Un año más (y ya van siete, el tiempo que no perdona) aprovecho el comienzo de año para entregar el “Sark de Oro” al libro que más me ha gustado de este año.
Comienzo con la clásica advertencia, el que quiera pasar al resumen del año que se salte este párrafo. Las listas de “Lo mejor de…” acaban siendo los resultados de la intersección de los gustos personales con los libros leídos a lo largo del año. La posibilidad de que haya aparecido un libro revelador y no aparezca en la lista puede deberse más a no haberlo leído que a criterios de selección. Recapitulando en estos años y para que quede constancia, los anteriores Sark de Oro recayeron en “El hada carabina” de Daniel Pennac, “Huérfanos de Brooklyn” de Jonathan Lethem, “Cíclopes” de David Sedaris, «La disco rusa» de Wladimir Kaminer y “La Mosca” de Slawomir Mrozek. Ah, no, no estoy a sueldo de Mondadori.
Aviso, también como casi todos los años, de que mis lecturas suelen determinarse por escuderías, es más sencillo que lea algo de Lengua de Trapo, Mondadori o Valdemar que lo haga con lo que saca Planeta, Alfaguara o Anagrama. Vamos, que o pretendo engañar a nadie, que no me lo he leído todo ni de lejos.
Este ha sido el año de los libros atípicos. La no ficción has estado marcada por el superéxito de Punset “El viaje a la felicidad”, eso debería darnos una idea. Pero no sólo eso, también las publicaciones de Global Rhythm con su monumental y tochérrima Autobiografía de los Monty Piton y algún otro magnífico ejemplar del que hablaré más tarde. También las conspiranoias de cierto grupo han monopolizado las novedades, angelitos míos. Y, finalmente, el gran beneficiado de este año ha sido el Género Negro. La buena racha que apuntaba el año pasado se ha asentado permitiendo multiplicar los títulos que van de lo clásico a lo heterodoxo. Así, a colecciones exceletens como la de tropismos o El Funambulista se han unido la Zona Negra de Punto de Lectura, el empujón de RBA en su sello de bolsillo o la apuesta en SUMA y La Factoría por el género. Gracias a ello hemos podido recuperar al bueno de Scudder de Lawrence Block en La Factoría, seguir al Jack Taylor de Ken Bruen en Tropismos, recuperar a VI Warshawski de Sara Paretsky en SUMA y, por supuesto, la apuesta de Almuzara de cuya mejor pieza hablaré en un rato. Todo eso más las tradicionales entregas del Montalbano de Camilleri, las ideas de Elmore Leonard o Val McDermit.
Destaca, en cuanto a editoriales, lo mala que ha sido la cosecha de Mondadori. Un auténtico espanto salvada sólo por “jugadores individuales”. Y si el conjunto de la edición no es armónico deberían saber que en cuanto que las individualidades dejen de funcionar se les va a ir al carajo la construcción. Por suerte este año han contado con Phillip Roth (de hecho, todo el mundo ha contado con él de nuevo… y un año más se despide sin el Nobel, el pobre) en “Elegía”, los Coetzees rescatados, menos mal que dentro de la misma editorial han sacado otras cosas, ya hablaré luego de ellas, y han tenido aciertos como su apuesta por el cómic desde lo más literal (Macanudos) hasta ese estupendo libro que une lo divulgativo con lo personal que es “El Arte” de Juanjo Saez. O, en Lumen, la consolidación de su forma de hacer las cosas. Han publicado un libro-cómic sobre malos tratos (más autoliberador que interesante), seguido rescatando a mujeres y publicado una de las pequeñas delicias de este año “Los amores de Nikolai” de Lewycka Marina, una historia tan real que parece inventada sobre una familia de inmigrantes integrados que se encuentran con su mundo trastocado por la decisión del senito padre de casarse de nuevo. Otro título a tener en cuenta es “¿Quieres ser millonario?” del escritor angloindio Vikas Swarup, publicado en anagrama, que refleja mediante las preguntas de una versión del programa la historia “desordenada” de su protagonista. Igualmente notable dentro de los inclasificables es la “Danza Macabra” de Stephen King que nos trajo Valdemar este año en el que el conocido autor repasaba la Cultura Popular de lo fantástico/terrorífico en sus versiones cinematográfica y literaria –con algo de su odiada tele- desde los cincuenta en adelante hasta “la actualidad» que era el año 79. Un gran libro independientemente de la opinión que se tenga sobre su autor.
En cuanto a los españoles, el nivel sigue siendo irregular. Algunas esperadas novelas han sido decepcionantes como el regreso de Eduardo Mendoza o de Pablo Tusset. Otros han seguido su línea de calidad (ascendente) como Juan Aparicio-Belmonte o el gran Rafael Reig que es el autor para Debate de uno de esos libros atípicos de este año, el Manual de Literatura para Caníbales que logra recorrer la literatura española “más reciente” (es decir, del neoclásico en adelante) de una forma divertida y original aunque peque de subjetivismo en muchos momentos y de un final quizá excesivamente disparatado y no tan mordaz. Siguiendo con los atípicos, es imposible pasar de La Conferencia (El plagio sostenible) de Monteserín. También habría que hablar de Nocilla Dream pero aún no tengo muy claro si está entre lo que más me ha gustado del año o entre lo que menos. Pero si hay un nombre propio para este año es el de González Ledesma que escribió una excelente autobiografía “Historia de mis calles”, se vio reeditado y re-reconocido y –sobre todo- publicó en Almuzara el que es para mí el mejor libro español del año: “Mendez”, una sinfonía de piezas cortas de todo tipo que son tan brillantes por separado y tan distintas en realidad entre ellas que se podría formar un enorme globo de discoteca con ellas.
De reediciones déjenme señalar un too que , aunque con material nuevo, merecedor de un gran reconocimiento. Me refiero a los Cuentos Completos de Saki. El único problema de tenerlo todo es que puedes empacharte.
Y, antes de pronunciarme sobre los premios, voy a hacer un pequeño alto para hablar de lo peor. Que no es exactamente lo pero-pero, la verdad es que seguimos con las mismas codillas de años anteriores que si bien han abierto camino para alguna cosa interesante en general siguen dándole a la manivela de la cosa santa y la discusión sobre el prepucio de Cristo redivido. Personalmente, me aburrió enormemente el “Lunar Park” de Easton Ellis que no deja de ser más de lo mismo haciendo lo de siempre, igual que el JPod de Coupland, pero como dice un amigo: podría ser peor, podría haberlo escrito César Vidal. Quién, por cierto, ha visto publicados con su nombre este año 16 libros nuevos.
Pero vamos a lo que “interesa”, a los premios. Así que allá va la decisión:
Sark de Plata para el libro de relatos “Fantasmas” de Chuck Palahniuk. Estupendo libro de relatos que reúne en uno las historias de Palahniuk de terror posibilista, pleno en ambientes urbanos y en violencia bien administrada. Sólo la irregularidad de los relatos, así como una extensión algo excesiva del “entre acto” que sirve para cohesionar toda la historia, hace que se quede en el segundo puesto esta obra.
Todo lo cuál nos lleva, de manera irremediable al… Sark de Oro de este año que es concedido por primera vez y sin que sirva de precedente Ex Aequo al libro de reportaje “Pégate un tiro para sobrevivir” de Chuck Klusterman y a “El Martilllo Cósmico” de Robert Anton Wilson con especial nota para su segundo volumen “Con los pies en la tierra”.
El primero está más cerca del tradicional concepto de Nuevo Periodismo o de las narraciones de Ficción. Sobre todo porque el tema del artículo “Visita los lugares de muerte de los músicos norteamericanos en su propio país” acaba cambiando pronto a “mi historia del viaje”. Klusterman nos ofrece todo lo que puede decir sobre si mismo y su opinión sobre el mundo que le rodea dejando el tema del reportaje en un hábil segundo plano que le sigue para hacer avanzar la historia.
“El Martillo Cósmico” está “indultado”. En principio no debería contar por ser unas memorias, pero al ser las de RAW y estar redactadas de esta manera, tan brillante, resulta complicado negarle el mérito al más Atípico de los libros atípicos de este año. Cruce entre la autobiografía y el catálogo de vivencias, mezcla de reflexiones socio-político-culturales y de experiencias con las drogas, el ocultismo y casi cualquier cosa rara que se nos ocurra, auténtica exposición de “quedarse en cueros” (el final del primer libro, por ejemplo) estamos ante otro clásico moderno que resulta difícil no amar casi de inmediato por la forma de crear una obra única y compacta formada por pedazos inconsecuentes. Esperemos poder seguir disfrutando de RAW durante años.
Y así, en fin, termina el repaso de este año y la concesión de los Sark de Oro. Dejemos ya la charleta y empecemos a disfrutar de este año, el del Centenario de Heinle.