilizando famosos o crueldad, y eso lo ha recogido un cómico que sí busca claramente la viralidad pero que ha optado por un camino diferente para lograrla: John Oliver. El -también- inglés- ha buscado temas controvertidos para aligerarlos con humor, incluir algún gancho general (muchas veces, es cierto, pequeñas apariciones de algún famoso)  y ofrecer largos segmentos que parecen ir en contra de la levedad y ligereza de esta nueva época viral. Vídeos que rara vez bajan de los 10 minutos y que, en ocasiones como el de la entrevista a Snowden y el prólogo sobre la Patriot Act, pueden superar la media hora. Con llamadas a memes y a usar hastags y animalitos sonrientes, conociendo por tanto todo lo que parece facilitar el éxito viral, pero no poniéndose a su servicio sino integrándolo -muchas veces de manera explícita- para difundir el mensaje.

El problema, por tanto, no es la viralidad en sí, es todo lo que algunos parecen dispuestos a hacer para conseguirla. Por eso Conan mandó callar a du Bouchet  y no parece que esas quejas vayan a lograr una repercusión real pese a haber señalado el elefante en la habitación de guionistas. Por eso hay tantos medios en España copiando de manera no ya descarada sino en ocasiones explícita a Fallon y Kimmel, por eso Fallon parece una versión razonable de Pablo Motos y Motos cada vez parece más una mezcla entre un teleñeco y uno de los locos personajes egocéntricos de Martin Short, porque eso es ahora lo que consigue un poco de atención. Y ahora a la gente no le basta con salir en la televisión, necesita que le haga caso internet, porque esa es ahora la nueva fama, conseguir 15 minutos de viralidad.


Libros que Salen: Conrad, «El trono de la Luna Creciente», Jones y más

La semana que viene es ya el Día del Libro, lo que significa que lo que no haya salido ya posiblemente llegará demasiado tarde para tener una oportunidad. Con todo el inicio de año que hemos tenido tampoco es que esperara yo un gran sprint final pero, como siempre, han ido saliendo cosas. Así que ya sabéis…

¡Que entre la pila!

Narrativa breve completa de Joseph Conrad, ed. Sexto Piso

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Este tocho, con su lógica y correspondiente tapa dura, reúne toda la selección de obras breves y medios con títulos de sobra conocidos – El corazón de las tinieblas, claro- de modo que novelas cortos, relatos y un poco todo lo que han pillado se ha juntado para sacar este volumen.

El establishment de Owen Jones, ed. Seix Barral

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Tras el éxito de Chavs Owen se pasa al grupo Planeta para hablarnos del Establishment, de la oligarquía o como se han sacado de la nada los de marketing de Planeta La casta al desnudo. Podría haber sido del club de Peter Cook pero no se puede tener todo.

El trono de la Luna Creciente de Saladin Ahmed, ed. Fantascy

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Nuevos nombres en la fantasía van apareciendo, como el de Saladin Ahmed, que realiza una obra con un estilo clásico pero algunas interesantes innovaciones que lo hacen recomendable para, al menos, echar un ojo.

– La posada de Manhuiol de Ion Luca Caragiale, ed. Traspiés

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En esta recopilación de relatos de Caragiale se pueden ver las ideas y fundamentos de estas obras de raíz popular y  toques de humor y absurdo que caracterizaron la obra del escritor rumano. Una obra tan breve como interesante.

La isla perdida de Douglas Preston y Lincoln Child, ed. Plaza & JanésL389597

Los Preston & Child, incluso esos dedicados a Gideon Crew, son siempre obras llenas de acción y un sentido del espectáculo y la aventura que parecía olvidado desde los tiempos del pulp, de ahí que no pueda más que alegrarme por verles seguir publicando.

El 6º Continente de Daniel Pennac, ed. Literatura Random HouseRH30149

Los libros de Pennac siempre juegan contra las expectativas de su pasado y la desesperanza de su evolución, pero pese a todo sigo picando con ellas. En este caso, además, con un cambio de aires pues incluye una obra de teatro -que da nombre al libro- y el monólogo Ex paciente de los hospitales de París. Quién sabe, lo mismo esta vez hay suerte.

– Agridulce de Colleen McCullough, ed. Ediciones B

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La última de las obras de McCullough ha llegado hasta España, lamentablemente -además de esa portada de stock– no es una de sus grandes obras históricas sino una obra más cercana al romanticismo extendido en el tiempo de El pájaro espino. Lo que nos va quedando.

– Maximilien Heller de Henry Cauvain, ed. d’Epoca

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Uno de los ilustres antepasados en la tarea de ser un investigador privado analítico y algo problemático que a finales del S XIX antecedieron a la aparición de Sherlock Holmes. Otra agradable recuperación de la editorial dÉpoca, siempre preparada para dragar esa época.

Calor mortal de Richard Castle, ed. Suma 

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Llevaban un tiempo sin publicar más libros suyos pero aquí vuelven las andanzas de Nikki Heat, el personaje estrella -lo siento Derrick Storm– de Richard Castle.

Wayward Pines. El paraíso de Blake Crouch, ed. Destino

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Hay que aprovechar la tele siempre que se pueda. Para sacar novelas o para sacar las novelas que se adaptan a la tele. Luego ya lo que sean ellas es más discutible, pero que no se diga que no existió la posibilidad de leer antes de ver.

La ira es energía de John Lydon, ed. Malpaso

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Como la propia editorial trata de explicar en su publicidad John Lydon es Johnny Rotten que fue el vocalista de Sex Pistols. A partir de ahí, y como era esperable, un volumen de memorias  con mucho comentario sobre su faceta musical.

– La vieja tigresa o el erotismo en la senectud de Miguel Noguera, ed. Blackie Books

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El nuevo volumen de humor de Noguera, de nuevo un compendio de ideas y dibujos. Porque, si funciona, ¿para qué cambiarlo? Así que a uno por año desde 2011 este es el cuarto ya.

Errores infalibles para (y por) el arte de Neil Gaiman, ed. Malpaso

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Con unas hechuras propias de un Libro Sandía, este discurso de GayMan estirado a 80 páginas es el tipo de cosas que los completistas agradecen saber para comprar. Al resto con saber le sobra.

¡Eso es todo por esta semana! La que viene toca Día del Libro, toca también -espero- Epístola Libresca en donde Absence y, en fin, que aprovechéis lo del 10% que ya habéis visto cómo andan los precios. Mientras tanto ¡Nos leemos!


Semana tranquila y no muy productiva en la que hemos tenido más novedades inglesas que de cualquier otro país. Empezando por esta The Delivery Man (UK) que no logra salvar ni el siempre eficaz Darren Boyd. Bueno, salvar… mala no es, por supuesto. pero sí bastante rutinaria. Quizá porque la gente detrás de la parte creativa (Robert Harley, James Henry, Victoria Pile que ya probaron suerte con comedia y medicina en Green Wing) ofrecen un entorno agradable y un humor sencillo para las aventuras de un expolicía que pasa a trabajar como matrono. Y ya. Agradable pero nada más. Por mucho que Boyd lo intente.

A estas alturas aún no tengo claro qué he visto en el piloto de Major Lazer (USA). Sé que es parte de las ideas de un grupo que lleva desde 2008 -y ya ha tenido separaciones internas- y que era una idea originalmente pensada en 2011  para Adult Swim y luego para Animation Domination cuando iba a ser el intento de hacer animación en los sábados de FOX antes de acabar yéndose a la FXX. Con tanto desarrollo uno -yo- esperaría algo más… concreto… más claro… En lugar de eso tenemos una mezcla de trama (sencillota) y vídeo musical (que funciona algo más, pero dependerá también de los gustos de cada cual) con, sobre todo, el delirio lisérgico y alucinatorio aprovechando esas drogas de fondo. El resultado es, en cualquier caso, poco cohesionado.

Parecía que la ITV quería dar caña a la actualidad buscando una evolución desde el tan recordado Spitting Image y de ahí las marionetas de Newzoids (UK) que de momento no tienen mucho acierto y ya veremos si son capaces de dotarlas de la mala leche y la perspicacia política clásica de la sátira inglesa, de momento son humoradas sin mucho más. Pero, eh, ¡por lo menos ellos hacen algo!

Yahoo sigue sacando series y la última es Other Space (USA), creada por Paul Feig y a la que los propios creadores ponen como evolución a partir de una mezcla de Star Trek y Futurama. Luego te pones a verlo y presupones que su intención era hacer una mezcla de Enano Rojo y The Office. El resultado sin embargo… Quizá si alguien hubiera pensado en hacer una parodia de Plutón BRB Nero tratando de sacar el lado más aburrido posible y que pareciera durar horas. No dudo de las buenas intenciones detrás de la serie pero estos primeros capítulos parecen creados para ahuyentar a los espectadores potenciales.

Terminamos con Tatau (UK) que es otra serie con problemas. Se supone que mezcla un asesinato misterioso con trazas fantásticas pero en realidad parece más preocupado por hacer de guía de viajes e incluir tramas negras que no parecen venir a cuento de nada hasta que la serie tiene un poco de cada que la hace avanzar demasiado despacio. Esperemos que sea solo un problema del piloto, pero no lo tengo yo muy claro.


Ava, Raylan, Boyd

Seis años ha durado Justified en las pantallas y, por extraño que suene en estas series, se ha ido por una decisión conjunta de su creador y sus actores principales. Graham Yost, que se ha encargado de comandar la serie desde el principio, y -de entre todo el magnífico reparto- ni Timothy Olyphant Walton Goggins, querían seguir dedicándole su tiempo a esta historia estupenda de la parte más oscura en el interior de Estados Unidos -y ni siquiera demasiado en el interior, el condado de Harlan está en Kentucky y no solo está en el este, también está más cerca de la costa que del interior.

El final ha sido una suerte de regreso al punto original, una revisitación del piloto. Y, sobre todo, un recuerdo de sus virtudes y posibilidades. Su gusto por los personajes, especialmente los secundarios, su condición abrazada de revisitación de un género que bebe a la vez del negro y del western, una creación que logra ser crepuscular sin dejar de ser consciente de su propia actualidad. Incluso cotidaneidad. Porque uno de los grandes aciertos es esa separación entre las fuerzas del orden y los malvados está en demostrar como aquellos que están del lado de la ley son poco menos que unos funcionarios, precisamente el motivo de que Raylan sea visto como un bicho raro y poco apreciable, mientras que los corruptos o los delincuentes tienden a estar metidos en complicados planes que por su propia estupidez o por los problemas asociados a la estupidez ajena tienden a acabar con altos niveles de violencia y muerte. Precisamente por eso las bajas del lado de la ley son mínimas mientras que año tras año entre los delincuentes -y algunos inocentes que pasan por allí- hay baja tras baja.

Sobre todo porque en una serie como esta las muertes importan, y lo hacen por lo que tienen de importante los secundarios. Gente desarrollada y con unas motivaciones que pueden no ser las nuestras pero que tienden a ser coherentes y, sobre todo, variadas. Pueden ser personas normales con problemas que se hacen grandes o pequeños, pueden ser delincuentes de baja estofa u otros que creen haber encontrado la forma de dar su gran golpe, o los asociados con ellos, que funcionan de forma diferente, de manera que esa cucaracha humana que es Wynn Duffy – ese inconmensurable Jere Burns-, a gente que tiene incluso un punto de movimiento sobre la comunidad y la raza como Ellstin Limehouse (Mykelti Williamson) o la saga familiar de los Bennett, con Mags -una Margo Martindale estratosférica- y sus hijos, o esos grandes delincuentes como este último Avery Markham – Sam Elliott sin bigote dando su bendición crepuscular a todo el asunto-  o incluso la Katherine Hale de Mary Steenburgen.

Son solo algunos porque, como decía, los secundarios tienen un papel especial: en el lado de la ley tanto los compañeros de Raylan: Rachel (Erica Tazel), Tim (Jacob Pitts) y, sobre todo Art -enormísimo Nick Searcy– que sirve como un nuevo paso en dos de los temas de la serie puesto que no solo es una muestra de esa rutina oficial, también es un paso tanto en la separación crepuscular como en la idea de saga a la que volveré. No solo ellos, el oficial Bob Sweeney – un regalo para Patton Oswalt– es otro ejemplo de fuerzas de la ley que actúan como se espera de ellas.

Mientras, entre los malvados la presencia no es solo de pequeños delincuentes como, sobre todo, el alivio cómico e inepto general de Dewey Crowe -estupéndamente interpretado durante años por Damon Herriman – así como los ayudantes, las manos derecha que demuestran ser más que meros paredes para los principales, es decir, Jimmy (Jesse Luken) para Boyd y Mike (Jonathan Kowalsky) para Wynn, ejemplos de lealtad entre ladrones  a los que le toca pasarla de todos los colores.

Aunque quizá entre ellos el más representativo sea, una vez más, un personaje con múltiples posibilidades en los grandes temas de la serie: Arlo Givens -otro ejemplo de regalo para un actor, esta vez para Raymond J. Barry – que es a la vez y de nuevo, crepuscular, muestra de ese mundo rural y negro, y -por supuesto- el padre de Raylan. Porque la familia es muy importante. Mucho. La idea de familia, de evolución, de saga, está presente, más por los lazos de sangre que por los de legado, las relaciones entre padres e hijos pero también hermanos y, en general, esa deuda de sangre que permite que haya grandes árboles familiares, los Crowder, los Givens, los Bennet, los Crowe, la idea de comunidad de Limehouse y la protección y deuda de Ava hacia sus chicas. Esa sensación de relación entre unos y otros, enorme y bien tramada. Cuya evolución última podemos encontrar en Loretta McCready (Kaitlyn Dever), mostrada desde la segunda por su evolución y relaciones con la comunidad hasta su papel en la sexta y última temporada.

Porque esta serie casi podría hablar así y desde allí. La segunda temporada es magnífica y creo que para muchas lo será así. Para mí no hay ninguna mala, aunque es cierto que las pares -la segunda, la cuarta, la sexta- son especialmente buenas. Pero sí que hay una evolución, la primera temporada no sabían lo que eran -esos primeros seis capítulos- , la segunda va asentándose y a partir de ahí quedan claras dos cosas. Que la parte oscura es más interesante que la clara (hasta el punto de que muchas veces Raylan importan más bien poco) y que el eje central de la historia es el triángulo entre Raylan, Boyd y, sobre todo, Ava Crowder -la nunca suficientemente reivindicada Joelle Carter– que logra no ser uno amoroso en ningún momento sino de sentimientos de lealtad y deuda, más cercanos a los de sangre a los que nos referíamos, y también extendidos de otra manera. La evolución de las opiniones de Ava son casi las del público porque ella es, hasta cierto punto, la persona inocente mezclada en esto y que se mancha y se mueve.

Desde ese estupendo piloto en el que Timothy Olyphant -nuestro siempre necesitado de un corte de pelo Raylan Givens– convenció para que participara para un papelito a su amigo Walton Goggins, que asomaría por el piloto un rato para hacer de Boyd Crowder. Salvo que, como suele pasar con Goggins, enseguida fue aclamado y requerido para regresar a la serie que se iría convirtiendo semana a semana en la de Boyd Crowder, del mismo modo que Ava iría acercándosele mientras él pasaba de un lado a otro. Minero, predicador, y distintos tipos de criminal. Evoluciones tan propias del personaje como de la serie, y siempre prestas a ir un poco más allá.

Porque esto es Justified, una serie originada en la obra de Elmore Leonard que reconoce explícitamente la deuda con Los amigos de Eddie Coyle de George V. Higgins y con esa mezcla de nuevo noir rural. Porque es esto lo que es, y por eso le estamos agradecido.


«Historias para no dormir» (1966)

Quizá el programa fantástico más conocido de la historia del fantástico televisivo español. Pero aún así hay cosas que se pueden comentar, aunque sea un poco como complemento a lo mucho y bueno que ya se ha dicho sobre ella. De entrada que Chicho logró venderla a TVE aprovechando el éxito de Mañana puede ser verdad y usando como base la serie Obras maestras del terror que entre 1959-62 realizó para el Canal 7 argentino adaptando primero clásicos del fantástico, con especial querencia por Edgar Allan Poe pero sin descuidar a todo tipo de autores de Europa y América, incluyendo alguna licencia del propio Chicho. De esta serie tomaría ideas -y más- para varias de sus obras posteriores.

De ahí que el segundo capítulo, La mano, parezca una adaptación -o directamente una reemisión- de su equivalente argentino. Otro ejemplo sería El tonel de amontillado. Aunque rápidamente pasaría a adaptar primero -y luego crear- nuevos capítulos. (Esto no cambió la forma de actuar de Chicho, años después reciclaría algunos de los capítulos de Historias para no dormir en otra de sus series argentinas: Chicho Ibáñez Serrador presenta a Narciso Ibáñez Menta)

La serie duraría dos temporadas, una primera de 18 capítulos emitida entre febrero y junio de 1966 y una segunda, más breve, con 8 capítulos entre octubre de 1967 y febrero de 1968. Las reticencias iniciales por parte de la entonces aún limitada crítica televisiva se fueron venciendo poco a poco. El programa se probó un éxito que entraba en las conversaciones con rapidez, causando debates en el correo de los lectores de los diarios y convirtiéndose en una mención habitual cuando se decidiera hablar de la televisión y sus programas.

De tal manera que tras unos inicios en los que es considerado demasiado trágico y oscuro pasa a ser utilizado en piezas como esta del ABC sobre que la televisión está quitando oportunidades de comunicación a las familias españolas. Su popularidad y consolidación como un ejemplo de lo que la televisión ofrecía lleva al autor a olvidar que el horario de emisión solía ser entorno a la media noche, hora harto avanzada para una tertulia familiar tradicional.

En cualquier caso, las buenas críticas no tardaron en llegar. Bien de manera directa como en el ABC loando algunos capítulos y lo conseguido en ellos o de forma un poco más lateral como cuando en La Vanguardia hablaban de Chicho.  Pero lo importante vendría luego, cuando pueden empezar a hablar de su repercusión internacional, pues su presencia en el muy importante Festival de Montecarlo en el que presentaron a concurso El Asfalto acabó siendo el primer premio internacional para la televisión española, al guión de dicho capítulo. El Régimen había logrado lo que se proponía con su Operación Premios TV. La persona al frente, el ministro de turismo Manuel Fraga, tan empeñado como siempre en maquillar la imagen exterior de la triste realidad interna se mostró satisfecho. La continuidad de los premios, ya no solo europeos sino también sudamericanos como el del Periodismo Especializado Argentino, le permitía sacar pecho por los buenos resultados señalándolos como logros del Gobierno en discursos como el de las Antenas de Oro en el que incluso dijo:

«Estamos en el fin de una etapa en que se ha institucionalizado una profesión tan digna como la vuestra, en la que tanta responsabilidad contraéis los hombres de la radio y la televisión, al utilizar unos medios como los que se ponen en vuestras manos.»

La crónica del ABC incluye momentos tan claros como este:

Destacó el hecho de que los tres millones y medios de televisores que hoy día hay en España demuestran la gran importancia de la misma y a que puede considerársela una audiencia equivalente a la mitad de la población española.

Por último se refirió también a las etapas institucionalizadas de la profesión y destacó los éxitos internacionales obtenidos por la radio y televisión española, especialmente el último, el Martín Fierro concedido por la Televisión Argentina a «Historias para no dormir», calificada como el mejor telefilm extranjero en la televisión del país hermano.

Un éxito que reivindicaban por lo que les repercutía, y que no terminaría aquí, aún conseguiría la serie algún premio europeo más como el de realización en Praga, demostrando que Fraga había tenido razón al pensar que había que aprovechar el talento de Ibáñez Serrador. Una idea en la que habían participado también el Director Coordinador y Secretario General de TVE Juan José Rosón y, por supuesto, el Director General de RTVE Adolfo Suárez, todos ellos implicados en la famosa Operación Premios TV. Demostraron su confianza en Chicho, por ejemplo, cuando entre la primera y segunda temporada de la serie se le encomendó un proyecto muy peculiar. Crear junto con Jaime de Armiñán y el apoyo musical de Augusto Algueró un especial que mostrara lo aperturista que se había vuelto el país. El resultado, Historia de la Frivolidad,  es un ejemplo de esta estratagema en todos los sentidos: Acabó siendo la producción española más premiada en la historia de la televisión logrando los máximos galardones en Montecarlo o Montreux y todo tipo de premios en otros festivales como el de Milán, mientras que en Televisión Española se emitió de tapadillo, lo justo para poder cumplir las reglas de los festivales pero no tanto como para que el público español lo viera.

El éxito de Chicho -que en 1969 ganaría su primer Premio Ondas- le llevó a decidir apartarse un poco de la televisión para rodar su primera película, La residencia. Aunque la idea de continuar con trabajo televisivo seguiría ahí. Primero con el intento de una serie antológica más reflexiva, que no cuaja y a la que tampoco ayuda el arrollador éxito que en 1972 tiene el estreno del Un, dos, tres… el mismo año que se estrenaría una producción que era hija espiritual pero en la que Chicho no intervino directamente, el gran éxito mundial de La cabina -de la que ya hablaremos en próximas columnas-. Tanto ajetreo no le quitaría del todo las ganas de más historias, en 1974 realizó Ibáñez Serrador un especial a color que se podría encuadrar aquí,  El televisor. En la línea de otras de sus creaciones anteriores y, de nuevo, con Narciso Ibáñez Menta como actor principal que no tendría continuidad en España pero sí llevaría a la serie argentina antes mencionada.

A la postre será esta serie y el célebre concurso a lo que Chicho regrese una y otra vez. En 1982 para realizar una última tanda de episodios -esta vez en color-  que solo contaría con cuatro emisiones.

Después de eso… un poco de cada. En el año 2000 se anunció la intención de realizar una nueva tanda e incluso el Director General de RTVE, Pio Cabanillas, hizo comentarios al respecto como responsable del nuevo proyecto. Que se quedaría en nada, según dijo Chicho, por no haber encontrado directores que se encargaran de ello, decidido como estaba a ceder el testigo a una generación más joven.

Con el tiempo y la popularización de internet, que favoreció las primeras iniciativas de televisión on-line como WanadooTvservicio de suscripción que tenía en Historias para no dormir una de sus joyas– el culto a la serie quedo incluso más claro.

Y acabó llegando ese relevo, aunque fuera en uno de los episodios más tristes de la historia del fantástico televisivo de este país. Además de con un cambio de nombre a Películas para no dormir, en 2005. Pero ya hablaremos de ella en su momento.

De momento concluimos con un último ejemplo de esa simbiosis entre Internet y las narraciones de Chicho Ibáñez Serrador gracias a la recuperación de parte de esos programas que RTVE ha hecho en su web A la carta y que nos permite reencontrar muchas de estas narraciones. Que ustedes se horripilen bien.