¡JAJAJAJAJA! Oh, pero si estáis ahí. Perdonad el… desorden. A veces las visitas lo dejan todo… perdido. Pero no os preocupéis, ni todas esas manchas son de sangre ni todos los órganos son suyos. Algunos los traían… de regalo. Pasad, pasad sin miedo. Al fin y al cabo esta es nada más que una demostración de las funciones del Horror Host, esa gente que sirve en muchos de estos relatos bien para ir pasando de una historia a otra o para dar una apariencia incluso más de ficción, además de poder soltar todas las puyas, juegos de palabras y lecciones -más o menos inmorales- que les de la gana rebajando con humor el nerviosismo. ¿Qué más dará que sea un viejo de aspecto aterrador, un esqueleto, una vamp, un autoestopista o un artista maldito? Lo único importante es que sepa dar paso. Y para eso sirve incluso gente real como Hitchcock, Dahl o Sterling.
En realidad el género de terror puede ser muchas cosas, para eso está lleno de subgéneros basados en la manera de producir esa angustia.
Localizaciones abandonadas como un destartalado parque de atracciones o un campamento o cualquier otro espacio al aire libre ligeramente siniestro- el sitio ideal en el que te hagas una torcedura al intentar correr y tengas que hacer cojeando el resto de la carrera- o bien una casa llena de secretos -quizá por los anteriores habitantes, o por el lugar donde se edificó-. A veces en versiones más cercanas, en plena ciudad, otras en los siempre agradecidos ambientes rurales -Eso sí, procura no caer en las habituales trampas para osos que se usan en el campo, probablemente como decoración- donde parece que siempre hay huecos para cosas que no suele permitirse en las ciudades. Salvo que luego ves lo que hay en los oscuros callejones, las malolientes alcantarillas o, peor aún, los lujosos salones y alcobas de las clases más altas y te das cuenta de que el mal se extiende por todas partes.
También lo hace por todas las eras, da igual lo que nos lleve a asociarlo con el victorianismo. Si necesitamos trogloditas los tendremos y si hemos pensado en viajar al espacio más nos vale llevar el cucal a mano. Lo bueno del terror es que da un poco lo mismo para dónde tiremos porque en TODO hay restos del mal primigenio. Y cuando digo TODO me refiero no a un asunto tan primigenio como parece propugnar la Lovecraft Corp como a que cualquier cosa, sean piezas de repuesto, juguetes, mascotas, medios de transporte -del coche al ascensor- o incluso una pieza del mobiliario. ¡Puro Mal en lata!
Pero ya que hemos venido a repasar algunos tropos podemos al menos hacer una primera división de categorías en:
– Horror Cósmico. Nada que ver con los astronáutas, mucho con eso más viejo que el universo e indudablemente más grande que viene a por nosotros aunque parezca no darse cuenta siquiera de la existencia.
– Gótico. El romanticismo contra la ilustración, sombras, castillos, personajes atormentados, violencia contenida… durante un rato. En el Victoriano se pondría todo esto a trabajar. Luego llegaría el Gótico Americano que usaría temas propios sobre la comunidad, el poder, la transformación (a veces como evolución, otras como degeneración) y lo grotesco que se mira en este caso en Poe y Hawthorne.
– Un poco entre medias de los dos anteriores podríamos poner el Terror Religioso. Aquel que se centra en la religión organizada y en sus efectos. Bien mediante el dolor que puede crear la religión mayoritaria, mediante las batallas celestiales -sobre todo las llevadas al mundo de los hombres- o las que los Cultistas, sean seguidores de un dios oscuro o chicos de la cosecha, pueden organizar. Si la parte religiosa es la que crea la opresión y el terror, está sacando ideas de aquí.
– El uso de la ciencia desde el interior -avances científicos que salen mal- o el exterior -ambientaciones futuristas, viajes espaciales- suelen significar una cierta existencia de Horror CiFi en la trama. Si es una simple nota de color o lo fundamental que hace avanzar la historia -como cosas pequeñas que se hacen grandes (al menos de 50 pies) o grandes que van menguando- entera es algo que habrá que discutir.
– Un tropo propio del estilo, el siempre agradecido en las historias de bajo presupuesto Terror Psicológico. El estudio de la mente y el comportamiento, la paranoia como uno de los grandes motores de la trama. Generalmente ligado a historias de suspense o, incluso, la forma en que se terminan de rematar.
– También muy querido en el bajo presupuesto pero en dirección completamente contraria está el Splatter. El uso de la violencia y del castigo corporal hasta límites casi paródicos permiten toda una corriente que incluye o vertebra desde el Gore al Torture Porn -que usa como excusa la trama para centrarse en el sufrimiento extremo – pasando por las versiones más metidas en el fantástico del Slasher.
– Finalmente el Survival ofrece una lucha de gato y ratón entre el teórico protagonista, que suele ser la víctima, y el antagonista perseguidor que promete -y en ocasiones demuestra en algún compañero- lo que le hará si le pilla. Matarle suele ser el menos problema.
Las diferentes posibilidades al extenderse a una estética, una trama o una ambientación hace más fácil que se mezclen tanto las anteriores como algunas otras no mentadas para crear mejoras y combinarse. Así figuras como la del Mad Doctor capaz de cualquier cosa en nombre de la ciencia puede ir dando vueltas por cada uno de ellos.
Del mismo modo un villano chiflado que quiere arrancarte el corazón u otro órgano, posiblemente para ponértelo en la cara luego, podría entre a la vez tanto en la parte religiosa -si no es uno de los doctores de antes- como en la más gore.
Luego ya tenemos otros recursos locos como los gatos que dan sustos, los problemas con los coches cuando primero se caen las llaves, luego no entran en la cerradura y después no arrancan, las llamadas amenazadoras -¡que vienen desde dentro de la casa!- o esos ojos amenazadores que ponen personajes como Alucard o el Dr. Acula, que tienen algo familiar pero no acabo de caer en qué puede ser. Todo esto acaba llegando a un momento de descubrimiento. Según el programa puede ser un humano disfrazado de monstruo o un monstruo disfrazado de humano -aunque todo el mundo sabe que no hay nada más terrible que El Hombre– y en ese momento podemos decidir si intentaremos gritar -aunque no tengamos cómo- o si empezarán las carreras de uno a otro lado. Sobre todo porque da igual las barreras que pongamos, seguro que saltan por los aires por una serie de brazos acechantes o una enorme arma. Quizá ambas. Sobre todo porque eso acabará demostrando -da igual la cantidad de personas excéntricas con pintas estrafalarias que les avisen- que ¡Cualquiera puede morir! Da igual que sea por un psicópata humano aunque un poco chalado o por un moco baboso del espacio. Recuerda sobre todo que si algo es suficientemente asqueroso lo más sencillo es que acabe cayendo en tu cara. O, al menos en tus zapatos.
De modo que pronto los muertos vivientes de al menos cuatro tipos, las criaturas de la noche, la gente con uno u otros motivos y, por supuesto, los cerebros dentro de tarros -no recuerdo tarros dentro de cerebros, pero seguro que alguno hay también- acabarán dando Muertes Inusuales, Justicia Poética Extrema y Castigos Crueles. Especialmente si acabas descubriendo que el culpable de todo esto… ERAYO. ¡ERAYO desdelprincipio! Peor aún porque puede que su fuerza narrativa sirva para romper el cuarto muro. Mira detrás de ti. Mejor lento.
Porque otro de los tropos habituales, quizá uno de los más inevitables, es crear un Giro Final Insesperado, que permita hacer dudar y ofrecer una alternativa bajonera. Al fin y al cabo estamos hablando del Terror, un género que se caracteriza por arruinarte las vacaciones y los festivos.
Podríamos dedicarle más tiempo al tema entrando en subgéneros y otros despieces pero parece que ya está saliendo el sol así que… ¡Hasta la próxima Enorme Luna Amenazante!