Andrés du Bouchet no sabía la tormenta que iba a desencadenar. Pero es algo lógico. A veces se nos olvida que parte de la gracia de la Libertad de Expresión está en cómo se alinean las cosas para no ejercerla. Sí, podemos hablar tranquilamente de lo que queramos a cambio de, por supuesto, aceptar las repercusiones de lo que digamos. Otra posibilidad es que llegara a atisbarlo pero decidiera que le daba igual, que ya estaba bien, que había ido viéndolo cada vez más cerca y no podía seguir callado. Probablemente tras el éxito de ese nuevo programa. Sí, era algo esperable por lo que había tenido detrás, no salía de la nada precisamente… pero parecía señalar una línea de actuación para cadenas y programas. Y eso es algo que no le gustaba nada.
Lo que el éxito de Lyp Sync Battle decía del Estado del Humor (al menos en los Lates) y lo que le llevaba a soltar en twitter frases como que la «Comedia en 2015 necesita un severe motherfucking shakeup que incluyera: Nada de famosos, nada de parodias, nada de bromas (pranks), nada de mash-ups o guerras de hashtag además de señalar lo que podían hacer con labios de lip-synching o llamaba Prom Kings a los actuales creadores de comedia. Esta última parte, como la afirmación de que nunca ha hecho falta la aparición de famosos para hacer comedia, es la más controvertida. En primer lugar, porque en ese Sistema de Castas que es el instituto estadounidense parece difícil que Fallon o Kimmel, los dos principales destinatarios de sus dardos, hubieran llegado a ser Reyes del Baile. En segundo, porque los cameos de famosos -o directamente ponerles en situaciones poco esperables- llevan tanto tiempo en la cultura popular que lo difícil sería señalar un momento en el que no hubiera participación directa, no digamos ya de la indirecta que parodias y mezclas ha habido desde el medievo.
Pero está claro que disparaba a otro lado: Disparaba a los Famosos leyendo tuits ofensivos (hacia ellos) de Kimmel y a los Lyp Sync de Fallon y a las bromas elaboradas de Kimmel y a los famosos cantando con instrumentos de guardería de Fallon y… La verdad es que la lucha en los tiempos modernos del humor en los Late ha tomado una deriva resumible en una palabra: Viral.
Y ahí es donde está la guerra entre Kimmel y Fallon, en ver quién logra más momentos que poder poner en órbita durante toda la semana para que luego la gente vea el programa porque, eh, ya no es lo que se vaya a comentar en el trabajo al día siguiente. Es lo que se va a comentar en internete desde ese momento y hasta a saber cuándo. Porque internet es el nuevo patio de recreo y es ahí a donde se apunta para el impacto. Pero no es ese el problema, no es que Fallon parezca haber olvidado que se puede hacer otro tipo de humor sino que lo que viene parece seguir ese camino.
Porque no es solo que esté funcionando muy bien Lyp Sync Battle aunque la emita ese horror sobrehumano que es Spike – y del que la NBC pasó porque, claro, es la NBC – sino que la llegada de James Corden ha demostrado que es hacia ahí hacia donde quieren ir. Le ha faltado tiempo para llenar de famosos haciendo el chorra y de intentos descarados de viralizar cosas. Viendo el programa casi te sorprende que estés delante de un OBE que ganó un Bafta por Gavin & Stacey (serie de la que era co-creador, co-guionista y actor), un Tony a al mejor interpretación masculina por One Man, Two Guvnors, ha sido el protagonista de The Wrong Mans, participado en varios proyectos musicales menores uno de los cuales -una canción con vocación de himno para la selección inglesa de fútbol en 2010- se convertiría en la canción más vendida en Reino Unido durante un par de semanas. Y eso compatibilizando una extensa carrera -desde los noventa- en cine, televisión y teatros. De hecho, este mismo invierno le pudimos ver como personaje masculino principal de la fallida adaptación al cine de Into the woods.
Pero ha sido llegar a la televisión americana -en un movimiento realmente extraño para alguien siempre tan lleno de proyectos y ocupaciones- para que nos olvidemos de que alguna vez tuvo un personaje propio como compañero de piso del Doctor. Ahora parece el encargado de darle a la CBS un poco de esa viralidad de la que NBC y ABC tanto parecen disfrutar. Peor aún, lo hace ocupando la franja -y el programa- de Craig Ferguson, un magnífico cómico que casi se podría considerar un pináculo de todo lo contrario, siguiendo y mejorando el modelo de comedia en el Late anterior a esta, permitiendo una unidad con el programa anterior, de Letterman. Porque incluso aunque alguno de sus momentos pudieran volverse virales no era eso lo que pretendían. Ni Letterman, ni Leno antes, ni desde luego Ferguson parecían interesados en ellos, igual que la llegada de Seth Meyers demostró que había gente decidida a seguir el modelo clásico. Lo curioso es que incluso fuera de los Lates podríamos ver cómo esa viralidad se encuentra pero no se busca. En el SNL The Lonely Island solía tener éxito tras éxito pero al irse ellos no han sido capaces de replicarlo, ni parecen muy interesados. En los múltiples programas de sketches que han aparecido los últimos años pasa lo mismo, de vez en cuando alguno logra un éxito, generalmente Key & Peele, pero no parece creado con esa finalidad. Posiblemente porque esa forma de hacer comedia, incluso cuando puede contar con una mano famosa, se basa en la comicidad clásica de la situación, los personajes y el guión.
Por contra la viralidad de los lates parece salir, como indicaba du Bouchet, de apelar a lo que más puede gustar al público, bien el uso de famosos que ya tienen una base de fanes antes de salir en el programa, bien el humor más simplón como el de las bromas de Kimmel que son poco menos que jugarretas más o menos pesadas, más cercanas a los Vídeos de Primera que a una construcción cómica consciente, producto salido del llamado Bro Humor que -aquí sí- se acerca a esos Reyes de Baile porque suele ser ejercido por una persona (con el poder de saber que lo que hace es una broma) sobre otro que no solo recibe el ‘sufrimiento’ de la misma, muchas veces psicológico, sino que desconoce la ficcionalidad a su alrededor. De ahí los logros de los Errores en enviar mensajes, o de las Jugarretas entre padres e hijos, poco menos que versiones de andar por casa de las siempre insufribles bromas telefónicas. Creaciones con un claro grado de crueldad pero en el que quién las hace y quienes las disfrutan -si tienen estómago para ello- pueden regodearse en ese momentáneo poder.
No creáis que Andrés du Bouchet va a iniciar ninguna revolución. En cuanto los medios -sobre todo los digitales- se hicieron eco de sus quejas empezó la siguiente parte de la farsa, con el cómico borrando y disculparse, sobre todo después de que su jefe le llamara la atención. Porque resulta que trabaja en un Late. Concretamente, en el de Conan O’Brien que intervino públicamente en tuiter para decirle que cerrara la boca. Y lo hizo, claro, pese a que Conan sea otro seguidor de esa forma antigua de llevar un Late en el que los ocasionales éxitos virales -más ahora que está en la TBS– parecen más fruto de la casualidad que de la estrategia.
La discusión tampoco era nueva, el paso de Fallon al programa principal pareció volverle una máquina de buscar ese impacto mediático descuidando otros aspectos de su anterior programa. La -anunciada- llegada de Colbert para sustituir a Letterman produjo auténtica curiosidad por saber cómo va a adaptarse a estos nuevos tiempos y el cambio de Jon Stewart por otro Bro como Trevor Noah, que parece sacado de la página de copias de Dane Cook o Daniel Tosh, ha revuelto más el gallinero de esta nueva evolución de los Lates que aún está lejos de haber asentado su polvo.
Sobre todo porque aún queda una esperanza. Stewart y Colbert, igual que antes a veces Leno o Letterman, lograban éxitos compartidos. Más por su buen trabajo que utilizando famosos o crueldad, y eso lo ha recogido un cómico que sí busca claramente la viralidad pero que ha optado por un camino diferente para lograrla: John Oliver. El -también- inglés- ha buscado temas controvertidos para aligerarlos con humor, incluir algún gancho general (muchas veces, es cierto, pequeñas apariciones de algún famoso) y ofrecer largos segmentos que parecen ir en contra de la levedad y ligereza de esta nueva época viral. Vídeos que rara vez bajan de los 10 minutos y que, en ocasiones como el de la entrevista a Snowden y el prólogo sobre la Patriot Act, pueden superar la media hora. Con llamadas a memes y a usar hastags y animalitos sonrientes, conociendo por tanto todo lo que parece facilitar el éxito viral, pero no poniéndose a su servicio sino integrándolo -muchas veces de manera explícita- para difundir el mensaje.
El problema, por tanto, no es la viralidad en sí, es todo lo que algunos parecen dispuestos a hacer para conseguirla. Por eso Conan mandó callar a du Bouchet y no parece que esas quejas vayan a lograr una repercusión real pese a haber señalado el elefante en la habitación de guionistas. Por eso hay tantos medios en España copiando de manera no ya descarada sino en ocasiones explícita a Fallon y Kimmel, por eso Fallon parece una versión razonable de Pablo Motos y Motos cada vez parece más una mezcla entre un teleñeco y uno de los locos personajes egocéntricos de Martin Short, porque eso es ahora lo que consigue un poco de atención. Y ahora a la gente no le basta con salir en la televisión, necesita que le haga caso internet, porque esa es ahora la nueva fama, conseguir 15 minutos de viralidad.