Sobre la pureza

La pureza no existe y, en realidad, tampoco debería preocuparnos tanto. La pureza es, al fin y al cabo, un concepto absoluto. No diré que algo así sea aburrido, por supuesto, pero sí que ofrece pocas posibilidades para nada que no sea tratarla más como un objetivo que como una finalidad.

Quizá quien lea el anterior párrafo piense que es una afirmación cínica, cuando en realidad el cinismo no debería ser tanto un contrario a la pureza como a la mirada del entusiasta, del que está seguro de que ello -sea lo que sea ello– es Lo Puro y no admite crítica posible. El problema es que los que defendemos la variedad de posibilidades, por grises o relativistas que nos consideren, tendemos a entender todo un rango de posibilidades intermedias.

La pureza entendida como un concepto total, como La Pureza, tiene tres problemas fundamentales: 1) Obliga/conlleva una sobrecarga de escrutinio/presión que no suele servir más que para validarla, 2) Obliga a una definición de lo que entra y lo que deja fuera, no existe una Pureza que pueda ser integradora en cuanto que aquel que falla esa primera Prueba de Escrutinio queda apartado y 3) Debido al relativismo del que hablaba antes lo que para uno puede ser un Ejemplo de haberlo pasado para otro puede ser una Prueba de estar fuera. Incluso sin considerar una cuarta posibilidad con la separación obligada en una superioridad más o menos real en una suerte de ascensión al pedestal que pareciera juzgar al resto, todos estos puntos son problemáticos.

Pero relacionémoslo con la televisión, porque cuando se habla de La Pureza se puede uno referir a muchas cosas. Podemos estar juzgando un comportamiento -generalmente moral o ético- de una persona, podemos estar refiriéndonos a su juicio como libre de ataduras y consideraciones, podemos simplemente juzgar su Bondad Superior bien como Calidad o como Capacidad. En todos los casos nos estaremos equivocando. Bien porque no tiene sentido exigirlo, bien porque los cambios no solo suceden sobre el objeto, también la persona que mira replantea su propia observación.

Dejo fuera del comentario un caso concreto en el que Pureza se use por no utilizar otra palabra, y aún ahí el resultado es dudoso, que es al afirmar de cierto producto su condición de ser Puro X en donde X puede ser un atributo o un género. En realidad no existen los género completamente puros, incluso si pudiéramos ponernos de acuerdo en cuándo es algo un género, cuando una ambientación, cuando un trasfondo y cuándo una suma de rasgos y tropos que dependen de un batiburrillo de circunstancias tal que la acumulación de estos puede hacer que, según la pericia de la persona al mando, nos movamos entre un cliché y un paradigma, al fin y al cabo muchos de los ejemplos usados Por antonomasia tienden a ofrecer otras visiones.

Volviendo a las posibilidades anteriores, juzgar los comportamientos -aún cuando sea para proponer como ejemplo o por puro efecto fan- no suele tener mucha utilidad. Lo ideal es, por supuesto, considerar la posibilidad de actuar de la mejor de las maneras posibles como nuestra finalidad última pero no encumbrar o aplastar a los que no las cumplan. Hay que saber sacar lo provechoso antes que lo puro pues incluso si se demuestra como no puro puede ser interesante. Centrándonos en la capacidad de análisis y juicio, no tiene sentido reclamar la total Objetividad, la Pureza Objetiva -o viceversa- no existe, solo se puede intentar dar una visión lo menos subjetiva posible. Es decir, atendiendo no a lo que nos guste a nosotros -o a aquellas teclas que más cerca nos toquen- sino a una valoración global. Sobre todo teniendo en cuenta que cada vez que juzgues -por exposición más que por recuerdo, aunque también suceda- una obra posiblemente varíes de opinión -en rangos mínimos o máximos, ese es otro tema- por todo lo que es subjetivo en una persona, sus circunstancias externas y sus gustos personales. -Más aún cuando ciertos gustos personales pueden llevar no solo a pasar por alto fallos sino, incluso, a juzgar con más dureza aciertos al conocer bien el campo-. De manera que cualquier pretensión de Objetividad acabará funcionando más como opuesto a un abandono en la Subjetividad desatada antes que por el logro de la siempre imposible Pureza. (Hasta el punto de que, en ocasiones, las críticas dicen más de la persona que las realiza que de la obra sobre la que se supone que se tendrían que estar revelando las claves para un análisis o, las más de las veces, un simple proceso de anotación y reseña). Por entendernos, antes es preferible un acercamiento epicúreo que hedonista.

La Pureza como Bondad o como idea de Capacidad suele estar más relacionada con consideraciones y conocimientos del pasado, ligada incluso a ese concepto moderno y anglosajón del hype, la Infalibilidad creativa puesta para convencernos de una superioridad que muchas veces puede limitarse a una réplica, de nuevo, del fenómenos fan. Esperar lo mejor de alguien, sobre todo de quien nos ha demostrado gran Capacidad en el pasado, es lógico, pero no se puede exigir ni, desde luego, retirar -y rejuzgar las obras anteriores- en función de lo más reciente. No quiero decir que no se puedan hacer nuevos análisis a partir de los fallos, logros y obsesiones que obras recientes revelen pues -como decía antes- cada nueva visión comporta un cambio y, como tal, permite una lectura acumulativa antes que restrictiva. Pero por ello mismo conviene ser contemplativo en nuestros juicios y reflexiones.

La necesidad de establecer unos criterios para colocar esa Pureza ya debería hacernos sospechar dado que todo lo que excluya no puede ser tan bueno. Sí, puede ofrecer una sensación de superioridad, o de aislamiento frente al turbulento y desnortado mundo exterior, pero en lugar de entenderlo como un conjunto cerrado que traza una línea y señala a los que están dentro y fuera más nos valdría entenderlo como una línea. Una en la que moverse, avanzar, retroceder. Con una finalidad. La Ataraxia podrían decir algunas corrientes antiguas. Pero en realidad creo que precisamente ese es el camino, la meta es -sí- la Pureza. Entendida como una finalidad inalcanzable. Y hasta que no asumamos que ni nosotros ni nadie -al fin y al cabo ataraxia es un concepto no solo del epicureismo, también del escepticismo- la logrará pero que se puede intentar llegar y apreciar lo que se pueda sacar de entre esos que se encuentren en diferentes puntos de la escala, sospecho que no lograremos salir de las discusiones de simplismo maniqueo.

Pero, ante todo, no lograremos explicar que las cosas no son Buenas o Malas -todo tiene al menos una persona a la que le encanta y otra que lo odia, ¡todo!- sino una mezcla de múltiples hechos y posibilidades con distintas aproximaciones que ofrecerán siempre respuestas Asimétricas, no ya por las diferencias entre la primera y la tercera persona, sino por la misma naturaleza de su variedad.

Aceptado el valor asimétrico de los logros de cualquier obra -o persona, si se prefiere juzgar eso- tendremos que admitir también la imposibilidad de La Pureza y pese a la inevitable variedad de puntos de vista, tampoco es algo que debiera parecernos mal.